Me gustaría dar algún tipo de explicación a esta tardía publicación, pero no la tengo… salvo que lo he terminado tarde y va sin revisión alguna… agradezco horrores los comentarios que han dejado, me alimentan y emocionan, gracias…
Ojalá el capítulo compense un poco el retraso.
/o/o/o/
I wrapped myself from around your finger...
Sentía la adrenalina de acabar de ganar una carrera o librarse del impacto de un Avada durante un entrenamiento muy "caliente", estaba eufórica, casi no comprendía la razón de esa sensación de acabar de ganar la lotería mágica o el puesto mismo de Ministra de Magia, era como si le corriera por las venas una cantidad estratosférica de felix felicis y nada, absolutamente nada pudiera hacerle daño, es más, de encontrarse a Draco Malfoy por el pasillo en aquel momento, lo habría besado y sin ninguna doble intención, sólo para compartir con aquel viejo amigo y confidente de cama que estaba a reventar de gusto; caminaba como entre nubes, con una emoción desacostumbrada en su persona, sonriéndole a todo mundo, haciendo que sí, le regresaran montones de sonrisas, la mayoría extrañadas, porque para muchos verla a ella sonreír era como encontrarse con Severus Snape por un pasillo.
No podía creer lo que estaba pasando, era casi como si no fuera ella y por un breve instante, mientras esperaba frente a la gran estatua del Ministerio y su entrañable sentido de la unión mágica, un turno para usar una chimenea pública y volver a casa de Hermione, le entró un miedo espantoso, como si de la euforia anterior no existieran ni rastros históricos, se llevó las manos al pecho y necesito cerrar los ojos para recomponerse. ¿Qué había hecho?, besar a Hermione Granger era casi tan escabroso y problemático como besar a Harry Potter, era como si ella, Pansy Parkinson, en lugar de cumplir con su naturaleza y proponer que lo entregaran, se hubiera vuelto a su bando e interpuesto su cuerpo para protegerlo de una maldición imperdonable.
Respiró profundo y como si de una oleada se tratara, el terror anterior se fue, dejando paso solo a la emoción de hacía dos minutos, estaba metida en una montaña rusa de emociones que iban de llorar de alegría a llorar de pánico; Parkinson era así, extrema al completo, arrojada en demasía y medio mundo lo sabía, andaba por la vida con la acidez al extremo, con la ironía pintada en la cara porque su vida era una ironía entera, pero si se reía de algo lo hacía a llorar, si respetaba a alguien era a punto de veneración, si se sentía cómoda con alguien podría mostrársele desnuda sin más, si alguien le caía mal le vomitaría encima incluso, sus cercanos lo entendían de modo simple: para ella amar y odiar, adquirían un adjetivo definitivo nada más aparecer en su vida, ambos los hacía a morir.
—¡Pansy! —Buscó con la mirada de dónde podía venir aquel llamado, entre la fila y acercándosele estaba Madame Pomfrey, la anciana enfermera de Hogwarts que según le había comentado un día antes, se había tomado unos días libres para atender unos asuntos familiares que tenían que ver con negocios y trámites de la burocracia mágica más extrema; Pansy le saludó con una sonrisa aún más grande si se podía, siempre le había agradado esa mujer, más desde que le atendió casi con afecto en una de sus accidentadas estadías en la enfermería del colegio, aquella cuando en un pleito de compañeras, acabó con una varita clavada en un oído. —Qué bueno que te veo, niña… pensaba enviarte una carta nada más llegar a casa, pero es mejor de frente, ¿cómo te fue con la poción?
—Excelente, está surtiendo muy buen efecto. —Caminaban lado a lado hacia las chimeneas y Pansy en serio estaba muy agradecida por los resultados, pues había visto cómo el rostro de Hermione pasaba lentamente de ser una pelota a ser el que conocía… ese de los labios tremendamente tersos y dulces, los labios rojos que no había podido dejar de mirar alternándolos con aquellas pecas ligeras como escarcha azucarada en una tarta de cumpleaños.
—¡Qué bueno!, más vale que tu amiga se quede en cama por un par de días, porque las piernas no le van a funcionar muy bien, también procura que se quede en casa y no tenga mucho contacto con gente extraña. —Pansy vio que se despejaban algunas de las chimeneas con más velocidad y avanzaban más rápido, se llevó la mano a una de las llamas de la camiseta inconscientemente, a veces se le olvidaba que era sólo parte del diseño.
—¿Temor de que pueda asustar a alguien por su volumen? —Se burló con su tono sarcástico de siempre, ese que sacaba a Pomfrey sonrisas socarronas y señalamientos con un índice levantado que se iba y venía como si se le fuera a desprender de la mano; ambas saludaron a un par de conocidos y prodigaron comentarios a favor de la organización del Ministerio y la nueva dirección de Hogwarts, hubo un chiste sobre la camiseta en llamas de Pansy y algo sobre las viejas piernas de Pomfrey, luego siguieron adelante.
—No, lo que pasa es que debes recordar los efectos secundarios de la poción, Pansy. —Sintió como si un hilo hiciera que mirara a Pomfrey más fijamente, habían vuelto a la charla de un golpe, como si no la hubieran cortado y necesito un segundo para comprender su propio sobresalto, la gente les empujaba hacia las chimeneas y empezaban a pretender que se separaran cada una por su lado, pero se negaron plantando las pies al suelo con fuerza.
—¿Efectos secundarios? —Quiso saber ignorando a los que le refunfuñaban en la espalda, porque se había plantado en el suelo negada a avanzar, mirando a Pomfrey como si le hubiera dicho de pronto que se le iba a desprender la nariz del rostro.
—Imaginé que como siempre, te olvidarías de leer el resto de la carta luego de los pasos para preparar la poción… —Pomfrey se ajustó las gafas mirándola con una reprobación considerada, amorosa, como una madre corrige a su pequeño de dos años que derrama el puré en turno; se ajustó las mangas de su blusa de encaje y caminó con su espalda ligeramente encorvada hacia una chimenea, a una velocidad inaudita a su edad, Pansy tuvo ganas de sujetarle del codo y retenerla a su lado, pero había avanzado demasiado en muy poco y no la alcanzaba sin hacer una escena, además, quizá estaba exagerando, ¿quizá? —… son efectos que pueden causar estragos si no se tiene cuidado, así que procura tenerla en casa a resguardo, un paciente vendió la mejor granja de mandrágoras de la historia en una ganga culpa de esa poción.
—¿Cuáles son Madame? —Clamó desesperada, sintiendo cómo le empujaban a las chimeneas y se le acababa el tiempo, además algo le hacía tener miedo, sentía que algo malo venía y empezaba a alarmarse mucho, como un presentimiento helado que la cimbraba por dentro.
—Deshinibición, delirio, debilidad, confusión… le llamamos la DDDC, procura que tu amiga beba muchos líquidos y que no tome decisiones aceleradas. —Pomfrey sacudió su arrugada, delgada y estilizada mano y desapareció en una chimenea con un montón de llamaradas verdes, Pansy sentía como si esas mismas llamas se la devoraran desde el estómago y hacia afuera bañándola.
Y lo hicieron.
/o/o/o/
De camino a casa de Hermione había un viejo invernadero mágico y se detuvo ahí a comprar una planta, de hecho fue más una forma de hacer tiempo, de alargar su llegada y proponerse no encontrar a Hermione pronto; en aquel momento la cabeza la traía revuelta, acelerada, le pasaban mil ideas por ella, unas catastróficas, como llegar a aquel departamento y descubrir que Hermione no recordaba nada, aunque entre los efectos secundarios no hubiera amnesia, luego pensaba que quizá la encontraría asustada y con la varita en ristre para atacarla, luego pensaba en aquellos labios, firmes, decididos, densos sobre los suyos y se le aguaban las piernas; al salir de la tienda llevaba en las manos una macetilla con lazo del diablo, una especie diferente y poco común que floreaba con un pequeño capullo alargado y brillante algodonoso, suave y azucarado en las orillas, como si los granos de azúcar pudieran sentirse.
Mientras caminaba lento, como si no quisiera llegar y no quería, cayó en cuenta de algo trascendental: el beso bajo efectos de la poción no significaba necesariamente algo malo, en realidad podía ser algo bueno, podía significar que Hermione en realidad deseaba hacerlo, pero que no se atrevía; quizá la desinhibición de la poción hizo que ella lo llevara a cabo sin miramientos, natural, sin temor. Aquello la hizo sonreír y llenarse de energía, acelerar el paso y volver a su euforia de media hora antes. En la puerta del edificio, con el asunto ya delante sólido y real, no fue fácil seguir optimista.
Subió escaleras con ánimos de despejarse la mente y delante de la puerta de Hermione, tuvo que hacer el intento de llamar a la puerta dos o tres veces sin atreverse, sin lograr llevar sus nudillos hasta la madera, cuando pudo al fin, cuando llamó, tuvo que esperar largo rato a que le abrieran y quien lo hizo le dejó sorprendida y atontada; era una mujer mayor si se puede decir, de vivos ojos verdes y piel muy blanca, como la leche, el cabello, castaño muy oscuro lucía en las sienes unas suaves líneas plateadas y Pansy se encontró nerviosa, temblorosa y sin saber qué decir.
—Sí, ¿dígame? —Preguntó con la sonrisa amplia y entonces se encontró con que era muy parecida a Hermione, ¿su madre?
—D-disculpe, he venido a ver a Hermione… le traje algo. —Añadió como si con eso se ganara el derecho a entrar, la mujer frunció el ceño un poco y arrugando la nariz en un gesto que Hermione hacía infinidad mejor, le analizó; llevaba un vestido negro entallado, que le estilizaba una figura más bien regordeta que delgada, hombros delgados y caídos, caderas incipientes.
—Debes ser amiga de Hermione, pasa por favor, ella se está duchando. —La dejó entrar y Pansy se encontró en el escenario que hacía sólo unos minutos, una hora quizá, había sido el más increíble de su vida; aún estaba su chaqueta en el sillón y al verla se encontró con que se le había olvidado, la taza de Hermione en la mesa de centro y un libro manchado con salsa de lo que habían comido sobre el sillón. —Siéntate, ¿me has dicho que te llamas…
—Pansy, me llamo Pansy Parkinson, mucho gusto. —Tendió la mano para estrecharla y la mujer se puso seria de pronto, había reconocido el nombre y deseó con todas sus ganas haber dicho que se llamaba Helga o Roberta o Sonia, ¡o lo que fuera!, menos aquel maldito nombre que la atormentaría toda la vida.
—Parkinson, como… ¿eres la novia de ese Malfoy, no? —Quiso saber tanteando el terreno mientras la veía sentarse con clara sospecha entre ceja y ceja, un sonrojo anormal le subió a las mejillas al oír aquel nombre antecedido de "novia".
—En realidad Draco y yo terminamos hace un tiempo. —Mintió, no era un gran tiempo, días no era si quiera "un tiempo", pero tenía que mentir si acababa de besar a Hermione en aquella misma habitación tan sólo hacía unos minutos… ¿y si aquella mujer lo sabía?, el estómago se le revolvió de pronto y casi deseó salir corriendo.
—Oh… puedo sonar mal, pero eso es muy bueno, no creo que sea una buena persona. —Se sentó delante de ella y Pansy se acomodó en el sillón con la macetita en la mano, mirando a la puerta del baño como si quisiera desintegrarla y ver a Hermione, ya no por ver aquella desnudez que la deslumbraba, sino por saber con qué ojos la vería ahora. —No me he presentado, soy Jean Granger, la madre de Hermione. —La vio acomodarse el cabello tras la oreja y se descubrió pensando que era una bella mujer y que seguramente Hermione se vería bastante bien en veinte o treinta años también.
—Qué bueno que esté aquí para cuidarla… ¿cómo la encontró? —Quiso saber, moría por saber cómo estaba Hermione, en qué estado le había dejado lo ocurrido antes, qué sabía, si la había encontrado contenta o furiosa o atosigada por la culpa o el arrepentimiento… ¿sabría ella algo ya?
—Pues, en realidad muy alterada, me había dicho que no era necesario que viniera y al final me pidió que la acompañara un par de horas, envío un tras… tras… —Parecía tener dificultades para decirlo y Pansy, con el estómago hecho un nudo le completó.
—¿T-traslador? —La mujer hizo chocar sus palmas emocionada ante su acierto y la señaló con un índice delgado y prominente, Pansy se sonrió a medias y la alentó con una mirada a seguir, sintió que aquel debía ser el gesto con que su madre compensaba a Hermione siempre que acertaba en alguna pregunta que le formularan.
—Pensé que se había sentido mal, pero no fue así… he venido a ver cómo estaba y a decir verdad la encontré muy extraña, no enferma o grave, sólo extraña… daba de tumbos por toda la casa, iba y venía hablando disparates, no dejaba de decir incoherencias y parecía eufórica, riendo y balbuceando cosas ininteligibles, luego se alarmaba y daba de aspavientos… pero parece que ya está mejor, la ducha le ha empezado a despejar la cabeza… no creo que tarde mucho. —Jean Granger miraba a la puerta del baño y a Pansy de pronto empezó a revolvérsele el estómago y a llenársele la boca con un agua agría sólo con la idea de verla, como si no pudiera estar un minuto más ahí con aquella mujer esperando a que Hermione saliera de la ducha. —Tuve que ponerle una silla en el baño, porque las piernas se le doblan a cada paso… yo creo que está débil, pero no tardará mucho.
—En realidad se me hace tarde, tengo que irme… —Se puso de pie como con un resorte y sintió que se le entumían las piernas del esfuerzo y la rapidez, aún con la maceta en la mano y tomando su chaqueta se fue acercando a la puerta de espaldas y sonriéndole a cada paso, mientras la madre de Hermione caminaba tras ella lento y extrañada. —… dígale que vine y que quizá venga más tarde, dígale que si me necesita puede llamarme… dígale que… —se descubrió balbuceando como una tonta y aún con la maceta en su mano, se la tendió con una carcajada absurda y disonante, que pareció romper la atmósfera extraña de la habitación. — ¡Qué idiota, casi me la llevo! —La mujer le miraba con desconcierto, ella abrió la puerta y se colocó del otro lado, en el pasillo y mirando la puerta del baño que se empezó a abrir; no toleraría verla, no quería verla, el estómago se le retorció porque si Hermione estaba lúcida luego de aquel baño, si ya no tenía aquel efecto secundario y dimensionaba todo lo ocurrido, no quería verla, no podía permitirse el encontrarse, ¡no quería que le mirara con repudió o desdén!, peor aún… con vergüenza.
—Pero está por salir. —Murmuró Jean al momento que ella tiraba de la puerta para cerrarla.
—Gracias, volveré luego. —Cerró y se encontró mirando la madera parada en medio del pasillo, se encontró sola y con un nudo en la garganta que no la dejaba ni respirar.
Se apareció en su casa y se tiró al baño, sólo quería vomitar.
/o/o/o/
—¿Qué dijo? —Preguntó por tercera vez, llevándose un vaso más de poción a la boca, su madre se disponía a sujetarse con fuerza de la lata de refresco de naranja sobre la mesa de la cocina.
—Que quizá vendría luego o que podías llamarle, te lo he dicho, eso dijo. —Jean miraba a su hija analizando cada rasgo, cada gesto, algo no andaba bien y no sabía si era cosa de lo que le había pasado o algo más, sus ojos vagaban por la casa apresurados y se mordía los labios con ímpetu, además, era la tercera vez que se llevaba los dedos a la boca y los deslizaba por ella con cuidado, como si le dolieran.
—Puedo llamarle… —Hermione se volvió dándole la espalda, pero ella siguió agarrada a su lata de refresco, debían faltarle unos cinco o menos minutos. —… gracias por venir, mamá, sé cuánto detestas viajar así. —Al volverse tenía los ojos vidriosos, como si fuera a llorar y ella atinó a abrazarla fuerte y darse cuenta que su cuerpo estaba ya normal, pero al soltarla, sintió cómo se venía al suelo y tuvo que sostenerla y guiarla a la silla más cercana.
—Pero estás tan débil, cariño. —Murmuró revisándole las pupilas y tocándole la frente, Hermione amaba esos gestos, tan muggles, tan de su infancia; la calmó dándole unas palmaditas en el pecho y entrecerrando los ojos.
—Descuida, ma, estaré bien… vete tranquila. —Aseguró besándole la mejilla, Jean sonrió.
—Si me necesitas, envíame uno de estos y vendré… papá y yo vendremos esta vez. —Hermione asintió y distinguió el suave brillo del traslador al activarse, eso la hizo sentir un denso y agrío alivio, no quería a su mamá ahí para despejarse la mente de lo que la invadía.
—Ve tranquila, mamá, estaré bien. —El artefacto empezó a funcionar y se despidió de su madre con una última sonrisa, apenas se perdió el brillo y la figura oscura de ella en medio de su sala, Hermione Granger volvió a su pequeño drama personal: había besado a Pansy Parkinson.
/o/o/o/
La ventana del baño estaba abierta y Roar tendría que haberse escapado por ella en algún momento de la noche, quizá buscando comida o algo de diversión, incluso ambas; bajo el agua de la ducha, Pansy pensó de nuevo en Hermione y volvió a llevarse el índice a la boca, a deslizar su dedo por el labio que parecía hormiguearle de sólo recordar los de la castaña, donde encajaba perfecto, donde se sentía tan bien. Le hormigueaba también la espalda, un calor se le esparcía por el cuerpo y le anidaba en el bajo vientre haciendo que una sensación pesada y cálida lo llenara entero; quería volver a besarla, tenía muchas ganas de ello y no sabía cómo hacerlo posible.
Por el momento había ido a casa a ponerse presentable y tras la ducha fue a ponerse cómoda con algo de ropa más abrigadora, hacía frío en las calles y tenía la sensación de que las cosas con Hermione eran mejor a la usanza muggle; se echó encima una gran falda que la hacía parecer una campana, era un obsequio de Luna que le había enviado tras aquella cena para agradecerle su ayuda, y una blusa delgada con una chaqueta oscura encima, corta y adherida al cuerpo, y mientras se peinaba mirándose al espejo y pensaba cómo hacer para volver a besarla, se dio cuenta que no había pensado en ninguna otra cosa desde hacía horas, que sólo podía girar alrededor de Hermione y sentirse obsoleta, que no era nada frente a las sensaciones que la castaña había despertado en ella; ese día en las regaderas, aquella vez que la visitó en el hospital, cuando cenaron juntas bajo tanta vela e incluso sin tenerla delante en la caminata posterior a esa cena de pollo y papas fritas.
Pero las emociones que se vinieron sobre ella con el beso eran peores.
Se sentía terriblemente vulnerable, frágil y a descubierto, no le atemorizaba el que alguien pudiera decir algo de que besara a una chica, lo que le tenía en vilo era lo que Hermione pensaría de haberla besado, ¡ella!, su enemiga natural, su némesis de colegio, la piedra en su zapato que muchas veces se había mofado de su sangre, de su ausencia de abolengo mágico; el ruido de Roar al caer sobre su tocador casi la mata del susto de tan empecinada que estaba en sus ideas, en flagelarse con recuerdos de las malas experiencias que, en compañía de Draco, le había hecho pasar a Hermione.
El beso venía a modificarlo todo y se sentía abrumada por ello, terrible y absurda.
Y mientras salía de su casa vía chimenea, camino a la de Hermione para verla y hablar, Roar le miró desde la mesa de la cocina, extrañado a morir por no recibir al menos un bocado antes de ser abandonado otra vez.
/o/o/o/
En la puerta de la casa de Hermione sintió un deja vu, tres veces intentó tocar sin éxito, cuando se atrevió, la puerta formó en la veta de madera un rostro vertical que le miraba con fría expresión, aquellos ojos la analizaron:
—¿Quién eres? —La voz sonaba chillante y vieja y Pansy repasó cada libro de encantamientos buscando aquel sin éxito, se sintió orgullosa de Hermione, sin duda la bruja más prometedora de su generación.
—Soy Pansy. —La voz se le quebró a la mitad y tuvo que llevarse la mano en puño a los labios, toser y volverlo a intentar fuerte, claro, el pecho afuera y la espalda recta. —Soy Pansy Parkinson.
La puerta sonrió e hizo un suave asentimiento, luego con un ruido de ramas que se retuercen y truenan, volvió a la normalidad y pudo entrar sin temor, porque el pasador de la puerta se abrió sin que siquiera tuviera que tocarlo; todo estaba a oscuras, había caído la noche sin que se diera cuenta y debían pasar de las nueve porque se sentía algo cansada tras tantas horas de tensión en su pobre cuerpo sin descanso, se internó en aquella oscura calma y fue buscando en el sillón y la cocina sin encontrar a quien anhelaba ver. La manta del sillón estaba doblada en el respaldo, la taza de café lavada yacía cerca del fregador, el libro con la pasta manchada estaba en la mesa de centro de la sala.
En el baño, la cortina de la regadera estaba corrida y una pequeña luz de noche marcaba suave las siluetas del retrete y el lavabo, iluminada por esa tenue iridiscencia llegó hasta la puerta de la habitación, donde la lámpara, con un paño delgado de color morado iluminaba apenas el lugar; parecía el cuarto de un enfermo que no puede dormir en total oscuridad y necesita un remanso de luz. En la cama, una Hermione pálida y de profundas ojeras, parecía tan cansada que dormía como si no hubiera un mañana, la boca ligeramente abierta, las manos acomodadas cerca de su rostro plácido y macilento; llevaba puesta una pijama a cuadros desgastada en algunos puntos, roja y azul.
Pansy sintió un vuelco al verla tan dormida y casi rabió a sabiendas de que no podrían hablar, de que no se resolvería ahora nada de lo que tanto le carcomía el cerebro; aquella certeza la hizo suspirar y relajar su cuerpo a la par que negaba con los ojos cerrados y apretaba los dientes para callar un gruñido. Se llevó las manos a la cabeza llena de frustración, entonces vio algo sobre la almohada libre a espaldas de Hermione que dormía con la cara hacia el vacío, hacia el espejo de cuerpo entero del muro; caminó con cuidado hasta aquel lado de la cama y sujetó aquello: era pergamino con una nota a letra casi difusa de Hermione.
Pansy, tenemos que hablar.
Quédate.
Volvió la mirada al espejo en que podía verla reflejada, Hermione dormía con la boca entornada, los labios como cuando la beso, dispuestos y sutiles, las manos tendidas casi al borde de la almohada; no tenía permiso de hacerlo, no estaba segura de que fuera correcto que lo hiciera, pero se sacó los zapatos, se subió en la cama y se tendió a espaldas de Hermione, acunándola con su cuerpo, la cabeza sobre la almohada su mano sobre aquel costado.
La sintió removerse, acercarse a ella como para embonar mejor.
Podría llegar Weasley en aquel momento y verlas y celarse a morir. Podría venir Draco y hacer lo mismo, ¡qué importaba!; en ese momento a Pansy sólo le interesaba que Hermione necesitaba descansar mucho, recuperar energías para seguir adelante y quizá hablar, y ella estaba ahí, para cuidarla hasta que estuviera bien, pendiente de cada respiración. Merlín sabe cuántas horas le veló el sueño, pero cuando se quedó dormida, se quedó dormida en serio.
Y en aquel tibio silencio de las dos, ninguna había dormido antes mejor.
