El camino desde a escuela anfitriona hasta Teiko fue particularmente ruidoso.
Los alumnos platicaban entre sí, realmente asombrados, sobre lo acontecido en el último partido del día. Escucharlos no sería raro, si los más antiguos en el equipo no estuvieran acostumbrados a caminatas silenciosas en los trayectos a los torneos.
Y es que la actuación de Kuroko aquel día había dejado anonadados a todos los chicos que portaban sudaderas blancas y celestes.
El comentario más usual que se oía era aquel que, dicho con un éxtasis, remarcaba cada uno de los pases invisibles que se hicieron ese día. Pases poco ortodoxos vistos en una cancha de baloncesto que llevaron a la victoria al equipo titular de Teiko, formado meramente por chicos de primero.
Otro que era normal escuchar era uno al que Kagami estaba tan acostumbrado que necesitó reírse de los mocosos que lo traspasaban y exageraban sus movimientos a su alrededor.
"Ni siquiera me di cuenta cuándo llegó ahí."
Por más que Sanada intentara mantener el camino tranquilo, los jóvenes sanos y llenos de energía se lo impedían. Siendo él la cabecilla de la imperfecta marcha militar que llevaba a los preadolescentes de vuelta a su secundaria, no hizo más que masajear el arco de su nariz en búsqueda de algo de tranquilidad.
No sabía qué sentir. Toda su fe estaba puesta en que Kuroko fallaría su segunda exhibición, se estaba haciendo a la idea de que Aomine abandonaría el equipo y repasaba una y otra vez el guion mental de lo que le diría a Shirogane una vez regresaran.
Quizá lo haría pasar por problemas personales de Aomine, así él no tendría repercusiones por dejarse llevar por aquella propuesta inmadura.
Y estaba enojado, porque las cosas no salieron cómo él, un adulto, pensaba que saldrían. Y a su vez, halló la calma tras hacer bola el guion que hizo no necesitaría darle excusas a su jefe.
Por ello, en su forma de festejar, dejaría que los niños hicieran todo el bullicio que quisiera. Solo agradecía que los más tranquilos estuvieran a sus espaldas.
No se necesitaba ser tan inteligente para asumir dónde se encontraba.
Los emocionados niños estaban atrás de él, por su aspecto podía darse cuenta de que también algunos chicos de años superiores se unían a la conversación. Y por esta, Kagami entendía que se encontraba posterior al partido donde Kuroko debutó como sexto hombre fantasma.
Vamos, solo bastaba escuchar la conversación para percatarse.
Gruñó, le hubiera gustado estar presente.
Kuroko y Aomine platicaban frente a él. Más adelante se encontraban Murasakibara, Midorima y Haizaki en absoluto silencio, mientras que Akashi compartía lugar justo detrás del entrenador junto con dos azabaches más.
—¡Estuviste asombroso! —el grito de Aomine se ahogó en el mar de comentarios del lugar, siendo alcanzado solo por Kagami en la cercanía — ¿Ves que sí era posible? —Kuroko sonrió, sabiendo que se refería a aquella platica camino a su casa, por la biblioteca.
—Debo admitir que a veces sí piensas, Aomine-kun.
Aunque la ejecución no fue la misma, la idea de un pase desviado terminó siendo realidad. ¿Cómo algo que su amigo había dicho en una idea al azar terminaría siendo su tipo de juego? Sin embargo, la idea de un pase boomerang permanecería en la banca en la espera de que su técnica se perfeccionara, aun no era capaz de hacer algo tan avanzado.
Un quejido de Aomine abandonó sus labios antes de acabar con aquel tema. Kagami apresuró un poco el paso para estar a la par del pequeño moreno, encontrándose con que Kuroko lo estaba viendo.
Aomine no se había dado cuenta, pues se encontraba ocupado rascando su nuca, algo incomodo al recordar ese momento frente a la librería.
Los ojos de Kuroko, tan bellos como Kagami recordaba, veían a Aomine. Observándolo, dedicándose a delinear su perfil con cuidado.
Una diminuta sonrisa, mucho más discreta de las que había visto antes pero demasiado común a las que Kagami estaba acostumbrado, surcó en los rosados labios de Kuroko, siendo acompañada por un rosa palo en sus mejillas.
Kagami se sintió molesto de pronto, pensando que aquella bella expresión era para él. ¿No era dueño de esas miradas en la actualidad?
—Aomine-kun.
Pero el acelerar de su corazón tuvo que frenarse al escuchar el dueño de ese momento ser nombrado.
Aomine se giró, encontrándose con aquella expresión. Su corazón empezó a latir con fuerza, sus cejas se apretaron y sus mejillas se ruborizaron. Kuroko además de ser extraordinario, era precioso.
—¿P-Por qué me miras así, Tetsu?
Kagami rodó los ojos, totalmente celoso, aun con la mano en el pecho para calmar la confusión. Kuroko inclinó la cabeza antes de volverse al frente y, recordando las palabras de Akashi, relajó su expresión. Debía ser un verdadero fantasma, aunque no estaba de más mostrar una que otra expresión a su buen compañero de equipo.
—Solo quería darte las gracias por lo de hoy —murmuró —. No te correspondía, y aun así decidiste poner tu posición de titular en juego solo por mí.
Aomine se removió avergonzando. Con la adrenalina del último juego se le había olvidado la conversación con el entrenador Sanada, ahora Kuroko se la recordaba con una tierna sonrisa que le daban ganas de enmarcarla y dejarla en el buró a un lado de su cama.
—Bueno, era injusto que te sacaran del equipo por una simple caída —aunque sonaba lógico tomando en cuenta los estándares de Teiko, la consideraba una razón excesiva —. Además, te has esforzado mucho por llegar hasta aquí —se acercó al oído del otro, susurrando para que el entrenador no lo escuchara —, Sanada no sabía la piedra preciosa que quería soltar.
Los vellos de Kuroko se erizaron cuando el cálido aliento de Aomine le pegó en el cuello. Aunque no hizo mucho por moverse, no le resultó incomodo en absoluto. El moreno no pareció notar la reacción de Kuroko, alejándose sin más.
Kuroko cubrió con una mano su boca, riendo tras de ella. De reojo podía ver las mejillas de Aomine colorearse en un rojo intenso, seguro ya se había dado cuenta de lo que aquellas palabras podrían significar.
¿Piedra preciosa? Aomine podía decir cosas tan vergonzosas, pero extrañamente no le desagradaba. No sentía más que un calor alojarse en su pecho.
Kagami pudo observar un cruce miradas entre ambos, fugaz pero demasiado intenso, antes de que el joven Aomine riera y el pequeño Kuroko asintiera contento. Los comentarios de los demás alumnos se oían, aun asombrados, en el fondo. Ignorando por completo el ambiente romántico que, al parecer, solo Kagami era consciente.
Cuando menos se lo esperó, ya se encontraban en la entrada principal de Teiko.
La marcha de alumnos se detuvo, Sanada se giró a ellos mientras capitán y vicecapitán permanecían atrás de él. Era algo tan protocolario a lo que Kagami no estaba acostumbra, ya que en Seirin solo Aida era la que se ponía frente a todos.
—Hemos llegado —habló Sanada—, pueden retirarse a sus casas. Aprovechen el fin de semana para descansa, el lunes nos reuniremos aquí por la mañana para los siguientes partidos. Descansen.
Algunos suspiros de alivio y gritos de emoción se oyeron a sus espaldas. Los jóvenes se retiraron, dejando solo al equipo titular de primero aun ahí. Incluso Sanada se retiró, mencionando algo de tener que reportarle a alguien. Kagami ni entendió el nombro de aquella persona.
—¿Te acompaño a casa, Tetsu?
Y Kuroko asintió, despidiéndose de los demás y caminando a su hogar, con un nervioso Aomine a su lado.
Alrededor de Akashi se desprendía un aura de intensa satisfacción.
Podía notar, por las comisuras de sus labios que se alzaban levemente en una sonrisa, por sus ojos entrecerrados y la barbilla alzada, que el Akashi Seijūrō de secundaria estaba satisfecho.
Y por supuesto que lo estaba, ya la poca presencia de Kuroko ya no estaba en peligro de volver al tercer grupo. Su nuevo descubrimiento había superado las expectativas de Sanada, permitiéndole continuar jugando con ellos.
Akashi estaba seguro de ello, pero tenía que estarlo el entrenador para que todo funcionara.
Pero a los avellanados ojos de Furihata, creía que su satisfacción era por otra cosa.
Después de verlos comer en lo que, creyó, que era el descanso de esos partidos, apareció entre la multitud de alumnos de uniformes celestes y blancos. Seguramente, camino a Teiko.
Sabía, por chismes entre secundarias, que Teiko tenía una cantidad enorme de alumnos inscritos en su club. Vio a una gran cantidad cuando llegó a ese lugar, en el examen inicial de ingreso. Mirando a su alrededor, solo reconocía los rostros de la pequeña generación de milagros, los demás serían de segundo y tercero pues no reconocía ningún rostro.
Bueno, solo uno que le disgustó ver en todo el camino.
Como capitán y vicecapitán, su posición en la marcha escolar era hasta el frente, justo detrás del entrenador y tutor responsable de su salida. Él, siempre pegado a Sei, no perdió tiempo en emparejar su caminar con la pequeña versión de su novio. Topándose de inmediato con el rostro brillante del mismo.
Miró sus sonrojadas mejillas y su perfecta barbilla, deseando besar cada centímetro de ellas para borrar las caricias que Nijimura había dado.
Porque, para Kōki, la satisfacción del vicecapitán era por eso.
—Es una lástima que no pueda tocarte.
Murmuró, triste. Dirigiendo una mirada cargada de odio al supuesto responsable de la felicidad de Akashi.
En realidad, Furihata estaba muy confundido. Sentía una gran admiración por Nijimura, reconociendo que además de ser un buen jugador como lo decían las revistas, según los comentarios al azar que soltaban los milagros en redes era el único capaz de controlarlos a ellos.
Eso incluyendo a Akashi. Lo que era un gran logro.
Sin embargo, reconocía que, en otros aspectos, Nijimura era mucho más superior a él. No solo en calificaciones o en el juego, sino como persona.
De lo que no podía renegar era su atractivo.
Con el atardecer del día, los rayos anaranjados del sol que amenazaban con dejar pasar la noche pegaban directo en su rostro dejando ver sus largas pestañas que cubrían sus ojos que, con el mismo sol, pasaban de negros a grises cual ilusión óptica. Su blanca piel brillaba, casi a la par de la de Akashi.
Hasta su elegante caminar, que delataba su clara posición económica.
Y ese era otro punto que Furihata tomaba para compararse, la clara diferencia de clases sociales. Masaomi Akashi estaría contento con un yerno como él.
Eso era lo que pensaba, hasta que entró en ese extraño lugar.
Él no era un buen observador como Izuki o Takao, pero podía darse cuenta de que Nijimura no sentía nada por Akashi. ¿Cómo no notarlo? Si con solo comparar el brillo en los ojos de ambos cuando se miraban era suficiente.
Akashi lo veía con tanto amor, y Nijimura solo lo veía.
Además de eso, Furihata notaba que claramente fingía sus accione.
Volvió su mirada a la barbilla del pelirrojo. Mientras que lo veía con culpa, su sonrisa actuaba enamorada.
Algo no estaba bien, y Furihata no quiso pegarse a la idea de que Nijimura jugaba con Akashi. ¿Cuál sería el motivo? Si así fuera, ¿por qué actualmente su relación era buena?
Tembló, borrando la idea de que Akashi seguía enamorado de Nijimura mientras salía con él.
—No, Sei jamás miente.
La entrada de Teiko apareció en sus ojos antes de darse cuenta. El entrenador dijo algunas palabras y los jóvenes se fueron, a excepción de los milagros y Nijimura. Aomine y Kuroko fueron los primeros en abandonar el lugar, caminando en la misma dirección juntos.
Akashi permaneció en silencio. Por sus acciones, Furihata logró identificar que estaba pensativo. Sus ojos borgoña pasaban de alumno en alumno, sin realmente prestarles atención.
Había dicho a penas unas silabas cuando Aomine y Kuroko se despidieron.
Así solía ponerse Sei cuando algo estaba en su mente, en automático le decía él.
La idea de masajear sus hombros para calmarlo de esos episodios de revoltosos pensamientos fue intensa, era una manía que a Akashi lograba tranquilizarlo al momento. ¿Podría hacerlo?
Desde que llegó a ese lugar nadie le veía, no le prestaban atención, ¿qué pasaría si se atrevía a tocarlo?
La imagen de aquella figura rojiza que lo recibió en la evaluación inicial le hizo correr un escalofrío en la espalda. A excepción de eso, nadie más lo había visto.
—Nos vemos el lunes, niños.
Nijimura, dirigiéndose al interior de la escuela, lo trajo a la realidad. Al igual que a Akashi.
Murasakibara, Midorima y Haizaki seguían ahí también. El último increíblemente fastidiado, diría el castaño.
—¿Te vas a quedar, Nijimura?
El azabache asintió y Kōki juró escuchar un leve gruñido previniendo de los otros tres. Se giró a ellos, pero sus caras seguían siendo las mismas.
—Tengo que recoger unos papeles que olvidé en la sala de juntas.
—Voy contigo.
Akashi no lo pensó mucho y, después de decir aquello, se adelantó a Nijimura. Ahora, Furihata escuchó un chasquido de lengua, y al voltearse logró identificar de quién provenía.
Si bien, Murasakibara ya no lucía aburrido, sino que hacía un puchero y Midorima endureció más su entrecejo, Haizaki se había girado por completo y empezó a irse de ahí.
Le pareció demasiado raro.
—Pero, Aka-chin, quería ir por más dulces contigo… —Midorima volteó los ojos.
—Será otro día, Murasakibara —por su voz, se oía algo inquieto, pero solo Furihata pareció entenderlo. El milagro de Yosen seguía haciendo berrinche, haciendo a Nijimura sonreír un poco.
—Te compensaré después, déjame tener a Akashi un momento, Murasakibara.
Murasakibara se removió molesto, frunciendo sus labios en un suave "Está bien" y miró a Akashi por última vez antes de irse. Midorima también se retiró en silencio, sin siquiera voltear a ver a Nijimura, que seguía riendo por su comentario.
¿Era él o ambos chicos lucían molestos con la idea de dejar a Akashi a solas con Nijimura? Porque de ser así, se les unía, Akashi lucía demasiado complacido con la respuesta del mayor.
Quizá, cuando regresara a la normalidad, podía sentirse más cercano a ellos. No sería un buen comienzo, pero sería uno.
Siguió de cerca a los dos chicos hacia la sala de juntas. Empezaba a sentirse cómodo caminando por los pasillos de Teiko, aun si fueran una clase de ilusión sabía exactamente por cual girar después de acompañarlos varias veces.
Así, llegaron a la sala de juntas, donde Nijimura se apresuró a buscar la documentación que necesitaba mientras que Akashi cerraba con cautela la puerta de la habitación.
Furihata sentía que lo que venía no le iba a agradar en absoluto.
—Espero que Murasakibara no se enoje conmigo —comentó risueño Nijimura, rebuscando entre las carpetas del estante, sin prestarle atención al pelirrojo que se acercaba a él —, se notaba emocionado de estar contigo, lo mimas demasiado.
—¿Eso crees? —Furihata también se acercó, llegando justo a tiempo para ver como Nijimura gruñía y cambiaba de carpeta, no encontrando la dichosa documentación —¿Qué estás buscando?
—La carpeta de la evaluación pasada —contesto Nijimura —, hay algunos datos que quiero corroborar para cuando regresemos a los entrenamientos.
Akashi ya estaba muy cerca del mayor. Se sintió libre de jugar con sus dedos, escondidos en su espalda, para calmar sus nervios que crecía mientras reducía la distancia con Nijimura. Estaba en paz, nadie notaría esa imperfección venir de él.
Pero Furihata lo notó, como también notó la mirada suave y aterciopelada con la que el pequeño Sei miraba a Nijimura. Y se molestó cuando Nijimura ni se dignó a verle.
Nijimura siguió rebuscando entre carpetas hasta que sintió el cuerpo del más bajo posarse encima de él. Tropezó hasta topar con unos archiveros plateados que llegaban a sus caderas, golpeando en ellos. Akashi apoyó su mano izquierda en ellos, y la diestra abrió un cajón y sacó de ella una carpeta manila.
En esa posición, Akashi podía reposarse en el pecho de Nijimura sin problema alguno.
—Están aquí, todas las evaluaciones se acomodan en este cajón.
Akashi le meneó la carpeta que pronto desapareció para quedarse sobre el archivero.
Nijimura le observó desde arriba. Akashi estaba demasiado cerca, la fragancia amaderada se entrometía en su nariz, provocándole ganas de estornudad. No era fan de ese tipo de perfumes, pero no sería capaz de decirle.
Pómulos rosados y labios apretados era lo que llamaba la atención del rostro del menor, además de su repentina osadía por acercarse tan repentinamente. ¿Habría tomado el valor suficiente después de las caricias por la tarde? Debía ser así, Akashi estaba casi encima de él.
—Nijimura-senpai…
En la vida de Koki nunca había escuchado a Akashi referirse a alguien con ese honorifico. Podía usar el San, pero Senpai jamás.
Nijimura frunció los labios cuando los ojos de Akashi se posaron en ellos, le vio pasar saliva y sonrojarse. Quizá ante la idea de besarlo, Akashi cayó en cuenta en la posición que estaban, pero no decidió moverse.
—Me gusta mucho.
Directo, sincero, espontáneo.
Así era Akashi Seijuro, así lo conocía. De esa forma, Seijuro le había sacado un y mil sonrojos tanto en público como en la intimidad de su hogar o su cuarto de hotel.
Diciendo cosas tan vergonzosas que le hacían sentir amado, apreciado.
Y ante una confesión tan sincera, tan romántica con las cortinas de la ventana siendo hondeadas por el aire otoñal, su corazón no hizo más que apretarse en un dolor agudo.
Porque, aunque no fuera su Sei, seguía siendo él.
Akashi susurró esa confesión sin dejar de mirarle, en espera de una respuesta igual de sincera que sus sentimientos.
Lo que hubiera dado Nijimura por que fuera Haizaki quien se le estuviera declarando ahí mismo.
Sus brazos temblaron y se posaron en los del menor, quien apretó aún más sus labios al sentir el cálido tacto del superior.
"¿Realmente puedo estar contigo así?" pensó Nijimura. No lo merecía, él no.
Tomó la libertad de jugar, apasionadamente, con un niño a su beneficio. ¿No podía simplemente dejar el equipo y no preocuparse por lo demás? No era su responsabilidad decidir quién se quedaría de capitán, ni qué le ocurriría al equipo con su salida.
Pero ese sentimiento de responsabilidad, de no quedar mal con Shirogane, pudo más.
Su mano derecha contornó, nuevamente, la mejilla de Akashi. Suave, calidad, como en la tarde. El pelirrojo dio un respingo al sentirlo, pero rápidamente se acunó ya familiarizado con su tacto.
Era adorable, como un cachorro felino buscando miserias de amor.
Pensó en Haizaki, en lo difícil que sería estar con él después de todo lo que hizo, lo que se dijeron e hicieron. Por su mente no pasaba más que el rostro de aquel chico malo sonrojado después de besarlo, de acariciarlo.
Y Nijimura sabía que era demasiado tarde para ellos.
Debería reconsiderar que era un masoquista, su corazón latía frenéticamente y sus ojos se empañaban en lágrimas al ver que el pequeño Sei temblaba bajo las caricias de Nijimura; pero era incapaz de desviar la mirada.
Dolía saber que fueron algo, pero se sentía morir al verlo con sus propios ojos.
Nijimura tomó la cintura de Akashi, atrayéndolo así, disminuyendo la distancia entre sus rostros.
Con los labios a centímetros, volvió a respirar la fragancia de Akashi, encontrando apestosas notas de frutos rojos en ella. No supo si era la situación, Haizaki en su mente o la colonia, pero sintió unas inmensas ganas de vomitar de repente.
Las manos de Akashi, inexpertas, se colaron por su nuca, acariciando los vellos con calma. La piel de los brazos se le puso chinita, el tacto era frío.
Podía sentir la respiración agitada del menor pegarle en los labios, el calor de su rubor acariciarle las mejillas. Una vez más, pensó que Akashi se merecía algo mejor que él, que solo estaba jugando a ser Dios en ese pequeño club.
Y, como último acto de desamor, Nijimura presionó sus labios en los de Akashi, compartiendo un desesperado y falso beso con él.
—Ngh.
Pese a ser unos labios suaves y dulces, un cuerpo pequeño y esbelto, y un chico adorable y educado; nada de eso se sentía bien.
Y Furihata sentía lo mismo, mientras una dolorosa lágrima corría por su mejilla.
Aomine era increíblemente lindo cuando estaba nervioso.
Sakurai lo había visto así solo un par de veces. La primera cuando se le declaró, siendo primero el arrogante y estúpido Aomine que le ordenó ser su novio y luego, cuando sus miradas se cruzaron, titubeó tiernamente y balbuceó un "Si me aceptas" después. La segunda en su primera vez, que cuando era el momento usó toda una botella de lubricante bajo la excusa de no lastimar a algo tan preciado para él.
Sakurai había reído desmasiado fuerte ante el adorable sonrojo de su novio, para terminar, siendo él quien al final se encargara de introducir el miembro de su novio en su entrada.
Ahora Sakurai podía anotar una tercera vez. A Aomine caminando extremadamente nervioso, con el rostro casi morado, y a paso de robot junto con Kuroko a su hogar.
Llevaba así desde que abandonaron Teiko.
—Aomine-san estuvo así en nuestra primera cita.
Solo que con menos sonrojos y más pasos robóticos.
Kuroko estaba en medio de los dos, sonriendo todavía. No podía llegar a sentir alguna clase de odio o rencor hacia él, solo respeto.
Kuroko era un chico increíble. Superó las expectativas de todos con su propio juego, que le hacía sentir a él que podía hacer lo inalcanzable.
Lo veía inconscientemente como un igual, alguien de quien tomar experiencia para avanzar en su propio camino y brillar. Aunque, si se lo preguntaran a Sakurai en persona, negaría que ni a los talones le llega a Kuroko-san.
Además, le tenía un especial cariño por hacer entrar en razón a su novio.
Por eso estaba tan feliz y emocionado de verlos caminar juntos, dentro de esa nube de algodón de azúcar que solo él veía.
—Kuroko-san es muy importante para ti —murmuró, mirando a Daiki y su tic nervioso de rascarse la nuca. Miraditas disimuladas eran lanzadas al jugador fantasma, quien solo sonreía cada vez que lo atrapaba haciéndolo —, ¿es aquí cuando te le declaras?
Rio tiernamente, recordando un comentario de Momoi durante una práctica al azar, luego de que él le platicara como Aomine se le declaró.
"¡Fue lo mismo con Tetsu-kun! ¡Dai-chan estaba tan nervioso que podría vomitar!"
Y después de que Aomine le gritara, desde las piernas de Ryo, que se callara y le dejara dormir, confirmó que las palabras de la chica eran ciertas con un adorable sonrojo inútilmente cubierto por parte del As.
Caminando a la par de ellos y analizando la situación, estaba seguro de que lo que iba a ver era precisamente eso. La declaración de Aomine.
—Si me sigues viendo así creeré que la caída me dejó algún moretón.
—Uhg…
Un quejido de Aomine se escuchó. Kuroko seguía sonriendo a medida que avanzaban por el vecindario vecino al suyo.
