Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es Hoodfabulous, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to Hoodfabulous. I'm only translating with her permission.


Capítulo 28

Primeras citas y segundas oportunidades

Parte I

"A todos los amantes descartados se le deberían dar una segunda oportunidad,

pero con alguien más."

~Mae West~

—No tengo nada que ponerme —se quejó Rose.

Se arrojó dramáticamente sobre su cama. El sedoso edredón color lavanda estaba oculto debajo de montones y montones de tela multicolor. Miré la montaña de ropa con incredulidad, tirando de un largo mechón de cabello.

—Rose, ¿cómo es que no tienes nada que ponerte? —pregunté, poniendo los ojos en blanco y hurgando en el montón—. ¡Hay más ropa en esta cama que en el armario de Jessica Biel!

—Sí, pero me veo muy gorda con ellas —susurró, cubriéndose la cara con las manos.

Mi búsqueda entre la ropa se detuvo ante sus palabras. La miré, con el pecho contraído de lástima.

—Rose, ¿qué talla eres? —pregunté con vacilación, esperando no estar cometiendo un error al preguntar algo tan personal.

—Catorce —susurró.

Rose dejó caer las manos de su rostro y se sentó, metiendo sus largas piernas debajo de ella. Se mordisqueó el labio inferior, evitando obstinadamente mi mirada mientras observaba su manicura.

—Rose, a Em le gustas —dije, separando sus manos y tomándolas entre las mías—. Puedo ver que realmente le gustas, y eso es raro. No me malinterpretes, Em es un gran tipo, pero tiene sus defectos como el resto de nosotros. Normalmente es un tipo que las usa y luego las deja, pero siempre puedo saber cuándo es genuino y cuando te mira... ¡vaya! Es como si estuviera viendo la luna por primera vez.

—¿En serio? —preguntó con voz chiquita, mirándome con incertidumbre.

—En serio —le aseguré, dándole un apretón a sus manos—. Lo pude ver la primera vez que te miró, parada en ese puente. Fue como si todo lo demás se hubiera desvanecido. Estoy tan feliz de que ustedes dos tengan una segunda oportunidad.

»—Además —añadí con una sonrisa—, una talla catorce se considera delgada según los estándares de Mississippi. Probablemente intentará convencerte de que le agregues más tocino y mayonesa a tu hamburguesa esta noche.

Le di una sonrisa grande y ella se rió, alegrándome el corazón. Era difícil imaginar a alguien como Rose, con baja autoestima. Era hermosa, y no solo por sus atributos físicos. Rose era hermosa donde más importaba. Era hermosa por dentro.

—Royce siempre me acosaba por mi peso —confesó, mirándome a los ojos entrecerrados—. Siempre decía "estarías más linda si perdieras un poco de peso". Odio cuando la gente dice cosas así.

—Royce es un pedazo de mierda —murmuré, dejando caer sus manos para hurgar en la interminable pila de ropa—. Cuando vuelva a mostrar su cara, juro por Dios que le patearé el trasero.

—Creo que está muerto, Bella —confesó Rose—. Es un niño de mamá. No lo veo desaparecer sin contactar a su madre. Todavía la llamo a veces. Tiene diabetes y entra y sale del hospital a menudo. Dice que no ha tenido noticias de él, y le creo. Suena muy triste cuando habla de él. La señora King siempre ha sido muy amable conmigo.

—Me gustaría que Alice me hubiera contado lo que pasó esa noche —refunfuñé mientras Rose me observaba en silencio—. Al menos podría haber explicado las cosas antes de huir con Jasper. ¿Por qué no llaman? ¿Por qué no contestan el teléfono?

—No lo sé —murmuró Rose, jugando con sus uñas una vez más—. Jasper me envió un mensaje anoche. Todo está bien. No hay nada de qué preocuparse.

—Eso es bueno —suspiré aliviada. —Solo deseo que Alice conteste su maldito teléfono. Necesito algunas respuestas. Supongo que tendré que esperar hasta que regrese, cuando sea que eso suceda. Estoy segura de que será cuando menos la espere. Alice siempre ha tenido un don para el dramatismo.

Rose se mantuvo en silencio mientras yo hablaba, sus ojos estudiándome de vez en cuando. Encontré una linda blusa, negra y con los hombros descubiertos, y luego un par de jeans oscuros que le lancé. Se dirigió al baño y reapareció con su nuevo conjunto.

—Muy bien, mamita sexy —bromeé, moviendo las cejas mientras ella daba una vuelta—. A Emmett le va a costar mucho mantener sus manos lejos de ti. Tal vez deberías cambiarte. No quiero perder el apetito viendo a mi primo manoseándote.

—Apenas lo conozco —Se rió, poniendo los ojos en blanco—. Así que no te preocupes por eso. Se necesita más que una hamburguesa y una película para que Rosalie Hale se entregue.

—Gracias a Dios —suspiré—. Va a ser bastante difícil ignorar a Kate y Garrett mientras se dan.

—Me alegra que los hayas invitado —dijo Rose dulcemente, mirándose en el espejo mientras se aplicaba lentamente el lápiz labial—. Me gustaría conocer un poco mejor a Kate.

Me guardé mis pensamientos para mí misma, mientras observaba cómo Rose se aplicaba el maquillaje y se ponía un par de grandes aros plateados. En un momento dado, Rose me recordó a Kate, con su actitud directa, pero poco a poco me di cuenta de que las dos chicas tenían poco más en común. De hecho, ni siquiera había invitado a Kate y Garrett a nuestra cita doble. Kate se invitó sola una vez que le conté sobre ella.

Una vez que Rose terminó de maquillarse, me siguió hasta la habitación de Edward para ayudarme a vestirme. La forma en que se preocupó y continuó con mi maquillaje y mi cabello me recordó a mi hermana. El recuerdo era melancólico y agridulce, y también traía consigo una tristeza abrumadora. Rose detectó el cambio en el aire, pero no dijo nada y decidió concentrarse en aplicar la cantidad perfecta de rímel en mis pestañas. Ella acababa de terminar de meter el cepillo en el envase cuando escuchamos el ruido de una camioneta a lo lejos, cada vez más fuerte.

—Es él —gruñó, poniéndose de pie y alisando las arrugas invisibles de sus jeans y blusa—. ¿Estás segura de que me veo bien? ¿Y si cambia de opinión? ¿Crees que Esme va a tomar fotos? ¡Oh, Dios mío! ¿Y si Esme toma fotos?

Con eso, salió corriendo de la habitación, hecha un lío nervioso, en busca de Esme con la esperanza de que no hubiera ninguna fotografía involucrada esa noche.

Bajé las escaleras y vi a Edward de pie en la sala charlando y riendo con Garrett y Kate. Emmett estaba de pie a un lado del grupo, luciendo un poco incómodo, pero haciendo todo lo posible para disimularlo. Carlisle estaba sentado en el sillón reclinable de cuero marrón cercano, sus ojos absorbiendo la extraña situación frente a él. Parecía divertido por la reunión de Swans y Cullens por igual, pero Carlisle era extraño en ese sentido, encontrando humor en la extraña situación en la que nos encontrábamos.

Edward se veía delicioso. No había otra forma de describirlo. No se había afeitado en tres días, lo que le dejaba la mandíbula desaliñada y áspera, justo como a mí me gustaba. Los mechones de cabello bronceado de su cabeza estaban en su estado habitual de desorden, descuidados y despeinados. Llevaba un par nuevo de jeans oscuros y una camisa azul real, que se consideraba "elegante" según los estándares de Edward. Sus ojos risueños se apartaron del grupo cuando bajé las escaleras, casi como si sintiera mi presencia en algún lugar cercano. Su mirada se deslizó desde los botines que llevaba hasta mis ajustados jeans oscuros y mi blusa negra sin mangas antes de finalmente encontrar mi rostro. Su manzana de Adán rebotó y sonreí porque yo le hacía eso, tenía ese efecto en él.

Nunca había estado tan feliz de que se me fuera el período en mi vida.

—Voy a tomar fotos, maldita sea —escuché a Esme sisear, y no pude evitar reírme.

—Tengo que estar de acuerdo —comentó Carlisle, frotándose la barbilla pensativamente mientras sonreía al grupo—. Esto debería pasar a la historia. La unión de los Cullen y los Swan. Si no hay evidencia fotográfica, nadie lo creerá jamás.

Todos se rieron y murmuraron que estaban de acuerdo, pero yo no dije nada, solo podía concentrarme en Edward. Me jaló hacia sus brazos y me dio un dulce beso en los labios.

—Siento que no te he visto en todo el día —me quejé, permitiéndole que me abrazara—. ¿Dónde estuviste toda la mañana?

—Me ocupé de unos asuntos —dijo vagamente, haciéndome fruncir el ceño—. No importa. Estoy aquí ahora, ¿no?

Asentí, distraída por Garrett, que tenía una caja de bombones baratos en forma de corazón debajo del brazo y una vela decorativa en las manos. Kate estaba de pie cerca ignorándolo mientras charlaba con Rose, que seguía apartando la cámara que Esme sostenía.

—Garrett no tiene ni idea de cómo enamorar a una chica, ¿verdad? —dijo Edward, frotando mi oreja con su nariz.

—¿Y tú sí? —respiré, muy consciente de lo duro que estaba, presionado contra la suavidad de mi vientre.

—Supongo que lo descubrirás luego —susurró, tirando de mi lóbulo de la oreja con su boca.

Mi cuerpo se estremeció ante su provocación. Le di un codazo y él gimió, mi rostro se puso rojo mientras Carlisle me lanzaba una sonrisa cómplice. Rose finalmente permitió que Esme tomara un millón de fotografías, y los seis posamos frente a la chimenea, primero en parejas y luego en grupo, recordándome la noche del baile de graduación, algo que nunca podría experimentar.

Había tomado la decisión de dejar la escuela y obtener mi GED.

No se lo había contado a Edward, pero lo haría antes de que terminara la noche. Él tenía razón, después de todo. Estaba más segura en Birchwood, escondida a salvo en el bosque junto al río, lejos de mis tíos, pero había nuevas preocupaciones. Me preocupaba Kate, cuya relación con Garrett era pública. Me preocupaba Emmett, que técnicamente no estaba en una cita con un Cullen, sino con una chica que era considerada una de todos modos.

Le confesé mis miedos a Edward mientras salía del camino de entrada, con los otros dos vehículos siguiéndonos de cerca.

—Estarán bien —me aseguró Edward—. Aro y tus tíos no tienen nada contra los demás. Te buscan a ti. Creen que tienes pruebas contra ellos. No les preocupan tanto los demás. Kate y Emmett tienen mucho que perder si alguna vez deciden delatar a su familia. Sus padres irán a prisión, eso es seguro, y posiblemente también sus madres, si tuvieron algo que ver con el encubrimiento.

—Tenemos que entrar en sus oficinas —repliqué—. Makenna cree que puede haber alguna prueba allí... Quizás haya algo que los vincule con la muerte de Charlie y Edward Padre.

Nos quedamos en silencio el resto del viaje. Edward entrelazó sus dedos con los míos mientras yo miraba los edificios que pasaban a toda velocidad, el ladrillo rojo y el hormigón gris se difuminaban en una neblina difusa mientras mi visión no lograba enfocar, mis pensamientos estaban a un millón de millas de distancia.

Edward dejó atrás el pequeño pueblo de Birchwood y tomó un camino de acceso que corría a lo largo del río durante un trecho antes de entrar en un gran estacionamiento lleno de gravilla blanca. A nuestra izquierda había un gran restaurante y a lo lejos se hallaba un largo muelle de madera que sobresalía del río turbio. Había luces titilantes colgadas de las barandillas y su brillo danzaba sobre el agua ondulante que se extendía debajo.

Había otras parejas jóvenes dentro del restaurante, sus ojos estudiaban el coche de Edward con curiosidad antes de desaparecer en el interior. Mi estómago empezó a hacerse un nudo. Me di cuenta de la incómoda realidad. Edward y yo no sólo cenaríamos juntos, sino que cenaríamos en público juntos, en su pueblo natal, rodeados de gente que sin duda conocía.

—¿Qué pasa, encanto? —preguntó, dándole un apretón a mi mano mientras estudiaba mis ojos y mi postura rígida.

—Nada. Sólo estoy nerviosa, supongo —Me encogí de hombros—. Sólo hemos estado en público en el hospital y en la funeraria. Esto es... diferente. Me di cuenta de que realmente no sé nada sobre tu pasado, ni nada sobre tus amigos, aparte de Garrett y Jasper. No hay ninguna novia celosa ni nada de lo que deba preocuparme, ¿verdad?

Edward se rió, puso los ojos en blanco.

—No, encanto. Eres la única novia que he tenido —dijo.

—Pero has salido con otras chicas antes —insistí—. Carlisle dijo una vez que trajiste a otras chicas a casa...

Edward me miró con cautela por un momento antes de responder.

—Sí, encanto, pero esas chicas no significaban nada para mí. Eres a quien amo. No es propio de ti ser tan insegura.

—No soy insegura —resoplé, mirándolo con enojo mientras se reía—. ¡No lo soy!

—Lo que tú digas —Sonrió, dándole a mi mano un último apretón—. No te atrevas a abrir esa puerta antes que yo. Esto es una cita después de todo.

Le lancé una sonrisa que él me devolvió fácilmente, observándolo mientras salía del auto y se dirigía hacia el lado del pasajero. Edward abrió la puerta para mí, como un verdadero caballero, y entrelazó su brazo con el mío.

—Esto es raro —murmuró Kate, metiéndose un trozo de chocolate en la boca e ignorando a Garrett, que la miraba asombrado y con los labios entreabiertos—. Quizá debería haber traído mi arma, por si acaso.

—¿De verdad tienes un arma, nena? —gruñó Garrett, limpiándose la frente con el dorso de la mano—. ¿No estás mintiendo?

—Sí, y si tienes suerte, nunca tendrás que verme usarla —le aconsejó.

—Eso es muy sexy —gruñó, agarrando a mi prima y haciéndola girar hacia sus brazos.

Kate gritó, tratando de apartar sus manos mientras luchaba por liberarse de su abrazo, pero no era rival para Garrett cuando presionó sus labios contra los de ella.

—¿Siempre son así? —Em se rió, pasándose nerviosamente los dedos por el cabello mientras constantemente echaba un vistazo a Rose.

—Sí —gemí—. Siempre.

Garrett y Kate se abstuvieron de succionarse la cara el tiempo suficiente para seguirnos al resto hasta el frente del restaurante. Em sostuvo la puerta para el grupo, frunciendo el ceño cuando Edward me hizo a un lado.

—Vamos a ver el muelle primero —le dijo a Em.

Em asintió, desapareciendo dentro con los demás mientras Edward deslizaba su brazo alrededor de mi cintura. Caminamos lentamente por el estacionamiento, la gravilla sin duda arruinó los tacones de mis botines. Me encogí al imaginar las rocas irregulares cortando el cuero sintético, y suspiré de alivio cuando nuestros pies tocaron el muelle de madera.

Edward me llevó hasta el final del muelle y se detuvo, sus dedos rozando la piel debajo del dobladillo de mi blusa, enviando escalofríos por todo mi cuerpo. Inclinó la cabeza hacia atrás y seguí su mirada, mis ojos se abrieron de par en par al ver la luna luminiscente suspendida sobre un mar negro, nada más que estrellas brillantes haciéndole compañía.

Edward se apoyó en la barandilla de madera, con el rostro contraído por la preocupación. Algo pesaba sobre su mente, pero no lo presioné para que hablara, solo pasé suavemente mi mano por su espalda mientras ordenaba sus pensamientos en silencio.

—Has perdido tanto estando conmigo —dijo de repente, su voz teñida de tristeza—. Tu familia está en caos, tu hermana...

—Edward —interrumpí, sorprendida y ligeramente perturbada por sus palabras—. He ganado todo estando contigo. Nunca me he sentido tan amada en toda mi vida. Mi vida, nuestras vidas, eran bombas de tiempo listas para explotar. El caos era inevitable. No te culpo por el caos en mi vida. La disputa entre nuestras familias no tiene nada que ver contigo, no tiene nada que ver conmigo.

»—Además —continué—, por primera vez en mi vida finalmente me siento viva.

—¿Qué quieres decir? —murmuró, girándose para mirarme, sujetando mis mejillas en sus manos.

—Antes estaba muerta —susurré—. Andaba por ahí viviendo y respirando, pero nunca existiendo de verdad. Siempre estaba esperando algo, pero nunca estaba segura de qué era. Ahora lo sé.

—¿Qué era? —preguntó, estudiando mi mirada.

—Fuiste tú, tonto —Me reí, apartando sus manos de mi cara para envolverlas alrededor de mi cuello—. Te estaba esperando. Ahora te he encontrado y no tengo intenciones de dejarte ir.

Edward apoyó su frente contra la mía, mirándome fijamente a los ojos. El agua se agitaba debajo de nosotros, salpicando contra el muelle de madera, el estruendo de un motor rugía a lo lejos, haciendo eco en el solemne río, pero no escuchaba nada. No escuchaba nada más que mi respiración pesada y la de Edward mientras estábamos de pie en ese muelle de madera. Era un muelle no muy diferente del que nos habíamos conocido meses atrás, un muelle donde dos personas de dos familias enemistadas yacían una al lado de la otra, enamorándose bajo la luna...

—Tengo algo que confesar —susurró Edward, sacándome de mis pensamientos.

—Oh, Dios —gemí, mi corazón se aceleró—. Esta no es la parte en la que me dices que me engañaste, ¿verdad?

Edward resopló y luego frunció el ceño, ya que yo efectivamente había arruinado el ambiente. Dio un paso atrás y se sacó la camisa de la cintura de los jeans. Lo miré con los ojos muy abiertos y él desabrochó los botones de su bragueta, bajando también la cremallera.

—Eh, Edward —susurré, con la mirada fija en el estacionamiento casi lleno que había detrás de nosotros—. No estoy segura de que sea el lugar o el momento adecuado...

—Bella, por favor, cállate —se rió.

Edward se bajó la cintura de los jeans mientras simultáneamente se levantaba la camisa. Me quedé mirando los firmes músculos de su abdomen, que se ondulaban justo debajo de la superficie de su piel, pero no fue su cuerpo tonificado lo que captó mi atención. Fue el vendaje que se quitó lentamente. Antes de que pudiera preguntar qué había pasado, Edward había quitado el vendaje, revelando un tatuaje nuevo.

Lirios. Impecables y blancos, la base teñida de amarillo, los tallos del mismo color de sus ojos. La cinta que rodeaba los tallos revoloteaba sobre su cadera, tan realista que imaginé que podía enrollar la hebra sedosa alrededor de mi dedo. La cinta formaba una forma elegante... la silueta de una letra.

La letra "B".

—Quería hacer algo especial para ti —explicó, observando atentamente mi expresión de asombro—. No quería comprarte nada. Quería hacer algo diferente, algo para demostrarte mi amor.

—Edward —susurré, tragándome el nudo en la garganta—. No tenías que demostrar tu amor. Aplazaste la universidad por mí, has... matado por mí.

—Y lo volvería a hacer en un instante —murmuró.

Extendí la mano y rocé con las yemas de los dedos su tatuaje. La piel estaba ligeramente inflamada y roja.

—No es como mi tatuaje —murmuré—. Los pétalos no están rotos...

—No —respondió, volviendo a colocar el vendaje en su lugar—. No hay nada roto cuando se trata de nosotros, encanto.