Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Hoodfabulous, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Hoodfabulous. I'm only translating with her permission.
Capítulo 13
Unidos
"Todos para uno y uno para todos,
unidos nos mantenemos,
divididos caemos."
~Alexandre Dumas~
—Dime lo que pasó temprano con Jacob Black —exigió Edward en voz baja con dientes apretados, entrecerrando los ojos mientras me miraba fijamente—. No dejes nada afuera.
El pulgar de Edward soltó mi labio. Tomó mis pequeñas manos en las suyas grandes. Lo miré nerviosamente, mordiéndome la esquina de mi labio inferior. La voz normalmente encantadora con la que me deslumbraba era fría e iracunda.
—Nos encontrábamos conduciendo por la carretera cuando vi las luces azules. Jacob se acercó al costado del Jeep y me dijo que saliera del vehículo. Cuando no lo hice, me sacó del Jeep de un tirón y me arrojó sobre el capó —susurré, estremeciéndome cuando el agarre de Edward se intensificó en mis manos y sus ojos brillaron letalmente—. Kate intentó detenerlo. Él sacó un arma y amenazó con plantarle cocaína si intentaba detenerlo. Entonces, me dijo que sabía de lo nuestro... que tiene ojos y oídos en todo el pueblo.
—¿Qué más? —preguntó Edward—. ¿Te tocó, Bella?
—Me cacheó como si estuviera buscando algo, pero no estaba buscando algo en particular —admití—. Jacob me detuvo para intimidarme. De alguna manera, sabe que nos estamos viendo, Edward. Dijo que no dirá nada sobre nosotros dos, pero que eso tiene un precio.
Edward soltó mis manos por un momento, murmurando sin coherencia debajo de su aliento. Sus largos dedos fueron a su frente y eventualmente a su cabello mientras miraba fijamente a la nada.
—Hay dos cosas en esta vida que las personas no pueden tocar —dijo Edward finalmente, mirándome profundamente a los ojos—. A mi familia y a mí.
Confundida por su declaración, levanté la mirada.
—No soy ninguna de esas cosas —dije.
—Tienes razón —confirmó, extendiendo las manos para tomar las mías de nuevo, dándoles un firme apretón—. Eres ambas. Eres una parte de mí, y un día espero que también seas una parte de mi familia.
El significado detrás de sus sinceras palabras hizo que mi corazón se hinchara.
La mirada de Edward nunca vaciló mientras estudiaba sus ojos. Estaban nublados con veneno y resolución. Imágenes de Edward asesinando a Jacob pasaban por mi mente. ¿Realmente haría algo como eso? Me advirtieron que él no era le hombre que creía que era, pero no podía imaginar que él realmente cometiera un acto tan atroz como un asesinato.
—En verdad no tienes planes para matarlo, ¿verdad? —susurré mientras él me acercaba más—. Quizás haya otra manera... alguien a quien podamos contarle sobre nosotros, Jacob, y Aro.
—¿Qué quieres hacer, Bella? —preguntó Edward, sacudiendo la cabeza con una risa seca—. ¿Ir a la estación de policía y presentar una denuncia formal contra Jacob? ¡Espera! ¡Tengo una idea! Podemos llamar al FBI, porque estoy seguro de que creerán todo lo que le digamos.
—Solo estoy sopesando las opciones —suspiré, agitada por la situación.
—Deja que yo me preocupe por los dos, cariñito —dijo, sonriendo ante el término cariñoso que había elegido.
Recuerdos de nuestro momento en su dormitorio se repetían en mi mente. Se rio de la expresión de mi rostro y me acercó a él para besarme.
—Creo que, cuando te entregues a mí —comenzó, murmurando contra mis labios—, me gustaría que suceda en algún lugar del bosque. Te ves tan bien de pie aquí en ese pequeño bikini con nada más que los árboles y las colinas como fondo.
La voz de Edward me invadió. Su aliento era mentolado y caliente al mismo tiempo, provocando mi piel, mi corazón, mi centro. Ya estaba mojada por sus palabras cuando su mano se deslizó debajo de la parte inferior de mi bikini azul. Gemí cuando sus dedos me tocaron, trayendo más humedad con cada caricia suave y atormentadora. Usando su otra mano, agarró mi trasero y me acercó más a él. Todos los pensamientos sobre Jacob Black se esfumaron de mi mente con sus palabras y con sus caricias.
Extendiéndome, rodeé sus hombros con mis brazos doloridos y fundí mis labios con los suyos. Mis dedos se deslizaron desde la nuca hasta su desordenada melena. Edward gimió cuando tiré suavemente de los mechones. La punta de su lengua acarició mi boca y separé los labios con cuidado, permitiéndole acceso.
El beso que comenzó suave y dulce de repente se volvió frenético y desesperado. La lengua y los labios de Edward dominaban la mía mientras soltaba un gemido lujurioso. Nuestros dientes chocaron y de repente me sentí impulsada por su desesperación por mí.
Las suaves caricias entre mis piernas se volvieron rápidas, furiosas y demandantes, pero nunca avanzaron. No, él prefería atormentarme, esquivando el único lugar donde lo necesitaba tan desesperadamente. El dolor en la boca del estómago incrementaba con cada caricia. Cuando Edward notó mi respiración profunda y entrecortada, soltó mi boca, dándome la oportunidad de respirar.
—Quiero estar dentro de ti, Bella —susurró con una voz suave y seductora que me inundó como miel tibia—. Quiero mostrarte cómo me siento cada vez que te miro. Lo loco que me haces sentir. Quiero poseer tu cuerpo como tú posees mi alma. Quiero acostarte y adorarte desde la parte superior de tu cabeza hasta los adorables dedos de tus pies.
—¿Crees que los dedos de mis pies son adorables? —pregunté con voz ronca, moviendo los dedos inadvertidamente mientras él continuaba la exploración de mi humedad con sus dedos.
—Son perfectos. —Se rio—. Igual que tú.
Estaba lejos de ser perfecta, pero ya no podía discutir. Estaba sin aliento. Mi rostro estaba presionado contra su duro pecho. Continuó agarrando y masajeando mi trasero con una mano, la cual se deslizaba peligrosamente más abajo mientras sujetaba la parte baja de mi trasero. De alguna manera, mi mano encontró el camino hacia su traje baño. Siseó cuando mis dedos atrevidos rodearon la base de su polla.
Nos acariciamos el uno al otro, descuidadamente al principio, pero eventualmente encontramos un ritmo mutuo. La parte posterior de mi brazo rozaba contra su vientre con cada movimiento en su polla, y tarareé con satisfacción por la rigidez de sus músculos, tensos por el placer que provocaba con mi toque.
Edward murmuró y maldijo en voz baja, soltando mi trasero para bajar la parte superior de mi bikini. Chillé con sorpresa, mirando rápidamente a nuestro alrededor en busca de alguna señal de que alguien pudiera ver mis pechos expuestos.
—Estamos solos —susurró con una voz oscura, sonriendo maliciosamente—. Nadie puede vernos. Nadie puede escucharnos. Quiero que grites cuando te corras, Bella.
Con eso, llevó un duro pezón a su boca y finalmente metió dos dedos dentro de mí. Casi me corrí en el acto. La fuerza de sus dedos embistiendo dentro de mi cuerpo, y la excitación que provocaba su lengua alrededor de mi pezón, hacían que mi cuerpo ardiera. Saqué mi mano de su bañador, lo empujé con fuerza contra el árbol de eucalipto negro. Me reí cuando su espalda golpeó el árbol y dejó escapar un gruñido de sorpresa.
—Quizás necesites algo de apoyo —le expliqué con picardía, pasando una pierna por encima de su cadera.
Los ojos de Edward se oscurecieron y sus dedos se hundieron dolorosamente dentro de mí. Me balanceé contra él e hice lo que dijo, gritando su nombre al venirme.
Cuando regresé del subidón inducido por Edward, de inmediato me encontré de rodillas, lista y dispuesta a hacer lo único en lo que había pensado desde que salí de su casa. Mis rodillas estaban presionadas contra la tierra dura, las ramas y las hojas de manera incómoda, pero no importaba. El cuerpo de Edward se tensó visiblemente cuando tomé la cintura de su bañador y lo jalé hacia sus tobillos, tragando cuando su gran erección se liberó.
Él respiró profundamente y probablemente estaba a punto de decir algo. No le di la oportunidad. Levanté la vista para mirarlo y me encontré con su mirada lujuriosa y sorprendida, y le di una sonrisa de satisfacción. Como diría Kate, "junté agallas", tomando su gruesa polla en mi mano y lentamente la froté antes de pasarle la lengua por la punta mojada.
—Bella —gimió, extendiendo una mano y enredando sus dedos en mi cabello.
El sonido del puro placer en su voz, en mi nombre, me impulsó a seguir. Lo metí en mi boca, esperando que el instinto en el que confiaba resultara placentero para él. Mis manos estaban extendidas sobre sus duros muslos. Quitó una mano de mi cabello, agarró mi mano derecha y la colocó en la base de tu polla, enseñándome sin palabras cómo complacerlo.
Succioné y bombeé, ni un poco molesta por el hecho de que él disfrutaba enredar mi cabello alrededor de sus dedos, guiando mi cabeza. La manera casi dominante en que movía mi cabeza hacia arriba y hacia abajo era completamente excitante. Sabía salado y era caliente, nada como lo que imaginaba, aunque no estaba realmente segura de cómo imaginaba que sabría. Solo sabía que no era así.
Él fue lo suficientemente caballeroso como para advertirme antes de correrse, y cuando estúpidamente ignoré su advertencia, usó mi cabello para alejar gentilmente mi cabeza de su cuerpo. Observé con satisfacción cómo sus dedos dejaban mi cabello y tomaban su polla. La bombeó furiosamente y se vino en largos chorros blancos. Escuché mi nombre salir suavemente de sus labios mientras lo miraba, paralizada por la manera en que una vena sobresalía al costado de su rostro, la manera en que sus cejas se fruncían en concentración y la ligera capa de sudor que se formaba en su frente. Sus ojos estuvieron fijos en mí todo el tiempo.
~DSDW~
Salí del bosque antes que Edward, mirando alrededor con inquietud en busca de alguna señal de que alguien notara a una chica solitaria emerger del bosque. Nadie me prestó atención. El grupo de chicos que jugaba al voleibol se había ido hacía rato, y un nuevo grupo había tomado su lugar. La playa todavía estaba llena, aunque un poco.
Kate y Garrett no se encontraban por ningún lado, pero, sorprendentemente, vi a mi hermanita sentada en la orilla del agua con nada menos que Jasper Hale.
Los dos estaban en una especie de conversación profunda. Alice miraba sus pequeños pies que emergían del agua frente a ella. Rodeaba sus rodillas con sus brazos. Giraba la cabeza ocasionalmente, apoyándola sobre sus rodillas para mirar a Edward. Alice seguía teniendo una expresión precavida y desconfiada, pero estaba feliz de verla sentada a unos pasos de él y no lo atacaba.
Jasper estaba sentado en una pose similar con las rodillas dobladas frente a él y los pies en el agua. Se reclinaba sobre sus brazos con sus largos dedos escondidos debajo de la arena blanca. Las finas cicatrices que se extendían por sus brazos y piernas se destacaban con fuerza, como un rayo en la cegadora luz del verano. Aparté la mirada de ellos, abrumada por la culpa ante la forma en que exigían mi atención cada vez que lo veía a él.
Dije el nombre de Alice tres veces antes de que me notara. Sus enormes ojos marrones miraron hacia arriba y me di cuenta de que seguía drogada. Posiblemente era la única razón por la que le estaba dando su atención a Jasper.
Jasper me saludó con una sonrisa torcida que me hizo cuestionar si él realmente no estaba relacionado con los Cullen por sangre. Su presencia seguía haciéndome sentir un poco incómoda, pero dejé de lado la sensación.
—Hola, Bella —me saludó en un tono amistoso.
—Hola, Jasper —contesté, apartando la mirada de su expresión amable a la expresión colocada de mi hermana—. Edward quiere que nos encontremos con él en la tienda de cebos. ¿Dónde está Kate?
—La última vez que los vi, se estaban escabullendo hacia la camioneta de Garrett —Jasper habló por mi hermana, quien seguía mirándome con una expresión vacía.
—Genial —murmuré, frunciendo el ceño y dándome la vuelta para juntar nuestras pertenencias, ya que mi prima me abandonó.
Jasper me sorprendió al unirse a mí silenciosamente, trabajando a mi lado mientras le lanzaba una mirada sospechosa. Él simplemente sonrió en respuesta, sacudiendo la arena de la toalla de Alice, doblándola perfectamente, y metiéndola dentro de su bolso de playa.
Alice se arrastró hasta donde estábamos trabajando diligentemente para despejar el área. Observé por el rabillo del ojo cómo Jasper sacó una botella de agua fría de nuestra hielera y se la ofreció a mi hermana. Él le quitó la tapa cuando tuvo problemas para hacerlo, y ella le dio una pequeña pero vacilante sonrisa. Era extraño presenciar a un extraño ser tan amable con mi hermana. Demonios, era extraño ver a alguien siendo tan considerado con ella.
Las palabras de Jacob seguían atormentándome mientras Jasper me ayudaba a cargar todas nuestras pertenencias, y a Alice también, hasta el Jeep. Me encontré mirando constantemente a mi alrededor. No había rostros familiares entre la multitud de adultos, adolescentes, y niños. Me relajé un poco, esperando que quizás Edward tuviera razón sobre no cruzarnos con personas que conocíamos.
—A Edward no le importa —Jasper habló, ayudando a mi hermana a subir al Jeep mientras yo arqueaba una ceja ante su comentario.
—A él no le importa si nos descubren —aclaró, cerrando suavemente la puerta a su lado mientras ella le daba una sonrisa melancólica—. Quiere una excusa para atropellar a cualquiera que se interponga entre ustedes dos. Así es Edward. Es su naturaleza.
—Él no parece ser para nada así —murmuré, ligeramente molesta porque este chico conocía a Edward mejor que yo.
—Solo conoces una faceta de Edward. —Jasper sonrió con suficiencia, molestándome al desordenar casualmente mi cabello alborotado por Edward mientras cruzaba el estacionamiento hacia la camioneta de Garrett—. Garrett y Kate me contaron sobre Jacob. Es solo cuestión de tiempo antes de que veas al Edward Cullen que hemos conocido todos estos años.
Jasper lanzó esas últimas palabras por encima de su hombro mientras se acercaba a la camioneta de Garrett, la cual se mecía ligeramente. Estaba aparcada en el otro extremo del estacionamiento, ocupando varios espacios con la barcaza de fiestas unida a la parte trasera, pero le presté poca atención al pontón en ese momento. Jasper miró por la ventana y sacudió la cabeza con disgusto. Apartó la mirada y golpeó la ventana, esperando mientras mi prima se bajaba de la camioneta.
Ella pasó junto a Jasper sin mirarlo dos veces. Tenía la cabeza en alto y las gafas de sol estaban torcidas. El moño de cabello desordenado era un desastre con la mitad colgando de la banda elástica que una vez lo contuvo. Kate se veía ridícula.
—¿Qué? —Resopló, empujándome y subiendo al Jeep.
Puse los ojos en blanco y salimos del estacionamiento, dejando a Jasper y a Garrett donde estaban sentados. Giré la cabeza y estudié a mis compañeras de viaje.
—Y bien, ¿tú y Jasper? —le pregunté a Alice, levantando una ceja y luego volteando a mi prima—. ¿Y tú y Garrett?
—No trates de ser modesta —espetó Kate, llevando las gafas a la parte superior de su cabeza—. Es obvio que todo esto fue una especie de trampa.
—Entonces, ¿logró controlarte? —pregunté con una sonrisa.
Kate soltó un enorme suspiro y se dejó caer hacia atrás en el asiento.
—No lo hizo al principio —murmuró, jugueteando con el dobladillo de su blusa—. Se disculpó por actuar como un idiota. Lo reprendí, gritándole y sacudiendo mi puño. Casi se me cae un cono de granizado. Supongo que el calor y lo que sucedió hoy me vencieron. Comencé a gritar sobre Jacob y el arma.
Su voz se detuvo de repente mientras miraba las colinas y los árboles verdes que pasaban a lo largo del tramo de la carretera.
—¿Y entonces? —presioné.
—Entonces, se quedó callado y serio. Perdió esa sonrisa arrogante. Jamás había visto a alguien tan furioso. Llamó a Edward y me hizo pararme allí y volver a contar la historia. Lo siguiente que supe fue que me arrastró hasta su camioneta, me arrojó adentro y se aprovechó de mí. Fue... sexy.
—Santo cielo —murmuró, sacudiendo la cabeza con disgusto—. ¿Qué hay de ti, Alice? ¿Qué hay de ti y Jasper?
Alice no dijo nada. Su pequeño cuerpo estaba inclinado lejos de mí mientras miraba solemnemente al escenario pasar. Kate y yo intercambiamos miradas nerviosas, pero no repetí mi pregunta.
Después de salir de la carretera principal, condujimos por un camino lleno de baches. Cebos Tucker y Tackle se alzaba frente a mí, y me detuve en el estacionamiento de la gasolinera, apagando el motor.
Los chicos se detuvieron justo cuando Kate y yo discutíamos sobre el posible contenido de la caja fuerte. Alice nos seguía por detrás, todavía perdida en su pequeño mundo. Los chicos se habían reunido junto a la puerta del pasajero de la camioneta de Garrett, hablando en voz baja entre ellos con expresiones serias en sus rostros. Se relajaron más una vez que nos vieron caminar hacia ellos, volteándose hacia nosotras con sonrisas relajadas en sus rostros.
—Esto es raro —le dije a Edward, echando un vistazo alrededor del estacionamiento—. Quiero decir, estar juntos en público.
—Estamos a kilómetros de Birchwood y Mayhaw —me aseguró, agarrando mi cinturón y jalándome hacia su cuerpo caliente y duro—. Nadie sabe que estamos aquí.
—Los chicos de casa van a nadar y pescar en Baxton todo el tiempo —argumenté mientras él abría la puerta de vidrio.
Volantes que anunciaban beneficios locales, mascotas perdidas y personas desaparecidas se sacudieron con el movimiento cuando la puerta se abrió. El olor a cigarrillos rancios y a salchichas calentándose me invadió cuando entramos en la tienda.
—Nunca te preocupas por si nos atrapan —le dije con tono acusador mientras lo miraba, recordando las palabras de Jasper de antes—. ¿Por qué es eso?
—¿Honestamente? —preguntó, sonriendo maliciosamente mientras yo asentía—. Solo estoy buscando una excusa para patear el trasero de alguien por ti.
La confesión violenta de Edward debería haberme molestado. En cambio, me excitó vergonzosamente.
Cuando pasamos por un estante de pieles de cerdo y palitos de carne, Edward me dio una nalgada y me abandonó, uniéndose a sus primos cerca del refrigerador de cebos.
Kate y Alice se acercaron a donde los chicos estaban debatiendo sobre lombrices y piscardos. Tomé un refresco Mountain Dew, alimentando mi conocida adicción. La dejé en el mostrador descolorido y astillado y me encontré con la mirada desagradable de un cajero de mediana edad.
—Hola, encanto —dijo el hombre con una voz profunda y áspera.
Un cigarrillo a medio fumar, de marca desconocida, colgaba de sus labios. El cenicero junto a la caja registradora estaba repleto de colillas. El sonido de la palabra "encanto" no sonaba para nada como lo hacía cuando salía de los labios de Edward. Le tendí dos dólares e ignoré la manera en que sus ojos se posaban en mi pecho cubierto por el bikini.
El hombre seguía mirándome lascivamente cuando llegó Edward. La mano seca y arrugada del hombre rozó mi palma cuando depositó mi cambio en mi mano abierta. Edward me jaló hacia él por detrás, sujetando mi cintura posesivamente mientras sentía su mirada dura penetrando al hombre.
—¿Algún problema? —preguntó Edward con brusquedad mientras los demás se unían a nosotros, dejando caer los recipientes de gusanos en el mostrador.
El hombre bajó la mirada, marcando rápidamente el pedido y eligió sabiamente no decir nada. Cuando salimos de la tienda y nos separamos, Edward me susurró una última cosa al oído.
—Solo busco una excusa.
~DSDW~
Una vez que llegamos al muelle, tuve mi primera buena vista del pontón de Garrett. Me encontré mirando con asombro a la monstruosidad de una barcaza para fiestas de siete metros completamente nueva.
La imagen de Garrett ofreciéndole su ayuda a Kate en el bote, y Kate respondiéndole con un golpe en la nuca, me sacó de mi estupor. Los dos se pelearon y sacudí la cabeza con una sonrisa. Edward me ofreció su mano y la tomé sin dudarlo, permitiéndole que me ayudara a subir al bote.
Dejamos el muelle y el bote gradualmente se abrió paso por el agua oscura, con Garrett al mando del timón. La imagen de Kate permitiéndole con vacilación que la llevara hacia su regazo puso una sonrisa en mi rostro. Garrett le dio una sonrisa torcida al estilo Cullen, riéndose mientras ella fruncía el ceño y se cruzaba de brazos.
Mi hermana estaba sentada en la popa del bote con sus pequeños pies descalzos colgando sobre el borde. El moño desordenado en la parte superior de su cabeza ya no estaba allí. En cambio, sus mechones largos color ébano bailaban en la brisa húmeda. Jasper se acercó casualmente a ella con sus manos en los bolsillos de su traje de baño verde. Alice apartó la mirada de él, observando en silencio mientras pasábamos por los acantilados de piedra caliza. Jasper también dejó caer sus pies por el borde, mirándola hasta que ella giró la cabeza. Habló, y Alice lo evaluó con una expresión vacía hasta que finalmente vi sus labios moverse.
Me mataba no escuchar la conversación que estaban teniendo. Me preguntaba si Jasper se ganaría su confianza, ya que él ya había ganado su corazón.
—¿En qué piensas tanto? —preguntó Edward, rozando sus labios contra mi sien.
Estábamos relajándonos en un sofá de cuero beige alrededor de una gran mesa redonda. Mi cuerpo estaba presionado contra el suyo. La brisa suavemente acariciaba nuestra piel caliente. Me encontré jugando distraídamente con el suave vello de sus piernas. Sus pulgares estaban presionados en la parte superior de mis pantalones cortos a ambos lados de mi cintura. Lo sentí endurecerse contra mi espalda, pero no hizo ninguna insinuación.
—Solo me pregunto si nuestros familiares testarudos cederán después de esta expedición. —Me reí entre dientes—. O si se matarán entre ellos primero.
Edward se rio suavemente, agarrándome de la cintura y acercándome más a él. Estuvimos en silencio por un largo rato. Nada más que el viento, el suave murmullo de los otros, y el ocasional motor que pasaba rompiendo el silencio. Entonces, de la nada, Edward me preguntó sobre mi recuerdo más feliz de la infancia.
—Mmm... probablemente la vez que papi nos llevó a Disney World —dije, mirando con nostalgia las nubes blancas que colgaban en el cielo sorprendentemente azul—. Alice estaba muy emocionada. Soñó con el castillo de la Cenicienta durante meses. Jamás olvidaré la sonrisa en su rostro cuando miramos el castillo iluminarse en la noche con los fuegos artificiales que explotaban en el cielo a su alrededor. Jamás he vuelto a ver esa expresión en su rostro desde entonces. Fue pura alegría, magia, y maravilla, como si todas sus fantasías se hubieran vuelto realidad en ese momento exacto.
—Entonces, ¿tu recuerdo más feliz es la felicidad de tu hermana? —preguntó, estudiando mis rasgos pensativamente.
Me encogí de hombros, ligeramente entristecida por el hecho.
—¿El peor recuerdo? —preguntó en voz baja, mientras volteaba y miraba sus ojos verdes.
—Eso es complicado —respondí, mis ojos se dirigieron inadvertidamente hacia donde se encontraba sentada mi hermana cerca de Jasper—. Alice ha estado enferma... tantas veces. Si tuviera que elegir un recuerdo que no la involucrara a ella, o al momento en que me enteré que mi padre había muerto, diría que eran más bien un montón de recuerdos.
»—Mi vida no siempre han sido viajes al castillo de Cenicienta. Hubo muchas veces en mi infancia que éramos tan pobres que no podíamos mantener la electricidad. Alice y yo dormíamos juntas, aferrándonos la una a la otra para mantenernos calientes. Papi era muy orgulloso como para pedirle dinero a alguien, y parecía que él y mis tíos tardaron una eternidad en poner en marcha su negocio de construcción. Sin embargo, aparentábamos muy bien. La gente no se dio cuenta de lo indigentes que éramos en ese entonces.
—La gente cree que el narcotráfico es una forma de vida de alto nivel, ¿o no? —preguntó él, estudiándome mientras yo asentía—. No se dan cuenta de que es como el mercado de valores. Sube, baja.
»—Es por eso que necesitas un plan de contingencia —dijo suavemente.
—¿Como ser dueño de una fábrica? ¿O ser doctor? —pregunté con curiosidad—. ¿Te irás a la universidad en otoño?
—No —contestó, alzando una ceja ante mi mirada decepcionada—. Me quedaré aquí, asegurándome de que estés a salvo. Cuando te gradúes, te llevaré conmigo.
—¿De verdad? —pregunté, girándome por completo para mirarlo de frente—. No veo cómo eso va a pasar. Mi familia me matará. Incluso si ese no fuera el caso, tengo a Alice, Nana, y la pastelería de las que cuidar.
—Todo saldrá bien —dijo, tranquilo y confiado—. Quizás Alice solo necesite que alguien más la cuide por una vez.
Miré a mi hermana, complacida de ver que finalmente estaba mirando a Jasper. Inhalé profundamente cuando ella se acercó a él. Deslizó sus dedos por los brazos de él, rozando delicadamente sus cicatrices mientras él la miraba fijamente a los ojos.
—¿El mejor recuerdo? —pregunté, forzando a mis ojos a que se apartaran de mi hermana y Jasper.
—Hmm... déjame pensar. Diría que tendría que ser la expresión de orgullo en el rostro de mi padre cuando me llevó con él a entregar droga una vez —dijo, deslizando su nariz contra mi oreja—. Paramos en la casa de su amigo. Era una cabaña de madera de dos pisos en el bosque. Me dejó en la camioneta y me dijo que volvería enseguida. Cuando regresó a la camioneta, su bolsillo estaba abultado. Mi padre metió la mano en su bolsillo y me tendió un fajo de billetes, envuelto en una banda elástica. Me dijo, "¿Cómo se siente eso en tus manos, niño?". Le dije que se sentía bien y así fue. Sin embargo, no fue por eso que lo hacía, me refiero a vender drogas.
»—Le conté que mi padre tenía epilepsia. Verlo tener convulsiones... ese es uno de mis peores recuerdos. Solo era un niño, pero me sentía muy culpable con mi incapacidad para ayudarlo —dijo Edward, con los ojos nublados por recuerdos tormentosos—. Es por eso que comenzó a fumar marihuana en primer lugar. Lo ayudó con las convulsiones. Al poco tiempo, se dio cuenta que podía hacer un negocio con ello. Comenzó a venderla a otras personas que sufrían de trastornos convulsivos, esclerosis múltiple... pacientes de cáncer con dolores. La distribución de marihuana no empezó ni terminó como una manera de llegar a fin de mes, pero al poco tiempo su negocio explotó. Mi padre comenzó a ganar dinero. Contrató al tío Carlisle para que lo ayudara. Se convirtió en un imperio. Pero todos los imperios tienen enemigos.
—Mi familia —susurré.
Las nubes de tormenta desaparecieron de sus ojos mientras me miraba.
—Por mucho tiempo Carlisle creyó que Charlie Swan había asesinado a mi padre —susurró—. Pero las piezas no encajaban. Tu padre descubrió algo... algo que unía a nuestras familias, cree Carlisle. Cuando Carlisle se dio cuenta de eso, ya era demasiado tarde.
—Tu padre ayudaba a que la gente enferma se sintiera mejor. Eso es admirable.
—No era un santo, Bella. Disfrutaba del dinero y del poder —dijo Edward, intensificando su agarre en mí—. El poder es algo traicionero. Eclipsa todo, hace que todo lo demás en la vida parezca insignificante. Frívolo. Se vuelve adictivo como el dinero. El dinero es la raíz de todo mal.
—El amor por el dinero es la raíz de todo mal —corregí, mirándolo seriamente—. Lee bien los versículos de la Biblia, Cash.
—¿Quién no ama el dinero? —preguntó con una sonrisa inocente—. ¿Por qué crees que tu padre comenzó a vender drogas? Fue el amor por el dinero. Probablemente creció tan pobre y en el campo como mi padre.
—¿Fumas marihuana? —pregunté con valentía—. ¿La vendes?
Edward alzó una ceja.
—Fumo ocasionalmente. En cuanto a venderla, hay algunas cosas que no necesitas saber.
—Lo que quiere decir que sí. —Me reí entre dientes cuando él me dio una sonrisa torcida.
—Sé que tú fumas. Estabas drogada la noche de esa fiesta. Estabas drogada la noche en la estación de trenes —dijo, deslizando sus manos por mi vientre, arrastrando sus dedos en dirección a la parte superior de mi bikini—. Estabas sentada allí con los ojos muy abiertos, las pupilas grandes, y los labios rosados y carnosos que rogaban ser besados. Un perdedor estaba babeándose por ti. Necesité de todo mi autocontrol para no sacarte de esa barra, arrojarte sobre mi hombro, y salir corriendo.
—Cavernícola —gimoteé, y mis ojos se dirigieron hacia donde nuestra familia estaba sentada, fascinada la una con la otra.
Edward no les prestó atención. Sus ojos brillaron mientras las puntas de sus dedos se movían delicadamente sobre mi bikini, rozando mis pezones endurecidos.
—Tú me vuelves un animal —susurró, atrapando el lóbulo de mi oreja, lamiéndolo y mordisqueándolo suavemente—. No me conoces, Bella. He hecho cosas. He hecho cosas malas a la gente. Jacob Black cometió un terrible error hoy. Nunca debería haber tocado lo que es mío, lo que siempre ha sido mío, y lo que siempre será mío.
La voz de Edward era veneno y dolor. Debería haber estado asustada, debería haber estado preocupada, pero no lo estaba. Era suya, no importaba el camino que eligiera en la vida, y no importaba a quién tuviera que matar para reclamar ese camino. Le dije a Carlisle que estaba en esto de por vida, y lo dije en serio.
Edward rozó ligeramente mis pezones con sus pulgares, haciendo que mis pensamientos se volvieran confusos y densos.
—¡Búsquense un cuarto! —gritó Kate, riéndose a carcajadas con una sonrisa engreída en el rostro.
Edward se rio suavemente, quitando sus dedos de mi pecho. Me quejé por la pérdida de su caricia. No me di cuenta de que el pontón se había detenido. La dureza de Edward presionaba casi dolorosamente contra mi espalda donde nos encontrábamos relajados. Murmuró algo ininteligible bajo su aliento mientras yo le sonreía con suficiencia.
El resto de mi día lo pasé relajada junto a Edward, mirando a los demás pescar. Kate y Garrett nos silbaron y se burlaron de nosotros durante las siguientes horas mientras egoístamente evitábamos interactuar con ellos. Alice y Jasper parecían contentos con estar sentados uno al lado del otro. El estado de ánimo de mi hermana era extraño, y me preocupaba lo que estaba pasando dentro de su cabeza.
Las horas pasaban mientras yo estaba tumbada con Edward. El crepúsculo amenazaba con llegar pronto. Garrett guió el bote de vuelta al muelle con Kate sentada en su regazo una vez más. Su pequeño rostro descansaba en el hueco del cuello de él, y me di cuenta que jamás la había visto tan inocentemente íntima con otra persona.
Una vez que llegamos a la orilla, Edward insistió que él y los chicos nos seguirían a casa, especialmente porque había cierta caja fuerte que de repente estaba ansioso por desenterrar.
Nuestro día en el lago, bajo el sol con los chicos Cullen, ayudó a aliviar la tensión de la presencia de Jacob temprano ese día. Sin embargo, una vez que nos fuimos del largo y llegamos a Mayhaw, la realidad de lo que sucedió entre nosotros y Jacob Black se instaló una vez más.
Esperamos ansiosamente en el camino de entrada a los chicos que eventualmente bajaron por el empinado camino en la camioneta de Garrett. La escondieron en el cobertizo, por instrucciones de Edward.
Treinta minutos más tarde, me encontré liderando al grupo hacia el bosque. El sonido de un chotacabras cuerporruín solitario sonaba en la distancia. El trino del ave se repetía metódicamente mientras seguía el haz de luz de mi linterna a través de los árboles y sobre el suelo duro.
Nadie habló. La situación era demasiado seria, demasiado importante para que Kate y Garrett intercambiaran burlas entre sí, y demasiado solemne para que Alice hiciera algún comentario extraño.
Un sonido metálico desvencijado se unió al trino del chotacabras cuerporruín mientras Edward empujaba la vieja y oxidada carretilla de papá sobre los helechos que había a mi lado.
No se parecía en nada a mi sueño. Nana no me estaba esperando mientras el haz de luz se deslizaba por la ancha y blanca corteza del enorme roble. Vi una cinta rosa colgando silenciosa y muerta de la cerca de alambre de púas. El grupo se detuvo cuando me detuve en la base del árbol y señalé el suelo.
—Allí —murmuré con un dedo tembloroso.
Edward y los chicos comenzaron a cavar, turnándose ya que solo tenía dos palas. La caja fuerte no estaba enterrada muy profundamente. Escuché el tintineo de metal contra metal cuando la hoja dio en el blanco. Los chicos se emocionaron, cavando frenéticamente alrededor de la caja fuerte con las manos, quitando la tierra oscura que la cubría.
Se necesitó la fuerza de los tres, sudorosos, sin camiseta, y cubiertos de lodo, para sacar la caja fuerte del suelo. Una vez que estuvo por encima del nivel del suelo, Edward la tomó y la dejó caer en la carretilla. Nos movimos lentamente por el bosque y llegamos de vuelta a la entrada. Los seis nos miramos con preguntas en nuestros ojos.
—La llevaremos a la casa de Carlisle —decidió Jasper, finalmente dando la pregunta silenciosa—. De esa manera, está lejos de Aro, y podemos trabajar en abrirla. Bella, deberías hacer todo lo posible para descifrar la combinación, solo en caso de que no pueda abrirla. ¿Quizás sea un cumpleaños? ¿Un aniversario?
—¡Ah, ah! Espera —interrumpió Kate, con una mano en su cadera—. ¿Qué te hace pensar que simplemente vamos a entregar la caja fuerte de nuestra Nana al enemigo de la familia? ¿Crees que un día en el lago y un coqueteo casual ganan nuestra confianza?
Garrett la miró con incredulidad mientras los ojos ella penetraban los de Jasper. Jasper entrecerró los ojos en respuesta a su mirada malvada.
—No tenemos razones para engañarlas a todas —dijo Garrett con un tono irritado.
—¡Tienen todas las razones para engañarnos! —murmuró Alice, rompiendo finalmente su silencio.
Alice, Jasper, Kate, y Garrett comenzaron a discutir. Kate levantó las manos en énfasis mientras su rostro rápidamente se ponía rojo, el color evidente incluso en la pálida luz de la luna. Me quedé quieta, en silencio mientras Edward se daba la vuelta y me miraba con cautela.
—Bella, ¿no confías en mí? —preguntó Edward, haciendo que los otros inmediatamente se calmaran.
Edward se pasó los dedos sucios por la frente, dejando un rastro de tierra mojada a su paso. Edward buscó en mis ojos una respuesta.
Sí confiaba en él. Confiaba en él con todo mi ser. Pero esa era la caja fuerte de mi abuela. Mi abuela, que era el único modelo positivo que tenía en mi corta y patética existencia. La gravedad de lo que estaba a punto de hacer, al permitirle llevarse las pertenencias personales de mi abuela, no podía tomarse a la ligera. Quería que él sintiera la profundidad de mi decisión y que, con suerte, comprendiera que mi confianza en él nunca debería ser cuestionada.
—Me estás pidiendo que te dé lo único que nunca compartirás a cambio —le dije en voz baja mientras sentía el peso de la seriedad de los estados de nuestras familias—. Confianza.
Los dos nos miramos fijamente en un oscuro enfrentamiento. Levantando mi barbilla, y sin decir palabra, lo desafié con mi mirada fría, una mirada que heredé de mi madre, a que negara la confianza. La mirada ácida de Edward Cullen, que funcionaba con otros, ya no funcionaba conmigo.
Nos quedamos allí de pie por un buen rato antes de que él finalmente hablara.
—Me llevaré la caja fuerte —me dijo en voz baja y firme—. Me gustaría tener tu permiso, pero tú y yo sabemos que no lo necesito.
Su respuesta me irritaba. Entrecerré los ojos en represalia. Pero en el fondo sabía que él tenía razón. No lucharía contra él. ¿Por qué debería hacerlo?
—Necesitamos algo a cambio —dijo Alice, echándome un vistazo antes de llevar la mirada hacia Jasper—. Algo que nos demuestre a mí y a Kate que podemos tener fe en ustedes.
A nadie se le pasó desapercibido que Alice no mencionó mi nombre en su comentario. Mi hermana me conocía bien.
Jasper asintió. Él y Garrett comenzaron a susurrar entre sí. Los ojos de Edward permanecieron fijos en los míos. Oscuros. Sin parpadear. Nunca aparté mi mirada.
—No, tengo una mejor idea —expresó Kate, llamando la atención de todos nosotros—. Quiero su palabra, su promesa, de que cuando maten a Jacob Black, me permitirán colaborar.
—¡Kate! —jadeé, apartando al fin la mirada de Edward y dirigiéndola a mi prima.
—¡Él me apuntó con un arma a la cara! —dijo—. Amenazó con dispararme y plantar cocaína en mi cadáver. Discúlpame si quiero que muera.
—Lo tienes, nena —dijo Garrett de repente.
Las cabezas de Jasper y Edward giraron rápidamente hacia él con asombro. Garrett les dio una sonrisa perezosa y un encogimiento de hombros indiferente.
—No incluimos a nadie en nuestros planes —enfatizó Edward, mirando severamente a su primo—. Cuanta más personas están involucradas, mayor será la posibilidad de que nos atrapen. Esto lo sabes.
—Aw, vamos, primo. —Garrett sonrió, rodeando los hombros de Kate con su brazo—. ¡Tú comenzaste todo esto al ir tras una chica Swan en primer lugar! ¿Realmente esperan que estas tres chicas se queden de brazos cruzados esperando que hagamos algo? ¿Estas tres chicas? Hemos sido el clan Cullen durante demasiado tiempo, Edward. Unamos nuestras fuerzas.
Sentí la mirada de Edward en mí una vez más. Al mirarlo, le rogué, silenciosamente, que confiara en mí. Supliqué con una mirada que él rompiera su primera regla. Le supliqué que confiara en mí.
—Está bien —murmuró, soltando un suspiro exasperado—. Jasper, Garrett, y yo nos llevaremos la caja fuerte esta noche. Vayamos a descansar un poco y luego elaboraremos un plan para Jacob Black.
—No hay manera de que las tres estén seguras solas. No después de lo que pasó hoy —dijo Jasper, mirando a Alice, Kate y a mí—. Necesitan que alguien se quede con ustedes todo el tiempo.
—¿Quién? —preguntó Alice con los ojos muy abiertos—. No podemos contarle a Emmett o a Benjamín. Nunca nos creerán... no hasta que saquemos pruebas de esa caja fuerte. Es decir, si hay alguna prueba en esa caja fuerte.
—Déjame la caja fuerte a mí, princesa —Jasper le dijo a mi hermana con una sonrisa—. Resulta que tengo un poco de experiencia descifrando códigos. ¿Hay alguna forma de que tu madre pueda venir a casa? Quizás, podrían quedarse con ella...
—No —Edward interrumpió bruscamente—. No están seguras si salen del pueblo. No cuando no puedo seguirles el rastro.
—Me gustaría ver a mi madre —susurró Alice con tristeza, trazando patrones invisibles a lo largo del brazo bronceado de Jasper con una uña larga y cuidada.
Jasper la miró solemnemente. Alice sintió el peso de su mirada y sus ojos se elevaron para encontrarse con los de él. Los dos se miraron el uno al otro por un largo momento, perdidos en los ojos del otro, absortos mientras todos observábamos el intercambio silencioso.
—Iremos a ver a mamá pronto —le aseguré, rompiendo inadvertidamente el hechizo al extender la mano y darle un apretón a la suya.
—Hasta entonces, quizás deberíamos turnarnos para quedarnos aquí... o quizás las dos puedan quedarse con nosotros —sugirió Edward, mirando entre Alice y yo—. Al menos, pasen esta noche con nosotros. Luego buscaremos una solución más permanente. Creo que Kate está segura en su casa. Al menos, ella tiene un padre allí para protegerla. Tú y Alice no tienen a nadie.
—¿Y si alguien se da cuenta? —pregunté con vacilación, tratando de sofocar la emoción que crecía en mi interior—. ¿Qué pensarían Carlisle y Esme? ¿Ellos... permitirían eso?
Los chicos intercambiaron miradas y se echaron a reír mientras nosotras tres fruncíamos el ceño. Edward se rio entre dientes, jalándome hacia sus brazos mientras lo golpeaba débilmente. No era rival para sus brazos fuertes y su sonrisa sexy.
—Nadie se dará cuenta, y confía en mí, a ellos no les molestará —susurró, llevando el lóbulo de mi oreja a su boca caliente y dándole un mordisco—. Mientras que seamos felices, ellos son felices.
Me preguntaba cómo sería estar rodeada de gente que no quería nada más que tu felicidad, que no esperaba nada a cambio. No pasaría mucho tiempo antes que lo descubriera. Alice y yo tomamos nuestra decisión con una mirada silenciosa y con los ojos muy abiertos.
Los siguientes veinte minutos los pasamos arrojando apresuradamente varias prendas en un par de bolsos mientras los chicos se lavaban la suciedad y el barro de las manos.
Kate se fue con Garrett siguiéndola de cerca, asegurándose de que ella llegara a casa sana y salva.
Edward y Jasper arrojaron nuestros bolsos en la parte trasera de mi Jeep donde se encontraba la caja fuerte sucia. Luego me ayudaron a poner la capota del Jeep, en un vano intento de ocultar que viajaban con nosotras.
Salí del camino de entrada en medio de la noche con el estómago revuelto de emoción y nervios. Alice estaba sentada hecha un manojo de ansiedad a mi lado en el asiento del pasajero, y los chicos se encorvaban en la parte de atrás.
Estábamos todos tan callados, tan absortos en nuestros propios pensamientos, que no notamos la patrulla escondida detrás de un denso grupo de árboles Mayhaw que se alzaban bajos cerca del puente gris a las afueras del pueblo. No sentimos la mirada fría y muerta de Jacob Black observando mi Jeep cruzar el agua fangosa, pasando por un puente que todos los Swan tenían prohibido cruzar.
Ciertamente no sabíamos que el día siguiente sería la última vez que la mirada oscura de Jacob Black volvería a posarse sobre nosotros. Lo que sucedería cambiaría nuestras vidas para siempre, haciendo que nuestros mundos cayeran en una errática picada, todo por amor.
Capítulo sin revisar, perdón si hay algún error. Más tarde será editado.
Los chicos no quieren apartar su vista de las chicas...
Gracias por leer :)
