Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Hoodfabulous, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Hoodfabulous. I'm only translating with her permission.
Capítulo 12
Enredo
"Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error."
~Napoleon Bonaparte~
Los días posteriores a la especulación de Carlisle sobre la supuesta identidad del verdadero asesino de mi padre fueron algunos de los peores días de mi vida.
Estaba nerviosa y agitada mientras pensaba en todo lo que había aprendido de Carlisle. Había demasiada información que procesar. Mi padre posiblemente murió a manos de mi tío, mi propia sangre.
Todavía se lo tenía que mencionar a Alice y a Kate. Por tan malvado que fuera Aro, dudaba que Alice y Kate aceptaran de inmediato la acusación de nuestro tío por parte del archienemigo de nuestra familia. A veces, el orgullo obstinado eclipsaba el buen sentido común. A todos se nos había enseñado a no confiar en el clan Cullen. Negar algo, lo que fuera, arraigado en tu cerebro desde el nacimiento nunca era fácil. Eso era especialmente cierto cuando era tu propia familia la que te alimentaba ideas e información.
Recuerdos de mi padre y Aro cazando y pescando juntos daban vueltas por mi mente. Nunca hubo un atisbo de discordia entre ellos. ¿Aro había descubierto la alianza secreta de mi padre con los Cullen? ¿Por qué mi padre formó una alianza con los Cullen en primer lugar? ¿Aro lo asesinó por la alianza o por alguna otra razón?
Las preguntas se repetían constantemente en mi mente, y apenas había podido dormir desde que salí de la casa de Edward.
Luego estaban las pesadillas, las cuales no ayudaban... en un principio. No me ayudaron hasta que llegué a comprender que finalmente me llevarían a la verdad.
Mis noches se pasaban consumidas por la inquietud. Las pesadillas invadían mi mente al instante que el sueño me vencía, arrastrándose por mi cerebro como arañas en sus telarañas.
Había dos pesadillas. La primera pesadilla era la más inquietante.
En la primera pesadilla, los ojos marrones oscuros de mi padre me miraban a través de una niebla oscura y arremolinada. Sus ojos estaban llenos de dolor, tristeza, y traición. En medio de la niebla, él estaba de pie en medio de un campo, disfrutando del resplandor de la luz de la luna.
A lo lejos, Aro se le acercaba, arrastrándose por los bosques que rodeaban el campo. Hubo una discusión silenciosa entre mi padre y mi tío, justo antes que Aro sacara una pistola negra. El rostro de Aro se contrajo con una sonrisa maliciosa mientras mi padre lo miraba. Vi el reconocimiento en el rostro de mi padre. Era una mirada que decía mucho. Charlie Swan sabía que era el final de su vida, pero no lo aceptó.
Mientras Aro sacaba la pistola, mi padre se abalanzó sobre él en un último intento por salvarse. Los dos hombres se pelearon, luchando por agarrar la pistola. Sonó un disparo y todo quedó en silencio en el aire húmedo de la noche.
Mi padre se desplomó en el suelo, gritando mi nombre con voz gorgoteante mientras la sangre borboteaba de su boca, derramándose sobre sus pálidos labios.
El sueño terminaba de la misma manera cada noche. Aro se daba vuelta para mirarme en el sueño, y caminaba hacia mí con una sonrisa amenazante. Me despertaba sin aliento, cubierta de un sudor frío con las sábanas pegadas a mi piel húmeda y pegajosa.
La segunda pesadilla era la más reveladora.
En esa pesadilla caminaba a través de un denso bosque, sudando y maldiciendo mientras empujaba la vieja carretilla roja y oxidada de mi padre por el bosque. Los mangos de madera estaban agrietados y partidos por la vejez y los años de calor abrumador. La carretilla temblaba torpemente sobre una rueda sobre las raíces y ramas expuestas de los árboles. Una pesada caja fuerte descansaba dentro del metal oxidado. El peso de esa caja fuerte hacía que el viaje fuera mucho más difícil.
Una vieja cerca de alambres de púas se alzaba a lo lejos. Una cinta rosada colgaba de ella, ondeando en el viento. Un gran árbol de roble con tierra intacta en el tronco se alzaba cerca de allí.
A la derecha del árbol se encontraba Nana Swan con los ojos llenos de preocupación. Mientras me acercaba a ella, lentamente se desvaneció hasta desaparecer. El único sonido que resonaba en el bosque era su nombre cuando la llamaba con miedo y confusión.
Cuando soñé por primera vez con Nana y la caja fuerte, no pensé mucho en ello. Mi subconsciente me estaba jugando una mala pasada, o eso creía. Pero la pesadilla seguía acosándome sin descanso, noche tras noche.
Entonces volvían las mismas preguntas de siempre. ¿Qué había en la caja fuerte? ¿Por qué Nana insistía tanto en que la escondiera y no revelara su paradero a nadie?
También apareció una nueva pregunta. ¿Había algo en la caja fuerte de Nana que pudiera indicar la verdadera identidad del asesino de mi padre?
Me negué a pensarlo al principio. Era muy dudoso que una madre permitiera que un hombre anduviera libre si asesinó a su propio hijo.
Entonces, intenté ponerme en el lugar de Nana. ¿Y si tuviera un hijo que asesinó a otro hijo? ¿Y si yo fuera la madre de tal cruel monstruo? ¿Protegería los pecados de mi hijo para evitar perderlo, de la misma manera que perdí a su hermano? ¿Tomaría esa medida drástica para evitar perder a mi hijo al pasar toda la vida en prisión?
Las palabras de Nana resonaban en mi cabeza. "La fuerza no es nada sin coraje", había dicho.
En ese momento pensé que se refería a su amor perdido hacía mucho tiempo. Ahora no estaba tan segura. Solo había una manera de responder a mis preguntas no formuladas. Necesitaba hablar con mi abuela. Algo me decía que ella se quedaría callada si le preguntaba directamente sobre el asesinato de mi padre por parte de Aro. Decidí que le pediría la combinación para esa caja fuerte enterrada... pero, ¿Nana me daría la combinación? Cuando le planteé esas preguntas a Edward por teléfono, escondida en mi cuarto a altas horas de la noche, su respuesta fue simple.
"Solo hay una manera de saberlo", dijo. "Pregúntale. Si las dos son tan cercanas como creo que lo son, podrás darte cuenta si está mintiendo o no."
Era una tarde de viernes a finales de junio. El calor era récord, alcanzando los treinta y siete grados la mayoría de los días. Kate, Alice, y Nana estaban tan molestas como las avispas debido a las temperaturas incómodas. Alice y Kate planeaban un viaje para las tres al lago Baxton al día siguiente, lo cual funcionaba a favor del plan de Edward y mío para obligar a nuestras familias a estar juntas.
Cuando finalmente llegó la noche, acorralé a Nana en un rincón para cuestionarla. Literalmente. Nana se encontraba en su oficina hurgando en su escritorio cuando cerré la puerta silenciosamente detrás de mí.
Levantó la vista y notó la mirada cansada, pero decidida, en mi rostro. Subiendo sus pequeños anteojos en su diminuta nariz, comenzó a alejarse del escritorio, levantando las manos a la defensiva mientras me acercaba a ella. No había dormido bien en días y no solo estaba exhausta física sino también mentalmente.
—¿Qué hay en esa caja fuerte, Nana? —exigí cuando su espalda chocó contra la pared detrás de ella.
Los ojos de Nana se desviaron rápidamente por un momento. Comenzó a tartamudear incoherencias mientras su rostro lentamente se ponía rojo de frustración. Luego se puso nerviosa y molesta cuando me quedé de pie en silencio frente a ella. Mi abuela odiaba que la acorralaran, física y metafóricamente.
—¡No quiero hablar de ello! —espetó, resoplando mientras se abría paso a mi lado—. Todo lo que te pedí es que la escondieras hasta que me muera. ¡Eso no ha sucedido, pero si tienes suerte, no tardará mucho tiempo!
—¡Deja de dar pena y de intentar hacerme sentir lástima por ti para que suelte el tema! —siseé.
Nana fingió ignorarme. Mi rostro se puso rojo mientras tranquilamente apilaba algunos papeles en su escritorio. Mi temperamento me ganó y finalmente perdí la paciencia.
—Dime, Nana —gruñí—. Dime, ¿esa caja fuerte tiene algo que ver con el hecho de que el tío Aro mató a mi papá?
Nana se detuvo por un momento. Los papeles en sus manos temblaban mientras sus dedos temblaban. Sus ojos azules se abrieron aún más y palideció un poco. La piel ligeramente flácida de su cuello se movió cuando tragó.
Entonces no me hizo caso, como si no fuera nada. Volvió a su tarea de apilar papeles. Sus labios pintados de rojo formaron una línea amarga mientras metía los papeles en un cajón del escritorio y se dirigía hacia la puerta, todavía ignorándome.
—¡Nana! —gruñí entre dientes apretados.
La seguí hasta la puerta trasera. Prácticamente me la cerró en la cara mientras salía del edificio. Luchando contra mi ira, elegí quedarme adentro y dejarla en paz. En silencio, las lágrimas frescas en sus ojos, y la expresión en su rostro me dijeron todo lo que necesitaba saber. Había algo sobre el asesinato de mi padre en esa caja fuerte, y rezaba que fuera evidencia contundente que demostrara la culpabilidad de Aro de una vez por todas.
Necesitaba desenterrar la caja fuerte, pero una vez que estuviera sobre la tierra necesitaría ayuda para abrirla. Rezaba que Edward tuviera algún tipo de solución para abrir la caja fuerte. Edward era lo único que me mantenía en pie esos días; Edward y nuestro plan.
El plan que Edward y yo ideamos se dividía en etapas. La primera era una que sorprendentemente Edward sugirió. Fue una honestidad brutal. Planeaba contarles a Alice y a Kate todas las cosas que descubrí por Carlisle Cullen. También planeaba contarles sobre Nana y esa maldita caja fuerte.
La segunda parte del plan implicaba obligar a Jasper, Alice, Kate, y Garrett a estar juntos con nosotros dos como especie de mediadores. Edward esperaba que la atracción que sentían el uno por el otro eventualmente nos fusionaría a todos en una máquina sólida, trabajando juntos para destruir la eterna batalla entre nuestras familias.
Después de hablar con Edward por teléfono, los dos decidimos que sería mejor juntar a Alice, Jasper, Kate y Garrett una vez que las chicas estuvieran de mejor ánimo. Nuestro viaje al lago sería la oportunidad perfecta. Sin duda estarían drogadas y apacibles. Siempre fumaban antes de salir... bueno, a cualquier parte, en realidad.
—Estoy más caliente que una zorra de dos dólares el Cuatro de Julio —murmuró Kate al día siguiente mientras preparábamos mi Jeep para nuestro viaje a la playa.
—¿No tuviste sexo con Riley Biers en la parte trasera de su camioneta en la fiesta de Cuatro de Julio del pueblo el año pasado?—le pregunté a Kate con voz inocente, riéndome cuando ella me fulminó con la mirada.
El cabello sedoso y rubio de Kate estaba recogido en la parte superior de su cabeza en un moño desordenado y sexy, igual que el de Alice y el mío. Todas teníamos las mismas gafas de sol negras grandes y nada de maquillaje, además del rímel a prueba de agua que usábamos. Era la única vez que salía en público sin maquillarme, y mentiría si dijera que no me sentía un poco desnuda sin él.
—Una vez que te metes al agua, no tendrás tanto calor —dijo Alice, interrumpiendo la posible respuesta sarcástica de mi prima.
Kate gimió en respuesta mientras empujaba una gran hielera en la parte trasera del Jeep. La parte trasera del Jeep estaba repleta hasta los topes con toallas, bolsas de playa y, por supuesto, la sombrilla rosa brillante de Alice, la cual se había desteñido un poco con el tiempo.
Kate y Alice me miraron con sospecha cuando apenas fumé antes de irnos. Una vez más, le eché la culpa a ser la conductora y parecieron creerlo. La verdad era que no quería estar drogada cuando les contara que Aro había asesinado a mi padre.
Salimos a la carretera con nuestros trajes de baño, pantalones cortos, y blusas. Cantábamos al ritmo de la música mientras esta luchaba contra el sonido del viento. Gemí cuando Alice tomó el control de la radio.
—¡Soy diferente, sí, soy diferente! —cantó Alice mientras me sonreía.
—Lo sabemos, Alice —gritó Kate por encima del sonido de la música y del viento que soplaba a través del Jeep—. Lo sabemos.
Había dejado el Jeep descapotado como siempre. La fuerte corriente de aire arrancaba mechones de pelo de mi moño desordenado.
Kate se quejó de lo lento que conducía, pero el tramo de la autopista que se extendía por las pequeñas colinas era un lugar conocido por la presencia de la policía de tránsito. Se escondían detrás de los carteles bajos y descascarados que se encontraban entre las colinas. Si no estuvieran allí, podrías encontrarlos escondidos cerca del final de los caminos polvorientos, esperando ansiosamente a cualquiera que excediera los ocho kilómetros por hora o más del límite de velocidad. No me preguntes por qué ocho era el número mágico; simplemente era un hecho bien conocido en la zona.
Alice levantó las manos en el aire, cantando a gritos.
—I'm so high...addict. ¡I'm so high like a addict!
Fue entonces que vi las luces azules parpadeando en el espejo retrovisor. Maldije suavemente bajo mi aliento mientras echaba un vistazo al velocímetro; ni siquiera iba a dos kilómetros por encima del límite de velocidad. ¿Qué demonios?
—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —maldijo Kate, buscando a tientas el cinturón de seguridad que nunca usaba.
Alice estaba tan pálida como un fantasma, haciendo que Casper pareciera bronceado en comparación. Luego siguió el ejemplo de Kate, colocándose rápidamente el cinturón de seguridad alrededor de su pequeña cintura.
Bajando la velocidad, guié el Jeep suavemente hacia el arcén de la carretera. Mi corazón latía erráticamente en mi pecho. No estaba preocupada por el exceso de velocidad, porque no la excedí. Mi etiqueta de inspección no estaba caducada. No estaba conduciendo de manera errática. No me olvidé de usar la señal de giro. Nada de eso me preocupaba.
Lo que me preocupaba era mis pupilas ligeramente dilatadas, escondidas detrás de mis gafas de sol, y el gramo de hierba potente que Alice llevaba en la parte superior del bikini.
—¿Qué diablos hicimos? —preguntó Kate, repentinamente paranoica, apenas moviendo los labios mientras mirábamos al policía bajar de su vehículo.
—Tengo el presentimiento de que esto no tiene nada que ver con mi manera de conducir —murmuré mientras el oficial se acercaba a mi vista a través del espejo retrovisor.
Giré la cabeza cuando Jacob Black apareció a mi lado. No se veía tan diferente de la última vez que lo vi, la noche en la estación de trenes. Jacob era alto y fornido, con grandes músculos que sobresalían de su uniforme oscuro. Llevaba el cabello corto y tan negro como el corazón del diablo. Los ojos oscuros de Jacob estaban escondidos debajo de un par de gafas reflectantes.
—Bueno, pero si son las chicas Swan —dijo suavemente, apoyando sus gruesos brazos sobre mi ventana.
—¿Hay alguna razón por la que nos detuviste? —pregunté, mi voz llena de irritación, nerviosismo y enojo—. No eres un policía de tránsito. ¡Eres un policía de ciudad! ¿Tienes jurisdicción para detener vehículos en una carretera estatal?
—¡Oh, Bella! ¡Me lastimas! —exclamó Jacob, enderezándose y presionando una mano dramáticamente sobre su corazón—. ¿Así es como saludas a un viejo amigo que no has visto en años?
Mis ojos se entrecerraron en su dirección cuando él sonrió. Los hoyuelos en sus mejillas se profundizaron, por un momento recordándome a Emmett. Me parecería un chico guapo si no desconfiara de él. La cabeza de Jacob se inclinó hacia Kate que se encontraba sentada en el asiento trasero, tratando de no llamar la atención, lo que solo atraía la atención.
—¿Por qué tan callada, Kate? —Jacob preguntó con una sonrisa—. ¿Ocultas algo o qué?
—¿Y si lo estuviera haciendo? —Resopló—. ¿Vas a hacer algo al respecto? ¡No puedes cachearme sin ningún motivo!
—De hecho, puedo hacerlo. —Sonrió con suficiencia—. Si el vehículo tuviera evidencia de algo ilegal. Estoy seguro de que no tendría que buscar mucho para encontrar una pista aquí o allá. También tengo mucha jurisdicción en esta área. Técnicamente, todavía estás dentro de los límites de la ciudad.
»—Pero —continuó, quitándose las gafas y colocándolas sobre su cabeza mientras alternaba la mirada entre Kate y yo—. Si quisiera cachear a alguien, no sería a ti, Kate.
Podía sentir la hostilidad de Kate hacia Jacob desde el asiento trasero. Emanaba de ella en oleadas acaloradas y miserables.
Los ojos de Jacob bajaron a los míos, los cuales seguían escondidos detrás de mis gafas de sol. Tenía una sonrisa mordaz en su rostro, la cual se vería sexy en Edward, pero se veía espeluznante en Jacob. Fruncí el ceño ante su fallida sonrisa sexy y ante su declaración. La insinuación era clara como el día.
—¿Qué pasa, Jacob? —pregunté, cansándome de sus juegos—. ¿Estás jugando al policía bueno o al policía malo? Ya no sé quién eres. Nunca supe quién eres para empezar.
Lo que dije era la verdad. Nuestros padres alguna vez habían sido amigos, pero él era mayor que yo, y sabía poco sobre Jacob más que lo básico.
Jacob Black se graduó antes de que yo llegara a la secundaria. Se graduó como una leyenda del fútbol, llevó a la escuela al campeonato estatal los cuatro años y los llevó a la victoria tres de esos años. Las chicas lo amaban. Era guapo y popular. Suponía que podía ser encantador para algunas, pero para mí era simplemente asqueroso.
Jacob enarcó sus cejas ante mi tono exasperado y dio un paso atrás.
—Como juegas a la chica dura, creo que jugaré al policía malo —me dijo con una sonrisa siniestra—. Sal del vehículo, Bella.
Mi corazón saltó a mi garganta mientras aferraba el volante debajo de mis dedos. Alice jadeó a mi lado y escuché a Kate maldecir en voz baja.
—No —murmuré—. No me bajaré de este vehículo. ¡No he hecho nada malo!
Jacob no respondió. Soltó una risita y estiró una mano hacia la manija de la puerta mientras mi corazón se aceleraba. De inmediato agarré la puerta, tratando de mantenerla cerrada, pero no era rival para su fuerza. La puerta se abrió de golpe cuando mis dedos soltaron la puerta caliente. Los coches pasaban a toda velocidad por el carril más alejado. Los pasajeros miraban por la ventana al hacerlo, pero ninguno se detuvo. Ninguno tenía motivos para creer que el hombre con uniforme de policía no fuera más que un policía corrupto, igual que su padre.
Jacob me agarró del brazo con su mano carnosa y me sacó bruscamente del Jeep. Se me cayeron las chanclas mientras me arrastraba por el pavimento abrasador hasta la grava blanca del otro lado de la carretera. Mis pies protestaban por el calor y los bordes dentados de las rocas.
—¡Maldito imbécil! —grité mientras me empujaba contra el capó del Jeep.
Le presté poca atención al ardor de mi piel contra el capó caliente debajo del sol abrasador mientras Jacob me empujaba por la espalda. Aterricé contra el vehículo, con el pecho siendo presionado. Mi hermana y mi prima se apresuraron a salir del Jeep, pero les grité que se detuvieran. Se quedaron petrificadas, sin saber qué hacer mientras les rogaba que se quedaran en el coche. Si Jacob quería jugar al policía corrupto, podía hacerlo sin la intervención de mi familia.
—¡Llamaré a Aro! —gritó Kate, poniéndose de pie en el Jeep y arrojando sus gafas de sol en el asiento junto a ella—. ¡Le diré lo que estás haciendo!
—Adelante. —Jacob se rio, pasando sus dedos por los bolsillos de mis pantalones cortos, haciéndome estremecer—. Tal vez le cuente algo también.
»—¿Te gustaría eso, Bella? —susurró en una voz demasiado baja para que las demás escucharan—. ¿Te gustaría que Aro descubriera cómo has estado viéndote con Edward Cullen a escondidas?
Me tensé bajo sus dedos cuando las yemas de sus dedos rozaron la franja de piel expuesta sobre mis pantalones cortos. Mi mirada se dirigió a las chicas que fulminaban con la mirada a mi agresor. De alguna manera, Jacob sabía que estaba saliendo con Edward. Si Aro se enteraba de lo mío con Edward, todo nuestro plan se desmoronaría. Se desmoronaría porque los dos estaríamos muertos, y el asesino de nuestro padre permanecería tan libre como el viento.
—No sé de lo que estás hablando —murmuré—. ¡Pero será mejor que me quites los asquerosos dedos de encima!
—¡A la mierda con esto! —gritó Kate de repente, saltando de su asiento en la parte trasera del vehículo.
Kate aterrizó rápidamente sobre sus pies, agachándose ligeramente, luciendo como una pantera ágil lista para atacar. Jacob quitó una mano de mi cuerpo. Hábilmente sacó la pistola que colgaba de la funda que descansaba contra su cadera. Kate dio un paso y se detuvo cuando Jacob levantó elegantemente la pistola, apuntándole directamente a su rostro.
—Da otro paso y te dispararé —dijo con voz tranquila y amistosa—. Tengo suficiente cocaína en mi bolsillo trasero para enviarte a prisión por un largo tiempo. Creerán la historia de un policía antes de creer a una puta cocainómana.
Kate le dio una mirada asesina, entrecerrando los ojos mientras se quedaba tan quieta como una estatua. Jacob se rio entre dientes, inclinándose para susurrarme al oído.
—Te he estado observando por un tiempo, Bella —Jacob susurró con voz burlona, aún apuntando el arma a mi prima con mano firme—. Tengo ojos y oídos en todo este pueblo. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero sé que estás saliendo con Edward Cullen.
—¿Qué quieres, Jacob? —pregunté mientras mi mirada alternaba entre el arma y el rostro de Kate—. ¿Por qué estás haciendo esto?
—Porque, Bella —dijo con desprecio—. Así es cómo funcionan las cosas por aquí. Guardaré tu secreto, pero mi silencio viene con un precio. Te lo haré saber cuando esté listo para cobrar.
Jacob se apartó, empujando mi vientre dolorosamente contra el frente del Jeep. Me dejó sin aliento por un segundo. Respiré profunda y temblorosamente. Rápidamente me di la vuelta, quitando mi piel ardiente del Jeep mientras Jacob se alejaba casualmente.
Jacob se retiró tranquilamente, guardando su pistola de vuelta casualmente y sonriéndole a Kate al pasar. Un hombro ancho chocó contra el suyo delgado. Kate se tambaleó levemente por la fuerza del golpe. Jacob bajó sus gafas de su cabeza a su nariz y se carcajeó mientras Kate maldecía en voz alta a su figura que se alejaba.
Jacob se subió al coche y dio un giro en U en medio de la maldita carretera, lanzándonos una sonrisa y un gesto arrogante de su mano mientras avanzaba lentamente por la carretera. Todas nos quedamos de pie allí, ancladas al lugar, hasta que sus luces traseras desaparecieron detrás de una colina.
—¡Qué demonios! —gritó Alice con una voz tan fuerte, tan estridente que Kate y yo nos sobresaltamos de asombro—. ¿Qué te dijo, Bella? ¿Qué está pasando?
—Solo... subanse al Jeep —farfullé, recuperando mis chanclas perdidas y poniéndomelas—. Se los contaré de camino a la playa.
—¿De camino a la playa? —exclamó Kate, levantando las manos con exasperación, mirándome como si me hubiera crecido una segunda cabeza—. ¡No vamos a ir a la playa! ¡No después de lo que acaba de suceder! Jacob Black te acaba de maltratar y me apuntó con un arma a la cara, Bella! ¿Crees que vamos a seguir como si esa mierda no acaba de suceder?
—¡Sí! —espeté, subiéndome al Jeep y cerrando de golpe la pequeña puerta—. Eso es exactamente lo que vamos a hacer. Traigan sus traseros aquí y les explicaré todo, ¿de acuerdo?
Kate y Alice intercambiaron miradas ansiosas. Kate gruñó y soltó un quejido, pero eventualmente se subió al asiento trasero con el ceño fruncido. Alice se mordía nerviosamente una uña acrílica mientras se sentaba a mi lado. Era famosa por arruinarse las uñas cuando estaba nerviosa.
Saqué el Jeep del arcén y lo introduje en la autopista. Las tres nos quedamos en silencio. Debería haber llamado a Edward una vez que Jacob estuvo lejos de mi Jeep. Debería haberlo llamado y contado todo lo que sucedió, pero estaba entumecida. Mi cuerpo estaba entumecido y sin pensamientos... oscuro y vacío. No había un momento en mi vida en el que me sintiera tan absolutamente violada, sucia y avergonzada.
Debí haber estado en algún estado de shock. La gravedad de lo que había sucedido no fue asimilado hasta unos quince kilómetros más tarde. Entonces, me impactó; como un huracán, dejando nada más que náuseas, rabia y miedo a su paso. Kate notó mi respiración agitada, y mis dedos temblorosos en el volante. Exigió que me detuviera y, por una vez, estuve de acuerdo con algo que ella sugirió.
—Alice, al asiento trasero —gritó Kate.
—Y tú —dijo, apuntándome la cara con un dedo—. Súbete al asiento del pasajero. Yo conduciré. Vas a comenzar a hablar.
Le di a Kate un asentimiento tembloroso. Alice se deslizó al asiento trasero mientras tomaba su lugar nerviosamente. Kate sacó el Jeep de la carretera, arrojando grava a lo largo del camino.
—Comienza a hablar —exigió Kate mientras la colina que subíamos se inclinaba de repente, arrastrando mi estómago con ella.
—Está bien, está bien —murmuré, respirando profundamente y repasando lentamente los eventos de las últimas semanas.
Les conté todo. Expliqué cómo nunca mantuve mi promesa de mantenerme lejos de Edward. Revelé mi noche en la casa de los Cullen, la cena familiar, y la acusación de Carlisle del asesino de mi padre. Una vez que comencé a hablar, no pude parar. Mencioné las misteriosas cicatrices de Jasper y Rose, la amabilidad de la voz de Esme, las cartas de aceptación a la universidad de Edward. Incluso les conté sobre lo nerviosa que estaba cuando hice el acto más íntimo con un chico para el que estaba convencida de que estaba hecha. Lo único que me guardé fue el hecho de que Edward y los chicos nos estaban esperando en algún lugar de ese maldito lago. Parloteé durante los siguientes kilómetros, hasta que Kate finalmente me interrumpió.
—¿Nunca has dado una mamada? —preguntó con una mirada incrédula—. ¿Cómo es posible eso?
—¡Kate! —exclamó, levantando las manos con frustración cuando ella puso la señal de giro—. Te acabo de decir que el tío Aro es muy probablemente el asesino de tu tío Charlie, y todo lo que tienes para decir es, "¿Nunca has dado una mamada?". Realmente tienes una mente unidireccional.
—¿Qué esperas de mí, Bella? ¿Sorpresa y asombro? —dijo con el ceño fruncido, entrando en una vieja carretera de asfalto, pasando un cartel de madera que anunciaba, con pintura amarilla descolorida, que el lago se encontraba a tres kilómetros más adelante—. Todos sabemos que el tío Aro es un psicópata. Así que, discúlpame si el hecho de tu falta de habilidades orales me sorprende más que descubrir que nuestro tío es, bueno, un asesino.
Suponía que Kate tenía razón. Los rumores sobre la participación de Aro en las desapariciones y homicidios en el sur entraban y salían de las bocas de los sureños chismosos como hojas secas y agrietadas que revoloteaban en el viento.
Alice se quedó extremadamente callada después de mi confesión. Giré en mi asiento justo cuando entrábamos en el camino fuera de carretera que conducía al lago. Alice tenía cara de póker, por lo poco que pude ver detrás de las grandes gafas colocadas sobre su pequeña nariz. Chasqueé los dedos y la llamé por su nombre un par de veces, pero ella nunca se inmutó. Estaba sentada tan quieta y hermosa como una cornisa de piedra caliza.
Le quité las gafas de sol del rostro y me quedé sin aliento al ver sus pupilas grandes y dilatadas. Eran tan grandes que hacían que sus ojos parecieran grandes canicas negras. Kate detuvo el Jeep mientras yo miraba a mi hermana con preocupación. Escuché el sonido de una voz de una mujer mayor que resonaba desde el interior del pequeño edificio de madera cerca de la entrada del lago.
Distraída momentáneamente por su voz, saqué seis dólares arrugados y ligeramente sudados del bolsillo de mis pantalones cortos y se lo di a Kate, quien también arrojó su dinero. La señora nos entregó nuestro recibo para entrar al lago público. Un pequeño trozo de cinta adhesiva transparente estaba adherido al recibo, y Kate lo pegó en el interior del parabrisas. La señora de cabello azul sonrió mientras nos alejábamos. Su dentadura postiza se movió ligeramente en su boca por la acción. Al darme vuelta hacia Alice mientras nos alejábamos del edificio, noté que todavía no se había movido.
—Alice... ¿qué te pasa? —susurré, agarrándole el hombro y dándole una buena sacudida.
La cabeza de Alice rebotó por un momento antes de que esos ojos negros giraran hacia los míos. La inexpresividad lentamente se desvaneció lentamente y fue reemplazada por una sonrisa enorme y tonta.
—¿Jigly bu? —chilló, parpadeando rápidamente—. ¿Esmufy pu-pu?
—¡Oh, santo cielo! —Kate resopló mientras yo fruncía el ceño y miraba a mi hermana confundida—. Revisa su bikini, Bella. ¿Qué quieres apostar que esa perra se comió toda la bolsa de marihuana?
—¡Alice! —jadeé, tanteando a mi hermana sin pudor, en busca de la bolsa llena de hierba—. ¡No lo hiciste!
La palmeé, pero no sentí nada. Alice se rio mientras mis dedos exploraban sus pechos. Las lágrimas caían por sus mejillas mientras se reía. El camino entró en una pendiente hacia abajo y Alice chilló, llena de alegría y asombro infantil mientras entrábamos al estacionamiento. El olor a arena, agua del lago, pescado, protector solar, cerveza de contrabando, y dicha juvenil flotaba en el aire, pero lo ignoré. Estaba fascinada con los pequeños trozos verdes que veía entre los dientes de mi hermana mientras ella me sonreía con melancolía.
—Ella está bien —dijo Kate, agitando su pequeña mano hacia Alice de manera despectiva—. No puedes matar a esa chica.
—¿Gupy melf? —le preguntó Alice a Kate con una expresión repentinamente severa.
—Cállate, Alice, y bájate del Jeep —murmuró Kate, apagando el coche.
Alice asintió, y buscó algo alrededor de su oreja con su uña astillada por un momento, tomó sus gafas de sol y se las puso al revés sobre su rostro. Se tambaleó mientras se ponía de pie, y antes que pudiera pararme para ayudarla, se cayó hacia atrás. Alice aterrizó en el asiento trasero riéndose profusamente.
—Eh, sí. Creo que será mejor ir al hospital —le susurré a Kate.
—¿Así ella puede atacar al personal? Creo que no. Además —continuó—, ella no comió lo suficiente como para lastimarse. Confía en mí. Soy una experta en marihuana.
Kate tenía razón. Ella probablemente podría ser una bióloga, o tal vez una farmacéutica con todo su conocimiento de drogas y químicos. La ciencia me parecía fascinante, especialmente cuando involucraba la luna y las estrellas, pero me perdía en la mecánica de todo.
Kate sacó dos botellas de agua de la pequeña hielera roja en la parte trasera del Jeep. Obligó a Alice a beberlas lentamente antes de que nos dirigiéramos a la playa.
Esperamos pacientemente a que Alice recobrara el sentido común antes de que Kate y yo tomáramos la hielera, los bolsos de playa, y las toallas. Alice se tambaleaba detrás de nosotros mientras caminábamos por el asfalto caliente con nuestras chanclas golpeándonos los talones.
El lago Baxton era en realidad un embalse que fluía del río Tenn-Tom. Tenía veinte kilómetros de largo y una playa artificial que rodeaba la sección del lago. Era un lugar de reunión popular para cualquiera que se encontrara a ochenta kilómetros del lago, conocido a lo largo de las generaciones como el lugar al que ir si ansiabas conocer gente nueva y desconocida de los muchos pueblos de los alrededores.
Los entrañables recuerdos de la infancia me invadieron mientras pasábamos por el pequeño parque con sus toboganes rojos y sinuosos, y sus columpios y subibajas de un amarillo brillante. Todavía había una gran plataforma de madera con su ducha al aire libre cerca de la gran franja de arena blanca. Los pabellones estaban dispersos por el área verde del parque, repletos de multitudes de familias que asaban perritos calientes en las rústicas parrillas de metal que sobresalían del suelo duro. El olor a pastel de cumpleaños y velas encendidas flotaba en el aire, junto con los alegres chillidos de los niños que aplaudían y se reían.
Nos quitamos las chanclas al salir del camino y pisar la arena, rumbo a nuestro lugar habitual. Sonreí a los niños que corrían por la arena, a pesar de que Jacob me había estropeado el día. Un niño de unos ocho años se adentraba en el agua hasta las rodillas con un pequeño pez que se movía entre sus dedos. Se abría paso con dificultad en el agua con una sonrisa en su rostro pecoso mientras perseguía a una niña horrorizada con coletas de más o menos la misma edad. La niña chillaba con horror, retorciéndose para alejarse del resbaladizo pez que él sujetaba entre sus dedos.
En la distancia, habían pontones atados a la zona de la playa con largos tubos de plástico fluorescente que flotaban en el agua a varios metros de la playa. También vi una lancha, que arrastraba un flotador con una chica que gritaba. La lancha giró a propósito hacia un lado, impulsando a la chica en su estela y arrojándola por los aires. Su chaleco salvavidas amarillo desapareció por un momento, mientras contenía mi aliento. Suspiré con alivio cuando reapareció, flotando en el agua oscura. La chica agitó el brazo, haciéndole señas a la lancha.
Kate y yo extendimos tres toallas de playa mientras Alice se tambaleaba sobre sus pies. Intentó sacarse la camiseta sin mangas, pero de alguna manera se le enredaron los brazos con esta. Esta se envolvió alrededor de su rostro y sus brazos quedaron colgando precariamente por encima de su cabeza.
Entrando en pánico, probablemente más por la cantidad de hierba que tenía en su sistema que por el miedo a quedar atrapada en su camiseta, Alice comenzó a gritar y se tambaleó ciegamente. Cayó en la arena y solté un enorme suspiro. Kate se inclinó, riéndose a carcajadas mientras Alice se revolcaba, cubriendo su cuerpo con una fina capa de arena al luchar por quitarse la camiseta.
—¡Alice! —espeté—. ¡Deja de actuar tan estúpidamente! ¡La gente está mirando!
Luché contra ella como un gato salvaje, arrancando la camiseta de su pequeño cuerpo. Uno de sus pequeños pechos estaba parcialmente expuesto, y Kate resopló fuerte mientras ayudaba a Alice a acomodar su bikini.
—Pensé que iba a morir —dijo lenta y letárgica, mirándome con gravedad desde la arena—. Estaba perdida en un mar de oscuridad.
—Siempre estás perdida en un mar de oscuridad. —Kate se rio, enterrando la sombrilla de Alice profundamente en la arena cerca del extremo de la toalla de Hello Kitty de Alice.
No entendía por qué mi hermana estaba obsesionada con Hello Kitty.
—Alice, ponte a la sombra y bebe un poco más de agua —le ordené, extendiendo una mano para ayudarla a ponerse de pie.
Alice me hizo un gesto para que me alejara y se arrastró por la arena sobre sus manos y rodillas. Cuando llegó a la toalla, se desplomó, cayendo sobre su costado bajo la sombra de la sombrilla.
—¿El tío Aro realmente mató a Papi? —la escuché murmurar miserablemente.
—Eso creo, hermanita —le dije con voz tranquila y serena mientras le colocaba un mechón de pelo suelto detrás de su oreja—. No estoy segura, pero eso creo. Vamos a descubrirlo, ¿de acuerdo? Lo prometo.
Alice asintió, pero no dijo nada. Busqué en su bolso de playa hasta que encontré el protector solar en aerosol. Rocié lo poco que pude alcanzar de su piel expuesta con la botella y luego le exigí que se diera la vuelta. Ella obedeció aturdida y le rocié el resto de su cuerpo mientras Kate sacudía la cabeza divertida.
—Siempre cuidando a la hermanita, ¿eh? —preguntó Kate, lanzando su blusa y sus pantalones cortos en su bolso de playa, revelando su bikini blanco.
No respondí mientras me rociaba con protector solar y examinaba la playa en busca de cualquier señal de Edward. Kate se cubrió con aceite de bebé y se estiró en su toalla, disfrutando del sol. Los minutos transcurrían lentamente y yo me ponía cada vez más ansiosa.
A lo lejos, cerca del otro extremo de la playa, justo al lado de la orilla, había una gran área preparada para un partido de voleibol. Observé el partido distraídamente por un momento, hasta que apareció a la vista una figura familiar de un chico alto. Probablemente lo hubiera reconocido antes, pero nunca lo había visto sin camiseta, vistiendo nada más que un traje de baño amarillo.
El chico no era Edward, pero verlo me hizo sonreír. Era guapo y tenía una sonrisa rebelde. Un tatuaje se extendía por la parte interna de su antebrazo derecho. A medida que el niño se acercaba, aminoró su paso. Kate bostezó y se puso boca abajo, pidiéndome que le frotara aceite en la espalda.
El chico de cabello castaño rojizo presionó suavemente su dedo contra sus labios sonrientes, señalando al aceite y a sí mismo. Asentí con entusiasmo, entendiendo de inmediato su silencioso pedido.
Tendiéndole la botella, observé con alegría pícara cómo se arrodilló silenciosamente junto a mi prima. Los brazos de Kate estaban cruzados uno sobre el otro y su barbilla descansaba contra ellos.
Después de quitar la tapa con torpeza, el chico roció con cuidado el aceite a lo largo de la espalda de mi prima antes de volver a cerrar la botella. Lanzándome una última sonrisa maliciosa, comenzó a masajear el aceite a lo largo de su espalda.
—Demonios, chica —murmuró Kate con el ceño fruncido—. ¡Tus manos son ásperas! ¡Empieza a cuidar tus manos, Bella! Cuando finalmente tengas las agallas de agarrar la polla de Edward, espero que no uses esos ralladores de queso para hacerlo.
El chico se rio disimuladamente, agachando la cabeza ante las palabras de Kate antes de levantar la cabeza y darme una sonrisa cómplice. Fruncí el ceño, puse los ojos en blanco y le saqué la lengua como la niña de dos años que era.
Una vez que se recompuso, deslizó las manos por la espalda de Kate, hundiendo ligeramente sus pulgares debajo del borde de la parte inferior de su bikini. Tuve que morderme el labio para no reírme mientras veía el cuerpo de Kate ponerse rígido.
—¿Eh, Bella? ¿Qué estás haciendo? —Kate tartamudeó mientras los pulgares de él descendían un poco más debajo de su bikini.
—¿Qué pasa, Kate? ¿Jamás has oído hablar de mantenerlo en la familia? —pregunté, en voz baja, ronca y entrecortada mientras luchaba para contener la risa fuera de mi voz—. Ya sabes lo que dicen, "mientras más cercano el pariente, más profundo".
—¡¿Qué mierda, Bella?! —gritó Kate, girando la cabeza de repente para mirarme.
Cuando me vio sentada allí con mi mano conteniendo mi risa, mi mirada dirigiéndose alegremente hacia Garrett, ella giró aún más hacia un costado. Garrett le sonrió a su rostro furioso, levantando sus manos aceitosas en señal de rendición.
—Hijo de... —murmuró ella, levantándose de la toalla—. ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que me dejes en paz?! ¡Y para de tratar de ser mi amigo en Facebook! ¡No soy tu maldita amiga! ¿Y quién es esa chica junto a ti en tu foto de perfil, de todos modos? ¡A mí me parece a una zorra fiestera!
La risa de Garrett se apagó ante sus palabras. Sus ojos se entrecerraron en dirección a Kate mientras los dos se ponían de pie.
—¡Esa es mi hermana! —gruñó él, sorprendiéndome con la evidente ira en su voz—. ¡Puedes insultarme todo lo que quieras, pero jamás hables de mi hermana!
Se escuchó una suave risita a mi lado y eché un vistazo a mi derecha a Alice, que de repente se había despertado de su trance inducido por las drogas. Ella comenzó a reír histéricamente de una manera suave y tranquila mientras Kate la fulminaba con la mirada y la regañaba por ser grosera. Kate miró de vuelta a Garrett, luciendo un poco arrepentida, una extraña emoción para Kate.
—Mierda. ¡Lo siento, ¿de acuerdo?! —espetó, de alguna manera sonando molesta y arrepentida al mismo tiempo—. No sabía que era tu hermana. Como dije, lo siento.
Garrett estudió su rostro por un largo momento antes de darle una sonrisa lenta y perezosa. Kate frunció el ceño confundida cuando los labios de él eventualmente se curvaron en una enorme sonrisa.
—Solo estaba bromeando —dijo arrastrando las palabras, dando un paso hacia Kate y colocando sus manos delicadamente en las caderas de ella—. Ni siquiera tengo una hermana.
—Bueno, ¿quién era la chica junto a ti en la foto? —preguntó Kate, tratando de apartarlo sin éxito con sus manos permaneciendo un poco más de lo que deberían en los firmes músculos de su torso.
—Alguna zorra fiestera. —Él se rio, haciendo una mueca mientras Kate se recomponía y lo golpeaba en el estómago.
Esperaba que Kate siguiera golpeándolo, pero no lo hizo. Simplemente se dio la vuelta, se arrodilló y buscó en su bolso mientras Garrett la miraba con cautela. No lo culpaba. No se podía decir qué había en el bolso de Kate. Mi prima podría tener una pistola en ese bolso y no me sorprendería. Cuando ella sacó su pequeño puño cerrado, no había una pistola entre sus dedos, solo un puñado de billetes de dólares arrugados.
—¿Quieren un cono de granizado? —Kate nos preguntó a Alice y a mí en voz baja.
Los ojos de mi prima estaban escondidos tras sus gafas de sol, pero casi podría jurar que vi lágrimas en ellos. Su voz temblaba mientras hablaba. Garrett también notó su repentino cambio de humor. Sacudí la cabeza solemnemente hacia mi prima mientras Alice le rogaba por un cono de granizado con sabor a algodón de azúcar.
Kate asintió, se puso de pie, y se encogió de hombros hacia un Garrett de apariencia preocupada, que extendió una mano y tocó su hombro. Los tres la observamos cruzar con gracia la playa con la cabeza en alto.
Un grupo de chicos bronceados, tatuados y sin camisa silbaron y le dijeron groserías cuando pasó junto a ellos. Escuché a Garrett soltar un gruñido bajo, y me encontré extendiendo la mano para detenerlo cuando dio un paso hacia adelante. Kate nunca volteó a mirarlos, lo cual también era poco propio de Kate. Se lo dije a Garrett. Él me miró con conflicto e incertidumbre en sus ojos.
—No paro de arruinar todo —murmuró mientras yo apartaba mi mano de su brazo—. Solo quiero que me preste un poco de atención.
—Solo sé tú mismo, Garrett —le dije—. Sé tú mismo, pero no trates de ponerla celosa o algo. Si te gusta una chica, no intentes ser su amigo en Facebook con una foto de perfil de ti y una chica desconocida en una fiesta. Kate es una persona segura de sí misma la mayoría del tiempo, pero al final del día, sigue siendo una chica. Incluso las más seguras de nosotras mismas sentimos punzadas en nuestro autoestima de vez en cuando.
—Tienes razón —murmuró, mirando al otro lado de la playa hacia el pequeño edificio blanco con los conos de granizado gigantes de colores brillantes pintados en formas geométricas sobre la madera vieja y agrietada—. Debería ir y decirle que la chica de la foto en realidad es solo mi prima, Rose.
Lo miré caminar con dificultad por la arena, frunciendo el ceño al grupo de chicos que le habían silbado a Kate. Sacudí la cabeza y me sobresalté ante el sonido de un mensaje de texto entrante en mi bolso de playa. Me dejé caer de rodillas, hurgando entre mis pertenencias mientras Alice roncaba suavemente bajo la sombra de la sombrilla.
Ven a verme al bosque detrás de la cancha de voleibol. ~Edward
Hice un pequeño baile de felicidad, sintiéndome como una idiota mientras un niño pequeño que estaba construyendo un castillo de arena mojada y descuidado cerca me miraba tontamente. Ignorando su mirada evaluadora, sacudí a mi hermana, tratando frenéticamente de despertarla.
—¿Qué? —gimió miserablemente.
—¿Vas a estar bien si te quedas sola por un momento? —pregunté, sintiéndome ligeramente culpable por abandonar a mi hermanita drogada—. Veré a Edward cerca de la cancha de voleibol. Le enviaré un mensaje a Kate ahora para hacerle saber a dónde voy, ¿de acuerdo?
—Como sea —murmuró, sentándose y bostezando.
Me encontré corriendo por la arena caliente con mis chanclas en la mano, pasando junto al mismo grupo de chicos de aspecto rudo, que también me dijeron groserías. Cuando mis pies tocaron el pavimento, que se extendía a lo largo de la playa y terminaba cerca de la cancha de voleibol, tiré mis chanclas al suelo y me las calcé. Subí con dificultad una colina, y pasé junto a la vieja y caída red de voleibol donde se estaba jugando un partido.
El bosque me esperaba y crucé felizmente la línea de árboles. Los helechos se deslizaban entre mis chanclas y mis pies descalzos mientras entraba lentamente en la zona boscosa, mirando a mi alrededor en busca de alguna señal de Edward. Los únicos sonidos en el bosque eran el crujido de las ramas bajo mis pies, las risas y los gritos distantes de adolescentes emocionados, y el ocasional canto de los pájaros. La sensación de ser observaba me invadió, haciendo que se me erizara la piel.
—Sé que estás aquí afuera —grité, dándome vuelta cuando escuché una risita baja y familiar cerca.
Di unos pasos vacilantes, pasando un gran árbol de eucalipto negro. Mis dedos se deslizaron contra la corteza áspera y rígida mientras avanzaba.
De repente, un par de brazos cálidos y fuertes rodearon mi cintura suave y cariñosamente. Un pequeño y sorprendido jadeo se escapó de mis labios cuando Edward me llevó detrás del árbol de eucalipto negro, apoyando su espalda contra este y con mi cuerpo presionado fluidamente contra el suyo. Fingí hacer un puchero por su ataque, pero la sonrisa perezosa y el cabello desordenado y de sexo eventualmente me vencieron. Abandoné mi patético intento de estar molesta, y me perdí en un dulce beso. Mi cuerpo ardía mientras los suaves labios y la lengua caliente de Edward lo prendía fuego.
—Te extrañé —susurró contra mis labios.
—También te extrañé —susurré en respuesta, tragando un nudo ridículamente emocional que se formó en mi garganta.
Ese chico me hacía sentir tan débil a veces. Era la primera persona, la única persona, a la que me preocupaba complacer. No deseaba nada más que hacerlo feliz así como lo hacía conmigo. Cerrando mi puño en su camiseta blanca y la otra en su cabello, acerqué su cabeza, profundizando el beso. Edward gimió contra mi boca, sujetando mis mejillas en sus manos. El beso se volvió frenético y desesperado. Apenas podíamos respirar mientras nuestras lenguas se movían una contra la otra. El aire del bosque se llenó con los gemidos y los sonidos lujuriosos de dos adolescentes cachondos y sin aliento.
—Tengo una sorpresa para ti —dijo, rompiendo el beso, mirándome con ojos verdes felices y brillantes.
—¿Qué es? —pregunté, odiando que estaba a punto de arruinar su buen humor al mencionar a Jacob Black.
—Garrett trajo su pontón. —Sonrió, sacudiendo la cabeza y poniendo los ojos en blanco—. Está convencido de que conquistará a Kate con su barcaza para fiestas.
Los pensamientos sobre Jacob Black fueron olvidados cuando me eché a reír ante la vana suposición de Garrett sobre mi prima. Pensó que captaría el corazón de Kate con un trozo flotante de metal, madera y césped artificial verde. Lo gracioso de su idea era que podría funcionar.
—Me gusta verte sonreír —dijo Edward, su rostro repentinamente se volvió serio—. Y escucharte reír. Me encanta cuando te ríes. Tus ojos se iluminan y tienes un pequeño hoyuelo que aparece.
—No tengo un hoyuelo —argumenté.
—Sí, lo tienes —susurró, rozando el lado derecho de su boca con su pulgar—. Es pequeño, pero está allí. Amo ese pequeño hoyuelo. Amo todo de ti.
Lo besé en respuesta, deseando nada más que decirle que también lo amaba. Quería decírselo con todas mis fuerzas, pero las palabras no salían de mi boca. Eran gritadas una y otra vez en mi cerebro, pero nunca salían de mis labios. ¿Por qué no podía hacerlo? ¿Por qué no podía decir esas tres pequeñas palabras que le salían tan fácilmente?
Nos quedamos en el bosque por un rato, besándonos y tocándonos detrás de ese árbol de eucalipto negro. El móvil de Edward vibraba constantemente en el bolsillo de su traje de baño. Vagamente me pregunté quién lo llamaba continuamente.
Eventualmente me cansé y me volví lo suficientemente curiosa para meter mi mano en su bolsillo, sacando su teléfono. Edward no hizo ningún movimiento para recuperarlo mientras me daba una sonrisa torcida. Sus labios estaban rosados e hinchados por los besos.
Al mirar el teléfono, vi el nombre y el rostro de Garrett en la pantalla iluminada. Le entregué el teléfono a Edward y le exigí que contestara porque me estaba volviendo loca. Él se rio y contestó el teléfono con una sonrisa sexy todavía en su rostro. Esa sonrisa lentamente se esfumó mientras me miraba fijamente. Mis manos estaban ocupadas explorando las curvas duras y cinceladas de su pecho y los abdominales debajo de la camiseta fina y suave. Mis dedos detuvieron su exploración cuando noté su mirada enojada y lo miré con temor.
—¿Por qué no me contaste sobre Jacob Black? —preguntó con una voz siniestramente tranquila mientras metía el teléfono de vuelta en su bolsillo—. ¿Por qué no me llamaste? Deberías haberme llamado al instante, no, al segundo, que él te detuvo.
—¡No podía llamarte! —exclamé mientras un nudo de terror se formaba en mi pecho—. ¡Me sacó del coche antes de que tuviera la oportunidad de hacer algo! No supe qué hacer después de eso. Simplemente sabía que tenía que llegar aquí y verte. ¡Quería decírtelo cara a cara! Podía imaginarte enojado y subiendo a tu coche para cazarlo. ¡Eso es lo último que necesito junto con todo lo que está pasando en mi vida, que salgas lastimado, seas arrestado, o lo que sea!
—Lo mataré —me dijo, todavía usando esa voz tranquila mientras sus ojos color musgo me miraban solemnemente—. Kate le dijo a Garrett que te lanzó sobre el capó del coche y te puso las manos encima. Luego la apuntó con un arma. ¿Eso es cierto?
Edward no esperó a que respondiera. Quitó mis brazos de su pecho y los dio vuelta. Dos largas marcas rojas recorrían el interior de ambos brazos donde el calor del capó del Jeep quemó mi piel sensible. Intenté apartar los brazos para esconderlos de su vista, en un débil intento por calmarlo, pero se mantuvo firme. Lo miré y sentí un calor blanco en todo el cuerpo al ver su mirada. Era una mirada como ninguna otra. Los ojos verdes normalmente brillantes de Edward se volvieron negros, vengativos y muertos. Había una sensación de fuerte resolución en sus rasgos, como si tuviera el calendario marcado con la fecha y la hora exacta en que Jacob Black moriría.
—Salgamos de este bosque —me dijo en un tono firme y sensato mientras levantaba gentilmente cada brazo, turnándolos para plantar suaves besos en mis quemaduras—. Después de que nos vayamos de este bosque, te invitaré a pasar un día en el lago. Dejaremos todo lo que Jacob te hizo aquí en este bosque hasta el final del día.
—¿Y después de eso? —dije, y las palabras salieron tontamente de mi boca.
—¿Después de eso? —preguntó con una risita mientras su pulgar rozaba mi labio inferior.
Sus ojos eran como dos piscinas profundas de oscuridad furiosa, mirándome sin alma.
—Después de eso —dijo con una risita lenta y creciente—, voy a matar a Jacob Black.
Creo que yodas queremos muerto a ese perro, ¿no?
Gracias por leer :)
