Antes que nada una fenomenal disculpa por no haber publicado como correspondía hace unos días, pero me largué de vacaciones y aunque acabé el capítulo, para el día de mi partida, no había hecho las correcciones que quería…
Así pues, dándole los créditos merecidos a quienes siempre se los doy: autora original, autores de la música y a mi beta, me permito dejarles el nuevo, no sin antes comentar que estoy tratando de sacar un capítulo extra para este fin de semana, para compensar el retraso anterior.
Gracias a quienes se gastan su tiempo en mí y en Demasiado.
road to nowhere, twists and turns but will this never end.
*Lunes*
–Señorita Porkinson, es un honor verla de nuevo. –¿Porkinson?... ¿en serio?
–Douglas, un placer. –Tendió la mano con una sonrisa tan fingida que se habría dado cuenta un ciego, casi sin volverse a verlo, casi sin dejar de revisar lo que le mostraban un par de personas, pero él se inclinó, tomó sus dedos con su mano húmeda y pegajosa y posó sus labios gordos, arrugados y secos como hoja de otoño sobre su mano; un escalofrío de desagrado le subió por el cuerpo y la boca se le hizo agua de pura náusea, incluso necesitó sacudir los dedos y rozarlos contra la mesa y lo hizo, pese a que era en exceso maleducado.
–De haber sabido que usted estaría en esta reunión, habría llegado hace horas. –Sonreía, con sus pequeños y porcinos ojos fijos en Pansy, o mejor dicho, fijos en los pechos de Pansy que miraba como él le sonreía además con unos dientes pequeños y rodeados de una encía oscura y brillosa; tomó aire cansada y asqueada del tipo y quitó la sonrisa de su boca, estaba cansada de fingir.
Porkinson… ¡por piedad!
–No se preocupe, hace horas yo aún no llegaba. –Un par de hombres carcajearon con el comentario y ella pudo volver a los documentos que revisaba, pero Amicus Douglas un político muggle con cierta "filia" por las brujas, se sentó junto a ella aprovechando que el hombre a su lado había ido en busca de una bebida, Pansy entornó los ojos con cansancio.
–Suponemos que estos trámites podrán quedar lo antes posible, ¿no es así? –Algunos de ellos estaban impacientes, otros no tenían mucho interés en acabar pronto, porque los acuerdos a los que habían llegado les beneficiaban más bien poco, Pansy continuaba revisando hojas y hojas de papel de cada acuerdo tomado y que debía ser firmado por el Ministro, tras ser evaluado por la oficina que ella comandaba y que le debía rendir informes previos a la de Padma.
–Mentiría si les dijera que esto será rápido, la verdad es que así como ustedes se han llevado su tiempo en el análisis de cada acuerdo, nuestras oficinas harán lo propio. –Empezó a juntar documentos y a ponerlos en su portafolios, quería dejar el lugar lo antes posible, llevaba horas ahí sentada rodeada de viejos que iban de un extremo a otro: demasiado amables y confianzudos, demasiado irritables y desconfiados, demasiado absortos en cosas "más importantes", demasiado libidinosos y lascivos, demasiado contenidos y agresivos; Pansy extrañó otro tipo de reuniones en las que se aparecía al menos alguna mujer, eso hacía que el ambiente se aligerara, pero ahí, rodeada de hombres mayores, era como un tarro de miel en medio de una convención de osos.
–¿Nos hará saber la decisión que hayan tomado a brevedad? –Solicitó uno de los pocos sujetos que le agradaban, otros empezaban a ponerse de pie y se le acercaban en horda para entregarle hojas de pergamino y sobres, Douglas se levantó presto también e intentó llamar su atención.
–Cuidado con las tazas de café, tengan cuidado…
–Delo por hecho. –Tendió la mano para despedirse de todos, empezando por el sitio más alejado a Douglas con la esperanza de que el hombre captara la indirecta, pero por el contrario se puso de pie y se le pegó como si planeara estrecharla en sus brazos o contra su costado.
–Señorita Porkinson, me gustaría mucho que aceptara tomar un café a mi lado, ya que no he llegado a tiempo y necesito hablarle... –Pansy fingió no darse cuenta de la invitación ya que otros más le hablaban, y siguió saludando mirando a otro lado, expresando agradecimientos y siendo simpática, cordial y alegre, como convenía ser.
–Le enviaré a su oficina los documentos.
–Se lo agradeceré mucho… sí, por supuesto… oh claro, le enviaré una cotización… qué amable, salude a su esposa… –Estaba pegado a ella, podía sentir su aliento caliente contra su hombro, podía oler su loción penetrante a su espalda.
–Ojalá nos veamos pronto, pretendemos ampliar el mercado…
–Claro, esto dependerá de lo que ustedes piensen, nos importa su opinión…
–Qué gusto, gracias… –Se movía demasiado lento, demasiado suave y lo sentía pegado a su espalda, pero avanzaba e iba segura de que lograría huirle, mas cuando sintió la prominente barriga del hombre pegada a su cadera izquierda, un escalofrío la hizo perder el hilo de una consulta en la que estaba enfocada y la hizo enrojecer, tragó saliva y pidió que le repitieran la pregunta, estaba oyéndola con atención cuando lo sintió, caliente y fibroso:
Podía perfectamente percibir el roce de aquel bulto contra su pierna, lo sentía rozarla apenas bajo el casimir fino de unos pantalones elegantes y su pierna, desnuda y fresca, se sintió absoluta y completamente repugnada, como si al tacto pudiera empezar a cocinarse; intentó dar un paso lejos, pero la mesa y la silla de al lado se lo impedían, mas volvió a esforzarse, volvió a deslizar sus pies alejándose de aquel ser asqueroso que en lugar de darle espacio, dio un paso más cerca, ahora no sólo rozándola, sino alcanzando del todo a empujarla con su prominente estómago relleno y esa extraña y espantosa protuberancia. La cabeza de Pansy se la jugó, ¿sabía usted que Pansy Parkinson tiene una de las mentes más veloces de todo el mundo mágico para las desgracias?, en su cabeza, nubosa e invasora, se fue formando la imagen de un miembro ennegrecido por los años, turgente y venoso, torcido a un lado quizá, contenido dentro de aquellos pantalones y condenado a perpetuidad bajo un estómago prominente y abultado de borracho empedernido, siempre bajo una gruesa capa de piel grasosa y poblada de vello.
–¡Ah! –Gritó cuando lo sintió de nuevo rosarle la pierna, sacando un susto a más de dos y haciendo que Douglas diera por fin un paso atrás, sorprendido e incómodo; Pansy abrazó su portafolios como pudo y se desplazó empujando y casi tirando a un par de hombres en el camino, sonriendo nerviosa y estúpida a otros, siendo completamente absurda, llevada por un terror antinatural creciendo en su delgado cuerpo. –¡Cuánto lo lamento, en serio, mil disculpas, fue un placer!… en serio que sí, ¡debo retirarme!
–No se vaya a tropezar…
–Aceptaría un café mañana por la…
–Señorita Parkinson, espere… su bolso. –Uno de los hombres simpáticos del grupo la alcanzó con él en la mano y ella ya empujaba la pesada puerta de madera para salir del lugar, ignorando por completo a todos los otros hombres, sentía que si no corría acabaría lanzando maldiciones y matando a alguien; se sentía sucia, asqueada, no podía casi controlar la bola de saliva densa y pastosa que se le había formado en la garganta y hubo quien dentro de la sala le notó la palidez verdosa que poco a poco le iba subiendo por el cutir perfecto.
–G-gracias, gracias… ¡qué amable! –Douglas parecía querer correr a alcanzarla, venía hacia ella detrás del amable sujeto que le tendía su bolsa y Pansy, increíblemente, alcanzaba a ver la gota pegajosa de sudor que le descendía por el borde del rostro bajo la oreja, casi podía olerla, casi podía probarla en la punta de su lengua retorcida de la impresión. –¡Ah!… ¡ah, nos vemos pronto, los informaré, con permiso, con permiso! –Abrió la puerta de un tirón desesperado y salió casi haciendo que los tacones de aguja de sus zapatos finos se partieran en dos, estando fuera y viendo el pasillo vacío lo hizo, rompió las reglas, pero lo hizo, se desapareció de ahí y apareció en su casa. –Merlín… ¡Merlín! –Dejó caer todo lo que traía encima de su sillón, y corrió desnudándose irritada hasta el baño, donde pasó las siguientes dos horas luchando por no vomitar el almuerzo y por hacerse a la idea de que tenía que expulsar la náusea de su cuerpo y dejar de pensar de más.
Roar estaba echado cuan largo era al borde de su cama cuando salió envuelta en su toalla con el cabello revuelto sobre su cabeza alarga de cansancio, da tanto cansancio sentir asco que se tiró en la cama pensando que debía volver a la oficina, pero que no quería hacerlo; ignoró que estaba desnuda, que aún estaba mojada y se quedó dormida, muy dormida larga y tranquilamente y cuando abrió los ojos, fue porque escuchaba un suave picoteo contra el cristal de su ventana, sonrió al reconocer al ave y supo que era la nota que esperaba de Hermione, abrió y tomó el sobre, lo abrió con una sonrisa y se encontró con una hoja en blanco.
Y despertó.
Se frotó el rostro larga y lentamente, bostezando sintiendo que el cabello se le había quedado aplastado durante toda la siesta, el sol de la tarde caía lento sobre el borde de su cama donde Roar aún dormía, era un perezoso consagrado; estaba por reacomodarse en la cama y seguir durmiendo sin importarle realmente cuando llamaron a la puerta, todavía envuelta en la toalla fue caminando para abrir y ahí, frente a ella, con una botella de vino blanco, una bolsa de mandado y su cara regordeta estaba Millicent Bultrode.
–Haré la cena, comeremos pasta y te pondré al día con lo de la oficina… y tú, me contarás todo lo repulsivo que son esos muggles con los que te viste hoy… y si no es suficiente con esta botella para que se te pase la náusea, compraré más. –Entró con su gran humanidad y le besó la mejilla sonoramente, el aroma a vodka que desprendía su boca hizo sonreír a Pansy, seguro había ido por un trago, llegado a su casa y se había descubierto sola…
Y siempre es mejor estar sola acompañada por otra solitaria mujer.
*Miércoles*
Con las gafas en la punta de la nariz, las cejas alzadas, un sudorcillo de estrés sobre el labio y una respiración tan lenta y pesada que podría pasar por dormida, Pansy Parkinson terminaba una prueba de intelecto; pocos saben de esto, pero todos los trabajadores del Ministerio de Magia Inglés son evaluados cada seis meses y se les exige un nivel de actualización óptimo, deben conocer de generalidades del mundo mágico, su historia y además, ser excelentes en la Defensa Contra las Artes Oscuras, estar preparados para cualquier eventualidad y riesgo, sin importar si son un funcionario en activo o un simple archivista. Apenas son las once de la mañana y Parkinson ya lleva cuatro pruebas aplicadas, dos de Teoría Mágica, una de Economía del Mundo Mágico y su fuerte: Políticas Comerciales Mágico-Muggle de la Actualidad; a decir verdad le duele el cuello, está desvelada porque Millicent agarró la copa desde que llegó a su casa hasta bien entradas las tres de la mañana y para colmo de males, no sabe qué día le han programado las pruebas físicas y si se las han dejado para ya mismo, seguramente la encontrarán de malas, muy de malas.
Además, no se lo dice a nadie, pero sigue inquieta porque no ha tenido "noticias suyas" y empieza a creer que le ha tomado el pelo, lo que tal vez tendría hasta lógica porque nada la compromete a cumplirle; mientras revisaba por quinta ocasión el examen y mira sobre su hombro buscando a Millicent, sólo para encontrarla derribada sobre su prueba babeando y dormida, se preguntó por qué la tiene aquello tan inquieta y como no hay respuesta, se decide a dejarlo ya y entregar el examen, de cualquier forma si reprueba, no harán diferencia más o menos minutos en demorar su entrega; camino del tablero de anuncios del piso en que está, piensa en los peores escenarios de consultar cuándo tiene sus pruebas físicas, el primero es que como cada año, la hayan acomodado en el mismo grupo de otros cuantos de su especie, lo que le garantiza un encuentro gratuito con Draco, y recuerda de paso que todavía un año antes, ese encuentro había servido para una fugaz escapada a un rincón del sitio de prueba y un sexy arrumaco.
Qué estúpida.
El otro escenario era que a diferencia de toparse con Draco se topara con Hermione, provocando un encuentro incómodo, porque no iba a saber cómo actuar frente a ella y seguramente sería demasiado obvio que estaba pendiente de tener alguna señal de vida suya, una cosa tan ilógica que seguro Granger se quedaba de un palmo; iba tan absorta en esto que no fue sino hasta que chocó con alguien que se percató que había llegado al sitio al que se dirigía, no se disculpó y por el contrario se volvió enojada a la mujercilla regordeta y fofa que se hizo dos metros atrás como si hubiera sido su culpa, luego sólo miró a lo que iba: el tablero; ya varios hacían fila para ver el registro y tuvo que formarse para poder tomar su turno de mirar el listado, cosa que la hizo cruzarse de brazos y adoptar ese aire enfadado que siempre tenía y ahuyentaba gente molesta. Ya parada frente al tablero y mirando las hojas, se dio cuenta de que sí, uno de los dos escenarios se había cumplido, o mejor dicho, ambos se habían cumplido: para las pruebas de campo abierto, tendría que encontrarse con Draco, mientras que para las pruebas de salón, iba a toparse con Granger; todas las pruebas serían en un par de semanas, la primera por la mañana y la segunda por la tarde, así que le esperaba un montón de noches inquietas.
De regreso a su oficina, pasó primero a la de Padma para recoger unos documentos que necesitaba para el día, ahí dio con algunos de los integrantes del grupo con el que realizaría sus pruebas y entre bromas, comentarios sarcásticos e ironías hirientes, medio se pusieron de acuerdo; aunque se sentía incómoda con mucha gente alrededor, aceptó la invitación a tomar un café y se sentó un rato, incluso dándose el lujo de encender un cigarrillo, pese a que tenía meses que no tocaba uno y el sabor empezaba a serle en demasía desagradable; por un breve lapso de tiempo, en un acto que a algunos sorprendió, Pansy Parkinson hizo un claro esfuerzo por convivir, lo que degeneró en comentarios hirientes, sarcasmos, reproches velados y groseras insinuaciones, nada que no le supieran la mayoría de los presentes desde el Colegio. Pansy siendo Pansy. Algunos comentarios de los que mejor la conocían o ya la habían tratado, tocaron la figura de Draco y se sintió obligada a mirar a otro lado cuando sentía que las miradas la analizaban con claro descaro, curiosamente, todo lo que tenía que ver con los recientes acontecimientos con el rubio, la tenían muy turbada y se notaba, además estaban tratando de incomodarla a quemarropa, y salía del atolladero como mejor iba pudiendo; Padma procuraba darle apoyo desviando el tema de conversación, pero no era suficiente y al cabo de una hora y media, Pansy se encontró poniéndose en pie para abandonar la habitación.
En su oficina se tropezó con una Millicent verde de náusea y llorosa de no dormir, aunque intentaba serle agradable, lo cierto es que se sentía mal, estaba cansada y una jaqueca insidiosa se le estaba instalando en la cabeza desde la reunión en la oficina de Padma, no era resaca, era neto cansancio por las pruebas que había estado realizando toda la mañana y la charla forzada a la que se había sometido; metida en una charla sin sabor con su compañera, se puso a contestar cartas y pasar expedientes revisados al archivo general, así como documentos viejos al archivo muerto, en un parpadeo habían dado más de las tres de la tarde y aunque no era costumbre habitual, por los exámenes se atrevió a autorizar que todos se fueran a casa, haciendo que más de uno le mirara con rostro de sorpresa o de plano, absoluta incredulidad. Mientras cerraba la puerta una vez que Bulstrode abandonó el lugar con pasos pesados y lentos, fue a llevar una serie de rollos de pergamino y cartas donde Padma, para su revisión y mejoramiento.
El pasillo estaba atestado de personal que iba y venía a todos lados, algunos con la ropa cómoda de las pruebas de campo, incluso se topó con un grupo triunfal que todavía con las marcas e la batalla cuerpo a cuerpo, festejaba por el andador sus logros (uno de los tipos llevaba el tentáculo de un pulpo moviéndosele en el lado izquierdo del cuello, como si un hechizo transformador hubiera dejado ahí sus marcas y el tipo no fuera precisamente el mejor de los ex alumnos de Minerva McGonagall); Pansy detestaba aquello de los pantalones cómodos, los zapatos deportivos o las camisetas con palabras victoriosas y logotipos rudos (creyó ver una camiseta con un bola de fuego que escupía llamas a cada alarido gustoso de su portador), se le hacía lo más ridículo del mundo que se cambiaran de ropa para una prueba de campo, como si un atacante pudiera dar oportunidad a su víctima de cambiarse de ropa para enfrentarlo con comodidad; vio algunos rostros conocidos, otros más que nunca había visto y aunque no tenía prisa por llegar a su destino, sus pasos eran decididos y constantes.
Hasta que lo olió.
Estuvo completamente segura de que era su perfume, un aroma especiado que le entró apenas por la nariz haciéndola que se volviera buscando entre las caras, pero ninguna era, buscó entre cada par de ojos, pero vio muchos azules, negros, verdes, alguien por ahí tenía las pupilas de un gato o las de un águila más allá y los pocos ojos castaños o marrones que encontró, tenían arrugas de demasiados años, ni una sola peca o demasiada poca pestaña; y sin embargo, mientras caminaba lentamente ahora, creía estar sintiendo esa presencia en el pasillo, quizá virando a la izquierda, quizá entrando al elevador, más allá detrás de unas mujeres que se aglomeraban sin dejarla mirar lo que ocultaban… o tal vez estaba dentro de alguna oficina y al abrirse la puerta, se había escapado su presencia y había deslizado sus humosos dedos por el ambiente hasta tocarla, hasta despertarla de un letargo de horas sin saberla.
Tragó saliva y siguió caminando, procurando pensar en otra cosa para no sentir que tenía que asomarse detrás de cada puerta, o hacer volver a cada persona a la que no alcanzaba a verle el rostro por completo, pero a decir verdad no estaba funcionando, iba absorta en la búsqueda de aquel perfume y hasta llegó a chocar con alguien en su trayecto, desparramando por el suelo cada rollo de papel y cada sobre que cargaba y sintiéndose entonces completamente idiota y ridícula, algo demasiado anormal en ella; tras recoger todo con premura y enojo, soltar uno que otro alarido de ironía o mordaz comentario a quienes le ayudaban o miraban, y nada más llegar a la puerta de la oficina de Padma, casi sintió un aura de inseguridad enorme de irse, de abandonar el andador lleno de gente y encerrarse donde quizá no pudiera verla si venía detrás, entre los que dejaba de lado o al frente, aproximándose hacia ella, quizá yendo a su oficina a buscarla. Una angustia le asfixió el pecho casi dándole mareo ¿y si Hermione se dirigía justo ahora a su oficina a buscarla para ponerse de acuerdo para el trabajo?, tragó saliva y se apoyó en la puerta de Patil, respiró profundo intentando no pensarlo, pero si era verdad y Granger iba a su oficina…
Tal vez buscándola para dar señales.
Sacudió la cabeza y se obligó a no pensar en estupideces, si Granger había dicho que esperara, esperaría y además, no tenía motivos para sentirse así de nerviosa porque no le hubiera escrito ya, habían pasado apenas unos días y no era la gran cosa, además, si iba y la buscaba ahora a su oficina y no la encontraba, merecido se lo tenía la muy estúpida por no aparecerse antes… sangresucia idiota; entró al fin a la oficina de Padma sonriente y altanera, con algo más de seguridad y soltura, no descansó hasta llegar a su escritorio y depositar en él los enormes rollos de pergamino que llevaba, se sentó en la silla frente a su jefa y le aceptó una copita de jerez, cruzó la pierna y se deshicieron en chismes y devaneos.
Mientras Pansy se sentaba con su jefa inmediata a "revisar" propuestas y contratos, Hermione Granger salía de la oficina contigua con otros colegas tras una conferencia intensa y una larga discusión, al igual que Pansy había realizado sus pruebas de intelecto temprano y tenía planes para comer con amigos y ponerse al día sobre lo que habían aplicado; no se dio cuenta de la presencia de Pansy, no se le ocurrió acercarse a su oficina y ni siquiera se acordaba de haber quedado con ella para pronto.
Esa era la verdad.
*Viernes*
–Vamos, Pansy, sólo un poco más. –Llevaba media hora en aquello, era fuerte, duro, doloroso y extenuante, sudaba tanto que había un charquillo en el suelo, brillante, al que miraba cada vez con más desagrado; era de las pocas cosas que nunca le gustaban de ir a ejercitarse, el sudor que se iba acumulando bajo su cuerpo espigado, la manía de su entrenador por hacer que perdurara el tortuoso dolor de los músculos al restirarse, al exigirse.
Uno… dos… tres… lagartija, lagartija, lagartija, lagartija… uno, dos, tres, cuatro, cinco… ya no puedo, ya no puedo, ya no puedo… una más, una más, sólo una más, sólo una más…
Siempre contaba del uno al cincuenta y de vuelta y entraba en un estado como de trance, algo muy similar a lo que le habían dicho que hacían los muggles en las iglesias cuando decían incansables una oración, era una especie de hipnosis en que dejaba de pensar perdida en el dolor sordo de su cuerpo y el embotamiento de su mente que cuenta, cuenta y cuenta y percibe a la lejanía el dolor de su cuerpo que gime pidiendo descanso, pero que no lo obtiene…
Quince… dieciséis… diecisiete… dieciocho… lagartija, lagartija, lagartija… duele, duele, duele… treinta y siete… cuarenta y dos… cincuenta… ya no… ya no… por favor… ya no…
A un gruñido de su entrenador, se lleva la mano derecha a la cintura y hace las siguientes diez flexiones con ella ahí, contra la cintura presionando su columna, haciendo que las gotas de sudor caigan con más fuerza, que hagan más grande el charco, esforzando sólo su brazo izquierdo, un nuevo gruñido indica que debe usar ambas manos y casi se siente fresca luego del esfuerzo anterior; gruñido, hay que usar sólo la derecha y contar diez, la rutina es desgastante, es mortal, pero es el precio de verse bien y no le pesa, por el contrario, por momentos lo disfruta tanto que el dolor pasa a ser placer, casi puede recordar cuando Draco la giraba con brusquedad y la colocaba boca abajo para arremeter contra su delgado cuerpo con fuerza, con saña… y sonríe pensando que ya nunca más lo hará y que ninguna otra le dejará hacerlo así… ninguna otra.
Ha terminado aquella secuencia y puede dejar de lado el charco y mirar a otro lado, se sienta en el banquillo acojinado de negro y se seca el sudor, el entrenador registra sus avances en un cuadernillo, todo a vuela pluma mientras la observa recomponerse y evalúa lentamente el estado de su cuerpo, ve moretones donde hace un par de horas golpeó entrenándola en combate cuerpo a cuerpo y le preocupa la delgadez que la mujer conserva, es sano, sí, pero en exceso… al fin anota recomendaciones en una hoja aparte y le indica los ejercicios que debe seguir el fin de semana, sugiriéndole que se tome el domingo y coma a sus anchas, Pansy sonríe cuando le explica que la rutina es fructífera, como si ella misma no se diera cuenta al mirarse al espejo. Parkinson ignorada el "pero" que sigue a la palabra fructífera y más aún cuando percibe un "la alimentación debe ser mejor" así como un otra vez repetido "deja el alcohol del todo, como has dejado el cigarrillo"; bastantes cambios ha hecho ya, bastante se cuida, el alcohol de vez en cuando no va a matar el cuerpo de acero que tanto le ha tomado construir.
Camino de las duchas, Parkinson se encuentra con varias personas a las que saluda con amabilidad, a otras les dedica sonrisas irónicas y hasta suelta una que otra ponzoña con su normal tono ácido de siempre, una vez en los pasillos de las regaderas, da un suspiro de nostalgia y se pregunta hace cuánto que pasó aquello, hace cuánto que miró a Granger en una de las regaderas; sin saber qué hace y aprovechando que está vacía, se mete a esa misma y se desnuda, abre la llave a tope y deja que el agua tibia la empape entera, que le consuele los músculos dolidos a fuego que buscan algo de descanso en esa comprensiva caricia mojada; mientras mira el azulejo blanco y siente el agua que le corre rápida y rapaz por cada centímetro de piel, se pregunta dónde está, por qué no la ha buscado… Y se pregunta de nuevo, por qué necesita tanto noticias suyas, en qué le beneficia tenerlas o para qué las quiere; no es un asunto de su proyecto, en realidad eso cada vez parece que le importa menos, porque sabe que es bueno, que se defiende con lo que ella ha hecho y que las correcciones que le pidieron hace un día que están listas a su alcance, en el fondo sabe que sólo está ansiando por recibir una lechuza y saber qué día trabajarán en ello…
Pero sale del gimnasio y vuelve a casa, va a la oficina y resuelve problemas, charla con su madre por chimenea y le tolera los regaños por lo de Draco, otra vez, prepara acuerdos, firma convenios y vuelve a casa para cenar y dormir; mira a Roar que come calmo un poco de atún en un tazón y se encuentra con que sigue esperando…
Está esperando.
Quiero agradecer antes de irme y volver luego a las pocas personas que han comentado, ahora por premura (estoy en la oficina de guardia y a veinte de salir, está oscuro y solo, así que quiero acabar esto y salir al pasillo donde mi auto me respalde XD -como mi barrio lo haría-) no puedo decir sus nombres, pero estoy muy agradecida por los ánimos que me dan y porque dicen que la historia les emociona...
No me maten por este cap, tiene una razón de ser n.n
