Capítulo 20.

― ¿Qué le dijiste qué? ― preguntó Kotoko sorprendida cuando Joe le contó todo sobre la visita inesperada de Naoki.

― Le hubieras visto la cara Kotorin, tuve que aguantarme la risa ― Joe estaba disfrutando el momento ― ¿En serio es un genio? Porque no se nota sus no sé cuántos puntos de IQ

Joe trataba de imitarlo parándose como Naoki lo hacía, rígido, con una mano en el bolsillo del pantalón, enarcando una ceja y frunciendo los labios como si algo apestara. Era como si viera un doble de Naoki en medio de su recámara. Cuando entró pensó que había pasado algo, pues Joe entró a su recámara tapándose la boca, fue entonces que cerró la puerta que comenzó a reír sin parar, en cuanto ella supo el motivo de tanta burla, sintió vergüenza ajena por Naoki.

―" Si quieres la llevo a su casa" ― Imitó Joe ― pensé en decirle que si quería pasara, pero que tenías que ponerte ropa más apropiada.

―¡Joe! ― dijo Kotoko sin dejar de reír

―En vez de eso le dije simplemente que ya estabas por dormir. No sé por qué razón pensó que dormíamos juntos,porque me preguntó si lo hacíamos Joe enarcó una ceja, tal como lo hacía Naoki cuando estaba nervioso ― no tuve más remedio que decirle que a veces lo hacemos, depende la ocasión

―Pero no dormimos juntos ― dijo Kotoko mientras se limpiaba las lágrimas

―Eso él no lo sabe ― Joe se recargó en una pared cruzando los brazos mientras controlaba su carcajada ― me encantaría hacer origami con el papel de estúpido que acaba de hacer.

―Bueno, tal vez con esto él me deje en paz.

Dijo Kotoko suspirando, Joe la miró y se acercó a ella, atrapando su cara entre sus manos.

― ¿Hubieras preferido que lo dejara pasar y los dejara a solas?

Kotoko negó con la cabeza, abrazando a Joe. Él le devolvió el abrazo mientras le acariciaba el cabello.

―Gracias Joe.


Pasaron los días y por la forma de actuar de Naoki, ella suponía que las palabras de Joe habían hecho eco en la mente de Naoki, ya que él no le dirigía la mirada, y si lo hacía, le dedicaba una gélida que le causaba escalofríos, muy dentro de ella, seguía latente el sentimiento de pérdida, pero trataba con todas sus fuerzas de apagarlo, en ocasiones quería minimizar sus acciones.

Era una tonta.

Su padre estaba fuera de peligro, recuperándose de maravilla, si seguía así en un par de días podían darle el alta, aunque claro, con sus restricciones, pero en casa, lejos del hospital que entendía perfectamente que no le agradaba el ambiente a su papá.

Fue a visitarlo un momento, mientras no tenía tanta actividad en el hospital, lo encontró leyendo un libro de cocina japonesa tradicional. Era un total workaholic.

―Debes dejar que Kin chan se encargue de todo, lo has entrenado lo suficiente para dirigir un restaurante como el tuyo papá

Su papá le sonrió como niño sorprendido haciendo una travesura.

―Es difícil no pensar en mi negocio, después de la muerte de tu madre, fue lo único que me mantuvo cuerdo para hacerme cargo de ti.

―Lo sé, pero debes descansar. Lo que te pasó es solo una llamada de atención, otro ataque como el que sufriste y me quedaré huérfana.

La complicidad de padre e hija era única, habían vivido tantas cosas que superar esto era una batalla ganada. Ella sabía que su padre trataba de no estresarse y distraerse en otras cosas, pero en un hospital, era difícil. Su padre le extendió una de sus manos para tomar la de suya.

―No quiero irme sin dejarte desprotegida. ― le dijo su padre sonriéndole

―Me voy a casar con un viejito adinerado para que no te preocupes

Los dos se comenzaron a reír por la ocurrencia de ella, Shigeo se recostó en su cama. Con los ojos cerrados dijo:

―Con que estés con un hombre bueno y que te quiera más que yo, me conformo.

Kotoko estaba por responder cuando la puerta se abrió, entrando Noriko, quien apenada se disculpó por ingresar sin avisar.

―No se preocupe obasama, tengo que volver a la sala de enfermeras por si necesitan algo.

Kotoko se despidió para dejarlos solos, tal vez la visita de Noriko le haría bien a su padre.

Antes de salir de cuarto, Noriko le sonrió dándole un abrazo amistoso, Kotoko sabía que en aquel gesto iba más que una simple muestra de cariño, era tal vez una añoranza de saber que tal vez jamás la llamaría hija de nuevo.

Afortunadamente no había mucha actividad, así que Kotoko se dirigió hacia la cafetería para tomarse un café o comprarse algo, tenía un poco de hambre y no quería estar tan distraída por si se llegaba a presentar alguna emergencia. Así que decidió comprarse un sándwich y un café, Joe estaba asistiendo en una cirugía así que no tenía su compañero habitual, tampoco había hecho amigos en el poco tiempo que tenía en el hospital, sospechaba que era por la cercanía hacia uno de los doctores más codiciados por las enfermeras, aparte de Naoki.

―Me alegra encontrarte Kotoko chan.

Reconoció la voz de Noriko, le sonrió amablemente invitándola a tomar el asiento que estaba frente a ella.

―Siempre es bueno verla obasama

―No sé como mi hijo le hizo tanto daño a una chica como tú.

Kotoko sintió una punzada en su estómago, lo último que quería hablar era sobre él, no quería ser descortés con Noriko así que solo le sonrió un poco incomodada.

―Sé todo lo que pasó entre ustedes, él me lo confesó ― Kotoko la miró sorprendida ― no sé como se le ocurrió la idea de hacerte tal bajeza, él te ama y no sabes lo doloroso que fue ver a mi hijo hundirse en la culpa la tristeza…

―Obasama, agradezco sus palabras, pero lo que pasó es imperdonable…

―Solo dale el beneficio de la duda, yo no te voy a obligar que estés con él o que vuelvas con mi hijo, solo deja explicarse.

―Creo que debo irme… ― se levantó de la mesa guardando lo que quedaba de su sándwich, se le fue el apetito.

Noriko la miró con mucha tristeza, como si reconociera que lo que acababa de hacer era un terrible error.

―Discúlpame por entrometerme, no quiero que pienses que te voy a obligar o a manipular para que sigas con mi hijo, solo no quiero que ustedes se arrepientan más adelante por no perdonar.

Kotoko suspiró, el tema Naoki lo quería cerrar desde el día uno en que se fue de Tokio, pero sabía que era imposible en esos momentos en donde la cercanía con los Irie era inevitable, así que se acercó a ella dándole un abrazo.

―Nos vemos luego, Noriko San.

La matriarca de los Irie sonrió a duras penas, Kotoko hizo una reverencia, partiendo hacia la sala de enfermería donde se escondería hasta que Joe saliera o terminara su turno. No quería encontrarse de nuevo con Noriko. Aunque ella sabía que la madre de Naoki le dijo todo eso sin ninguna intención, para ella era como si quisiera que le perdonara o que dejara que él entrara en su vida de nuevo y no, no tenía derecho a hacerlo.

Si Naoki no tuvo compasión de sus sentimientos o del dolor que podía causarle, ¿por qué ella tenía que hacer a un lado su orgullo? Al final de cuentas, si no hubiese sido por la enfermedad de su padre, ella jamás hubiese regresado a Tokio.


Salir al centro comercial era lo que más le gustaba hacer en sus días de descanso, podía distraerse de todo, comprarse linda ropa, maquillaje y una que otra cosa para Joe.

Era más divertido cuando salían juntos a comer o de compras, él siempre le daba su opinión sincera, aunque el sentido de la moda de Joe era pésimo, si no fuera por ella, tendría cien camisas y pantalones del mismo color y tipo.

Pero las obligaciones de él le impidieron acompañarla así que decidió tomarse un día para ella sola.

Entró a unas cuantas tiendas, escogió un vestido nuevo, un par de zapatos, accesorios. Después de un rato sintió hambre, así que quiso ir al Aihara a comer y a ver si Kinnosuke necesitaba algo, o por lo menos, hacerle compañía un rato a Cris.

Su amigo después de aceptar que su enamoramiento no era más que una ilusión, se resignó a vivir solo, sin embargo, un día encontró el amor en una extranjera llamada Cris quien le adoraba.

Su amor por ella pasó a ser un cariño fraternal y protector y Cris, aunque sabía la historia, entendía que Kotoko era una persona muy importante para él. No la conocía mucho, pues Kinnosuke solo le hablaba de ella cuando le enviaba correos o hablaban por teléfono, cuando regresó a Tokio, no había podido platicar mucho con ella, aun así, el solo hecho de amar tanto a su amigo, le hacía quererla igual.

Decidió caminar hacia el restaurante, no estaba a más de dos cuadras de distancia y podía hacer tiempo para no llegar a la hora pico del restaurante, aunque si eso pasaba, no dudaba en apoyar como mesera.

―Kotoko san…

Su corazón se le detuvo al escuchar aquella voz, era el causante de sus pesadillas, el principal autor de su desdicha. Sintió como la ansiedad se apoderaba de su cuerpo, haciendo que sus manos temblaran sin parar.

Dirigió su mirada hacia donde venía el sonido de aquella voz y lo vio, Watanabe estaba frete a ella con una mirada perdida, una apariencia no tan pulcra como cuando lo veía en la preparatoria, era como un fantasma de lo que había sido en aquellos días.

―Kotoko san… ¿Por qué volviste?

De todas las cosas que había aprendido de Naoki, era a controlar sus sentimientos cuando la ocasión lo ameritaba, así que trató de sonar serena, aunque sus manos apretaban fuertemente las bolsas que cargaba.

―Por asuntos personales Watanabe san, que estés bien.

Estaba por darse la vuelta cuando sintió la mano de él tomándola del brazo.

―No te atrevas a darme la espalda.

― ¿Tendrías la amabilidad de soltarme? ― le dijo con voz serena.

―Como pudiste a entrometerte en mi camino, si no hubieras aparecido…

La voz de Watanabe sonaba llena de resentimiento, la tomó más fuerte del brazo, la gente que pasaba solo los miraba con curiosidad. Kotoko quería gritar por ayuda, pero algo se lo impedía, estaba paralizada por el miedo.

De pronto, Watanabe se desplomó, quería aprovechar que estaba inconsciente en el suelo para correr, sin embargo, su ética profesional se lo impedía, así que no tuvo más remedio que llamar a una ambulancia para que lo auxiliaran y enviarlo al hospital más cercano, que, para su desgracia, era el mismo en el que ella trabajaba.

Parecía un estúpido cliché de que, siendo una ciudad tan grande, la única opción en esos momentos era su lugar de trabajo.

Auxilió con lo que estaba en su alcance a Watanabe mientras llegaba la ambulancia, esperaba no fuera algo grave para que no tuviera que atenderlo o se quedara lo suficiente como para tener que rogar que no le tocara a ella ese paciente. Y podía intentar cambiar con alguien, pero, donde quedaría su imagen, porque, aunque explicara sus razones personales, tal vez, en vez de ganar, perdería la confianza de sus superiores.

Lo acompañó en la ambulancia mientras se trasladaban al nosocomio, por un momento Watanabe recobró el sentido, mirándola sorprendido, estaba débil y se veía enfermo, Watanabe la miró y dijo:

―Lo siento.


Hola! muchisimas gracias por leer mi historia, disculpen la tardanza por actualizar, pero a veces pasa que uno tiene ganas y el cerebro no tiene ideas jajaja, espero estén muy bien de salud ustedes y su familia.

Un abrazo con sana distancia para todos.

Nicole: Muchísimas gracias por leerme y amar esta historia, espero seguir leyéndote.

Un abrazo a todos, los quiero. Espero leerles y saber que les pareció.

Melu :)