—Nah, es imposible —declaró contundente Murasakibara, aun sin dejar de usar ese tono de flojera en su voz—. Fue su primer día, pero no pudo seguir el ritmo. Me dieron ganas de aplastarlo en varias ocasiones.
El entrenamiento del día había terminado y ahora los jóvenes del primer grupo cambiaban las sudadas ropas de entrenamiento por el limpio uniforme de Teiko. Algunos directamente se duchaban, otros simplemente se cambiaban y preferían hacer su limpieza en la comodidad de su casa.
Esa tarde fue diferente a otros días gracias a la implementación de Kuroko Tetsuya en el grupo. A Akashi no le sorprendió en absoluto que el chico nuevo le costara adaptarse al intenso entrenamiento de los titulares, era de esperarse que se le dificultara alcanzar el ritmo de estos con su poca habilidad física. Era parte del tipo de juego que ideó para el equipo después de todo.
Pero jamás se imaginó que terminaría vomitando cinco veces. Akashi lo recordaba mientras su abrochaba la camisa celeste y suspiraba, era cuestión de tiempo.
Murasakibara hacía berrinche porque el nuevo estropeaba cada entrenamiento, pero no había dicho nada hasta que estuvieron en el vestidor. Kuroko se fue antes, con el permiso del capitán, así que no lo estaba escuchando.
—Sí, a mí también —murmuró Haizaki, quitándose la camiseta. Recordar el pequeño susto que le metió ese enclenque cuando llegó le hacía arrugar la frente —, solo verlo me desespera.
—En realidad no te hablaba a ti.
Haizaki volteó a verlo enfadado, enojándose más cuando encontró al pelilila devorándose un maibu antes de vestirse correctamente. Odiaba a esos tipos, aún más cuando lo veían como un bicho raro. Claramente los raros eran ellos.
—¿¡Buscas pelea o qué!?
—Ambos tranquilícense —ordenó Midorima —. Y deja de comer tantos dulces, Murasakibara.
Pese a su petición, los chicos continuaron discutiendo en murmullos a su espalda. Solo lograron tranquilizarse cuando Nijimura los volteó a ver amenazante. Midorima suspiró.
Muy a su pesar, Murasakibara tenía razón. Akashi podía tener un buen presentimiento, pero Midorima era un hombre de acciones y, aunque a veces se dejaba llevar por Oha Asa, estaba consciente de que el físico de Kuroko no podría soportar por mucho tiempo los entrenamientos que los titulares llevaban.
¿De qué les serviría el sexto hombre si este estaba ocupado vomitando?
—Pero opino lo mismo. ¿Estás seguro que podrá, Akashi?
—Ya lo veía venir. Si no logra seguirnos el paso durante los entrenamientos, será una molestia —Midorima asintió —. Haremos que se esfuerce. Después solo restará ponerlo a prueba en los partidos.
Akashi siguió abotonándose la camisa con tranquilidad, como si los ojos de Midorima y el resto del equipo titulas a excepción de Nijimura no se hubieran abierto de par en par. ¿Ponerlo a prueba en partidos?
—¿Partidos? ¿Piensas sacarlo a jugar?
Nijimura alzó una ceja, miró a Akashi y a los confundidos niños de primero que buscaban una respuesta a lo que el de lentes había cuestionado. Kuroko apenas resistía el precalentamiento sin marearse, ¿cómo aguantaría un partido común?
Pero eso a Nijimura no le molestaba, eran más las caras de confusión al escuchar la palabra partidos salir de la boca del vicecapitán. Akashi asintió, dando por hecho la situación.
—¿Qué sucede, Akashi? —el pelirrojo lo miró confundido, entendiendo de inmediato la situación. Ante el rostro de Lo olvidé del menor suspiró —Pensé que ya les había dicho. En nuestro distrito, cada año se lleva a cabo un torneo donde compiten las diez mejores escuelas. No es oficial, pero hay más competencia que en los juegos de práctica.
—Lo sé —dijo Midorima. Haizaki y Murasakibara habían dejado de discutir a sus espaldas y empezaron a ponerle atención al capitán—. Es la próxima semana, ¿no?
—Sí —Nijimura tomó su bolso y se lo echó al hombro, dándole una mirada rápida al serio Akashi a su izquierda —. Teiko suele llevar la delantera por un margen amplio, así que nos imponen ciertas restricciones para disputar los partidos. Es un secreto.
Midorima lucía confundido. Había escuchado rumores de que Teiko tenía ciertos privilegios en los partidos oficiales, pero jamás alguno que se trataran de restricciones al equipo. Tenía sentido, pues si los equipos de Teiko compitieran con todo su poder las demás escuelas se verían destronadas en el primer cuarto. Estar en esa situación sería doloroso, era lógico ser prudentes.
Sin embargo, no terminaba de entender que tenía que ver eso con Kuroko y su potencial.
Al parecer su cara decía sus pensamientos, pues Nijimura rodó los ojos y habló más claro.
—La de este año es participar únicamente con estudiantes de primero. Hasta ahora habíamos rotado la alineación con integrantes antiguos, sin embargo, este año solo jugaran ustedes cinco.
Sus ojos se abrieron en sorpresa, Murasakibara afiló la mirada mientras mordía su caramelo y Haizaki, con fastidio, alzó la ceja. Ellos, junto con Aomine, serían los titulares en el torneo más importante entre secundarias. Eran un peso enorme tomando en cuenta que estarían a las expectativas de sus superiores bajo el régimen de la mejor escuela de baloncesto de Tokio.
—Los miembros antiguos estaremos en la banca, por si acaso —comentó Nijimura, tratando de aliviar la tensión en el ambiente —, pero si llegamos a eso prepárense para que los degraden.
Akashi observó a sus compañeros pasar saliva. Era una presión enorme la que colocaba el capitán en sus hombros y aunque él podría con ella, era incierto que sus compañeros también. Esperaba que sí.
—Hay algo más —habló Nijimura desde la puerta del vestidor —. Como Kuroko también es de primer año, participará como sexto jugador— su mirada se posó en Akashi, quien asintió de inmediato, luego miró a Midorima esperando que con su explicación quedara clara la situación del chico —. Pero si al final no nos sirve lo degradaremos de inmediato.
El mayor salió del lugar, dejando a los titulares de primer grado procesando la noticia. Ahora Midorima comprendía a qué se refería Akashi con ponerlo a prueba en los partidos. Comenzó a sentirse mal por Kuroko, pero era una decisión que él había tomado.
Murasakibara continuó devorando su caramelo y Haizaki se cambió rápidamente antes de salir del lugar. Pensó Akashi que seguramente se vería con una nueva chica en la salida.
—Lástima que Aomine no esté, tendré que repetir la información solo para él.
"Te compraron un celular, ¿verdad, Kuroko? ¡A mí también! ¡Ahora podremos hablar por medio de mensajes!"
Leía Kagami desde el costado del chico. Kuroko le sonreía al mensaje que, por la hora de recibido que se leía en la información, había sido enviado esa misma mañana. Ahora, camino a la casa del otro, el atardecer se ponía en el horizonte.
Kagami había aparecido a un lado del pequeño Kuroko hacía unos segundos, después de haberlo visto comprar aquel libro de ilusionismo. Si no se equivocaba, según la historia que les contó la sombra aquel invierno después de comprar el libro puliría su técnica y se presentaría a Akashi para una evaluación especial.
Con el mensaje que escribía Kuroko sabía que aquello ya había pasado.
"Hoy por fin ascendí al primer equipo. Nunca había atravesado un entrenamiento tan severo, pero si me esfuerzo un poco más, me permitirán disputar partidos."
—Entonces hoy fue tu primer día…
Kuroko envió el mensaje con una mirada determinada en el rostro que hizo sonreír al pelirrojo.
Ogiwara ya no se comunicaba con Kuroko por medio de cartas, al parecer a ambos les habían conseguido un teléfono celular y, de alguna forma, se habían pasado sus números.
Miró a su alrededor esperando el momento en que cambiara de lugar, pero eso jamás ocurrió. Seguía avanzando junto con Kuroko al interior de su vecindario. ¿No se trataba de solo ver los mensajes con Ogiwara o había más?
Unos pasos a su espalda le hicieron voltear.
—¡Kuroko!
Aomine corría por la vereda en dirección a ellos. Traía el uniforme puesto, pero parecía que apenas había salido del entrenamiento por los rastro de sudor en su rostro. Kuroko detuvo el paso y Kagami lo imitó.
—Aomine-kun, pensé que te quedarías hasta tarde —el moreno se detuvo frente a ellos, tomando su tiempo la regular su agitada respiración.
—Terminé rápido lo que me tocaba —respondió. Estaba asignado ese día para la limpieza del gimnasio. Aunque quiso acompañar a Kuroko a su casa, no pudo, solo le quedó esforzarse al máximo para acabar y alcanzarlo. Aomine se incorporó y tomó el otro costado de Kuroko, contrario al de Kagami —. ¿Qué te pareció el primer día?
—Vomité cinco veces —la voz monótona de Kuroko hizo reír a Kagami, Aomine solo palideció al recordarlo —. Me costará un poco al principio, pero es divertido entrenar juntos.
Sonrió leve, con la vista en el cielo frente a él. Aomine vislumbro aquel gesto y lo imitó. Tenía razón, le costaría un poco de trabajo en alcanzar el ritmo, pero lo lograría. Cuando entrenaban estando en grupos diferentes, Kuroko llegó a alcanzar el ritmo que había disminuido para él en poco tiempo. Esos días también terminaba muy cansado, nunca vomitando como esa tarde, pero al final se acostumbró.
Revolvió los cabellos celestes animado, escuchando un pequeño quejido del otro.
—Verás que sí, Tetsu, cuando menos te lo esperes estarás compartiendo banca con nosotros.
El pelirrojo observó el sonrojo que se dibujaba en la tez morena mientras Kuroko le sonreía, asintiendo contento.
Haizaki había abandonado tan rápido el vestidor, y lo peor es que no sabía por qué.
Para él era desagradable convivir con gente que no le cayera, y la bola de cabellos de colores era parte de ese grupo. Tenían una vibra tan diferente a la suya que no podía estar mucho tiempo en el mismo lugar, en especial con ese Akashi.
Independientemente de que ninguno de sus compañeros de primero y algunos de grados superiores no fueran de su agrado, había huido del lugar con tanta prisa sin razón aparente. Estaba bien si tuviera planeado irse a las maquinitas después de la escuela, pero ni se le cruzó por la mente ese día.
Y lo peor de todo es que cuando la puerta se cerró lo primero que hizo fue a buscar a cierto azabache que se fue primero.
Chasqueó la lengua ante la idea de querer verlo. En todo el entrenamiento estuvo distante, poniendo su atención a los bobos arcoíris o al viejo Sanada, solo lo había visto a él cuando llegó junto con Akashi.
El sonriente Akashi.
—Haizaki.
Pegó un brinco al escucharle detrás suyo, al voltear a verlo estaba recargado a un lado de la puerta que recién se cerraba, cruzado de brazos y mirándole. Estaba empezando a odia la forma tan intensa con la que Nijimura le miraba.
—¿Por qué sigues aquí? —Nijimura se despegó de la puerta, acercándose a él con calma. Sin dejar de mirarle con esos ojos que parecían comerle el alma, como aquella vez en detrás de la escuela.
—Te estaba esperando, tardaste mucho —Haizaki arrugó la frente, ¿esperándolo a él? —. Te acompañaré a casa.
Nijimura casi se ríe de la cara de asco que vio en el pelicenizo. Seguramente estaría pensando por qué querría acompañarlo, pero no importaba si decía que no, él lo seguiría a su casa. Ya sea a su lado o detrás.
Y fue lo que Haizaki pensó, qué motivación tendría el mayor para hacer la ñoñería de acompañarlo a su casa como si fueran unos estúpidos enamorados. Ni él hacía semejante estupidez con las chicas que se cogía.
Vio la determinación en los ojos ajenos y supo que, aunque dijera que no, Nijimura le seguiría. Rodó los ojos en visible molestia y le dio la espalda, comenzando a andar y escuchando los pasos del contrario seguirle.
Estuvieron en callados unos minutos, donde solo la canción en forma de silbido del mayor junto con las voces de los demás estudiantes en la salida se escuchaba. Haizaki, con las manos en los bolsillos, gruñía.
Gruñía porque a diferencia de lo que pensó, no le molestaba mucho la compañía.
—Estuviste muy tenso en el entrenamiento —no le molestaba hasta que habló.
—¿Y? Agradece que asistí —Nijimura alzó una ceja. ¿Agradecerle por cumplir con las obligaciones del club al que se inscribió? Era increíble.
—La asistencia es parte de tus obligaciones del club —volvió a rodar los ojos. Ya lo sabía, pero no iba porque además de no creerlo necesario no quería—. Admito que extrañaré buscarte por toda la escuela y traerte a rastras, pero si eso significa verte en el gimnasio vale la pena.
El último comentario sonó con algo de tristeza, nostalgia. Haizaki no supo descifrar si era fingida, pero en caso de no serlo se imaginó que pensaba Nijimura. Quizá esos días en los que lo arrinconaba contra la pared y hacía lo que quería con él.
—Si con eso me libro de tus joterías.
Masculló, esperando que Nijimura no notara el leve calor que se reposaba en sus mejillas. Seguía sin comprender del todo lo que el mayor le causaba. Haizaki sí se había metido con chicos antes, nunca pasando de un beso, así que podía decirse que era bisexual con preferencia a las chicas. Después de todo ellas eran más manipulables.
Pero con Nijimura era diferente, con él no podía hacerse de la vista gorda y dejarse llevar por las sensaciones como con otros chicos. El azabache era especial, porque a pesar de que lo odiaba desde lo profundo de su ser estaba cómodo con su compañía en ese momento, aceptaba sus besos y participaba activamente en las caricias.
Luego de negarse, claro está.
"[…] Verte en el gimnasio vale la pena."
Esas palabras pasaron en su mente junto con la imagen de Akashi sonriéndole a Nijimura. Recordó esa cara embobaba, con sus ojos brillantes y sonriente. Haizaki podía apostar que si Akashi fuera más vulgar le hubiera restregado el culo ahí mismo. Pronto, toda la emoción que tenía en su pecho se esfumó.
—Ni me prestas atención —encaró, deteniendo el paso. Nijimura lo imitó —, estás demasiado ocupado acompañando a la princesa roja de un lado a otro.
A Nijimura le tomó un tiempo para entender a quién se refería, hablaba de Akashi. Haizaki quiso tumbarle los dientes de esa sonrisa burlona que apareció en sus labios. El mayor dio un par de pasos, rompiendo el espacio personal de ambos.
—Claro que presto atención —Haizaki ya podía oler la cara loción —. Hoy estuviste más insoportable que otros días que hasta uno de los de primero presentó su renuncia al club.
—Qué poco aguanta —respondió Shōgo. Tal vez se refería al escuincle que salió temblando del gimnasio en una de sus peleas. Si eso metió en problemas al capitán le parecía bien, y por cómo se lo recriminaba fue así —, si no tienen huevos que se metan a dibujo.
—Haizaki —suspiró. La renuncia del chico era lo de menos, no sería la primera ni la última —, eso es lo de menos. ¿Por qué estabas tan de malas? —el otro se encogió de hombros, manteniéndole la mirada sin responder —¿Es por Akashi?
El nombre hizo a Haizaki arrugar la frente y Nijimura obtuvo su respuesta. Haizaki estaba celoso el vicecapitán, y con toda razón. Podría hacer las cosas diferentes, pero a estas alturas no convenía, no tomando en cuenta el poco tiempo que le quedaba.
—Lo que hagas con tu puta no me interesa —gruñó. Estaba jugando con él, era claro. Nijimura iba, lo besaba y tocaba como se le daba la gana y luego se acurrucaba con Akashi como si nada hubiera pasado —, yo no estoy para ser tu maldito juguete.
—¿Y quién te dijo que lo eras?
Quiso agarrarlo a golpes ahí mismo, frente a todos, pero se contuvo por la sencilla razón de qué era obvio quien perdería.
Nijimura seguía mirándolo a los ojos, solo que ahora ya no eran los fieros que le retaban sarcásticos. La suavidad con la que le recorría el rostro era tal que sintió su corazón acelerase estúpidamente. Haizaki por un momento le creyó, y si ahí mismo le decía que era el único el ciegamente aceptaría la mentira. Sin embargo, no fue así. Haizaki sabía que nunca sería así.
—Como si te fuera a creer.
Nijimura abrió la boca para protestar. ¿Cómo hacerle entender al bravucón de Haizaki que lo que sentía era verdad sin echar a perder todo su trabajo con Akashi? Por qué se arriesgaba a que todo se le viniera abajo, que su plan se derrumbaría y no pudiera irse a América tranquilamente. No, debía seguir con la mentira, pero no quería involucrar al menor en eso.
Su mano tembló, queriendo agarrar la cintura del chico y atraerlo a sí, y darle un besos a sus labios que se apretaban molestos por su culpa. Quería a Haizaki, pero no podía. Mucho menos estando tan cerca del vestidor, donde pronto saldría el pelirrojo.
—Haizaki…
—¡Haizaki-kuuuuun!
Una femenina voz se escuchó a lo lejos, callando la voz del mayor. El voltear a ella se encontró con una hermosa chica, diferente a la de primero con la que encontró a Haizaki días atrás. Reconoció esos hermosos cabellos castaños y delicadas curvas, era quien acompañaba a Haizaki aquel día que hablaba con Akashi en la sala de juntas. La que vio por la ventana.
La chica se le echó encima al menor, tomándolo del brazo.
—Mo~, no te he visto en varios días —no tenía pudor, le estaba restregando los pechos en el antebrazo con toda la vulgaridad del mundo. Viéndole más de cerca la reconoció como otra alumna de primero. Shōgo había dejado de verlo para prestarle atención a la fémina.
—Tú tampoco te has dejado ver —rodeó su cintura, empezando a jugar con uno de los largos mechones marrones —, ¿qué te parece si nos divertimos juntos hoy?
Haizaki la había volteado a propósito, la chica le daba la espalda y el bastardo lo miraba. Consciente de que Nijimura estaba observando todo, Haizaki dejó el mechón y empezó a acariciar su cintura, pasando de atrevido para acariciar un poco los muslos.
Sonreía viendo al mayor retorciéndose de celos, fulminándolo con la mirada.
—¿No tienes nada importante que hacer?
Nijimura quiso decirle que sí, que se iba a ir con él a casa. En eso habían quedado antes de que esa tipa llegara.
—En absoluto.
Pero la suave y coqueta voz de Haizaki salió de un rostro furioso, de unos ojos que no dejaban de clavarse en los suyos como cuchillas, diciéndole de manera indirecta que esos planes estaban cancelados. Esa niña solo sería utilizada a su antojo y después le cortaría la comunicación, era el patrón que usaba Haizaki para tener sexo. Y aun estando consciente de que sería una víctima, Nijimura sentía la necesidad de apartar y exigirle que no se acercara a él.
¿Con qué derecho creía eso? Solo le estaba demostrando que, si seguía con Akashi, Haizaki también podía hacer lo que quisiera. Apretó los puños.
—No te olvides del partido de esta semana.
Y se marchó a casa.
—No te pongas tan nervioso, hombre.
Kagami quiso decir lo mismo que Aomine ante el paso tan robótico del pequeño Kuroko.
La presencia de la famosa escuela secundaria Teiko se sentía por toda la sede del torneo entre secundarias. En el lugar podían apreciarse los diferentes diez uniformes que representaban a las diez escuelas que discutirían por ser la mejor de la zona. No era la primera vez que Aomine escuchaba de ese torneo, era común oírlo en la primaria cuando se hablaba del club de baloncesto. En esas conversaciones con sus compañeros siempre terminaban hablando de Teiko y los fantásticos juegos que realizaban en dicho torneo.
Kuroko lucía asustado, increíblemente nervioso. Caminaba tan rígidamente que tenía miedo que en algún momento se cayera en los pasillos. Cuando Akashi les comentó que serían titulares en el torneo debido a las restricciones de los organizadores se sintió ligeramente presionado, aunque de inmediato se emocionó.
Sin embargo, para Kuroko parecía lo contrario.
—¿Eh?, ¿dijiste algo?
—Qué no te pongas nervioso. Aprobaste el único examen de admisión, ¿no? —Kuroko asintió, sudando horrores. Aomine se pasó la mano por la nuca, esperando que esas palabras lo tranquilizaran.
—Cómo decirlo… Esto es un desafío mayor.
Haber jugado en la evaluación de Akashi fue un reto, pues además de tener que acostumbrarse al ritmo de los del primer equipo tuvo que jugar desde cero con sus nuevas habilidades en desarrollo. Todo terminó bien, pese a lo complicado que se volvió al final, pero jugar en un torneo así suponía un reto mucho más grande.
Tomó un poco de aire.
—Además, había jugado en partidos de practica en el tercer equipo, pero solo apoyaba. De pronto me dan un uniforme y me dicen que estaré en la banca —tomó la blanca sudadera por el pecho, recordando el número 16 que marcaba su camiseta —. De hecho, es la primera vez que juego en un partido oficial.
Aomine soltó una carcajada, golpeando ligeramente la espalda del chico.
—No te muerdas la lengua… —Kuroko le volteó a ver, sin reírse —E-Espera, ¿¡lo dices en serio!? ¿¡Es tu primer partido!?
Era su primer partido oficial, por ello se encontraba tan nervioso. Asintió, confirmándole aquello. Aomine pudo ver que estaba un poco más tranquilo, incluso su mano seguía aferrándose al uniforme prestado para el juego. Sonrió, con el tiempo Tetsu agarraría más confianza.
—No puedo creerlo.
Murasakibara, quien antes ignoraba las ordenes de no comer caramelos en el lugar, se dirigió a los otros dos chicos con un semblante serio y fatigado. Había escuchado parte de la conversación debido a lo cerca que estaban y no pudo evitar molestarse por lo último comentado.
Soltó el aire, mirando a Kuroko con ligera frustración.
—Solo espero que no nos estorbes.
—Ni que lo digas.
Susurró Midorima, atrás de ellos. Kagami quiso reventarles la cara a los pequeños milagros frente a él, lo único que le detenía era que en donde sea que estaba no podía tocarlos.
—¿Estás seguro de que podrá?
Nijimura desvió la mirada de los chicos atrás de él. Aomine discutía con Midorima y Murasakibara sobre lo que le habían dicho a Kuroko, este solo observaba mucho más tranquilo que antes. Se le notaba la presión a kilómetros, pero ya no caminaba como robot como antes.
—Es cuestión de tiempo.
Eso esperaba Akashi. Tendría el tiempo suficiente para calmarse, observar la primera mitad del juego podría ponerlo en perspectiva, analizar a sus compañeros y empezar a sincronizarse con ellos para que cuando entrara en la segunda mitad no hubiera contratiempos.
Nijimura se estaba preocupando de más, pensó.
El teléfono en su bolsillo comenzó a vibrar, Akashi lo sacó y miró el nombre de contacto, ligeramente molesto.
—Es Haizaki.
—¿¡Qué!? —Nijimura le arrebató el teléfono y contestó de inmediato —¡Dame eso!
Akashi con recelo la forma en que el mayor le arrebató el celular. Hacía unos minutos comentaba con Sekiguchi sobre la ausencia de Haizaki en el punto de encuentro y cómo no estaba tomando las llamadas. Hasta Sanada había intentado contactarse con él, fallando. No le agradó en absoluto que con solo escuchar quién era se llevó su celular de sus manos.
—¡Ey! ¿Dónde diablos estás? —se formó un silencio, en el cual Haizaki respondió —¿¡Qué!? ¡¿Cómo que un resfriado!?
Nijimura volvió a callarse. Akashi pudo vislumbrar una vena empezar a resaltar en su frente, estaba molesto. El mayor no dijo nada más, colgó y le devolvió el celular a Akashi
—Se quedó dormido y fingió estar enfermo, dale su merecido más tarde.
—Entendido.
No le pareció raro, no era la primera vez que el alero inventaba una excusa para saltarse los partidos, ya sean de práctica u oficiales. Veces anteriores lo lograba con otras excusas, lo complicado es que ya se le habían agotado y Nijimura sabía que mentía.
Haizaki había sido capaz de matar a todos sus tíos, hasta a su hermano.
—…Y sé más duro que de costumbre.
Pidió Nijimura, mirando al frente, con voz más tranquila sin dejar se sonar molesto. Obvio que lo castigaría más duro, faltar a un partido oficial era repudiable, pero había otro motivo para castigarlo hasta las últimas consecuencias.
Nijimura sonó algo triste haciéndole esa petición, y no le gustó la decepcionada mirada que vio.
—¿Qué es esto?
Aomine sostenía, en sus temblorosas manos, una caja de bento color azul cielo con un interior poco apetitoso. Sakurai reconoció de inmediato cuáles fueron las manos que lo cocinaron, esos pequeños pulpos quemados y deformes solo los podía hacer las delicadas y bellas manos de Momoi.
Se apiadó del joven Aomine, quien miraba casi con el rostro chupado lo que se suponía que debía comer. El arroz estaba grumoso, el huevo quemado y con sal cristalizada por encima. No sabía cual era el poder de Momoi que siempre las algas acababan negras, y según el adulto Aomine no sabían quemadas ni resecas, solo asquerosas.
—El almuerzo, Satsuki lo preparó —respondió a Murasakibara.
No comería eso, estaba seguro, Aomine siempre preferiría morirse de hambre antes de comer algo que Momoi haya preparado. Sakurai recordaba algunas ocasiones dónde sí lo había hecho, en todas ellas la pelirrosa no se hallaba sentimentalmente bien.
En los alrededores no se encontraba la chica, así que era cuestión de tiempo para que la comida fuera desperdiciada.
—Luce muy bien.
—¿Quieres? —Sakurai rio bajito cuando Murasakibara negó con intensidad. Había sido sarcástico, pero Aomine no pudo verlo y solo encontró una forma de deshacerse de su bento.
—No… Está quemado.
Sakurai siguió al moreno hasta el bote de basura donde echó la comida. Le sentía mal que los alimentos fueran desperdiciados, pero era un sacrificio que debía hacerse. Por la cara del centro él pensaba lo mismo.
Aomine regresó la cajita azul a su bolsa y estiró los brazos, tratando de alejar la pesadez del ambiente. Luego se tocó la barriga, Sakurai supo que al menos desde secundaria tenía esa manía cada que tenía hambre.
—Voy a la tienda…
—No te demores.
Midorima bufó ante el ademán que hizo Aomine cuando pasó frente a él y continuó comiendo su bento. Iba a apresurarse, no necesitaba que le dijeran qué hacer.
Aunque fue un gesto que molesto al de lentes, el castaño vio que Aomine sonreía.
Le gustaba este pequeño Aomine, más expresivo, abierto, feliz era la palabra. Ese Aomine que se burlaba de las órdenes de sus compañeros en afán de convivir y no sacar de sus casillas a los demás, como con Wakamatsu.
Le siguió de cerca hasta que pasaron a un lado de Kuroko, donde el moreno se detuvo a verlo. Estaba algo decaído. Sakurai pudo verlo de cerca, agachándose curioso frente a él. Sostenía un bento balanceado, mas no decorado como solía hacerlo él, pero no comía. Estaba pensativo, con la mirada perdida en el suelo.
—Kuroko-san…
Aomine, detrás de él, le revolvió los cabellos. Desde que salieron al descanso, antes de su segundo partido, Kuroko había permanecido más callado de costumbre. La caída que tuvo en el partido era, sin lugar a dudas, la culpable de su estado de ánimo.
Gracias a la ausencia de Haizaki, Kuroko había tenido que tomar su lugar y jugar en el primer tiempo. No pasaron ni cinco minutos cuando cayó de cara a la cancha, siendo llevado a la banca para calmar el sangrado de su nariz.
Lo peor que pudo haberle pasado en su primer partido oficial.
—¡Anímate, Tetsu! Aún falta un partido, úsalo para recuperarte.
Una hermosa sonrisa adornó los morenos labios. Kuroko se recuperaría y demostraría de lo que era capaz en el siguiente partido, eso podría apostarlo. Una caída así no le detendría. Dejó a Kuroko, esperando que se motivara.
Sakurai le dio un pequeño vistazo al pequeño jugador de Seirin antes de irse detrás de Aomine. Kuroko también sonreía, con las mejillas algo sonrojadas.
—Tienes razón, haré mi mayor esfuerzo.
Era curioso como Kuroko le transmitía confianza. Conociendo que fue pareja de Aomine en el pasado se sentía cómodo con su presencia, era un chico tranquilo y fiable, con el que podía compartir conversaciones sin sentirse intimidado.
Muy diferente a como se sentía con Kise.
Corrió por donde caminó el moreno, encontrándolo a punto de dar vuelta a las máquinas expendedoras. No lo hizo, estaba parado, con el rostro confundido.
Asomándose un poco más Sakurai logró ver al entrenador del grupo uno y al capitán del equipo hablando, con el último agitado.
—No habrá segunda oportunidad, lo que vi fue suficiente —el entrenador se acomodó sus lentes —Como temía, Kuroko no sirve.
Los músculos de Aomine se sentaron al escucharlo. ¿Cómo que no servía? Solo había sido un descuido provocado por los nervios, no había tenido oportunidad de demostrar de lo que era capaz. Sanada no podría estar hablando en serio.
—Haré que lo saquen del primer equipo.
No podía, el entrenador no podía hacerlo. Kuroko se estaba esforzando demasiado para poder estar en el equipo, él mismo lo vio desde que lo conoció en el gimnasio del tercer grupo. Tenía potencial, una habilidad en desarrollo, Kuroko era capaz de jugar con ellos.
Además, todavía no le decía sus sentimientos.
Jadeó, sus piernas titubearon antes de avanzar hasta el entrenador. Sakurai le vio correr frente a él con desesperación.
—O-Oiga… ¡Aguarde un momento! —Sanada y Nijimura se voltearon a su dirección —Aun falta el segundo partido. ¡Uno más!, ¡observe a Kuroko un partido más, por favor!
—¿Aomine?
Nijimura alzó una ceja confundido. En lo que iba del club Aomine nunca había suplicado por algún otro chico antes y eso que varios de los que se volvían cercanos a él terminaban siendo degradados grupos inferiores.
—Dije que no —Sanada dejó de mirarlo por el hombro para encararlo. A este punto Sakurai ya había llegado al costado del moreno y pensó que ese entrenador era demasiado serio —No tiene caso que siga observándolo, será expulsado del primer equipo.
—No diga eso… —susurró Aomine, pero Sanada lo paró en seco hablando otra vez.
—La conservación terminó. Encárgate de descansar y prepárate para el segundo partido.
La situación era cruel, hasta el castaño lo sintió. No tenía contexto de lo que pasó anteriormente, pero no debía ser tan delicado como para sacar a un miembro del equipo de un momento a otro. Sin embargo, el tono tan autoritario del adulto daba a entender que no daría su brazo a torcer.
Miró a Aomine temblar de frustración. Kuroko estaba a nada de ser degradado otra vez al tercer grupo, echando a perder todo el progreso de meses solo por una caída accidental. No sabía qué hacer, no sabía qué pasaría con él si Kuroko se iba del club.
Por que si era degradado su salida estaba asegurada. No quería volver a escucharlo decir que dejaría el básquet.
Su rostro se iluminó, dejar el básquet…
—¡Entrenador, le propongo algo! —Sanada se detuvo, mas no lo miró —¡Si en el siguiente partido no da resultados, yo también saldré del equipo! Así que… se lo ruego, obsérvelo una vez más.
—Aomine-san…
Sakurai le observó con cariño. Lo que estaba haciendo el pequeño Aomine era de admirar, era algo que su Aomine no haría por cualquiera. Y es que Kuroko no era cualquiera, era un buen chico del que su novio caería enamorado en esa época.
Dar su posición en el equipo como garantía de que Kuroko era digno se conservar era un acto muy valiente.
—Oye, Aomine… —el capitán se acercó al mencionado y dejó un golpe en la frente. Fue un simple golpe de índice, pero dolía como nunca. Ahora entendía por que Haizaki duraba semanas con los golpes de Nijimura —¿Eres idiota o por qué dices eso? No serviría de nada que dejes el equipo. De hecho, nos perjudicarías. Debes ofrecer algo diferente.
—Se parece a Imayoshi-san —susurró Ryō con una leve sonrisita, recordando a su excapitán. Eran parecidos, solo que de Teiko tenía un rostro más sereno.
Sanada inspeccionó la determinación del joven moreno. Sus manos temblaban, pero su expresión decidida permaneció en el rostro todo el tiempo que le sostuvo la mirada.
—¿Tu confianza está cimentada en algo? —preguntó. Primero Akashi y el entrenador principal, ahora Aomine, tuvo que haber pasado algo por alto al verlo si tantas personas estaban dispuestas a respaldarlo.
—No, señor… —Sanada endureció la mirada —, pero sé que algún día nos sacará de aprietos. Ignoro por qué —contestó antes de que el entrenador pudiera hacerle la pregunta —solo lo presiento.
Akashi había dicho algo similar en el partido de evaluación, que ese chico sería capaz de darle la vuelta a los partidos cuando su habilidad llegase a ser pulida por completo. Sin embargo, carecía de la habilidad física necesaria para desempeñarse correctamente. Un suceso como el de esa mañana no podía repetirse, no era la excelencia de la que se hablaba en Teiko.
Aomine seguía ahí, temblando de piernas y manos, pero con la mirada en alto demostrando que sería capaz de abandonar el club por Kuroko. Sanada suspiró, y mirando una vez más a Nijimura habló.
—Está bien, lo observaré de nuevo durante la tarde —los ojos de Aomine brillaron —, pero cumplirás tu promesa. Si falla de nuevo, ambos estarán fuera del primer equipo.
—¡Sí!
No le comunicaría de esa situación a Shirogane hasta el final de la tarde. Aomine era un buen elemento, a no ser que el mejor del equipo sin contar a los de tercero, perderlo sería un grave error. Kuroko debía esforzarse al máximo.
La idea de no sacar a jugar al chico le tentó, así no arriesgaría a Aomine. En el transcurso del partido lo pensaría.
Nijimura soltó el aire de sus pulmones y miró el rostro iluminado de Aomine. Debían estar locos, él y Akashi, por respaldar a un chico que estaba aprendiendo a dar grandiosos pases.
Él también debería estarlo si estuvo a punto de respaldarlo también.
—¡Aomine-san, lo logró! —chilló Sakurai, dando unos pequeños brincos de emoción. Aomine se desinfló, soltando toda la presión de su pecho —Falta que Kuroko-san juegue solo como él sabe y no se irá del club.
Parecía que le oía, ya que cuando terminó de hablar Aomine sonrió levemente.
Kagami miraba la cartera café que Kuroko sostenía en su mano. Habían caminado desde las jardineras en búsqueda del Aomine joven para hacerle entrega del monedero que dejó olvidado, sin él no podría comprarse el almuerzo antes de regresar.
El semblante de Kuroko había pasado de uno pensativo a uno más tranquilo luego de la conversación con el moreno. A Kagami le resultaba algo complicado aceptar que, durante su estancia en secundaria, el idiota de Aomine fue un gran pilar para el fantasma.
No solo ayudándolo en los entrenamientos extra temporales, sino también siendo su apoyo para momentos críticos como los de ese día.
Gracias a ese lugar extraño pudo presenciar en primera fila la estrepitosa caída del pequeño Kuroko. Se rio, por que como nadie le veía Kuroko no podía tomar represalias. El verlo era diferente a escucharlo, Kuroko tenía razón cuando le dijo a Furi que le entendía sus nervios en aquel partido contra Akashi.
El que se haya reído no quitaba el hecho de que fue un debut horrible, que puso sobre el pequeño una presión más grande de la que significaba ser parte de Teiko. Pero con las palabras de Aomine era suficiente para subirle los ánimos, lo que demostraba su gran amistad.
Y próximamente su noviazgo. Kagami chasqueó la lengua.
Kuroko seguía mirando el monedero hasta que llegó al pasillo que daba a las máquinas expendedoras, donde se detuvo de golpe al escuchar la voz de entrenador Sanada. Kagami no se percató de que este se detuvo hasta que sintió su cuerpo frío y vio los cabellos azules atravesarle el pecho, indicándole que lo había traspasado.
—Oi, Kuroko, ¿qué pasa? —preguntó, girándose y encontrando al mencionado observando un poco lejos de ellos. Kagami siguió aquella mirada, Sanada estaba hablando con Aomine a unos pasos, Nijimura permanecía a un lado del más chico.
—Dije que no. No tiene caso que siga observándolo, será expulsado del primer equipo.
—¿Ah?
El entrenador, con una mirada arrogante y de hartazgo, sentenció ante el rostro de sorpresa y resignación de Kuroko. Kagami se sintió horriblemente ofendido, ese viejo era más molesto que Matsouka. El entrenador del tercer grupo no tomaría una decisión tan apresurada con una simple caída.
Quizá era por que veía la situación en retrospectiva, pero Kagami pensaba que estaba cometiendo un gran error al querer sacar al futuro sexto hombre fantasma de la ecuación al primer error. No sería el primero ni el último alumno en tener un accidente en la cancha.
Aunque, claro, Kagami no estaba del todo consciente de los estándares de Teiko.
—No diga eso…
—La conversación terminó —Aomine intentó renegar, pero fue inmediatamente callado por el adulto. Kagami se tomó el tiempo de echarle un vistazo al fantasma, que seguía la conversación con un rostro decaído —. Encárgate de descansar y prepárate para el segundo partido.
Sanada, importándole poco la opinión de un alumno de primero, comenzó a irse. Kuroko, cabizbajo, apretó los puños en frustración. Y Kagami le entendía. Todo su esfuerzo, sus tardes en entrenamiento y sus desvelos en investigación para que por una simple caída fuera degradado del equipo.
—Kuroko, ellos no saben de lo que eres capaz.
Nijimura tampoco hacía nada, solo observaba la conversación con los labios fruncidos. Tampoco le importaba, de seguro, la expulsión de Kuroko del equipo. Ese tipo…
—¡Entrenador, le propongo algo ¡Si en el siguiente partido no da resultados, yo también saldré del equipo! Así que… se lo ruego, obsérvelo una vez más.
Aomine temblaba, no del miedo como pensaban los mayores, sino del coraje como intuía Kagami.
Por que el imbécil ese podría ser todo lo que el mundo quisiera, pero miedoso no.
Kuroko, quien se había decidido por salir de su escondite y entregarle de una vez la cartera a su amigo, titubeó en sus pasos y siguió escuchando, confundido. Kagami caminó hasta la situación y parándose frente al moreno encontró unos decididos ojos desafiar a Sanada, quién al igual que Kuroko detuvo su caminar y le echó la mirada por encima del hombro.
—Oye, Aomine —la mano del otro chico le atravesó por la mejilla y le brindó un golpe de índice en la morena frente. Aomine se quejó, lo suficientemente alto para que Kagami se preguntara si tenía la misma fuerza bruta que Kasamatsu —¿Eres idiota o por qué dices eso? No serviría de nada que dejes el equipo. De hecho, nos perjudicarías. Debes ofrecer algo diferente.
—Ahora sí haces algo… —murmuró Kagami. Viéndolo de cerca se le hacía familiar, en algún lado había visto esos labios fruncidos y el peinado de librito que usaba.
—¿Tu confianza está cimentada en algo? —preguntó Sanada luego de un silencio. Vio a Aomine negar con la cabeza y en el fondo a Kuroko tensarse ante la respuesta.
—No, señor, pero sé que algún día nos sacará de aprietos. Ignoro por qué —pausó unos segundos, en los que sus puños volvieron a apretarse —solo lo presiento.
Sanada lo pensó, pero terminó aceptando el trato con la única advertencia de que si Kuroko fallaba ambos se irían del primer equipo. Aomine asintió, emocionado por la respuesta.
—¿Escuchaste, Kuroko? —gritó Kagami, viendo como la espalda del adulto abandonaba el lugar. Nijimura le seguía de cerca, abriendo una nueva conversación. Miró a Tetsuya por encima del hombro moreno, topándose con una preciosa sonrisa en sus labios y las mejillas levemente sonrosadas —No vas a fallar.
Kagami Taiga, con el tiempo, se había convertido en un experto en leer las facciones de su precioso novio Kuroko Tetsuya. Aquel niño, de uniforme blanco y azul como el cielo, podía no ser su pareja, pero era una versión más fácil de leer que no se le hizo complicado entender que lo que hizo Aomine causó algo en él.
Y Kuroko estaba parado lejos, tomándose el pecho con disimulo, sonriendo enternecido por la acción de su amigo.
—Mierda… ya es tarde —gruñó, observando el poco tiempo que le quedaba para almorzar desde el reloj en la pared —. Si no me apresuro no comeré nada.
Aomine corrió a la máquina expendedora más cercana, eligiendo de ella lo que sería su comida y bebida. Encontró su favorito, un onigiri de pollo teriyaki que parecía ser de edición especial porque jamás lo encontraba en máquinas, solo en tiendas de conveniencias específicas. Metió su mano al bolsillo para tomar el dinero.
—¿Eh?, ¿y mi cartera? —buscó por todos lados, en todos los bolsillos que portaba, pero no la encontró. ¿La olvidó en casa? No, imposible, antes de irse de Teiko compró el desayuno— ¿¡Se cayó o la olvidé!?
Kuroko salió de sus pensamientos al escucharlo. A eso había ido, a entregarle su cartera, la situación en la que se vio espiando le había sorprendido. Se acercó a él, volviendo a traspasar a Kagami, quien veía divertido la desesperación del pequeño Aomine, y le extendió la cartera.
—Aquí tienes.
—Ah, gracias por traerla… —le tomó un tiempo, pero al final gritó asustado. Pensó que ya se había acostumbrado a la poca presencia de Kuroko, al parecer bastaba con estar un tiempo separado para volver a perderlo de vista —¡OH! ¡TETSU!
Kagami tomó asiento en las bancas cercanas, algo burlón por el susto repentino de su enano rival. Aomine respiraba agitado por el grito, esperando que el otro se burlara como siempre lo hacía. Esperaba un "Pensé que no te asustabas" o algo similar, pero Kuroko permaneció en silencio y cabizbajo.
Aomine se puso en riesgo con aquella propuesta, hasta ahora caía en cuenta. Fue muy valiente se su parte, ponía toda su confianza en él como si no pudiera fallar nuevamente y, con ellos, ambos se despedirían el básquet. Aunque Aomine podría retomarlo en preparatoria, Kuroko no haría ese esfuerzo si rompía la promesa con Ogiwara.
Era admirable, pero también estúpido.
—¿Tetsu?
—Aomine-kun, ¿por qué lo hiciste?
—… —los ojos de Aomine recorrieron el triste rostro de Kuroko. A Kagami no le sorprendía en nada lo rápido que Kuroko entendió el riesgo, obviamente estaba preocupado —Estabas escuchando…
—Estábamos, Aho —extendió sus brazos, usándolos como almohada sobre la mesa. No estaba cansado, en todo ese tiempo su cuerpo no experimentó cansancio alguno sin importar en todos los lados en los que estuvo presente, solo no quería mirarlos.
—Porque me preocupa que alguien como tú desaproveche su oportunidad —recordó todas las tardes que se las pasaba entrenando hasta el anochecer, todos los esfuerzos que terminaron en mareos y vómitos, todas las veces que Kuroko sonreía cuando se veía avanzar —. Estoy seguro que a todos les llega, tanto a quienes se esfuerzan como a los que no.
Kagami no los veía, pero podía apostar que Aomine le estaba sonriendo con cariño a Kuroko.
Dio unos pasos, aproximándose al peli celeste. Sus cejas fruncidas en preocupación eran horribles, no le dejaban apreciar sus hermosos ojos celestes que combinaban con el uniforme. Aomine pensó en declarase. Ante la idea de ser rechazado y perjudicar la presión del siguiente partido desistió.
—Pero siento que los deben aprovecharla son quienes luchan por sus deseos.
Aomine podía decir cosas tan cursis.
—Pero eso no implica que debas salir del equipo…
—¡No digas tonterías! —esos celestes ojos al fin le miraron —Basta que des resultados en el próximo equipo, es muy simple —Kagami no podía estar más de acuerdo —Tienes otra oportunidad y la capacidad de hacerla valer, ¡puedes lograrlo!
El moreno puño se alzó frente a él, acompañado de una sonrisa orgullosa que le transmitió seguridad. Aomine tenía razón, era cuestión de volverlo a intentar para lograrlo. Ya no se sentía tan nervioso, lo peor pasó, debía concentrarse en jugar su juego y demostrarle al entrenador que era valioso.
Así Aomine no saldría del equipo junto con él.
—¡Cierto!
Kagami sonrió al escuchar el choque de puños a su derecha.
"No la lances tan rápido."
Aquellas palabras de Kuroko junto con su actuación esa mañana seguían dando vueltas en su cabeza.
El juego había sido un desastre en el comienzo. Con la salida de Kuroko de la cancha y la sustitución de Nijimura pudieron remontar, sin embargo, la decepción de entrenador con el chico era entendible. No pudo conectar ningún pase debido a su caída, aunque enfermería dijo que estaba bien meterlo a jugar otra vez no era opción.
¿En qué falló? ¿Qué no vio? Akashi se lo preguntaba mientras comía su almuerzo, pero no fue hasta que se encontró la cartera e Aomine que lo entendió.
Sumado a los nervios terribles por ser su primer juego, Kuroko seguía jugando con el ritmo del tercer y segundo equipo. En los entrenamiento pudo defenderse, pero en la cancha era diferente.
El descanso le serviría para tranquilizarse. Veía poca la posibilidad de que volviera a jugar, si volvía entrar a la cancha le indicaría aquel error. Debería ser suficiente para empezar a pulir a su sexto hombre.
—Cuando estás serio das miedo.
Furihata le acompañaba por la izquierda, sentado. Kuroko se acababa de ir detrás de Aomine y Murasakibara buscaba en su bolso un postre que degustar. Estar así con los milagros era diferente, no se mostraban tan intimidantes como en la actualidad.
De hecho, hasta le hubiera gustado compartir caramelos con Murasakibara en ese momento.
Akashi se quedó pensativo cuando lo de la cartera sucedió, y Furihata no entendía qué pasaba. Solo podía mirar su pensativo semblante. Aunque le gustara la faceta seria de Sei, siempre le causaba algo de miedo por no saber leer qué pensaba. Alguna vez se lo comentó, ganándose una risa del menor.
Le hizo berrinche y luego le besó, dejando ahí la conversación.
Con el Sei pequeño no era tan intenso, solo le recordaba a la versión más grande.
—¿Estás bien, Akashi? —preguntó Midorima, estando del otro extremo de la banca, también al lado del pelirrojo.
Akashi respondió un sencillo sí cuando salió de sus pensamientos. Midorima se le quedó viendo, con lo que Furihata pensó que era preocupación.
Midorima no le caía mal, en absoluto. Lo intimidaba y no iba a negarlo, toda la generación te metía presión con solo su presencia, hasta Kuroko solo que con él ya se había acostumbrado.
En las pocas veces que habló con Takao se enteró que el escolta era un chico especial, que se preocupaba por sus amigos a su manera y llegaba a ser muy tierno, según el base. Según Sei era muy inteligente, sabía llevar pláticas amenas y, aunque no lo pareciera, era muy sabio. Seguramente hablar con él sería grandioso.
Viendo al Midorima joven no podía sentir más que lástima. Furihata veía lo enamorado que estaba de Akashi, lo mucho que lo cuidaba. Esa lata de café amargo que le pasaba sin que se diera cuenta, aunque Sei se daba cuenta de todo, lo demostraba.
Solo que, Furihata sabía que no era un amor correspondido.
—Aka-chin, ¿quieres?
Furihata, algo confundido, vio como Murasakibara le extendió al pelirrojo una bolsa con caramelos. Akashi los aceptó, con una sonrisa en el rostro, que lo confundió aún más.
—Ah, gracias. Hace mucho que no me los regalas, Murasakibara.
Midorima observó con recelo la bolsa de dulces en manos el vicecapitán. Así que eran esos de los que hablaban la otra vez, el estúpido pretexto que usaba Murasakibara para acercarse a Akashi. Le transmitió la misma mirada del más alto, recibiendo una pequeña pero arrogante sonrisa de vuelta.
Furihata no entendió esa interacción.
—Te los iba a dar más tarde, pero te vi preocupado. ¿Todo bien, Aka-chin?~
Kōki se asustó cuando vio al titán tomar asiento en su lugar. ¡Ese tipo le iba a aplastar! Eran joven, sí, pero seguía teniendo una altura anormal a comparación. Gritó en reflejo, pues no le oiría, y cerró los ojos con fuerza mientras rápidamente se levantaba de la banca.
—¿Eh?
Sintió en ciertas partes de su cuerpo recorrerle un frío, partes donde llegó a ver que el cuerpo de Murasakibara le atravesaba. Como si fuera seda. No, más bien como un canvas de Photoshop donde se pondría una imagen degradada sobre la otra, en la que se podían ver los colores de ambas al mismo tiempo.
Se tocó el cuerpo, en las partes donde vio los cabellos lilas salir de él. Se sentía normal, sentía su piel y el deje de baja temperatura subir poco a poco.
Era extraño.
—Solo pensaba en el accidente de Kuroko —la voz de Akashi le regresó a la actual realidad. Midorima y Murasakibara fruncieron el entrecejo recordándolo también, y antes de que Murasakibara dijera algo Akashi continuó —. No comenzó con el pie derecho, estoy de acuerdo, solo les pido que si el entrenador le da otra oportunidad ustedes también.
—Mnh… —Furihata pudo oír el berrinche Murasakibara y asumió que su rostro estaba igual. Era tierno, en realidad —Si Aka-chin lo dice.
—Espero que no te estés equivocando, Akashi —carraspeó Midorima.
—Los Akashi nunca se equivocan.
"Una digna de Sei" pensó sonriendo Furihata. Akashi asintió también sonriente, abriendo la lata de café amargo que le brindó Midorima. El café amargo era el favorito de Akashi, cada que iban a una cafetería o incluso en su propia casa Sei debía pedir un café sin azúcar. Ya sea americano o expreso, siempre y cuando no fuera dulce, no le gustaban las cosas dulces.
Por eso, mirando los caramelos en su bolsa, se preguntó porque aceptaba ese tipo de regalos de parte de Murasakibara. ¿Era para llevarse bien con él o por no hacerle el desaire? Akashi era demasiado cordial para que la respuesta fuera la segunda.
Sí, debía ser eso.
—Pero, en tu cumpleaños te regaló un tiramisú amargo…
Susurró Kōki, ignorando por completo la pelea de miradas que se disputaba entre el centro y el escolta de Teiko.
Pronto, Akashi dejó su café a un lado y dejó el asiento, interrumpiendo al pensativo castaño y a sus compañeros.
—Vuelvo en un momento.
Akashi comenzó a correr y Furihata le siguió, como de costumbre desde que llegó a ese cambiante lugar. Algo le había llamado la atención para dejar de repente el almuerzo, incluso Midorima lo había notado.
Lo que no notó Midorima, pero sí Furihata, fue la razón por la que Akashi se fue.
Corrían a la salida de la secundaria anfitriona cuando vislumbró a azabache dejando la escuela. Nijimura tecleaba furioso el teléfono, la vena en su frente resaltaba peligrosamente.
—¡Nijimura! —jadeó Akashi al alcanzarlo —¿A dónde vas?
Furihata también se detuvo, atrás de Akashi. No le gustaba la idea de acercarse al capitán. Su semblante cambió de uno molesto a más sonriente, aunque el castaño seguía viendo el enojo en sus cejas.
Fingía para Akashi.
—Voy por Haizaki a su casa —la mención del nombre tensó a Akashi.
—No es necesario, podemos jugar sin él —comentó rápidamente el pelirrojo. Sabía que ocupaban a Haizaki, los de mayor año no podían jugar un partido más por la restricción del torneo, pero no quería que se fuera a buscarlo.
—Es orden del entrenador.
Nijimura suspiró. No es como si quisiera ir por él, estaba de acuerdo con la idea de Akashi de jugar con los que tenían a la mano aun si eso significada poner a Kuroko en la cancha otra vez. Ordenes son ordenes, y Sanada quería tenerlo en el lugar si Kuroko volvía a fallar.
Si estuviera en sus manos no le vería la cara hasta que regresaran a la escuela. Mentiría si dijera que no tenía ganas de estar con él, pero seguía molesto por lo de antes.
Akashi le miró casi en suplica.
—Ya veo…
Estaba titubeando, no le convenía. Akashi debía mantenerse fuerte y serio para el equipo, para tomar la posición de capitán, poner ese tipo de expresiones no era parte de eso. Si Akashi se ponía triste todo se iba por la borda.
Si las cosas no iban como Akashi quería, no podía irse a América tranquilo.
Ante la asqueada mirada de Furihata, Nijimura se guardó el teléfono y se acercó al pelirrojo. Elevó su rostro desde la barbilla, sonrojando a Akashi cuando le sonrió suavemente. Mirándolo más de cerca, ese niño era increíblemente bonito.
Acarició su blanquecina mejilla, sintiendo el calor del sonrojo en su pulgar.
—Volveré pronto, ¿de acuerdo?
Un remordimiento le vino en el pecho al ver que Akashi, ensoñado, se acunaba en la palma de su mano y sonreía enormemente. Sin embargo, la hipócrita sonrisa no dejó sus labios en ningún momento.
¿Así se sentía Haizaki cuando jugaba con sus estúpidas zorras?
Akashi era bonito, era educado, obediente, tierno, adorable. Pero no era Haizaki.
—Sí, Nijimura.
Aomine se hubiera reído de Furihata al verlo gruñir, haciéndole honor a su apodo.
No soportaba la perfección aplastante de Nijimura siendo restregada en su cara.
