Hola a todos! Siento la tardanza pero tengo un buen motivo, estuve recuperándome de varias noches sin dormir, 10 noches para ser exacta y la razón fue el cuidar de una cachorrita la cual, me gustaría decir, ya se encuentra en buenas manos, pero esas noches de insomnio me pasaron factura a lo grande… en fin! Este capítulo es especial y adoré escribirlo, ya pues sin nada más qué decir… COMENZAMOS!
…..
Capítulo 29.
Propósito.
…
Desde su último trabajo no había tenido noticias del mocoso idiota y mandón, ni tampoco de la avatar. Por lo que Zidan decidió hacer unos cuantos trabajos por su cuenta.
—Señor, tenemos información sobre la caravana de un lord. Y está lleno de riquezas antiguas que busca subastar.
—Bien, últimamente nos falta efectivo —robar dos autos llenos de joyas y piezas de arte invaluables fue pan comido.
—Señor, tenemos información sobre un intercambio de armas.
—Oh, música para mis oídos —obtener nuevas armas que iban dirigidas al ejército del reino Tierra fue divertido y lleno de explosiones.
—Señor, tenemos información sobre… ¿señor? —su segunda al mando, Hana, le miró recostado y con su trenza casi deshecha y en su pijama de short con una camiseta que decía "Soy la bomba, nena", parecía… aburrido—. Señor, ¿se encuentra bien?
—¿Qué es lo que hemos hecho desde que regresamos del norte?
—Bueno, hemos saqueado, destruido, humillado a un lord…
—Exacto, entonces… ¿por qué siento como si eso ya no me divirtiera? —Hana lo miró sorprendida.
—Señor, ¿gusta que le muestre la foto de cuando humilló al lord? Ese calzón chino lo hizo muy feliz —dijo mostrándole la foto enmarcada donde él aparecía con esa risa desquiciada.
—Eso fue divertido pero luego… no lo sé, ya no siento la misma dicha que antes —se dio a vuelta dándole la espalda. Hana se preocupó por él y se sentó en la cama a su lado.
—Bueno señor, tal vez se deba a que está cansado. Después de intentar matar a la Avatar varias veces, las armas que ha modificado y los trabajos que hemos hecho en nombre de ese bastardo enmascarado, no se ha tomado un tiempo para sí mismo. ¿Por qué no se toma unos días, señor?
—¿Tú crees? —preguntó haciendo un puchero.
—Claro. Necesita despejarse y recordar lo que le hace feliz. Hay una ciudad cerca de aquí. Debería aprovechar.
—Tienes razón, Hana —se levantó de un salto pasando al lado de su segunda al mando y al tomar su ropa le dio un beso en la frente—. Me tomaré un par de días, hagan lo mismo si gustan, quedas a cargo —salió de su tienda sin ver a su segunda al mando romper su compostura y ahogar un grito ahogado entre sus manos mientras se sonrojaba. Uno de los hombres entró y la vio pensando que debía estar loca.
—Esto… jefa, ¿todo bien? —ella recobró la compostura de inmediato.
—Todo bien.
—¿Sigue en pie lo de ir al mercado negro?
—Debemos subastar rápido lo que hemos conseguido sin demora. Oh, y avisa a los demás que el jefe se tomará un par de días.
—Mmm, entendido. Se merece unas vacaciones el jefe, hace ya rato no le veo disparar a nadie —ante esas palabras se fue, pero ella quedó pensativa ante esa afirmación.
—Es cierto… hace ya tiempo que no dispara a nadie —pensó preocupada ante lo que fuera que le estuviese pasando a su jefe.
…
Decidió ir a la ciudad cercana, vestido como un elegante civil, se puso un traje café con camisa blanca, corbata y sombrero. La apariencia lo era todo si deseaba respeto, por lo que cuando la gente le veía podían intuir que era una persona de dinero… y no se equivocaban.
La campanilla de la puerta sonó al entrar a un restaurante y el mesero al verlo se desvivió al atenderlo como haría con alguien de clase alta.
—¿Gusta algo más, señor?
—¿Qué hora es?
—La una de la tarde.
—¿Tiene horario de bebidas?
—No señor.
—Entonces tráigame la mejor bebida de la carta.
Un filete caro, un buen vino, podía no parecerlo pero le gustaban los sitios con clase. Sentado en un balcón con la vista puesta en la calle cuando vio a una niña con un niño pegado a sus faldas vendiendo pequeñas manualidades de flores, con el ojo que tenía podía constatar que la niña había usado hilo, estambre y alambre, pero además de eso podía percatarse de otro detalle. Hizo un llamado al mesero.
—Tráigame a esos niños —el mesero obedeció y los niños entraron al elegante restaurante sintiéndose intimidados ante las miradas llenas de desdén de los demás comensales. Cuando el mesero los llevó a su balcón él les sonrió—. Hola, no pude evitar ver que vendrías flores. ¿Puedo verlas?
—S-Sí señor —respondió la niña con timidez extendiendo una de las flores.
—Lindas. ¿Qué edad tienes? —le preguntó mientras inspeccionaba una de las flores cuyo centro tenía una piedra brillante incrustada.
—Nueve, mi hermano tiene seis —miró de reojo al niño que le miraba con ceño fruncido y desconfianza, sonrió de lado.
—¿No habla?
—Es mudo. Yo cuido de él.
—Ya veo… ¿cuánto por la flor?
—Cinco monedas, señor.
—¿Cinco? Demasiado barato. ¿Sabes lo que es esto? —señaló la piedra brillante.
—¿Un cristal?
—No. Es una joya. Un topacio para ser exacto. ¿Sabes cuánto valen estos? —ella negó con la cabeza—. Ya, ¿quién fue el cretino que te dijo que vendieras las flores a ese precio?
—Un señor nos sugirió el precio.
—¿Y sus padres?
—No tenemos —Zidan frunció el ceño. Niños sin padres y sin saber que tenían un tesoro entre manos. Era una suerte que nadie más se hubiese dado cuenta del verdadero valor.
—¿De dónde sacan estos?
—De una cueva que mi hermano encontró.
—Ya veo. Te voy a comprar todo esto. Pero, no vuelvas a vender tus flores con estas piedras o sino podrían lastimarlos alguien muy malo. Te daré mil por cada una, y de ahora en adelante, cada vez que necesiten dinero lleven una de estas, más pequeña, a una casa de cambio. Allí les darán buen dinero.
—¿Casa de cambio? No entiendo. ¿Vale tanto ese cristal?
—No es un cristal, es una joya. Y las joyas como estas valen mucho.
—¿Joya? ¿Cómo los collares y anillos?
—Exactamente. ¿Sabes qué? Podría ayudarte a vender eso más rápido —una mina de topacio en nombre de los Cuervos sería muy provechoso para ellos. Claro, sería justo y le daría una parte a los hermanitos, tampoco era tan desalmado. En ese momento vino el gerente, el sujeto era obeso y con esos ridículos bigotes que lucían más como dos líneas pintadas.
—Disculpe señor, pero me temo que estos niños no pueden permanecer más tiempo en el establecimiento.
—Yo los llamé, no le veo problema.
—Lo siento, pero están apestando este lugar. Así que voy a tener que… —apenas tocó a la niña cuando se llevó un buen golpe, y no había sido Zidan. El niño tenía entre sus manos unas pequeñas piedras que hacía girar entre su mano. Vaya descubrimiento. El niño estaba listo para lanzar otro proyectil pero Zidan lo atrapó antes de que le diese en la cara al gerente y lanzó una carcajada.
—Esas son agallas —destrozó la roca en sus manos y miró al gerente—. Si no quiere que yo le rompa la cabeza tirándolo desde aquí, déjenos solos —el gerente asintió ante su mirada intimidante, pero antes de siquiera darse cuenta, los niños ya se habían ido siendo el pequeño que abrió un hueco en el suelo del balcón y cayendo con un tobogán al suelo. Chasqueó los dientes y miró la flor—. Creo que puedo tomarme un tiempo. Después de todo, no irán lejos.
Los niños corrieron y ya lejos la niña tomó de los hombros a su hermano.
—Casi nos metemos en problemas. ¿Por qué hiciste eso? —el niño hizo varios gestos de manos y luego puso una cara igual a la de Zidan—. A mí no me parecía malo. Y nos iba a pagar bien —el niño hizo más gestos, se veía enojado—. Ya sé. Pero no creo que todos sean malos. Ven, busquemos esa Casa de cambio que dijo el señor. Dijo que nos pagarían bien por los cristales, digo, joyas —su hermano suspiró y caminaron juntos, sin percatarse que alguien más estaba cerca.
…
El mercado negro era un sitio ubicado en lo que debió ser un canal subterráneo, un proyecto olvidado por la ciudad. Hana y los demás llegaron con sus capas y con una carreta que contenía lo que iban a subastar. Uno de los Cuervos vio la asombrosa estructura cuando llegaron a la entrada y uno de los organizadores les dio la bienvenida.
—Escuché que este lugar fue abandonado, me preguntó por qué.
—Se dice que fue por una vena de agua que cruza por las paredes y que volvió la construcción inestable —explicó el organizador, un hombre pequeño y mayor—. Si hubiesen seguido la construcción se hubiesen arriesgado a una inundación —les dio una placa con el dibujo de un demonio como símbolo de que podían pasar. Cuando Hana iba a tomarla alguien más lo hizo.
—Pero mira nada más, unas avecillas perdidas —se burló un hombre grande que lucía más como un toro, más con el casco de cuernos que adornaba su cabeza cuadrada—. ¿Dónde está Zidan? Hace tiempo que no veo a ese miserable bastardo —los hombres de este se rieron, ellos también tenían cascos con cuernos como su líder.
—Eso a usted no le incumbe, líder Doban —respondió Hana que le quitó la placa en un ágil movimiento—. Después de la última vez, los Toros Kingoku deberían saber su lugar.
Uno de los hombres del bando contrario se acercó, así como líder tenía un ridículo casco con cuernos.
—Mire esto señor, ese cobarde tiene a una mujer a cargo —le señaló grosero y ella en un rápido movimiento hizo que su codo apuntara a la dirección contraria y gritara segundos después.
—¡Pequeña zorra! —iba a sacar su hacha pero…
—Basta —el anciano miró en reprimenda al líder que se detuvo—. Conocen las reglas. Nada de armas dentro. Si quieren pelear que sea a puño limpio —la sonrisa de aquel viejo le daría escalofríos a cualquiera. El hombre llamó a varios de sus empleados con un chasquido, todos usaban máscaras de demonios y estos usando su metal control arrebatándoles sus armas, luego los sometieron a inspección—. Pueden pasar, y por favor, no hagan escándalo en la subasta.
Todos pasaron y el líder de los Toros bufó.
—Esto no se va a quedar así —amenazó apartándose del grupo. Hana ni siquiera se inmutó.
—Ay, jefa, ¿quién era ese? —preguntó su subordinado.
—Los Toros Kingoku, un patético grupo que intenta copiarnos en todo. No le prestes atención a su líder, es un bruto que no vale la pena.
Sus hombres asintieron, después de Zidan, Hana era de temer. A pesar de no ser una maestra como su líder todos la respetaban de la misma manera.
—La jefa da miedo —musitó uno.
—Cuentan que era una peleadora callejera antes de unirse al grupo —dijo uno—. Y se cuenta que entre ella y el jefe tuvieron una pelea con otros grupos que los emboscaron e intentaron acabarlos y los hicieron pedazos.
—¿Es en serio?
—Fueron dos grupos —dijo Hana que los escuchaba a pesar de sus cuchicheos—. Y no los hicimos pedazos, los destruimos —varios tragaron duro al escucharla. Hana podía recordar ese momento, ambos eran jóvenes, Zidan se había metido a un grupo criminal para robarles y hacerse de sus recursos y ella era una peleadora del otro grupo a contra de su voluntad, ambos pelearon entre sí y este le propuso un trato.
—Peleas bien, ¿no quieres formar parte de algo más grande en lugar de estar bajo el yugo de estos patéticos perdedores? —ella estaba sorprendida pero aceptó sin dudarlo. Y cuando acabaron con esos dos grupos y lo vio en medio de las llamas y la destrucción con su rifle… fue amor a primera vista.
Suspiró a lo bajo como la mujer enamorada que era.
—Espero que esté pasando un buen día libre —musitó a lo bajo, mientras sus hombres, que sabían muy bien de su enamoramiento, le apoyaban en silencio deseándoles gran felicidad.
…
Después de darle su escarmiento a ese estúpido gerente, salió del restaurante con un amargo sabor de boca mientras seguía viendo la flor. Llegó hasta el barrio bajo y buscó entre las pequeñas chozas. Con cada paso que daba, el sitio se veía peor, las pequeñas chocas fueron pronto reemplazadas por cajas en el suelo donde los indigentes se arrastraban para dormir. Aquello le trajo recuerdos… al instante siguiente vio una versión de sí mismo, más joven, más tonto, más ingenuo.
Un hombre le golpeó la cara siendo apenas un crío, rompiéndole la nariz.
—¿Esto es todo lo que pudiste conseguir? —le tiró la bolsa del dinero que había robado—. ¡No habrá comida para ti hoy!
De pequeño era débil. Sin padre, sin hogar y viviendo en las calles uno debía aferrarse a lo que podía con tal de sobrevivir y eso le tocó a él, robar para un cretino que abusaba de los más pequeños como él, lo único que en ese entonces lo consolaba era una foto de su madre. O así fue hasta que un día, el tipo rompió su más preciado bien frente a su cara.
—Y la próxima vez más te vale no regresar con las manos vacías.
Fue en ese momento que todo cambió. El pequeño dentro sintió la rabia y el odio en su más puro estado. No le importó que fuera más grande y fuerte, no le importó que pudiera matarlo, se fue contra él y le atacó con sus puños. Claro, se llevó un buen golpe dejándole el ojo hinchado tras ser empujado a un basurero, pero su rabia era mucho mayor. Usando su resortera tomó una piedra y disparó, dándole justo en el ojo y usando unas viejas tablas del suelo le golpeó en los bajos y lo terminó con varios golpes en la cara hasta que partió la tabla. Los demás niños le vieron asustados y al verlo tomó una decisión…
—Yo no seré un perdedor como ustedes. Quédense si quieren, yo me voy —se haría fuerte, no sería el peón de otro idiota como ese y de una u otra forma, él…
Una lata rodó a sus pies sacándolo de sus pensamientos, allí había un anciano que intentaba abrir sin éxito una lata de conservas.
—Oiga. Busco a unos niños.
—Aquí no hay niños —respondió sin siquiera mirarle e intentar de nuevo abrir la lata con su abrelatas y débil agarre.
—No están en problemas y no los busco para hacerles daño —respondió obteniendo una mirada del viejo—. ¿Sabe dónde están? —el viejo rumió algo, Zidan se agachó y le quitó la lata. Sólo con la presión ejercida la tapa se abrió un poco y la retiró sin problemas dándosela al viejo—. ¿Y bien?
—Kyo y Kayoko se encuentran siempre vendiendo sus flores en el parque del centro a estas horas. Siempre venden algunas a esas horas. Así logran conseguir pagar.
—¿Pagar qué? —preguntó alzando su ceja.
—Estadía —Zidan miró alrededor la sucia zona.
—Está de broma —el anciano negó con la cabeza—. ¿Y a quién le pagan?
—A un bruto que vive al final de la calle. Es un maestro tierra, así que nadie le puede hacer frente. Y vaya que nos da a todos buenas palizas —masticó algo de las conservas—. Espero que los niños logren conseguir el dinero, ya le deben a ese idiota y no quiero pensar lo que podría hacerles —habló con amargura y Zidan le dejó en el suelo un billete de alta denominación haciendo que al viejo casi se le saliesen los ojos de las cuencas—. ¡¿Y esto?!
—Por no pedirme nada a cambio de la información —y se notaba que el viejo se preocupaba por los niños. Bueno, al menos ya sabía dónde ir. Cuando iba a salir de ese lugar notó que lo estaban acorralando y un sujeto con un cuchillo se acercó a él.
—Hey, amigo, creo que te has equivocado de barrio —se burló en la cara del asesino—. Si quieres salir de aquí, más te vale dejar una cuota.
—Mmmh… ¿Ustedes trabajan con el tipo que impone cuota en ese basurero? —por primera vez en días, esa sonrisa psicópata apareció en su rostro—. Hablemos de negocios.
Todos los residentes de ese sitio escucharon gritos, gritos espantosos que los dejaron paralizados del miedo. Nadie se atrevió a asomarse hasta que los gritos cesaron y vieron a los que tantas veces los habían torturado en el suelo o dentro de los basureros. El anciano se acercó al ver que de uno de los botes de basura sobresalían seis pares de pies, cuando normalmente dos personas delgadas caben en estos. Tragó duro.
—¿Quién rayos era ese tipo?
Zidan se alejó de allí, quería llegar al parque y asegurar el botín antes de que algo más pasase sin saber que alguien más ya estaba con esos niños.
…
Lo increíble de los mercados era que uno podía encontrarse de todo. Armas, obras de arte, animales extraños, incluso la ropa interior de alguna celebridad.
—La etiqueta dice que esto le perteneció al antiguo rey tierra Bumi —señaló uno de los Cuervos una tela harapienta que lucía más como vendajes.
—¿Quién rayos va a comprar eso? —señaló su compañero con claro asco pero el mercader pareció sonreír.
—Era de un antiguo rey, pero si no les interesa eso tengo algo más atractivo que es de la actriz Sumika —abrió una caja haciendo que los Cuervos abrieran los ojos grandes y comenzaran a pujar. Hana le dio a cada uno un golpe que les dejó un chichón.
—Ustedes me enferman —era normal que algunos intentasen vender algo antes de la subasta, pero había demasiados charlatanes y todos debían tener cuidado. De repente se detuvo al ver un hermoso kimono blanco ser llevado a la parte trasera y una mujer estaba haciendo alarde de este.
—Este fue hecho con el más fino de los materiales. Hilo de diamante y rubí, con incrustación de oro, y a pesar de lo pesado que parezca en realidad es bastante ligero. Puede usarse para una fiesta o boda.
Hana se imaginó vistiendo algo así de bonito en su boda con su jefe. Casi se pierde en su fantasía pero supo reaccionar rápido y seguir adelante cuando se topó con una jaula cubierta ser llevada a la parte trasera. En esta asomó una mano pequeña.
—¿También trafican con humanos? —preguntó uno de los Cuervos a lo bajo.
—Depende, hay personas que necesitan esclavos. Aunque algunas veces esas personas tienen habilidades impresionantes, eso es algo que casi no se ve.
—¡Vengan! ¡Haga su mejor oferta! ¡He aquí un auténtico huevo de dragón! —un hombre anciano y con pinta de charlatán mostró al público un enorme huevo y Hana sólo arqueó la ceja.
—Pamplinas.
—¡La subasta está a punto de empezar! ¡La subasta está por empezar! —anunciaron y todos caminaron directamente al salón principal.
…
Zidan llegó al parque, el lugar estaba atestado de personas y niños que corrían de un lado a otro. Buscó a ese par pero parecía que no había rastro de ellos, era como la tierra se los hubiese tragado.
—¿Dónde están, mocosos? —ya empezaba a impacientarse cuando vio a una niña caminar con una de las flores y la detuvo—. Disculpa, qué linda flor tienes allí. ¿Dónde la conseguiste? —la niña le miró desconfiada y con ceño fruncido.
—¡Es mía!
—Ya sé, preguntó DÓNDE la encontraste —no tenía demasiada paciencia con los mocosos groseros y con cara de mimados.
—Allá, en la fuente —la dejó irse y se acercó a la fuente. No estaban allí, dio la vuelta cuando se topó con las flores tiradas en el suelo. Chasqueó los dientes y entonces se hizo a un lado esquivando la elevación de roca que casi le da.
—Así que me faltó un gusano —se giró a verle y sonrió—. Tu seguro sabes dónde están esos niños —el sujeto era de complexión delgada pero parecía fuerte.
—Sí, pero tú nunca vas a dar con ellos —elevó una roca que lanzó pero Zidan se ladeó esquivando la roca, aunque en el aire atrapó una pequeña que iba con esta. El sujeto creó dos placas, una al frente y otra detrás de Zidan para aplastarle pero él fue más rápido y lanzó la piedrecita a este dándole en un ojo logrando que dejase su postura abierta. Se acercó a él y con una patada lo dejó inconsciente.
Despertó debido a que su cara fue metida en agua y casi se ahoga, Zidan lo elevó. Lo había atado muy bien doblando sus piernas y manos, dejándolo de cabeza y usando la rama de un árbol y la fuente.
—Intentémoslo de nuevo. ¿Dónde están los niños?
—¡Púdrete! —Zidan lo ahogó en la fuente y lo volvió a subir.
—¿Qué dijiste? Lo siento, no escuché.
—Vete a la… —lo volvió a hundir, una mujer pasó con su hijo y él le sonrió.
—El pobre sufre de hidrofobia, no se ha bañado en semanas y estoy intentando curar al pobre antes de que los piojos invadan por completo su cabeza —la mujer se alejó diciéndole a su hijo sobre la importancia de bañarse y el niño asintió con ahínco. Cuando lo sacó apenas y respiraba—. Mira, en serio quiero hacer esto por las buenas porque es mi día libre, pero si quieres hacerlo por las malas no me importaría —le mostró la pistola escondida bajo su traje y esta vez lo vio estremecerse.
—Vale, vale, se los llevaron al mercado negro para venderlos como esclavos —aquello enfureció a Zidan.
—Son niños pequeños.
—¿Y qué? Basuras como esas no tienen valor —en un rápido movimiento desenfundó su arma dispuesto a dispararle y estuvo a punto de apretar el gatillo y…
No es cobarde valorar una vida.
Las palabras de la avatar sonaron en su cabeza y arrugó la nariz. ¿Por qué mierda tenía que pensar en eso ahora? Pero tuvo una idea y sonrió sádico.
—Te voy a enseñar lo que es la basura.
Momentos después estaba de cabeza en un cesto de basura del parque y la misma mujer con el niño volvieron a aparecer y él suspiró con derrota.
—El pobre prefiere la suciedad a estar limpio —la madre negó con la cabeza murmurando cómo algunos no tenían remedio y Zidan se encaminó al mercado negro— ¡Tsk! A la mierda mi día libre.
…
La subasta se había vuelto un campo de guerra por quién pujaba más. Los Cuervos estaban más interesados en las armas pero los Toros hacían lo necesario para desbancarlos en la menor oportunidad y eso los estaba cansando.
—Vendido al líder de los Toros —golpeó con su mazo el subastador tras una caja con rifles de asalto.
—Jefa, ya van tres que perdemos contra esos —se quejó uno de los Cuervos pero Hana no se inmutó.
—Está bien, estamos haciendo que esos cretinos pierdan dinero mientras creen que nos afectan. Quedan las mejores cosas en la subasta y allí ellos no podrán pujar más.
—Y ahora el siguiente objeto —pasaron una jaula cubierta con una tela y al destaparla había en su interior dos niños pequeños, una niña asustada y un niño que no dejaba de morder un barrote—. En buen estado, salud impecable, y el pequeño es un maestro tierra…
Mientras seguía hablando uno de los subordinados de los Cuervos musitó sorprendido.
—Pero son niños, ¿para qué los quieren?
—Esclavos o trabajadores. El niño tendrá suerte como peleador o trabajador, la niña… no tanto —respondió Hana que frunció el ceño mirando a la niña asustada. Le recordó mucho a ella cuando era pequeña y fue obligada a entrar en la arena de lucha del bajo mundo. Chasqueó los dientes—. Me va a disparar el jefe —alzó su paleta.
—Trescientos por este lado, ¿quién da más? ¡Quinientos con los Toros! —Hana se volvió a ver que el líder de los Toros los miraban con una sonrisa burlona.
—Oh, no. Estos no —elevó la paleta.
—¡Ochocientos de este lado!
…
Zidan llegó a la entrada donde el anciano de la entrada le miró con una sonrisa.
—Muchacho, cuánto tiempo.
—Ya no soy un niño, viejo. Vengo por un asunto personal.
—Bueno, lo siento pero sabes las reglas —Zidan obedeció sin oponer resistencia. Dejó su pistola, granadas, cuchillos, manoplas y hasta la lima de uñas, el anciano sonrió—. Adelante y no hagas tanto desastre.
—Y una mierda, estás asegurado.
Zidan pasó, buscaría al líder de ese grupito de matones para darle una lección y luego a los niños. No debía ser tan difícil. En ese momento vio que intentaban sacar al hombre del enorme huevo.
—¡Les digo que aquí dentro hay una bestia mortal!
—Es un huevo de ave, ya lárgate —le pateó uno y Zidan detuvo su caída.
—Hey, ¿viste algo interesante en la puja?
—¿Algo interesante?
—Busco a un tipo, seguro grande, con unos niños.
—Vi muchas jaulas pero… —Zidan suspiró.
—Te compro el huevo a cambio de información. ¿Qué dices? —el hombre asintió—. Bien, ¿viste adentro a un hombre con unos niños? Y descríbelo bien, porque será la última vez que alguien vea su cara intacta.
…
La puja seguía y Hana no iba a darse por vencida.
—¡1,500! ¡1,600! ¡Por este lado 2,000!
—Usted puede jefa, vamos —le animaron sus subordinados.
Entre tanto, detrás de las cortinas, un hombre enorme y gordo miraba emocionado la puja.
—¿Quién diría que esos mocosos me traerían bien dinero? Vamos, vamos, cuánto más me darán —una fuerte mano se posó en su hombro y al girarse se encontró cara a cara con Zidan.
—Perdona, ¿dijiste mocosos?
La puja seguía entre tanto.
—Cinco mil por este lado. ¡Seis! —el Toro por primera vez bajo la paleta y Hana sonrió siendo felicitada por sus hombres.
—¡10 mil de este lado! —Hana miró quién había dado tanto por los niños y se encontró a un hombre con un tatuaje de serpiente que cruzaba su rostro.
—No puede ser.
—¿Y ese quién es? —preguntó uno.
—Yao Tsen, líder de las Serpientes de Obsidiana. Un desgraciado con amplias redes del bajo mundo a su cargo. Si esos niños van a sus manos no quieres saber lo que les hará. ¡Once!
—Once mil de los Cuervos, ¿quién da…? —el subastador miró que al líder de las Serpientes que con un gesto hizo que tomara el mazo y golpeara—. Vendidos a las Serpientes.
Hana se levantó de su sitio junto con sus hombres.
—Yo pagué más por ellos.
—Lo sentimos, su puja queda invalidada —el líder de los Toros se rio por ello pero Hana no iba a dejar ir aquello.
—Esto va contra las normas.
—La puja está cerrada señorita, mejor puje por otra… —esquivó la silla plegable que ella pateó y destrozó el podio donde estuvo el subastador.
—Pues esta subasta se termina aquí —todos se levantaron furiosos y los guardias del lugar no iban a dejar ir la ofensa, Hana y sus hombres estaban más que dispuestos a pelear cuando se escuchó una conmoción tras bambalinas y las cortinas cayeron mostrando a Zidan golpeando al hombre cuyo rostro ya estaba irreconocible.
Al notar el público sólo le dio otro golpe para rematar.
—No esperaba tanto público —notó a sus hombres en alerta y soltó al pobre diablo—. ¿Algún problema caballeros? —miró de reojo la jaula y vio a los niños dentro—. Tal parece que interrumpo algo.
—¡Está interrumpiendo la subasta! ¡Fuera del escenario! —gritó el subastador pero Zidan lo ignoró al ver a sus hombres en guardia. Yao Tsen, líder de las serpientes se acercó a Zidan.
—Sólo intentamos completar una transacción que tus hombres están interrumpiendo. Creo que sabes bien que ese tipo de ofensa no se deja pasar.
—Yao Tsen, viejo amigo. ¡Qué sorpresa! Me alegra verte caminando de nuevo —habló cínico hacia la serpiente que apretó su mandíbula—. Y si mis hombres han ofendido a los presentes, me vale un carajo. Debió haber sido por una buena razón —miró a Hana y ella asintió dejándole saber con la mirada que se trataba de los niños y la serpiente—. ¿Todavía sigues haciendo tratos bajo la mesa? Pensé que esta era una subasta justa.
—Oh, es una subasta justa. Me pregunto cuánto darán por tu cabeza —de repente las mangas de su camisa se rompieron dejando ver un armamento de metralla debajo. Zidan reaccionó rápido pateando un par de las sillas y golpeando los brazos de Yao Tsen que desvió los disparos. Muchos corrieron a la salida, otros se quedaron.
—Hijo de perra. Hana, saca a los mocosos. Y cuida esto por mí —le lanzó el huevo que le compró al mercader—. Es para la cena de hoy, y pagué mucho por él —se quitó el saco de su traje y recogió las mangas de su camisa. Corrió hacia Yao Tsen que intentaba recargar mientras era resguardado por sus hombres que sacaron pistolas cortas y comenzaron a disparar. Zidan antepuso las sillas de metal para cubrir o desviar los disparos y luego saltó cuando un maestro fuego le atacó todavía con una silla en mano, la llamarada se elevó donde él pero Zidan colocó la silla bajo sus pies y se cubrió de las llamas girando en el aire y cayendo sobre este—. ¡Ups! Ay, cuánto lo siento, creo que lo aplasté.
Yao Tsen se había quedado sin munición muy rápido y necesitaba recargar. Zidan fue a por él pero tuvo que cubrirse de un ataque de roca que vino a su derecha y que lo alejó de su objetivo. Doban, el líder de los Toros, pisó fuerte el suelo.
—¡Esta vez me las voy a cobrar, Zidan!
—¿Te conozco? Tu cara me suena… —sus palabras sólo hicieron enfurecer más a la bestia que fue contra él.
Hana había sacado a los pequeño al tiempo que sus hombres la resguardaban.
—Tranquilos, están en buenas manos —el niño parecía a punto de darle una mordida pero la niña pareció entender que ellos no tenían malas intenciones. Hana sintió que alguien le jaló de la capa y con tres patadas rápidas se lo quitó de encima—. Vayan detrás del escenario y escóndanse. Oh, y cuiden esto por mí —les dio el huevo antes de golpear a uno de los Toros en la garganta y una patada giratoria en su cara y a otro le rompió con un agarre de gancho los bajos antes de lanzarlo lejos.
Zidan agarró al toro por los cuernos, ¡literal! Y sus talones chocaron contra el muro después de ser arrastrado unos metros.
—¡Vas a pagar por todas las humillaciones que me has hecho, malnacido! —gruñó Doban imponiendo toda su fuerza en querer aplastar a Zidan que también estaba usando su fuerza para no quedar con la espalda en la pared.
—He humillado, robado, mutilado y asesinado a muchos. Recordarlos a todos… en serio, ¿quién eres?
—¡AAAAAARGH! —Zidan aprovechó el muro para saltar sobre de él y golpearlo contra el muro. Los cuernos de este se clavaron en la roca quedando atrapado, pero no tenía tiempo para relajarse. Yao Tsen terminó de recargar su arma y apuntó al asesino.
—¡Te tengo!
En ese momento a Zidan le pareció escuchar algo temblar en las paredes y sonrió ampliamente.
—Pues vamos, dispara.
—¡¿Qué?! —gritó Doban detrás de él.
La serpiente disparó y el cuervo esquivó las balas con maestría. Doban prefirió dejar atrás su casco que su vida. Zidan sintió una bala rozar su hombro pero no se inmutó a la pequeña herida y fue contra su enemigo al tiempo que se quitaba la corbata. Llegando a con él y atando sus brazos hacia los calientes cilindros de sus armas que le quemaron los brazos.
—Lección uno. Las armas se calientan rápido con disparos rápidos como esos. Lección dos… —apretó sus brazos hasta retorcerlos y lo lanzó al suelo—. No importan cuantas armas tengas, si no sabes disparar es un desperdicio —pisó las armas doblando el metal y rompiendo los brazos de la serpiente en el proceso con esta típica sonrisa retorcida y sádica. Lanzó una carcajada al aire que heló la sangre de sus enemigos—. Esto es… ¡Esto es lo que me hacía falta! —exclamó con emoción—. Mi propósito, el propósito de mi grupo, es pasar sobre basuras como ustedes que se creen que pueden hacer lo que se les venga en gana. Yo también lo hago, pero porque ¡YO! No soy un bastardo que sin motivo alguno sobaja a los demás. ¿Se creen que pueden con nosotros? ¿Se les olvidan quiénes somos? —su risa demencial regresó—. Somos los Cuervos Nocturnos y nosotros estamos por encima del sistema, sea cual sea, nosotros peleamos, hacemos nuestras reglas y destrozamos a quienes busquen o siquiera sueñen con pasar por encima de nosotros pequeñas basuras. Llegaremos más alto que cualquiera, y destruiremos a los que no acaten nuestras normas y traten a otros más débiles como basuras.
Sus hombres estaban más que conmovidos a las palabras de su jefe y Hana sonrió recordando esos momentos de su juventud que escaparon de esos grupos criminales.
—Quiero sobrepasarlos —le dijo el joven mirando el horizonte de esa noche en la ciudad—. Siempre habrá gente que intente aprovecharse de otros, por eso quiero sobrepasarlos, ¡humillarlos! Para que ni siquiera piensen en hacer a otros lo mismo que nos hicieron a nosotros. Seré su maldito infierno personal. Y quien se ponga en mi camino, no… en nuestro camino —le tendió la mano a Hana—. Se las verá con nosotros.
La joven Hana sonrió con un rubor en sus mejillas y tomó su mano, lista para acompañarlo al infierno para cumplir con ese sueño.
El grito de la niña la sacó de su ensoñación. Doban se había aprovechado para atrapar a los niños y sujetarlos de las ropas.
—¡Zidan! —tenía en los ojos rojos y espuma en la boca. La niña estaba aterrada apretando el huevo en su pecho y el niño no dejaba de patalear en el aire.
—¿Te… conozco? —Hana se acercó a él ante su confusión.
—Señor, es el líder de los Toros Kingoku.
—¿Quién?
—El tipo que dejó colgado de un árbol y practicó tiro al blanco.
—No me suena.
—Al que le arrancó la piel de la espalda porque tenía un mensaje ofensivo.
—Sigo sin enterarme.
Doban parecía a punto de perder los estribos cuando el huevo que la pequeña estaba abrazando comenzó a romperse y de este asomó el pájaro más feo que alguien hubiese visto en su vida, un ave de un cuello muy largo. Doban miró al ave con ceño fruncido.
—¿Qué es esa cosa? —el ave primero miró a la niña y después a Doban. Y apenas abrió el pico una llamarada salió de su boca que cubrió su rostro, incluso Zidan y Hana se quedaron con la boca abierta en shock, ella le señaló a su jefe si sabía de ello pero él negó con la cabeza. Y así, terminó el Toro con la cara chamuscada. El niño tras sacudirse logró salir de su camiseta raída y apenas tocó el suelo elevó una columna que dio justo en los bajos haciendo que soltara a su hermanita y después elevó otra más que le dio justo en la cara. Zidan lanzó una carcajada.
—Ese mocoso tiene talento.
Una especie de rugido sordo se hizo escuchar y Zidan miró que las grietas de las paredes hechas durante la batalla ya estaban sobre el techo y seguían creciendo.
—¡Cuervos! ¡Retirada! —Hana y Zidan tomaron a los niños y los otros hombres corrieron hacia a la salida cuando los primeros chorros de agua salieron a presión de las grietas hasta que un monzón salió.
Habían golpeado una vena de agua pero Zidan no esperaba que fuese una vena TAN grande. El sitio entero se inundó y cuando salieron del túnel se resguardaron en una esquina, Zidan cubriendo a los niños y Hana, y hasta atrapó a uno de sus hombres que lanzó a otra esquina. Así se quedaron hasta que el agua bajó y vieron los daños. Uno de sus hombres silbó sorprendido.
—Esperaba más daño… —se dio cuenta que piso algo, o mejor dicho, a alguien. Y esa persona se levantó cubierto de lodo hasta que se lo quitó. Era el mismo que había vendido a los niños—. Ah, ¡aquí estás! —un gancho en su mandíbula lo volvió a tirar al suelo—. Y ahí quédate.
Una leve risa cascada le hizo mirar a sus espaldas y allí estaba el viejo de la entrada.
—Nada mal, nada mal. Pero dije que no quería daños. Hoy hubo muchas pérdidas. Arte, artefactos, por suerte los animales fueron resguardados.
—Ya… pagaré lo que se deba pagar. ¿Está bien? O al menos lo que no te cubre el seguro.
—Oh, no. Por esta vez te perdonaré a ti y a tus hombres. Otros tienen más culpa —en poco vieron salir al líder de los Toros y al de las Serpientes junto con sus hombres, escoltados por los enmascarados con los rostros de demonios—. Violaron muchas reglas, entre estas además de dañar la mercancía está la introducción de armas de fuego, así que ellos y sus hombres tendrán que pagar… aunque les cueste la vida —el tono de su voz le dio escalofríos al grupo y luego el anciano les sonrió—. Vayan con bien, pero por favor, la próxima vez que no haya más desastres.
—Lo intentaré —el anciano hizo un gesto de mano y sus hombres se llevaron a los culpables. Zidan sintió que alguien jaló su pantalón y vio a la pequeña.
—Muchas gracias por salvarnos, señor —el asesino carraspeó con fuerza intentando deshacerse de ese sentimiento que apareció en su rostro.
—Ya… no lo hice de forma desinteresada, ¿sabes? —se agachó para verle—. ¿Recuerdas lo que te dije de esas joyas?
…
Horas después, todos los que estaban en el barrio bajo miraron con asombro la pequeña mina de topacio. Y Zidan los miró con una sonrisa de lado.
—A partir de este momento, los que quieran trabajar aquí son bienvenidos. Claro, o tal vez prefieran vivir en esas sucias callejuelas —Hana le dio un documento que él desplegó frente a todos—. Pueden tener todo esto, siempre y cuando se me otorgue el 70%... —Hana tosió un poco—. Vale… 40% de las ganancias obtenidas de este lugar —el anciano de antes que le dio la información se acercó a él.
—Pero, ¿qué pasará con la banda del barrio bajo?
—¿De esos? Ya tengo a mis hombres encargándose de ellos y no los volverán a molestar jamás. Pondré a un par de mis hombres a cargo y prometo un trato justo, o al menos más justo de lo que tenían —el hombre leyó el documento, prácticamente ellos se volvían los dueños de la mina y otorgaban el 40% de las ganancias a Zidan, pero el monto de dinero que les correspondía a ellos lo dejó mudo.
—To-To-Todo ese dinero…
—¿Algún problema con la cantidad? —gruñó impacientándose.
—¡No! ¡No! Muchas gracias, nosotros trabajaremos duro de ahora en adelante.
—Bien —sonrió—. Y nada más para aclarar. Al primero que mis hombres sorprendan robando… se le dará una baja definitiva —a pesar de la amenaza ellos parecieron de acuerdo.
—Haremos lo que usted nos diga, señor. Gracias, muchas gracias.
—Señor, es hora de irnos —le instó Hana.
—¡Señor! ¡Señor! —la niña se acercó a él con el pájaro feo en sus manos, el animal tenía plumas grises en su cuerpo, pero curiosamente no es su cuello, además, tenías unas patas larguísimas—. Su pájaro.
—Mmm, quédenselo. Les servirá como guardián, con lo feo que es seguro espanta a algún ladrón —el ave le miró ofendida y escupió una pequeña llama. El niño se acercó a Zidan con esa expresión terca en su rostro y para sorpresa de este le hizo una reverencia. Zidan asintió, seguro que ese mocoso daría de qué hablar en el futuro, se dio la vuelta y se marchó con sus hombres.
Ya de vuelta en el campamento se dejó caer en su catre, no había sido el día de descanso que esperaba pero eso le ayudó a reflexionar y a recordar el por qué creó a los Cuervos.
—Señor… —Hana asomó por su tienda—. ¿Todo bien?
—Sí, sólo recordaba el pasado —ella sonrió a la espera de sus órdenes—. Necesito tomarme un tiempo. Hay que organizar muchas cosas.
—¿Qué va a hacer?
—Tengo mucho que planear, Hana. Muchas cosas que hacer para que nuestro grupo se haga un lugar más grande en el bajo mundo, y creo que hay que terminar un trabajo pendiente con los Toros y las Serpientes, ¿no? —Hana sonrió de lado al entender su punto.
—Por supuesto, señor —en esos momentos uno de sus hombres llegó con un paquete.
—Señor, traje lo que me pidió.
—Ah, sí —se levantó de la cama y le tendió el paquete a Hana—. Ten, por el buen trabajo de hoy.
Ella se sorprendió y abrió la caja, encontrando el mismo kimono blanco de la subasta y sus mejillas se sonrojaron.
—Señor…
—Sigue así, Hana. Y ahora, fuera, que quiero descansar —todos salieron de la tienda dejando a su jefe y Hana sonreía ampliamente, aunque tuvo que recomponer su expresión al notar las miradas de todos alrededor.
—¡Vuelvan al trabajo! —les gritó antes de ir a su tienda.
Zidan se rio a lo bajo y se sentó en su cama.
No es cobarde valorar una vida.
Gruñó a lo bajo y después lanzó un suspiro. Se levantó y fue a su mesa de trabajo donde tenía los planos de un nuevo rifle y sonrió admirando su próxima obra.
—Todavía tenemos cuentas pendientes, niña. Y llegado el momento, me las voy a cobrar todas juntas.
…..
Y… espero que les haya gustado! Gracias a todos por leer! Dejen review, nada de tomatazos, acepto bebidas de temporada y… UN ABRAZO! UN GUSTAZO! Y HASTA LA SIGUIENTE!
