Advertencia: el drama está por llegar. Este capítulo fue un torbellino de emociones para mí al escribirlo, ¡Espero que los deje sin aliento también!
Capítulo 8
¿Cuándo me daré cuenta de que me dueles más de lo necesario?
Pov. Regina
"Estás loca por ella."
"Solo la salvaste a ella y a mí me lanzaste a la oscuridad."
¿Qué voy a hacer con las declaraciones de Killian, con el nudo que aún tengo en la garganta y las ansias de correr a verla que me tienen acorralada? Llevo más de media hora despierta, aunque mantengo los ojos cerrados para no alertar a Robin, quien no me ha dejado en paz ni un solo segundo. Sin embargo, deseo demasiado que desaparezca. Ya es suficiente con mis constantes interrogantes que poco a poco van reduciendo los espacios, hasta el punto de que siento que no puedo respirar.
El efecto de las palabras del manco golpea fuerte en mi mente cansada. ¿Qué hago para restarles importancia? Seguro eran un juego del pirata para acabar con mi razón... "Emma, loca por mí." No pido más que borrar esas afirmaciones. No me pregunten por qué me afectaban tanto, pero mi alma se queda paralizada con los susurros incesantes de Hook. ¿Acaso puedo estar afectando a la Salvadora? Entonces, otra ráfaga de palabras inoportunas aparece.
"Nunca me diste el lugar que merecía, mientras que a ella, la maldita, le diste todo de ti."
No esperaba que tuvieran tanto peso en mí. En estos momentos no quisiera tener memoria; es una necesidad dejar de reflexionar y hacerme preguntas. Los recuerdos no tienen clemencia; igualmente, me están robando la calma. Aunque quiero abandonar las ideas locas que rondan mi cabeza, como ya es costumbre, caigo derrotada en la mirada de niña desamparada que me da la rubia tonta. Rasco la palma de mi mano, allí donde la daga rompió mi carne y ha dejado una diminuta marca de color rosa.
—Embustero y maldito pirata —me quejo en voz baja.
—Regina, cariño… —Abro los ojos un poco para toparme con sus pupilas, muy cerca de mi rostro. Por un instante me permito contemplarlo, esperando que su mirada logre algún efecto; pero los segundos pasan y no experimento nada.
Él me quiere, se preocupa por mí. Necesito verlo así, como mi otra mitad, mi alma gemela. Es lo que pienso mientras sus manos tocan mis cabellos, acarician mis mejillas suavemente para luego amoldarme a él en un abrazo. Busca mis labios, rozándolos. Me esfuerzo por corresponder el gesto, pero su tibio abrazo no me calienta los sentimientos. Sigo con mi interior a la intemperie y, aunque a veces finjo que no me importa, sigo rota entre sus brazos.
Es uno de esos momentos en que me pierdo por completo meditando en ella. Emma Swan, la muy idiota, se desliza por los recovecos de mi ser cada vez que le apetece. Muchas veces, como hoy, se esconde tan internamente que me enreda el alma. Me resulta imposible desterrarla, y otras veces se muestra tan lejos de mi vida que es complicado alcanzarla.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta mientras me incorporo y él me ayuda a hacerlo.
—Bien. —Cuando besa mi mejilla, me obligo a curvar los labios en una fingida sonrisa— ¿Han podido cruzar la señorita Lucas y sus amigas? —Quiero desviar el tema.
—Snow y Henry las han escoltado hasta el castillo. Te aseguro que las tres están bien.
—Me tranquiliza saberlo.
—Estaba preocupado por ti —lo escucho suspirar de alivio— Utilizar magia estando tan débil…
—Solo he debilitado el hechizo de la barrera para que puedan entrar; no ha sido nada complicado.
Me pongo de pie, me obligo a hacerlo para poner distancia entre los dos. Sé que jamás lo he amado como él quisiera.
—¿Qué estás haciendo? Vuelve a la cama; necesitas descansar —pero no lo escucho, no puedo hacerlo, porque estoy evadiendo su repentina petición. No quiero que hablemos, sé que busca una respuesta y no tengo nada para darle.
—Regina, sé que lo de ayer ha sido precipitado, pero verte así... casi sentí que te perdía y yo… Formalizar lo nuestro es lo más natural.
—Necesito pensar —corto su verborrea. Al menos espero que entienda mis palabras y me deje sola, pero no hace ningún intento por moverse— Si no te importa, me gustaría estar sola y tomar una ducha.
—Sí, claro, tómate todo el tiempo. No sientas que te estoy presionando. Solo piénsalo —si supiera que con sonreír de esa manera me presiona— Yo voy a salir a hacer un recorrido con David.
Cómo escuchar su nombre sin que se me aprieten las entrañas. Quiero matarlo, apaciguar a la Reina Malvada que quiere ir a arrancarle el corazón es difícil. Me gustaría despellejarlo para ver si con eso logro olvidar los golpes y torturas del maldito pirata. David es el culpable de poner en peligro no solo a mí, sino también a mi hijo, mi Henry, y a Emma. Aprieto los puños a mis costados, recordando sus heridas. El Encantador debe estar agradecido de mi pequeño acto benévolo.
—¿Me estás hablando en serio? ¿Vas a salir de niño explorador con el hombre que quiere matarme? —no puedo contener mi rabia.
—Las cosas no fueron así, Regina. Sí, cometió un error, pero ya hemos hablado de eso y está muy arrepentido.
Si Robin supiera que las puntas de mis dedos hormiguean por la urgencia que tiene mi magia de quemar todo, no estaría sonriendo. Cierro los párpados, resoplo y cuento muchas, pero muchas manzanas antes de cometer alguna locura.
—Así que has hablado con él y todo olvidado —me cruzo de brazos, ofendida y al mismo tiempo cabreada—Se te olvida que aquí las más perjudicadas fuimos Emma y yo.
—Mi problema eres tú, ella que se arregle con sus padres.
Al menos esperaba una respuesta diferente, quizás que su actitud fuera otra. Protegerme tal vez, pese a que no necesito escudarme en nadie. David era su amigo; además, es el hombre que se alió con nuestro enemigo y fraguó un plan para deshacerse de mí, pero él sí merecía que lo defendiera y yo estaba siendo catalogada como un problema. Avanza hacia mí. Sabe que me han molestado sus estúpidas palabras.
—Será mejor que salgas de mi habitación —mi voz se templa, estoy perdiendo la calma y lo que menos quiero es tener otra discusión.
—Cariño, lo lamento. Solo quiero que hablemos —hace el intento de tocarme; sin embargo, me aparto.
—Creo que ya has dicho demasiado —Los dientes rechinan dentro de mi boca.
—¿Qué quieres que haga, Regina? ¿Que forme una pelea y mate a David? ¿Deseas que reaccione como lo harías tú?
—¡Joder! Ahora sí has pasado mis límites —me acerco amenazante hasta que mis labios casi rozan su barbilla— Si me ves tan mala, ¿Qué haces conmigo? Si cada vez que discutimos va a salir a la luz mi pasado, ¿Qué demonios haces aquí? ¡Mejor vete! —grito, dejando a un lado todos mis modales.
—Regina, discúlpame, por favor, cariño, no quise...
—Sal de esta maldita habitación antes de que las cosas se salgan de control.
Al entrar al baño cierro la puerta, despojándome de inmediato de la ropa. Un par de discusiones y vuelvo a ser la Reina Malvada. Dejo de ser Regina, la niña buena ante sus ojos. Así me hace sentir Robin; el hombre que es mi amor verdadero me regala una seguridad efímera, la que se desvanece cada vez que me miran como si estuviera esperando que flaqueara.
Suspiro, desbordando mi tristeza al sentirme incompleta. Al igual que Emma, soy una muñeca frágil y rota. Robin ha logrado suturar mis heridas superficialmente; en el interior todavía sangran. ¿Es así como debe hacerme sentir el amor? Sola, desprotegida y a la deriva.
Siendo una mujer poderosa, una bruja conocedora de las más oscuras artes, una reina, necesito del más simple y ridículo gesto; un abrazo, fuertes y posesivos brazos que me reclamen como suya y que me hagan sentir segura. Sentirme anclada a un lugar, pertenecer a alguna parte, es mi anhelo, pero no tengo nada, solo una promesa del destino con un horroroso tatuaje.
"Quiero estar a tu lado."
El agua fría no ahuyenta la voz que se cuela en mi cabeza. El tono de súplica me desestabiliza. Son estos momentos refrescantes que me regala ella, donde las lesiones del pasado ya no duelen. Cuando me mira y simplemente soy Regina, la madre de su hijo, y por extraño que suene, me hace sentir bien.
Más divagaciones rondan mi cabeza; todas y cada una tienen que ver con la rubia. Si tan solo Emma estuviera aquí...
—Eres patética, Regina —de mis labios sale un reproche; sé que tengo razón.
Y aunque me esfuerzo en negar lo evidente, es imposible. Mis manos se enredan en mi cabello, bajan desesperadas hasta mi pecho. La nada es lo único que siento y, por un breve instante, deseo que el agua me arrastre, que mi alma desaparezca junto con mi cuerpo.
Pov. Emma
Llevo más de veinticuatro horas sin saber de Regina. La única noticia que tengo es la que me da Henry: ella está bien, sigue dormida.
Camino de un lado a otro en la habitación, incapaz de calmarme, hasta que la siento. El aire se carga de magia, y me acomodo en el borde de la cama, mirando fijamente el lugar por donde sé que aparecerá. Espero impaciente, mientras abarrotó mis pupilas de toda la rabia que he acumulado durante toda la madrugada. ¡Maldita bruja, que me envía a la habitación como si fuera una niña malcriada que tiene que calmar una pataleta! Por los mil demonios, ¿Cómo voy a tranquilizarme sabiendo que está mal? Lo peor es que me siento culpable; mi tarea era estar atenta a la presencia de Killian, alejarlo del castillo debió ser mi prioridad, y fallé.
—Cómo me fié de ese rufián —bramo en el silencio, despotricando contra Killian y Regina; ella es la culpable de mi encierro durante largas horas. Contener a una bestia furiosa en una jaula de cartón es absurdo. Espero que aparezca lista para lanzarle toda la furia que llevo reprimida.
Y así, sin más, ella se manifiesta frente a mí con sus cabellos húmedos y una majestuosa falda negra ceñida. El corazón me brinca en el pecho como un niño saltando de puntillas mientras pide golosinas. Mirarla es una placentera tortura. Me contengo para no ir y arrancarle la ropa. Ni siquiera me avergüenzan los sucios pensamientos que me invaden. Se los merece todos y cada uno, por ser tan bruja.
—Emm... —me mira preocupada; sé que algunas de mis heridas no han sanado del todo, aún escuecen y duelen. Por supuesto, no voy a mostrar lo débil que me siento. Prefiero revestirme en puro coraje.
—No necesito tu lástima, Mills.
—Por favor, no quiero discutir —susurra serena, mientras la expresión en sus ojos me descoloca. Es difícil acostumbrarse a la calidez de sus ojos oscuros cuando solo ha tenido frialdad para mí.
—No me interesa. Lárgate.
Quiero evitar que el detestable regalo de Zelena haga acto de presencia, pero cada vez que cierta morena aparece, enciende mis sentidos. Cruzo las piernas intentando ocultar el efecto que Regina produce en mí. Era más fácil cuando no tenía nada entre las piernas que me delatara. Sigo empeñada en hacerlo desaparecer, pero fallé en cada intento. Lo único que me queda es jugar a controlarme.
Juro que pongo mi mayor esfuerzo para hacerlo. Evito mirarla, pensarla, pero solo el tono de su voz saboreando mi nombre es un estimulante que manda descargas eléctricas a una parte de mí que quisiera suprimir. "¡Oh, Dios!" Ansío que la lengua de Regina deguste muchas partes de mi cuerpo. Que me la chupe y se la meta toda en la boca sería una fantasía cumplida. Sacudo la cabeza, acalorada por los pensamientos que instigan mi voluntad.
Durante los siguientes minutos la escucho hablar sobre cómo ha dejado cruzar la barrera a Mulan, Ruby y Mérida, mis amigas. De igual manera, ha tenido una charla intensa con todos sobre lo ocurrido anoche. No me sorprende que los haya convencido de que he vuelto a ser una niña buena. Ella es la nueva salvadora, domó a la bestia, ¿Quién podría dudar de su palabra? Ahora es parte de su club de héroes.
—Déjame curarte —mi espalda se tensa cuando lo pide con una amabilidad que desconocía.
—Puedo hacerlo sola —gruño.
—No lo parece —se mueve inquieta, parece algo nerviosa y a mí simplemente me cuesta luchar contra una Regina que no grita ni me insulta.
Despego mis ojos de ella para poder hablarle como se me antoja.
—Vete. Ya pudiste confirmar que no he lastimado a nadie.
—Emma, ya basta.
—¿Qué pensabas? ¿Que iba a empezar a cortar cabezas a diestra y siniestra? Tu orden de no hacerle daño a na-di-e —deletreo la última palabra con rabia— estuvo de más. ¿Es que temías que despellejara a tu adorado boy scout?
—Te creía más inteligente que eso; tus absurdas divagaciones me insultan.
—Ahora sí estoy hablando con la verdadera reina.
Un suspiro abandona sus labios. La veo moverse lentamente y dejarse caer pesadamente en el extremo de la cama. Miro hacia el frente; simplemente no puedo verla tan abatida.
—No voy a discutir contigo, Emma. Hagas lo que hagas hoy, no habrá insultos —la escucho murmurar—. Tenemos asuntos más importantes que arreglar, cariño.
Su tono melancólico no pasa desapercibido, pero no parece importarme en absoluto. Cierro los ojos, recordando todas las veces que se ha reído de mí.
—Te estás burlando de mí, ¿verdad? —Salto de la cama mostrando los dientes, como un animal herido que prefiere morir desangrado antes que doblegarse— No me vengas con palabras bonitas porque esa no eres tú, ca-ri-ño —Regina frunce el ceño confundida; mi reacción parece desconcertarla, pero poco me importa. Mi interés es preservar mi propia existencia. No puedo distraerme. Dejo de prestar atención a sus gestos; incluso su voz y su postura son distintas, pero no me importa. Debo protegerme y nada más— ¡Maldita sea, déjame en paz! Ya me has encerrado como a una estúpida y para colmo me ordenas no utilizar magia —elevo el tono de voz— ¿Te pusiste a pensar lo que hubiera ocurrido si Hook regresaba por más? ¿Cómo diablos los defendía?
—Estás molesta conmigo —ignoro su bonito y suave tono de voz— pero no me voy a disculpar, no cuando tu seguridad estaba de por medio. La rabia te ciega al punto que no te importan los efectos que dejas en tu cuerpo.
No puedo reprimir una carcajada. He tenido efectos más catastróficos que unos simples cortes y moretones.
—¿Y a ti qué mierda te importa mi seguridad?
Ella abre los ojos sorprendida. Me gusta imaginar que mis palabras le duelen, aunque la realidad sea que me hacen más daño a mí que a ella.
—Me importa, y punto —se levanta, haciendo ademán de marcharse.
Rompo la distancia, cortándole el paso hacia la puerta.
—¿Quieres hacer de mi niñera, majestad?
—Por Dios, Emma, deja de ser tan terca. Solo intento protegerte.
—No necesito una niñera —suelto con demasiada rabia las palabras— Debes saber muy bien que no hace falta. Podemos nombrar algunos momentos y estoy segura de que te quedará claro que puedo cuidarme sola. —Contemplo complacida su reacción, la manera en que retrocede como si mis palabras la hicieran trastabillar.
—Es suficiente. Su afán por reñir conmigo es monumental —susurra, y sin embargo, vuelvo a ignorar su malestar. Me empuja para apartarme, pero mi cuerpo es como una roca inamovible.
—Vamos, recordemos uno —forcejea para hacerme a un lado, pero mis dedos se anclan a sus muñecas como grilletes— Mírame mientras te hablo de la primera hora de mi vida. ¿O acaso lo has olvidado?
—Por favor, basta —murmura derrotada, y en este punto, no puedo distinguir su dolor del mío.
—Me abandonaron desde las primeras horas de mi nacimiento; estuve desamparada, con frío y llorando por el calor de una madre que nunca llegó. No me hables de protección cuando tu sed de venganza y la ilusión de mis padres por seguir con su legado de héroes me condenaron a estar sola. Nunca lo olvides, Mills.
Mis ojos se quedan fijos en el temblor de sus labios y en cómo la máscara que la reviste se fractura. Suelto sus manos, arrepentida de mi delito. Acusarla de mi abandono nunca ha sido mi intención; me dejé llevar por la rabia y ahora me arrepiento del veneno que descargué contra ella.
—De ningún modo te hubiera hecho daño —mi corazón se desmorona al escuchar cómo se esfuerza para poder hablar.
—Regina, yo…
—Me culpo todos los días por lo que te hice —grita, perdiendo el control, al mismo tiempo que la magia sacude la recámara. Entonces me doy cuenta de que la he cagado— Jamás podré olvidar que has sufrido por mi culpa, que has estado sola por la misma razón, y parece que solo te traigo sufrimiento. ¡Mira dónde quedaste! Haces algo por mí y termino jodiéndote la vida —se aleja para ocultar su turbación y recomponerse. Juro que me arrepiento, la forma en que intentó apartarla es jodidamente dolorosa. Rehuye de mí para que no vea el dolor que opaca sus pupilas; pero lo veo y soy consciente de que fui la causante— Lo lamento, Emma —musita tan dolida que parece que está por llorar.
En ningún momento lo dudo. Avanzo hasta ella, sin importarme su espacio personal o las consecuencias que pueda traer mi osadía. Me pego a su espalda, no me cohíbo y rodeo su cintura.
—Tienes razón, estoy cabreada contigo, muy cabreada; pero eso no me da derecho a decir todas esas cosas... Lo siento —mi aliento acaricia la piel de su cuello y soy testigo de cómo esta se eriza— No te culpo de nada, Regina; la decisión fue de mis padres.
—Los empujé a hacerlo.
—Si la historia hubiera sido diferente, Henry no estaría aquí. Arrepentirnos sería sacarlo de nuestra vida.
—Nuestro hijo fue un regalo del cual estoy muy agradecida.
La manera en que dice "nuestro hijo" aviva las mariposas que anidan en mi estómago. Tengo que ser fuerte, no puedo permitirme flaquear... "fortaleza, Emma". Pero no puedo resistirme a su olor. Cuando su cabeza cae contra mi hombro y me bebo todo el delicioso aroma que desprende, quedo perdida.
"Que no se te ocurra hacer algo estúpido" —me recrimino internamente.
—Lo siento —mis labios rozan apenas la piel de su cuello, pero es suficiente para que en ellos quede el sabor de su perfume.
—Lo sé —no sé si es mi cabeza caliente o mi imaginación, pero creo que ha gemido su respuesta.
Accidentalmente, su respingado trasero se mueve contra mi pelvis, el temor se apodera de mí. Me alejo rápidamente de ella, salto a una silla para refugiarme en un rincón. Cruzo las piernas para ocultar mi tortura. "Quiero frotarme contra su trasero aunque sea para venirme como una adolescente en mis pantalones". No puedo disimular la sonrisa socarrona que se asoma en mis labios con el chistoso pensamiento.
—¿Qué le causa tanta gracia, señorita Swan?
"Fóllatela" —la oscuridad me habla y trago— "Si vuelve a llamarte señorita Swan, te la follas".
—Nada en absoluto, majestad —nuestras pupilas se cruzan; cuanto más la miro, más excitada estoy, me remuevo en la silla. Los pantalones comienzan a ser incómodos.
—¿Qué te sucede? Últimamente has estado muy extraña.
—Estás imaginando cosas —respondo, quitándole importancia; sin embargo, sus ojos no dejan de escudriñarme.
—Seguiremos con los secretos.
Separo los labios para darle una respuesta, pero la veo rebuscar dentro de su abrigo gris. Me quedo petrificada en mi puesto, inspirando profundamente.
—Creo que para avanzar en este círculo de confianza, esto estará mejor con su dueña —me regala una tímida y reluciente sonrisa.
No contesto, por un momento su fe en mí deja un nudo en mi estómago.
—Confías demasiado en mí, Regina. Has sido testigo de cómo intenté aniquilar a David, mi padre. Eso debería ser suficiente para mantenerme aquí encerrada.
—Yo hubiera reaccionado igual. Si alguien quisiera hacerle daño a mi familia, lo acabaría.
—Ese era mi propósito, pero me detuviste —está mal, muy mal, que Regina me mire de esa forma como lo hace. Esta mujer me va a enloquecer.
—No vivirías con la culpa —otra vez sonríe de lado, como si escondiera un maravilloso secreto— Y siempre lo haré.
—¿Qué?
—Siempre confiaré en ti —se acerca sonriendo. Dios, ¿Desde cuándo aprendió a sonreír tanto? El placer que siento con solo mirarla se intensifica y duele— Vamos, es hora de salir de este encierro.
—Prefiero quedarme aquí —le sonrío forzada, nadie me moverá de esta silla; aunque tenga que pasar el mayor tiempo posible lejos de Regina.
—Estabas molesta por no poder salir y ahora que puedes, no quieres hacerlo. ¿Qué te sucede, te duele algo? —su pregunta es firme, y en mi cuerpo siento un cosquilleo que me espanta... Es imposible. Esto no puede estarme pasando— ¿Por qué parece que estás constantemente adolorida? —no hay vacilación en su voz, solo un interrogatorio frío y tajante— Responde, Emma.
—No te gustará escucharlo.
—¿Te duele algo? —niego con un movimiento de cabeza— Deja que te cure —suena deliciosamente preocupada mientras se acerca.
—Por favor, no te acerques.
—No estoy para adivinanzas, Emma. Dime de una maldita vez qué te está pasando.
Me muerdo los labios hasta que me duelen... Tengo que contenerme, no puedo sucumbir de esta manera tan tonta. La escucho acercarse. Resisto lo mejor que puedo, pero sé que no tengo oportunidad…¡Maldita sea, no quiero hablar!
Elevo la vista al techo al mismo tiempo que mis labios se separan.
— Pasa que te deseo— sus pasos se detienen cerca de mí, sé que no es consciente de que toda esa verborrea salió de su boca con la daga aún en su poder —Estoy tan excitada que prefiero permanecer sentada para no mostrarte la erección que se esconde en mi pantalón. Y no me preguntes de dónde he sacado un pene porque no me apetece hablar de tu hermana.
—Esto no es gracioso, señorita Swan —noto el tono amargo en su voz.
Inconscientemente, una de mis manos se posa en mi entrepierna, cerrando el puño con fuerza en la dura erección. No soy completamente yo, lo juro. La oscuridad me hace actuar de formas inesperadas.
—Creo que eso —señalo el objeto que aún permanece en sus manos— deberías guardarlo. No necesitamos más preguntas inesperadas —Me permito fingir que no me afecta lo sucedido, aunque la verdad es que el pecho me duele de lo rápido que late mi corazón. Estoy aterrada.
—¿A qué juegas, Emma? —la dueña de los ojos oscuros me mira de una forma que no logro descifrar.
Aunque me resista, mi cuerpo y mi boca actúan por sí solos. Me pongo de pie, mostrándome por completo ante ella.
Mira directamente mi entrepierna y no se sorprende.
—¿Quién dijo que estoy jugando? —acaricio mis muslos para liberar tensión, lo que no me ayuda en nada—. ¡Ahora, deja la puta daga, Regina!
Ella demora en reaccionar, pero cuando lo hace, recobra la compostura.
—Si vuelves a gritarme, no respondo de mí —el temple en su voz me excita— ¿Cómo puedes soltarme todo eso y estar tan tranquila? Lo estás haciendo para burlarte de mí. Dime la verdad —añade sin haber soltado aún la daga.
—Tú eres la que te burlas de mí constantemente. Mi tranquilidad se va a la mierda cuando entras con esas faldas ajustadas, me muero de ganas por tocarte, besarte. Esto no es fácil para mí y menos ahora. ¡Por Dios! —señalo el causante de mis noches y días de tortura— ¿Cómo puedo controlar algo que parece tener vida propia? Debería estar odiándote por lo que me estás haciendo pasar. Ahora, por favor, guarda esa...
—¿Me odias?
Me aproximo a ella con una hambrienta amenaza pintada en las pupilas, resistiendo todas las maneras posibles para no contestar, pero esta no es una débil reina herida a la que puedo ignorar. No, qué va, esta es la Reina Malvada en todo su esplendor, y resistirse a su pregunta es descabelladamente doloroso.
—Si continúas por ahí, voy a cabrearme. Retira esa pregunta.
Sus ojos brillan, quiero mantenerme fuerte; sin embargo, dudo.
—No —me sorprende ver cómo clava con rabia la daga en el suelo, a unos centímetros de mis botas. Está igual o más cabreada que yo. Una reina no se amedrenta tan fácilmente, y ¿Qué se puede esperar cuando esa reina es una bruja?— Sin ningún arma de por medio, quiero la verdad, ahora.
—Regina, no.
Por más que me resista, no puedo ignorar el temblor de sus labios. Por favor, que no llore, no voy a soportarlo. Esta Regina es peor que cualquier daga.
—¿Me odias, verdad? Sé que lo haces, y soy masoquista al querer escucharlo.
—Te amo —en un susurro, le entrego mi alma y corazón.
Su silencio y el rostro inexpresivo me torturan. Por favor, lo que menos quiero es silencio, que grite, maldiga; necesito que haga algo. El temblor de sus labios se acentúa. Avanzo, ella retrocede. Sé que se está conteniendo para no llorar, lo sé por la manera en que frunce el ceño y la vena de su frente sale a relucir. Conozco bien el esfuerzo que está haciendo.
—¿Qué locura es esta?
—Regina —hago el amago de tocarla, pero me aparta de un manotazo.
—No te atrevas —su voz se quiebra— No puedo manejarlo... yo estoy con Robin —me digo a mí misma que puedo con esto, aunque por dentro mi alma está temblando— Es mi alma gemela, mi final feliz, ¡tú lo sabes! —no puede contener las lágrimas— ¡Tú lo sabes! Mi... mi destino es él, ¿Por qué me dices esto? Tú no puedes amarme.
—Entonces, ¿Por qué lloras? Si eres feliz, ¿A qué se debe tu llanto? —de nada me sirve querer relajarme cuando la sangre me hierve en las venas— ¿A quién quieres convencer de que es tu destino estar con él, a mí o a ti, Regina?
Se muerde los labios, esquiva mi mirada. Una tonta idea comienza a tomar fuerza en mi cabeza.
—Por favor, respóndeme —le imploro con suavidad, acercando mis dedos a sus mejillas empapadas— Y qué más te da lo que yo sienta; ese, majestad, es mi problema —esta vez no se aparta, es ella quien da un paso hacia mí. La proximidad de su cuerpo es demasiado tentadora.
Aprieto los dientes observando sus labios.
No puedo respirar, ni mucho menos pensar; solo me entrego completamente a lo que ella me provoca. Me lanzo a sus labios, el sabor salado de sus lágrimas me recibe en su boca. La saboreo mientras la sujeto ansiosa por las caderas, aferrándome a ella como si de su beso dependiera mi vida. La presiono contra mí y tiemblo al sentir la descarga eléctrica que encierra mi necesidad. Olvido mi vergüenza golpeando mi pelvis contra su cadera mientras sus labios me devoran con urgencia.
La escucho soltar un ronco y largo gemido, es como un susurro que deleita la parte que permanece dura dentro de mi pantalón. Cuando se agarra con desesperación a mis cabellos, la cabeza me da vueltas, no puedo con tantas sensaciones. El cuerpo me dice a gritos que la necesito, y la razón me advierte que me detenga, que voy a sufrir. Es imposible prestarle atención teniendo la lengua de mi reina tanteando el borde de mis labios. No me resisto, los separo para permitirle el acceso a mi boca. Gimo cada vez que su lengua experta explora y acaricia.
Oh, maldita sea, inspiro profundamente. Los sinuosos contoneos de Regina contra mi pelvis me debilitan las piernas y empiezan a enloquecerme. Santo Dios, es peligroso prolongar esta tortura.
—Gina —gimo contra su boca. Mientras ella acaricia su pelvis contra mi erección, la tomo de la nuca para profundizar más el beso, hasta que de repente lo interrumpe.
Regina se aparta bruscamente. El autocontrol vuelve a ella mientras yo ardo por la frustración. ¿Por qué tiene esa mirada? Oh… no… no. Es la mirada fría y distante que absorbe todo de mí. Ni siquiera tiene la necesidad de abrir la boca, ella va a destruirme.
Fue tan solo un instante en que estuve a punto de tocar el cielo, pero caigo en picada y va a ser obligatorio romperme los huesos.
—Robin me ha pedido matrimonio.
Continuará…
Ese final... ¿lo viste venir? ¡Estoy deseando leer tus reacciones!
Nuestros personajes están en un punto crítico. ¿Qué harías en su lugar? ¡Comparte tu opinión, me encanta leer las diferentes perspectivas!
Pueden encontrarme en Instagram. _~
Imágenes y música creadas especialmente para el Fic
Hevy_lara
