La vida de Ashley y su familia era extrañamente normal. Teniendo en cuenta que Sayoko era Gina y que tenía una nueva "hermana". Aunque Mia debía ser la que lo tenía más raro. Se habían mudado y su hermana ya no era su hermana. Se lo tomó sorprendemente bien, incluso se unió al grupo de Ashley, que andaba cojo y una teclista le venía bastante bien.
Sayoko sabía mantener a Richard bajo control. Bajo su atenta mirada incluso daba la impresión de ser un padre mínimamente competente. Aunque lo que hacía genuinamente feliz a Ashley era tener a su madre en casa. Rápidamente había establecido una conexión con ella, sentía que la entendía como nadie.
Por primera vez en su vida, Ashley sentía que no le faltaba nada, y eso la llevó a tener el atroz presentimiento de que eso no podía durar. Jessica le restaba importancia y la instaba a que disfrutase lo que tenía, pero no era tan sencillo para Ashley. No se quitaba aquella sensación de la cabeza.
Había pasado la tarde tratando de hacer origami con su madre, porque a Sayoko parecía relajarla, pero Ashley sólo había conseguido hacer un revoltijo con sus papeles. Estaba claro que no tenía el estado de ánimo adecuado para hacer aquello.
_ Creo que alguien necesita un poco de aire fresco. _ Sayoko dejó sobre la mesa el perro de papel que había hecho.
El animal estaba bien acompañado. Sayoko había hecho un pequeño zoológico de animales de papel a lo largo de la tarde mientras conversaban.
_ Lo siento, mamá... _ suspiró Ashley. _ Es que...
_ Sé lo que te pasa, Ash. _ Le colocó la mano en el hombro. _ Lo entiendo. Pero date tiempo.
_ ¿Tiempo?
_ Sólo hace un mes que he vuelto a tu vida, es normal que aún tengas miedo de perderme, que sientas que no es "real". _ Sayoko sonrió. _ No espero que asimiles que he vuelto para quedarme tan rápido.
_ Estoy acostumbrada a que lo bueno no dure...
_ Creo que tu padre tiene más culpa de eso que tú. _ Suspiró Sayoko. _ Aún no sé cómo me las apaño para perdonarle por tratarte así. Creo que es esa mirada de cachorrillo que pone...
_ ¡Mamá! _ A Ashley se le escapó la risa.
_ Veo que estáis pasándolo bien.
Estaban tan concentradas en su conversación que ni siquiera se percataron de que Mia llegaba con una bolsa de la compra y la dejaba sobre la mesa hasta que las interrumpió.
_ He traído víveres. _ Dijo, dramáticamente. _ No soportaría que Richard tratase de cocinar otra vez con tres dientes de ajo y algo de harina.
_ Para ser justas, las tortitas no estaban tan mal... _ susurró Ashley.
_ Para matar vampiros, quizá... _ Mia dejó escapar una risa. _ Hablando de Richard... ¿Aún no está en casa?
_ Pensábamos que estaba contigo. _ Comentó Ashley. _ Juraría que había dicho que iba a hacer la compra después del trabajo.
_ No, a mí no me ha llamado.
_ Espero que no haya vuelto a quedarse absorto en la oficina. _ Suspiró Sayoko. _ Es todo un caso.
Pero Richard no estaba absorto en la oficina. Su situación era mucho más desagradable. De hecho, la bolsa de compra que tenía entre los dedos se había caído al suelo cuando la había soltado para levantar las manos al ser encañonado por un arma que llevaba una persona vestida de negro con un pasamontañas.
_ Escucha, si me das un momento, cogeré la cartera y te daré el dinero...
_ No es dinero lo que quiero, señor Robins. _ La voz sonaba distorsionada. _ Usted y yo vamos a darnos una vuelta y me va a contar una serie de cosas.
Richard tragó saliva. Ya se estaba preparando para lo peor. Sabía que no tenía nada que hacer más que rendirse. Entrecerró los ojos, preparado para ser secuestrado, cuando un sonido metálico le llamó la atención.
Vio como a cámara lenta como una cadena pasaba a su lado y golpeaba la pistola de su agresor, que trastabilló y por poco se cae. El arma cayó al suelo y el asaltante se lanzó contra Richard, le dio un empujón, le arrebató el maletín y salió corriendo con él. Tropezó y se cayó al suelo, pero no tardó en ver que le tendían una mano.
_ Agente Howard…
La misma agente de policía que había declarado en su juicio estaba ahora frente a él, con la mano izquierda extendida. Su cabello rosa estaba agitado. La cadena que había usado, aún en su mano derecha, tintineaba mientras observaba en la dirección en la que se había marchado el criminal.
_ ¿Había algo importante en ese maletín?
_ Nada irrecuperable, algunas notas de mi última investigación. _ Richard tomó la mano de la agente y dejó que le ayudase a levantarse.
_ Se ha esfumado. _ Bufó, frustrada. _ Odio que se me escape un criminal…
_ ¿Y su arma? _ Preguntó Richard.
_ En el departamento. _ Sus mejillas se tornaron algo más oscuras. _ En realidad, no estoy de servicio. Pero no me pensaba quedar de brazos cruzados mientras atacaban a alguien. Además, sentía que estaba en deuda contigo.
_ ¿Conmigo? ¿Por qué, Agente?
_ Declaré en tu contra en el juicio. _ Sonrió. _ Y llámame sólo Akira, como digo, no estoy de servicio.
_ Muy bien. Gracias, Akira… _ Richard sonrió. _ ¿Puedo invitarte a cenar, para darte las gracias? Seguro que a Sayoko y a Ashley les haría ilusión verte.
_ No sé… sería abusar de tu hospitalidad.
_ Insisto. Si no hubieras intervenido, yo quizá estuviera muerto.
Akira finalmente asintió y se rindió, encaminándose con Richard a su casa. Decididamente, aquella historia no era algo que Ashley quisiese escuchar. Todos los miedos que había estado teniendo aquellos días parecían materializarse en aquellas palabras.
_ Pensaba que sólo habían intentado atracarte, pero si es como dices… no puede quedar así. _ Intervino Akira. _ La gente no comete un secuestro sin una buena razón.
_ ¿No sería por dinero? _ Preguntó Mia.
_ No tiene sentido. _ Akira negó con la cabeza. _ El secuestrador sabía quién era, y no es que seáis precisamente millonarios.
_ Debía querer lo que sabes sobre Another. _ Repuso Sayoko, pragmática. _ Como la gente no sabe que yo estoy por aquí, eres el único experto que sigue con vida.
_ Esa máquina nunca nos va a dejar en paz… _ Suspiró Ashley. _ Pensé que una vez estuviera destruida no volvería a molestarnos… Esta vez está destruida, ¿Verdad?
_ Sí. Me aseguré yo misma. _ Dijo Sayoko, mirándola con firmeza. _ Yo la hice pedazos. No quería saber nada más de ella.
_ Ni siquiera me pidió permiso. _ Bufó Richard. _ Un día fui al laboratorio y… lo había destrozado todos.
_ Creo que me gané ese privilegio. _ Richard asintió, notando la mirada asesina que le lanzaba su mujer. _ Pero eso no implica que no sepan lo que hicimos en Blood Edward y en JC Valley.
Akira escuchaba en silencio la conversación de la familia mientras comía los espaguetis que Mia había preparado. Cualquiera pensaría que se trataba de que no quería inmiscuirse, pero, por el contrario, estaba prestando atención.
_ Informaré a mis compañeros de todo esto. _ Dijo finalmente la agente, poniéndose en pie, a pesar de que la comida estaba a medias. _ Me aseguraré de que me permitan participar en el caso.
_ Oye, no hace falta que salgas corriendo de esa manera. _ Le dijo Sayoko.
_ Tengo compañeros de servicio ahora. _ Le explicó. _ Cuanto antes les avise, antes podrán movilizarse.
_ ¿No vas a tomar postre siquiera? _ Le preguntó Mia. Ella negó.
_ No, pero ha sido un placer. Tomaré cartas en el asunto.
Akira abandonó la casa con una expresión decidida en sus ojos. Apenas había caminado un par de manzanas cuando sintió como alguien le colocaba el cañón del arma contra la nuca.
_ Me vas a despeinar. _ Le dijo.
Podía sentir el calor del arma contra su nuca, pero no tembló, exhalando el vaho en el ambiente. No estaba nerviosa, y la persona que sujetaba el arma, pudo notarlo, pues fue ella la que se tensó y perdió la compostura.
_ ¿Qué pasa? ¿No esperabas llegar tan lejos?
_ Dime todo lo que sepas de Richard Robins. _ La voz sonaba distorsionada por la tela del pasamontañas.
_ No sé… nada, lo siento. _ Respondió Akira. Sonreía.
_ Te voy a volar la cabeza… _ gruñó, apretando el arma con fuerza.
_ Adelante… arruina tu vida. ¿Crees que van a dejarte irte de rositas después de matar a un agente de la ley? _ Mantuvo la compostura.
_ No me encontrarán… _ La voz del asaltante sonaba temblorosa.
_ Oh… sí que lo harán. _ Respondió Akira, volviéndose lentamente.
El arma acabó justo sobre su frente y pudo mirar a los ojos de su atacante. Aquellos orbes azules expresaban terror. Akira los miró fijamente.
_ Sé distinguir a un asesino… y tú no lo eres. _ Dijo Akira, con total certeza. _ Baja el arma, por tu propio bien.
_ Haré lo que tenga que hacer. Dime lo que necesito saber. ¿Dónde está Richard Robins?
_ ¿O qué? ¿Vas a apretar el gatillo? Vamos… hazlo…
_ ¿Acaso quieres morir?
_ Quizá quiera. _ Respondió Akira. _ ¿Importa? Sé que no vas a disparar.
Hubo un silencio incómodo, sólo interrumpido por el sonido crepitante de las farolas en la lejanía. Durante unos segundos, Akira sólo pudo centrarse en el irregular ritmo de la respiración de su atacante y en el olor de la basura que venía de un callejón cercano.
Pero no se equivocó. Aquella figura no tuvo valor para disparar. Hizo un quiebro y salió corriendo en dirección contraria. Akira no se lo pensó antes de coger su cadena y hacerla girar entre sus dedos. Con un lanzamiento, la cadena enrollo a aquella figura y la tiró al suelo de un tirón.
_ Ese es ya tu tercer error de esta noche. _ Dijo, mientras se acercaba.
Ahora que la había retenido pudo fijarse en que se trataba de una mujer menuda, vestida completamente de negro, incluyendo las botas, guantes y el pasamontañas. Habría sido casi imposible distinguirla en la oscuridad.
Sin embargo, lo que hizo que Akira alzase una ceja fue fijarse en su comportamiento. No trató de seguir escabulléndose, ni de volver a coger el arma que se había escapado de sus manos. Por el contrario, se hizo un ovillo y empezó a sollozar con fuerza.
_ Esto sí que me ha dejado fuera de sitio. _ Susurró Akira.
Se aproximó y usó la cadena para esposarla, de camino a su coche. La muchacha no dijo nada, sólo sollozó, sollozos que sólo se multiplicaron cuando Akira le quitó el pasamontañas y una larga cabellera rubia desordenada cayó sobre su rostro.
_ A ti te conozco… _ Comentó, cerrando la puerta de su coche. _ Eres de Lake Juliet, ¿Verdad? Estás lejos de casa.
Ella no contestó, mantenía ese férreo silencio mientras permanecía en el asiento de atrás. Probablemente se le pasaría por la cabeza intentar escapar, pero sus manos estaban firmemente atadas con la cadena y no tenía la más mínima posibilidad de abrir ninguna de las puertas.
_ No me quedó otro remedio… _ Mantuvo la cabeza gacha.
_ No eres más que una niña… _ Akira conducía sin apartar la vista de la carretera. _ Algo me dice que vas a tener una larga historia que contar en la comisaría.
Ashley no había tenido una buena noche. Había dormido fatal, con pesadillas en las que secuestraban a su padre y lo encontraban muerto en mitad de un callejón oscuro. Mia, que dormía en una cama a su lado, estaba roncando sonoramente, demostrando que no había tenido demasiados problemas para conciliar el sueño. Poco sabía ella que la persona que había amenazado a la vida de su padre ahora estaba entre rejas en la comisaría.
