Capítulo 11: Búsqueda y pérdida
¿Qué pesaba más? ¿Soportar los injustos reproches de un hijo dolido o lastimar a un hermano con la cruel realidad? Camus no estaba seguro qué camino tomar, pues era incapaz de herir el corazón de uno de los seres que más quería.
Desde los diez años, tanto él como sus padres, descubrieron su capacidad de crear aire congelante con sus propias manos. En ese entonces, su madre quiso llevarlo a algunos "especialistas" para determinar si eso se debía a una irregularidad en su organismo, pero su padre decidió lo contrario, pues en su familia ya se había escuchado un caso como ese, pero siglos atrás. Alguna vez le hablaron de un hombre llamado Degel, quien no solo había sido un brillante literato, sino un caballero servidor de una diosa capaz de crear el aire frío más poderoso, alcanzando los límites más bajos, según los descubrimientos científicos. Nadie más que Camus había heredado esa "reliquia familiar", por lo que le dijeron que lo tome como un "don" que nadie más allá de sus seres cercanos podía conocer.
La condición de Camus no era algo que le impidiera vivir, por lo que pudo convertirse en un reconocido catedrático en ciencias sociales, que le permitió desempeñarse en algunas instituciones; ahora se dedicaba a ser el Consejero de Surt, su amigo de la infancia, alcalde de la ciudad y hermano de su prometida. También había aprendido a sacar provecho de su extraño "don" con la cosecha de hielo. De vez en cuando, viajaba a Groenlandia para producir hielo mineral de alta pureza y comercializarlo a los bares más exclusivos de la región, el producto era especial por ser natural, no provocar burbujas y derretirse en menos tiempo que el común.
Sin embargo, a pesar de tantos logros, siempre lo invadía un sentimiento nostálgico, e incluso culpa, sobre todo cuando se encontraba frente a su hermano. ¿Por qué sentía que le debía algo a Milo? ¿Por qué, a pesar de ser inocente de su acusación, se sentía culpable? Como si lo hubiera traicionado.
- Yo no tuve la culpa de la muerte de papá. – afirmó Camus, enojado, pero al mismo tiempo dolido. – Él ya estaba enfermo del corazón desde hace años y ningún médico logró determinar la causa. Lo sabes muy bien.
- Papá sufría de esa infección y solo tu maldito aire congelante mantenía la bacteria de su corazón en letargo. – acusó Milo, irónico. – Pero ese día no funcionó porque te pusiste "nervioso". Un inútil completo.
- ¿¡Y qué esperabas!? – reclamó el joven, indignado. – ¡Me sentí impotente al ver que mi ayuda no servía de nada! ¡Hice lo que pude! Por muchos años mantuve a papá estable, pero si no pudo soportar más su condición fue porque te…
Camus se calló antes de cometer una imprudencia, pues no solo quería evitar lastimar a su hermano, sino porque eso se lo había prometido a su padre antes de morir. Además, la condición de Milo era extraña, sobre todo cuando se alteraba, temía que un impacto emocional empeore su salud; y no iba a soportar perder a otro miembro de su familia.
- ¿Yo qué…? – preguntó Milo, desafiante. – ¿Qué ibas a decir?
- Cálmate, por favor. – pidió el joven. – Si te exaltas te vas a intoxicar más.
A diferencia de Camus, quien heredó un "don" más manejable, con Milo no fue la misma historia. Tres años atrás, unos días antes de la muerte de su padre, comenzó a sufrir intoxicaciones en el cuerpo debido a una "toxina" con características químicas casi idénticas al veneno del escorpión, el cual se segregaba desde su corazón. ¿Cómo era eso posible? Un misterio médico, pero a pesar de no tener respuestas científicas, no iba a permitir que su hermano muera, al igual que su padre. Desde ese momento comenzó a investigar sobre el veneno, aprendiendo que este se neutralizaba en bajas temperaturas, pues sus átomos se detenían de manera temporal. Desde ese día, comenzó a tratar a su hermano a escondidas, pues sabía que él, debido al rencor, no le permitiría acercarse.
El caso de Milo le hizo recordar otra historia que su padre le contó a ambos, algo relacionado con Degel. El caballero tenía un mejor amigo, llamado Kardia, quien a pesar de ser un guerrero sin igual, como él, sufría de una enfermedad cardiaca que incendiaba su corazón. Para mantener con vida a su compañero, Degel usaba su aire congelante. Camus decidió imitar aquella acción por amor a su hermano.
La madre de ambos conocía el secreto de Camus y no estaba de acuerdo con ese silencio, pero el ruego de su hijo mayor le hizo a callar, sobre todo porque fue el último deseo de su amado esposo en el lecho de su muerte.
- No eres el único al que le dolió la muerte de papá. – dijo Camus, casi quebrando la voz. – Yo lo extraño todos los días y me hace mucha falta, sobre todo ahora que voy a casarme.
- Tú no has perdido nada, pues siempre has sido el favorito de mamá…
- ¡No digas tonterías! – reclamó el mayor, enojado. – Nuestra madre siempre nos ha querido igual, jamás ha hecho diferencias. Ahora que está trabajando en Egipto, incluso se comunica más contigo que conmigo. ¿¡Por qué dices eso!?
- ¡Está bien! No voy a negar que mamá nos quiere por igual, pero con papá la relación era especial. – recordó el joven, dolido. – Él y yo éramos idénticos, compartíamos los mismos gustos y por eso me apoyó en mi camino como atleta profesional… El que por culpa de esta maldita enfermedad tuve que abandonar.
Milo observó con nostalgia su pared, la que estaba cubierta por un montón de títulos, medallas y trofeos que había ganado desde la infancia. Incluso algunas fotos con su familia o con su padre al lado, quien había apoyado ese sueño con ímpetu.
- Por sus problemas de salud, papá no pudo dedicarse a eso, por eso quise continuar con su sueño… – expresó el joven, con lágrimas en los ojos. – Mi vida se desperdició por esta desconocida condición.
- ¿Cómo puedes decir eso cuando estás ayudando a tanta gente? – preguntó Camus. – Ahora que has aprendido a conocer tu veneno, has podido calmar el dolor de muchos. Te has convertido en un reconocido curandero en la ciudad.
Milo observó sus dedos, los que comenzaron a brillar en fuerte carmesí, pues estaba concentrando su veneno en ese punto. Lo único bueno que había sacado de su enfermedad, era que el mismo veneno que lo agredía, servía para aliviar la dolencia de muchos enfermos, sobre todo de los terminales. El veneno del escorpión podía ser letal, pero al mismo tiempo podía aliviar cualquier dolor o ayudar a los agonizantes a tener una despedida llena de paz.
- Es tan irónico que el veneno que me hace daño sea el mismo que ayuda a tanta gente. – dijo el joven, riendo con ironía. – Pero a mí no me provoca nada más que mala salud y recordarme el sueño que perdí.
- A veces tenemos que recorrer distintos caminos para llegar a nuestro propósito. De eso se trata la vida.
- No me interesa tu filosofía barata. – dijo Milo, mirando con molestia a su hermano. – Nada de eso quita que eres el culpable del dolor de esta familia. Nos traicionaste a todos.
- "Amigo mío… ¿Por qué nos has traicionado?"
Con aquella extraña frase entrando a su mente, Camus sintió una punzada de dolor en su pecho, por lo que lo agarró con angustia, mientras su rostro se perturbaba. Milo se sorprendió al ver lo ocurrido.
- ¿Qué demonios te pasa?
- Cállate. Yo no soy un traidor… – respondió Camus, mirando con reproche a Milo. – ¡No soy un traidor!
El catedrático salió de la habitación de su hermano menor, lanzando la puerta con fuerza.
Shun imaginó un sinfín de escenarios nefastos y trágicos para el reencuentro que estaba viviendo, uno que anhelaba con ansiedad, pero al mismo tiempo temía por las dolorosas circunstancias que lo rodeaban. Nunca pensó tener a su hermano entre sus brazos, al joven que había tomado su lugar en su fatídico destino. Aún se sentía culpable de lo ocurrido, totalmente devastado.
- Ikki… hermano. – habló Shun, con lágrimas en los ojos.
- Shun… por fin te encuentro. – dijo el joven, aliviado. – Logré llegar a ti porque sentí tu poderoso cosmos, y ahora que te veo, lo entiendo.
Ikki estaba sorprendido no solo de ver a su hermano menor portando su armadura, sino mostrando una imagen más madura y determinada. Ahora entendía el destino que ambos compartían, con la única diferencia de que el de él se había desviado terriblemente
- Mi mente se ha aclarado al verte de esta manera, y mucho más al conocer el destino de Saori, nuestra querida amiga. – dijo Ikki. – Ahora eres un caballero a su servicio, lo que yo no pude llegar a ser.
- ¿Dime dónde has estado todo este tiempo, Ikki? – preguntó Shun, evadiendo la pregunta. – Te ves terrible. ¿Pudiste escapar de las garras de Aiacos? ¿Ya no tienes nada que ver con Hades?
- Aún no estoy bajo su completo dominio… y es por eso que he venido aquí. – dijo el joven, mirando con seriedad a su hermano. – Yo necesito que…
- ¡Ikki!
El guerrero se espantó al escuchar la voz de Saori, quien con ansiedad bajó las escaleras del santuario para encontrarse con él. Inicialmente, Ikki tuvo el impulso de abrazarla, pero al instante retrocedió, rechazando su cercanía.
- No te acerques… – expresó con desagrado.
- Pero Ikki…
Ikki sentía emoción de verla, pero al mismo tiempo rechazo. Él ya sabía que el último sentimiento no le pertenecía y por eso luchaba por mantenerse alejado.
- ¿Qué te pasa, hermano? – preguntó Shun, sorprendido.
- Yo ya estoy manchado por la oscuridad, no soy el mismo de antes. – dijo el joven, mortificado. – Hades está dentro de mi cuerpo, pero aún no despierta, así que esta es tu oportunidad.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó la joven, preocupada. – He vivido días de angustia por no saber de ti. Y ahora que estás aquí, encontraremos la mejor solución para liberarte de ese yugo.
- ¡No hay solución! ¡Ya es tarde para eso! – gritó el joven. – Saori… No, Athena… Debes actuar.
Ikki abrió se posicionó frente a Saori, quien estaba inmovilizada al entender lo que el joven le estaba insinuando. De ninguna manera ella podría hacer algo como eso. Ella estaba decidida a sacrificarse a sí misma para acabar con su enemigo, derrotarlo como lo había hecho desde la era del mito, pero ella había hecho un juramento sobre sus caballeros, e Ikki no era la excepción. No importaba si aún no despertaba como tal.
- ¡No, Ikki! – gritó Saori, determinada. – Voy a acabar con Hades sin sacrificarte a ti.
- ¡No sea ilusa! – gritó el joven, desesperado. – ¡Toma tu báculo y acaba conmigo! Yo no puedo hacer nada, mi cosmos se apaga, además solo soy un humano. En cambio, tú…
Ikki volvió a caer presa de la desesperación al sentir que pensaba como Hades, e incluso comenzaba a hablar como él. Su boca comenzó a destilar sangre debido a conflicto entre el alma del dios y el cuerpo errado. ¿Cómo iba a terminar aquel calvario? No pudo mantenerse en pie debido a la conmoción.
- ¡Hermano! – gritó Shun, acercándose.
- ¡No te alejes de Saori! – exigió Ikki a Shun. – En vez de preocuparte por mí, convéncela...
- Yo aún cargo con mis abusos del pasado… – dijo Athena, avergonzada. – Ahora mis caballeros son mis aliados, no mis sirvientes.
- Eres la diosa de la guerra, los sacrificios en esta batalla se darán, te guste o no. – advirtió Ikki. – Así que evita lo peor, antes de que…
- ¡A un lado!
Ante Athena y Shun llegó Pandora, quien había estado siguiendo el rastro de Ikki desde hace algunos días. A la distancia había escuchado la conversación entre los tres amigos, pero el cosmos de la diosa la mantuvo alejada, sin entender por qué. Ahora estaba delante de un Ikki ensangrentado y desvanecido en el suelo, pero aún algo consciente.
- Tú eres… – dijo Shun, sorprendido.
- Después de diez años, nos volvemos a ver, aunque no como yo lo esperaba. – respondió Pandora, riendo. – Deberías ser tú el que esté bajo mi protección, pero las cosas han cambiado.
- Aléjate de mi hermano... – reclamó Shun, enojado. – Evita una pelea innecesaria y entréganoslo.
- Es difícil pensar que alguien como tú podría guardarme rencor, pero no te culpo si llega a ser así. – dijo Pandora. – Ahora somos enemigos y no pienso permitir que se acerquen al señor Hades. Este hombre dejó de ser tu hermano hace tiempo.
- Aléjate de Ikki, mujer. – ordenó Saori, dando un paso adelante.
Pandora volvió a sentir ese rechazo ante Athena, y aunque no lo demostraba, también terror. Saori recién había despertado como diosa, su cosmos aún seguía en crecimiento. ¿Por qué la intimidaba así?
- ¿Este es el poder de un dios? – pensó aterrada. – Pero… no me provoca lo mismo el mismo miedo que el de Ker. ¿Por qué? ¿Qué es este sentimiento que me paraliza?
- Te ordeno que te alejes de él, Pandora. – dijo Saori, seria.
- Yo no estoy bajo tus órdenes. – respondió la chica. – Podrás ser una diosa, pero también eres una humana. Así que no será difícil acabar contigo.
Shun sintió el cosmos de Pandora incrementarse con rapidez, mientras su tridente se preparaba para tocar a Saori, por lo que se colocó delante de ella para protegerla con sus cadenas. Sin embargo, el arma de la mujer detuvo su objetivo debido a un obstáculo.
- ¿Un látigo? – preguntó Pandora.
Aunque Shun estaba listo para enfrentar la situación, June decidió intervenir al ver que este había tardado demasiado en regresar con ella, quien lo estaba esperando para comenzar con su misión.
- ¡No te atrevas a tocar a Athena! – reclamó June.
- ¿¡Quién eres tú!? – preguntó Pandora, desafiante.
- Soy June, caballero de Camaleón, y conozco toda tu historia. – dijo la joven, con rabia en su voz. – No voy a perdonarte el que hayas trastocado la sagrada relación de dos hermanos y que obligues a Shun a enfrentar esto. Ahora tienes en mí a tu peor enemiga.
- ¡June, esta es mi pelea! – reclamó Shun, enojado. – ¡No intervengas!
- Tú aún sigues aferrado a tus sentimientos familiares, y es por eso que voy a tomar tu lugar. – dijo la dama. – Acabaré con esta mujer sin compasión alguna.
Shun sintió más que determinación en el corazón de June, pero no era algo que le agradaba. ¿Qué tenía planeado contra Pandora? ¿Iba a perjudicar a Ikki? Aún no la conocía del todo como para saber sus intenciones y convicciones.
Pandora, lanzando rabia de sus labios, iba a enfrentarse a June, pero comenzó a sentir la proximidad de dos cosmos, y para su mala suerte eran muy poderosos. No iba a ser capaz de soportar tanto poder ella sola. Era valiente, mas no tonta.
- Quizás nos volvamos a encontrar, Camaleón. – dijo Pandora, riéndose y bajando su tridente. – Pero sea como sea, logré mi objetivo, encontré al señor Hades.
Pandora provocó una niebla oscura que terminó quitando toda la visibilidad, momento en el que aprovechó para llevarse a Ikki. Ahora que lo había encontrado, teletransportarse con él al castillo era sencillo.
- Desapareció… – se quejó June, al no ver rastro de los jóvenes.
Saori se mantuvo en silencio observando el sitio, manchado de sangre, en el que Ikki había estado hace unos segundos, hasta que las lágrimas se asomaron por sus ojos. ¿Qué tanta desesperación habrá sentido el joven que fue a pedirle a ella misma que lo asesine? Ya no quedaba en evidencia casi nada del cosmos de su amigo, siendo ahora un títere del dios del Inframundo.
Por un instante, la diosa dudó sobre la decisión que había tomado de no acabarlo, pero regresó a aferrarse al decreto que había hecho el día que se posicionó como diosa. Ninguno de sus caballeros iba a morir, no iba a perder a nadie más que fuera cercano a ella.
- ¿Qué sucedió aquí? – preguntó Virgo.
Seiya y Shaka llegaron al sentir cosmos extraños en el santuario, los que ya habían desaparecido. Pegaso, preocupado, se acercó hasta Athena para verificar su estado, sorprendiéndose de verla llorar.
- ¿Qué ocurrió, Saori? – preguntó Seiya, angustiado de ver mal a su diosa. – ¿Por qué lloras?
La dama no respondió en ese momento, solo se secó las lágrimas y volvió a mostrar una mirada seria. Ahora más que nunca debía seguir con su camino, pase lo que pase.
- Ikki vino aquí a pedirme que le quite la vida, para así impedir los planes de Hades. – respondió la joven.
- ¿Qué? – preguntó Shaka, sorprendido. – Es imperdonable que no hayamos estado a tu lado en ese momento, pero estábamos despidiendo a todos los demás. Yo personalmente envié a Shaina y a Erii a Siberia para que inicien con su misión.
- No te preocupes, Shun y June estuvieron conmigo. – respondió Saori. – Es momento de irnos. Ahora más que nunca quiero detener a Hades, no puedo permitir que Ikki siga siendo su marioneta. Vámonos.
Saori decidió cerrar el tema y no perder más tiempo. Shun, por su parte, aún seguía consternado por todo lo que había ocurrido con su hermano; quizás en circunstancias normales, antes de ser un caballero, se habría derrumbado al verlo en ese estado, pero ahora estaba más que decidido a llegar al fondo de su misión para ayudarlo.
- Ya debemos irnos, June. – dijo el joven, serio. – Y cuando estemos en mi casa, hablaré contigo, pues me has provocado muchas dudas.
La joven no dijo nada, solo asintió, sabiendo que su compañero no iba a quedarse tranquilo después del enfrentamiento que tuvo con Pandora.
- Voy a usar la telequinesis para que cada cual llegue a su destino. – dijo Virgo.
Shaka rodeó a todos con su cosmos para desvanecerse por completo del santuario.
Saori, Seiya y Shaka ya se encontraban en Épiro, en el templo de Hades. Tal y como la diosa lo supuso, el sitio estaba abandonado, pero con la esencia del dios presente, lo que significaba que su despertar se estaba dando de a poco. Recorrieron el templo, hasta que llegaron al bastión central y se encontraron con un portón que resguardaba unas escaleras descendentes. No había duda de que se trababa del camino que llevaba al Inframundo.
- La única manera de probar si nuestro octavo sentido está despierto, es bajando por esas escaleras. – dijo Seiya, serio.
- Yo estoy más que preparada. No importa los riesgos que tenga que correr.
- Athena, debes tener dos cosas presentes. – intervino Shaka. – De no lograrlo, pasaremos a formar parte del nuevo Inframundo que se está formando con la llegada de Hades… pero en caso de pasar esta prueba, debemos tener presente que el tiempo estará a nuestro favor o en nuestra contra. Mientras que en el Inframundo pasan horas, en la superficie son días.
- Lo tengo presente, por eso no podemos perder más tiempo. – dijo la diosa. – Debo reconocer el camino de mi enemigo, encontrar alguna evidencia, mientras que tú, Shaka, debes hallar la cura para…
La joven se tomó el pecho con angustia, causando que Seiya se preocupe y la tome de los hombros. Shaka también se alarmó ante su reacción.
- ¿Qué te pasa, Saori? – preguntó Pegaso, preocupado. – ¿Qué sientes?
- Uno de mis caballeros… ya ha sido tomado por la oscuridad.
Shaka se alarmó ante lo que la diosa dijo. ¿Acaso se refería al joven que Dohko había encontrado? Porque solo así podría justificar la preocupación del Patriarca, Shion, en ir a China.
- Suficiente… Hay que avanzar. – dijo Saori, dejando de lado su pesar, para después mirar al caballero de Virgo. – Shaka, dejo en tus manos el futuro de los caballeros aún vulnerables y corrompidos.
- Mi vida está empeñada en esta misión, no dudes que lo conseguiré.
Seiya se adelantó para escoltar a Saori en su descenso, mientras que Shaka se mantuvo detrás de ella, alerta a cualquier cosa que pudiera pasar. Los tres comenzaron a elevar su cosmos, causando que las pulseras de flores brillen con intensidad.
- Guíanos, cosmos… – oró Athena.
A medida que descendían por las escaleras, los latidos del corazón de la diosa y los caballeros comenzaron a disminuir…
Mientras Dohko se encontraba en el forcejeo con Giganto de Cíclope, su cabeza era un completo caos por lo que había ocurrido frente a sus ojos, sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Se maldijo por no haber percibido a tiempo el cosmos del enemigo, pues de haber llegado antes, el espectro no se habría llevado a Shiryu.
- Radamanthys de Wyvern, uno de los poderosos jueces del infierno, ahora ha conseguido otro caballero para su colección. – dijo el espectro. – ¿Qué se siente saber que el joven que tanto aprecias ha sufrido el destino del que tú escapaste? Agradezco a mi señor por haberme dado esta satisfacción.
Enfurecido ante el comentario, Dohko aumentó la intensidad de su cosmos y fue capaz de empujar a Giganto, quien lo superaba en peso y tamaño. Los dos terminaron cayendo al río, con la corriente alejándolos de la casa del caballero, quien había planeado que las cosas se dieran así, pues no iba a permitir que su familia se viera en riesgo.
Los guerreros terminaron su caudaloso camino en un terreno rocoso, sin nada que los pueda interrumpir.
Dohko sentía malestar en su alma al imaginar a Shiryu presa de la oscuridad. Si él, que se mantuvo en ese estado de manera parcial, pasó un tormento, no quería imaginar lo que su alumno estaba sintiendo. ¿Cómo iba a rescatarlo? Como había comentado el mochuelo de Athena, una vez que un caballero era corrompido, no había marcha atrás, y Shaka aún no encontraba la posible solución para eso.
- Así que me alejaste de tu hogar para cuidar a tu familia. – dijo Giganto con sarcasmo. – ¡Qué conmovedor! ¡Me vas a hacer llorar!
- Este enfrentamiento solo nos corresponde a nosotros, maldito espectro, pues los dos nos tenemos cuentas pendientes. – acusó el caballero. – No pienso perdonar que me hayas sometido a la oscuridad; y tú, imagino quieres limpiar tu revolcado orgullo con tu señor Radamanthys, ¿o me equivoco?
El espectro se sintió humillado y embravecido ante el comentario de Libra, pues en su momento, el no haber podido finalizar la corrupción del caballero, le trajo serios problemas con Radamanthys, quien no solo le dio una fuerte paliza por su error, sino que lo humilló delante de sus demás compañeros. Ahora que el juez le había dado una oportunidad, no iba a fallar. Iba a llevarle la cabeza de Dohko a sus pies para que la aplaste sin compasión.
- ¡Maldito seas, Libra! ¡Pagarás tu afrenta! – reclamó el espectro. – ¡Escuadrón letal!
De la tierra comenzaron a emerger múltiples espectros de la categoría de esqueletos, quienes se lanzaron encima de Dohko. Sin embargo, con plena seguridad, el caballero se posicionó para eliminarlos.
- ¡Los Cien Dragones!
Como era de esperarse, los espectros fueron eliminados de inmediato, además de que Libra había lanzado su ataque para que caiga de lleno hacia Giganto y acabar con él de una buena vez. Sin embargo, grande fue su sorpresa al descubrir que el villano había desaparecido, y muy tarde sintió su presencia detrás de él.
- ¡Pero qué…!
Giganto ahora tenía al caballero alzado del cuello, ahorcándolo. Dohko no podía concebir que ese era el verdadero poder de un espectro, siendo este incluso inferior a los jueces.
- ¿Cómo… pudiste… moverte tan rápido? – preguntó Libra, respirando con dificultad.
- El hecho que te triplique en tamaño y el peso, no quiere decir que soy lento. Este Sapuris me da la fuerza para sentirme tan ligero como una pluma. – dijo el villano. – Ahora estás sometido a mi ataque, el "Agarre Gigante". He inmovilizado tu columna vertebral por completo, por lo que no podrás hacer nada.
- Maldito…
- Mientras tenga mi fuerza, puedo invocar las filas de espectros que me dé la gana. – afirmó el ente. – Así que antes de matarte, verás cómo llegan nuevos y se van a tu hogar a masacrar a tu familia.
Para terror de Dohko, los espectros renacieron y comenzaron a alejarse del campo de batalla… pero grande fue su sorpresa al ver que estos comenzaban a salir volando por los aires, mientras sus cuerpos se desintegraban como polvo.
- ¿¡Qué!? – cuestionó Giganto, impactado.
- Ese fue…
Los espectros fueron repelidos y enviados de regreso al más allá por un muro invisible y desconocido para todos, pero no para Dohko. Para impacto de Giganto, su mano comenzó a abrirse sola, como si una desconocida fuerza estuviera moviéndole los dedos en contra de su voluntad.
- Esto es… telequinesis.
Dohko cayó al suelo, libre del letal ataque de Giganto, pero con el cuerpo aún entumecido. El espectro veía como un cosmos intimidante se acercaba, un aura dorada impactante.
Shion había llegado al campo de batalla para confirmar la corazonada que desde hace horas lo atormentaba. Se repudió a sí mismo por haber llegado tarde.
- ¿¡Quién eres tú!? – preguntó el espectro.
- ¿Quién soy yo? – preguntó Shion, irónico. – Ya deberías saberlo con solo verme… Los espectros y sus pésimos modales.
- ¡Déjate de fanfarronerías! – reclamó Giganto, enfurecido. – ¡Responde!
- Soy Shion, caballero dorado de Aries, pero sobre todo soy el Patriarca del ejército de Athena. – respondió el joven. – Y me siento ofendido de haber tenido que acabar con enemigos tan insignificantes. – ¿No hay acaso un espectro de mejor rango? Ese nivel es el que merezco.
- ¡Maldito!
- Ya estás muerto…
Shion encendió aún más su cosmos y se posicionó para invocar su ataque "Revolución de polvo estelar"; estaba más que seguro de acabar con Giganto de un solo golpe. Sin embargo, su acción se vio censurada cuando Dohko se puso delante de él y frente al enemigo.
- ¿¡Qué…!? – expresó Shion, sorprendido.
- Te doy las gracias por haberme salvado y haber llegado justo a tiempo para proteger a mi familia… – dijo Dohko, dándole la espalda a su amigo. – Pero esta es mi pelea, así que te pido que no intervengas.
- Pero Dohko…
- Tú me rescataste de las garras de la oscuridad en nuestro primer encuentro, donde caí por culpa de este maldito espectro. – confirmó Dohko. – Ahora la historia se ha repetido con Shiryu, pues Radamanthys, uno de los jueces del infierno, se lo llevó. Y ahora, seguramente él…
Shion no necesitó ver el rostro de su amigo para saber que la tristeza lo embargaba, pues por las conversaciones telepáticas que tuvieron en esos días, supo que Dohko le había tomado mucho cariño al joven, considerándolo casi un hijo. Él no comprendía esa clase de sentimiento, pero no por eso lo hacía menos.
- Está bien, Dohko, será como tú digas. – dijo Shion, serio.
- ¿En serio? – preguntó el espectro a Dohko, irónico. – ¿Aún piensas que podrás vencerme con tu insignificante tamaño?
- Ya estás muerto y aún no te has dado cuenta… – dijo Libra, seguro.
- ¿Qué dices? – preguntó el espectro, impactado.
- Iré a buscar rastros del cosmos de Radamanthys. Y de paso impedir que este imbécil haga algo para dañar tu casa. – dijo Shion, mirando a Giganto. – No gastes cosmos en mandar a tus patéticos aliados, pues ya te demostré lo que puedo hacer con ellos.
- Otra vez estoy en deuda contigo… – dijo Dohko, sonriendo.
- Con que no mueras es suficiente. – dijo Aries, dándole la espalda a su amigo, procediendo a retirarse.
- Espera, Patriarca…
Shion volteó hacia Giganto al escuchar su llamado, preparándose para una posible defensa en caso de que buscara atacarlo.
- No te preocupes por nuestro fallido enfrentamiento, pues en nuestras filas hay un hombre que te conoce desde hace años… Y espera reencontrarse contigo.
- ¿Qué? – preguntó el caballero, sorprendido. – ¿Qué tonterías estás diciendo, espectro?
- Es un espectro de mayor rango que el mío, casi tan fuerte como los Jueces… y sabe todo sobre el libro de tu vida, tu pasado y tu presente. – dijo Giganto. – Pronto sabrás de quién se trata.
Shion se quedó serio, sin decir una sola palabra, pues no iba a darle importancia a las palabras vacías del enemigo. Nadie más que él conocía a detalle los confines de su pasado y su presente. Se desvaneció del lugar, dejando a Dohko con su batalla.
Quizás, Dohko, en el momento que Giganto lo tuvo acorralado, pareció vencido, pero solo le hizo un importante recordatorio que había aprendido durante su temprano entrenamiento.
Al igual que Shiryu, con quien había logrado una enorme empatía en los días de convivencia, él también creció con muchas dudas sobre su persona. Su padre fue el encargado entrenarlo, sobre todo cuando se dio cuenta del extraño "tatuaje" de tigre que marcaba su espalda. En esa etapa, sobre todo su adolescencia, incluso llegó a sentirse acomplejado de esa marca, pero gracias a su progenitor, pudo entender más allá de eso.
- Eres especial, Dohko, al igual que el tigre, y por eso debes de aceptarlo. Él es uno con el agua, la tierra y el aire, pues no ve con los ojos, sino con los instintos. No importa lo enorme que sea tu rival, pues la madre naturaleza es quien te guiará para superarlo.
Todos los días recordaba su infancia y adolescencia, la vida y familia que tuvo antes de haberse casado con Shaorin. Sin embargo, ahora llegó con más fuerza y con la respuesta que necesitaba.
- Tú no eres más que un mastodonte sin cerebro que solo sabe dar manotazos. – dijo Dohko, arrogante. – Usas tu cuerpo cobardemente como un arma, olvidando que yo también tengo las mías.
- ¿Qué dices?
- Soy el caballero de Libra, y como tal tengo a mi disposición seis pares de armas para volverte un simple saco de piedras. – respondió Dohko. – ¿Cuál quieres que use para eliminarte? Te daré el beneficio de que elijas.
- ¡Imbécil! ¡Ya te demostré que nada puedes hacer contra mi macizo cuerpo y mi velocidad! – presumió Giganto. – ¡Te aplastaré como el insecto que eres!
Tan enfurecido se sintió el espectro que no se dio cuenta de que Dohko cerró los ojos, pues supo que con ellos no iba a saber por dónde iba a ser atacado. ¿Por la espalda? ¿De frente? Eso no importaba, pues lo único que escuchaba era el viento chocando contra el monumental cuerpo de su enemigo, quien por centrarse en su fuerza y furia, había dejado de lado su cosmos.
- ¡Muere!
Dohko sintió el viento chocar contra su rival a su izquierda, por lo que rápidamente sacó el arma con la que lo detuvo por completo. El cuerpo de Giganto se tambaleó espantosamente, hasta zumbarle el cerebro. No podía creer que había sido detenido.
- ¡Pero qué…!
Para sorpresa del espectro, Dohko había detenido el ataque con su escudo, quien había elegido luchar junto a él, pues las armas de Libra actúan bajo la voluntad de la justicia, más que la elección de su portador.
- El escudo de Libra ha tomado la decisión y me mostró el camino. – dijo Dohko, soportando la fuerza de su enemigo. – Ya estás acabado.
Dohko elevó su cosmos y empujó con el escudo a Giganto, quien por primera vez tambaleó sus piernas ante el impacto, confundido al no saber, por pocos segundos, qué hacer. En ese instante, Libra se dio una voltereta en el suelo para colocarse diagonal a su enemigo, y así finalmente lanzar uno de sus ataques, combinando su cosmos con la naturaleza.
- ¡Dragón Naciente!
El ataque cayó directo en la quijada de Giganto, la zona que menos protección tenía y Dohko descubrió cuando lo tuvo apresado. El grito del espectro invadió el ambiente, mientras su cuerpo se destruía, hasta que cayó en el suelo, destrozándolo.
- Maldito… Libra… – reclamó Giganto, ahogándose con su propia sangre.
- Regresa al infierno… He cobrado mi deuda.
Con la muerte de Giganto, Dohko sintió que una parte de su honor había sido reparado ante la invasión que el espectro había hecho hacia su persona. Sin embargo, ahora estaba centrado en la desaparición de Shiryu. No había duda que, a diferencia de él, el joven sí había caído en la completa corrupción, por lo que no tenía idea con lo que se iba a enfrentar.
- Perdóname, hijo… – expresó el caballero, con lágrimas en los ojos. – Pero voy a encontrarte y a sacarte de la oscuridad, así me cueste la vida.
Dohko decidió regresar a su hogar para encontrarse con Shion.
Shion estaba en el risco que daba hacia la cascada, donde el perturbado cosmos de Shiryu podía percibirse, pero sobre todo el de Radamanthys, siniestro y lleno de oscuridad.
- Estoy cayendo en cuenta de lo pesado que se percibe el cosmos de los jueces del infierno, en especial el de este sujeto. – dijo Shion, preocupado. – Wyvern es vengativo porque siempre algún caballero dorado lo ha vencido o humillado. Es un sentir que ya vive dentro de la estrella maligna desde la era mitológica.
En ese instante, Shion se percató de que alguien se acercaba, pero no se sintió amenazado ante su presencia, sino todo lo contrario, sintió calidez y bondad; una esencia parecida a la de Erii.
- Buenas noches. – saludó Shion, volteando. – Eres Shunrei, ¿verdad?
- Buenas noches… – saludó la joven, mirando al hombre con impacto. – Eso es… una armadura dorada.
- Soy Shion, caballero dorado de Aries, también soy Patriarca del santuario de Athena.
- Me imaginé, pues me han hablado de usted. – respondió la joven, nerviosa. – ¿Dónde está mi padre? Algo le pasó a Shiryu, ¿no es cierto?
Shion se quedó en silencio, pensando cómo decirle las cosas a Shunrei, pero en ese momento Dohko llegó con ellos.
- ¡Papá! – exclamó Shunrei, abrazando a su padre. – ¿Estás bien?
- Sí, hija… Veo que ya conociste a Shion.
- Estás herido… ¿Estuviste peleando con alguien? – preguntó la joven, preocupada.
- No es nada… Ahora lo que importa es Shiryu. – dijo Dohko. – Se lo llevó uno de los jueces del infierno y tengo que rescatarlo.
- No… Eso no puede ser.
Shunrei comenzó a llorar ante la angustia de saber lo que había pasado con Shiryu, el amigo más que especial que la había acompañado en todos esos pacíficos días en su casa. Había conocido al ser fuera del guerrero, sino al joven, dulce, sensible, risueño y caballero. No podía aceptar que estaba en las garras de la oscuridad. No deseaba que muera a manos del enemigo.
- ¡Tienes que rescatar a Shiryu, papá! – suplicó Shunrei, tomando a su padre de los brazos. – Por favor, no dejes que muera.
- Como era de esperarse, Radamanthys se llevó a Shiryu al castillo de Hades, en Alemania. – dijo Shion. – No sería correcto ir hasta allá sin planear nada, pero no tenemos opción.
- ¿En serio? ¿El patriarca ha decidido tomar una decisión precipitada? – preguntó Dohko, sorprendido.
- Solo he decidido ayudar a un amigo y a un futuro caballero. – respondió Aries, determinado.
A pesar de la angustia, Dohko sonrió al sentirse apoyado por Shion. Aunque este, como Patriarca, no solía tomar decisiones arrebatadas, ahora era una emergencia y tenían que actuar cuanto antes.
Lamentablemente, no tenían idea cómo iban a sacar a Shiryu de la corrupción a la que posiblemente había caído, mucho más si Shaka recién estaba de camino al Inframundo para encontrar la cura. Pero no podían quedarse de brazos cruzados.
- Vamos de una vez. – dijo Dohko.
- Llévame contigo, quiero orar por ustedes y por Shiryu mientras luchan. – rogó Shunrei. – Mis oraciones siempre te han ayudado.
- ¿¡Tú te has vuelto loca!? – reclamó Dohko. – ¡Ni hablar! Además, debes decirle a tu madre que me tuve que ir. Aunque ella ya haya aceptado mi destino, no tengo tiempo de avisarle. ¡Dile que me perdone!
- Pero…
- Calma, Shunrei. – dijo Shion, acercándose a la joven. – Tu aura es especial, no eres una muchacha común, así que te pido que, desde aquí, ores para que todo salga bien. Tienes un poder tan único que será valioso para el Santuario.
- ¿¡Qué!? – preguntó Dohko, espantado. – ¿¡Qué estás insinuando!?
- No perdamos más tiempo, hablaremos de eso en el camino. – indicó Shion. – Pero debes saber que tu hija maneja un cosmos especial.
- ¿Cosmos? – preguntó Shunrei, sin entender mucho.
Libra se quedó impactado ante lo que Shion le había revelado, pues de ninguna manera imaginaba a su hija, a su "pequeña", inmiscuida en su guerra. Sin embargo, no tenía tiempo de refutar nada.
La telequinesis de Shion los desapareció de los Cinco Picos, mientras que Shunrei cayó de rodillas al suelo para comenzar sus oraciones, pero esta vez dedicadas a un dios al que jamás le había pedido nada.
- Athena… protege y salva a tus caballeros.
Shaina y Erii llegaron a Siberia gracias a Shaka, pasando de un clima templado, como estaban en Grecia, a una helada insoportable. Para la sacerdotisa ese cambio no había sido tan problemático, pero para la guerrera no fue así, pues literalmente, los huesos comenzaron a dolerle con intensidad.
- ¡Amo este clima! – exclamó Erii, emocionada.
Erii portaba una vestimenta sencilla para clima frío, color rosa claro, y su cabello suelto. Se sentía feliz de estar de regreso en su hogar, así sea por poco tiempo, pues extrañaba a su madre. También estaba ilusionada de encontrar al posible caballero de Cisne, quien estaba segura se trataba del joven que conocía desde hace tiempo, a pesar de que él no estuviera en su misma condición.
- ¡Maldito frío! ¿Cómo puedes decir eso? – se quejó Shaina, cubriéndose con su abrigo. – De haberlo imaginado, habría traído algo más.
Shaina estaba usando un pantalón verde oscuro y una blusa morada de mangas largas, complementando la vestimenta con un abrigo color azul marino. No portaba su máscara, aprovechando que ningún caballero, ni prospecto de lo mismo, estaba cerca. Con la salvedad de Athena, estaba intentando liberarse, poco a poco, del yugo que la acompañó por cinco años debido a las enseñanzas de Aioros.
Las jóvenes llegaron a la casa de Erii, siendo recibidas por la madre de esta. La mujer, apenas vio a su hija, la rodeó con fuerza entre sus brazos, mientras las lágrimas la invadieron en un momento. Hace mucho tiempo que no la veía y no esperó que llegara de sorpresa.
- ¡Mi querida Erii! ¡Me has dado la mejor de las sorpresas! – expresó la mujer, emocionada.
- Te he extrañado mucho, mamá. A mí también me alegra verte, aunque me voy a quedar pocos días. – dijo la joven, para después caminar hasta su compañera. – Vine con una amiga, ella es Shaina.
- Mucho gusto, señora... – dijo la caballero, sonriendo.
- Llámame Dana, querida. – dijo la mujer. – Me alegra saber que mi hija ha hecho amigas en el voluntariado.
- ¿Voluntariado? – preguntó Ofiuco, sorprendida.
- ¡Sí, Shaina! ¡Voluntariado! – expresó Erii, sonrojada y nerviosa. – Todo lo que hemos hecho en estos años.
- Ah…
- Es tan admirable que se dediquen a ayudar como maestras a tantos niños vulnerables. – expresó Dana, totalmente ajena a la verdadera realidad. – Sé que las madres de esos pequeños deben estar felices.
- ¡Claro que sí! – respondió Erii, siguiendo la corriente.
- Justo en este momento estaba preparando la cena, así que voy a terminar para que las dos puedan comer y luego descansar. Imagino están agotadas y con mucho frío. – dijo Dana, emocionada.
- Gracias por su gentileza, señora Dana. – dijo Shaina.
- Muchas gracias, mamá. – dijo Erii. – Pero antes de que te vayas… quería preguntarte por tu amiga.
- ¿Amiga?
- Sí… la señora Natassia. – dijo Erii, sonrojada. – ¿Qué sabes de… su hijo? Antes de irme de viaje, me dijiste que él iba a regresar a Siberia.
- El muchacho llegó hace tres meses de sus estudios en el extranjero. – respondió la mujer. – Vino con grandes ideas y abrió un bar bastante llamativo en el centro de la ciudad. Le está yendo bien.
- Me… alegra saber eso. – dijo la joven.
- Bueno, yo estaré en la cocina. – dijo Dana. – Pónganse cómodas.
La madre de Erii se retiró, dejando a las jóvenes acomodadas en la sala. Shaina tenía demasiadas preguntas sobre su madre, pero sobre todo del posible caballero.
- Voluntariado, ¿no? – expresó Shaina, riéndose.
- Cuando el maestro Aioros me encontró y desperté en mi verdadero destino, es lo único que se me ocurrió. No iba a decirle a mi madre que nací como sacerdotisa para servir a una diosa olímpica, jamás me iba a creer. – dijo Erii, seria. – Y como siempre he querido ser maestra, aproveché lo de este "voluntariado" para ausentarme. Además, no todo es mentira, pues estoy haciendo un bien a la humanidad al servir a Athena.
- Mi madre murió cuando yo era muy pequeña, mi padre un poco antes de conocer al maestro Aioros… y el resto de mi historia ya la conoces. – dijo Shaina, apenada. – Sobre todo por aquel "tipo", es que estoy habituada a no dar cuentas a nadie, por eso se me hizo extraño lo de tu madre.
- No tienes que dar cuentas a nadie, pero sí contarnos sobre ti a las personas que te queremos. – dijo Erii, tomando el hombro de la joven. – Además, no sabes si más adelante…
- No, eso no va a pasar. - refutó Shaina, seria. – Yo solo quiero dedicarme a esta misión, no me interesa saber de nadie. Aunque… de ti no puedo decir lo mismo.
- ¿Ah? – expresó la sacerdotisa, nerviosa y sonrojada. – ¿Yo…?
- Tú conoces al caballero que estamos buscando, ¿verdad?
Erii agachó la mirada con un dejo de pena, trasladando su mente a los momentos de su adolescencia.
- Digamos que el caso con este muchacho es el típico sentimiento platónico que nunca se dio. – respondió la joven. – Estudiamos en el mismo colegio, nuestras madres eran amigas, pero nunca nos hablamos. Él era muy popular.
- Imagino que siempre estaba rodeado de mujeres… igual que todos. – lanzó Shaina con molestia.
- Pues… nunca lo vi rodeado de chicas, solo estaba con sus amigos. – dijo la joven, sorprendida. – Y por eso cometí unas locuras…
- ¿Locuras?
- De vez en cuando, le envié cartas anónimas confesándole mis sentimientos… pero nunca me las respondió.
- ¡Erii! ¿Tú fuiste capaz de eso?
- ¡No me atrevía a hablarle de frente! – expresó la chica, cubriendo su enrojecido rostro. – Sé que las recibió, pero nunca me respondió, y justo cuando me había decidido a hablarle, se fue a estudiar al extranjero, pues a su madre le había salido un trabajo que no pudo rechazar. Como viuda, su hijo dependía totalmente de ella y quería lo mejor para él.
- Qué mala suerte… – dijo Shaina. – Sin embargo, no entiendo por qué piensas que él podría ser un caballero de Athena.
- Porque siempre sentí un escalofrío cuando pasaba cerca de mí. – confesó la mujer. – Al inicio pensé que eran mis emociones, mis hormonas adolescentes… pero ahora que sé quién soy, doy por hecho que era su cosmos, y ese frío era la esencia del mismo.
- Frío… como el Cisne.
- Así es. – dijo Erii. – Además, el señor Shion no lo sabe, pero, a pesar de que no sé leer el futuro, yo le pregunte a las estrellas si se trataba de él, y estoy segura de que ellas me lo confirmaron. Ese chico es elegido por ellas para servir a Athena.
- Por alguna extraña razón, tu azucarada historia me ha convencido.
- ¡Shaina!
- ¿¡Qué!? – cuestionó la caballero. – Pues sí… eres muy cursi.
- ¡Tú también lo volverás a ser! – exclamó la sacerdotisa. – Solo es cuestión de tiempo que la aguja del amor hinque tu corazón.
- ¡Tonterías! Yo no…
En ese momento, Shaina comenzó a toser sin parar, cosa que a Erii le preocupó. Al parecer el cambio de clima le había afectado más de lo esperado.
- Esta tos está espantosa… – dijo la sacerdotisa, preocupada.
- No te preocupes, ya se me va a pasar.
- Mientras mamá termina la cena, iré a prepararte un té bien caliente. – dijo Erii. – Con eso, la comida y un buen descanso estarás mejor.
- Muchas gracias.
Shaina se acurrucó en el mueble buscando un poco más de abrigo. Sabía que con solo descansar iba a sentirse mejor.
Las jóvenes pasaron un par de días más en la casa de Erii, pues Shaina había presentado estados febriles, en los que Dana intervino para ayudarla. Aun la caballero se sentía indispuesta, pero con la fiebre cedida, decidió seguir con su camino. Era de suma urgencia encontrar al caballero de Cisne antes de que el enemigo lo haga; además de eso, debían partir a Francia para buscar al otro par de guerreros que seguramente también corrían riesgo.
Ofiuco, al ver que posiblemente iban a encontrarse con el nuevo caballero, decidió ponerse su máscara.
Las mujeres, tal y como les dijo Dana, tomaron el camino para ir hacia el centro a buscar el bar del joven, con la esperanza de encontrarlo ahí. Ya era de noche, así que era probable.
- ¿Estará ahí? – preguntó Erii.
- Eso solo lo podrás saber tú, pues lo conoces. – Yo me encargaré de analizar si su cosmos es verídico, como la caballero de Athena que soy.
Las jóvenes llegaron al sitio, traspasando la puerta que las llevaría al ambiente del sitio. El bar se veía muy agradable, con personas de todo tipo usando vestimenta semiformal o casual. Un mozo se acercó a ellas a ofrecerles una mesa, la que tuvieron que aceptar, pues sería mal visto entrar a un sitio y no consumir así sea agua.
- Esperaremos a tu romance platónico aquí. – molestó Shaina, sentándose en la mesa.
- ¡Shaina! – exclamó la sacerdotisa, avergonzada.
- ¿Por qué tan lindas y solas?
Shaina sintió un escalofrío detrás de su nunca ante semejante comentario, mientras la sangre comenzaba a hervirle; Erii vio lo ocurrido con incomodidad. Uno de los asistentes al bar, algo pasado de tragos, se había atrevido a acercárseles, cosa que, a ninguna, sobre todo a la guerrera, le gustó.
- Ten la bondad de retirarte. – ordenó Shaina, volteándose e intentando mantenerse serena. – No es de buena educación acercarse sin ser invitado.
- ¿Y esa máscara? – preguntó el tipo. – Si no fuera por tu figura…
- ¡Te dije que te vayas! – reclamó la caballero. – No nos interesa nada de ti.
- ¿Y qué tiene de malo querer invitar un trago a dos chicas atractivas?
- ¡Vete! No nos ofendas de esa manera. – reclamó Erii, más pasiva que Shaina, pero aun así molesta.
- Mejor te lo invito a ti, pues pareces más manejable que esta histérica.
- ¿Perdón? – cuestionó Ofiuco, enfurecida.
El hombre se disponía a acercar la copa de su bebida hasta Erii, pero un brazo lo detuvo en su acción, sorprendiendo por completo a las chicas.
- ¿No las escuchaste? – preguntó. – Acaban de decir que no les interesa beber contigo.
- Pero…
- Lárgate si no quieres tener problemas…
El hombre se retiró, asustado, mientras que el rostro de Erii quedó totalmente impactado por su salvador… por haberlo reconocido.
- Lamento mucho las molestias de ese tipo. – dijo el joven. – No es agresivo, pero sí bastante intenso cuando bebe.
- Eres tú… Hyoga.
El muchacho se quedó perplejo al ver que la joven sabía su nombre, pero en un segundo su mente comenzó a aclararse, hasta que lentamente se acercó más a ella para ver su rostro.
- ¿Erii…?
Las emociones de la joven se dispararon sin piedad en su corazón. Shaina, por su lado, ya no tenía dudas. Habían encontrado lo que buscaban.
Después de varios días de búsqueda, Aiacos y Violate llegaron al pueblo francés en el que vivían los caballeros que habían detectado desde hace tiempo, cuyos cosmos se percibían cada vez más fuertes.
- De todos los puebluchos que hemos recorrido, resulta que se encontraban aquí, en Mouthe. – dijo Aiacos, impaciente.
- Lo único bueno de todo esto es que hemos pasado tiempo juntos, como una pareja normal ante los ojos de los demás. – dijo la espectro, abrazando al juez.
- Tú y tus cursilerías, Violate. – se quejó Aiacos, pero aun así rodeando con su brazo la cintura de la mujer. – Aunque tengo que reconocer que eso ha permitido no levantar sospechas, pues los pocos imbéciles caballeros de Athena no nos han detectado.
- El hecho que parezca "cursi", no significa que tengas que subestimarme. – dijo la mujer, riendo con ironía.
- Jamás lo haría, por eso te traje a esta misión conmigo. – dijo Aiacos. – Vas a ser el terror del caballero que se atreva a interponerse en tu camino, pues por algo eres mi ala derecha. No quiero estar en los zapatos de tu presa.
- Así es. – afirmó la dama. – Ojalá poder tener la oportunidad de debutar en batalla, pues por muchos años hemos aguardado en la oscuridad este momento.
- Yo también estoy ansioso, pues gracias al poder que Hades nos otorgó como jueces del infierno, por medio de Ker, este pueblo va a caer en las garras de la muerte. Nuestro dios del Inframundo no es amante de la violencia, así que traerá para todos un final lento y pacífico.
- ¿Quieres decir que...?
- Aprovechando las bajas temperaturas de este sitio y otros, la enfermedad no tardará en venir. – dijo el Juez. – Por supuesto, eso es obra de nuestro señor, pues el dolor y la agonía es la antesala de la muerte. Eso, de alguna manera, alarmará el cosmos de los caballeros que deben estar escondidos por ahí.
- Los encontraremos y los haremos nuestros aliados, mientras toda esta gente insignificante expira. – dijo la espectro. – Serán sacrificio para nuestro dios.
La pareja siguió mirando la ciudad de Mouthe desde la lejanía, deleitados con la próxima llegada de la muerte.
Comentarios finales:
Hola, espero todos se encuentren bien.
Así como los personajes se han dividido para seguir diferentes misiones, lo mismo pasará con los capítulos, pues a excepción del Inframundo, todo ocurrirá al mismo tiempo. El siguiente capítulo abarcará en su mayoría a Camus y a Milo, quizás también hechos relevantes de los demás personajes (aliados o enemigos), pero más que todo de ellos, y así seguiré la cronología a partir de ahora. Por ejemplo, si Shaina y Erii están con Hyoga, en ese mismo tiempo Shion y Dohko han llegado al castillo de Hades; Shun y June investigan sobre Ikki; Marin y Aioria en lo suyo; los hechos del Inframundo, etc. Espero haberme hecho entender.
Ahora, comenzando con el capítulo, ya se conoce un poco sobre el conflicto de Camus y Milo. Puse un poco de referencias de Degel y Kardia dentro de ellos, pero solo como mención, pues no planeo que Milo tenga una enfermedad terminal ni que tenga problemas del corazón. El tema del veneno es solo un efecto de que su cosmos aún no despierta, y más que todo es la antesala de lo que se viene para él, que no solo hará que conozca su destino, sino también la verdad detrás de la muerte de su padre. Elegí como su primera "profesión" el atletismo, porque Escorpio es un caballero que se mueve a gran velocidad, pero el trabajo que más me interesó es el de curandero, pues el veneno de escorpión/alacrán tiene efectos antibióticos en enfermedades respiratorias (tuberculosis, etc.). Eso lo investigué en la red y quise aplicarlo aquí, para darle más sentido a su cosmos. Lo de la cosecha de hielo tampoco es una fumada, pues sí existe, se da en los glaciares de Groenlandia y se comercializa a bares. Y ahí entra la relación con Hyoga, quien tiene un bar, algo parecido a su profesión en el manga oficial de Saint Seiya, Episodio G; ahí él es bartender.
La guerra que tengo planeada en esta historia es bastante pasiva, como pudieron ver en las intenciones de Aiacos. Las personas comunes no se van a ver perjudicadas por ataques o asesinatos violentos como se ha visto en series (como Omega), sino por enfermedades, epidemias, etc.; todo esto como referencia a que Hades no es "un dios violento", cosa que es mentira, pero se entiende la ironía.
Sobre la aparición de Giganto, creo que la obra original nerfeó bastante a algunos de los espectros, por lo que quise darle a este un poco más de poder, sobre todo porque el Taizen sí ha descrito un poco más de él, y en el juego de Saint Seiya Awakening es un personaje fuerte (el primer poder es sacado de ahí, con ligeros cambios personales). Aplicaré lo mismo con otros espectros que prometían mucho, pero no vimos mucho o casi nada.
Las estrategias de Dohko las saqué del ataque de escudo y tajo trasero del juego de Zelda Twilight Princess, queriendo aprovechar un poco que el caballero usa armas. Aquí voy a mandar a volar el hecho de que "Athena no permite el uso de armas". Y sobre Shion, sé que aún no lo han visto en total acción, pero precisamente porque en la saga de Hades era demasiado poderoso, lo estoy guardando para otros momentos (tendrá más de uno), más con ese misterioso espectro que lo conoce del pasado, que, si son pilas, quizás se imaginen quién es.
Creo que eso sería todo. Espero que el capítulo les haya gustado. Un abrazo.
