La mañana volvió a embellecer la ciudad de Jump. Uno nuevo con una que otra brisa húmeda que aproximaba una lluvia o chubasco temprano.
La Torre de los Jóvenes Titanes se imponía en la pequeña isla cerca de la costa, el gradual cambio de colores fríos a cálidos del cielo era un espectáculo que pocos provechosos lograban distinguir. Pero para los jóvenes héroes no fue el caso.
Para empezar esa mañana, cuatro Titanes se reunieron al amanecer, presenciando los primeros rayos del sol con expresiones preocupadas clavadas en sus rostros. La débil cacofonía de los monitores marcaba el ritmo del tiempo transcurrido y la luz de la mañana.
Todos con miradas bajas y diferentes grados de seriedad y amargura mezclados.
"¿Esto… es realmente necesario, Raven?" Starfire rompió el mutuo acuerdo deformado en tensión sofocante.
La telépata volvió a verla, los ojos dispuestos y los labios en una línea, asintió solemne bajo la sombra de su capucha.
" Ya lo hablamos, no debemos darle muchas vueltas y quiera o no, es mejor asegurarnos. Sería una buena excusa de su actitud. Sin embargo, si estoy equivocada al menos podremos descartarlo y nunca más volveremos a tocar el tema ".
" … Sigo pensando que esto es absurdo, Raven. No podemos hacerle esto, no luego de lo de anoche. No sabemos cómo reaccionará " Cyborg giró a verla, con una súplica en su mirada. Ciertamente arrepentido de lo que provocó.
Además, no deseaba pensar en la conclusión renuentemente cercana de Raven.
Chico Bestia asintió efusivo, todavía recuperándose del revoloteo de feromonas hace horas, ni siquiera pudieron dormir tranquilos debido al asunto y afortunadamente fueron acompañados por el silencio del llamado de alerta.
" Viste cómo reaccionó con Cy, ¡vamos! alguien así nunca podría haberlo hecho, ciertamente hasta yo me encogí " masculló levemente, sin visualizar la pena de disculpa en el rostro de Cyborg " Y, en realidad no deseo que esto cambie toda nuestra amistad hasta ahora. ¿No podríamos simplemente dejarlo?" Suplicó con ojos de cachorro, apesadumbrado por el riesgo de no volver nunca más a su normalidad; cambiaría de una manera u otra su relación cercana a una familia.
Todos sabían que Robin no lo toleraría, en especial luego de la discusión de anoche pese a ser el mejor ignorando las palabras dichas en momentos de ira siendo o no verdaderas.
"No podemos simplemente ignorarlo, es para la seguridad de todos y deberá comprenderlo, la situación con Cyborg es propia de mi inseguridad en el asunto. Ser un Alfa puede no afectarle si ese es el caso" Raven bajó la mirada, con una pesadez que trató de desentender sobre sus hombros a tan solo unas horas.
BB asintió, con la forma encorvada en el sillón, deseando estar en cualquier otro lugar.
No obstante, los segundos y minutos transcurrieron carcomiendo de nervios a cada presente. Pronto, la realidad de que pasaban de las siete asomó su tensión.
" ¿Por qué no baja? " murmuró Cyborg, desviando la mirada a la entrada de las habitaciones.
" Debió haberse despertado hace una hora… ¿Crees que— ? " Starfire y los demás se tensaron al escuchar un fuerte golpe y un grito amortiguado por la lejanía.
Solo se necesitó de una mirada entre ellos para partir de inmediato hacia la habitación de Robin.
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Manteniendo la mirada clavada en la pared de su habitación, sin color o anormalidad decorativa de preferencia.
Robin se encontraba sentado en la esquina más alejada de la puerta de baño y la de entrada, con los hombros caídos y la expresión vaga y en blanco. Pensativo o soñoliento, sin recordar adecuadamente si alguna vez en todo ese tiempo durmió un poco.
La mano dejó de sangrar hace un tiempo, las heridas no fueron profundas, supuso, y con suerte no necesitará atención más que algunas vendas y el deseo del tiempo.
Los rayos del sol emergieron en algún momento. Pero su cabeza continuaba latiendo tratando de romperle el cráneo desde dentro hacia afuera. Lo reconoció como una punzada que se fue extendiendo desde que salió del baño, con la ira y el dolor de la herida quedando emocionalmente adormecidos, enmudeció sus pensamientos debido a esa migraña emergente que no tenía fuerzas de ignorar.
Poco a poco fue evidente el llamado memoria muscular cuando la necesidad de comprobar su rutina diaria lo distraería lo suficiente para continuar los próximos minutos.
El cansancio de su rostro descubierto respondía de una noche en vela de fatiga visceral. Pero lo arrastró al fondo de su mente y de la lista de prioridades para centrarse en sus quehaceres por delante.
Se cambió a un nuevo uniforme, el colorido en honor a su pasado. Se detuvo en el instante en que sus dedos de la mano sana pasaron por su cuello, crispados en desconocimiento hasta que su cabeza se puso al día por primera vez en esa mañana. Hizo una mueca y arrancó el adherente de ambos lados de su cuello dejando la piel rojiza. Mirándolo en su palma, exhaló superficialmente antes de tirarlo. Sin sentido de ver el espejo esta mañana, se puso uno nuevo de un escondite suficientemente apartado para no ser el centro curioso de algún poliformo verde y lo suficientemente seguro para respetar la privacidad bajo la confianza que les tenía.
Finalmente, cubriéndose con su capa depositó su máscara sobre sus ojos después de un minuto completo de consideración. Igual que con sus emociones, desconoció la herida reabierta por todo el movimiento desencadenando el estorboso carmín, con algo de atención médica de desinfección y vendas, se tomó el tiempo envolviéndolo con perfección por unos minutos que se extendieron en esa habitación silenciosa.
Lo estaba evitando, lo sabía. No estaba listo para que existiese otro día después de ayer. Una donde, estaba seguro, no tenía la fuerza suficiente para fingir autosuficiencia posterior a la reconsideración de las palabras y la realidad que oprimía sus creencias y sus decisiones egoístas.
Soltó una exhalación exasperada. Repensando en lo absurdo que sonaba. Eran sus compañeros de equipo, era su líder, no debió empezar una pelea que ya reconocía internamente como el único que creía así de diferente. Imponerlo todavía lo empeoró en su descaro. Solo tuvo que aceptarlo, dedujo, aceptarlo sería suficiente y callar sus gritos agresivos por discordante que se interpretaba al ser el punto central de humillación por su naturaleza.
Lo lamentaba. Había tanto arrepentimiento en su vida que prefirió enterrar y centrarse en el presente. Uno donde sus padres pudieron quedarse un poco más. Donde Bruce Wayne hizo lo que pudo con él y le dio el sentido de su vida así también como quiso arrebatarselo por la naturaleza con la que nació. Uno donde consiguió una nueva familia, un compañerismo único que disfrutaba como si todo el dolor se disfrazara de un pasado desdibujado pero con el resultado de ser quien era ahora.
Sin embargo, parece que no volverá a ser igual por su estúpido temperamento e impulsividad.
¿Y si reconocieron los signos de la aceptación de la orden sin cuestionar? Un beta puede llegar a someterse, pero Raven era más perspicaz que eso.
Sería un milagro si solo lo olvidaran con una promesa de su parte de no volver a discutirlo más. Rió amargamente ante tal pensamiento deseoso.
De repente, frunció la nariz. Poniéndose de pie de inmediato con los sentidos alerta cuando su sentido olfativo reconoció un aroma familiar, tan cercano como si estuviese a su lado. No solo eso, otros aromas llenaron sus sentidos sin previo aviso, llegando a casi balancearlo como una corriente, salvándose por poco de una caída por un mareo igual de repentino en un tropiezo.
Miró a ambos lados de su habitación como si así pudiese encontrar a alguien escondido a plena vista.
Los aromas eran fuertes, tal grado indistinguibles por la mezcla y el comienzo del dolor calando su cerebro, presionándolo en una cercana asfixia, casi se tomó adolorido su cuello en una búsqueda mental de alguna máscara con filtro cuando de pronto, desapareció.
Abrió los ojos, sin recordar el momento de cerrarlos, reconociendo el vacío de su habitación a excepción suya. Recordando entonces, que el dolor de cabeza también se desvaneció.
Se tomó de la frente, entretenido con el balanceo ligero de las paredes por la claridad repentina de su mente, con pura fuerza de voluntad, enderezó su cuerpo y se dirigió al baño, desconociendo los trozos de vidrio en el suelo crujiendo bajo sus botas de acero. Se vio asomar su rostro pálido en los restos del espejo.
Aún con la máscara, lograba observar sin mucho escrutinio su estado deplorable por el estrés y preocupación.
Contuvo el aliento cuando aromas más manejables llegaron a sus sentidos, en esta ocasión los reconoció, eran pertenecientes de su equipo que desde hace un año y medio memorizó en detalle.
Volteó suavemente, sin ser consciente de la tensión abandonado su cuerpo y el aliento de relajación inundándolo y adormeciéndolo en su totalidad, enceguecido por la neblina que cubrió sus sentidos, cerró los ojos tras la máscara por un momento, inhalando profundamente por la bienvenida comodidad, casi sonrió al sentirlos a la distancia, todos detenidos con diversas emociones entremezcladas, pero amargas en la sala principal—.
Se detuvo.
Así como también lo hizo el ronroneo.
Tuvo que tener un par de minutos para reconocer de dónde provino, saltó de su piel y contuvo un grito al cubrirse la boca con fiereza. Los párpados se extendieron al tope y los ojos podrían haber salido de sus cuencas. Lo que acaba de suceder lo llenó de un pavor nunca antes sufrido desde su entrenamiento, temblaba fuertemente y por más que lo piense, no puede encontrar una razón a su creciente e irrazonable miedo, solo sabía que no estaba bien.
Jadeó de dolor y observó con una creciente frustración y agobio la mano cubierta con manchas de sangre en sus vendas. De todas formas la presionó en puño, necesitando ese presente como un puente a la reflexión y no en un inútil ataque de pánico que se sentía demasiado tentado de soltarlo por la tensión cubriéndolo por toda la bendita noche. Se sentía exhausto.
¿Qué acaba de pasar?
Era terriblemente consciente que antes no lograría ubicar la precisión exacta mediante solo los aromas, limitándose a la vaga sensación de aproximación como cualquier casta, especialmente con lo que cargaba en su cuello, le dió un escalofrío el pensar que su mente misma formule la idea de sus siluetas según su aroma con un posible color y su estado de ánimo tan visiblemente como si los tuviese enfrente.
No era normal.
Tampoco lo era haber… sucumbido a esos instintos. ¡Ni siquiera creía que podía hacer eso!
A pasos tambaleantes, se sujetó del escritorio de su habitación luego de casi tropezar en el camino. Si era posible, la piel de Robin se volvía cada vez más cenicienta.
Reflexionó, meditó lo ocurrido luego de regular su respiración y palpitaciones tronando en su pecho. Sus brazos temblaron desvaneciendo el pánico y emergiendo una contrapuesta con la que estaba más familiarizado.
La furia.
En su ataque de espasmos musculares, no previó la idea de voltear con fuerza el pupitre con todas sus fuerzas para que caiga en un sonido sordo, como lo mejor que pudo expresar en un berrinche infantil, pero que significó un punto de destrucción en un desahogo necesitado.
El escritorio desparramó los informes y actividades criminales organizadas y sistematizadas de su trabajo, terminando regadas por el suelo que poco le importó los meses de su estudio cauteloso.
Seguido de un llanto ahogado por el dolor y hundimiento en su pecho lo tomó por completo desprevenido, terminando en un quejido necesitado que no ahogó por completo y su mente no acabó de identificar más que un aullido adolorido. Sus rodillas chocaron contra su pecho y las manos simplemente con vendajes manchados abrazaron su cabeza adolorida y sus sentidos intranquilos, apenas reconoció una profundidad fría que comenzó a sembrarse en su pecho.
No lo admitiría, pero estaba comenzando a asustarse severamente. Escuchó su corazón latir en sus oídos, tan apresurado que creyó saldría de su pecho, además de no reconocer el último quejido de su garganta le fue simplemente—.
" ¿Robin? ¿Robin te encuentras bien?" el llamado a su puerta lo sobresaltó, volteó a la entrada como un testigo de una revelación que detuvo el tren de pensamientos a un abrumador miedo a su encuentro. No estaba listo para siquiera verlos y menos en ese estado deplorable y degradante.
La cubierta de metal bloqueada por su código desde anoche evitó ese encuentro por un tiempo más.
" ¿Rob? ¿Qué sucedió allí adentro? Abre la puerta, hombre " el tono de Cyborg no dio indicios de la tranquilidad de sus palabras.
" Robin, abre la puerta ".
El adolescente se encogió y volvió a abrir los ojos ante ese hecho. La exigencia de la voz calmada e impaciente de Raven enfureció a Robin, obligándose a salir de ese ataque de sus sentidos lo más pronto posible por conservar algo de su orgullo que desesperadamente trató de recoger las tiras.
Estaba conmocionado, no quería a nadie, y menos conversar con ellos, pero tampoco podía permitirse caer en ese abismo que estaba por consumirlo, gritaría todo lo que pudiese y mantendría sus sentidos y barreras en alto por más que su pecho tire y sangre por ir en contra de los deseos de su manada.
Con las manos vueltas puños pensó en responder con algo mordaz solo para tener algo de espacio. Cuando las luces rojas cubrieron su habitación y la alarma familiar indicó un nuevo problema en la ciudad.
