En lo profundo del vasto cosmos, más allá de las estrellas, existía un planeta singular: Cybertron. Un mundo hecho completamente de metal, habitado por seres robóticos que podían pensar, sentir y transformar sus cuerpos a voluntad. Por esta habilidad, se les conoció como "Transformers".

Es probable que todos hayan escuchado su historia. La guerra entre Autobots y Decepticons, la leyenda de Optimus Prime y Megatron; nombres que han trascendido el tiempo. Sin embargo, esta no es otra versión de esa misma historia. Esta es una crónica sobre cómo comenzó todo, sobre los primeros pasos de aquellos que cambiarían el curso de Cybertron y del universo mismo.


En un pequeño apartamento de las zonas residenciales de la gran ciudad de Iacon, un joven robot de color rojo y azul despertó con el sonido de su alarma. Con una chispa de entusiasmo en sus ojos, la apagó y se incorporó en su cama metálica.

—¡Hoy es el gran día! —exclamó con una sonrisa.

Su nombre era Orion Pax, y ese día comenzaría a trabajar por primera vez. Con energía, Orion se dirigió a la cocina, donde colocó un cuenco metálico sobre la mesa. Con cuidado, lo llenó de pequeños cubos brillantes de energon azul, que chisporroteaban suavemente, y luego añadió un líquido púrpura resplandeciente. Con su desayuno listo, se sentó y comenzó a comer con tranquilidad, mientras leía las noticias proyectadas en una pantalla holográfica:

"Nuevas acusaciones de corrupción rodean a Sentinel Prime. Los ciudadanos piden una mayor transparencia en la gestión de energon y la administración pública."

"Reportes recientes indican condiciones extremas en las minas de energon de las zonas industriales. Los trabajadores exigen mejores medidas de seguridad, aunque las autoridades aún no han respondido."

"Crecen las protestas en las ciudades de Kaon y Tarn. Los ciudadanos reclaman igualdad de oportunidades y justicia social ante la creciente diferencia entre clases."

"Científicos de la Universidad de Cybertron desarrollan mejoras en los cogs de transformación para permitir modos alternos más eficientes y adaptados a diversas tareas."

"Se inaugura un nuevo distrito residencial en Iacon, diseñado para albergar a aquellos con trabajos de reciente creación en la administración pública y educación."

"Hallan registros de lo que parecen ser antiguos relatos sobre los Primes, una élite ancestral que, según las historias, guiaba y protegía a Cybertron en épocas de gran necesidad."

Esta última noticia le interesó mucho a Orion. Cuando estaba en la academia, le gustaba escuchar las historias de los 13 primes originales y sus batallas.

Una vez terminó de desayunar, se levantó y fue a limpiarse. Quería estar presentable en su primer día. Se dirigió al pequeño baño que compartía con otros inquilinos del edificio, donde encendió la luz, revelando una serie de herramientas de cuidado personal alineadas sobre el lavabo.

Orion tomó un cepillo de cerdas suaves y comenzó a pulir su armadura roja y azul, asegurándose de que cada detalle brillara bajo la luz. Luego, se aplicó un poco de aceite especial para el mantenimiento de su mecanismo de transformación, asegurándose de que todo funcionara a la perfección. Finalmente, ajustó su visor y se miró en el espejo, sintiéndose listo para enfrentar el día.

Con una última revisión de su apariencia, Orion se dirigió hacia la puerta de su apartamento, donde tomó una respiración profunda para calmar su emoción. - Hoy es el día.- Se repitió, mientras abría la puerta y salía al pasillo iluminado por la luz del sol de Cybertron.

Al salir del edificio, la vibrante ciudad de Iacon se extendía ante él. Las torres metálicas y los vehículos de diversos tamaños zumbaban a su alrededor, creando una sinfonía de actividad. Grandes auncios holograficos se mostraban en todas partes, anunciando eventos como el proximo concierto de DJ Jazz o la gran carrera Iacon-5000. Orion sintió un cosquilleo de emoción recorrer su sistema. Era el comienzo de una nueva etapa en su vida.

Mientras caminaba hacia su nuevo trabajo, no pudo evitar pensar en cómo cambiaría su vida al convertirse en un miembro activo de la sociedad de Cybertron. Las posibilidades eran infinitas, y él estaba decidido a aprovechar cada oportunidad que se le presentara.

Orión entonces miró la hora en su pantalla interna y, al darse cuenta de que se estaba quedando sin tiempo, decidió transformarse. Sus partes se reconfiguraron con un suave zumbido, y en un instante, se convirtió en un elegante vehículo de dos puertas, con un acabado brillante que reflejaba la luz del sol de Cybertron.

Con un impulso de emoción, aceleró por la carretera, dejando atrás la zona residencial. Las calles estaban llenas de actividad, con otros Transformers en sus modos alternativos que se desplazaban en diversas direcciones. Las luces y los sonidos de la ciudad eran estimulantes, y Orión no podía evitar sentir que estaba siendo parte de algo más grande.

Mientras avanzaba, sus sistemas de navegación le indicaban la ruta hacia el parque de almacenamiento de Energon de Iaco, uno de los lugares vitales para el suministro de energía de Cybertron. Cada kilómetro que recorría aumentaba su emoción y nerviosismo. Sabía que este era un nuevo comienzo y estaba decidido a dar lo mejor de sí mismo en un trabajo que no solo era importante para él, sino también para todo su planeta.

Al llegar al parque, Orión se detuvo y transformó de nuevo, tomando forma de robot. El lugar estaba lleno de enormes hangares de Energon, y el ambiente vibraba con la actividad de sus compañeros trabajadores. Orión inhaló profundamente, sintiendo el aroma del Energon fresco en el aire. Con una sonrisa de determinación, se dirigió hacia la entrada, listo para enfrentar su primer día.

Orión caminó junto al resto de los nuevos empleados hacia el lugar donde les asignarían sus puestos de trabajo. La sala de recepción estaba llena de otros Transformers, todos con un brillo de expectativa en sus ojos. Se formaron en una fila ordenada, esperando a que el recepcionista les diera las instrucciones necesarias.

Cuando llegó su turno, el recepcionista, un robusto Transformer de color gris con un visor luminoso, miró hacia Orión y le preguntó con una voz monótona:

- Nombre, por favor.

- Soy Orión, Orión Pax.- Respondió, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción.

El recepcionista tecleó rápidamente en su ordenador, sus circuitos chisporroteando mientras revisaba la información. Tras unos momentos, miró hacia Orión con una expresión neutral y le dijo:

- Tu sitio de trabajo es el almacén 67. Allí te explicarán lo que tienes que hacer.

- Muchas gracias. Orión respondió, aliviado de tener una dirección clara.

Con una sonrisa de gratitud, se alejó de la recepción y siguió las indicaciones hacia el almacén 67. Mientras caminaba, observó a sus nuevos compañeros de trabajo en acción, organizando y moviendo contenedores de Energon.

El sonido de los motores y las voces de los trabajadores resonaban en el aire, creando una sinfonía de actividad que aumentaba su emoción. Orión se sintió listo para comenzar su jornada, ansioso por contribuir y aprender todo lo que pudiera sobre su nuevo entorno.

Finalmente, llegó a la entrada del almacén 67. La puerta se deslizó hacia un lado, revelando un amplio espacio lleno de contenedores brillantes y maquinaria reluciente. Orión respiró hondo, sintiendo la energía del lugar, y se adentró con determinación.

Buscando a quien estuviera a cargo, Orión se acercó a un robot de color naranja que estaba supervisando a un grupo de trabajadores. Con una expresión amigable, le preguntó:

– Disculpa, estoy buscando a quien está a cargo, para que me diga cuál es mi trabajo.

El robot sonrió y respondió con una voz cálida: – No busques más, amigo, lo tienes delante. Soy Dion y seré tu supervisor de ahora en adelante.

Dion hizo una pausa, como si evaluara a Orión antes de continuar.

– En cuanto a lo que tienes que hacer, es bastante simple: cuando lleguen los trenes, debes descargar los contenedores de Energon y llevarlos a los espacios de almacenaje. Y si te lo piden, cargarlos en los camiones de exportación. Y hablando de eso, los trenes estan a punto de llegar, así que ve a la estación de descarga que está por allí. - Dijo Dion mientras señalaba a la estación mencionada.

Orión asintió, sintiendo un alivio al tener una tarea clara. La energía en el almacén vibraba a su alrededor, y estaba decidido a hacer un buen trabajo bajo la supervisión de Dion.

Orión se dirigia a donde Dion le indicó. Estaba a punto de realizar su primera tarea en su nuevo trabajo, nada le pondría más feliz. O eso creía.

Al estar perdido en sus pensamiento, no se dio cuenta del robot que se acercaba, el cual estaba revisando datos en una tableta olografica. Por accidente, ambos chocaron.

- Oh, vaya lo siento... - Dijo Orion antes de que sus palabras fueran interrumpidas por la visión que tenia en frente: Era una joven robot de colores rosa y blanco. Y era la robot más hermosa que había visto. Orión fue sacado rapidamente de sus pensamientos cuando ella habló.

- No te disculpes, soy yo la que debería Mirar por donde va. Soy Ariel, por cierto.

Orión respondió con algo de nerviosismo: - Encantado, soy Orión, Orión Pax. Acabo de empezar hoy mismo.

- Iguan que yo. - Respondió ella con una pequeña sonrisa.

Entonces, se escuchó el sonido de algo que se acercaba y Orio se dio cuenta que tenia que ir a descargar el cargamento del tren.

- Lo siento, tengo que irme. Hablamos luego. - Dijo orion mientras reanudaba su camino a la estacion.

Ariel se despidió de él y reanudó su camino.

Orión llegó a la estación justo cuando el tren se detuvo, emitiendo un suave silbido que resonó en el aire metálico. Las compuertas del tren se abrieron, revelando una serie de contenedores cúbicos de Energon brillando con un vibrante resplandor azul. Varios de sus compañeros de trabajo entraron rápidamente al vagón, llenos de energía y ansiosos por comenzar.

Siguiendo el ejemplo de los demás, Orión se adentró en el tren y comenzó a recoger los contenedores. Su emoción por su primer día de trabajo le daba fuerza y determinación. Con un esfuerzo, sacó el primer contenedor, sintiendo el peso del Energon mientras lo balanceaba hacia afuera.

Una vez que el vagón estaba vacío, él y sus compañeros se dirigieron a la línea de camiones que se habían transformado. Estos vehículos, compactos y eficientes, esperaban listos para cargar los contenedores. Orión se unió a sus colegas, apilando cuidadosamente los cubos de Energon en la parte trasera de uno de los camiones.

Mientras trabajaban, el sonido de las máquinas y el murmullo de sus compañeros llenaban el aire. Orión sintió una satisfacción creciente al ver cómo su trabajo contribuía a mantener el flujo de Energon en Cybertron. Con cada contenedor que cargaba, se daba cuenta de que estaba un paso más cerca de convertirse en un miembro valioso de su comunidad.

El resto del día transcurrió sin incidentes. Orión continuó descargando los contenedores de Energon de cada vagón, sintiendo el ritmo constante del trabajo. A medida que el tren se iba vaciando, un suave zumbido de energía parecía flotar en el aire. El flujo de Energon era vital para Cybertron, y Orión sentía el peso y la responsabilidad de cada cubo que colocaba en los camiones de transporte.

Finalmente, llegó el descanso de mitad de jornada. Al escuchar la señal que anunciaba el alto, Orión se enderezó y miró a su alrededor, viendo a sus compañeros relajarse y estirar sus articulaciones después de la intensa carga. Agradecido por la pausa, dejó a un lado su carga y se dirigió al área de descanso, donde varios de sus compañeros ya estaban charlando y tomando cubos de Energon para recargar energías.

Orión tomó uno de los cubos y se sentó, observando en silencio la actividad a su alrededor. Estaba cansado, pero una sonrisa de satisfacción se dibujaba en su rostro. Su primer día estaba marchando bien, y aunque el trabajo era arduo, se sentía feliz de estar contribuyendo a algo importante en Cybertron.

Mientras Orión tomaba su cubo de Energon, su mirada se detuvo en una esquina del área de descanso. Ahí, charlando con un par de compañeros, estaba la misma joven con la que había chocado antes: Ariel. Parecía estar disfrutando de la conversación, sus colores rosados y blancos destacando bajo la luz tenue de la estación.

Inspirado por un impulso que no lograba ignorar, Orión se levantó y se acercó, esforzándose por mantener una expresión relajada.

– Hola de nuevo. –Dijo, con una ligera sonrisa.

Ariel se volvió hacia él y sus ojos se iluminaron al reconocerlo–. ¡Orión! ¿Qué tal va tu primer día?

– Mejor de lo que imaginé. –Respondió, sintiendo que se le escapaba una sonrisa sincera. – Y, bueno, esta es la primera pausa que tengo, así que pensé en venir a saludarte.

Ariel asintió, pareciendo aliviada–. A mí también me está yendo bien. Es agotador, pero se siente… bien, ¿verdad?

– Sí, justo eso. – Respondió Orión. –Creo que encontrar algo en lo que puedas contribuir hace que todo valga la pena.

Ambos intercambiaron una mirada que, sin necesidad de palabras, comunicaba una conexión silenciosa y cómoda. No hacía falta decir mucho; en esa breve pausa, Orión sintió que acababa de hacer una verdadera amistad.

– Quizá podríamos compartir el descanso de nuevo alguna vez. –Sugirió Orión, esperando no sonar demasiado precipitado.

Ariel sonrió de manera suave, asintiendo. –Claro, me encantaría.

Después de la pausa, Orión y sus compañeros regresaron a sus puestos para la segunda mitad de la jornada. Esta vez, la tarea consistía en cargar los contenedores de Energon en los camiones que esperaban en la estación de carga. Cada cubo de Energon brillaba con un tono azul intenso, y mientras los transportaban, Orión no podía evitar sentir el peso de su responsabilidad: aquella energía vital que pronto llegaría a hospitales, fábricas de alimentos, y centrales de energía de todo Cybertron.

Uno tras otro, los contenedores eran asegurados en los camiones, y Orión trabajaba con dedicación, sincronizándose con sus compañeros. A pesar del cansancio que empezaba a acumularse en sus sistemas, una extraña satisfacción le impulsaba a seguir. Estaba contribuyendo de manera tangible al bienestar de su mundo, y por primera vez en su vida, comprendía lo valioso que podía ser su trabajo, por sencillo que pareciera.

Al final del turno, mientras observaba los camiones cargados alejarse hacia sus destinos, Orión sintió una profunda gratitud por la oportunidad de formar parte de algo tan importante.

Al concluir su primera jornada laboral, Orión se despidió de Ariel con una sonrisa y comenzó su regreso a casa. La carretera nocturna hacia las zonas residenciales de Iacon era tranquila, con un brillo metálico reflejando las luces urbanas sobre el asfalto. Al salir de la vía principal, se transformó nuevamente y continuó el trayecto caminando.

Al girar en una de las esquinas hacia su edificio, no notó al robot anciano que venía en dirección contraria y accidentalmente se tropezó con él.

– Oh, disculpe. –Dijo Orión, haciéndose a un lado de inmediato.

El anciano, de figura imponente y con una armadura morada desgastada pero distinguida, levantó la mirada hacia Orión. Sus ojos centellearon con un extraño reconocimiento, una chispa de sorpresa que rápidamente se desvaneció, pero dejó una impresión profunda en Orión.

– No es nada, joven. –Respondió el anciano con voz grave y pausada, sin apartar la vista de él.

Durante un par de segundos, permaneció observándolo con una intensidad que inquietó a Orión. Fue como si buscara algo en sus facciones, algún detalle que sólo él pudiera percibir. Finalmente, el anciano esbozó una pequeña sonrisa, casi imperceptible, y asintió con un gesto de aprobación antes de seguir su camino sin añadir una palabra más.

Confundido, pero intrigado, Orión se quedó viéndolo alejarse por unos momentos antes de sacudir la cabeza y reanudar su camino al apartamento.

El anciano caminó alejándose, con una mezcla de nostalgia y asombro reflejados en sus ojos. Mientras se perdía en sus propios pensamientos, apenas podía creer lo que había presenciado: después de tantos ciclos, de incontables cambios y de los estragos de la historia, había vuelto a ver aquel rostro, aunque ahora perteneciera a otro tiempo, a otra vida.

- El destino siempre encuentra sus caminos. - murmuró para sí mismo, apenas audible, mientras sentía una renovada esperanza.

Orión entró en su departamento y se sirvió la cena. Las fábricas de alimentos creaban, a partir de Energon, comidas de todo tipo, desde platos energéticos hasta delicados postres. Esa noche, decidió preparar un sencillo plato de Energon mezclado con saborizantes naturales, algo que le recordaba a su infancia.

Mientras cenaba, su mente divagaba. Pensó en su primer día de trabajo y en Ariel. La forma en que sonrió al presentarse aún resonaba en su sistema. Era una conexión inesperada, pero sentía que había algo especial en ella.

Después de comer, se acomodó en su asiento y encendió la pantalla holográfica. Las noticias del día se proyectaron ante él, mostrando titulares sobre la creciente desconfianza entre los diferentes sectores de Cybertron. Comentarios sobre la corrupción en el consejo, el clima tenso entre los ciudadanos, y la figura cada vez más cuestionada de Sentinel Prime. A pesar de los problemas que enfrentaba su mundo, Orión se sentía esperanzado. Había comenzado su jornada laboral y, aunque el futuro era incierto, él estaba decidido a encontrar su camino en medio de todo.

Mientras tanto, el anciano con el que Orión se tropezó llegó a su vivienda, una pequeña pero acogedora morada, repleta de antiguos libros y objetos que contaban historias de épocas pasadas. La luz tenue iluminaba las paredes, llenas de recuerdos.

Con un suspiro profundo, el anciano se acercó a un viejo escritorio de metal y abrió un cajón desgastado. Sacó una caja metálica cubierta de símbolos que habían perdido su brillo con el tiempo. La abrió con cuidado, revelando su contenido. Dentro, había un objeto con dos asas a los lados, y en el centro, una esfera que emitía una luz azul brillante, rodeada de placas de metal naranjas.

– Lo hemos encontrado… – Murmuró el anciano, su voz temblorosa llena de emoción y reverencia.

Mirando el objeto, recordó los días de antaño, cuando la esperanza brillaba en Cybertron y los Prime eran reverenciados como protectores de su mundo. La esfera, un antiguo artefacto, representaba algo más que un simple objeto; era un símbolo de poder, de un futuro que aún podía ser reclamado.

– Es el momento. – Dijo para sí mismo, sintiendo que los ciclos del destino estaban en movimiento. – La chispa de la esperanza aún arde en este mundo, y no permitiré que se apague.

Con determinación, el anciano guardó el artefacto de nuevo en la caja, sabiendo que su descubrimiento podría cambiar el curso de la historia.


Aquí está mi nueva historia de Transformers, la cual no está conectada con mi crossover con Hey Arnold. Esta es mi versión del origen de muchos de los personajes de la franquicia. Una especie de AU. Los primeros capítulos sirven para presentar a los personajes principales. Se me ocurrió esta idea despues de haber visto Transformers: One. Una pelicula que me encató. Llevo bastante tiempo creando este universo. Espero que os guste.

No soy dueño de Transformers. Todos los derechos le pertenecen a Hasbro.