Capitulo 17
Era de madrugada cuando recibió una llamada de Kin chan, avisándole que su padre estaba camino al hospital, pues a causa del estrés o cansancio, tuvo un colapso que por poco se convierte en infarto, alarmando a Kotoko por el bienestar de su padre.
Aquella noche no sabía que hacer, estaba a miles de kilómetros de su padre y aunque tomara el primer vuelo hacia Tokio, no llegaría a tiempo de nada. Así que, pidió consejo a Cheng Yuriko, la madre de Joe, quien desde un principio la acogió como su propia hija, y en esos momentos, la necesitaba para saber qué hacer, no quería llamar a los Irie, pero eran los únicos cercanos en esos momentos.
—A veces las emergencias pueden hacernos desprendernos del molesto orgullo, pedir ayuda en momentos de crisis es válido, no tienes por qué cargar con todo sola Kotoko. — Le dijo Yuriko, la madre de Joe, quien se había convertido en todo ese tiempo en parte fundamental de su vida.
Con muchas probabilidades que le colgaran el teléfono en cuanto escucharan su voz, les llamó, arriesgándose a saber que había perdido a la única figura materna que había conocido en toda su vida. Afortunadamente, los señores Irie tenían mucha estima a su padre; no le alcanzaría la vida para agradecerles todo lo que habían hecho por ellos en el pasado y por brindarles su apoyo en estos momentos de incertidumbre para ella.
Se sentía mala hija por haberlo dejado solo en Tokio, pues por causa de lo que hizo Naoki a Kotoko y, por respeto a su hija había decidido cortar comunicación con su amigo del alma. No porque Shigeki y su esposa tuvieran culpa alguna, simplemente porque se conocía lo suficiente para saber que no tardaría en reclamarles sobre el comportamiento de su hijo, teniendo en cuenta que tal vez perdería su amistad para siempre, algo que le dolía a su padre.
Pensó que era egoísta al sentirse agradecida con él por alejarse de esa familia, aunque, si no se hubiese distanciado por completo, tal vez la compañía de buenos amigos habrían hecho que no sintiera tanta presión en sus hombros.
Así que tragándose todo el dolor que le causaba al pensar que Naoki contestara el teléfono, llamó para pedir su apoyo, escuchando la voz de Noriko, sintiéndose protegida de nuevo por ella.
Llegó a la conclusión después de comunicarle todo lo ocurrido con su papá, que lo más oportuno era darle una explicación, dudaba mucho que Naoki le haya contado algo.
Sabía que regresando a Tokio y contactando a su familia, iba a ser inevitable toparse con Naoki, por eso, antes de regresar y aprovechando el tiempo que Iba a tardar en trasladar sus estudios a la Tonan, había convencido a Joe de irse con ella, sin él, no hubiese sobrevivido mucho tiempo sola en Kobe.
A partir del día en que supo que todo era un juego, una artimaña de Naoki, se quebró.
No solo cuando eran niños la había lastimado, diciéndole cosas hirientes, dejándola triste y con poca autoestima, ¿Acaso por no ser tan lista como él, se merecía ser repudiada como si tuviera la peste? En su joven mente creía que ella tal vez había hecho algo mal, que sus calificaciones o el no entender matemáticas con facilidad habían mermado el cariño de su amigo. Pero, después de analizarlo detenidamente, ella no había hecho nada malo, el problema era Irie.
Quiso darle una segunda oportunidad, enamorarse de quien quiso mucho en su infancia y lo hizo, de su parte todo fue sincero. Incluso las mariposas que sintió en su cumpleaños cuando inesperadamente fue a su fiesta, regalándole un collar hermoso y, como extra, un beso que jamás esperó recibir de él.
Las lágrimas se le escapaban al repasar cada uno de los momentos que pasó junto a él, incluso su escena de celos, debería ser actor en vez de médico.
Estaba deprimida y con el autoestima por los suelos, ¿Acaso no podía tener tantito amor propio?. No pasó mucho tiempo sola, pues a causa de una falla de electricidad, la casa donde estaba viviendo se quemó, quedando inhabitable. Solo le quedaba resignarse a volver a Tokio con su padre y esconderse bajo una piedra para no ser encontrada.
Sin embargo, fue acogida por la familia Cheng, los vecinos del lugar le dieron asilo temporal a las chicas que vivían en esa casa de huéspedes, y ellos se había apuntado para ayudar a quienes lo necesitaban en ese mismo instante.
Desde que llegó a su casa, fue todo muy hogareño, le dieron la bienvenida como si fuera un familiar, desde el primer día todos tuvieron una bonita conexión.
Cheng Zhizu era originario de Taiwan, por su trabajo lo mandaron a Japón por tiempo indeterminado, y entre reuniones, salidas con amigos y a conocer el país, se había enamorado de una linda Japonesa, Satoru Yuriko, quien era hermana de uno de sus mejores amigos del trabajo. Después de varias citas decidieron ser novios, casándose después de una relación de tres años. Al año de casados nació su hijo, a quien le pusieron Joe. Él era un chico promedio, pero igual o más inteligente que Naoki.
Al convivir con ella, todos se dieron cuenta que ella no estaba del todo bien, no dormía, se veía cansada todo el día, sus ojos hinchados la delataba cuando negaba que había llorado.
Joe comenzó a acercarse a ella, la llevó a ferias locales, lugares turísticos, a disfrutar de sus estancia ahí. Pero ella seguía sumergida en una profunda depresión. Yuriko era Psicóloga de profesión, tenía su propio consultorio en su casa y aunque no era recomendado ayudar a sus amigos o familiares, ella hizo a un lado eso para que Kotoko se sintiera mejor con ella misma.
Fue entonces que la escuchó, no como psicóloga sino como una amiga, lloró con ella cuando supo que su madre había muerto cuando era pequeña, igual sintió rabia y ganas de golpear al mal nacido de Irie Naoki por haber jugado de una forma tan cruel y vil con los sentimientos de Kotoko, quien era dulce y sincera.
Poco a poco la fue animando a abrirse más, comenzó a aconsejarla, a asesorarla en su imagen, le compraba ropa nueva, haciéndole cambios a su cabello para que ella comenzara a ver lo hermosa que era y así, trabajar su autoestima.
Kotoko entendió que no podía seguir sintiéndose miserable por culpa de otros, que ella no tenía la culpa, tampoco se merecía lo que había hecho Naoki. A pesar que sus sentimientos seguían latentes por él, aprendió a amarse a ella misma primero.
Joe dejó de ser su amigo para convertirse en alguien muy especial. Hacían todo juntos, iban a la plaza, veían películas, cualquier cosa, él estaba para ella.
Cuando estaba con él, parecía que nada de lo que hubiese vivido en Tokio, había pasado, le hacía tan bien estar a su lado que quería siempre estar en esa sintonía tan natural que se daba entre los dos.
Cuando él le dijo que quería ser médico, por un momento se sintió triste porque él igual era inteligente, sus inseguridades comenzaron a carcomerle de nuevo, tenía miedo que él la rechazara por no ser tan brillante o por no saber a qué dedicarse.
Fue entonces que, tomando una prueba de orientación vocacional, en una de las opciones le daba de resultado enfermera, no le disgustó la idea. Si ella era enfermera podía enfocarse en las dolencias de los demás, haciendo que la estadía en el hospital fuese menos dura para alguien enfermo. Claro era torpe, pero ya se había demostrado una vez que si se lo proponía, podía hacer cualquier cosa.
Con mucho miedo que se burlaran de ella los Cheng, les compartió su deseo de estudiar enfermería, claro, quien lo supo primero y pidió consejo fue su padre, quien le apoyó en cualquier cosa que ella quisiera hacer, sin embargo sentía la necesidad de comunicarles a los Cheng su aspiración de ser enfermera.
En lugar de recibir burlas o algo que le hiciera dudar de sus capacidades, todos prometieron ayudarla, sobretodo Joe, él estaba emocionado de que fuera enfermera, así podrían pasar más tiempo juntos, trabajando hombro con hombro en pro de la salud de los demás.
No todo fue fácil pero con esfuerzo y dedicación, logró pasar de ser una estudiante promedio y torpe, a ser una chica decidida y segura de sí misma con notas sobresalientes. Por supuesto, habían días malos, veces en que no podía hacer las cosas más simples, pero Joe siempre estuvo con ella apoyándola. A veces creía que si él fuese Naoki, ella en vez de ser alentada en seguir sus sueños, terminaría siendo la burla o menospreciada por sus limitaciones.
Así pasó su tiempo en Kobe, teniendo una autoestima y amor propio como primer orden del día al despertarse.
Hasta que recibió aquella llamada que la dejó indefensa. Su padre había tenido un colapso, no tenía a nadie a quien recurrir y con todo el miedo del mundo, llamó a los Irie para pedirle su apoyo.
En cuanto supo que tenía que regresar a Tokio, pensó que tal vez que sus inseguridades la consumirían de nuevo, fue cuando le pidió a Joe que la acompañara, por lo menos un semestre o unos días, pero su nueva familia no la dejaría sola en un momento de tanto estrés para ella, dejando que Joe se trasladara junto con ella a la universidad Tonan, donde terminarían su carrera.
Y a pesar que no estaba preparada para volver a ver a Naoki, sabía que a su lado estaba una persona especial, que no la dejaría sola.
-Bueno Kotorin, llegamos a Tokio.
Fue lo primero que dijo Joe al llegar a la casa que sus padres habían rentado para ellos.
Días después de haber llegado, Kotoko fue solamente por un trámite a la universidad, tomando un par de días para poder estar con su padre, respiró hondo antes de salir de casa, repasó una y otra vez su imagen y aunque sabía que estaba guapísima, era inevitable no estar nerviosa.
—Kotorin, vamos. — le dijo Joe — Estás linda, deja de mirarte en el espejo
—¿Como sabes que eso hago? Que tal si estoy en el baño
Joe abrió la puerta de su recámara
—Te conozco lo suficiente para saber que no estabas en el baño... — le sonrió
—Y si mejor no voy...
Joe la miró enarcando una ceja, medía 1.90 y ella 1.55, era lo suficientemente alto para llevarla a rastras.
—Tienes que hacerlo — Kotoko sintió como desacomodaba sus cabellos Joe, a veces le molestaba lo alto que era — aparte, no te pusiste fantástica solo para meterte de nuevo a la cama.
Con algo de reticencia tomó su mochila yendo a la universidad.
No pasó mucho tiempo en la Tonan cuando a lo lejos vio a un hombre caminando a su dirección, llevaba el cabello despeinado, cuando miró bien, supo que tenía que ser fuerte y enfrentarse a la realidad que tarde o temprano se encontraría con el hombre que le hizo daño.
—¿Qué pasa Kotoko? — le dijo Joe al ver como se ponía tensa
—Naoki está en las escaleras.
Joe miró discretamente hacia donde le apuntaba Kotoko, por fin conocía el rostro de aquel desgraciado. Dio un paso adelante de ella para taparle un rato el camino y no lo viera, quería saber que haría Naoki si la viera con él.
Con mucha valentía Kotoko afrontó la mirada intensa que le dedicaba Naoki, cuando lo miró en las escaleras de la universidad, Joe al darse cuenta de lo nerviosa que estaba, le dio un beso en la mejilla y diciéndole al oído.
—No se te olvide que eres valiosa y única Kotorin.
Después de algo de tiempo, y de días de bloqueo jaja pude al fin escribir este capítulo, espero les guste mucho.
Muchas gracias a todos los que han seguido esta historia. ¿Tal vez la llegada de Joe perturbará la aburrida rutina de Naoki? jajaaja ustedes que opinan!
Muchos besos y abrazos.
