Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Hoodfabulous, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Hoodfabulous. I'm only translating with her permission.
Capítulo 19
Turbulencia
"El corazón fue hecho para ser roto."
~Oscar Wilde~
Otro trueno retumbó en lo alto, iluminando el cielo ennegrecido. La silueta de las nubes oscuras se acentuaron por un momento mientras un rayo atravesaba la oscuridad que nos rodeaba.
Una fina niebla llenó el aire húmedo, cubriendo mis brazos de humedad, haciendo que los finos vellos de la parte posterior de mis brazos se erizaran.
El hechizo entre Rose y Emmett fue roto con el sonido de la inminente tormenta eléctrica.
—¿Quién te hizo esto? —exigió Emmett, apartando la camisa arrugada del labio partido de Rose.
—Royce King —susurró suavemente ella, casi avergonzada.
—Lo mataré por golpear a una mujer —rugió Emmett, su mirada enfurecida encontrándose con la expresión sorprendida de Rose.
Rose apartó la mirada del rostro de mi primo y comenzó a mirar nerviosamente detrás de nosotros. El inconfundible sonido del motor de una camioneta rugió en la distancia. Miré por el espejo retrovisor y noté el débil resplandor de los faros delanteros que se abrían paso entre los desolados árboles que se mecían por el viento.
—Tengo que salir de aquí —susurró Rose con una voz llena de temor—. No lo provoquen. Está en la camioneta de su papá, y su papá siempre tiene un arma cargada en la guantera.
Abrí la boca, lista para indicarle que se suba al Jeep, pero era demasiado tarde. Los ojos de Rose se abrieron aún más y su rostro palideció. Se tambaleó hacia atrás, sus manos todavía aferrando la camiseta rasgada. Rose salió corriendo del puente, se dio la vuelta para mirar solemnemente a nuestro grupo, presionando un dedo sobre sus labios antes de abrirse paso en el terraplén. Rose desapareció en la noche, bajo el viejo puente que crujía con las aguas turbias que se agitaban debajo. Nos quedamos solos, mirándonos el uno al otro con una expresión cautelosa e insegura en nuestros rostros.
Los faros delanteros a lo lejos brillaron rápidamente con más fuerza, filtrándose por las ramas de los árboles. Los brillantes haces de luz de los faros convirtieron la niebla en un blanco pálido, como un fantasma, burlándose de nosotros mientras bailaba alrededor del puente desvencijado. Emmett arrojó la camiseta ensangrentada en el asiento trasero y me dijo que abriera el capó del Jeep.
Comprendiendo de inmediato sus intenciones, tiré de la palanca con una mano temblorosa. El Jeep crujió y se sacudió ligeramente. Emmett levantó el capó, desapareciendo detrás de la placa de metal. Alice, Kate, y yo intercambiamos una mirada rápida, pero cómplice.
Las tres nos bajamos del Jeep justo cuando el viento y la niebla aumentó dramáticamente, agitándose a nuestro alrededor. El sonido del motor distante se hizo más fuerte, pero fingimos ignorancia, absortas en agarrar la superficie resbaladiza de la capota del Jeep.
La camioneta se detuvo a nuestro lado, rugiendo y gimiendo como una bestia furiosa, justo cuando las tres terminamos de luchar para volver a colocar la capota en el Jeep. Me di vuelta, mi cuerpo lleno de odio y asco, sabiendo quién era el conductor de la camioneta y lo que le había hecho a mi nueva amiga. La ventanilla bajó, y justo como esperaba, Royce King me miró fijamente.
Royce todavía tenía ojos azules fríos y pálidos, aunque estaban casi negros por la dilatación de sus pupilas. También estaban llenos de maldad y se movían constantemente mientras se fijaban en Kate, Alice, y en mí de nuevo. Su cabello rubio estaba desordenado, arremolinándose alrededor de su frente y rozando la parte superior de sus párpados. También había una ligera diferencia en el color de su piel. Estaba un poco amarillenta, con un brillo casi enfermizo. Se veía un poco más delgado.
Me recordaba a Benjamin.
—Si no son mis viejos amigos, los Swan —dijo con una voz maniática, retorciendo los dedos ansiosamente sobre el volante—. ¿Están teniendo problemas con el coche?
—Nada que no pueda solucionar, Royce —respondió Emmett en voz alta, cerrando de golpe el capó del Jeep justo cuando nosotras tres terminamos de colocar la capota—. ¿Qué te trae por este lugar?
—¿Por qué tan amigable, Emmett? —preguntó Royce con recelo, lanzándole a Emmett una sonrisa retorcida—. La última vez que te vi fue en la estación de trenes. Si lo recuerdo correctamente, creías que podías patear mi trasero. ¿Sigues pensando eso?
Había un tono peligroso en su voz, desafiando a que mi primo dijera las palabras equivocadas, con el tono equivocado de voz. El comentario de Rose de que Royce tenía un arma en el vehículo pasó por mi mente, y miré a Emmett con inquietud.
—Nah, amigo —Emmett le dijo a Royce, apoyándose contra el capó del Jeep y dándole una sonrisa casual—. Eso solo fue un malentendido... demasiada cerveza, demasiada hierba, y un malentendido. Estamos bien.
Royce seguía observando a Emmett con incredulidad, pero mi primo no era nada más que la viva imagen de la inocencia. Su sonrisa era amable y ligeramente tímida, como si estuviera avergonzado de sus acciones esa noche, aunque Royce mismo era el responsable de tomar como rehén a Kate.
Podía sentir la ira que irradiaba Kate en olas espesas y tórridas. Ella estaba parada del otro lado del Jeep, mordiéndose las uñas descuidadamente como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. Sabía que Kate estaba muriendo por no decir lo que pensaba, pero el hecho de que Royce estuviera obviamente inestable y supuestamente empuñaba un arma la contenía, ciertamente no deseaba repetir el incidente de Jacob Black.
—Entonces, ¿no te molesta que Kate y Bella estén saliendo con Garrett y Edward Cullen? —Royce le preguntó a Em mientras estudiaba cuidadosamente el rostro de mi primo—. ¿O que Alice está saliendo con Jasper Hale?
La mano de Emmett se crispó. Fue un momento breve e imperceptible para todos excepto para mí, pero seguía allí.
—No, amigo. Es un país libre. —Em se encogió de hombros, sin perder un segundo—. Ellas pueden salir con quien quieran.
—Ajá —murmuró Royce, la sonrisa siniestra borrándose de su rostro mientras sacudía la cabeza tontamente.
—Enciende el Jeep, Bella, y veamos si arreglé el problema —indicó Em, dándole la espalda a Royce y dándome una mirada asesina.
Asentí, apartándome de su mirada indignada. Después de subirme al Jeep, encendí el motor y le hice un gesto con el pulgar hacia arriba a Em. Kate y Alice también se subieron al Jeep, evitando cuidadosamente la mirada interrogativa de Royce.
—¿Necesitas algo más, Royce? —preguntó Em, inclinando la cabeza a un costado.
Royce miró por la ventana, entrecerrando los ojos hacia Emmett. Entonces nos miró a Kate, a Alice, y a mí, analizando cada uno de nuestros movimientos, cada respiración. Nunca contestó la pregunta de Emmett, lo cual era más aterrador que todo lo demás. Quería decir que él no quería que supiéramos que estaba buscando a Rose, a una chica perdida al costado del camino.
Royce simplemente subió la ventana polarizada, pisó el acelerador y se alejó lentamente. El rugido del motor y las luces traseras desaparecieron más allá del viejo puente y alrededor del tramo de la sinuosa y embarrada carretera.
Intenté captar la mirada de Emmett, pero me ignoró. Corrió hacia el puente, deslizándose por el mismo terraplén por el que Rose había desaparecido antes. Reaparecieron juntos minutos después mientras las tres esperábamos con la respiración contenida. Rose estaba encorvada, obviamente adolorida.
—Kate, dame mi camiseta —instruyó Em, extendiendo su mano expectante dentro del Jeep.
Kate le tendió la camiseta ensangrentada, y las tres miramos como Emmett intentaba quitarle a Rose la blusa arruinada de su cuerpo.
—¿Qué estás haciendo? —jadeó Rose, apartándose de Emmett.
—Intento ayudarte a quitarte la blusa —explicó él con mejillas ligeramente sonrojadas—. Está arruinada. Puedes usar mi camiseta para ir al hospital.
—¿Hospital? No iré al hospital —espetó, haciendo una mueca mientras deslizaba sus brazos fuera de la camiseta.
—Sí, irás —insistió Emmett, manteniendo la mirada astutamente en su rostro y lejos de su pecho cubierto por el sujetador mientras ella lo fulminaba con la mirada—. Puede que tengas algunas costillas rotas. ¿Y si te has perforado un pulmón? Necesitas algunas radiografías y te llevaremos.
—Solo dame un teléfono y llamaré a mi hermano para que me recoja —resopló Rose.
—No hay forma de que nos quedemos sentados en esta carretera esperando a que Royce aparezca de nuevo —argumentó Emmett—. Súbete al Jeep. Iremos al hospital.
—¡No! —siseó Rose entre dientes.
—Déjame al menos llevarte a casa, Rose —dije.
—No puedes llevarme a casa —respondió ella, mirándome con el ceño ligeramente fruncido—. Los Cullen tienen familiares de fuera del condado que se quedan con ellos y no están... contentos con la situación entre sus dos familias.
Rose no dio más detalles, pero las pocas palabras que había dicho lo decían todo. La familia de Edward no aceptaba la relación entre nosotros. Les incomodaba el hecho de que hubiéramos llegado a un acuerdo para trabajar juntos para acabar con Aro y James. La irritación de Edward no se debía solo a que Rose había desaparecido, también estaba bajo el intenso escrutinio de sus invitados. Mis temores se habían hecho realidad.
Un suspiro monumental y exasperado de Kate me sacó de mis tumultuosas cavilaciones internas.
—Súbete al Jeep, perra —resopló Kate, poniendo mala cara a una Rose beligerante—. No estás en condiciones de discutir. Sigue hablando y te daré una paliza en todo lo que duela.
Rose miró a Kate horrorizada. Su boca se abrió y se cerró como un pez fuera del agua. Su piel pálida ardió hasta adquirir un rojo intenso y furioso.
Otro trueno y un rayo atravesaron el cielo. La niebla que flotaba alrededor de la cabeza rubia de Rose se transformó en una lluvia ligera. Rose miró con inquietud al cielo y luego a nosotros. Su rostro se tensó mientras asentía con la cabeza, insegura.
Rose hizo una mueca, jadeando en busca de aire mientras Emmett la ayudaba a sentarse en el asiento trasero del Jeep. Kate se sentó a su lado, alzando una ceja desafiante. Rose frunció el ceño y luego se dio la vuelta mientras Emmett encajaba con cautela su enorme cuerpo entre las dos chicas.
—Alice, llama a Jasper —murmuré, ignorando la mirada intensa de Jasper desde el asiento trasero mientras conducía lentamente por el camino embarrado—. Dile que tenemos a Rose y que nos espere en el hospital.
Alice asintió, lanzándole a Emmett una mirada insegura antes de llamar a Jasper y hablar en voz baja por teléfono. Terminó la llamada un par de minutos después. El Jeep se llenó de un silencio incómodo, aparte de los ocasionales jadeos suaves de la belleza rubia en el asiento trasero.
—Lo siento, Rose —me disculpé, rompiendo el silencio mientras atravesábamos Mayhaw y nos dirigíamos hacia Birchwood—. Mi Jeep se desplaza como un camión maderero. Lamento el viaje turbulento.
—Está bien —jadeó Rose, doblándose mientras esquivaba un bache profundo en las carreteras desgastadas de nuestro pequeño pueblo—. No te disculpes por algo que no puedes controlar.
—¿Puedes alguien, por favor, decirme qué diablos está pasando? —preguntó Emmett, interrumpiendo la conversación entre Rose y yo—. ¿Es cierto? ¿Todas ustedes están saliendo con los chicos Cullen?
Miré fijamente al frente, concentrándome en la carretera frente a nosotros mientras mis neumáticos alcanzaban el puente gris. Sentí el peso de la mirada preocupada de mi hermana y de mi prima sobre mí, haciendo presión como si fuera una tonelada de ladrillos.
—Sí —suspiró Kate, recostándose en el asiento y frotándose la frente con frustración—. Estábamos planeando contarte todo esta noche, antes de que la viéramos a ella caminando por la carretera.
—¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron hacer tal cosa... traicionar a nuestra familia así? —murmuró Emmett, sacudiendo la cabeza con disgusto.
—No sabes toda la historia, Em —intervine, mientras las ruedas traseras abandonaban el puente y entrábamos en Birchwood—. Todo lo que piensan que es verdad es solo una mentira inventada por Aro.
—Tienes diez minutos hasta que lleguemos al Centro Médico Birchwood —nos dijo Emmett con voz tranquila y controlada—. Diez minutos para explicar todo. No dejen nada afuera.
Kate, Alice y yo nos turnamos rápidamente para explicarle todo a Emmett. Le contamos sobre la caja fuerte de Nana, y su contenido. Le contamos sobre la evidencia que vinculaban a James con el asesinato de mi padre, y el hecho de que Aro mismo era un Cullen, y no un Swan. Le expliqué cómo mi padre, Carlisle, y Edward Padre habían llegado a un acuerdo para trabajar juntos en el negocio de las drogas, solo para que dos de los tres fueran asesinados después. Kate incluso entró en detalles sobre la muerte de Jake. Durante todo este tiempo, Emmett se mantuvo sentado, escuchando atentamente junto a Rose, que se mantenía en silencio, mirándolo con expresión cautelosa.
—Entonces, ¿no hay pruebas reales que vinculen a Aro con el asesinato de Charlie? ¿O el asesinato de Edward Padre? —Emmett finalmente preguntó, su expresión preocupada—. Básicamente me están diciendo que han puesto toda su confianza en los Cullen sin tener ninguna prueba real.
—¿Qué más pruebas necesitas, Em? —preguntó, levantando las manos con frustración antes de agarrar el volante cuando el Jeep se desvió ligeramente—. ¿Por qué sino se quedaría con todas las fotografías, declaraciones de testigos e informes policiales originales, sin adulterar, que vinculan a James con la muerte de papá si no estaba involucrado de alguna manera?
—Quizás esos reportes policiales están adulterados. —Se encogió de hombros—. Quizás los que están en el expediente son los verdaderos y los que están en la caja fuerte están adulterados.
—Eso no tiene sentido —interrumpió Alice, mirando con cautela a nuestro primo—. Si Aro quisiera a James en la cárcel por el asesinato de papá, ya podría haberlo encerrado de por vida. En cambio, tiene todas estas pruebas reunidas en su contra. ¿Por qué las guardaría a menos que tal vez James también tenga algo contra él?
—No lo sé —respondió Emmett—. Pero no asumamos cosas. Es curioso cómo un poco de amor de los chicos Cullen las ha dejado a todas ciegas y las han puesto completamente en contra de su propia sangre.
—Su primo, Benjamin, está vendiendo drogas para Aro y James —interrumpió Rose con voz monótona.
—Es por eso que Royce me atacó esta noche —continuó, ignorando la mirada reticente de Emmett—. Salimos a buscar unas pizzas para la cena cuando sonó su móvil. Me dijo que tenía que hacer una entrega en Oak Bluff. Cuando hicimos la parada, dejó su teléfono en la camioneta. Comenzó a sonar mientras él estaba adentro y vi el nombre de Benjamin en la pantalla. Cometí el error de preguntarle al respecto cuando nos fuimos de la casa. Royce se asustó y me golpeó. Cuando detuvo el coche a un lado de la carretera, me bajé y corrí con todo lo que tenía. Apuesto que caminé tres kilómetros, escondiéndome en las zanjas cada vez que escuchaba pasar su ruidosa camioneta. Entonces, aparecieron todos ustedes.
—Ben no haría negocios con un Cullen —espetó Emmett, fulminándola con la mirada—. Estás mintiendo.
—Como sea —dijo Rose, apretando los dientes de dolor—. Cree lo que quieras. No tengo razones para mentir. Amo a los Cullen, pero no soy una de ellos. Soy una Hale, no una Cullen. No tengo nada que ver en esto.
El Jeep quedó en silencio cuando giré en la salida y entré en el estacionamiento del Centro Médico Birchwood. El complejo de dos pisos se extendía sobre unas pocas hectáreas de tierra, rodeado de pinos altos. La entrada de la sala de emergencias estaba iluminada como el Cuatro de Julio. El estacionamiento delantero solo tenía un puñado de coches. Dos ambulancias solitarias descansaban debajo del toldo de la sala de emergencias, abandonadas por sus ocupantes que estaban adentro tomando café, aburridos por la poca acción que el pequeño condado tenía para ofrecer.
Un Cadillac negro reluciente estaba estacionado cerca de la salida, la superficie brillando bajo la dura iluminación. Una bola de terror se formó en mi estómago, no al ver a Carlisle bajando del coche, sino por el hombre extraño que se bajaba del lado del pasajero.
El hombre era alto y tenía un parecido sorprendente con Carlisle. Compartían los mismos rasgos distintivos: el cabello rubio y los fríos ojos azules que podrían destrozarte, miembro a miembro, con solo una mirada severa. Era mucho más joven que Carlisle, parecía estar en sus veintes.
—Ese es Liam —dijo Rose, respondiendo mi pregunta no hecha mientras apagaba el motor—. Liam Cullen, primo hermano de Carlisle, y el mayor anti Swan de todos. Yo me quedaría en el Jeep si fuera ustedes.
Ver a Edward, saliendo de la sala de emergencias con Garrett y Jasper, hizo que sus palabras se desvanecieran. Agarré la manija de la puerta y me salí del Jeep, pero me quedé petrificada ante la mirada solemne de Edward. Él sacudió la cabeza minuciosamente, lanzando una mirada en dirección a Carlisle y Liam.
—¿Dónde está mi hermana? —gritó Jasper frenéticamente, su rostro lejos de la expresión tranquila y serena que normalmente tenía.
Emmett estaba ayudando a Rose a bajar del Jeep, pero se puso rígido cuando las manos de Jasper sujetaron sus brazos. Jasper lo arrojó a un lado, como si no fuera casi el doble de su tamaño. Emmett tropezó contra el concreto antes de recuperar el equilibrio.
Rose lentamente bajó del Jeep, golpeada y magullada, vistiendo la camiseta de Emmett. Cuando se dio la vuelta y plantó los pies firmemente en el suelo, noté el número de la posición en fútbol de Emmett y el nombre Swan estampado en la parte posterior de la camiseta. Su hermano lo notó al mismo tiempo que yo.
Fue entonces que Jasper Hale se volvió loco.
—¡Tú hiciste esto! ¡Tú le hiciste esto a mi hermana! —gritó, sus ojos brillantes abiertos de par en par y salvajes—. ¡Casi murió una vez! ¡No dejaré que vuelva a pasar!
Jasper lanzó un puñetazo firme hacia arriba, golpeando a Emmett en la mandíbula. Jadeé, extendiendo la mano para detenerlo, pero Jasper me empujó sin cuidado a un costado. Caí al suelo, mirando con horror como los dos hombres comenzaban a pelear, intercambiando maldiciones y golpes.
Rose y Alice comenzaron a gritar, rogándole a Jasper que se detuviera, pero era como si no estuvieran allí. Kate las agarró para evitar que se metieran con una mirada de puro disgusto en su rostro. Edward y Garrett rápidamente llegaron al lado de Jasper, tirando y jalando de él hasta que efectivamente lo inmovilizaron contra el suelo.
—¡Royce llamó y me contó todo! —gritó Jasper, la saliva caía de su boca mientras luchaba contra Edward y Garrett—. ¡Me contó que atacaste a mi hermana en el estacionamiento de la pizzería! ¡Te mataré, Swan, aunque sea lo último que haga en mi vida!
Escuché los sollozos de mi hermana, Rose rogándole a Jasper por su comprensión, y la respiración agitada de Emmett mientras miraba con odio al grupo de hombres frente a nosotros. Dos guardias de seguridad y un enfermero salieron afuera, de alguna manera alertados de los sucesos que tomaban lugar en la propiedad del hospital. Los guardias de seguridad pusieron de pie a Jasper, escoltándolo hacia el interior detrás de Rose, que sollozaba y cojeaba en los brazos del enfermero.
—Esto es exactamente de lo que estaba hablando, Edward —dijo una voz suave y melosa—. Esos Swan no son más que problemas.
El hombre llamado Liam me dirigió una mirada fría y dura. Se apoyó contra el Cadillac, y me miró con desdén, como si yo no fuera más que tierra en la suela de su zapato.
—Sabes lo que tienes que hacer, hijo —añadió Carlisle, sacando un puro de su bolsillo de la camisa y encendiéndolo—. Termina con esto.
Carlisle me sonrió, una sonrisa torcida y torturada, antes de volver a subir al vehículo. El humo restante de su puro flotaba en el aire, mezclándose con la lluvia.
Edward asintió. Su expresión era severa, sus rasgos cincelados firmes.
Lo miré desde el suelo por un momento mientras se acercaba a mí. Su cabello broncíneo estaba mojado por la lluvia, resbaladizo y brillante en un desorden extremadamente seductor. El agua goteaba de su cabello, deslizándose por su frente, suavizando sus largas y amplias pestañas. Los músculos firmes de sus brazos y pecho se presionaban contra su camisa, empapada por la lluvia que ganaba velocidad. Azotaba a nuestro alrededor, mientras el viento la succionaba bajo el toldo exterior de la sala de emergencias. La fricción del agua golpeaba amargamente contra mi rostro.
Edward ofreció su mano, mirándome con una expresión vacía. Extendí la mano, tomando la suya, mi pecho contraído por el miedo mientras me ponía de piel. Soltó su agarre, se apartó, y echó un vistazo a quienes nos rodeaban.
—Solo vete, Bella —susurró, sus palabras suaves atravesando la lluvia—. Vete antes de que salgas lastimada. Se acabó. No puedo hacer más esto.
—No —susurré, petrificada por la conmoción, en negación.
Edward estaba parado con su peso sobre una cadera, mirando hacia otro lado... tan lejos de mí como podía. La determinación pintaba sus rasgos, paralizándome. Me apuñaló en el pecho, desgarrando la sensibilidad de mi corazón, y partiéndome por la mitad. Mi alma estaba desgarrada y destrozada. Si hubiera muerto en ese mismo momento, hubiera sido un dulce alivio del tormento que se estaba gestando en mi interior.
—Eres mi mejor amigo, mi alma gemela... ¿cómo puedes simplemente alejarte? ¿Cómo puedes dejarnos atrás? ¿Dejar esto? —chillé, extendiendo una mano.
Mi mano se detuvo en el aire húmedo cuando dio un paso atrás, todavía evitando mi mirada, mi toque.
—Lo que pasó con Jasper... —seguí, pero rápidamente me calló con sus propias palabras.
—Esto no tiene nada que ver con Jasper —insistió, encontrando mi mirada por primera vez mientras sus ojos verde musgo miraban fríamente a los míos—. No podemos hacer esto, Bella. Es demasiado peligroso para ti. Mi familia... Tu familia... Si algo te fuera a pasar...
—¿Dónde está ese chico imprudente? —chillé, secando las lágrimas y la lluvia de mi rostro con el dorso de mi mano—. ¿Dónde está el chico al que no le importa? ¿El chico que dice "al diablo las consecuencias"?
—Sigue aquí —insistió Edward, mirando hacia donde se encontraban nuestros familiares escuchándonos, mirándonos boquiabiertos—. También es el mismo chico que moriría si algo te sucediera. No puedo vivir en un mundo sin ti. Si eso significa estar separados, es un riesgo que tendré que tomar. Solo prométeme una cosa.
—¿Qué? —gimoteé.
—Prométeme que tendrás cuidado —susurró, dando un paso hacia adelante y tomando mi pequeña mano, entrelazando sus dedos largos y cálidos con los míos, pequeños y fríos—. Prométeme que te cuidarás.
Asentí, fría y sin preocuparme por mi propia seguridad. Asentí por él, para hacerle una promesa tácita a un chico que estaba a punto de dejarme atrás, destrozando el único amor verdadero que había conocido en toda mi vida.
Edward soltó mis dedos flácidos y sin vida, y luego tomó mi rostro en sus manos. Inclinó mi rostro hacia arriba, forzando mi mirada a encontrarse con la suya. Esos orbes verdes me observaban, punzando mi alma.
Una mezcla de emociones se reflejaba en su rostro mientras sus ojos miraban mis rasgos una última vez. Edward acercó mi cuerpo al suyo, rozando sus labios contra mi frente mientras yo sollozaba contra su pecho, aferrando su camisa mojada con mis manos.
Entonces, se fue. Se apartó, evitando mi mirada una vez más. Con las manos metidas profundamente en sus jeans mojados y desgastados, cruzó las puertas de la sala de emergencias. Estas se abrieron, dejando un sonido silbante que resonó en el aire. Nunca miró atrás mientras lo veía marcharse.
Me quedé allí, bajo el viento, los truenos y la lluvia, presionando mi mano contra el lugar donde una vez se encontraba mi corazón. Latía frenéticamente contra mi palma, pero no era real. No era real. El torrente de sangre que gritaba en mis oídos y se agitaba en mis venas no era real. Nada era real. Todo se había ido. Él se lo llevó. Cuando Edward se fue, se llevó mi existencia con él.
Kate me llevó hacia el Jeep, fulminando con la mirada a Liam, que miraba con diversión. Dejamos al resto de los hombres Cullen donde se encontraban, observando mientras nos subíamos al Jeep. Kate se puso detrás del volante y nos llevó de regreso a Mayhaw.
Kate, Emmett, y su mandíbula hinchada estaban furiosos. Hablaban constantemente sobre lo que había ocurrido esta noche. Alice se quedó callada, salvo por los murmullos ocasionales sobre la violenta tormenta que se avecinaba. Yo no dije nada, porque estaba muerta. Muerta por dentro. Era un cascarón de persona que no podía existir en un mundo sin su otra mitad.
Una vez en casa, me escondí en los cálidos confines de mi cuarto, adormeciendo el dolor de la única manera que sabía. Encendí un porro con dedos temblorosos y arrugados por la lluvia, y di una calada profunda de la sustancia celestial y embriagadora. Caí contra la pared de mi cuarto, maldiciendo cuando mi cabeza mojada golpeó la madera detrás de ella.
Deseaba poder ser una mártir, una chica que pudiera enfrentar estos obstáculos con testarudez, abrazando mi fin con dignidad. Una mártir recibiría su muerte, iría hacia ella voluntariamente. Así no tendría más recuerdos para este dolor. Estaría entumecida... anestésica. Vacía.
Pero Bella Swan no era una mártir.
Cerrando los ojos, dejé que la hierba me llevara, infiltrándose en mi cuerpo y haciendo del mundo un lugar un poco mejor; un lugar donde mi padre seguía vivo, mi madre me amaba, y Edward nunca se apartaba de mi lado. Quizás era una cobarde, al elegir una tranquilidad momentánea en lugar del dolor desgarrador. Noté que ya no me importaba. La cobardía no significaba nada para una chica con el corazón roto.
Sentí una vibración en el bolsillo mojado de mis pantalones cortos y me di cuenta que mi teléfono estaba escondido en el fondo. Después de darle otra calada al porro, saqué el móvil de mi ropa mojada y miré a la pantalla.
Mi corazón frío y muerto comenzó a agitarse una vez más mientras miraba a las palabras brillantes. Eran solo tres palabras. Tres simples palabras que me daban mucha esperanza.
Sigue el juego. ~Edward
Se viene la explicación en el próximo capítulo, tal vez lo suba mañana.
¡Gracias por leer! :)
