Nota: El español no es mi lengua materna, por lo que puede haber algunos errores gramaticales. Intenté hacerlo lo mejor posible utilizando un traductor en línea. Si encuentras algún error o algo que no tiene sentido, envíame un mensaje en twitter /sorato_fan.

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Día 4 - Concert: La Piedra Verde
Taichi planea una proposición de matrimonio sorpresa a Mimi.

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– No entiendo cómo has podido seguir adelante sin ponerte nervioso. – Taichi estaba tan tenso por el mero hecho de que podía sentir sus palmas sudando y su corazón acelerándose. Sin mencionar su cuerpo temblado ligeramente.

– ¿Quién dijo que no lo estaba? – Contestó Yamato, recostándose en la cama del moreno. – Es que soy bueno controlando mis sentimientos. La mayor parte del tiempo, al menos.

– ¿Ni por un segundo pensaste en decir que no?

– La verdad es que no. Sé que Sora había puesto mucho empeño en planear toda la propuesta. Y no quería decir que no, sinceramente. No me importa cuál de nosotros propuso, sino el hecho de que nos vamos a casar.

– No creí que fuera así. – Sora sonrió y se inclinó hacia él, besándole brevemente. – La verdadera cuestión aquí es si quieres hacerlo, Taichi. No deberías proponer si no te sientes preparado para ello, sólo porque te sientas presionado a que todo el mundo a tu alrededor lo haga.

– Yo… yo…

– ¿Has hablado con ella de ello? – Preguntó Yamato. – No directamente, pero ya sabes… ¿intentaste averiguar cómo se siente al respecto?

– Sora no te preguntó y funcionó.

– Pero no deberías comparar, de verdad. Somos una pareja diferente, personas diferentes. Sí, se lo propuse por sorpresa, pero le conocía lo suficiente como para estar segura de cómo se sentiría con ello. Eso no significaba que no me volviera loca a veces.

– Ustedes hacen que todo parezca tan fácil.

– Porque lo es.

– ¿Entonces por qué me estoy asustando tanto?

– Porque es normal. Es un gran paso.

– ¿Has decidido cómo quieres hacerlo? Eso es lo primero.

– Bueno, sé que a Mimi le gustaría un gran espectáculo o algo así. Algo así como lo que hiciste cuando te propuso a Yamato.

– ¿Por qué no le das algo de comida? – Agumon sugirió. – Eso la haría feliz.

– Eso no es una opción, Agumon. – Taichi se apretó la cara con la palma de la mano. – Sinceramente, no sé que hacer.

– No hice un gran espectáculo cuando propuse. – Dijo Sora después de recuperarse del embarazoso momento de Agumon. – ¿Lo hice?

– Desde luego que no. – Yamato sacudió su cabeza.

– Sabía que solo quería que todos formarais parte de ese momento conmigo, ya que habéis estado ahí desde el principio.

– ¿Por qué no optas por el cliché? Una cena romántica y luego la propuesta.

– No, es demasiado íntimo para Mimi. Además, quiero que tú también seas parte de este momento.

– Todavía podemos ser parte de ella. Excepto que no será una cena romántica.

– No creo que a Mimi le importe tener algo pequeño esta vez. De hecho, creo que no le importaría cómo lo hicieras. Lo que importa es que se lo propongas.

– ¿Acaso conoces a Mimi at all?

– Supongo que mejor que tú. – Sora se encogió de hombros. – Sé que quieres que seas perfecto y memorable, pero no puedes equivocarte en absoluto con una cena romántica.

– Podéis hacer una pequeña celebración para vuestras familias y amigos íntimos, si realmente queréis que participen en ella.

– Tengo que admitir que esta es la idea que me parece más atractiva.

– Entonces ya tienen tu respuesta.

– Pero aún no estoy convencido de que sea su propuesta ideal.

– Taichi, ella puede tener su momento cuando sea el día de tu boda. Confía en mí, ella tendrá su espectáculo entonces.

– Supongo que tienes razón.

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Taichi y Hikari estaban en una joyería buscando anillos de compromiso, pero a él le estaba costando elegir uno.

– ¿Qué te parece éste? – Ella le mostró un anillo dorado con una delicada piedra morada. – Es bonito.

– Lo es, pero yo buscaba una perla o… ya sabes, una piedra verde en vez de morada.

– Eso se puede cambiar, ¿no? – Miró al vendedor, que le hizo un gesto con la cabeza. – ¿Ves? Problema resuelto.

– Hmmm, todavía no me convence.

– Taichi, acabas de decir que este era bonito.

– Lo sé. Pero me temo que a Mimi no le gustará.

– Lo dudo, a Mimi le encantan las joyas.

– Sí, pero es un anillo de compromiso. Tiene que ser perfecto.

– Confía en mí, le encantará.

– Vale, vale. – Taichi miró al vendedor y le entregó el anillo. – Quiero uno de este con una piedra verde. El otro no tiene que tener piedra.

– De acuerdo.

– Y también, ¿puedes grabar nuestros nombres en él? Taichi y Mimi.

– Claro. ¿Quieres su nombre en el tuyo y nombre de ella en el suyo, ¿verdad?

– Así es.

– Cobramos cincuenta yenes por el servicio y se tarda unos treinta minutos en hacerlo.

– Está bien. Volveré a recogerlos más tarde.

– Estupendo.


– Así que estáis a punto de comprometeros, ¿eh? – Dijo Hikari mientras salían de la tienda.

– Lo sé, parece surrealista incluso pensarlo.

– Me alegro mucho por vosotros.

– Gracias, hermana. – Taichi sonrió. – Espero que no se enfade conmigo por ocultarle la sorpresa.

– Creo firmemente que no. Estará tan asombrada y conmocionada que ni siquiera tendrá tiempo de enfadarse contigo.

– Yo también lo creo.

– Entonces, ¿has decidido qué vas a hacer para proponerle matrimonio? ¿Una cena o algo así?

– Al final elegí una cena. Es lo tradicional, supongo, pero igual le preparé una sorpresa.

– ¿En serio? ¿Qué hiciste?

– Bueno, ideé un plan con Sora para invitarla a cenas a un restaurante elegante. Entonces estaremos todos allí cuando lleguen y Sora dirá que hace mucho tiempo que no nos juntamos. Y en algún momento, llamaré la atención de todos y le propondré matrimonio.

– Parece un buen plan.

– Realmente lo parece. Pero, ¿y tú?

– ¿Y yo qué?

– ¿Cuándo te vas a comprometer?

– Todavía soy muy joven para eso. Tendremos tiempo de sobra.

– Sabia respuesta. No me gustaría que te comprometieras tan pronto.

– Qué tonto. – Hikari le dio un codazo juguetón en las costillas. – ¿Vamos a comer algo?

– Claro.

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Mimi tardó unos quince minutos en bajar y reunirse con Sora. Ésta aceptó de inmediato y encantada salir a cenar con ella y también pensó que últimamente no habían pasado mucho tiempo juntas. Fueron escuchando alegres canciones pop durante todo el camino hasta el restaurante y charlando animadamente también sobre sus vidas.


– ¡Vaya, Sora, este sitio es precioso! – Exclamó ella cuando entraron en el restaurante.

– ¡Lo sé! Es uno de los mejores sitios de Odaiba. Espera a ver el segundo piso.

– ¿Es ahí donde nos vamos a sentar?

– Sí, si te parece bien.

– Claro, está bien. Seguro que es aún más bonito que aquí abajo.

– Definitivamente. Vamos.


– Sora?

– ¿Sí?

– ¿Por qué no me dijiste que todos los demás estarían aquí?

– ¿No lo hice? – Sora no pudo evitar sonreír. – Debo haberlo olvidado entonces. Pero sí, todos están aquí.

– ¿Me he olvidado del cumpleaños de alguien?

– No, no es el cumpleaños de nadie. Sólo queríamos tener una reunión para celebrar nuestra amistad.

– Genial. Sólo desearía que me lo dijeras.

– Lo siento.


Sora y Mimi charlaban tan alegremente que la morena apenas se dio cuenta de que Taichi se había ido de su lado hasta que llamó la atención de todos golpeando una cuchara en su vaso.

– Taichi, ¿qué estás haciendo?

– Tengo algo que decirte.

Por alguna razón, empezó a sentirse tensa y tuvo la impresión de que algo grande iba a suceder. – Vale, ¿pero tienes que estar ahí arriba?

– De hecho, sí. – Él la miró directamente a los ojos marrones. – De hecho, tú también deberías.

– ¿Qué está pasando aquí?

– Ven aquí. – Caminó hacia ella desde el otro lado de la mesa y le tendió la mano. – Ven.

Mimi lo miró fijamente durante unos minutos antes de agarrarlo y Taichi la condujo hasta el final de la misma y luego hacia él. Intentó ignorar todas las miradas que había sobre ellos y centrarse sólo en su novio que tenía delante.

– Esto no es un simple reencuentro, ¿verdad?

– La verdad es que no. – Dijo con una sonrisa.

– ¿Por eso me pediste que me vistiera elegante? – Se volvió hacia Sora, que simplemente asintió con una sonrisa. Mimi se puso más tensa mientras volvía a centrarse en Taichi. – Vale, ahora sí que sé que pasa algo.

– Allá vamos. – Dijo Taichi y miró sus manos antes de encontrarse con sus ojos marrones.

– Oh Dios, creo que sé a dónde va esto y no estoy preparada para ello.

– Mimi. – Intentó sonar firme, pero su voz fallaba miserablemente. – Habíamos recorrido un largo camino hasta aquí, ¿no?

– Es cierto. – Su voz no era muy diferente a la de él. – Puede que no hubiéramos vuelto a estar juntos si no le hubiera pedido a Sora que me ayudara.

– ¡De nada! – Gritó Sora desde detrás de la mesa con una sonrisa y las manos sobre la boca.

– Puede que tengas razón. Por eso… – Sacó una cajita de terciopelo negro y se arrodilló.

– Taichi, ¿qué estás haciendo? – Mimi sintió que le ardían las mejillas, pero al mismo tiempo sintió que la felicidad la embargaba.

– Mimi, te quiero y quiero pasar el resto de mi vida contigo. ¿Me harás el hombre más feliz de la Tierra y me concederás el honor de convertirte en mi esposa? ¿Quieres casarte conmigo?

– Yo… Yo… – Estaban tan sorprendida que no podía pensar con claridad. Se lo esperaba, pero seguía sin reaccionar. Sólo cuando su madre gritó "¡di que sí!", algo que hizo que Mimi la mirara al instante porque no había visto a sus padres llegar en absoluto, se arrodilló frente a su novio con la sonrisa más brillante en los labios.

– ¡Sí, sí, sí! ¡Un millón de veces sí! – Le rodeó el cuello con los brazos mientras él se inclinaba sobre ella y la besaba brevemente en los labios.

Taichi temblaba tanto de los nervios que apenas consiguió poner el anillo en el dedo de Mimi. Ella se quedó boquiabierta al ver lo bonito que era, y la pequeña piedra verde lo hacía aún más perfecto.

– ¡Taichi, esto es tan hermoso! – Dijo después de levantar la mano a la altura de sus ojos y mirar el anillo con más detenimiento. – Me encanta.

– ¿De verdad? Tenia tanto miedo de que no te gustara. Me siento tan aliviado.

– Es precioso, de verdad. – Ella le cogió la mano y él la ayudó a levantarse. Luego volvió a levantar la mano y se giró hacia los demás, mostrando su anillo de compromiso con una gran sonrisa. – ¡Estoy prometida!

Hubo un montón de vítores y aplausos procedentes del resto del grupo. Satoe y Yuuko lloraban mucho y corrieron hacia sus hijos para felicitarlos por el compromiso. Era imposible saber cuál era la más ruidosa.

– ¡Mi hija se va a casar! – Gritó Satoe. – ¡Es el día más feliz de mi vida!

– Mamá, por favor.

– Quiero ver el anillo. – Cogió la mano de Mimi y se quedó más que asombrada. – ¡Dios mío, Mimi! ¡Es increíble! ¡Tan bonito!

– Lo sé. – Mimi apenas podía contener la sonrisa.

– Felicidades, cariño. – Isao le dio a su hija un beso en la mejilla y un abrazo. – Me alegro mucho por ti.

– Gracias, papá. – Mimi miró entonces a Taichi y se sonrieron antes de entrelazar sus dedos.

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– Por fin. – Dijo Taichi después de abrir la puerta de su apartamento. – Me duelen los pies.

– Y que lo digas. – Mimi se quitó enseguida sus zapatos negros de tacón alto. – Ahora me siento mucho mejor.

– Tengo que admitir que me moría de ganas de estar a solas contigo.

– ¿En serio? – Caminó hacia él y le rodeó el pecho con los brazos, apretando su cuerpo contra su espalda.

– Oh, sí. – Él giró sobre sí mismo y la miró a los hermosos ojos marrones antes de rozarle suavemente el flequillo. – ¿Cómo te sientes?

– Me siento bastante bien. Feliz. – Ella deslizó los brazos hacia su la nuca de él. – ¿Y tú?

– No podría ser más feliz.

– Me alegra oír eso. – Ella susurró y luego se puso de puntillas, capturando sus labios en un beso suave y apasionado.

– Así que supongo que vas a pasar la noche aquí. ¿Verdad? – Preguntó Taichi cuando se separaron.

– Me lo estaba pensando. ¿Te parece bien? – Mimi le miró fijamente a los ojos.

– En absoluto. – Murmuró y le llevó la mano a la nuca. – Me encantaría.

– Pensé que lo harías. – Ella se inclinó para besarle de nuevo.


Taichi cogió a Mimi up al estilo novia, sin dejar de besarla, y se dirigió a su dormitorio. La sentó suavemente en su cama y se sentó a su lado. Ella no perdió el tiempo y volvió a inclinarse sobre él, que hundió la cabeza en la almohada. Dejó escapar un gemido cuando la lengua de ella se deslizó dentro de su boca, enredándose enseguida con la suya. Su mano se enroscó en el largo pelo castaño de ella mientras su sesión de besos avanzaba. Unos segundos después, las manos de Taichi se movieron hacia los hombros de ella y deslizó los delgados tirantes de su vestido negro, mostrando una mayor parte de sus pechos. La pareja de novios rompió su beso después de varios minutos para respirar y se miraron a los ojos con ternura.

– ¿Estás segura de que quieres hacer esto? – Preguntó Taichi suavemente mientras le acariciaba la espalda con suavidad.

– Sí, quiero. – Mimi asintió y apoyó la barbilla en el pecho de él, sin romper en absoluto el contacto visual. – Estoy lista. ¿Y tú?

– Sí. – Él también asintió y le acarició el pelo una vez más. – Pero también estoy nervioso.

– Yo también. Pero confío en ti. Quiero hacerlo y llegar hasta el final contigo.

– Mimi. – Dijo su nombre suavemente. – Eres increíble. ¿Te lo he dicho alguna vez?

– Unas cuantas veces, sí. – Ella sonrió. – Pero siempre es bueno oírlo, no lo voy a negar.

– Te quiero.

– Yo también te quiero, prometido. – Mimi apretó sus labios contra los de él en lo que pretendía ser un beso breve, pero la mano de él en la nuca de ella no la dejó apartarse y se dieron otro lento y profundo.

Con mucho esfuerzo, Mimi consiguió apartarse de él y le miró con ojos traviesos mientras le desabrochaba lentamente la camisa blanca. Taichi puso las manos detrás de la cabeza cuando ella se puso de puntillas y se quitó el vestido negro, tirándolo a un lado. Ella no pudo evitar sonreír al verle relamerse los labios inconscientemente al ver sus grandes y redondos pechos. Ella le pasó las manos por el pecho desnudo mientras se lanzaba de nuevo hacia él y sus labios volvían a chocar.