BUENO, COMO ME COMPROMETÍ EN LA PUBLICACIÓN DEL CAPÍTULO ANTERIOR, QUE ADEMÁS DE BREVE ESTUVO MUY RETRASADO, HOY LES TRAIGO ANTES DE TIEMPO Y PARA YA FIJAR EL DÍA DE LA SEMANA QUE ESTARÉ PUBLICANDO, EL NUEVO CAPÍTULO; QUIERO AGRADECER A LAS PERSONITAS QUE HAN ESTADO COMENTANDO: katahcullenpotter, Chio Lannister, Soy-Un-Unicornio-Multicolor y Hey123... GRACIAS POR DARSE EL TIEMPO DE LEER Y COMENTAR, LO VALORO MUCHO.

LOS PERSONAJES SON ORIGINALES DE JK ROWLING, LA LETRA DE LA CANCIÓN DE LAS SPICE GIRLS Y HONORES A MI BETA, QUE LE ECHA EL OJO ACÁ.

DE ANTEMANO, GRACIAS POR LEER

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La ¿verdad?... ¿duele?

but sometimes illusion ain't no revolution

That ain't no release for me

—Sí, claro que sí… comemos el martes, claro… hasta luego. —Colocó la servilleta en su regazo y lo miró cómo caminaba hacia su mesa, siempre, siempre, había pensado en aquel hombre con un orgullo poco natural, no sólo lo respetaba y amaba, sino que le veneraba de forma seria, absoluta, su madre solía decir que estaba secretamente enamorada de él, pero eso era tan falso como la honestidad de Rita Skeeter; Harry Potter le sonrió y se le acercó para besarle la mejilla, no pudo evitar alzar la mano y sujetarle la solapa del saco para alargar el gesto, lo adoraba demasiado y saberlo ahí frente a ella, le daba paz.

—¿Cómo estás? —Preguntó mientras el ojiverde llamaba al mesero, él asintió con una gran sonrisa e hizo un ademán que significaba "¿y tú?". —Bien, ahogada en trabajo.

—Ese trabajo te va a matar. —Harry sonrió y ella hizo lo propio, pero en el fondo hablaba en serio y no había broma sobre el mantel; si uno pudiera contar las personas que veían con recelo a Harry, se habría necesitado que todo el Ministerio levantara el índice y faltarían, y de todos esos dedos, la mitad bien equivaldría a los que detestaban a Hermione, quizá no la odiaban, quizá no era grave, pero era difícil, era crecer entre matorrales espinosos; ambos sabían muy bien la dificultad que tuvo quitarse el estigma de ser niños con suerte que ganaron una batalla, algunos no dejaban de asegurar que su popularidad y éxito se debía a la ayuda que habían recibido de figuras de poder y no a sus talentos naturales. Ambos, hijos de muggles sin abolengo y apellido, se habían dado cuenta muy pronto que el título de Trío Dorado, lejos de una ayuda, había resultado un lastre.

—Harry… —El mesero les interrumpió llevándoles la carta y ofreciéndoles té o café, ordenaron el almuerzo rápido, ansiosos por verse solos y poder hablar; cuando el sujeto de camisa blanca y mandil negro se alejó, pudo Hermione volver al fin a lo que quería. —… me preocupó el tono de tu mensaje, ¿qué ocurre?

El moreno suspiró y se llevó la taza de café a los labios, dio un sorbo y luego carraspeó, Hermione sintió que aquello era malo y le costaba trabajo decirlo, sin saber por qué se puso a la defensiva de inmediato, no era un problema lo que venía a tratar, tampoco un favor, era algo que a ella no le iba a gustar y por eso no se decidía a decirlo, lo presentía en el tono de su piel abochornada y preocupada; miró un poco alrededor por si había exabruptos en la charla, no ubicó a nadie conocido y empezó a preguntarse por qué Harry no había traído consigo a Ginny… o a Ron.

—Ayer me pasé por la oficina de evaluación, tenía unas dudas sobre un documento que me pidieron hace unas semanas, así que acudí para resolverlas… —Hermione se relajó en el asiento, ese día usaba jeans entallados y una blusa blanca bajo una chaqueta oscura, el cabello, recogido con esfuerzo en una cola de caballo gruesa le caía como cascada por la espalda; Harry, de traje de calle claro, lucía camisa desabotonada al cuello de color verde agua y nuevas gafas cuadradas que desencajaban mucho su apariencia normal, aquella excusa Hermione la pasó de largo, veía en sus ojos que no era eso a lo que había ido, existía algo más, un temorcillo que se escondía más bien de lo que le gustaría tras sus pupilas esmeralda. —… entre otras cosas, me enteré de algo que me tiene muy preocupado y no he tenido más remedio que acudir a ti.

—Suena engorroso y empiezas a asustarme. —El mesero se presentó ante ellos con una charola con dos platos de fruta de temporada, Harry pidió más café y no le puso ni un gramo de azúcar, Hermione se intrigó más si eso era posible y por su lado bebió de su té, preparándose para el trago amargo que ya sabía tenía venir en algún momento.

—Hermione… Ron reprobó tres de sus cinco pruebas teóricas. —Soltó el moreno y al mismo tiempo ella soltó el tenedor sobre el plato, con un resonante sonido que hizo estremecer a Harry y asustarse a un par de niñitas dos mesas más allá; cerró los ojos con fuerza, sentía enfado, sentía pena y no estaba para nada sorprendida, sólo muy molesta.

—¡Ese hombre es imposible! —Se llevó la mano al cuello y se presionó la garganta para contener el enojo, igual se envolvió con el brazo contrario y se estrujó; era el colmo de los colmos, tan sólo esa mañana lo había visto y lucía con su desfachatez de todos los días, con su calma pesada y densa que a veces la adormilaba. —Dime que ya hablaste con él, Harry.

—Aún no le he visto, te cité primero a ti. —Hermione tragó el trozo de fruta a medio masticar que tenía en la boca y se imaginó lo que venía, no, lo adivinó como Trelawney habría leído algo en su bola de cristal si fuera mejor en adivinación de lo que todo mundo sabía que era; Harry venía a pedirle a Hermione que socorriera a Ron y no, no iba a hacerlo, ya no.

La relación de ambos estaba pasando por un mal momento, ni Hermione tenía tiempo para andar con cuidados maternales sobre Ron, ni él tenía madurez y entereza para soportar que la castaña estuviera tan metida en su trabajo y preparación académica; por todos los amigos cercanos era sabido que Ron no se comportaba como un novio normal últimamente, o bueno, no uno que cualquiera de las chicas que conocía envidiara, sino más bien como un niño que añora a su madre. Se presentaba por la oficina de Hermione cada dos por tres y lloriqueaba con los labios apretados y ojos de perrito golpeado, para que dejara lo que hacía y salieran a comer/cenar/bailar/caminar; Hermione había hecho de tripas corazón y se aguantaba los malos ratos porque lo amaba, en serio lo amaba, pero empezaba a preguntarse si él no estaría más interesado en irse a vivir con su madre de nuevo, que en casarse con ella; por semanas enteras, Ron no sólo había sido patéticamente pegajoso y posesivamente celoso, sino que además le había hecho escenas y berrinches frente a la gente, exigía un trato preferencial de la oficina de Hermione cuando tenía alguna necesidad administrativa, y en muchas ocasiones, era poco atento o interesado en ella y sus aspiraciones.

Hermione recordaba, con especial embarazo, una ocasión en que mientras ella daba una presentación sobre un hueco legal que permitiría a los hombres lobo convertir a personas de estatura menor al 1.60 y ojos verdes, Ron entró a la sala dando de alaridos y aspavientos porque esa mañana ella no había acudido a tomar el té de todos los días con él, y no sólo había interrumpido su presentación, sino que con su voz estrepitosa había preguntado a todos los hombres de la sala si no se sentirían relegados si el amor de su vida los dejaba para luego, teniendo con él todo lo que ella tenía; el regaño de su jefe no fue nada comparado con la mirada de conmiseración de todas las mujeres presentes, así como la irritación que sintió cuando el pelirrojo no se fue de la sala hasta que ella aceptó besarle la frente, y ni siquiera se atrevía a recordar la carta preocupada, seria y ofendida de la Profesora McGonagall, que se había enterado del suceso quién sabe cómo y se había enfocado en advertirle los peligros de "las relaciones que devoran y someten a una vida de ridículos y patetismo".

Podía a la perfección el pelirrojo pasar cinco semanas sin abrazarla o decirle que la quería, pero no podía tolerar un día sin que ella se apareciera y le saludara con un beso en la mejilla, sin que ella se preocupara por él, porque era una señal de falta de amor e interés; Hermione aludía la dependencia de su novio a la exigencia de su trabajo, a que debía pasar horas que podría pasar con él en casa o saliendo a algún lado, metida en archivos, bibliotecas o en reuniones; de alguna forma, ella comprendía las necesidades de Ron, pero tenía semanas preguntándose si él comprendía las suyas. El asunto de reprobar las pruebas no era nuevo y eso era lo que le molestaba más justo ahora, Harry y ella habían hablado con él hasta el cansancio, habían pedido consideraciones poniendo frente a la gente el pasado triunfal de los tres, del trío; Ron había sido siempre el más beneficiado por la figura del Trío Dorado, él por encima de ambos, porque era el del abolengo y la sangre pura.

—¿Qué quieres de mí? —Le salió más áspero de lo que quería, pero no se corrigió, estaba fastidiada de aquello, estaba cansada de tener que picar piedra y luego sacrificar nombre y logros para que Ron saliera adelante, zanjando ella los productos de la flojera de su novio; Harry le miró con clara incomodidad y casi un dejo de vergüenza.

—Ayúdame a ayudarlo. —Murmuró inclinado sobre la mesa, Hermione miró a otro lado, sentía un nudo en el estómago que no podía deshacerse con nada y empezaba a sentir la necesidad de irse de ahí.

—¿De nuevo?... Harry, es la tercera vez que ocurre, uno, dos exámenes lo acepto, son difíciles, pesados y ambos sabemos que Ron es inteligente, pero los exámenes no son lo suyo… pero… ¿tres pruebas, Harry?... ¿tres? —Luchaba por bajar la voz y ser cuidadosa, Harry se removió en el asiento. —A cualquier trabajador del Ministerio que reprueba reincidentemente, le condicionan el empleo… tú lo sabes… y ustedes no son solo empleados, son aurores… a un auror lo ponen de patitas en la calle por esto. —Estaba en verdad afligida, sabía del trabajo de Ron, sabía que amaba lo que hacía y era bueno en ello, pero reprobar no era una cuestión de ignorancia en su caso, el de un buen auror, aquí era pura y absoluta flojera y desinterés, estaba tan acostumbrado a recibir todo sin esforzarse, a pasar sus pruebas con ayuda de ellos dos y su hermana, que no ocupaba tiempo en estudiar, que bobeaba cuando se reunían a repasar.

Ron era un atenido de primera.

—No quiero que le echen. —A Hermione se le fue la rabia de sopetón. —No lo voy a permitir.

Se pasmó, los ojos de Harry estaban llenos de pena y decisión, estaba enojado pero también preocupado y lo entendía, Ron era su hermano y si había algo que Harry detestaba era perder familia, había perdido a tantos, Remus, Sirius, sus padres, Dumbledore, Snape… Ron no iba a morirse, pero con lo dramático que era, se le iba a parecer mucho; Hermione tuvo que aceptar y decirse un par de veces que ella tampoco podía dejar que el empleo de Ron estuviera en peligro, era más que un empleo, era su vida, su personalidad.

—En tres días son las pruebas de campo… asegúrate de que las pase, Harry y con sobresalientes. —Hermione se incorporó dejando su servilleta sobre la mesa, tenía un aire de fastidio y obligación en la mirada que el sujeto delante de ella no dijo nada más. —Debo irme, discúlpame… pero esto me ha puesto mal.

—Hermione… él te necesita. —Harry hablaba serio y firme, no la miró, no se atrevió a hacerlo porque notaba la súplica en sus ojos, Hermione asintió mientras le daba vuelta a la mesa y le besaba la cabeza revolviéndole el cabello como a un niño.

—Y yo necesito que estudie, veré la forma de conseguirle una reaplicación de dos de las pruebas… pediré algunos favores y sabes que odio pedir favores. —Mientras se iba del lugar se descubrió a sí misma muy decepcionada y demasiado cansada de tener que hacer esas cosas.

Demasiado.

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—¡Buenas noticias, Pansy! —Padma entró como una ráfaga a la oficina haciendo que todos dejaran de hacer lo que estaban haciendo, la aludida se dio vuelta en su silla, la falda negra que portaba estaba abierta hasta encima de la rodilla y dejaba ver sus torneadas piernas, las gafas se le cayeron desde la coronilla hasta la nariz de un golpe haciendo que sacudiera la cabeza sorprendida. —El Ministro aprobó todo el presupuesto y los proyectos que perfilamos para este trimestre sin una sola corrección… me ha pedido que te felicite y que les diga que se han hecho acreedores de un fin de semana de merecido descanso luego de sus pruebas físicas… ¡oficialmente, son la oficina más exitosa del mes! —Pansy respiró con tranquilidad con aquello y aceptó amistosamente la palmada en su espalda que le dio uno de sus compañeros, así como algunos apretones de manos; cuando Padma la abrazó con emoción, casi pensó que se había imaginado la frase que brotó de sus labios. —Te han dado un aumento y me pidieron que volvamos a presentar tu proyecto, ¡lo van a revalorar dentro de un mes!

—Excelente. —Aplaudió la emoción de Padma, pero sintió un aguijonazo, el proyecto estaba listo y sin Granger que no había dado una sola señal de vida. —¿No podrías cambiarme el aumento por las pruebas de campo? —Sonrió de lado mirando con sensualidad a Padma que alzó el índice derecho y entornó los ojos con una risa de sorpresa, para luego señalarla, guiñar un ojo y negar apretando los labios.

—Eres astuta, mi rapaz amiga, astuta… pero el Ministro está interesado en la excelencia de sus empleados, así que lejos de exigirte menos, te exigirán ahora más. —Pansy dio un resoplido echándose el cabello atrás, se tronó los dedos con nerviosismo, si antes sentía la presión de ser observada ahora la sentía el doble; luego se sentó dejándose caer en su asiento de cuero y miró los papeles sobre su escritorio, siempre había demasiado que hacer y mucho por resolver. —Estás cansada, ¿cierto?

—No voy a mentirte, hay demasiado trabajo por aquí, más desde que el Ministro se propuso que debíamos colaborar no sólo con el Ministro muggle inglés, sino con otros del resto de Europa… las cosas acá están más tensas… —Se ajustó las gafas y analizó la cara de su interlocutora con cuidado, estaba alegre, optimista, orgullosa… vulnerable. —Padma, necesito más apoyo, no nos damos abasto, anoche nos fuimos después de las tres de la mañana y volvimos a las nueve… mi gente no aguanta este ritmo. —Murmuró mirándola con neta imploración, algo que apenas se permitía con gente en la que confiaba o a la que tenía que sacarle algo, Patil suspiró mirando a otro lado y sí, notaba a la gente animosa, pero exhausta, se les veía comprometidos pero también lentos, ya no con aquella frescura de empleado nuevo. —Por favor, pide más empleados, necesito más manos y cabezas frescas, un fin de semana no es suficiente.

—Hagamos una cosa, Pansy… haz la solicitud, pide quince empleados más y veré la forma de asegurarte cinco el próximo mes, ¿qué dices? —Padma era una excelente negociadora, Pansy sonrió con sorna mirando al suelo, las ganancias que los proyectos aprobados por el Ministro salidos de su oficina, garantizaban al gobierno mágico inglés ganancias para pagar a los quince empleados pedidos y a otros diez fácilmente.

—Con cinco empleados apenas podré optimizar tiempos, dame ocho y nos daremos el lujo de dormir seis horas diarias. —Padma asintió y le tomó la mano con fuerza con una sonrisa de seguridad en la boca.

—Ánimo, Pansy… estás sorprendiendo a todos, sigue siendo tiránica, sigue siento exigente, ya supe los resultados de tus pruebas teóricas, hay mucha complacencia con tu rendimiento. —Padma le guiñó un ojo, Pansy aprovechó aquel hueco.

—En dos días son las pruebas físicas… permite que mi gente se tome el día mañana, los quiero a todos frescos para entonces. —Patil asintió y se puso de pie para marcharse, no sin dejar de darle una palmada en la rodilla descubierta que hizo que la piel le escociera suavemente.

—Hecho, diré que los reuní fuera para darles los resultados de mi encuentro con el Ministro, sólo asegúrate de que haya un elfo recibiendo el correo y los paquetes, y por el amor de Merlín, evita que Millicent venga a buscar a sus amigas diciendo que le dieron el día. —Padma ya estaba en la puerta, Pansy se levantó y miró su reloj asintiendo con una sonrisa, eran las tres treinta.

—Considéralo un pacto. —Cuando la vio desaparecer tras la puerta, se puso de pie y dio una rápida mirada a su gente, todos habían vuelto a lo suyo, había demasiados pendientes y cosas que sacar antes de las seis. Pansy se puso las manos en la cintura y tosió dando una vuelta completa, lenta y orgullosa, erguida en toda su estatura y los diez centímetros que medían sus tacones de aguja, llamando la atención de todos. —Bien, como ya oyeron, nuestro trabajo ha rendido frutos y sé bien que más de dos me odian por el desgaste al que los he sometido estos días… pero el éxito es dolor y sufrimiento, y si yo quiero gozar de esas felicitaciones ustedes tienen que acabar con las rodillas peladas. —Uno que otro le miró con odio, pero no le importaba, a veces era mejor ser así, odiosa y si muchos ya la detestaban, ¿qué importaban otros más? —Ahora bien, en dos días son las pruebas físicas, así que esto será simple y sencillo: pueden retirarse ahora y dormir como debe ser, quiero a todo mundo fresco, bien alimentado y con las varitas más pulidas de todo el Ministerio… —Caminaba por entre los escritorios revisando su disposición, en uno se atrevió a enderezar una flor inclinada en un florero y a girarlo para que se viera mejor, en otro estrujó con rabia una bola de pergamino que yacía sobre una carpeta dando mal aspecto, y fulminó con la mirada a la chica que temblorosa, le acercó el cesto de la basura para que lo echara dentro, a George, el mensajero de la oficina lo sujetó por la solapa del saco y le acomodó el cuello de la camisa con rudeza exagerada, casi oyendo cómo lo hacía contener el aire sorprendido. —… mi oficina es la mejor este mes y lo será el siguiente, así tenga que atusarlos con un látigo todos los días, ¿entendido? —La mitad de la oficina asintió, la otra mitad la odiaba más que hacía dos minutos. —Bien… ahora vayan a casa, descansen y pasado mañana los quiero a todos aquí, vamos a finiquitar asuntos y a hacer una limpieza general de todos y cada uno de nuestros archivos, previo a las pruebas físicas… —Mientras empezaban a levantarse de sus sillas y a cerrar cajones y guardar cosas, volvió a alzar la voz. —… y una cosa más… si uno sólo de ustedes arruina su prueba física, si me entero que alguno falla en ellas, juro que haré de su estancia en mi oficina, el paseo más amargo e infernal que tendrá en su miserable vida. —Sonreía, sonreía de oreja a oreja mientras su falda se movía tras ella a cada paso y el cabello negro le caía pesado y brillante por la cara enmarcándole los ojos fieros y venenosos.

Todos asintieron y se fueron casi echando chispas, Pansy se sentía mejor. Mucho mejor.

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Ocho de la mañana, los relojes sincronizados, Pansy vigilaba muy de cerca a su equipo de trabajo mientras se dirigían cada uno a su prueba física, ella permanecía en su lugar, esperando a que le tocara turno, había dormido casi quince horas seguidas, se había parado de la cama a comer algo y había seguido durmiendo seis horas más, se sentía fresca y había elegido con cuidado el atuendo para aquella prueba; ropa interior negra, pulcra y de encaje sensual, porque a muchas les pasaba que en un mal encantamiento o en una carrera desbocada, se habían rasgado la ropa y habían terminado por ahí exhibiendo interiores vergonzosos. Sobre la ropa interior se había echado pantalones de casimir negro con delicadas líneas plata, tan sutiles que se veían sólo poniendo mucha atención, pero que le estilizaban la figura más, la media bota que llevaba calzada era de tacón regular, ni menos del número cinco, ni más del diez, cómodas, resistentes para no acabar con un tobillo destrozado.

Encima una blusa blanca, abrochada hasta el final del cuello, puños bien firmes y sobre ella, un chaleco que hacía perfecto juego con los pantalones, del lado izquierdo del chaleco estaba bordado su emblema, el suyo, el personal, al cinto llevaba la varita y como de costumbre y todo mundo le conocía, tres diminutos frascos estaban fijos a su cintura: pociones, aquellas que consideraba muy útiles; seguía esperando y se miraba las uñas, se las había pintado la noche anterior justo mientras se cenaba un platón enorme de pasta con Roar echado a su lado en la cama, una de ellas, la del dedo medio le molestaba porque era imperfecta y eso le sacaba de quicio. Dio dos pasos al frente la fila, faltaban tres personas para que fuera su turno, volvió a mirarse el dedo medio y a ver la capa de pintura negra con una pequeña y terriblemente molesta línea en medio, se llevó el dedo a la boca, como si con saliva pudiera remediar aquella falta de gusto, usar un conjuro para remediar aquello habría sido demasiada frivolidad; al alzar los ojos la miró del otro lado del pasillo, esperando el turno en su fila, donde también faltaban dos personas para que le tocara.

Ansió que no volteara, que no le mirara, porque no quería enfrentarla, pero era tarde, los ojos castaños se alzaron y se fijaron en ella. Granger le miró con recelo. Pansy se sonrió de lado bajando la mirada al suelo, se llevó el cabello tras la oreja riéndose contra el piso y sintiéndose jodidamente idiota, ni una puta señal de vida, ni una maldita noticia suya y ahora iban a coincidir en la prueba física; era más que obvio que Hermione se la había jugado, como imaginó, Granger no tenía verdaderas intenciones de ayudarle, simplemente lo había dicho por la estúpida idea de cortesía que tienen las personas buenas como ella, pero era obvio que lo que menos querría, era convivir con Parkinson. Y así, inclinada sin volver a levantar la mirada, Pansy se lanzó un conjuro al cabello para llevarlo siempre atrás y despejarse el rostro, se ajustó el botón final del chaleco, dándole un tironcito a la prenda para que no se le arrugara con el movimiento, sujetó con fuerza su varita y esperó a que le llamaran para entrar; no volvió a mirar a Hermione que le fulminaba con los ojos, sin comprender el porqué de aquella mirada furiosa oculta tras la sonrisa más jodidamente malvada de Parkinson de un momento antes, Hermione estaba sujetando su cabello con una liga pensando en ello, buscando que Pansy le mirara.

En su lugar la vio ser llamada a la puerta y cruzarla y mientras la llamaban a ella por su lado, al perderla de vista por fin, recordó algo que hacía días no pasaba por su mente y que la hizo sentir una punzada de embarazo repentino, y un calor que la hizo sentir ganas de quitarse la chaqueta de pana delgada que usaba: había quedado de avisarle cuándo podrían trabajar el aspecto legal de su proyecto y se había olvidado de ello por completo. Fue como si se le hubiera olvidado alimentar a su gato o una tarea de McGonagall o el aniversario de noviazgo con Ron, sentía una mezcla de culpa, vergüenza y estupor, una opresión en el pecho que ahora no le hacía nada bien; en la puerta justo antes de pasar, acabó por quitarse el saco y dejarlo en el espacio que ofrecían para dejar pertenencias, porque no soportaba el subidón de temperatura que la culpa le provocaba; Hermione nunca se quitaba lo que llevaba encima, porque pensaba que era mejor entrenamiento hacer frente a las cosas tal cual venían, pero en esta ocasión dejó el saco porque no soportaba el calor. Se arremangó la camisa gris que llevaba puesta y se sacó la varita del cinto, para entrar y hacer frente a la puerta; pero no dejaba de pensar en que se le había olvidado aquel compromiso y se sentía verdaderamente mal por ello.

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Estaba en su oficina cuando se hicieron sonar las alarmas, tan rápido como le dieron las piernas y sin tiempo a ponerse el saco o cerrar nada, salió corriendo al pasillo que ya estaba atestado de gente, en su mayoría visitantes y gente que hacía trámites e intentaban enloquecidamente salir del lugar; de algún sitio venía un nubarrón gris y chispas verdes y rojas surcaban el espacio libre entre cuerpos que corrían, mientras algunos caían frente a sus pies, varita en ristre, Pansy Parkinson avanzaba resguardando a la gente que podía, desviando hechizos contra los muros, sin llegar a ver bien a quienes los lanzaban, pero no importaba eso, estaba concentrada en desviar los que pudieran herir a alguien.

En un pasillo alcanzó a distinguir la figura delgada, elegante y portentosa de Draco Malfoy, un dejo de nostalgia la golpeó de pronto, como si lo hubiera esperado durante la prueba y verlo ahora le escociera un poco, en otro tiempo, habría ido en pos de él y se habrían acompañado, una pareja eficaz y perfecta; él no la miró, se fue por otro andador corriendo acelerado, el cabello platino le caía revuelto por la cara y cojeaba ligeramente, había entrado a la prueba antes que ella y seguro estaba por salir, en realidad ni siquiera tenían porqué haberse encontrado y sin embargo ella lo vio.

Y no sintió nada ya, nada sino, nostalgia.

Paso a paso intentaba ayudar en su avance, ignorando los empujones, los gritos, el llanto y los cuerpos que a veces encontraba frente a sus pies, al fin vio a uno de los atacantes que despedía rayos esmeralda a diestra y siniestra y le enfrentó cara a cara, procurando hacerle daño, procurando acabar con él; a diferencia de otros y de las reglas del Ministerio, Pansy tiraba a matar. Empujó con su hombro a una mujer que se atravesó en su camino y el movimiento la hizo errar un hechizo, el resultado fue recibir el impacto de un rayo naranja justo en el pecho; el golpe la hizo salir despedida dos metros contra su espalda y caer de costado por un hueco de escalera que se usaba en caso de emergencia, como si ya hubiera venido preparada para ello, el espasmo la hizo reventar de adrenalina y tras la sacudida, que le dolía como el puto infierno, se rodó piso abajo enfurecida, buscando recibir el menor daño posible.

La forma oscura y cruda del metal de los escalones la aguijoneó varias veces mientras rodaba dos pisos abajo, hasta que unas piernas le detuvieron y una mano la ayudó a incorporarse, era Millicent que había tenido el mismo turno, no se dijeron nada, aunque Pansy agradecía horrores que la ayudara y con la mirada se comprendieron del todo; empezaron a descender por las escaleras que restaban, a donde estaba el calor más intenso de la batalla, cuando al fin llegaron al ojo del huracán, era un revoltijo de miembros del Ministerio, atacando a lo que interpretaban como un montón de mortífagos salidos de algún oscuro rincón de sus memorias adolescentes.

Pansy sonrió mientras usaba un carpe retractum y un diffindo para luchar, pensando en lo idiota que era usar mortífagos con su generación, la mitad de ella era hija de mortífagos e intentaban olvidar… pero también tenían memorias dulces de padres que usaban la máscara para asustarles durante las noches, o bien que les acariciaban el rostro antes de dormir con un brazo que portaba una gran marca tenebrosa hecha a fuego; quizá estaba muy distraída en esos pensamientos para notar a un atacante que la golpeó con fuerza con un conjuro que no reconoció, haciéndola girar por los aires hasta estrellarse con una chimenea, donde su fino chaleco acabó envuelto en llamas. Mientras giraba por el suelo desabotonándose y se ponía de rodillas para incorporarse, vio la figura larguirucha de Ronald Weasley a distancia, franqueado por Harry Potter y Ginny Weasley, combatiendo los tres a un grupo de enemigos que les triplicaba en número; en el fondo, Pansy admiró la forma cómo se enfrentaba el peligro, desinteresada, arrojada, torpe, ella alzó la mirada y se recompuso mientras abría una de las botellas de poción y se vaciaba el contenido sobre el antebrazo derecho para sanarse unas quemaduras que no la dejaban sujetar bien la varita.

Volvió a la carga, siendo ágil, rápida y atacando a quienes veía desprevenidos, cubriendo a los que no podían protegerse, siguiendo a los enemigos cuando se separaban, Pansy no era una imponente luchadora, pero sí un apoyo eficaz; recibió otro grupo de conjuros que la dejaron atontada contra un muro, sus escudos nunca eran del todo seguros y apenas pudo deshacerse por milagro de quien la atacaba, casi en un golpe de suerte; mientras respiraba agitada apoyada en la pared, se dio cuenta por el color del entorno que la prueba estaba por terminar, los muros empezaban a deslavarse y el color estaba perdiéndose, así que aceleró el paso hasta dar vuelta en un recodo del pasillo y enfrentar de nuevo al enemigo. Estando ahí, de pronto se encontró apoyando a otros que peleaban también, se unió al ataque y se encontró cubriéndole la espalda a alguien del otro lado de un muro de cristal biselado, peleando para protegerle las espaldas mientras avanzaba, cuando dio el salto y se ubicó al lado de su compañero, se encontró con la larga melena de Hermione batida por el viento de la batalla.

Frunció el ceño mientras peleaba a su lado, ella aún no se volvía a verla, compartían trinchera y se respaldaban una a la otra, Hermione avanzando delante de Pansy y ella cubriéndole para que sus pasos fueran firmes y seguros, la veía desplazarse con una ligereza casi animal, invocando llamas con su varita como si fueran extensiones de sus manos, llamas que resplandecían iluminándolo todo; mientras el tono de los muros se desvanecía ya del todo, sonó el chirrido que finalizaba la prueba y vio a Hermione caminar para encontrarse con su grupo de amigos, Pansy se dio la media vuelta y fue a buscar a Millicent, se sentía cansada, muy cansada ahora que bajaba el ritmo, como si hubiera corrido la maratón sin darse cuenta.

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—Parece que tu chaleco fue el más lesionado. —Millicent sacudía la prenda con fuerza mientras Pansy le revisaba entre el cabello, buscando la fuente de una hemorragia profusa que estaba dejándole la cara roja como manzana; Bulstrode se podría decir que había salido indemne de la batalla, ningún hueso roto, nada además de arañones y raspones por los brazos y la cara, un corte le atravesaba la nariz y hacía que se le viera el rostro amoratado, pero nada más. Pansy por su lado estaba pálida, los ojos vidriosos y llorosos, tenía una rasgadura por el pantalón que le atravesaba el muslo derecho y dejaba a la vista la piel amoratada, pero lo más grave estaba en su pecho, donde producto de la caída por las escaleras se sentía abotagada, inflamada, dolorosísima.

—Sí claro, y el dolor sofocante del pecho seguramente se debe a que se me quemó el chaleco y no a que me rompí algo. —Dio un tirón al cabello de Millicent sólo por molestarla, ésta se quejó largo y lloroso, pero Pansy no le dio importancia, de hecho se sorprendió muy sofocada por el esfuerzo que le costó dar aquel jalón a su compañera, frunció el ceño y arrugó la cara viendo a otro lado, para que Millicent no lo notara. —Creo que debemos ver a un sanador, esto no se va a remediar con mis pociones… toma tus cosas, es mejor que nos movamos, se va a llenar la estúpida sala de espera.

—Sigo sin comprender por qué no nos ponen servicio médico justo aquí, a la salida de la prueba. —Los enormes pies de Bulstrode se arrastraban por el piso como si anduviera en pantuflas, Pansy se llevó la mano derecha al costado para presionarse, casi podía sentir al tacto la costilla rota y la inflamación creciendo poco a poco, el dolor se estaba haciendo tan intenso que respirar le estaba costando mucho trabajo, al dar un paso más, fue como si le prendieran fuego por dentro a sus pulmones, sintió que tenía que toser y al hacerlo fue como si algo por dentro diera un respingo; se llevó la mano a la boca y tosió de nuevo, cuando se miró los dedos estaban carmesíes.

—Milli… creo que es porque los organizadores son unos idiotas que piensan que no nos cuesta nada bajar un par de plantas para... —Le faltaba el aire, volvió a tocarse los labios y la sangre fue más, buscó la mirada de su acompañante, pero no se volvió ni aún cuando se detuvo sin poder dar otro paso, se armó de valor, tragó con fuerza pensando que se le pasaría lo suficiente para volver a avanzar y dio dos pasos, entonces sintió un vértigo que la hizo prenderse al hombro de Millicent, quien se volvió a sujetarla. —… para… Millicent…

—Oye Pansy. —Alguien la llamaba a su espalda, pero no tuvo tiempo de darse vuelta para ver quién era, ni siquiera de sujetarse con más fuerza de ella, el vértigo se le alargó oscuro y denso hasta que le cerró el pecho haciendo que le faltara el aire, miró a los ojos de su amiga de toda la vida y le imploró ayuda con ellos, frunció el ceño cuando un dolor punzante le perforó el pecho otra vez, más fuerte, más horroroso.

—¡Pansy! —Millicent la sostuvo en brazos antes que alcanzara el piso, tosió de nuevo y una salpicadura de sangre alcanzó su mejilla regordeta, miró a quien les llamaba y buscó a quien llamar para pedir ayuda, de pronto se sintió infinitamente vulnerable; otras manos también la sujetaron y pudo ver el rostro que la llamaba entonces, pero no logró saber si le sorprendía o le incomodaba, era Hermione.

—¿Qué le pasa? —La castaña ayudó a recostarla, viendo con clara sorpresa y desconfianza el hilo de sangre que le descendía por la comisura de los labios del lado izquierdo, le analizó la cara que se le estaba poniendo azul, y de inmediato se ocupó por desabotonarle un poco la camisa buscando darle libertad para que respirara mejor.

—Dijo que le dolía el pecho, dijo que le dolía y se quejaba como siempre, pero siempre se queja, ¡siempre!… ella se queja cuando salimos de estas pruebas… Pansy estaba bien… —Hermione luchaba por quitarle las manos del pecho, pero Pansy necesitaba oprimirse ahí donde sentía ese punzante dolor, era como si se le fuera a salir algo por ahí y necesitara contenerlo para que no se escapara, la castaña arrugó la frente espantada y le sujetó las manos para intentar quitárselas, pero no funcionaba. —… ¿qué le pasa? —Pansy no la dejaba hacer, no quitaba las manos del lugar, hasta que de pronto, tosió explosiva, intentó dar una bocanada como para decirle algo y luego se soltó entera con los ojos entornados y perdidos.

—Creo que se le perforó un pulmón. —Hermione se inclinó sobre el seno izquierdo de una Pansy inerte y pálida e intentó escuchar, pero había ruido alrededor, había gente acercándose, Millicent se desesperó e intentó levantarla sin éxito del suelo, la castaña la detuvo. —Espera, no podrás moverla sola, te ayudo. —Ambas la sujetaron como mejor pudieron e intentaron avanzar, pero Parkinson era unos veinte kilos más pesada inconsciente y tuvieron dificultades para moverla.

—¡Hermione, ¿qué ocurre?! —Ronald Weasley, con sus grandes zancadas de jirafón se acercó al sitio donde estaban y se acomidió, tomó a Pansy por la cintura y vio que estaba inconsciente. —No se ve nada bien.

—Pronto Ron, aparécete con ella en enfermería, ¡no hay tiempo que perder! —Ron acató la orden tan rápido como se comía un pollo en la cena, tomó a Pansy en sus brazos y con un plop, ya no estaba. —Vamos, Millicent, es mejor que veamos cómo está.

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Abrió los ojos y todo era luz, una luz intensa y blanca, por un pequeño instante se sonrió con ironía: he muerto y estoy viendo la luz de la que tanto hablan, se rio y le dolió como si le hubieran hecho tragar vidrio y se le hubieran quedado todos en el pecho y la garganta, intentó respirar lento por la nariz y empezó a sentirlo, como si poco a poco se diera cuenta de su existencia, como si la luz fuera tocándolo y con ello dejando en evidencia su existencia: tenía algo duro, frío y ardoroso metido por la nariz, se humedeció los labios con la lengua y la boca le sabía a musgo y a menta, al saborear su saliva con cuidado descubrió notas ácidas y ferrosas, y se preguntó si no tendría llena la boca de sangre; intentó ahora moverse, sentía todo el cuerpo muy pesado, pero no tenía nada encima además de la ropa, probó a mover los dedos y los encontró adormilados pero podía sentirlos, tanto los de las manos como los de los pies, volvió a humedecer sus labios agrietados con su lengua fresca y a respirar ahora por la boca: suplicio.

Oyó pasos a su lado y sintió que le levantaban la cabeza para acercarle un vaso, luz, había mucha luz a su alrededor y no distinguía quién era, pero bebió, era como una mermelada granulosa y dulce, en la boca le cayó pesada, como si estuviera muy densa pero al tragarla fue como si se derritiera en su garganta y una calidez reconfortante le recorrió desde ahí y hasta el estómago, al momento sintió como si le volviera la energía; parpadeó un par de veces y buscó en dónde estaba, era una habitación pequeña de muros grises, persianas blancas, entonces distinguió a la enfermera que le sonreía como una boba, casi como si tuviera cinco años y coletas.

—¿Dónde… —Empezó, la boca volvió a secársele y de nuevo se la humectó con la lengua, cuando la rechoncha y agradable enfermera puso su mano sobre su pecho, donde había sentido aquel horrible dolor, y sin avisar, presionó con todo su peso, fuerte, rápido, fugaz como un rayo que le azotó la cabeza haciéndola gritar, en seguida escuchó un "clack" y el aire entró con más suavidad a su cuerpo, refrescándole y haciéndola sentir mejor. —… uta imbécil. —Balbuceó aturdida y la enfermera le acarició la frente y le sonrió con ternura, como si le hubiera dicho gracias, recorrió la habitación con la mirada, estaba sola y qué bueno, porque empezó a llorar de dolor, sollozos de niño pequeño compungido, un llanto neto de cansancio y dolencia, y así estuvo unos tres minutos hasta que se durmió.

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Susurraban en la habitación, y siempre había odiado eso. Sobre todo cuando se trata de pacientes que han estado enfermos, Pansy no lograba comprender por qué la gente no sabía guardar silencio, actuaban como si la persona enferma no escuchara o hubiera perdido el oído, así que cuchicheaban como si nada, como si para despertarla se requiriera un cañonazo y no, como la gente normal, tenía el sueño ligero cuando no estaba en su cuarto; carraspeó, se removió en la cama y carraspeó, esperando que con eso se acabara la charlita, pero nada, seguían mascullando, así que al fin optó por removerse más, confirmando que del dolor anterior del pecho quedaba casi nada y que podía sentir las extremidades vivas y bien despiertas, mientras se volvía al origen de los murmullos, sonrió de lado, habría esperado cualquier presencia en su habitación, menos esa.

Hermione Granger charlaba con Luna Lovegood en un rincón, la primera muy seria y estirada como siempre, la segunda con una mueca de seriedad poco natural en ella, no habían notado que las miraba, sólo estaban ahí parloteando como idiotas y aunque se reía con sorna de ellas, recordó de golpe que debía estar muy enojada y un aguijonazo la hizo volver a la realidad de que una de esas dos mujeres, se había aprovechado de la poca fe que tenía y se le había burlado en la cara; así que volvió a carraspear, esta vez fuerte, tanto que ambas respingaron sorprendidas e incómodas, no quería que la miraran, quería probar suerte a ver si de verle la cara molesta se largaban, igual nada tenían que hacer esas dos en su habitación de convalecencia, menos si como podía darse cuenta, ya habían puesto de nueva cuenta su ropa en la orilla de la cama y parecía sentirse lo suficientemente bien para irse a casa.

—¿Cómo te sientes, Pansy? —Luna llegó dando de saltitos hasta la cama y aunque parecía genuinamente interesada, no le dio tiempo a contestar. —Hermione y yo pasamos a ver cómo estabas, Millicent ha estado velando tu sueño pero la hemos visto tan desencajada que le sugerimos que fuera al menos a tomar un café… se veía como si los torposoplos mismos la hubieran molestado toda la noche. —Pansy asintió sin dejar la sonrisa mordaz de la boca, mirando de reojo a Hermione que no había dejado su silla ni un segundo, aunque no quería ser grosera precisamente con Luna, que ninguna culpa tenía, la verdad es que por ahora se sentía enojada hasta con ella; Luna le puso la mano en la frente y pareció medirle la temperatura, a lo que Pansy, demasiado cansada de sanadores y enfermeras, le quitó la mano con un manotazo que a cualquier otro habría ofendido, menos a Lovegood que le sonrió tirándole de una oreja para verle dentro, sacándola de quicio y haciendo que ahora la empujara con ambas manos. —Déjame ver si no te ha entrado un…

—Basta… —Luna insistía casi subiéndose a la cama, Hermione había optado por ir hasta ellas viendo ya que Parkinson luchaba por quitarse a la rubia de encima y le preocupaba que pudiera lastimarla sin querer. —… venga, Lovegood, estás loca de atar, ¡bájate ya! —Hermione la sujetó por los hombros y le sonrió con suavidad a Luna mientras soltaba por fin a Pansy que se sacudió, dejando ver que el asunto le hacía todo menos gracia.

—Ya Luna, Pansy está mejor… ¿por qué no vas a la cafetería y le dices a Millicent que puede venir por ella? —Hermione la hablaba a Luna como si fuera una niña de once, además le miraba con unos ojos que habrían ablandado el trozo de carne más duro del siglo, el más viejo y correoso, pero con Pansy no funcionaba, con Pansy era como echarle leña al fuego.

Mientras Luna salía de la habitación dando de saltitos, como si tuviera en serio los once años o menos y no la edad que ya tenía, Pansy miraba a Hermione intrigada, ¿por qué estaba ahí?, ¿era ese el momento más adecuado para dar señales de vida?... Espera noticias mías, había dicho ya hacía casi un mes y la mujer actuaba como si nunca le hubiera enviado aquella carta, Pansy miró a su alrededor buscando algo mejor en que ubicar su mirada, el vaso de agua parecía una buena opción y se sentó en la cama, lo sujetó y lo bebió todo con lentitud, sintiendo un hormigueo extraño por la garganta a cada paso de agua; Hermione se dio la vuelta para mirarla, pero no dijo nada, así que Pansy se sentó a la orilla de la cama y tras revisarse un instante el pecho con una mirada concienzuda, se volvió a la castaña.

—Y… ¿se te ofrece algo? —Lo dijo con su tono más áspero, la aludida pasó de un pie a otro mirándola con sonrojo, Pansy lo vio venir, sabía cuando una persona tenía la necesidad de disculparse con ella y eso iba a ocurrir, así que en su mente se elaboraron aceleradamente todos los posibles escenarios y en todos, ella humillaba y se mofaba de la desamparada Granger, disfrutándolo como habría podido hacerlo a los dieciséis en el Colegio, frente a todos los Slytherin y no ahí, solas en esa habitación escueta.

—Quería saber cómo estabas, te veías realmente mal. —Pansy se rio, una risa desfachatada, natural y espontánea, como Pansy no dijera nada más, Hermione miró a todos lados sin saber qué hacer o cómo enfrentar que la morena no le dedicara ni una mirada, finalmente dijo lo que en verdad le escocía. —Me olvidé de mi compromiso de ayudarte. —Esperaba una disculpa, sí, pero no aquel franquísimo "me olvidé", y mucho menos el siguiente "compromiso", así que no pudo evitar dejar de mirar la ropa que empezaba a disponer para cambiarse y se volvió a ver a la mujer del otro lado del cuarto; estaba tensa, como si estuviera recitando el último dato de herbolaria en un examen relámpago en la clase de Sprout, las manos en puños firmes y la barbilla alzada al frente, denotaban un sinnúmero de ensayos previos, una incomodidad absoluta y sobre todo, un esfuerzo titánico. —He tenido tantas cosas en mente, que se me olvidó por completo que te dije que trabajaríamos el aspecto legal de tu documento… te debo una disculpa. —Por alguna razón, el asunto de "te debo una disculpa" no resonaba en la cabeza de Pansy tanto como el "se me olvidó por completo que trabajaríamos", no le molestaba que lo olvidara, no, en el fondo más bien le hería, se le rompía la ilusión momentánea y que se había estado negando a cada minuto de que le ayudara, de verla de nuevo, de que cumpliera; cada vez que decía "olvidé" le recordaba sutilmente que no era nadie, que nada les ligaba, que no tenía importancia, porque sólo olvidas a ese nivel lo que no tiene interés alguno para ti.

Eso rompía su boba ilusión anterior, esa que decía que su proyecto había interesado a Hermione, que era algo llamativo y funcional para alguien con tan buenas referencias en el Ministerio, pero al final a Hermione no le interesaba su trabajo. Y si había algo que Pansy no toleraba, era que la gente no sintiera interés por ella. Ya no.

Su madre nunca tuvo interés real por ella, sólo su padre, para su madre ella significaba sólo una oportunidad más para que los Parkinson subieran tres niveles contrayendo nupcias con un Malfoy, para su madre, Pansy era una prueba de qué tan bien podía educar a una hija, qué tan bella, qué tan elegante, qué tan hueca y sumisa para un marido rico, elegante, poderoso y de abolengo; en el Colegio los maestros no se interesaban en Pansy, si por alguna equivocación lograba hacer un trabajo bueno, no importaba, era Parkinson, cualquier cosa que ella lograra, por bueno que fuera, era medianamente exitoso, nada que valiera la pena ser felicitado, porque nada se esperaba de ella. Al dejar el Colegio fue peor, la gente que le ponía atención era sólo para despreciarle, el interés por Pansy era generalmente negativo, la mayoría de las personas "buenas" así pensaban; que Hermione fuera una más del grupo, no debía molestarla tanto, pero en serio, la irritaba de modos escabrosos, le daban ganas de hacer la rabieta del siglo, de lanzarle mil hechizos, de volver a ser las enemigas acérrimas de la escuela.

Y además estaba que le pedía disculpas, ¿cuántas personas se habían disculpado con Pansy por olvidarla antes?, quizá ninguna y eso le provocaba arcadas de rabia, ganas de gritarle que se largara de ahí de inmediato, que la dejara en paz, ¿quién se creía para andarle pidiendo disculpas como si le importara demasiado o tuvieran algún nexo?… Pero por respuesta sólo sintió que le ardían los ojos y miró a Hermione entre un nubarrón acuoso que tuvo que ocultar mirando de nuevo a la ropa que había puesto en su regazo. Se sentía idiota acumulando en aquel acto de Hermione la rabia de años y de cientos de personas en su vida… y comprendió que aquella era una reacción exagerada, que debía estar sensible por las pociones de sanación y los tratamientos para volverla a la vida, sí, tenía que ser eso.

—No importa, ya entregué el proyecto. —Mintió.

Hermione pareció tambalearse sorprendida, movía las manos nerviosa, no sabía dónde colocarlas, Pansy le sostuvo la mirada un largo rato, incluso se sonrió disfrutando el aire de niña desamparada que ponía la castaña, al fin ella atinó a moverse hacia la puerta y Pansy pudo pararse y darle la espalda para vestirse antes que llegara Millicent, quería volver a casa cuanto antes.

—Seguramente te irá bien con él, es bueno. —Hermione tenía la mano en el marco de la puerta y estaba por marcharse, Pansy asintió sin volverse, sujetó su blusa y la extendió, iba a empezar a cambiarse y viendo la ropa ahí, recordó a la castaña bajo el chorro del agua de la regadera, sopesó lo que estaba pasando, sopesó sus opciones; Pansy en serio estaba quejándose internamente de lo poco que se creía en ella, recién había obtenido un poco de consideración, tenía una oportunidad real de hacer destacar su proyecto y estaba ahí echándolo a perder, tal vez se había roto su ilusión, pero ella podía y tenía la opción de darle la vuelta a ese mal tiro de moneda. —Bueno, iré a buscar a Luna para…

—No lo he entregado. —Murmuró tan bajo que esperó, deseó de verdad que Hermione no tuviera buen oído pero se equivocó, la castaña se interrumpió y volvió la mirada a la morena con un aire de extrañeza. —He tenido mucho trabajo y no lo he entregado… pero no pensé que te interesaras ya en ello, no creí que en realidad fueras a cumplir lo que decía tu carta, así que… creo que no importa, tampoco es como si estuviera ansiosa por saber de ti. —Parecía que ambas estaban ahí, frente a frente admitiendo que no esperaban demasiado de la otra, aunque en el fondo Pansy sí hubiera estado pendiente de que Hermione cumpliera lo que había dicho, no le convenía revelarse tan interesada.

—El asunto es, Pansy, que creo que tu proyecto vale la pena, pero si te contara lo que he pasado los últimos días… creo que comprenderías un poco mi despiste. —Estaba mintiendo, porque la verdadera presión la había pasado apenas la última semana, mas sentía la obligación de mentir, por el bien de lo que intentaban emprender juntas. Fuera lo que fuera.

—Ya que pareces tan dispuesta a ayudar, debo aclararte, Hermione, que ni creas que te daré mérito en el documento final… el proyecto es mío. —La mirada más salvaje y gruesa de Pansy se enfocó en Hermione penetrante y artera, la castaña no se amilanó y dio un paso al frente; estaban dejando de lado el altibajo anterior, el momento incómodo había dado marcha atrás para revelarse un nuevo reto entre las dos, algo a lo que sí estaban acostumbradas: rivalidad.

—No será necesario, cualquier persona que se precie de ser inteligente reconocerá mis manos en tu documento. —Formidable respuesta, y tan cierta que Pansy tuvo que admitir que le había ganado esa partida soltando una carcajada forzada, Millicent y Luna aparecieron en el pasillo, la primera apresurada y emocionada por ver a Pansy en pie, ambas se quedaron un poco sorprendidas del aire de lucha que se daban esas dos, pero lo ignoraron para encontrarse con ambas.

—¿Te sientes mejor? —Preguntó Bulstrode sonriéndole y poniendo su mano sobre su hombro.

—Bastante… llévame a casa, ¿sí? —La mirada que le dedicó a Millicent sorprendió a Hermione, que no esperaba verla así de vulnerable con su amiga luego de su jugueteo anterior, no obstante miró a otro lado como si ver aquel remanso de Parkinson fuera una indiscreción terrible; Millicent asintió y empezó a ayudarla con la bata aún sin dejar que las otras dos se fueran, Hermione presionó a Luna para que caminara, porque la desnudez de Parkinson no era algo que le interesara, entonces Pansy habló. —Como pareces estar siempre tan ocupada y propensa a olvidarte de la gente con la que no has compartido alguna peligrosa aventura, ¿qué pensarías si me pasara mañana por tu oficina para acordar una cita? —¡Bingo!, se le había salido sin pensarlo, con el tono de quien sugiere pasar a cobrar una deuda añeja a primera hora del día siguiente, Luna miraba con interés a Hermione, porque le notaba una sonrisa de complicidad con Pansy que le encendía más de dos focos rojos.

—Hecho, entro a las siete y luego de las ocho siempre me encuentro saturada de trabajo. —La ex Gryffindor echó a andar con Luna por el pasillo y creyó ganar la partida hasta que Pansy exclamó desde adentro, con un tono imperioso y que no daba lugar a negativas.

—¡Excelente!... te veré a las nueve. —Hermione se sonrió de lado, ¿no iba a esperar en serio que Pansy hiciera lo que ella quería, verdad?