¡Aventureros! Hoy dejamos el drama en pausa por un momento para dar paso a algo breve pero ardiente. Un respiro necesario, ¿no creen? No se acostumbren mucho, que el drama sigue después... ¡Disfruten este especial!


Capítulo 24

18 horas antes de la catástrofe

Pov. Regina

Estoy de pie frente a Merlín y Rubi, en la sala de mapas, con los planos extendidos sobre la mesa. Mi mente trabaja con la precisión de un reloj, ajustando cada detalle en el plan para asegurarnos de que funcione. El enemigo no debe sospechar, no puede saber que les tendemos una trampa, que en realidad estamos preparando su caída.

—Haremos que crean que nos tienen vencidos —le digo a Rubi, fijando mis ojos en los suyos— Quiero que piensen que han ganado, que se sientan confiados y entonces atacaremos.

Rubi asiente, su mirada es pensativa, pero también hay una chispa de aprobación.

—He preparado una ilusión fuerte, lo suficientemente convincente para que nadie sospeche —Merlín interviene, su tono es sereno, pero puedo ver en su semblante que también está consciente de los riesgos que corremos.

—Perfecto —respondo, caminando alrededor de la mesa— Una vez que la ilusión esté en su lugar, yo prepararé la barrera. Cuando intenten cruzarla… —me detengo, mi voz se vuelve más baja, más oscura— Arderán.

Merlín me mira directamente, comprendiendo la gravedad de lo que estamos a punto de hacer.

—La clave será hacer que confíen en nosotros, que piensen que realmente nos tienen en sus manos —hay tensión en la voz de la loba— Debemos hacer que bajen la guardia.

—No será fácil, pero hemos engañado a peores —le respondo con un pequeño esbozo de sonrisa— El truco está en dejar que ellos piensen que tienen el control… mientras nosotros lo mantenemos realmente.

Rubi sonríe, pero hay preocupación en sus ojos.
—Regina, la magia que estamos usando… puede ser peligrosa. El enemigo no es tonto. Debemos tener cuidado—dice el mago, su voz teñida de preocupación.

—Lo sé, Merlín. No te preocupes por mí. Estoy acostumbrada a manejar magia peligrosa —le lanzo una mirada rápida— Y si jugamos bien nuestras cartas, ellos no tendrán idea de lo que les espera.

Merlín asiente de nuevo, pero luego cambia de tema con una expresión más seria.

—Es hora de trabajar sobre el hechizo que mantiene a David y a las amigas de Emma bajo su poder. ¿Encontraste algo?

Siento una punzada de ansiedad, pero la empujo hacia abajo.
—Sí. Snow encontró algo entre las pertenencias de David. Una bolsita de tela extraña con un polvo naranja. Me trajo un poco para analizarlo —miro a Merlín, notando el interés en su mirada— He estado trabajando con él para encontrar una forma de revertir el hechizo.

Merlín me observa con atención, sus ojos profundos escudriñando mi rostro.
—¿Y…?

—Ya lo tengo —digo, con más convicción de la que siento.

Pongo frente a nosotros un pequeño frasco de cristal. El polvo dentro brilla tenuemente con un color dorado pálido, una mezcla que he trabajado durante horas para crear. Lo sostengo con firmeza en mi mano mientras observo a Merlín y a Rubi, que parecen tensos y ansiosos.

—Esto —digo, levantando el frasco para que lo vea con claridad— Es nuestra mejor oportunidad para liberarlos del hechizo oscuro que los mantiene bajo control.

Rubi frunce el ceño, inclinándose hacia adelante, su mirada fija en el frasco.

—¿Qué es exactamente? —pregunta con desconfianza.

—Es un polvo contrarrestante —respondo, girando el frasco para que los reflejos dorados reluzcan en la tenue luz de la habitación— Lo he preparado con ingredientes que neutralizan las propiedades mágicas del polvo naranja que Snow me trajo. La clave está en revertir la intención del hechizo original.

—¿Y cómo funciona?—pregunta el mago aun sin entender.

—Para deshacer el hechizo, primero necesito dar una orden mágica —le explico, acercándome un poco más para que me escuchen claramente— Algo que rompa el vínculo de control que los afecta. Luego, este polvo debe ser lanzado al aire. Los afectados no necesitan estar cerca; el poder del hechizo se activará al inhalarlo o estar en contacto con él, incluso a distancia. Una vez que lo huelan, el contrarrestante entrará en acción.

—¿Y si no están lo suficientemente cerca? —pregunta la loba, preocupada.

—Eso no será un problema —le aseguro—. La magia del polvo está diseñada para expandirse y buscar a los que han sido afectados. Piensa en ello como una señal mágica que los localiza, se adhiere a ellos y los libera —sonrío, aunque mi mente sigue trabajando en los detalles— Es una red mágica, como un encantamiento de rastreo. Cualquiera que esté bajo el influjo del hechizo oscuro será alcanzado por esto.


Pov. Emma

Una de la madrugada. Estoy sentada en el suelo, contemplando la expresión tranquila de Regina. Mis dedos se acercan a su rostro, casi rozándolo. Me gustaría escuchar su voz, que su tono apaciguara mis miedos y demonios; tumbarme a su lado y sentir cómo su compañía me reconstruye por dentro. A su costado, Henry duerme amarrado a su cintura, sus respiraciones son pausadas y profundas; las mías, en cambio, salen entrecortadas, cada bocanada de aire duele. Los miro dormir, intentando aplacar la voz interna que me grita: "Puedes perderlos". Mi pecho se tensa, el miedo y la furia luchan por salir disparados como una flecha.

—Tu cabeza está tramando algo —murmura Regina, adormilada, abriendo los ojos solo un poco para cerrarlos nuevamente.

Parpadeo, sorprendida. No esperaba que estuviera despierta. Sonrío apenas, intentando disimular.

—Empiezas a asustarme, Majestad —le digo en broma, llevando sus dedos a mis labios, besándolos uno a uno, sintiendo la calidez de su piel contra la mía.

Ella suspira, aún con los ojos cerrados.
—¿Quieres hablar de ello, o evitamos el tema de tus padres? —dice, haciendo un esfuerzo por mantenerse despierta.

Se gira un poco, acomodándose mejor contra la almohada. La observo, siento el latido errático de mi corazón en el pecho.

—No perdamos el tiempo con eso —contesto, sintiendo un nudo en la garganta.

Regina resopla, se que no pude disimular la amargura en mis palabras.
—¿Estás segura? —pregunta, frunciendo el ceño mientras, el sueño la venciera de nuevo.

Mis dedos se hunden en sus cabellos oscuros, y con una risa tonta trato de ordenar las hebras rebeldes que caen sobre su rostro. Me acerco y le beso la frente con suavidad.

—Vuelve a dormir —le susurro.

—Ya he dejado que te quedes despierta demasiado tiempo... ven a descansar — tira de mi camisa con cariño.

Mi cuerpo reacciona por instinto a su toque, un calor recorre mi espalda. No puedo evitarlo, no quiero evitarlo.

—¡Me vigilas hasta dormida! —rio hundiendo el rostro en su cuello, su cabello cosquillea en mi nariz—. Eres aterradora.

Ella suelta una risa suave, casi un suspiro.
—Y tú, una tonta que necesita dormir —afirma en un murmullo—. Recuerda que eres pésima para escapar de mí.

Se acomoda, estirando una mano para acariciar mi mejilla.

—Iba a darme un chapuzón —digo de repente, tratando de cambiar el tema. Sus párpados se abren de golpe, sus ojos oscuros se posan en mí con alerta.

—Pues discúlpame si no te creo —replica mientras se separa con cuidado de Henry y se sienta, su expresión pasando de soñolienta a astuta.

Una sonrisa traviesa se forma en mis labios. Me urge un momento a solas con ella, después de las horas tan tensas que hemos pasado. La necesito.

—Eso podemos arreglarlo enseguida, Majestad —bromeo, pasando un brazo por su espalda y el otro por debajo de sus piernas, levantándola rápidamente. Suelta un gritito de sorpresa que me resulta adorable.

—¿Qué haces? ¡Despertarás a Henry! —protesta, tratando de parecer molesta pero sin éxito; puedo ver la risa en sus ojos.

—Voy a mostrarte que no mentía —digo con un guiño.

En un parpadeo, estamos fuera del castillo. El aire de la madrugada es frío y fresco, las estrellas se reflejan sobre la inmensa masa de agua del lago. Miro a Regina, que me observa con el ceño fruncido.

—¿Pretendes meterte a esta hora allí? —susurra, la comisura de su boca temblando—. El agua debe estar helada.

—Y estoy agradecida de que una reina esté dispuesta a acompañarme.

—¿Dispuesta? ¡Tú me secuestraste! —responde, mordiéndose los labios para contener una sonrisa.

—Qué dramática —digo, y avanzo tentativamente hacia la orilla.

—No te atrevas —murmura, intentando zafarse de mis brazos con algo de fuerza, pero sin lograrlo.

—Mantente quieta o te lanzaré desde aquí al agua —la amenazo con una sonrisa, nuestras caras están muy cerca. Sus ojos se abren mucho, asustados pero al mismo tiempo divertidos.

Regina cierra los ojos en un gesto de pánico, dejando escapar un resoplido molesto. Suelto una risa baja mientras el agua fría nos moja.

—Te odio —jadea al sentir el primer toque helado.

—Cariño, controlas el fuego, mantener tu cuerpo calentito no debería ser una tarea difícil —le digo con una sonrisa mientras suelto una carcajada.

Ella me mira con falsa indignación.
—Igualmente te odio —murmura, pero la sonrisa en sus labios la delata.

Sus piernas se enredan en mi cintura y me adentro más en el agua. La tela de su camisón de seda se empapa, pegándose a su cuerpo, y no puedo evitar que mis ojos se detengan en la visión de sus pezones erectos. Minuciosamente, los observo, sintiendo un cosquilleo en el estómago.

—Eres una pésima mentirosa —le susurro, pasando suavemente la punta de mi nariz por su cuello, inhalando su aroma.

—Por favor, agárrame fuerte; no me sueltes —susurra, y su voz contiene una miedo pero también deseo.

—¿Es que le temes al agua? —pregunto, divertida, mientras veo cómo sus labios se aprietan en un puchero adorable.

Ella parece contenerse, sus ojos se abren y cierran, su mente debatiéndose entre lo que quiere decir y lo que debe callar.

—Es muy oscuro allá abajo... No quiero poner mis pies en algo viscoso y sucio —confiesa con tono tembloroso.

Suelto una carcajada, pero un suave golpe en la mejilla me sorprende y me hace callar de inmediato.

—¿Acabas de darme una bofetada? —pregunto, más divertida que ofendida.

Una enorme sonrisa de malicia se despliega en su rostro.
—Te estabas burlando de mí —replica como una niña enfurruñada.

—Voy a soltarte y dejaré que las cosas pegajosas y sucias te devoren —bromeo, aflojando un poco mi agarre.

—¡Déjame! —lucha para soltarse, moviendo las piernas con fuerza.

—Está bien, te soltaré —anuncio con voz ceremonial, como si estuviera haciendo un gran gesto.

—No... no te atrevas —tartamudea, aferrándose más fuerte a mi cuello.

—Eres una reina muy indecisa, Gina. ¿Te suelto o no?

Ella se acerca más a mí, sus ojos fijos en los míos, chispeantes.
—Recuerda que soy muy vengativa —susurra, golpeando suavemente su cadera contra la mía y a pesar del frío, siento el calor de la excitación recorrerme por dentro, sacudiendo mis entrañas.

Siento su respiración en mi cuello; su nariz pasa suavemente por mi garganta, y cada roce es una tortura exquisita. Su lengua, cálida y húmeda, dibuja un sendero hasta mi oreja, dejándome paralizada por breves segundos. Mi cuerpo tiembla con anticipación.

—¿Qué venganza tiene preparada la reina para una chica tan mala? —susurro, sorprendida por cómo mi voz suena entrecortada por la excitación. Nunca creí que sentiría algo tan intenso.

Regina se ríe, una risa baja y oscura que hace que mi piel se erice.
—Voy a atarte y follarte sin compasión alguna, Emma —murmura con una voz ronca, cargada de deseo.

Mi respiración se acelera, un sonido rasposo en la quietud de la noche. Mientras mis pies se deslizan hacia la orilla del lago, mis manos encuentran sus nalgas y las aprietan, sintiendo los contornos firmes bajo mis dedos. Mi mente se llena de imágenes de ella, apoyada en sus manos y rodillas, su trasero al aire, esperando ser devorada. Un deseo urgente, casi violento, de hacerle una buena mamada, me domina.

—Debes saber que no puedes hablarme de esa forma tan sucia y esperar que me quede tranquila —susurro, notando la lujuria que arde en sus ojos.

Ella sonríe, su boca se curva con un aire de desafío.
—Sabes que no amenazo en vano, Emma.

—Yo tampoco —En un movimiento rápido, la tumbo sobre el césped húmedo, posicionándome entre sus piernas— Cuando tu cuerpo se agite bajo mi lengua, cuando te tenga completamente abierta y jadeando, vas a saber que tampoco yo amenazo en vano.

Aun con la ropa puesta, el roce suave de nuestras partes íntimas me enciende. Sus piernas se enredan en mi cintura con fuerza, atrayéndome hacia ella.
—Oh, Jesucristo... —gimo, por la necesidad que se intensifica con cada segundo. Estas piernas, tan suaves y hermosas, me han vuelto loca en tantas noches solitarias...

Nuestros ojos se encuentran, y puedo ver en su mirada que ella siente lo mismo. Mis dedos comienzan a vagar por el contorno de sus muslos, rozando su ropa interior. Su boca empieza a torturarme, mordiendo mi cuello y mandíbula, cada vez más fuerte.

—Tócame ya —ordena con urgencia, la voz temblando de necesidad.

"¿Quién soy yo para negarme a la orden de una reina?" Estoy encantada con la humedad que mis dedos encuentran cuando se deslizan fácilmente por todo su sexo. Regina me tiene a su merced, y lo sabe. Cada vez que mis dedos rozan tentativamente su entrada, un gemido delicioso se escapa de sus labios y yo, caigo lenta y profundamente bajo su hechizo.

—Llevo toda la tarde deseando que me toques... —gime, frotándose contra mi palma, buscando más.

Le muerdo los labios con un ansia casi desesperada, mi atención totalmente centrada en la humedad entre sus piernas. Mi boca se mueve frenéticamente, buscando más de ella. Ambiciosa se desliza hasta sus senos, succionando y chupando con avidez cada pezón. Luego me deslizo un poco más abajo, dejando un rastro de besos ardientes sobre su vientre. Su espalda se arquea, recibiéndome.

—Emma... — su voz es un susurro lleno de deseo.

—Voy a lamerte toda... —le prometo y mi lengua desciende hasta sus pliegues rosados y húmedos. Su sabor invade mi boca y un ardor placentero golpea mi vientre. Le agarro las nalgas, anclándola al suelo mientras sus dedos se enredan en mi cabello.

Sigo el ritmo de sus caderas con mi lengua, devorando cada centímetro de su intimidad, buscando su clítoris y capturándolo con mis labios. Siento cómo su cuerpo se estremece bajo mi tacto.

—Cariño... me voy a correr —jadea temblorosa y necesitada.

Mi lengua se mueve con el ritmo perfecto, haciendo que sus caderas se sacudan y un gemido profundo escape de su garganta.


Pov. Regina

Estamos desnudas en medio del bosque, el sonido de la corriente del agua acompaña nuestros gemidos. Emma es una experta; su boca juega con mis pezones, chupando y mordisqueando hasta que mi clítoris palpita, ansioso y hambriento.

—¿Quieres más? —me mira con una expresión hambrienta mientras restriega su dura erección contra mi sexo húmedo.

Su boca abandona mi pecho y recorre mi barbilla, mordiendo suavemente antes de capturar mis labios en un beso devastador. Una necesidad líquida me chorrea entre las piernas, obligándome a suplicar.

—Más… por favor, más… —jadeo con urgencia, sintiendo que no puedo esperar.

—Voy a hundirme en ti hasta dejarte completamente saciada —me promete con una voz cargada de deseo.

Me separa las piernas un poco y pasea la cabeza de su pene de arriba a abajo por toda mi vagina. Cada toque me hace estremecer de deseo. Levanto las caderas, demandando más, pero ella se retira un poco, soltando un jadeo divertido.

—¿Me quieres dentro de ti? —pregunta con tono burlón pero lleno de necesidad.

—Sí, por favor… —susurro, empujando mis caderas hacia ella de nuevo.

Esta vez, Emma no se resiste. Cumple su promesa y se desliza lentamente dentro de mí, llenándome completamente. Sale unos centímetros y luego vuelve a entrar, creando una deliciosa tortura que envía corrientes de placer por cada palmo de mi cuerpo. Mi sexo la recibe con avidez mientras me retuerzo, chillando de deseo. Ella no me da tregua, me aferra a las nalgas, apretándome con más fuerza.

—Eres tan jodidamente apretada… —gruñe mientras bombea dentro de mí una y otra vez, su ímpetu al poseerme me enloquece— Voy a darme un festín con tu coño.

—¡Emma… ohhh! —muevo las caderas con vigor, incapaz de contenerme.

—Disfruta, cariño, que yo estoy gozando de cómo me aprietas y succionas.

Sube mis muslos hasta sus hombros, empujándose más profundo. La sensación es tan arrolladora que todo mi cuerpo tiembla; el placer estalla en mi vientre. No puedo hacer nada más que gemir su nombre, una y otra vez.

—Tómame... toda, cariño...—susurra contra mis labios.

Un espasmo recorre mi cuerpo. Mi vagina se contrae alrededor de ella, bebiendo cada gota de su orgasmo mientras mi propio clímax me envuelve en una ola de placer abrumadora.

Continuará…


Y hasta aquí llega este capítulo... ¿Les gustó este respiro candente? Espero que lo hayan disfrutado. Recuerden que seguimos en cuenta regresiva, ¡lo más intenso aún está por venir! Gracias por su apoyo, nos leemos pronto.