¡Hola!

Capítulo 01: Letra A (Gojo X Utahime)

Thefa: Amanecer

Deysi: Amarillo

El anime Jujutsu no Kaisen pertenece al mangaka Gege Akutami, yo solo tomo los personajes por diversión.

Aclaración: Gojo tiene 19 años y Utahime 22 años.


Hoy es treinta y uno de diciembre y faltan algunas horas para Año Nuevo, Utahime podía escuchar afuera de su habitación algunas voces alegres y agitadas, objetos siendo arrastrados, el sonido de cierres y maletas chocando con el suelo. Por supuesto, a diferencia de ella (que no es una alumna actualmente) muchos aprendices de hechiceros estaban alistando equipajes para reunirse con su familia por fiestas, otros estaban alistándose para alguna misión que debido a las fiestas permanecerán en el lugar donde se llevó su misión y ella decidió quedarse sola en la escuela en una habitación acondicionada para su estancia.

Sintió un punzón en su rostro, más exacto en su mejilla. No quería levantarse e ir a su espejo a verse, aún le costaba acostumbrarse a ver la gasa tapar su rostro, sabía que le costaría aún más ver su rostro cada día después de quitarse la gasa de forma permanente.

Resoplo al recordar cómo había llegado a este punto.

Hace una semana había llegado a una casa abandonada en Kyoto, le había gustado la ciudad hasta que llegó la hora de trabajar. Según el informe debía encargarse de una maldición de grado 3, no era complicado para una hechicera de grado 2 como ella, la misión tenía duración de menos de un día, abrió la puerta principal con cuidado, la vieja puerta se cayó apenas lo cerró, soltando polvo que la hizo toser.

¡Diablos! —maldijo.

Continuó caminando, revisando aquel lugar, veía maldiciones pequeñas que solo se asomaban, algo que le pareció muy extraño a la pelinegra, había colocado la cortina antes de ingresar a la mansión por lo que estas maldiciones deberían de aparecer aún más y exponerse ante ella. No buscaría pelear, su misión era ir por la maldición de grado 3. Sin embargo, no esperaba que la maldición la encontrará a ella.

Utahime cerró los ojos, cada vez que recordaba trataba de imaginar un momento donde se hubiera percatado antes de la maldición, la ira la inundaba, la frustración y el dolor en la mejilla incrementó a pesar estar casi cicatrizada.

Respiro hondo y exhaló fuertemente, tenía ganas de gritar, pero no quería hacer un espectáculo sobre todo cuando todos sabían que su misión había tenido un mediocre éxito.

Al caminar por uno de los pasillos sintió un agradable aroma frutal: durazno, fresas y algo más dulce que deduce era vainilla, apenas dedujo el último aroma cayó al piso dormida y su cuerpo fue arrastrado hacía uno de los cuartos.

Despertó no sabe después de cuánto tiempo, aguantó los alaridos de dolor que querían salir de su garganta al sentir ardor en los brazos y piernas las cuales estaban atadas con una cuerda pegajosa pegando las extremidades a su cuerpo. Se soltó de las cuerdas fácilmente con presión al estirar sus brazos y piernas, con lo que no contaba es que, aunque se soltó fácilmente al hacer la fricción aquellos jugos viscosos dejaron cortes en algunas partes de sus extremidades y en las partes que no pudo sí logró rasgar su traje de Miko que usualmente usaba. La pelinegra cayó en cuclillas al piso tratando de hacer de menos la sensación de dolor de las quemaduras sacó un pañuelo tapando su nariz y boca antes de salir del cuarto, una vez con luz noto como afuera de la habitación se encontraban lo que parecían lianas tiradas por todo el piso, caminó con cuidado de no pisarlas. Algo le decía que el aroma dulce que sintió la había logrado dormir.

Esto no parece ser obra de una maldición de grado 3—susurro.

Se tropezó ante la cantidad de lianas en el piso, cayendo sobre ellas, estas empezaron a temblar como si tuvieran vida. Utahime se levantó, quedándose quieta, sin pisar ninguna y estas dejaron de temblar. Alzó su pie tocando una de las lianas, pero estas no se movían.

"¿Si las toco no reaccionan? —pensó —" Pero cuando me caí comenzaron a moverse".

Utahime comenzó a caminar, esta vez pisando las lianas. Empezó a tararear un cántico. No sabía que podía pasar, pero tenía la leve sospecha que ya se encontraba ante la maldición y lo mejor sería ir preparando su ataque. Su tarareo no se vio interrumpido aun cuando escuchó algo arrastrándose, giró la cabeza viendo como una de las lianas se dirigía hacia ella, Utahime saltó esquivando el golpe, retrocedió, pero no pudo evitar que la liana se enredara en su cintura alzándola y estampando en el piso, noto que las lianas en el piso comenzaban a temblar.

"Tiemblan… es posible que reaccionen al dolor" —vio como la cantidad de lianas aumentaban.

La liana se desenredo de su cintura, Utahime se levantó volviendo a pisar las lianas, estas dejaron de moverse.

"Esta cosa esta jugando conmigo, busca generar dolor para aumentar su tamaño" —pensó — "Puedo sentir una gran cantidad de energía maldita, la maldición debe encontrarse allí" —sacó un cuchillo cuya hoja era delgada, el mango era rojo con un listón blanco trenzado que terminaba en dos cascabeles dorados.

Se sentó en el piso colocando el arma delante con la punta señalando hacia el lugar con mayor energía, empezó a murmurar un rezo mientras juntaba sus manos doblando los nudillos, vio el humo formarse como un hilo que la guiaba al punto frágil de la maldición, cogió el cuchillo y corrió en dirección al núcleo, de reojo vio como las puntas de cinco lianas comenzaban a perseguirla.

"Me ganaran" —pensó. Al abrir la habitación donde le guiaba el humo.

Tres lianas aparecieron delante de ella, Utahime los esquivo en varias oportunidades desgastando físicamente, era lógico que no querían permitir que se acerque al núcleo.

Utahime logró apuñalarlo. Era una especie de esfera color verde musgo la cual tenía una línea que rodeaba su diámetro. Al cortar la esfera esta se abrió y lanzo un líquido amarillo que cayo en su rostro, la quemadura ardía horrosamente, con su mano trato de limpiarse esparciendo el líquido, visualizo como salía una criatura deforme de mayor tamaño a la esfera. Se mostró un ser de aspecto casi humanoide de cuerpo entero color morado, no tenía ojos, pero si una boca enorme que no se cerraba Utahime lo miró asustada al notar que esta empezaba a vocalizar.

Estupida hechicera ¿tenías que llegar hasta aquí? —grito —¡Odio salir, odio salir, odio el exterior!

¡Una maldición especial! —Utahime cogió el cuchillo dando un salto hacia atrás, un brillo blanco rodeo su cuerpo en cuanto esta comenzó a tararear un cántico diferente.

¡Cállate! —la maldición alzó su brazo girando mientras que su mano hacia un puño —Dolor constante.

La pelinegra noto como los rasguños que tenía en sus brazos y piernas comenzaban a abrirse lentamente formando heridas abiertas ocasionando un gran dolor en todo su cuerpo y la sustancia en su rostro la hizo sentir que su mejilla se incendiaba. De cada una de sus heridas desprendía de lo parecía una fibra gruesa de color rojo que llegaba a la punta de los dedos de la maldición.

Utahime alzó el cuchillo intentando cortar los hilos, pero esto solo hizo que el dolor aumentara sacando alaridos de su boca.

Que delicia, una hechicera débil siempre sufre más ¿Crees que vas a demostrar algo? sabes que morirás~ Sabes que morirás~ —canturreó.

"Mierda, me tiene" —renegó —" Pero tiene razón, si moriré al menos me lo llevaré conmigo".

No moriré —grito corriendo, aguantando el dolor. Tomó el cuchillo con su mano derecha mientras tarareaba un rezo.

¿El dolor no te deja pensar? ¡Estúpida! ¡Estúpidaaa! —se burló, la maldición al ver que lo atacaban de frente — No te mataré, te tendré conmigo para que me alimentes con tu dolor.

Utahime lanzó el cuchillo antes de sentir como los delgados hilos se volvieran firmes en vez de arder, cada uno que estaba conectado a sus heridas se clavó en su cuerpo y mejilla, provocando mayor dolor y derramando mayor sangre del cuerpo y rostro de la pelinegra.

¡Vas a preferir suicidarte como el resto de los humanos!

Pero tú no sabrás ni quien te mato —se escuchó una voz perteneciente a un varón —Rotación inversa: Resplandor Rojo.

Una luz roja se vislumbró detrás de la maldición borrando su existencia.

Muy bien debilucha, casi lo tenías —sonrió Gojo —Hey Utahime, estás hecha polvo —se burló antes de notar su estado —Oye…

Gojo, eres un estu… —logró decir antes de caer de rodillas.

Shoko ¡Ven aquí! —escucho al peliblanco gritar mientras se acercaba a ella cargándola al estilo princesa.

Antes de perder la conciencia, vio la mueca de preocupación de Gojo, al chocar miradas este le sonrió, pero notaba que su sonrisa era falsa, no pudo escuchar más, pero leyó sus labios.

"Vas a estar bien, Uta…"

—Todo va a estar bien —repitió antes de levantarse.

Se vio en el espejo, miró su rostro por un instante antes de bajar la mirada a su mesa, miro los productos de cuidados de la piel. Había estado usando productos de cuidado para su piel de cuerpo y rostro, todo para estropearlo con una cicatriz. Cuando tocaba cambiar la gasa vio que la cicatriz abarcaba casi toda la mejilla y cruzaba el puente de la nariz.

Shoko le había comentado que no le quedaría cicatrices en el cuerpo mientras mantuviera los cuidados, pero con el de su rostro, no podía hacer nada. El líquido que había botado la maldición era muy diferente a la viscosidad de las lianas que la cortaron mientras estaba inconsciente.

Era irreversible.

Todos sus excompañeros tuvieron reacciones diferentes, aun cuando despertó un día después. Noto el ambiente tenso, era la comidilla de los nuevos estudiantes quienes entraban o se asomaban con tontas excusas.

Apenas despertó recibió una sonrisa gentil de su compañera quien ya estaba realizando prácticas tempranas como estudiante de medicina.

Hola Utahime-Senpai, no tienes idea de lo feliz que estoy que despertarás.

Shoko… —dijo sintiendo su garganta seca.

La castaña la ayudó a sentarse, dándole un vaso con agua para que la pelinegra se hidrate. No pudo evitar tragar grueso cuando su senpai y amiga noto el vendaje que rodeaba su rostro. Recibió una explicación breve antes de ser interrumpida por una llamada que recibió la castaña.

En cuanto Shoko salió, aprovechó en caminar, sintiendo como cada movimiento afligía sus sentidos. Pudo escuchar como Gojo y Yaga discutían.

¿En serio no me crees capaz de hacerlo?

¡Callate y baja la voz! —reprendió Yaga —aún hay alumnos.

Mejor, así saben al tipo de personas que van a obedecer —Gojo levantó la voz.

Gojo es mi última advertencia.

Aun no me dan una explicación de porque enviaron a Utahime a una misión de Categoría Especial sola… ¡Sola! Ni siquiera yo pude ir a misiones solo cuando me convertí en Grado especial, recién fui cuando di un reporte de las mejoras de mis técnicas.

Los altos mandos informaron que era un error con la información recibida sobre la maldición. No reportaron la cantidad de víctimas por suicidio y asesinato.

¿Error de información? —repitió en forma de pregunta el peliblanco, sonrió burlándose —¿otra vez? Es una suerte no haya muerto.

Utahime trago grueso al escuchar Gojo.

¿Qué sucedería si le pasaba lo mismo que a Haibara? ¿Lo mismo que a los alumnos de primer año que murieron el verano anterior? —bajo la voz, pero aún era audible para la pelinegra —Hay algo raro y no me gusta.

Gojo entiendo tu enojo, pero tu idea de romperles el cuello a los altos mandos no está en discusión ¿Quieres que te tomen como un traidor?

¿Traidor? Solo hago mi trabajo, salvo a todos, a mis compañeros. Tú mismo viste las heridas de Utahime.

Es parte del trabajo como hechicero —dijo Yaga no muy convencido.

¿Desfigurar su rostro?

Yaga ignoró esto último al no tener una respuesta tenía que defender y dar la cara por los Altos mandos, pero también apreciaba a su exalumna, conocía sus fortalezas y debilidades, pero sentía las manos atadas. Alzó la tabla de anotaciones que tenía bajo el brazo y busco una hoja membretada.

Utahime Iori es ascendida a Cuasi-Primer Grado, se quedará aquí siendo paciente de Shoko Ieiri, una vez recuperada totalmente se conversará sobre su trabajo — suspiro por tener que informar de esto a Gojo — Si quieres ayudarla que sea asistiendola en lo que necesite—Vio como Gojo rodaba los ojos —Asistiendo, no molestando. Hasta tu debes tener límites de como hablarle ¿no?

Utahime regresó a la habitación donde había despertado. Se volvió a acostar en la camilla procesando lo recién escuchado. Cogió su teléfono tenía cientos de llamadas y mensajes no leídos.

Utahime soltó un suspiro, apretó los labios, sentía sus recuerdos como una película a velocidad 2.0, en tan solo una semana había pasado por tanto. La pelea con la maldición de grado especial, el rescate de Gojo, su rostro marcado para siempre y sobre todo su rompimiento con Haruto, su primer novio.

Lo entendía, él se encontraba molesto por la falta de comunicación, una vez que mintió sobre su "accidente". Noto el cambio en su comportamiento, ya no le interesaba comunicarse con ella luego que le dijera que tendría una cicatriz en su rostro, tuvo su ausencia varios días hasta que el día de ayer recibió un mensaje donde él terminaba su relación, pidiendo que no lo contacte más.

Revisó cómo había sido bloqueada de todas sus redes sociales de Haruto. Su ahora exnovio la había desechado al notar que se había roto, como si fuera un juguete. No, incluso los juguetes se cosían, se pegaban o se arreglaban para darles un segundo uso, un niño se negaría a soltar su juguete favorito pidiendo a todos que lo ayuden a arreglarlo para continuar teniéndolo a su lado, pero ella fue desechada al primer desperfecto. Sintió sus ojos llenarse de lágrimas, se las secó rápidamente para que no hubiera rastro de sus lágrimas corridas.

Unos golpes hicieron que se limpiará con mayor cuidado.

—Buenos días Senpai ¿Puedo pasar? —preguntó Shoko desde afuera de la habitación.

Invitó a su amiga a pasar mientras se sentaba al borde de su cama.

—¿Preparándote para salir? —pregunto la castaña.

—Solo caminaba por la habitación —sonrió levemente la pelinegra —es lo único que podré hacer hasta que pasen las fiestas ¿no?

—Quería disculparme de nuevo —dijo la castaña triste.

—No te preocupes por eso —mencionó Utahime.

Además de todos los desastres se enteró que se quedaría sola en la noche de año nuevo, Shoko tenía que viajar también debido a los fallecimientos de familiares lejanos, no era importante para la castaña, pero al tener días libres debía acercarse a dar el pésame o eso le habían exigido sus padres.

—¿Quieres salir hoy? Mi tren saldrá por la tarde —explicó.

—No… quiero quedarme aquí

—¿Planeas hacer esto todos los días?

La pelinegra asintió.

—Oye, qué tal si ves el primer amanecer de año nuevo, sé que estas terminado el año con altibajos, pero dicen que hacer eso puede traer abundancia y felicidad

La pelinegra sonrió.

—Gracias Shoko.

Ambas féminas se despidieron con un abrazo prometiendo volverse a ver en dos días. La pelinegra esperaría a que todos se vayan para recién salir de su habitación.

Mientras tanto un hechicero recién llegaba a Tokio, Gojo regresaba de una misión no tenía ánimos para pasarla en un hotel de Okinawa, solo quería ir a su habitación, darse una ducha y dormir todo el día, mañana se encargaría de presentar su informe sobre la maldición exterminada.

—Detente —ordenó al conductor que lo recogió del aeropuerto.

—Pe- pero aún no llegamos.

—Yo sí, quiero dar un paseo —abrió la puerta trasera estirando sus piernas para salir.

—Me encargaron llevarte, el reporte de tu misión es importante.

—No te preocupes tenemos tiempo, da unas vueltas —cerró la puerta y se fue sin esperar respuesta.

Gojo camino por las tiendas, sentía la energía y entusiasmo de las personas al caminar, si bien no había algo que los identificaba, se notaban más felices, un poco de estrés, pero una vibra de tristeza que se volvía esperanza. No podía evitar ser contagiado por el sentimiento de diversión.

En una de las tiendas visualizó un objeto que llamó su atención, recordando que en muchos países se celebra el Año Nuevo con creencias diferentes y significados diferentes a las de Japón. Aquel objeto le recordó a alguien, sonrió tiernamente y mantuvo esa sonrisa mientras pedía a la encargada que le cobrará por dicho objeto.

Salió, compró dulces, comida preparada y varias golosinas que disfrutaría hoy. Escribió a su conductor asignado y envió su ubicación esperando ser recogido mientras terminaba su helado. Al ingresar al auto compartió algunas galletas, un sentimiento de cortesía lo invadió.

Una vez que llegó guardó toda su comida en la nevera. Inevitablemente presentó su reporte despidiéndose con desinterés y aún molesto por la negligencia sucedido con la azabache.

Pasó por el pasillo de la pelinegra, pegó su oído a la puerta tratando de escuchar algún ruido detrás de la puerta. Escucho una respiración tranquila, profunda y acompasada. Siguió su camino para hacer lo mismo, tomar una siesta. Despertó, faltaba una hora para que sea Año Nuevo, tomó la comida de la nevera, los dulces y bebidas, iría al comedor a comer, antes de salir también agarró la bolsa de regalo que había comprado por la tarde.

—¿Qué haces aquí? —pregunto con molestia Utahime —Gojo…

—¿Eh? Utahime —era una suerte que sus lentes no permitían ver sus pupilas, pero estas se detuvieron en examinar el rostro de la pelinegra su vista recorrió la gasa que cubría parte del rostro de la Miko, bajo la mirada viendo la ropa ligera que tenía la pelinegra en este invierno.

—¿Está bien, que vistas así? —preguntó el peliblanco.

—El calentador está prendido y —señaló el abrigo que se encontraba tendido en la silla a su lado —tengo un abrigo.

Gojo se sentó al frente de ella colocando su plato lleno de comida y algunas cajas de dulces.

—No sabía que estabas aquí—mencionó Gojo.

—Aun me encuentro en recuperación —dijo seria la pelinegra —por cierto…

—Ah, es cierto —dijo el peliblanco —¿no crees que ya debes darte el alta? Yo te veo muy estable —con uno de los palillos intento pinchar la mejilla descubierta —acaso lo haces para tener más días libres ¿eh?, ¿eh?, ¿eeeeh?

—Basta, es fastidioso —de un manotazo alejó los utensilios sucios con la saliva del peliblanco que tocaban su rostro.

—Qué carácter —sonrió Gojo empujando una caja negra que tenía unas letras doradas —Come.

Utahime lo miró pensativo.

—¿No te gusta? El mochi de esa tienda es muy rico, el mejor de Tokio —exclamó —sus rellenos son los mejores y la cubierta exquisita —dijo inspirado.

—Te tomaré la palabra, gracias — dijo agarrando uno de los mochis, no le gustaba los dulces, pero era Año Nuevo y por la medicación que aún tomaba no podía beber alcohol

—Agradéceme después de comer —dijo Goyo mientras comía.

—No, gracias por ayudarme hace unos días.

Goyo no dijo ni una palabra, la miró detenidamente antes de continuar comiendo. No podía evitar pensar que se veía tan adorable comiendo el mochi, dejo de comer sin cerrar la boca.

—Mmmm… debo admitir que es muy rico —dijo Utahime dando otro mordisco.

Gojo sintió que su saliva salía sin permiso de su boca rápidamente se limpió y siguió comiendo hasta terminar todo.

—Oye, ¿has pensado qué harás? —pregunto antes de coger uno de los mochis que compro.

—Planeo ver el amanecer —dijo aun sin mirarlo, concentrando en comer el segundo mochi.

—Que romántico —se burló.

—¡Cállate!

No quería ver al señor Gojo Satoru con su piel perfecta y todopoderoso sin cicatrices, ahora mismo que alguien como él la vea a su rostro, era vergonzoso. Que el chico que le gustaba hasta antes de graduarse la viera así la bajoneaba más.

Se recostó en la mesa ignorando al peliblanco. Gojo se levantó sin hacer ruido, cogió su teléfono sintonizando uno de los canales donde se preparaban para la cuenta regresiva, eran las 11:57 camino y jalo la silla que estaba a lado de la pelinegra, ella dio un respingo, pero no levantó el rostro. Posó su celular en la mesa alzando el volumen con los extrovertidos presentadores que comenzaban a contar desde diez hasta gritar: ¡Feliz Año Nuevo!

—Feliz Año Nuevo Utahime —dijo Sougo viendo aun el cabello negro de la Miko.

—Feliz Año Nuevo —dijo antes de levantarse.

—¿Ya te vas? Pensé que verías el amanecer.

—Dormiré un poco —Gojo la miro desanimado —¿Sucede algo? —pregunto al notar el semblante del peliblanco.

—Pensé que podríamos desvelarnos, ya sabes… juntos —pronunció con cuidado.

—Exactamente ¿haciendo qué? —preguntó.

—Lo que tu quieras —dijo coqueto.

—¿Ahora me coqueteas? —rio amarga —No tienes que esforzarte — Utahime giro a verlo.

—Son los primeros minutos de este nuevo año no reniegues —miro a otro lado —y a lo que me refería era jugáramos algunos juegos —sonrió de un lado —Sabemos que eres debilucha, pero ¿podrás ganarme en otras cosas? ¿Tienes miedo?

—Bien, ¿con que quieres comenzar? —se volvió a sentar.

Ambos se la pasaron jugando diversos juegos, Utahime no lo admitiría, pero comenzó a reírse de todas las tonterías que se le ocurrían a Gojo ¡Dios, ni estando ebria se dejaba llevar por el carisma del ojiazul! Aunque debía admitir que estaba siendo muy poco fastidioso. Por un momento se olvidó de sus problemas, la vergüenza, Haruto, su futuro como hechicera, ahora no importaba nada solo ganar y tener la oportunidad de burlarse de Gojo.

—¡Gané! —celebró.

—Bah, eso fue pura suerte…

—Eres un pésimo perdedor —se rio —bueno, ahora sí me voy —dijo colocandose su abrigo. Gojo la imito se colocó un abrigo y una bufanda.

—Te acompaño —dijo agarrando una de las bolsas —también quiero ver el amanecer.

Subieron hasta el techo, Utahime se abrazó al sentir el viento frío, Gojo noto esto, se moría por abrazarla para calentarla, pero al imaginar una cachetada impactar su mejilla bajaba su atrevimiento. Solo se quitó la bufanda colocándola alrededor del cuello de la azabache.

—No es necesario.

—Tienes que darte de alta ¿no?

Caminaron hasta la baranda ambos se apoyaron con sus brazos viendo como el cielo cambiaba su tono, una franja dorada se ampliaba lentamente dando paso poco a poco al sol.

Gojo abrió la bolsa sacando una corona de princesa color dorado, tres pequeños plásticos simulaban ser diamantes decoraban el centro, con cuidado lo colocó en la cabeza de la pelinegra.

—¡Tarán!

—¿Qué? —Utahime se quitó lo que sea que Gojo había puesto en su cabeza —¿una corona?

—Si, lo vi en un puesto de disfraces y pensé en ti, te sienta bien.

—¿Por qué? —pregunto ignorando lo recién revelado. Cuando Gojo llegó dijo que no sabía que ella se encontraba ahí.

—Porque eres Uta - Hime, que mejor que una corona para una princesa —sonrió galante —además es justo lo que buscas, complementa perfecto con la vista al amanecer, vio como el cielo se coloreaba de un naranja —le quitó la corona de las manos a la pelinegra para colocarlo nuevamente en su cabeza. —En algunos países de Sudamérica las personas usan objetos de color amarillo para traer abundancia y buena suerte.

—Interesante —escuchó con curiosidad al peliblanco, ella no había tenido la oportunidad de salir del país por alguna misión a diferencia de Gojo.

—Usan collares, ropa, accesorios —señalo la corona riendo —incluso ropa interior.

—¿Eh? ¿Ropa interior?

—Sí, bóxer y sostenes.

La pelinegra se sonrojo al escuchar las prendas de interior salir de la boca del ojiazul sin ninguna vergüenza.

—Deja de decir esas cosas —le dio un manotazo en el brazo.

—Te ves como una princesa Utahime —dijo sonriendo.

—No, no tienes que decir eso —dijo cabizbaja.

—Oye, yo no me equivoco —soltó un quejido molesto — ¿te harás la modesta? Si digo que te ves como una princesa es porque es así.

—Sé que tratas de hacerme sentir bien, pero la cicatriz no permitirá verme como dices.

—Que tonta —la miro con cara de pocos amigos — eres una princesa tonta en vez de una princesa cantora.

—¿Qué?

—Que eres tonta —volteo su rostro —como si una cicatriz cambiara algo.

—Sí, cambia muchas cosas —aceptó la pelinegra —Mi novio me dejó luego de ver la cicatriz —bufó —ahora si búrlate.

—¿Tienes novio?

—Tenía… —aclaró.

—¿Por qué? —pregunto.

—¿Cómo, qué por qué?

—¿Quién es?

—Quién era dirás y ¿para qué quieres saber eso? era un humano común y corriente —sintió sus ojos aguarse.

Satoru aun con un poco de molestia se acercó a la pelinegra estrechando su cuerpo en su brazos cumpliendo su fantasía de hace unos minutos.

—Que tonta y debilucha —dijo quitando la corona, agacho su cabeza para frotar su mejilla con la cabeza de la pelinegra.

—Deja de decir que soy una tonta ¿y porque me tocas tan confianzudamente?

—Eres una tonta por escoger mal a los hombres —dijo estrechando aún más el menudo cuerpo de la Miko — el hombre que te ame te amara con cualquier marca, lunar, pecas o cicatrices —Ah, también eres tonta porque no te das cuenta que ganaste, no perdiste.

Utahime sentía los acelerados latidos del peliblanco, correspondió el abrazo apoyándose más en el pecho del peliblanco, no pudo evitar sonreír, esos latidos estaban aún más acelerados.

—Estuve pensando en lo ocurrido con tu accidente —el peliblanco deshizo el abrazo— tengo que pedirte un favor.

—Ya decía que tanto cariño es por algo —lo miró desconfiada.

—Sé mi cómplice Utahime— la tomó de los hombros —Este año terminaré la escuela, planeo pasar dos años realizando misiones y luego ejercer aquí como profesor.

—¡Agh! —se sorprendió —¿Tú profesor?

—Oye, soy muy bueno enseñando —se quejó, con cuidado bajo sus manos acariciando los antebrazos de la Miko —necesito que tú también lo seas.

—Ser profesora.

—Sí, aunque es posible que uno de los dos deba irse a la sede de Kyoto, pero necesito que ambos podamos volvernos maestros.

— ¿Y porque quieres que enseñemos? —deshizo totalmente el abrazo.

—Al hacer esto tendremos acceso no solo a la formación de los nuevos hechiceros, también tendremos a primera mano acceso a la información administrativa, planeación y flujo de la mayoría de las misiones —la miro serio —hay una negligencia actualmente y quiero erradicarlo, no pienso dejar que usen a algún alumno para demostrar algo. Si somos parte de la plana que enseña podemos saber a qué misiones enviarlos, para evitar que alguno pierda su vida. Además, podemos guiarlos y hacerlos más fuertes.

Utahime entendía la meta de Gojo, era algo que ella también se preguntó cuando lo escucho discutir con el Yaga ¿Cómo podía haber tanta desinformación de las misiones? Debe admitir que le pareció extraño ir sola, reconoció que la mayoría de sus hechizos eran de apoyo y ella aún no había solicitado subir al grado uno. Al menos no formalmente.

—Utahime te preguntaré de nuevo — la volvió a tomar de los hombros—¿Serías mi cómplice en esto? — la soltó nuevamente dando un paso atrás para estirar su mano dispuesto a estrechar en forma de trato cerrado.

La pelinegra sonrió.

—Tantos años sin decirme Senpai, pero ¿podrás decirme Utahime-sensei? —el peliblanco sonrió travieso.

—¡Ja! Ya quisieras, te recuerdo que este año me graduó.

—Hagámoslo Gojo —aceptó la pelinegra.

—Compartamos nuestros números, debemos estar comunicados —una vez compartieron sus contactos Utahime se quitó la corona sonriendo.

—Gracias —mostro la corona —por cierto ¿quieres ir al santuario?

—¿Segura? —preguntó señalando su gasa.

—Sí, que importa una fea cicatriz —se quitó la gasa asombrando al peliblanco, no esperaba ser el primero en verla. —Si voy a formar alumnos lo primero es que se acepten tal y como son. Una cicatriz no me quitará valor.

—No me equivoque, realmente eres… —se acomodó los lentes.

—¿Soy?

—Eres toda una princesa.


Muchas gracias por leer

Nos leemos en el siguiente capítulo.