Haizaki Shōgo odiaba a todo el mundo.
Odiaba a su madre, que desde el abandono de su padre tuvo que hacerse cargo de ellos a base de dos trabajos, dejándolos sin atención y cuidados maternos desde pequeños.
Odiaba a su hermano mayor que, cuando tuvo una edad decente para cuidarse solo, empezó a estar fuera de la casa la mayor parte del día y le dejaba solo.
Se odiaba a sí mismo por no poder haber hecho nada para mantener a su familia unida.
Odiaba a sus compañeros de clase que eran unos estúpidos, ridículos que solo querían llamar la atención.
Odiaba a las mujeres, pues gracias a una su familia se quebró y otra lo abandonó.
Odiaba asistir a los entrenamientos ya que creía innecesario seguir practicando en un deporte en el cual ya era bueno.
Y odiaba a Nijimura, porque desde que lo besó por primera vez tuvo que hacerse a la idea de que probablemente era un muerde almohadas. Y estaba bien, si no se tratara del maldito capitán de ese deporte que odiaba.
Al menos no era una mujer.
—Oh, Haizaki, llegas temprano.
Odiaba al entrenador Sanada que recalcaba lo obvio.
Pensaba las cosas que odiaba mientras caminaba al gimnasio después de abandonar el asfixiante vestidor. Creyó que tardaría más en retirarse, la vez pasada llegó 20 minutos más tarde tratando de bajar la erección que le dejó el estúpido de Nijimura, pero esa vez no fue necesario complicare la vida.
Bastó con que Akashi Seijūrō se uniera a la conversación para que quedara asqueado.
Odiaba a Akashi Seijūrō y su porte de elegancia que parecía decir que era mejor que tú con solo pararse a tu lado. Y le caía mal desde el primer día, era el tipo de niño rico que no batalló con nada en la vida y si pedía algo se lo daban en la mano en cuestión de segundos. ¿Qué sabría él de la vida? Seguramente él no había sufrido tanto como Haizaki.
Empezó a odiarlo desde que entró al vestuario y saludó a Nijimura con tanta calidez para luego ignorarlo a él. No es que quisiera que le preguntara como estaba, un solo comentario sarcástico era suficiente. Pero no, el riquillo decidió ignorar su presencia y empezar una conversación con Nijimura.
El mismo tipo que le besó y le manoseó el cuerpo con deseo.
Casi llegando al gimnasio entendió que el que se haya molestado, cerrado la puerta del casillero con fuerza y dejado a Nijimura gritando su nombre furioso eran celos.
—Pida un deseo, es su día de suerte.
Sanada le miró con reproche ante su falta de respeto, pero Haizaki se la pasó por los testículos como si de un papel higiénico se tratara. Estaba de mal humor y ese viejo mal cogido con sus comentarios obvios lo empeoraba.
Unos diez minutos después y a tiempo para iniciar los entrenamientos llegaron Nijimura y Akashi. Haizaki detuvo sus lanzamientos y los miró, solo para enfadarse más.
Ganas le sobraron para ir y bajar al pelirrojo de esa nube rosa en la que estaba flotando. ¿Qué se creía para tener esa cara de enamorado cuando caminaba a lado de Nijimura? ¡Y lo peor era que ese tipo estaba como si nada! Hablando tranquilo, omitiendo los acaramelados ojos de Akashi.
¿O sí se daba cuenta y estaba jugando con los dos?
Maldito Nijimura, se las daba de muy recto y era capaz de jugar con dos a la vez.
El balón tocó el aro, pero terminó encestando. Chocó con alguien al girarse a tomar otro balón de la caja metálica, y como si el temperamento Shōgo fuera una bomba explotó.
—¡Fíjate por donde caminas, maricón!
Sería un día largo para el club de básquet.
Disculpa, ya no diré nada. Eres capaz.
Las palabras del entrenador de apoyo del tercer grupo se difuminaron con la escena. Kagami, parado a unos metros del escritorio, vio el intercambio de palabras entre el pequeño Kuroko y el entrenador Matsouka. No sabía qué había pasado para llegar a esa situación, solo de un momento a otro ya tenía de frente al entrenador tomando el brazo del determinado y animado futuro hombre fantasma.
Qué bueno que el tipo cambió de opinión, o al menos ya no metería sus comentarios innecesarios en la cabeza de Kuroko.
Estaba más tranquilo, los ojos de Tetsuya ya no lucían tristes.
Después de que el entrenador lo despidiera con unos golpecitos en el brazo y una sonrisa que le deseaba toda la suerte del mundo salió atrás del peli celeste en dirección a su salón de clases.
Hasta ahora Kagami se dedicó a simplemente observar el sueño que su mente le presentaba. Era extraño vivir todo lo que Kuroko le contó antes con tanto detalle. Todo parecía tan real, como si realmente estuviera presente, con el único problema no interactuar con su entorno. Sentía los aromas, la temperatura, veía y oía como siempre.
Pero aquella vez no.
Cuando Kuroko lloraba devastado en las canchas de su vecindario juró oír en su cabeza dos voces. Una de ellas era fácil de reconocer, la voz de Ahomine era tan fastidiosa que no reconocerla era imposible. Pero, ¿y qué había de la otra?
Jamás la había oído, no era ninguno de los de Seirin ni de la generación milagrosa, ¿entonces por qué se le hacía familiar? ¿Se cruzó con ella antes y no la recordaba?
Doblaron la esquina a una nueva sección de salones cuando una cabellera azul eléctrico llamó la atención de ambos.
—Aomine-kun.
El susodicho se giró a ellos, bueno, a Kuroko. Aomine no tuvo ni tiempo de girar su cuerpo por completo hacia él ni de sacar las manos de sus bolsillos ante la voz de Kuroko, que siguió hablando.
—Planeo seguir esforzándome como hasta ahora.
Un gran alivio se posó en los hombros de Aomine. Llevaba con el tema en la mente desde que lo dejó hablando a solas con el vicecapitán Akashi. Fue extraña la petición de hablar con Kuroko a solas, pero si podía ayudarlo a seguir en el básquet Aomine obedecía.
Además de que algo en Akashi le decía que si refutaba sus palabras no iba a terminar bien.
Iba a hablar con él después de los entrenamientos y en toda la mañana buscó las palabras adecuadas para iniciar la conversación. Kuroko podía hacer lo que quisiera, pero Aomine nunca se iba a perdonar que dejara el básquet por no sentirse suficiente para el equipo.
Alguien que ama con tanta intensidad algo no lo dejaba ir a la primera.
El moreno rostro se iluminó en una enorme sonrisa y el puño se alzó con la intención de ser golpeado en amigable choque, siendo correspondido al instante por él. Se sentía feliz, aliviado, entusiasmado de poder seguir compartiendo con él la cancha.
—¡Genial!, iré a verte una vez que termine el entrenamiento.
—De acuerdo.
Kuroko se despidió mucho más animado que antes y se dirigió a su salón. Kagami se quedó un momento viendo su espalda alejarse, al igual que el pequeño Aomine.
Ellos dos siempre han tenido una relación muy especial, tenía que admitir que Aomine formaba una parte muy especial en la vida de Kuroko. Pero de aceptarlo a estar cómodo con ello era mucha diferencia.
Aomine, a su costado, sonreía con tanta luz que le hacía un honor a su apodo compartido. La sola idea de que ambos estuvieran pensando lo mismo le hizo arrugar la frente.
Amaban a ese chico.
Aomine cumplió su promesa cayendo la noche. Una vez que el entrenamiento se terminó se dirigió al grupo tres por Kuroko. Él hubiera preferido entrenar juntos, pero con la venida de próximos partidos tenía acostumbrarse nuevamente al ritmo del grupo uno. No era muy complicado, de niño les ganaba a los adultos de su vecindario, sincronizarse con sus compañeros era lo difícil. Solo bastaba con una semana y sería uno con sus compañeros.
Caminaron juntos a casa. Momoi quería acompañarlos, pero Akashi le solicitó una tarea especial para el equipo así que tendrían que ir solos. Eso le vino como anillo al dedo a Aomine que, una vez superado el tema del básquet, un nuevo estrés vino a su mente antes de salir por la escuela.
Debía declarar sus sentimientos.
—¿Podrás encontrar ese estilo de juego? —preguntó Aomine. Iban casi llegando al vecindario de Kuroko, que de los dos era el más cercano a la escuela. Este lo volteó a ver algo confundido, así que aclaró— El que mencionó Akashi.
—No lo sé… —una nube negra fue lo que Kagami vio cubrir los cabellos celestes de Kuroko. Él les dijo que batalló mucho para hallarlo, no dudaba que se encontrara en esa etapa.
—Lo supuse. ¿No te habrá tomado el pelo? —Aomine, en un tonto intento de aligerar el ambiente, soltó ese comentario en broma. Su risa acabó al voltearlo a ver desanimado.
—Me pondré a llorar, eh.
Y Kuroko lo habría dicho para devolverle la broma a su amigo, pero Aomine si lo sintió algo personal. No lloró frente a él en el gimnasio, pero eso no le quitaba el disgusto de verlo tan abatido que no le quedaron ganas de verlo lagrimear por nada.
Era cruel.
Kagami escuchó la siguiente conversación por encima. ¿Cómo era Akashi? Él lo describiría como un loco, psicópata en tratamiento ahora. A veces se ponía a rezar por las noches para que a Furi no le pasara nada estando de novio con él, por más que el castaño dijera que era una persona nueva. Esperaba que fuera así, sino tendría que amarrarse los pantalones y enfrentarlo.
Aomine lo describió de una manera más suave. Un base ejemplar que está al pendiente de todos sus jugadores, inteligente e innovador en jugadas. Mirándolo así, Akashi llegaría a ser capitán algún día y no le sorprendería. Su opinión era meramente profesional, nunca ha hablado personalmente con el vicecapitán de Teiko.
¿Qué podía hacer Kuroko por el equipo? Era una pregunta que complicaba la vida de Kuroko en ese momento. Ser base no serviría de nada con el ejemplo de Akashi en boca de Aomine, era malo para tirar así que escolta tampoco, y ni hablar de ambas posiciones de poste pues en ninguna la hacía. No era lo suficientemente bueno para quitar a Aomine de su posición o tan grande para defender como Murasakibara.
Entonces, ¿cuál era la respuesta?
Debía de jugar entre los pases y las asistencias para lograr encontrarla y presentarla a Akashi.
—Bueno, Akashi tampoco es un dios. Hay cosas que no puede hacer.
—¿Por ejemplo? —el moreno se detuvo de golpe hacia Kuroko.
—Enviar un pase desviado —con la mano imitó el gesto que haría un balón al desviarse de su trayectoria —¡Algo así como un pase bumerang! Y que haga "fium" —movió tanto los brazos intentando expresar su idea que acabó con ellos en una posición similar a la de una "X". Kagami soltó una risa ante la cara de pena que tenía Kuroko.
—Nadie podría hacer eso…
Aomine gruñó, rascando su nuca con pena. Kuroko, por su parte, agradecía que su amigo lo estuviera apoyando para encontrar el tipo de juego que más lo beneficiaría. De hecho, desde que lo conoció lo estuvo apoyando sin poner un, pero, Aomine era increíble.
Aunque a veces hacía cosas raras.
Continuaron caminando por las calles del vecindario cuando algo llamó la atención de Kuroko. Kagami vio como el pequeño dirigía su mirada a una biblioteca que, pese a la hora, seguía tan activa llena de estudiantes eligiendo mangas y uno que otro adulto joven haciéndose de material para la universidad.
Los celestes de Kuroko brillaron emocionados. Los libros siempre le habían llamado la atención, y más cuando desde lejos alcanzó a ver un letrero que indicaba donde estaban los de deportes.
—Disculpa, quiero buscar un libro —dijo una vez detuvo su andar y desvió la mirada a su moreno amigo quien, entendiendo, le sonrió.
—Claro, entonces nos vemos mañana.
Aomine le alzó un puño en forma de despedida y Kuroko entró a la tienda, desviándose en automático a la sección de deportes. Kagami vio el blanco índice vagar entre los lomos, ninguno llamando su atención.
A lado del estante de deportes estaba otro en cuyo letrero se leía "Generalidades y arte". Los ojos de Kagami vieron el lomo del libro que Kuroko tomó con mucha curiosidad, uno llamado "Técnicas de ilusionismo". Kuroko lo inspeccionó, escuchando en su mente las pablaras de Akashi y Aomine.
"Tienes una virtud, pero no olvides que aun eres débil. Deberás usar esa fortaleza por el equipo, no por ti.
"Enviar un pase desviado."
Nuevamente, Kagami también escuchó las voces, reconociendo de inmediato la aterciopelada voz del capitán de Rakuzan. Era la segunda vez que oía a Aomine.
"Técnicas de ilusionismo" volvió a leer Kuroko, con los ojos bien abiertos. Akashi tenía razón, era un tipo débil que con su fuerza física solo haría al equipo perder sus rachas de victoria. Pero también tenía razón en algo y es que su poca presencia era un talento que podía pulir con maestría.
Kagami le vio pagar el libro y leerlo camino a casa, como normalmente lo hacía cuando regresaban a su departamento.
—Ningún chico del tercer grupo fue ascendido.
Nijimura y Akashi se encontraban en el salón destinado a las juntas semanales de los entrenadores y los responsables del equipo. Shirogane, Matsouka y Sanada se había retiraron apenas unos minutos deseándoles a ambos chicos un buen fin de semana. Estaban acostumbrados a irse y dejarlos hablando solos después de las juntas, en un principio fue para poner a Akashi al tanto de todo lo administrativo, ahora era solo para reflexionar juntos.
Una vez Sanada intentó decirles que era innecesario, pero Shirogane intervino asegurando que si el vicecapitán y el capitán estaban en sincronía el equipo iría a mejor.
Furihata, que no había estado presente cuando los adultos se despidieron, estaba sentado en la silla que antes ocupaba Matsouka a un costado de Akashi. Se aseguró que sus ojos fueran completamente rojos para sentirse cómodo viéndolo tiernamente.
Necesitaba el toque de dulzura que transmitía ese pequeño Sei después de presenciar por segundos el palpitar de él.
Nijimura se echó hacia atrás en la silla, estirando por completo su espalda hasta el punto de tronarla un poco. Estaba algo estresado, pero nada que no hubiera vivido antes.
Bueno, el detalle de que Haizaki lo estaba evitando le hacía la vena pulsar.
Akashi acomodaba los papeles de los pocos chicos que fueron ascendidos, siendo todos del grupo dos. Nijimura tenía razón, ninguno del tres lo logró.
—Tengo la sensación de que pronto subirá uno —Nijimura le miró, frunció sus labios y recargando su mentón en la mano.
—¿Por qué lo dices?
—Conocí a un chico —Akashi pasó de hoja, mirando el resumen de otro estudiante que, a sus ojos, serviría mucho para rellenar aún más el gimnasio —, gracias a él Aomine estuvo entrenando todos estos días en el tercer gimnasio. Parece un tipo común.
Akashi quiso reír ante la mueca de desagrado del capitán.
—¿Entonces por qué subiría? —omitió el tema de Aomine. Si de todos modos estaba entrenando qué importaba donde lo hiciera, mientras que se acostumbrara rápido al ritmo del equipo estaba bien.
—Vi algo en él —los papeles fueron dejados suavemente en la madera. Furihata se inclinó a su favor para verle más de cerca. El mentó de Akashi se apoyó en la unión de sus manos, que se colocaron entrelazadas en la mesa. Furihata vio a Masaomi en Sei —. No es especialmente bueno jugando, pero tiene un talento que podía beneficiar al equipo enormemente.
¿En qué podría ayudar un tipo sin habilidades en el juego? Pensó Nijimura, frunciendo además su ceño. Un tipo así, en vez de ayudar al equipo, lo destrozaría. Aun así, Akashi estaba ahí, viendo serio el infinito seguramente recordando al chico en cuestión.
Quería decirle que no, pero eso arruinaría sus planes.
Los oídos de Furihata escucharon el suspiro del capitán de Teiko y su frente se arrugó cuando, al mirarlo, encontró una sonrisa tan cálida como falsa. El suspiro también llamó la atención del pelirrojo, solo que en su mirada sí se reflejaba calidez.
Se hizo chiquito, era la misma mirada que le daba a él su Sei de 17 años.
—Nijimura, permíteme evaluarlo cuando esté listo —pidió Akashi, rogando que Kuroko no tardara demasiado para darle oportunidad a su capitán de cambiar de opinión.
—Por algo te elegí como vicecapitán —acomodó uno de los rojizos mechones detrás de su oreja, recargando más su mentón en la palma de su mano. A ojos de Akashi, Nijimura se veía resplandeciente con el atardecer de su espalda pegando en su rostro. Con un filtro anaranjado que le decía que olía a sol y ternura —, si tú crees que el chico es bueno dale la oportunidad, Akashi.
Un sonrojo se estableció en la comisura de los ojos del pelirrojo, siendo aborrecido por el castaño a su lado. Akashi desvió la mirada, algo avergonzado, a los papeles en la mesa y continuó leyendo los perfiles de los ascendidos.
Nijimura mantuvo la mirada en su pequeño acompañante pelirrojo, que sonreía bobamente. No estaba bien lo que hacía, mucho menos teniendo a cierto pelicenizo en su mente.
Furihata frunció sus labios cuando Nijimura desvió los ojos a la ventana. Ese rostro que brillaba para Akashi cambió de inmediato a uno aburrido. Como si no le interesara que Seijūrō estaba, todavía, tocando el mechón que fue acomodado segundos atrás. Tiene sentido que Akashi esté ensimismado, el capitán podría poder a cualquier a sus pies si quería con solo ese gesto.
Entonces, ¿por qué lucía tan aburrido luego de coquetearle así?
La sonrisa de Akashi se borró al pasar de hoja. Era el perfil que Nijimura leía en los vestidores el día que Midorima acompañó al profesor de biología y entró solo al vestidor. Lo leyó y era un perfil sencillo, nada interesante fue escrito para estarlo releyendo durante minutos, como él lo hizo. Lo volvió a leer, una y otra vez, y cada que lo leía entendía menos.
Pasó de hoja, rendido. Quizá cuando se integre al equipo lo descubriría él mismo.
—¡Akashi, te buscan!
La voz de uno de sus superiores de segundo interrumpió su concentración. El balón en sus manos, que estaba destinado a ser pasar a uno de sus compañeros de entrenamiento, permaneció quieto en su lugar mientras se giraba al llamado.
Ahora entendía por qué primero escuchó un grito de sorpresa, Kuroko estaba en la entrada del primer gimnasio. La mirada llena de determinación le hizo sonreír, al parecer ya estaba listo para demostrarle de qué era capaz.
De otra manera no pondría un pie ahí.
—Qué tal, Kuroko. Te esperaba—el superior volvió a lo suyo y Akashi se acercó tranquilamente al peli celeste—. Han transcurrido tres meses, ¿hallaste la respuesta?
La pregunta estaba de sobra, pues con solo ver el brillo en sus ojos Akashi entendía que así había sido. No esperaba menos de él. Ante el asentimiento de Kuroko su cuerpo se volvió al azabache capitán no muy lejos suyo para comentarle que aquel tipo que encontró estaba ahí, listo para ser evaluado por ambos y el entrenador Sanada.
—Pero antes, debo pedirte un favor —los ojos carmines regresaron a su compañero, en un silencio que el otro interpretó decente para continuar—. De ser posible me gustaría que me evaluaras por medio de un partido.
Akashi le vio desde la cabeza hasta los pies y regresó. Él no se equivocaba, los Akashi no tenían permitido eso, pero aun así creyó estar loco al verlo volverse transparente por unos segundos.
—Está bien.
Y con una promesa de preguntar se dirigió a Nijimura. Akashi le llamó por su nombre y en tono de voz lo suficientemente calmado para no ser escuchado por Kuroko le explicó la situación.
—Es el chico del que me hablaste —Nijimura volteó a donde Kuroko seguía parado. Dos confundidos parpadeos fueron suficientes para dibujar una expresión de confusión y escalofríos en el mayor —¿Lo dices en serio?
Un solo Sí de Akashi bastó para que Shūzō aceptara la propuesta.
No estaba muy seguro de eso, en realidad. Aquel niño se veía escuálido, débil. Bueno, en todo caso si llegaras a verlo, porque no fue capaz de verlo bien a la primera vez. ¿En verdad sería capaz de ser el sexto hombre del que Akashi le había hablado? Si otro se lo pidiera diría que no, pero se trataba de Akashi… Su reemplazo.
¿Y si le decía que no y todo su trabajo se iba al caño? No se arriesgaría.
Se hicieron los arreglos necesarios tras hablarlo con el entrenador Sanada, quien en un principio se negó, pero gracias a la facilidad de palabra de ambos lo convencieron. Los alumnos ahí presentes no tardaron en expresar sus dudas luego de que el entrenamiento habitual fuera interrumpido para colocar la cancha en su totalidad, tendrían un partido de práctica más serio de lo normal.
Ambos equipos se colocaron en sus lugares con un alumno de tercero como árbitro.
—Muy bien. Suerte en el encuentro.
Dijo Sanada y el lugar se silenció.
Kuroko respiró hondo, con la más reciente carta de Ogiwara y las palabras de Aomine aquel día en el tercer gimnasio. El aire lleno de nerviosismo abandonó su cuerpo, así como el balón de las manos del árbitro y cuando éste llegó al pico más alto en el aire y el silbato se dejó oír su expresión se volvió vacía.
Kuroko se desvió, dejando al jugador que le marcaba solo, y corrió hacia donde el balón caería luego del primer toque. Uno de los jugadores contrarios se sintió victorioso al ver que el balón se dirigía prácticamente a sus manos. Se colocó en posición para recibirlo, mas nunca llegó a él.
El jugador de chaleco amarillo y un número seis en él no supo en qué momento el balón cayó en sus manos.
Capitanes, alumnos y entrenador abrieron los ojos sorprendidos luego de ver que el balón en la cancha se desvió solo en una trayectoria nada natural. Eso no era posible, alguien debió haberlo hecho.
Nijimura hizo enfocarse su vista en la cancha hasta encontrarse con los cabellos celestes portando el chaleco amarillo de número 8. Casi como ellos lucía sorprendido, pero también emocionado. Luego posó su mirada en Sanada y le vio casi tan sorprendido como él.
¿Qué pasaba? ¿Cómo es que aquel niño enclenque lograba hacer ese tipo de pases casi sobrenaturales?
—Se llama misdirection —Akashi comentó, haciendo que su atención deje el partido y lo vea. Sus rojizos ojos estaban abiertos a la par, mas no en sorpresa. La sonrisa fría y calculadora que yacía en sus labios provocó en Nijimura una muy mala sensación —, es una técnica empleada en ilusionismo para atraer la mirada de las personas.
Akashi entonces le explicó. Kuroko desviaba la atención del rival con alguna parte de su cuerpo al mismo tiempo que usaba la otra para realizar el pase, jugando con la perspectiva del equipo contrario. Enfocando su vista al menor encontró lo que Akashi le decía.
El balón llegó a él junto con un jugador del equipo contrario. Sin quitar la mirada del chico azabache de segundo año, Kuroko esperó paciente a que el balón se acercara a sus manos. Al tenerlo a centímetros su mirada se volcó a la izquierda, del lado contrario a la trayectoria del objeto esférico.
Nijimura y el chico siguieron la celeste mirada, cuando se dieron cuenta era demasiado tarde y el balón ya estaba en manos del otro chico con chaleco amarillo.
Kuroko había tocado a penas con los índices la pelota y logró una trayectoria anormal. El chico rival lucía frustrado pues no entendió qué ocurría ya que al girarse y mirar al de primer grado no lo halló frente a él.
—Sin duda esperabas esto, ¿no? —suspiró Nijimura, dejando de ver la pequeña discusión del equipo rival.
—No exactamente —confesó —. Tenía una idea, pero no imaginé que emplearía la misdirection.
Akashi lo vio jugando. El sudor cayendo casi a chorros por su rostro delataba el reciente manejo de la habilidad, el esfuerzo además de ser físico también era mental. Estaba seguro que Kuroko sabría manejarlo con el tiempo, su falta de presencia ayudaba bastante a la clase de juego que desarrolló y solo era cuestión de adaptarse.
Estaba sumamente complacido con el resultado que le mostró.
Esa tipo de juego era la clave para hacer sus partidos diferentes, era la chispa que necesitaba Teiko para mantener en pie su lema. El juego se volvería más divertido, Akashi lo disfrutaría más.
¿Qué clase de jugadas podían hacer? ¿Cómo va a beneficiar todo esto al equipo? Sintió el vibrar en su cuerpo al pensarlo, tenía ganas de tomar el balón e unirse.
—De hecho, es más de lo que esperaba.
Susurró Akashi, sin despegar la mirada de la cancha. La expresión que dejó una presión en el pecho de Nijimura regresó y un sudor frío corrió por cien.
Cuando Akashi lo miraba estaba cálido y amable, y ese no era el kohai que conocía.
Sanada, a su costado, miraba el juego pensativo.
—Así concluye el informe. ¿Qué le parece, entrenador?
Shirogane Kōzō le daba la espalda. Lo único que, Sanada, el entrenador del primer grupo, podía ver desde hace diez minutos era el elegante y nada barato cuero de la silla detrás del escritorio del entrenador principal. Así estaba desde que comenzó a relatar el informe de las prácticas de ese día, que obviamente incluían el espectáculo de aquel alumno de primero. Sanada intentó contarlo con una voz neutra, pero el asombro se escuchaba a kilómetros.
Ese niño era especial.
Shirogane liberó un murmullo de sus labios y analizó la tabla que su compañero le entregó minutos atrás. Ahí se encontraban escritos los datos generales del susodicho.
Kuroko Tetsuya, tercer grupo.
Anexados estaban los reportes de todo el año realizados por Matsouka junto con las anotaciones personales tanto de capitán como vicecapitán. Leyó especialmente las de este último antes de enderezarse sobre el asiento y dejar la tabla en su escritorio para que Sanada la tomara.
—Entendido. Trasladen a ese jugador al primer equipo.
—¿Está seguro? —cuestionó Sanada luego de recuperarse del asombro principal — Ciertamente es interesante —comentó recordando el partido de esa tarde. Kuroko sí era excepcional, nunca en sus años había visto un juego similar al suyo. Sanada acomodó su corbata—, pero sus habilidades básicas están por debajo del promedio— hubiera querido decir que incluso más. El chico vomitó por el esfuerzo después de despedirse del vicecapitán. Sanada lo vio retorcerse en el pasillo, fuera de la mirada de todos—. Ignoro si podremos darle un uso en partidos oficiales.
Contradecir al que era prácticamente su jefe no era parte de sus planes. Sin embargo, la imagen del peli celeste devolviendo el almuerzo se sobreponía reacio con la del juego mismo. Por más fe que pusiera no sería capaz de soportar el ritmo en el que los partidos de Teiko terminaban.
Kuroko podía acabar en urgencias y la secundaria con una demanda.
—Entonces póngalo a prueba en dichos encuentros —ordenó Shirogane con una voz molesta que hizo sobresaltar al otro adulto. —, si no sirve le diremos adiós — la arrugada mano del superior recogió la hoja con las anotaciones del pelirrojo y observó escrito en ellas "sexto hombre fantasma" —. Akashi está en lo correcto: necesitamos una transformación. No podemos negar que es la clase de jugador que el equipo necesita.
Shirogane dejó la negra silla y avanzó hasta la vitrina de su oficina. Montones de trofeos brillaban en oro puro a lado de fotos protegidas por finos retratos, de los equipos que se alzaron victoriosos con el primer lugar de cada torneo. En un marco a parte estaba el lema de la escuela, pintado a mano por el club de caligrafía a petición de algún otro entrenador anterior a él.
—A fin de cuentas, lo esencial es ver si puede guiarlo a la victoria —Sanada lo observa intimidado, con el entrecejo fruncido sabiendo que por más que diga lo contrario, Shirogane continuaría dando la misma orden. Lo confirmó cuando volteó a verlo con esa mirada severa y autoritaria —. Es todo.
Sanada asintió derrotado y abandonó la oficina, dejando un juego de copias del informe y los resúmenes para los expedientes de los titulares. Esperaba tener que regresar por ellos por que Kuroko no se volvería titular, pero algo dentro de él le decía que no sería así.
—A partir de hoy practicarás con el primer equipo.
Matsouka había terminado de mencionar los alumnos que subirían al segundo grupo cuando volteó con Kuroko y soltó la noticia. Los compañeros a su alrededor pensaron que sus oídos fallaron, pero un intercambio de asentimientos entre entrenador y alumnos dieron comienzo a incrédulos comentarios.
"¿Así sin más?"
"¿Por qué precisamente él?"
"¿No es el tipo que devuelve el estómago después de cada entrenamiento?"
No podía culparlos por pensar así, Kuroko entendía que con su poca resistencia se fue ganando esa reputación con él tiempo. A él la noticia también le había caído de sorpresa. Sí, fue evaluado por los de más alto rango del equipo a petición de Akashi y tenía la esperanza de que su último esfuerzo valiera la pena, aun así, no se hizo muchas ilusiones. Eso justificaba la cara de asombro.
—Es una orden directa del entrenador, no está a discusión —habló con fuerza Matsouka, callando los comentarios de los demás alumnos. Lo estaban irritando —. Es todo.
Kuroko permaneció en su lugar un poco más, procesando la noticia. Pertenecer al primer equipo era un salto tan grande en su objetivo. Seguía teniendo una brecha que superar para llegar a ser titular y cumplir su promesa con Ogiwara, pero después de meses sin ver avance alguno se sentía satisfecho.
"¿El entrenador está loco? ¡Los hará perder!"
Aunque algunos de sus compañeros no estuvieran de acuerdo con la idea.
—Kuroko —Matsouka le llamó, recién despegando la vista de los menores que abandonaban frustrados el gimnasio. Así se sentían pues pensaban que alguien insignificante fue llevado entre los mejores por algún trato especial —, estoy al tanto de todo. Sé que te has esforzado más que nadie y solo aprovechaste la oportunidad que se te presentó —Kuroko asintió, entendiendo que se refería al partido especial que le permitió Akashi —Sobra decir que no tengo objeciones, da lo mejor de ti.
Matsouka le brindó una sincera sonrisa en la que pudo detectar algo de orgullo. Fue él quien le permitió tener el gimnasio para entrenamientos extra temporales sin renegar o ponerle algún pero. También fue él quien le dijo que podía desistir, pero Kuroko lo entendía, estaba pensando en su sentimientos.
Le demostraría que era capaz.
Correspondió a la sonrisa con una igual
—¡Por supuesto!
La puerta del recinto se abrió a la par y fue cruzada por una jovencita de cabellos rosas y sudadera color crema. Matsouka se echó un vistazo antes de mirar sonriente al jovencito frente a él. Sería la última vez que lo viera siendo su alumno.
Esperaba que Sanada lo tratara con el especial cuidado que él casi no le dio.
—Disculpen, ¿se encuentra Kuroko-kun?
El llamado se acercó a la chica con normalidad, no sorprendiéndose de que ella no le notara al instante.
—Ah, soy yo.
La chica se había volteado tranquila, asintiendo, pero el grito se dejó oír una vez se hizo consciente de la presencia del mencionado. Matsouka, quien se fue para dejar solo a su exalumno con la manager del primer equipo, se rio a lo lejos por la situación. Él recordaba que le pasó lo mismo en los primeros días.
La manager tembló. ¿En qué momento se había acercado tanto a ella? No, ¿¡desde cuando estaba ahí!? Cuando entró solo logró ver al entrenador y a algunos chicos recogiendo sus cosas aún.
—D-De hoy en adelante… —los celestes ojos la miraban estoicos, pestañeando lo necesario para no secarse —Esperen, ¿es en serio?
Susurró lo último, esperando que el chico no la oyera.
¿Ese era el tipo que Dai-chan había estado parloteando todos esos meses? Incluso hace unos segundos, cuando Akashi le pidió que fuera por él, Aomine había casi llorado por acompañarla y llevarlo juntos.
Por más que le miraba lo único especial que hallaba era su casi invisibilidad. Ojalá no se hubiera equivocado de persona.
—A partir de hoy entrenaras con el primer equipo —habló una vez se recompuso, su corazón latía mínimamente asustado —, te llevaré al primer gimnasio.
—Entendido.
Kuroko Tetsuya le siguió después de tomar sus cosas de la banca. Momoi tuvo que voltear varias veces para asegurarse de que estuviera a su lado y el que guiara no fuera un fantasma de verdad.
Kuroko observó fascinado el edificio del primer equipo, el gimnasio que solo usaban los titulares, su banca y el que visitó él en aquella prueba tan prometida de Akashi. En esa ocasión no logró apreciar lo cuidado que lo mantenían los empleados de la escuela, estaba más preocupado en que su juego fuera suficiente para el vicecapitán.
Parecía recién pintado, sin ninguna telaraña o planta interfiriendo en la estructura. Totalmente diferente al del tercero que, aunque era limpiado no lucía así de glorioso.
Momoi abrió la puerta.
—Con permiso, traje a Kuroko Tetsuya.
A diferencia de los otros dos, el primer equipo seguía sus entrenamientos hasta más tarde. Algunos chicos de tercero y de segundo que pertenecían a la banca corrían en el fondo del gimnasio.
—Sí, gracias —el que Kuroko reconoció como el capitán Nijimura le agradeció a la chica. A su costado estaba un hombre mayor, seguramente el entrenador Sanada encargado del primer grupo, así como el equipo oficial.
—Oh, ¡por fin llegó! —Aomine brilló emocionado, agitó su mano en un saludo mientras recibía el balón por parte de un azabache de segundo. Atrás de él también estaba un pelicenizo. Solo recordaba que sus apellidos eran Kubota y Sekiguchi —¡Tetsu!
Akashi se unió junto con el escolta de lentes, Midorima, y el pivota de altura bestial, Murasakibara. Él los conocía, los había visto en los pasillos camino a los partidos oficiales muchas veces. Aunque normalmente veía sus espaldas o costados, ahora ellos lo recibían de frente. No pudo sentirse más emocionado y nervioso.
Akashi y Aomine le sonreían, contentos de por fin tenerlo ahí. Los de segundo y tercero solo lo veían, indiferentes. Mientras que Midorima y Murasakibara eran más expresivos con sus miradas. Estaba seguro que ellos dos eran de los que discrepaban con su presencia.
—Bienvenido al primer grupo del club de básquetbol de Teiko.
El solo hecho de tenerlos en frente lo abrumaba. Se sentía intimidado, el equipo oficial desprendía un aire dominante que le hacía temblar. Gracias a dios eran del mismo equipo, ¿cómo se sentirían los rivales estando en la cancha?
Pensó en la promesa de Ogiwara y en lo cerca que se hallaba de cumplirla. ¿Sería capaz de volverse un titular más como ellos?
Akashi guio su mirada a la pancarta de color magenta que se ondeaba calmadamente en las gradas del gimnasio. De no ser por el pelirrojo no se hubiera dado cuenta de que el gimnasio las tenía.
Ahora comprendía por qué estaba en tan buenas condiciones. Además de ser usado por el grupo uno para practicar era la sede para recibir a los equipos rivales en partidos de práctica.
—Grábatelo muy bien. A partir de hoy solo tienes un objetivo.
En la pancarta se leía el lema de Teiko, el favorito del mundo del básquet a nivel secundaria.
100 partidos, 100 victorias.
Escuela Secundaria Teiko.
—Ganar.
Declaró Akashi cuando dejó de ver la pancarta.
