Digging

Esa torre tan grande ha de contener secretos, caminos sin salida, más de una persona vigilando o lista para atacar. Ocultaba mucho y Mika no lograba ver ninguna salida o, mejor dicho, ninguna entrada—y el tiempo pasaba y cada vez había menos personas. Parecían desaparecer de la nada y por un breve segundo ella sintió lástima por si misma.

Ponzu no estaba ahí.

Kilua no estaba ahí.

Kurapika no estaba ahí.

Maldición, ni siquiera Leorio o Gon estaban ahí.

Le dio vergüenza lo mucho que le tomó encontrar una puerta trampa, mas no había tiempo para lamentaciones o autocompadecimientos. Ese no era el punto de esa prueba, no, por el momento el único punto era dejarse caer por esa puerta y prepararse para lo que viniera.

Mas cuando se incorporó no pudo evitar sentirse levemente confundida -o quizás frustrada- al ver a ese grupo delante suyo.

Gon la saludó entusiasta. Ese ingenuo niño que por instantes hasta le hacía tener esperanza en si misma—por instantes nada más, pues a ella no le interesaba la esperanza o buscar la aprobación de otros. Kilua, por otra parte, le entregó un trato distinto: la indiferencia. Ese es el tipo de reacción que ella prefería, el no recibir ningún trato en absoluto. Era más fácil así.

Entonces, ¿por qué su vista acabó vagando hasta Kurapika? ¿Qué buscaba en él? No era aprobación sino más bien su interés. Quería que se interesara en ella porque esa era la mejor forma que conocía para quebrar a los demás, acercarlos para hundirlos explotando sus vulnerabilidades. Era eso y nada más. No le interesaba la media sonrisa que él le dio. No le interesaba esa pseudo amabilidad con la que le explicó la situación. No le interesaba. No sentía nada al respecto, simplemente no.

Mika se acercó para coger el último brazalete restante y colocárselo, apretándolo en vano con fuerza solo para que un fuerte ¡clank! Retumbara por la habitación al momento en el que bajó la mano. Ella se mordió el labio, con una vergüenza que prefirió ocultar.

"Debo habérmelo colocado mal." Rio con descuido ante las miradas de todos y se agachó a recogerlo, haciendo una nota mental de no volver a bajar el brazo.

Por compasión, memorias resbaladizas, o cambios de foco, el incidente no se volvió a mencionar. En lugar de eso se dedicaron a avanzar; todos apretaron el botón para seguir adelante, y más tarde tres de cinco eligieron ir a la derecha. El juego avanzaba y puede que al principio no ocurriera nada particularmente excitante, o al menos así fue hasta que llegaron a ese primer gran desafío, hasta que escucharon las reglas, hasta que vieron a ese primer hombre tan grande e imponente.

"¿Quién debería ir contra él?" Preguntó Leorio, alineando a los demás como personas incapaces de dar la pelea. Nadie parecía estar a la altura, según él, y nadie parecía hacerle caso. Gon se ofreció, y Kurapika se ofreció por sobre el chico en un acto mucho más calculado que un mero impulso. "Si Gon está en desventaja entonces tú también—y especialmente ella, mira el tamaño de ese tipo, ¡la partiría a la mitad!"

"Puedo recordarte que pasé las primeras dos pruebas sin problemas." Dijo Mika, aclarándose la garganta, levemente ofendida por el comentario, incluso a sabiendas de que era verdad.

"Pero es distinto la resistencia a un combate cuerpo a cuerpo."

"¿Entonces deberías ir tú?" Respondió ella con un tinte de malicia en su voz, enmascarado tras una mirada de preocupación. "Quiero decir, si yo no puedo, si ninguno de nosotros puede, ¿qué hay de ti? ¿puedes? ¿En verdad crees que puedes?"

Y así lo convenció.

No sintió ningún tipo de culpa o remordimiento al verlo caminar hasta la plataforma, intercambiando un par de palabras con el criminal a la par de que sacaba un cuchillo y se preparaba para una batalla que claramente no podía ganar. El combate no duró demasiado; sólo lo justo para que el orgullo de Leorio se viera tocado al ver cómo no llegaba a hacerle ni un solo rasguño a su oponente; sólo lo justo como para que el suelo se llenara de gotas de sudor por el esfuerzo que tenía que poner para escapar; lo justo para que experimentara lo que se siente temer por su vida.

Ella no sintió ninguna culpa o remordimiento cuando él recibió un duro golpe que casi lo empujó fuera de la plataforma, y tuvo que contener una sonrisa al escucharlo rendirse, al escucharlo admitir que ya no podía soportar más. Al escucharlo perder ese primer combate en el que tanta fe había puesto. Encontró que esa situación era irónicamente divertida y se dio una silenciosa palmada en la espalda por haber dado paso a tan buen espectáculo.

Cuando él regresó, ella fue la primera en ir a ver cómo estaba, la primera en parecer preocupada por el oh tan valiente luchador.

Con tal de no perder más tiempo, Leorio se tragó su orgullo e incitó a que los combates continuaran, y Gon no tardó en ofrecerse para la segunda batalla—alguien tan alegre e ingenuo cuya simpleza para ver la vida le ayudó a ganar. Soluciones simples a problemas complejos; por supuesto que soplar la vela de otra persona hará que esta se apague más rápido.

Todo parecía ir bien por el momento.

Y así llegó la tercera batalla, contra ese tipo que parecía un maniaco, y Kurapika no dudó en ir. No parecía asustado en absoluto, simplemente se quitó la ropa que le podría haber estorbado y asumió posición de batalla. Si es que hay algo que Mika esperaba con ansias era verlo luchar, ver sus movimientos, ver si es que tenía tanta gracia física como la tenía con la mente.

Todo iba bien hasta que ese hombre mostró su espalda.

Su energía cambió completamente en cuanto vio esa araña tatuada en su espalda. Estaba inundado de rabia, una ira que iba más allá de él. Vacío, dolor blanco en contraste con sus ojos rojos, acompañado por un silencio que envolvía el lugar—quizás porque nadie esperaba eso de él, quizás por miedo o lástima… no, lástima no, sino más bien pena, dolor, compasión.

¿Qué tanto tiene que haber sufrido una persona como para tener ese vacío en su interior?

Aparentemente no lo suficiente como para matar.

"Sabía que el tatuaje era falso," dijo Kurapika al regresar con el resto. "Pero en el momento en que vi la araña todo se volvió rojo… creo que mi ira aún no desaparece."

Ahí fue cuando ella lo entendió eso era lo que estuvo a punto de confesarle cuando se sentaron bajo ese árbol tras finalizar la primera prueba, lo que ella le impidió decir—eso que lo quebró en la bifurcación de los túneles. Y ahora era tan fácil ver por qué se le hizo tan difícil en un comienzo.

Sabía que en el momento en que esa ira se desvaneció -o al menos que se reprimió- ya no tenía motivo para seguir peleando. Ese instinto de matar sólo surgía allí, ella lo entendió, era para pelear contra ellos, contra todos y cada uno de los miembros del Genei Ryodan.

Ver ese desgaste mental en él, ese desgaste emocional, la hizo pensar en todas las palabras que se tragó ese día, y que a estas alturas agradecía no haberlas dejado salir. De no hacerle eso. No. No a él.

Y odiaba pensar así, y para justificarse se decía que simplemente todavía no era el momento. No. Todavía no. Él es sólo una persona más y así es como ella se relaciona con el resto; viéndolos a todos simplemente como otro más del montón.

Llegó el cuarto combate y, en cuanto la persona reveló su identidad, Mika sintió una fuerte opresión en el pecho. Sus manos empezaron a sudar levemente y un extraño vacío invadió su estómago. Intentó ignorar el comentario de Leorio de que, al ser mujer, ella debería enfrentarse en la batalla. Simplemente sonrió antes de comenzar a caminar hacia la plataforma con la expresión más neutra que pudo lograr.

Su intención era ir, no hubiera dejado que nadie más lo hiciera. Esta era su pelea.

"¡Miren a mi pequeña! Tan grande y fuerte—te he extrañado tanto en estos últimos años."

[Oí el rumor de que Lelutto tenía una hija, pero dudaba que fuera verdad. Pobre chica, con una madre así… le haría bien comer un par de galletas, se las ofrecería si no fuera porque va contra las reglas—bueno, eso y que dudo que las acepte. Vaya desperdicio sería ese.]