Bueno, la única ventaja de que hoy esté actualizando es que retomé lo que había dicho sobre subir capítulo los lunes; me gustaría decir que trataré de actualizar más seguido, pero estaría mintiéndoles, mi agenda está muy saturada… mil disculpas por ello.

Espero que el capítulo les guste, espero no fallar en sus expectativas, puedo de pasada comentarles que no quedan demasiados capítulos por delante y que Demasiado está algo así como en su mitad crítica. Prometo que esta vez no tardaré tanto, lo prometo.

Este va dedicado a ti, que no lees, no esperas, no ansías… pero para quien he escrito lo último que ha salido a la luz por acá.

Gracias enormes a todas las que comentan, no saben cómo me alientan, gracias. A las que dejan crítica aún más gracias, espero estar mejorando un poco al menos.

Sin más, Demasiado…

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El patito de hule

I guess we're running out of time too fast.

Dos camisas, dos pares de zapatos, tres chalecos, uno, dos, tres, cuatro jeans, dos camisetas, tres pantaloncillos, ocho pares de calcetines y unas sandalias… su gorra de los CC, una chaqueta que pudiera combinarse con todo lo anterior y cuatro distintos perfumes y desodorantes, porque tener problemas o no saber qué sentido darle a su vida, no significaba no oler bien; sobre todo hecho bola y bien hundido al fondo de la maleta, ha puesto tres revistas de quidditch, unos cuatro o cinco rollos de pergamino y como no queriendo la cosa, un montón de barras nutritivas de las que Hermione le enseñó a llevar siempre en el bolsillo, por si acaso. Contemplando la maleta con los brazos caídos a los costados, Ronald Weasley volvió a darle vueltas al asunto, estaba esperando solamente la carta de Charlie en que le contestara su petición de asilo, para decírselo a Molly.

Le faltaba decírselo a Hermione.

Pero no iba a ser un problema, seguramente al principio iba a dar aspavientos y a tener una que otra reticencia, más que nada porque no iba a querer abandonar así la oficina, pero era Hermione, si él no tenía poder para tomarse uno o dos días cuando quisiera, ella podía hacerlo y la muestra eran los recientes acontecimientos derivados de la curiosidad de Luna; además, si Hermione estaba despuntando como todos murmuraban, nadie iba a negarle un par de semanas de esparcimiento si además las hacía pasar como una gira por las tierras de los criadores de dragones. Bajó las escaleras casi de dos en dos rumbo a la cocina, se sirvió un gran vaso de limonada y se llevó a la boca una de las tostadas que tenía su madre sobre la mesa, mientras la mordía se fijó en el jardín y vio a Molly y a Ginny, sentadas bebiendo limonada mirando al jardín, mientras su padre lo desgnomizaba.

No quería que notaran su salida o fueran a preguntar algo, así que salió por la puerta principal lo más silenciosamente que pudo y se apareció en el camino que llevaba al pueblo; en Londres vagó por algunas calles y como un gesto romántico y ganador, pasó a la pastelería preferida de su novia a comprarle un panqué, la mole hecha a base de mantequilla y frutos rojos más pesada, granulosa y rosada que encontró en el mostrador; a decir verdad, no recordaba si a Hermione le gustaban los frutos rojos, pero un hombre de unos sesenta que iba delante de él en la fila había comprado uno similar para su mujer un instante antes, y se veía tan felizmente casado que pensó que todo era obra de la magia de aquel panqué.

Camino hacia uno de los accesos al Ministerio se topó con una joyería y fue a asomarse a los estantes de anillos de compromiso, ninguno le gustaba o mejor dicho, ninguno podía pagar (se mentía, porque tenía en el fondo de un cajón y en su bóveda de Gringotts buenas cantidades de dinero de sus sueldos, pero los ahorraba para su sueño dorado: un viaje siguiendo a los Chudley Cannons por toda una temporada, bebiendo, apostando y disfrutando cuanto partido y fiesta después hubiera); mientras cruzaba al fin el portal rumbo a la sala principal del Ministerio y se sonreía frente a aquella imponente estatua, mientras tomaba un volante de manos de un joven que promocionaba asesorías legales para subrogación de construcciones mágicas ocultas, se le implantó una seguridad en el rostro imaginándose en casa de Charlie, disfrutando de aquellos inmensos jardines, de buen whisky de malta y de montar, domar y criar dragones.

Era un sueño.

Estaba cruzando el pasillo rumbo a la oficina de Hermione, cuando creyó escuchar su voz del otro lado del andador, al detenerse y buscarla con la mirada distinguió la melena oscura, negrísima y corta de Pansy Parkinson, como pocas veces con las gafas puestas y con aquellos atuendos que lucían más costosos que todo lo que Ron había puesto en su maleta de viaje junto, así como su nariz sobresaliente, los ojos le brillaban como dos puntos ardientes a distancia; la voz de Hermione se le mezclaba con aquellos pómulos delgados y barbilla casi cuadrada de Pansy, ambas caminaban juntas, a la par, como si la castaña se hubiera adherido a la forma esbelta de la otra; mientras se perdían ambas, la voz y la forma dentro de una gruesa puerta de madera, tras ellas estaba Mindy, la asistente personal de Hermione y se dirigió a ella con largas y ansiosas zancadas.

—¿Esa era Hermione? —Mindy asintió sonriéndole, se caían bien, eran casi amigos de grandes y largas charlas cuando él tenía que esperar a su chica.

—Sí, señor Weasley, tiene una reunión importante, recibió la indicación de dirigirla de la misma oficina del Ministro. —Los ojos vivarachos de Mindy resplandecían, había oculto en aquella frase un orgullo y un presagio que a Ron dieron mala espina.

—¿Por qué le envían asuntos de la oficina del Ministro? —Quiso saber, en el fondo lo sabía, de hecho al preguntarlo la lengua se le erizó, como si sus papilas hubieran recibido el tacto ardiente de una taza de café muy caliente.

—Señor Weasley, es algo que ha venido pasando toda la mañana, ¡incluso se rumora que le están despejando una oficina nueva! —Ron miraba la puerta de madera como si pudiera atravesarla con los ojos, imaginaba dentro a un montón de sujetos vestidos con túnicas de gala y a Hermione en medio estrechando manos y sonriendo con aire de doncella que vence al dragón; las cosas estaban tomando un tinte que le ponía nervioso.

—No necesita una oficina nueva, la que tiene está bien. —Mindy le miró con azoro: la oficina que su jefa tenía no estaba nada de bien para este nuevo orden de trabajo, no tenía privacidad por sus enormes ventanales que con cortinas echadas daban a todo un aire negro y triste, y apenas cabían un par de sillas, cuando recibía más gente de lo normal, debían quedarse la mitad de pie y eso era incómodo y malo cuando se extendían las charlas por horas; Mindy tragó saliva incómoda, aquello la hizo sentir mal, Ron muchas veces le hacía sentir así porque le consultaba constantemente cosas que no podía contestar: ¿tardará mucho Hermione?, ¿quién convocó esa reunión?, ¿está Harry con ella?, ¿ha venido Harry a visitarla últimamente?, ¿por qué no me esperó?, sé que tiene trabajo, pero vine por ella, ¡tiene que acompañarme!

—Creo que sí la va a necesitar, señor Weasley. —Murmuró aferrándose con más fuerza a su cuadernillo de anotaciones, Ron se volvió a verla más inclinado, la espalda casi encorvada por completo, parpadeaba muchas veces y las pestañas rubias se le veían como líneas amarillas que brotaran de sus ojos; tenía la apariencia de un chiquillo abandonado, con su bolsa de papel y su espalda como un arco.

Ron se dio cuenta que Mindy le miraba como analizándolo y descubrió algo más en aquel gesto que acabó por hacerlo despertar: le tenía pena; se irguió cuan alto era y miró a todos lados, otros más le miraban también, así que echó el aire por la nariz con estruendo, se tiró de las costuras de la chaqueta haciendo tronar la bolsa del panqué y echó a andar.

—Voy a esperarla en su oficina, Mindy, ¿me puede regalar un café? —La mujer parpadeó a mil por segundo y pareció buscar una excusa o mejor dicho, confesarle que tenía mucho que hacer, pero en lugar de eso le dijo que sí y lo siguió por los pasillos hasta que entró en la oficina de su novia.

Las cortinas estaban puestas y todo el lugar estaba a oscuras, al entrar pudo Ron notar que la oficina no olía como de costumbre, olía distinto, había un perfume fresco y helado dentro, como tener la nariz pegada a un congelador; encendió la luz y se echó en la silla frente al puesto de Hermione, Mindy entró casi en seguida con una taza de café humeante, Ron le agradeció y medio conversaron del clima, noticias, la hora… cosas de las que habla la gente que no tiene nada de qué hablar. Cuando se quedó solo, la secretaria de Hermione entró para dejar unos documentos en el estante, Ron le sonrió y notó que la chiquilla boba se sonrojaba, una cosquilla de embarazo le subió por la espalda y sintió la tentación de salir de ahí, en lugar de eso, puso la bolsa de papel con el panqué sobre el escritorio, la rompió a todo su largo para dejar ver el pastelillo, varios trozos de fresa y arándano y montones de migajas cayeron sobre la madera del mueble, las migas se desperdigaron formando un círculo galáctico, un universo grasiento que manchaba papeles y madera por igual.

Buscó con la mirada por ahí y encontró sobre un libro abierto un abrecartas plateado, se estiró para sujetarlo haciendo que la página que separaba el pesado elemento se perdiera con un golpe seco de las pastas pesadas; blandió el arma y cortó la mitad del panqué, se reclinó en la silla y alzó los pies hacia la que estaba a su lado, luego se llevó el café a la boca y bebió un largo y reconfortante sorbo, Mindy no tendría conversación entretenida como el quidditch o los dragones o cualquier otra cosa divertida, pero sí que sabía hacer buen café.

El panqué estaba bueno y seguro a Hermione no le molestaría que se comiera un trozo mientras la esperaba.

O la mitad.

O todo.

/o/o/o/

—Nuestra propuesta tiene más que ver con el manejo adecuado de los recursos, sabemos de cómo los artesanos de la piel de dragón han estado constantemente desperdiciando valiosos desechos que para el mundo mágico son vitales, y para el muggle peligrosos…

Era la quinta vez que Pansy sorbía la nariz. El sonido era sutil, apenas perceptible, pero a Hermione la estaba poniendo nerviosa, así que por tercera vez volvió su mirada al rostro de la morena y volvió a ver que se llevaba desesperada el pañuelo limpio a la nariz, la presionaba con fuerza y desespero, y se le notaba en la forma como se tensaba su mano presionando el papel que estaba más frustrada que ella; se habían sentado juntas y compartían de vez en cuando notas, Hermione veía perfectamente el aire preocupado de Pansy, ese que tenía el día que le mostrara las notas de su proyecto, un aire de nerviosa inseguridad que ocultaba muy bien tras sus pupilas verdosas, pero hoy no había seguridad, porque el resfrío la había reducido a cero.

Cuando luego de otra serie de argumentaciones muy buenas para no entender, Pansy volvió a sorber por la nariz, Hermione tomó la varita de su lado sobre la mesa, la movió discretamente e hizo aparecer su pequeño bolso de emergencia, sólo una de las mujeres presentes notó el movimiento, pero fingió no darse cuenta enfocándose en anotar algo en su compendio revuelto de pergaminos y hojas sueltas; Hermione alzó la mano y empezó a decir algo ante la mirada azorada de todos que ahora sí le miraban rebuscar en el pequeño bolso color verde, porque con el ajetreo que hacía, simplemente ya ninguno podía no darse cuenta de qué estaba haciendo.

—Totalmente de acuerdo con ustedes, la idea de contratar gente especializada en el reconocimiento de la piel de dragón me alienta, creo que es una de las mejores formas que podríamos encontrar de primer momento para reducir al mínimo la aparición del producto en áreas muggles; sin embargo, no me gusta que planeen hacer de esto un trabajo de magos solamente, sin importar cuan calificados estén. —Lo encontró, era un pequeño frasco de color plata que sujetó con una sonrisa y le tendió a Pansy, que incómoda le miró a ella y luego a todos con aire arisco; Hermione le hizo una seña de que se pusiera un poco entorno a la nariz sin dejar de hablar, Pansy sujetó el frasquito con suspicacia y se inclinó a un lado para hacer lo que le decía, Hermione alzó la cara de su bolso y continuó el tema. —Podemos poner a magos por ahora, seleccionar dos grupos, los más calificados que dediquen su tiempo y trabajo a la ubicación y control del residuo, y otro grupo que se dedique a entrenar a más trabajadores, así daremos empleo a más personas y sobre todo a otras especies.

—Señorita Granger, ¿me está diciendo que quiere que un trabajo que requiere de control mágico cuidadoso sea llevado acabo también por, no sé… trolls? —La sonrisa irónica en el rostro de la mujer que había hecho la pregunta caldeó el ambiente, no sólo Pansy (que tenía manchas brillosas alrededor de la nariz y parecía casi haber recuperado el color), sino también otros en la sala miraron a Hermione esperando una respuesta molesta y agresiva.

—Imaginemos que podemos producir a gran escala artefactos hechos para controlar la piel de dragón o evitar los daños físicos que provoca en las personas que no saben controlarla… que podemos, por ejemplo, hacer un traje aislante, uno lo suficientemente cargado de poder mágico que permita a un elfo o varios elfos domésticos realizar la tarea de almacenar los restos de piel de dragón que se desechan inadecuadamente. —Hermione se recargó en su silla, Pansy la miraba con el ceño fruncido, Granger era una visionaria de la equidad laboral y no sabía qué tanto apoyaba esas locas ideas. —Daríamos con ello empleo a muchos de los elfos domésticos que se están quedando en la calle, ahora que más y más magos pierden sus fortunas o han caído en desgracia.

Pansy sintió un amago de dolor, su madre era una de las que estaba cayendo en esa situación y no podía imaginarla metida en la cocina haciendo algo que no fuera sentarse a leer El Profeta mientras los elfos hacían todo; de pronto en su intento por alejarse de sus pensamientos sobre Demetria, volvió su concentración a la gente en la reunión y descubrió algo que no había notado, Hermione tenía toda la atención en ella, en su intento de obtener beneficios para trabajadores, sus rostros, aunque no muy adaptados a la idea, estaban decididos a escuchar. Jamás había visto esa atención puesta en alguien más, Padma no lograba eso ni siquiera con sus empleados más apegados, ella no lo lograba ni siquiera con Millicent, mucho menos desnuda intentando obtener la atención de Draco.

Hermione los tenía comiendo de su palma y no porque tuviera poder, los dominara o asustara, era puro y genuino control basado en el respeto y la admiración; Pansy frunció el ceño y se volvió a mirar a la castaña sentada a su lado, tan cerca que podría contarle los cabellos que se le ensortijaban sobre la sien. Pansy Parkinson tuvo que volver su mirada a los documentos delante suyo comprendiendo que aquello era más de lo que podía soportar; Hermione era poderosa, una influencia avasalladora en el Ministerio, quizá la futura líder de él; ella era sólo la encargada de un puesto venido a menos, donde se valoraba mucho el uso adecuado de las cifras y los datos, pero no al que los manejaba.

Pansy volvió a sentirse como antes, como en el Colegio: minimizada por completo por el intelecto vivaz y acelerado de la castaña, un hueco ácido se le formó en el estómago y haciendo caso omiso del frasco de remedio sobre su cuaderno, lo cerró con un golpe silenciado por el cuidado frío que puso en que no se le notara el desasosiego, sin decir nada apoyó las manos en los reposabrazos de su silla y se dispuso a levantarse cuando notó un silencio extraño. Volvió los ojos a los demás en la sala y notó que la miraban.

—Pansy. —Hermione la miraba con una sonrisa a medias y ella tuvo que aceptar que no sabía qué estaba pasando y mirarla como quien ha perdido la mano dentro de un cajón. —Estamos esperando tu comentario. —Aquello sonó en su cabeza como si alguien gritara dentro de una cueva y el eco se repitiera indefinidamente.

—¿Perdón? —Murmuró aún con las manos apoyadas a sus costados, viendo en algunos el rostro de la diversión por su distraída actitud.

—Les ofrezco una disculpa, la señorita Parkinson ha venido de forma imprevista a esta reunión, la he hecho levantarse de la cama con semejante resfrío sólo para que yo pudiera conocer mejor el tema del que estamos hablando, después de todo, no puedo conocer todo a fondo siempre y qué mejor que tener un experto a nuestro lado en momentos como este… —El tono que Hermione usaba no dejaba lugar a burlas, de hecho la estaba colocando como una empleada obligada a salir de su cama y de una recuperación necesaria para satisfacer su ignorancia. —… Pansy, podrías hablarnos de tu proyecto en ciernes para la recuperación de los desechos de dragón.

Estaba tomada por sorpresa, el proyecto que mencionaba Hermione eran apenas unas glosas colocadas en los documentos que le había mostrado por dos segundos antes de besarla en su oficina a oscuras, ¿cómo podía haber identificado que se trataba de un proyecto viable?; quitó las manos de donde las tenía como adheridas con pegamento, volvió a abrir su cuadernillo y buscó las glosas con un movimiento de varita; Granger se había enfocado en regresar el frasco de remedio a su bolso de emergencia y ahora buscaba algo más, sin saber qué más hacer, Pansy se quitó las gafas de la cara y empezó a hablar dando los antecedentes sobre el tema, haciendo que más de dos le miraran con atención y algo que pocas veces podía disfrutar de desconocidos y conocidos: respeto.

Mientras hablaba y argumentaba lo que pensaba era un buen comienzo para un negocio de reuso y reducción de residuos peligrosos, aquellas personas que habían estado oyendo a su compañera de bando, se concentraron en ella como lo habían hecho antes con su camarada, las miradas que le dirigían era de atención y algunas parecieron sorprenderse de que pudiera tener en serio buenas ideas.

—En realidad, un comienzo de este tipo de manufactura es el reciente descubrimiento de las cualidades aislantes de la escama de dragón, muy útiles en la construcción de algunos de nuestros medios mágicos de transporte… pero ese descubrimiento no hubiera sido posible sin el incidente de los elfos de Leeds. —Hermione quien había estado ocupada a su lado asintiendo de vez en cuando a sus comentarios y revolviendo algo en un vaso de agua, le aproximó éste mientras alzaba la mano para tomar la palabra.

—Creo necesario mencionar que el incidente de Leeds, del que todos tienen conocimiento, es una clara muestra de la imperiosa necesidad de todos por contener el maltrato perseverante a los elfos domésticos… Leeds no debe volver a ocurrir, jamás. —Pansy asintió, ni siquiera sabía por qué asentía, pero compartía la idea de Hermione; recordaba haber tenido que asistir al lugar días después de los sucesos, jamás iba a borrar de su cabeza la grotesca escena de una serie de cabezas de elfo colgadas sobre la cabecera de la cama de un niño de no más de doce años; la masacre de elfos domésticos que aquella familia presidía desde hacía años, había sido un escándalo que acabó por derribar por completo el mito de que toda familia de sangre pura, era buena y fría con sus sirvientes.

—Con su colaboración, las nuevas áreas de investigación para el uso no sólo de la piel, sino de los cartílagos, huesos, fibras y escamas de dragón, despuntarán cada vez más y ofrecerán al mundo mágico y por qué no decirlo, también al muggle, todos sus beneficios. —Pansy añadió aquello antes que Hermione transformara la reunión en una sobre el maltrato a las criaturas mágicas que no podían defenderse, Granger se lo agradeció acercándole el vaso; en aquel momento se habían desatado una serie de charlas entre los presentes, lo que permitió a Hermione inclinarse hacia ella y susurrarle al oído.

—Bébetelo todo. —Pidió con su tono más autoritario posible.

—¿Qué recibiré a cambio? —Preguntó ocultando magistralmente en un mechón de su cabello una sonrisa traviesa que no obstante Hermione reconoció en su voz.

—Librarte del resfrío, ¿se te hace poco? —La castaña volvió sus ojos a unos papeles cercanos y se puso a acomodarlos, viendo hacia los demás en la sala esperando que se formara de nuevo el silencio convocado por su mirada seria.

—Conozco otros remedios igual de buenos quizá, y todos implican cosas más amenas que beber de un vaso. —El tono seductor y poco recatado de su comentario hizo a las mejillas de Hermione sonrojarse, de inmediato buscó zanjar el momento medio incómodo bebiendo del vaso, sintió que la lengua le ardía, pero lo ignoró. —¿Cenamos?

—Tengo una tarde-noche muy ocupada, Pansy. —Hermione carraspeó tras decir aquello para ganar el silencio de todos, que empezaron a enfocarse de nuevo en las dos, Pansy dijo antes de que pudieran guardar calma del todo.

—Se puede cenar perfecto a las dos de la mañana. —Le hizo un guiño.

Hermione sonrió, se le escapó sin darse cuenta y Pansy supo que había triunfado, el resto de la reunión iba a ser muy bueno sin duda.

/o/o/o/

—Necesito tus informes en mi escritorio mañana muy temprano, ¿de acuerdo? —Harry volvió a tachar el documento que acababan de traerle, de nuevo las cifras eran malas y no veía avances, estaba entregándolas al auror que las había traído, cuando vio a Shackelbolt en la puerta de su oficina, las cinco o seis personas que siempre le seguían se habían quedado en la puerta del Departamento esperando, y más de la mitad de los aurores estaban mirando directo hacia ellos; Harry sonrió, se puso de pie y fue a estrecharlo en un abrazo familiar. —¿A qué debo tu visita?

—Creí que era buena idea compartir un café con un buen alumno. —Harry asintió dejándolo entrar al lugar dando un paso atrás, mientras se sentaban intercambiaron los saludos básicos, esos que se dicen a cualquier persona; disimuladamente, Harry movió su varita para generar un escudo mágico que resguardara su charla, cualquier persona afuera escucharía bromas y risas y movimiento de tazas y comentarios de oficina comunes; el ojiverde notó, al inclinarse sobre su escritorio para mover los papeles que no dejaban que se vieran bien, que el Ministro hacía lo mismo que él antes, así que lo que fuera que venía a decirle, era serio.

—Ya lo había hecho. —Comentó mientras se volvía a la mesa de café a su espalda y empezaba a calentar el agua con un torpe conjuro que sólo Hermione podía hacer perfecto y a ojo cerrado.

—Más vale que estemos muy seguros… lo que vengo a decirte no es sencillo. —Aquello sonó a "Voldemort resucitó" o "Los mortífagos se están reorganizando", los ojos verdes de Harry se volvieron al hombre frente a él y éste sonrió con la boca, los ojos y el cuerpo entero; era una broma de mal gusto.

—Odio ese chiste, pero por aquí todo mundo me lo aplica. —Shacklebolt carcajeó mientras pedía dos cucharaditas de azúcar con el índice y el medio levantados. —¿Es que tengo el rostro asustado más simpático de por aquí?

—Siempre será un gozo para los viejos que te conocimos en tu época dura volver a ver esos ojos de cervatillo asustado, y con todo y todo, esos mismos ojos te han salvado de demasiadas cosas, Potter. —El tono que usó le recordó a Sirius, a Remus y a Snape, le recordó al fantasma de su padre y de su madre aquella noche en el Bosque Prohibido antes de morir, ahora venía una misión nueva que cumplir. —Hablé con Hermione anoche, Harry, se podría decir que oficialicé las cosas.

—¿Qué dijo? —Más que interesarle qué iba a pasar, le interesaba conocer la primer reacción de su amiga, ojalá hubiera estado ahí para verlo.

—Creo que la asusté un poco, pero hasta el momento no me ha rechazado, sólo se siente insegura. —Murmuró el hombre disolviendo el azúcar en su taza con lentos círculos de la cuchara, Harry dio un sorbo al suyo que no tenía ápice de dulzor. —Por eso decidí venir a hablar contigo y le he enviado una lechuza urgente a Ron. —La simple mención de Ron alteró a Harry, entendía por qué el Ministro hacía algo así, pero no estaba de acuerdo.

—Ni Ron ni yo tenemos que intervenir en esto, Shacklebolt, esto es una decisión de Hermione y sólo ella puede aceptar tomar tu puesto. —Afirmó convencido de lo que decía, el otro asintió también.

—¿Sabes hace cuántos años no ha tomado el puesto una mujer? —Harry no había pensado en aquello y la pregunta lo tomó por sorpresa, en su preparación como auror tuvo una asignatura relacionada con la historia del Ministerio que daba énfasis en puestos como el de Ministro (después de todo, algunas manos derechas de estos eran aurores o ellos mismos lo habían sido antes).

—No lo recuerdo bien. —Confesó dejando su taza sobre el escritorio, Shacklebolt asintió con una solemnidad extraña, Harry viró un poco su rostro a un lado y entrecerró los ojos.

—A diferencia del mundo muggle que conoces tan bien, el mágico no tiene tantas reglas contra las mujeres, de hecho les damos mucho espacio, pero ahora ha pasado mucho desde que una mujer tomó el puesto, aquí todo mundo está más acostumbrado a los pantalones que a las faldas… y necesito que Hermione use pantalones cuando sea necesario. —Harry sintió que se sonrojaba.

—Hermione es perfectamente capaz de fajarse los pantalones, si a eso se refiere señor Ministro. —Su voz fue áspera, desconcertada y ofendida y Shacklebolt sonrió mostrando los dientes del lado izquierdo, Harry se ofendió más. —La conoce, no es cualquier bruja, la he visto desarmar a un auror experimentado con un movimiento y la he visto recibir golpes a puño cerrado… esa mujer tiene aún la marca en el brazo de la tortura de Bellatrix Lestrange… usted no puede venir a decirme que la cree débil. —Estaba profundamente ofendido, en serio lastimado y el Ministro lo notaba.

—No hablo de lanzar maldiciones o dar golpes, Harry… hablo de un puesto político en el que te ponen pociones aturdidoras en el café, siembran rumores para destruir tu reputación o hacen que aparezca un cadáver en tu pasado… la política, Harry, no es una batalla de magos poderosos y brujas inteligentes, para la política valdría más ser fuerte, capaz y rapaz que ser noble, bondadoso y esperanzador… Hermione no necesita ser hombre para ganarse el respeto de los demás, Harry. —Se llevó la taza a los labios y bebió de nuevo. —Hermione va a necesitar más fuerza mental y emocional para este puesto, que física y mágica… lo que vengo a decirte, es que te va a necesitar a ti y a Ron, más que nunca.

Harry se relajó un poco, como fuera, lo que se venía sobre ellos iba a ser difícil, mucho muy difícil.

/o/o/o/

Estrechó la mano de uno de los representantes de los criaderos del sur, y mientras lo escuchaba pedirle consejo sobre un trámite a propósito de su intención de ampliar sus tierras, notó aquella seguridad con que Pansy conversaba con una de las más jóvenes dentro de la sala, una chica pelirroja de ojos verdes que no dejaba de llevarse la mano al rostro mientras hablaba con Parkinson; primero Hermione enfocó su concentración en reconocer a la mujer y calcularle la edad, el primer asunto le resultó imposible, nunca la había visto antes, pero Pansy parecía conocerla de otro lugar, el segundo le resultó más sencillo porque la pelirroja llevaba una insignia en la solapa de la chaqueta, era el logotipo de la generación que había egresado de Hogwarts sólo hacía dos años, cuando Harry y ella habían acudido a dar un discurso para animar a los jóvenes egresados a realizar sus sueños, sin importar lo riesgosos o imposibles que parecieran.

En esa ocasión, Ginny había insistido en que si les habían invitado a dar un discurso llevaran un obsequio, y las dos se habían decantado por un pin de lechuza en vuelo que llevaba en la parte inferior la frase Vuela libre; eso sólo podía significar que aquella joven había egresado entonces y que quizá estaba impulsada por aquel discurso de Harry, que a su modo de ver, había sido en serio inspirador. Mas una cosa era estar inspirada para salir adelante, estudiar una buena carrera, ascender en el Ministerio, hacerse de dinero o posición, y otra muy diferente era estar ahí parada, charlando con Pansy Parkinson, jefa Adjunta de la Sub Coordinación de Industrialización Mágica…

Pansy sonrió mientras se guardaba las gafas en el bolso interno de la chaqueta y cruzaba los brazos sobre el pecho, no la miraba, pero Hermione podía notar perfectamente que ya no tenía resfrío, los ojos se le veían más abiertos y claros, las pupilas verdosas resplandecían bajo la luz a medias de la sala y las cejas, oscuras y fuertes, le enmarcaban muy bien la mirada; la melena oscura se meció a un lado cuando Pansy inclinó la cabeza para escuchar a la joven decirle algo y Hermione sintió un vuelco cuando se echó a reír, una risa irónica, de boca abierta y fuerte, esa risa de "me estoy burlando mucho de lo que dices, porque no lo creo para nada" y la pelirroja parecía boba ante el gesto porque seguía diciendo lo que fuera que hacía a Pansy burlarse.

—¿Qué opina, señorita Granger? —La voz del hombre la hizo volver al hilo que se suponía debía ser el principal en su cabeza, asintió y sonrió de mala gana, disimulando que apenas le había puesto atención y se sacó del bolsillo una nota en la que escribió el número de una oficina a la que podía enviarlo, para que le resolvieran todas sus dudas, cualquiera que estas fueran.

—Seguramente aquí podrán ayudarlo, ¿por qué no va ahora mismo?, dígales que le he enviado y puede confiar, le darán solución a su problema. —El sujeto le estrechó la mano con fuerza y decisión, sonreía casi tanto como si Hermione le hubiera dado en serio una salida a su situación, que ni siquiera hubiera sido capaz de contestar cuál era si le hubiera preguntado; se volvió tras despedirse de nuevo con frases alentadoras y generosidad, caminó dos pasos hacia Pansy y la otra chica antes que alguien más la detuviera y se viera obligada a charlar con alguien más.

Esta vez la interceptaron y el tema le atrapó por un instante, el sujeto que le estaba hablando tenía la idea brillante de entablar un negocio de construcción a partir de los esqueletos desechados de dragón, que abundaban en muchos lugares de Inglaterra y que necesitaban problemáticos y engorrosos hechizos encubridores para que los muggles no los detectaran; mientras Hermione escuchaba su idea, sugería algunos cambios y le daba una cita para dentro de cuatro días más, que además tuvo que notificar en una avioncito improvisado a su asistente, Pansy y la pelirroja habían llegado hasta la puerta de la sala, y para cuando pudo al fin soltarse de cualquier otro intenso seguidor, descubrió que ya ninguna de las dos continuaba en el lugar; tomada por sorpresa, intrigada y por qué no decirlo, confundida y asustada, Hermione se despidió de dos o tres personas más y echó a andar rumbo a la puerta, donde esperaba dar alcance a la morena e intercambiar un par de palabras antes de que algo volviera a interrumpirlas.

No sabía si iba a aceptarle la propuesta de cenar o si iba a reclamarle por el beso de un rato antes, tampoco sabía qué ocurría dentro suyo, pero verla charlar con la pelirroja le había despertado una cierta agrura que sabía de antemano no tenía nada que ver con el estado de su estómago o los alimentos que había tomado más temprano; mas al llegar a la puerta, Pansy no estaba y aquello fue como si la agrura agarrara solidez y se le fuera en picado hasta el vientre.

—Con permiso. —Dijo afianzada a sus apuntes y dejando atrás a gente para salirse del lugar, en una esquina al fondo del pasillo, Pansy y la pelirroja seguían charlando; echó a andar lo más tranquila y segura que pudo, ignorando que su asistente, del otro lado del pasillo la miraba con clara interrogante. —Hola. —Dijo de pronto al plantarse junto a esas dos que se reían de algo, sintió que algo le oprimía la garganta y unas ganas tremendas de preguntar "¿qué es tan gracioso?" pero no lo hizo, alzó las cejas y miró a una y otra esperando una respuesta, un saludo, ¡una confesión!

—Hola, Granger. —Pansy lucía más Pansy que nunca, había en su rostro, en su sonrisa, ese aire sarcástico y venenoso del Colegio, justo el rostro que Hermione recordaba de los años de escuela y que la hacía sentir que nada tenían en común, salvo compartir la misma generación; como Hermione mirara fijo a la pelirroja y no añadiera nada al saludo, Parkinson se irguió más dejando en alto su barbilla y con una sonrisa displicente añadió. —Supongo que recuerdas a Samantha Brown. —Hermione no tenía ni recóndita idea de quién era, y su rostro de circunstancias lo dejaba más que claro, así que la chica, que ahora podía ver Hermione tenía la cara tapizada de pecas, estiró con velocidad absurda su mano para tendérsela, la castaña atinó a sujetarla con un apretón poco amable.

—Solía jugar en el equipo de quidditch de Slytherin cuando Ginny Weasley dio una demostración en Hogwarts, ahí nos conocimos… y la noche que usted y el señor Potter dieron aquel grandioso discurso, estuve ahí. —Podría haber dicho que había estado parada junto a Krum la noche del baile del Torneo de los Tres Magos o que la había encerrado en el mismo frasco que a Rita Skeeter, el resultado habría sido el mismo: no tenía jodida idea de quién era, qué hacía ahí y porqué estaba actuando como si Pansy fuera una estrella de rock.

—¡Qué bien! —Su voz sonó chillona, idiota e infantil y lo supo, pero no le preocupaba saberlo ella, le preocupaba que lo supiera Pansy.

—Está preguntándome qué tan probable es que tú, Potter o Weasley, y me refiero a Ginny… le den una carta de recomendación para trabajar en Azkaban. —Pansy dijo aquello alzando las cejas, mirando a Hermione con la mueca de desagrado sonriente más extraña nunca vista.

—¿Y para obtener algo de nosotros, charla contigo? —Hermione se volvió a la muchacha que para ese momento había captado que Parkinson se había estado burlando de ella, era lo más lógico y no lo había notado, Pansy no tenía intenciones de contactarla con Hermione o Harry o Ginny, solamente estaba aprovechándose de su inocencia, burlándose quizá; claro, ella no sabía lo que Hermione supo entonces, Pansy quería despertarle celos, los había visto en el fondo de su mirada cuando las vio por primera vez y los quiso aumentar todo lo que fuera posible.

—Bueno, de algún modo debe acercarse… y al final sirvió, ¿eh Granger? —Pansy le guiñó un ojo, puso su mano en el hombro de la pelirroja y tras darle una palmada de conmiseración, echó a andar por el pasillo rumbo al despacho de Hermione; la castaña la miró irse intentando no hacer caso al sonrojo que crecía en las mejillas de la chica, que no sabía dónde meterse ni porqué había acabado en ese embrollo.

—Ve con mi secretaria, dile que te envío para que te dé el número de Scott… ella sabrá que hacer y cuando le digas que quieres trabajar en Azkaban, aclárale que no eres sanador… te dará buena orientación. —Tras decir esto y animar a la chica con una sonrisa tranquilizadora, aceleró el paso, sólo para encontrarse a Pansy esperándola a unos metros de su asistente, que esperaba a las puertas de su oficina. —¿Te has mofado de esa chiquilla?, ¿qué le dijiste?, ¿que eras mi amiga? —Estaba enojada, estaba molesta e incómoda.

—Le dije que jugueteé la otra noche con tu entrepierna un rato y le conseguiría lo que fuera de ti. —Se le vino toda la sangre a las mejillas y Pansy se rió tanto que la gente con la que se topaban les miraba con azoro; Hermione tenía ganas de meterse en un agujero y no salir nunca.

—¡Eres una imbécil! —Le espetó entre dientes con toda la rabia que sentía.

—Es broma, Hermione… cómo crees de verdad que le voy a decir algo así… simplemente me hizo gracia que se me acercara de la nada y empezara a hablar de ti como si fueras una tarjeta de las ranas de chocolate que a nadie sale. —Hermione le miró con una angustia enorme. —Me ha dado rabia que hablara tanto de ti… cuando me dijo que las presentara, le dije que estabas ocupada y la saqué de ahí, además, se te ve tan mona celosa. —Pansy se encogió de hombros, pero ya no había aire de mofa, tenía una sonrisa triste y fingida en la cara. —¿Estabas celosa?

—Mira Pansy… —Habían llegado hasta la puerta de su oficina y su asistente guardaba distancia prudente para no escucharlas, Hermione abrió mientras hablaba sin dejar de sostenerle la mirada a la morena, que le seguía bien de cerca. —… no me gusta que juegues de esa forma conmigo, no voy a permitirte que me tomes a tu broma, ¿entiendes?... sea lo que sea que está pasando, no me gusta que…

—¿Qué está pasando? —Con las piernas extendidas y apoyadas en el escritorio, echado casi por completo en su silla de cuero, Ronald Weasley les volvió la mirada, Hermione sintió perfecto el cuerpo de Pansy tensarse y el ronquido de desagrado que le manó del pecho; tragó saliva incomodísima, no quería a Ron ahí, no lo quería tener en su oficina y luego de su último encuentro, no quería saber de él cosa alguna.

—Ronald Weasley… qué grato encontrarte aquí, y tan entrometido como siempre. —Pansy había recurrido a sujetarse del marco de la puerta y se había congelado del otro lado, aun cuando Hermione estaba dentro sosteniendo aún el pomo y con sus papeles congelados frente a su pecho.

—¿Entrometido? —Ron bajó lentamente los pies del escritorio, haciendo que algunas hojas se fueran al piso. —La única persona que sobra en este sitio eres tú, Pansy. —Hermione sintió como si se lo hubiera dicho a ella, notaba en los ojos de Ron un sombreado que anunciaba problemas y la cabeza le empezó a doler aun antes de siquiera saber a qué venía.

—Bueno, eso es cuestión de perspectiva. —Pansy sonrió, su voz era sarcástica y ácida y Hermione supo que Ron no sólo la estaba incomodando, sino que además, si no se iba pronto de ahí, seguro diría algo de lo que las dos, o mejor dicho los tres, se iban a arrepentir.

—Hablaremos luego, Pansy. —Sonó ronco, fuerte, forzado, el cuerpo de Pansy pareció soltar el aire que tenía dentro, aflojarse de tal modo que creyó que si no se estuviera sujetando a la puerta, probablemente se habría caído; se volvió para cerrar y para despedirla, Pansy tenía un tono pálido en las mejillas y se estaba presionando los dedos para tronarlos. —Te escribo al rato, ¿sí? —La mirada que Pansy le dedicó era un acertijo, no supo Hermione si la estaba odiando o le estaba implorando, pero vio bien el aire ofendido con que se dio la vuelta impulsando lejos su flequillo y taconeando por todo el pasillo de muy mal genio; cuando cerró la puerta, supo que lo que venía con Ron iba a ser espantoso.

/o/o/o/

—¡Familia!, ¿están? —Ginny pasaba en aquel instante del baño a la cocina, al escuchar la voz de Charlie fue corriendo hasta la chimenea y sintió la necesidad de entrar y estrecharlo en sus brazos.

—¿Qué haces por chimenea, bárbaro? —Sentada en la alfombra intentó distinguir las facciones alegres y rechonchas de su hermano, que se sopló un mechón rebelde de la frente mientras veía a su madre acercarse.

—Además de saludarlas, bellas señoritas… —Molly soltó una risilla complacida con el adjetivo, Charlie le guiñó un ojo a su hermana. —… quería hablar con Ronnie un momento, ¿está?

—Debe estar arriba, un momento. —Molly fue hasta el hueco de la escalera y se puso a gritar a voz en cuello. —¡Ronald, Charlie está llamándote!

—Mamá, no lo llames, no está en su cuarto. —Ginny se apresuró a atajar más gritos, la voz de Molly siempre parecía lo suficientemente poderosa para hacer temblar la totalidad de la casa.

—¿A qué hora salió? —Ginny negó con la cabeza y Charlie frunció el ceño viéndolas tan intrigadas, no le hacía nada de gracia verlas preocupadas por la ausencia de su hermano menor.

—Bueno, tendrán que darle mi mensaje… por favor, díganle que la casa está a su disposición, salgo mañana para Hawái a un encuentro con los criaderos americanos, llevaré conmigo algunas crías para exhibición, así que voy a tardar por lo menos tres semanas… —Charlie se inclinó más dentro de la chimenea y añadió con voz pícara. —… y si me va bien, podría tomarme unas semanas más de vacaciones y enviar las crías con los muchachos. —El guiño que le dedicó a su hermana la hizo sonreír, pero Molly estaba intrigada por otra cosa.

—¿La casa está a disposición?... ¿de qué casa hablas? —La jefa de la casa Weasley analizaba el rostro de sus dos hijos presentes, Ginny tenía clara expresión de no saber nada y Charlie una de no entender que no supiera.

—La casa, mamá… Ron me escribió pidiéndome asilo para él y Hermione por un par de días, así que pueden decirles que tomen la mansión y disfruten la estancia porque no haré mal tercio. —Molly se enfurruñó de repente y Ginny pareció confundida.

—Hermione tiene mucho trabajo luego de los días que estuvo fuera por el veneno de avispa… dudo que tenga tiempo de irse unos días. —Molly asintió y añadió con claro fastidio.

—Ronald está decidiendo por ella de nuevo… ¡no entiende! —Molly echó a andar rumbo al jardín a buscar a su esposo y Charlie y Ginny se quedaron solos.

—Dime algo, Ginny, ¿Ronnie está bien? —No supo qué contestar a aquello, pero su cara lo decía todo, Charlie frunció el ceño y pareció echarse atrás en medio de los carbones encendidos. —Hazme un favor, dile a ese cabezota que puede ir conmigo a Hawái… esas playas limpian la mente.

—Se lo diré, Charlie. —Ginny le sonrió para calmarlo, las llamas chisporrotearon y la comunicación se perdió.

/o/o/o/

Luego que Pansy desapareciera por el pasillo y cerrara la puerta, Hermione se volvió a mirar a Ron, inclinado sobre el escritorio, su nariz la señalaba insolente y sus ojos azules la inspeccionaban; por un momento a Hermione le pareció que más que revisarla, confirmaban lo que sabía de sobra. Cuando Ron abrió la boca le pareció que lo que iba a decir era "Sé que te acostaste con Pansy".

—Nunca me ha caído bien. —Fue el único comentario seguido de un largo silencio en que cada latido de su corazón profetizaba que vendría aquella frase. —¿Qué quería? —Volvió a reclinarse en la silla de Hermione y ella caminó hacia su estante para poner en él los documentos que llevaba consigo, antes de poder contestarle llamaron a la puerta y Ron concedió que entraran, mientras se giraba en la silla y volvía a poner los pies sobre el escritorio en actitud cómoda.

—Señorita Granger, el Ministro le envió estos pergaminos, además me pidió que le confirme de la cena de hoy con el Ministro Muggle. —Hermione asintió y tomó los papeles, luego se acercó hasta su escritorio y se inclinó sobre las notas que Mindy le venía a mostrar. —Me pidió que le dijera que mañana muy temprano, el señor Blaise Zabini pasará por su oficina para acompañarla a Azkaban, también que el señor Potter y él han concertado una cita con la profesora McGonagall para la tarde, quiere que…

—Mindy, mañana Hermione va a estar ocupada, por favor avise al señor Ministro que tendrá que ajustar sus compromisos. —Hermione alzó la mirada y penetró a Ron con los ojos, pero él sonreía, una sonrisa tamaño mundial que hizo a Mindy relajarse, pese a primero haber sentido el mismo espasmo que su jefa.

—Déjanos solos. —Hermione tenía la sensación de estar hablando en un sueño, ya antes había intentado Ron darle órdenes a Mindy sin que ella se diera cuenta y en todas las ocasiones habían acabado discutiendo, algunas veces se enfurruñaban y dejaban de hablarse unas horas hasta que generalmente ella concedía tregua, otras veces Ron se disculpaba, admitía idiotez y rogaba perdón; pero por lo visto, siempre acababan metidos en el mismo constante problema. —Cierra cuando salgas Mindy, y no dejes que nadie entre. —La mujer asintió y se apresuró a salir.

—A veces la tratas como a una criada y no a una especialista en archivística mágica. —Ron se mofaba del nombre de la profesión, Hermione no dejó que el chiste la ablandara.

—¿Quién te crees que eres para pedirle que le avise al Ministro que no cumpliré con sus órdenes? —El tono con que lo dijo, el chillido exasperado que le vino de la garganta hizo a Ron cambiar de rostro, no se esperaba aquel cuestionamiento defensivo y enojado.

—Se lo pedí por favor. —Era la respuesta más estúpida posible y Hermione sintió que se le amargaba la boca, la cara de su novio era una mueca de compungimiento que le dio náusea, una peor que ver a Pansy charlar con la pelirroja, le dieron ganas de salir corriendo o echarlo a patadas.

—No eres nadie, ni tienes autoridad alguna en esta oficina para venir a decir que no haré o cumpliré con mi trabajo, ¿entiendes? —Intentaba calmarse, se serenaba a fuerzas de apretar los puños contra su escritorio y mirarlo airada, pero serena; Ron bajó los pies del escritorio y se puso de pie para mostrarle que era aún más alto que ella y tenía suficiente dominio de la situación, porque si algo no le gustaba de Hermione era que pretendiera dominarlo siendo él el fuerte de los dos.

—¿Que no soy nadie? —Ron estaba asombrado por aquella aseveración, Hermione no se amilanó en lo más mínimo, por el contrario, se irguió cuan alta era así le llegara sólo al hombro, lo miró fijamente y frunció el ceño. —¿De qué estás hablando?

—No eres mi jefe, tengo una responsabilidad y no voy a permitir que vengas a querer mandar en mi oficina, Ron… no vuelvas a intentar meterte con mi agenda o mi trabajo. —Era una amenaza, una fuerte y radical y Ron supo que estaban en un terreno inexplorado porque aunque habían discutido antes y su novia lo había sentenciado, nunca antes lo había hecho con aquel tono y esa violenta decisión.

—¿Por qué actúas como si hiciera algo malo? —Ron salió por la tangente, ahora tenía que cuestionarla y hacerla flaquear, hacerle ver que ella estaba mal al reaccionar a la defensiva.

—Porque esta es mi oficina, es mi empleo, mi carrera… no quiero verte modificar mis planes o mis asuntos, porque yo no me meto en los tuyos. —Dijo dando la vuelta al hombretón y yendo a su escritorio, Ron se quedó plantado viéndola hacer como si le hubiera agredido.

—Sé perfectamente que eres una jefa por aquí, Hermione… y sé que estás bien posicionada, pero no pretendo sino ayudarte. —Su voz era todo, menos de ayuda y Hermione se sonrió con sorna llevando sus manos nerviosas por las hojas sobre el escritorio sin atinar ni a verlas ni a ubicarlas en algún sitio, aquello lo hizo encenderse. —¡No me dediques esas risitas, Hermione!... no soy idiota, no te burles de mí.

—Nadie se burla de ti, Ronald, deja de comportarte como un chiquillo. —Cuando llegó al fin a sentarse, notó las migajas sobre sus documentos que caían mientras los movía, manchando aquí, corriendo tinta allá, la base del panquecito estaba arrugada sobre su portafolio y las marcas del polvo de los zapatos de Ron estaban por todos lados ensuciando sus cosas, como si estuviera en casa con dos chiquillos aprendiendo a caminar jugando sobre su trabajo. —Vienes hasta mi oficina, ensucias mis cosas, ordenas a mi secretaria… ¡cómo esperas que no me moleste contigo!

—Yo soy tu novio, Hermione. —Espetó escupiendo entre las letras como si necesitara gritarlo para que ella lo recordara, y como si las gotitas de saliva sirvieran de aliciente para ello.

—Lo tengo bien claro, pero un novio no es un jefe, Ronald. —El pelirrojo frunció el ceño y sostuvo la mirada de la castaña que se había inclinado sobre el escritorio y lo miraba furiosa en una batalla sin tregua por mantenerse firmes. —Y para serte muy franca, empiezo a pensar que no deberíamos seguir siéndolo… —Ron palideció, las pecas se le resaltaron como si fueran marcas de tinta café, Hermione supo que había rozado la fibra más delicada de su ex compañero de clase pero no quería amedrentarse, ni retroceder, aunque no estaba segura, sí comprendía que esto que salía sin pensarlo ni planearlo tenía mucho de verdad en el fondo. —… no estamos yendo a ningún sitio, estamos estancados hace años y si seguimos como hasta ahora esto se convertirá en una constante de discusiones y peleas… no quiero pelear para dominarte y no quiero que intentes dominarme, Ron. —Su tono de voz se suavizaba mientras los ojos de Ronald empezaban a arder.

—Vine a decirte que quiero que pasemos unos días en la casa de Charlie… necesito tiempo para aclarar mi mente luego de lo que pasó con mi empleo… —El tono de Ron era el de alguien que ha sido vapuleado, Hermione sintió una culpa inmensa que la hizo cerrar los ojos y dirigir el rostro al techo; no podía creer que a pesar de las peleas, los malos ratos, la ausencia (porque Ron no había ido a verla durante su enfermedad) en serio esperara que aceptara irse de luna de miel prematura a casa de su hermano. —… Hermione, reconozco que no estoy bien, pero precisamente porque no lo estoy te necesito. —Weasley le miraba conteniendo la rabia que tenía dentro, se estaba aguantando lo que sentía a raíz de la insinuación de Granger de que debían separarse, de que estaban estancados; Hermione abrió los ojos y tamborileó sobre el escritorio exasperada, no quería pasar tiempo con Ron a solas, no quería tenerlo quejándose con ella de lo malos que sus jefes habían sido, ¡no quería acceder a irse lejos con él!... y sí, quería terminar con él de una buena vez.

—¿Y lo que yo necesito, Ron? —La pregunta le salió de la boca sin pensarlo, igual que le salieron un montón de lágrimas mientras seguía mirando el techo sin atreverse a verlo a él, porque fuera como fuera, aún sentía algo por aquel gigantón insensible e idiota: cariño y quizá sólo eso.

—Yo te daré lo que necesitas… yo soy lo que necesitas. —Una risa extraña se ahogó en la garganta de la castaña confundida con un sollozo fuerte, triste; brutalmente triste.

—Tú eres lo que necesito. —Hermione pensó en Pansy, en su rostro inclinado sobre su pecho aquella vez que se había quedado dormida reclinada en su cama, sentada en la alfombra… no se parecía para nada en lo que tenía delante ahora.

/o/o/o/

Pese al desagradable encuentro con Ronald Weasley marcando territorio como un maldito gran danés café dejando sus horribles huellas por toda la oficina de Granger, Pansy Parkinson iba sonriendo de regreso a su oficina, se sentía bien porque había logrado algunas buenas cosas con esa reunión al lado de Hermione Granger: había descubierto la gran relevancia de aquella ex compañera de Colegio, su poder, su dominio frente a las personas y tenía que reconocer que algo que le atraía mucho de alguien era justo eso, su poder de convocatoria, su control de masas… estaba fascinada y asustada por igual; lo otro era que le había dado su espacio, su importancia, como si fuera genuino su interés en lo que ella sabía, como si de verdad la castaña ignorara cosas y ella las supiera bien; el tercer logro era más bien egocéntrico: Hermione se ponía celosa de que le dedicara atención a alguien más y eso, la tenía que saltaba de contenta.

En general había sido una buena mañana si además le sumaba el hecho de que gracias a su "amiga", también se había recuperado por completo del resfrío; o eso pensó, hasta que al entrar a su oficina detectó un cierto aire helado que le hizo fruncir la nariz y mirar a todos lados. Cuando sus ojos se toparon con Millicent en un rincón bebiendo café, la mirada que su compañera de dormitorio le dedicó hizo que se pensara dos veces el cruzar entre todos aquellos escritorios hasta la puerta de su privado; cuando el cuerpo enorme de Milly se acercó a grandes zancadas como quien quiere impedir un suicidio, supo que la cosa era en serio densa y creyó oler en el aire fresco que inundaba el lugar, un cierto aroma de hierba recién cortada que le despertó recuerdos de infancia que no podía del todo dilucidar.

—Tienes visitas. —Millicent dejó su taza de café sobre un escritorio cercano, algunos otros miraban hacia ellas disimuladamente y Pansy tuvo que inclinarse un poco para que su voz no fuera más allá de su compañera.

—¿Quién es? —Aunque ya en la punta de la lengua tenía el sabor de aquel perfume y ya se le venía el recuerdo de la persona que lo usaba, todavía estaba luchando por darse cuenta… ¿o no?

—Llegó hace una media hora y está impaciente desde hace diez minutos… Pansy, trata de estar serena, ¿de acuerdo? —La advertencia le sonó a chicotazo en la cara, cuando vio por las persianas de su oficina la figura esbelta dentro, supo que habían cerrado la puerta y las ventanas para darles privacidad, porque lo que fuera que viniera ahora, no debía ser visto claramente por todos. —Cissy no viene de humor.

Su suegra. O ex suegra.

—¿Qué quiere? —Masculló sin voz, los ojos muy entrecerrados y la mano intentando por todos los medios ocultar en el bolsillo de su pantalón las gafas que como por manía, tenía que ocultar más profundo entre su cuerpo; empezaron a caminar rumbo a la oficina, porque ambas sabían que no tenía caso postergar aquello, de hecho sería peor, Pansy empezó a acomodarse la melena y su amiga le hizo uno que otro movimiento en el cuello de la blusa y las solapas del saco.

—Dicen que el rumor de lo que pasó con Draco llegó algo lejos, Pansy… y que tuvo una fuerte discusión con él porque no pudo tolerarlo… —Tragó saliva al escuchar aquello; si debía decirlo, Cissy Malfoy la intimidaba más que su propia madre y si tenía que ser sincera, le tenía más aprecio incluso, siempre le había tratado bien, le había dado consideración y atenciones, incluido algo de afecto. —… se comenta que impuso su autoridad con su hijo y que aunque él declaró un rompimiento entre los dos y están distanciados… bueno, dicen que Draco ha sentado cabeza.

—¿Sentado cabeza? —Aquello la sacó de su nervio anterior, volvió sus ojos a buscar los de Millicent que le miraron con seria preocupación; algo en la boca de su estómago se removió brusco y fuerte, como si tuviera dentro un animalejo queriendo romper su pecho para salir…

—Dicen que Draco fue a su bóveda por el anillo de mi tía Violetta. —Pansy estaba confundida. —Que por cierto, es una extraordinaria reliquia familiar que muchos en casa pensamos debe regresar a nosotros, hablamos de una joya que se formó originalmente con los brillantes de…

—¡Millicent!... ¿Y por qué iba Draco a sacar el anillo de Violetta Bulstrode?... un momento, Milly… ¡eso no importa ahora!... además, a Draco por tradición debe corresponderle el de una abuela Malfoy, no del árbol de los Black… ¡pero eso no me importa, Milly! —Estaban por llegar a la puerta, estaban por tener que abrirla y Millicent la estaba distrayendo con cosas que en otro tiempo bien le hubiera gustado chismear, pero ahora no; la silueta se había vuelto a sentar y Pansy tenía la boca seca. —¡¿Qué tengo yo que ver con que Draco fuera a una bóveda por un anillo viejo?! —Tenía en el rostro una angustia ancestral, una opresión en el pecho descomunal, como si acumulara en el cuerpo la ansiedad de la tía Violetta Bulstrode, la de Irma Crabbe, la de Druella Rossier y la de la mismísima Narcissa Black previo a su boda con Lucius Malfoy.

—Dicen que viene a remediar las cosas contigo… porque junto con Draco decidió que tú debes usar ese anillo. —Millicent tenía en la cara una mezcla de incredulidad y esperanza. —¡Dicen que por fin una Parkinson será una Malfoy! —Los ojos de Millicent estaban radiantes de emoción y las orejas de Pansy empezaron a zumbar tan fuerte que necesitó llevarse la mano derecha a la del mismo lado, tratando de evitar que entrara el sonido y la aturdiera.

La sangre se le fue al piso, la boca no sólo se le secó, empezó a amargarle como si hubiera estado masticando ortigas. Pansy Parkinson, una Malfoy… el sueño de las todas las generaciones de su casa, al fin materializado… Imposible; Millicent tomó el pomo de la puerta y lo giró, y ella atinó a alzar más la barbilla antes de entrar.

Pansy Malfoy… ¡Imposible!

/o/o/o/

—¿Tú eres lo que necesito? —Esta vez lo preguntó y Ron que antes estaba muy enojado y contenido, se volvió a mirarla con un aire esperanzador, como si bastara que ella lo dudara para que él pudiera convencerla, mas Hermione frunció el ceño y apretó la mandíbula, estaba furiosa con él como pocas veces lo había estado. —¡¿Qué sabes de lo que necesito?!, ¿cuándo te ha importado? —La mirada del pelirrojo fue como un tizón ardiendo y las dos zancadas que dio para alcanzarla hicieron vibrar el piso entero de la oficina, Hermione estaba preparada para lo que viniera, la mano como garra de Weasley se prensó a su brazo y estrujó con fuerza.

—Se te hace poco haberte seguido día a día durante los últimos años, ser tu sombra en el Colegio, arriesgar vida entera el uno por el otro, Hermione, ¡tengo marcas que dicen que te he acompañado y que lo he hecho porque te quiero! —Los ojos azules que tenía clavados en ella le dijeron dos cosas: que él no iba a desistir de estar con ella y que por más que le dijera las cosas no iba a entender, porque si algo tenía Ron Weasley era terquedad.

—Si me vas a pasar la cuenta por cada vez que arriesgaste el cuello por Harry o por mí, como otras veces has hecho, hazlo… pero entiende que estoy cansada de eso, ¡estoy cansada de que nada de lo que Harry y yo hacemos por ti sea suficiente, de que me reclames cosas del pasado, de que alardees de estar conmigo cuando no eres capaz siquiera de recordar que hace años no como un maldito panqué de mantequilla y frutos rojos! —Sujetó las hojas del escritorio que aún tenían migajas y se las echó a la cara, Ron giró la cara a un lado y apretó los dientes, volvió a estrujarle el brazo lleno de rabia sacudiéndola mientras las hojas se despeñaban entre los dos rumbo al piso.

—¡Vas a venir conmigo porque eres mi novia! —Amenazó ya fuera de sí y entonces Hermione le sostuvo la mirada cuando la tuvo frente a él furioso y enrojecido, ella soltó un ronco y decidido…

—No voy a ir... y no quiero seguir siéndolo tampoco. —Ron reaccionó como si lo hubiera abofeteado y Hermione sintió que aquello había sido demasiado, le dolió decirlo tanto como si él se lo hubiera dicho a ella, fue como si se arrancara algo desde dentro y lejos de querer volver a gritar enojada, los ojos se le llenaron de lágrimas; Weasley le miraba fijo, exasperado, ella se llevó las manos a la cabeza y luego añadió sollozante.

—No me vas a hacer esto, Hermione. —Acercó el rostro tanto a ella que podía olerlo, podía ver las venillas alteradas de furia en sus ojos y el enrojecimiento que enmarcaba sus mejillas. —No me vas a hacer esto ahora, ¡no terminarás con algo que es de los dos!

—Hace mucho que en esto no estamos los dos, Ron. —Sentía que iba a hipar de llanto de un momento a otro, sentía que si no se lo quitaba ahora no iba a poder después, así que empezó a empujarlo con ambas manos, firme y constante. —Suéltame.

—Charlie nos espera y vendrás conmigo, porque estando allá vamos a solucionarlo todo, ¿entiendes? —Hacía un esfuerzo real por contenerse, ella tenía que reconocer eso porque luchaba por no gritar y aproximaba su frente a la suya, hasta posarse contra ella en una caricia fría como un muro. —En casa de Charlie, todo va a solucionarse, cambiarán las cosas y podremos volver a lo que teníamos y a lo que éramos… por favor. —La forma como apretaba las manos en torno a ella, la rabia contenida en sus ojos y la súplica intransigente en su voz, le hablaban a la castaña de la terrible frustración a la que estaba sometido; pero Hermione no sólo no estaba dispuesta a volver a probar suerte luego de años de intentarlo, sino que no se sentía esperanzada por aquella callada violencia con que quería convencerla.

—No voy a ir… ve tú, piensa las cosas… —Logró soltarse de su agarre y dar dos pasos atrás interponiendo el escritorio entre los dos, la mueca de desesperanza de Ron la asustó y atinó a decir algo que no tenía nada que ver con lo que en verdad pensaba, pero le pareció menguaría todo. —… date un tiempo, dame un tiempo y hablaremos cuando vuelvas.

Ron se inclinó sobre el escritorio mirando a la madera, a las hojas de papel en el piso y las migajas que aún se distinguían blancuzcas en el suelo oscuro; dos pasos dio Hermione hacia la pared, no sabía si la asustaba o le preocupaba, sólo sabía que su rostro enojado no le gustaba nada nada. La mano apoyada en el escritorio de Ron se despegó de él con un siseo y fue a meterse entre su melena ardiente, peinándola atrás, la nariz del hombretón se estremeció con un resoplido y en seguida se irguió cuan largo era.

—Voy con Charlie. —Echó a andar hacia la puerta sin apenas volverse a verla, iba a sujetar el pomo cuando Hermione, dejando de lado el llanto que ahora le parecía haber sido sólo efecto del susto y de la profunda tristeza que le daba decir verdades, se secó las lágrimas y lo llamó.

—Ron. —El pelirrojo se quedó pegado a la puerta sin volverse a mirarla, esperando lo que fuera que tenía que decirle, Hermione se encontró vacía, sin idea de qué decir. —Nunca vas a perderme, Ron… siempre voy a estar para apoyarte. —Una vez dicho aquello supo que podía malinterpretarse, él se irguió más, pareció respirar con mayor soltura, abrió y salió sin decir nada; Hermione quiso alcanzarlo y retractarse, agregar lo que en realidad quería decir: que siempre iban a ser amigos, que el afecto que se tenían no podía acabarse; no quería que lo entendiera como que no habían terminado, cuando su intención era justo esa, terminar.

Sola dentro de su oficina, se dio prisa en levantar los documentos que habían acabado en el suelo y con un movimiento de varita, las acomodó en el orden correcto y limpió donde era necesario; se dejó caer exhausta en su silla, mirando, sin poder entender lo que había ocurrido, al vacío, sentía un frío extraño en todo el cuerpo, mezclado por un calor abrazador ahí donde las manos de Ron le habían estrujado quizá hasta dejar cardenales. Convencida de que Ron haría de aquello un huracán sujetó papel y pluma y escribió una nota rápida para Ginny, que tendría que hacer de muro de contención para cuando su hermano llegara a casa, la nota no tenía más de cinco líneas, pero era precisa y reveladora:

Ginny:

Ron y yo hemos discutido, no preguntes pormenores, porque no tienen importancia; mi intención es no volver a esta exasperación enfermiza, no quiero tener que lidiar más con él, estoy cansada y no tiene caso intentar razonarlo. La decisión está tomada, no puedo estar más con él, le he dicho que vaya donde Charlie y piense las cosas, se dé tiempo. Pero de nada servirá ya. El asunto está cerrado, Ginny, espero pronto poder hablar con ustedes y aclarar todo.

Hermione.

Aunque la nota le parecía horrenda, quería enviarla y lo hizo tan rápido como le fue posible, porque sentía que podría arrepentirse de no hacerlo; una vez que envió la nota, volvió a sus cosas apresurada no sin antes mirarse al espejo y confirmar que su rostro no estuviera horriblemente desencajado; pero lo estaba, se descubrió llorosa, colorada, con los ojos hinchados de quien ha pasado por un llanto desconsolado y trató de hacer memoria para confirmar que no había sido demasiado tiempo el que llorara, o el que berreara… la discusión no había sido tan larga, no obstante se sentía como si hubiera pasado horas en ello, gritando, discutiendo. Intentó calmarse, secó su rostro de nuevo y entonces abrió las cortinas que la rodeaban y dejó que la oficina quedara iluminada; no tenía caso fingir que nada había pasado, pero al menos quería que le vieran activa, serena y trabajando, por lo menos para que no quedara la impresión de que Ron le pudiera haber hecho daño, o peor aún, que ella lo hubiera permitido.

Había miradas indiscretas que le causaban escalofrío pero supo ignorarlas con estoica decisión, no obstante un par de minutos después se dio cuenta que necesitaba volver a imponerse y por eso fue a toda velocidad hasta la puerta, abrió con violencia y con un estrepitoso llamado hizo que Mindy y su secretaria fueran hasta ella; a la primera la envío con urgencia a la oficina de Harry, quería el expediente de Ron y hablar con su amigo en cuanto fuera posible, a la segunda le pidió el proyecto de Pansy que ya había regresado de un par de correcciones externas y le pidió que le llevara su agenda para el día, porque compungida o no, tenía que seguir adelante.

Y en ese momento ya no sentía tristeza o pena, sino solo una desesperada necesidad de recuperar el control de su vida y su trabajo.

/o/o/o/

—Señora Malfoy. —La oficina entera olía a Cissy, fresco, frío, penetrante, la cabellera le caía elegante sobre los hombros, ahí donde las solapas y el cuello de su saco fino le enmarcaban el rostro; cuando se volvió, Pansy leyó en su cara algo que no le gustaba, pero sonrió de todos modos y se acercó para saludarle, como otras muchas veces, Cissy le dio un beso suave en la mejilla y sonrió con amabilidad. —¿A qué debo su visita?

—¿Cuál es la hipótesis de Millicent? —No tenía caso fingir demencia, Pansy sabía bien que Cissy tenía un oído prodigioso aún a sus años.

—Bueno, sabe cómo son los chismorreos de oficina. —Quiso quitarle importancia, pero Narcissa se inclinó hacia el escritorio tras el que se había sentado ya e insistió con su mirada penetrante y helada.

—No... ¿cómo son? —Pansy sintió una punzada, era obvio lo que quería, Narcissa Malfoy estaba exigiendo a Parkinson que repitiera justo lo que la otra mujer había dicho tan emocionada en el pasillo rumbo a la oficina, con las mejillas amenazando con colorearse acabó por decirlo.

—Están rumorando que viene a hablar conmigo sobre el tosco rompimiento que tuvimos Draco y yo hace unos días… dicen que viene a limar las asperezas… —Narcissa le miró esperando más, asintió lento y largo sin dejar de verla y como no dijera nada, tuvo que añadir. —… mencionan un anillo sacado de la bóveda de la familia… una sortija de compromiso.

—Pues tienen razón en eso. —Cissy se inclinó para sacar de su bolso un pañuelo y a Pansy le dio una náusea horrenda, sintió que algo en el pecho se le estrujaba dolorosamente.

—¿Razón? —Atinó a mascullar confundida, Narcissa volvió a asentir esta vez limpiando con el pañuelo las comisuras de sus labios, y apretándolo luego en su mano.

—Ayer Draco y yo fuimos a la bóveda de los Black y extrajimos el viejo anillo de compromiso de mi madre, lo hemos llevado a limpiar esta mañana, es una joya antiquísima. —Cissy parecía estar hablando de la receta de las galletas de avena que llevaba a las reuniones de familias adineradas pero que nadie probaba nunca; Pansy sentada en su escritorio la observaba como en una extraña penumbra lejana, sin alcanzar a entender qué estaba presenciando o porqué.

—Comprendo. —Murmuró, no quería forzar la conversación si es que iba a donde parecía.

—De eso vengo a hablarte, Pansy. —Ya, lo que sentía ahora era angustia, una venenosa que le estrangulaba el pecho y le escalaba por la garganta queriendo matarla, ¿sería posible que por una vez en la vida, los rumores que la rodeaban fueran ciertos?, ¿por qué justo ahora que no quería tener nada que ver con Draco, él había decidido hacer caso a su madre y proponerle algo? —Sólo en ti confío para que apoyes a mi hijo en este sentido…

—¿Apoyar a Draco? —Un giro, eso era, había girado todo vertiginosamente frente a sus ojos y no lo podía creer.

—Claro… en cuanto el anillo esté listo, Draco propondrá a Astoria Greengrass matrimonio y ahí entras tú, Pansy querida. —Fue como si hubieran soltado las riendas al potro que se alojaba en su garganta, se relajó tanto que casi se le notó al reclinarse en su asiento, era libre y no podía evitar evidenciarlo. —Para los Greengrass conocer o escuchar algún comentario sobre el tipo de relación que mantenían Draco y tú podría ser demasiado vergonzoso. —¿Vergonzoso?, el nudo en su cuello volvió, pero ahora era duro, no era de angustia, era de enfado.

—El tipo de relación que manteníamos Draco y yo… ¿y qué tipo de relación es esa, señora Malfoy? —La sonrisa en sus labios era la de la Parkinson del Colegio, la de la que tenía que defenderse con lujo de ironía de cualquier agresión.

—Lo sabes de sobra, Pansy… el tipo de relación de cualquier Malfoy con una Parkinson… esa en la que tú lo ofreces todo y Draco se vuelve hombre junto a ti. —La mirada que le dedicó Narcissa le hirió profundamente, pero no lo demostró, se amarró la lengua para contenerse porque no quería dar una escena.

—Ya veo… no se preocupe, se sabrá lo que ya se sabe y nada más. —Espetó sin perder la sonrisa, Cissy no pareció complacida.

—No quiero que se sepa ni lo que ya todos conocen, Pansy… no quiero escuchar cosa alguna de ustedes otra vez, ¿me entiendes? —Pansy se puso en pie sin perder la sonrisa, echó a caminar hacia la puerta y la abrió mirando a su ex suegra con desprecio.

—No se preocupe, se sabrá lo que ya se sabe… ahora si me disculpa, soy una mujer muy ocupada. —Narcissa arrugó la nariz y se puso de pie aferrada a su bolso con un movimiento rápido y torpe, Pansy le hizo una indicación con la mano para que se apresurara a salir, su rostro era tan amenazante que Cissy en serio tuvo que acelerar el paso.

—¿No esperarías que mi hijo se casara contigo, verdad Pansy? —Era como si Narcissa quisiera excusarse con ella, darle pretextos de todo lo dicho y su actitud, vamos, parecía que en serio le tenía aprecio, uno enfermo y retorcido. —Muchas Parkinson lo han intentado, pero ninguna ha sido tan mujer para ser una Malfoy. —La mirada que le dedicó la hizo sentir tanta rabia, que pensó que si no se iba pronto iba a escupirle en su rostro de altanera mujer de poder.

—Descuide… creo que a final de cuentas, las Parkinson siempre hemos encontrado algo mejor que un Malfoy. —Cuando la vio cruzar la puerta, ignoró que se volvía a contestarle y dejó que la puerta se le fuera de la mano con toda la violencia que pudo, una ofensa más para la casa Malfoy desde Pansy Parkinson; seguramente su madre le escribiría un vociferador increíble pronto.

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A la nota de Hermione siguieron dos lechuzas urgentes venidas desde la Madriguera, la primera era de Molly y en ella le enteraba de la salida intempestiva de Ron sin rumbo conocido (bueno, dicho por él, porque sabían bien que iba donde Charlie, que ya había enviado un mensaje urgente para notificar que su hermano menor estaba en casa cortando maderos nada más llegar al lugar), ignorando incluso una lechuza enviada por el mismísimo Ministro, lo de Ron parecía más que sólo una escapada maleta en mano y mucha rabia en el gesto adusto, por lo que Molly le avisaba a Hermione para que no le tomara por sorpresa que en algún momento la buscara de nueva cuenta ahora dispuesto a demoler oficinas o quién sabe qué más; la segunda lechuza venía con una larga carta de Ginny y leerla mientras se dirigía a una reunión urgente con personal de Gringotts no fue una buena idea.

Básicamente la chica se ponía del lado de Ron de una forma por demás extraña, aseguraba que Hermione estaba ofuscada por el trabajo y que los recientes acontecimientos relacionados con su ascenso en el Ministerio la estaban predisponiendo a deshacerse del "bobo enorme que pesaba como cinco vacas gordas"; aunque la castaña se sintió hondamente ofendida ante la insinuación de estarse deshaciendo de Ron por beneficios laborales, le dio al asunto carpetazo antes de entrar a reunión, a la par que recibía en ese mismo instante un avioncito de Harry, en que le explicaba que pasaría por su oficina en breve.

Al salir de la charla con personal de Gringotts, Harry ya le esperaba con un enorme volumen de papeles en mano, por el pasillo charlaron sobre lo que había escuchado Hermione en la reunión con los representantes del banco mágico: en los últimos diez días se habían presentado cinco intentos, fallidos por suerte, de entrar en la bóveda de Bellatrix Lestrange; lo preocupante no era que intentaran entrar, en los años siguientes a la caída del Señor Oscuro se habían presentado insistentes sucesos como estos, siempre en bóvedas de mortífagos consagrados como Bellatrix, su marido Rodolphus, su cuñado Rabastan, los Carrow y otros más, lo preocupante era que en el quinto intento, quien fuera que había tratado de acceder por la fuerza, había dejado un pequeño "mensaje" grabado a fuego en los muros del acceso a la bóveda.

—¿Un fénix? —Harry tenía en la mano la fotografía que su amiga le había tendido, la piedra lucía brillosa ahí donde habían aplicado tal cantidad de fuego que se convirtió en cristal.

—Por ahora lo están manteniendo como un evento aislado… pero si esto es un evento aislado, Harry, yo soy rubia y egresé de Hufflepuff. —No tenía tiempo para detenerse, debía informar de aquello al Ministro mismo y ambos caminaban entre la gente a zancada veloz. —Les he dado calma, pero necesito que envíes gente a investigar esto, lo antes posible.

—Ya me encargo… ten, es el expediente de Ron, ¿qué buscas? —Mientras le pasaba el enorme paquete, Hermione frunció el ceño y le devolvió una mirada airada esquivando a un par de personas que se interponían entre ellos y el elevador que se abría recién.

—No te hagas tonto, Mindy o mi secretaria ya debieron decirte de mi discusión con él. —Harry se miró el reloj de pulsera, tanto para ver la hora como para no tener que mirarla a ella, y como no contestara nada, añadió. —Terminé con él, Harry… se acabó. —El moreno alzó los ojos, parecía sereno y asintió sin añadir nada, lo que a Hermione le causó mucha tristeza, él sabía que iban a terminar así, quizá hacía mucho más tiempo del que ella tenía pensándolo, pese a su aparente apoyo, sentía que debía explicarse y lo hizo con la voz cortada. —No puedo resistir más, no puedo lidiar con él, ya no… estoy tan cansada.

—Lo sé. —En el elevador al que habían subido Harry se le acercó y pese a que les miraban la rodeó con su brazo derecho y la estrujó contra su pecho, Hermione atinó a contener unos sollozos culpables ocultando su rostro contra aquel cuerpo amistoso, amado.

—Voy a revisar su expediente, buscaré algo que pueda hacer además de estar en el Departamento de Aurores… fue a casa de Charlie a despejarse y quiero que al volver tenga a dónde hacerlo. —Harry asintió mirando al frente, en el fondo no creía que la mejor forma de llevar el rompimiento con Ron fuera buscarle empleo, pero al menos eso haría balanza y quizá con algo de suerte, Hermione descubriría que Ron era indiscutiblemente su amor y volverían; por un par de minutos se quedaron en silencio, pero al final Hermione lo descubrió mirando aquella fotografía con una intensidad inusitada. —¿Qué crees que signifique el fénix?

—No lo sé… pero tengo que averiguarlo, algo no me gusta en todo esto. —Confesó bajo para que nadie oyera, Hermione se fijó entonces en la marca de su frente, casi difuminada por los años y se mordió los labios intentando no preguntarlo, pero al final lo hizo.

—¿Duele? —Los ojos esmeraldas se volvieron a ella escrutadores y firmes, la campanilla anunció que habían llegado a uno de sus muchos destinos y algunos empezaron a abandonar la vieja cabina de acero.

—No. —La puerta del elevador se abrió y Harry desapareció por ella no sin antes apretarle la mano entre la suya y verla de reojo con la preocupación que hacía muchos años no le veía.

Hermione continuó algunos pisos más en el elevador y finalmente bajó camino a la oficina del Ministro que ya la esperaba, había gente en su oficina y parecían todos estar muy ocupados cada uno en sus asuntos; Shacklebolt la escuchó con particular atención sin dejar que sus emociones se le reflejaran en el rostro, mas era casi obvio que estaba turbado, cinco intentos en diez días era demasiado y no tardó en empezar a enviar mensajes y notas que Hermione veía volar con celeridad inusitada. En una conversación más bien escueta, las indicaciones fueron claras, ella misma debía ir al lugar y ver con sus propios ojos la marca, estaba en juego la tranquilidad de decenas de funcionarios y miembros del Ministerio cuyos trabajos dependían de la seguridad mágica actual; pese a que tenía montones de cosas por hacer y su propia turbación personal por Ron, y tras resolver asuntos en verdad urgentes en su oficina, luego de la caída del sol Hermione se dirigió al banco mágico esperando que las cosas fueran menos alarmantes que lo que decían los duendes, pero para su desgracia no era así.

En cuanto se apeó del carrito en que la llevaban, pudo ver lo que continuaría helándole la sangre el resto del día: uno de los enormes dragones blancos que resguardaban el banco yacía casi hecho cenizas, algunas de sus escamas se habían reducido a polvo y estaban esparcidas por el suelo, el resto de su cuerpo, carbonizado, esperaba a ser contemplado; mientras caminaban para acercarse a la bóveda, Hermione recordó que tiempo atrás había ella misma hecho esa infiltración y sin embargo, ellos no habían sido tan brutales. Por el piso había fragmentos de roca como si hubieran hecho estallar cada muro por mera diversión y cuando arribó a la puerta de la bóveda, la marca del fénix tenía el tamaño de una persona y resplandecía a la luz opaca que inundaba el lugar, nunca antes había visto esos rasgos, aunque parecía ser un intento extraño de Marca Tenebrosa.

—¿Hay algo además de la marca que haya llamado su atención? —Preguntó al montón de duendes que revisaba el área y a los tres aurores que Harry había enviado ya y que estaban a su alrededor como esperando a que diera alguna indicación.

—Quizá quiera ver esto. —Uno de ellos la hizo una señal para que se acercara hasta un espacio del acceso a la bóveda en que trabajaban, Hermione encontró ahí algo que le garantizó mucho qué pensar para los siguientes días, pero que sobre todo le confirmó que le esperaban unas horas más ahí revisando el lugar; miró al hombre como si necesitara que le confirmara lo que sus ojos ya podían distinguir entre marcas de hollín, carbón y roca. —Sí, señorita, es un cadáver.

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—Te juro Millicent que si vuelves a decirme que todo indicaba que Narcissa venía a otra cosa, voy a cortarte la lengua, ¡te lo juro! —Estaban en movimiento, Padma les había convocado a reunión urgente y agradecía mil veces que ya no tuviera gripe, porque de otro modo, el desplazarse a tanta velocidad en los elevadores del Ministerio la resfriaría peor; Millicent abrió la boca para añadir alguna otra cosa, pero esta vez no iba a permitirle hablar más, así que sacó su varita y de un solo movimiento le selló la boca como si se la hubiera remendado con su propia piel.

—¡Mmmmmm! —Millicent se llevó la mano en un intento de meter los dedos entre los pocos huecos que tenía sin piel trenzada, sin embargo no logró hacerlo ni separar ni un poco sus labios; Pansy cerró los ojos y se quedó un rato así, luego alzó la vista y se volvió a su amiga.

—Si hubieras oído lo que Narcissa me dijo, estarías tan enojada como yo. —Bulstrode se le quedó mirando sin hacer ya esfuerzo por hablar o deshacerse el encantamiento, sólo mirándole y Pansy se sintió acompañada por su mejor amiga y menos herida; Parkinson alzó la varita y con un simple meneo le liberó, Milly suspiró cansada y le dedicó una mirada divertida y sonriente mientras el elevador se detenía.

—Qué idiota eres, Pansy. —Murmuró mientras empezaban a salir del compartimiento de transporte, la morena se lo cobró metiéndole el pie mientras cruzaban la puerta casi haciendo que se viniera al piso. —¡Oye!

—¿Quién es la idiota? —Una vez entraron en la reunión la risa que llevaban se les aflojó, había mucha gente en la habitación y algunos tenían rostro preocupado o adusto, mientras se introducían en el grupo; Pansy paseó la mirada por todos lados y no dio con nadie conocido, pero Bulstrode la sujetó con cuidado de la manga y tiró de ella para llevarla hacia un grupo de sujetos vestidos todos de verde, que no dejaban de mover las manos con mucha conmoción.

—¿Qué está pasando, James? —Aunque iba con Millicent, Pansy estaba aturdida por una serie de avioncitos que habían empezado a seguirla nada más dar dos pasos hacia aquel grupo de personas, mientras el aludido le hablaba a su amiga en tono bajo y alarmado, ella empezó a abrir aviones y a entender lo que estaba pasando.

El primer trozo de papel le notificaba del cierre de la frontera francesa a productos ingleses derivados de la crianza de unicornio, en su mayoría eran ingredientes para pociones que se manejaban de forma muy controlada, por lo que el cierre a ellos de forma intempestiva no parecía para nada algo normal; Millicent estaba preguntando algo sobre la seguridad de las bóvedas familiares y personales cuando abrió el segundo avión, en él uno de sus allegados en Rusia le informaba de los rumores generalizados de que alguien estaba contrabandeando semillas de mandrágora alteradas mágicamente, lo que estaba produciendo ejemplares enfermos que contaminaban la tierra donde se cultivaban.

Ambos asuntos parecían extraños pero sobre todo entretenidos, por lo que optó por acercarse a una mesa cercana y elaborar algunos planes de acción que enviar a sus subordinados para que los hicieran mientras ella seguía en la reunión a la que había convocado Padma; estaba distraída enviando aquellos dos aviones con letra delgada y rápida a tinta negro brillante, cuando Bulstrode le tomó del hombro y le hizo volverse para decirle algo.

—Pansy, dicen que intentaron entrar a Gringotts. —Aquello la sacudió profundamente, pocos lo sopesaban como debía ser, pero ella al igual que los demás en la sala lo entendían bien: si se confirmaba que el banco mágico por excelencia era frágil y que alguien había logado filtrarse, nada bueno iba a salir de ahí; eso vulneraba cada negocio de poder en Inglaterra, cada mago y empresario de renombre se vería afectado, porque todos usaban de una u otra forma aquel monstruo de mármol y dragones blancos.

—¿Qué tan cierto es el rumor?... porque si se parece a los que te dieron sobre Narcissa…

—Por favor, señores… por favor, guarden silencio. —Esa era Padma y no venía sola, con ella estaba el Ministro mismo y su rostro decía cosas que no podían entender, al sentarse cerca de Millicent en el primer sitio libre que encontraron, Pansy distinguió entre los allegados al asiento del Ministro y de Padma a Draco Malfoy, que lucía no sólo pálido como siempre, sino verdaderamente demacrado. —El motivo de esta reunión es comentar el rumor que seguramente ya conocen todos, señor Ministro, si nos hace usted favor. —Cuando aquel enorme hombre se puso en pie y tomó dominio de la sala, Pansy sintió un extraño deja vú… era como Hermione en la reunión de aquella mañana.

—Los rumores son ciertos, hubo intentos de ingresar a una serie de bóvedas de Gringotts en los últimos diez días. —Un silencio denso se apoderó de la sala, parecía como si incluso las respiraciones se hubieran detenido. —Es necesario que nos preocupemos por mantener la calma, están llegando informes hasta mi oficina sobre la cancelación de negocios, el cierre de ventas de forma abrupta, el veto de algunas fronteras y la detención de productos en todo el país… necesito que se ocupen de dar a todos y cada uno de nuestros contactos en el extranjero y dentro de la nación, la calma necesaria para seguir adelante… —Shacklebolt estaba sereno pero firme, sus ojos parecían dos llamaradas llenas de convicción, todos en la sala asintieron llevados por aquel dominio, convencidos de que decía la verdad, todos incluida Pansy. —… el problema en las bóvedas de Gringotts se va a remediar, no se trata sino de un ladrón con mucha buena suerte y sobre todo creatividad… pero no hay nada que temer, esa es la postura del Ministerio y es lo que debemos hacer que todos entiendan. —A esa frase siguió una serie de murmullos fuertes, Pansy recibió en ese momento dos aviones más, al abrirlos se dio cuenta que el Ministro tenía razón, al menos en el mundo de los negocios, exportaciones e importaciones, para ese momento ya había pánico.

—Señor Ministro, ¿se tiene algún sospechoso? —La pregunta venía de un hombrecillo calvo del otro lado de la sala, Millicent asintió apoyando la cuestión.

—Ninguno todavía, pero hemos desplegado un grupo importante de personas que nos ayudan a investigar el asunto, les aseguro que pronto lo sabremos. —Pansy siguió enviando mensajes para intentar avanzar de alguna forma en el trabajo que se le venía encima.

—Lo que debemos hacer ahora es mantener el asunto dentro de nuestras oficinas como algo de absoluta discreción, trabajaremos para que esto no se vuelva una mancha en el historial perfecto de Gringotts… aún hoy, pese a estos intentos de ingresar, sabemos que nadie ha logrado robarlo y que es impenetrable. —Padma sonreía para dar a todos calma.

—Casi impenetrable. —Murmuró Pansy pensando en Hermione y los otros dos hacía años, y media sala se volvió a mirarla como si hubiera vuelto a decir que entregaran a Potter. —¡Oh vamos, todos aquí lo sabemos! —Exclamó desencajada, seguía sin entender por qué lo tomaban a mal, la mirada furiosa de Padma dejó en claro que era mejor que se quedara callada de una vez.

La reunión continuó con apenas algunas instrucciones toscas sobre los aspectos más importantes a tratar con los distintos nexos que cada persona ahí presente tenía, por un lado el Ministro apenas dio un par de indicaciones de todas las que tenían en su plan de contención, antes de salir de la reunión para ir a atender algo más importante; Padma presidió el resto del encuentro, siempre suplicando a todos que hablaran poco del asunto y sugirió que tampoco buscaran información extra, que se quedaran con lo poco que sabían, buscando con ello tener menos que contestar a los interesados. Pansy seguía enviando notas, algunas programando reuniones urgentes con su personal, otras concertando citas con personas a las que tenía que intentar calmar o simplemente sondear, para saber si algo ya sabían.

Cuando Padma concedió el retiro de todos, Pansy no quiso darle tiempo a que la reprendiera ni con la mirada y sin decirle nada ni a Millicent salió de ahí volando y buscó sitio para aparecerse rumbo a su despacho, en cuanto llegó, media oficina ya la esperaba con cientos de preguntas y notificaciones, muchos de los implicados en su trabajo querían hablarle con urgencia, la mayoría conocedores del rumor, otros para quejarse de cancelaciones o retrasos en sus pagos y envíos sin aparente motivo. Pansy se dedicó las siguientes horas a atender gente, calmar a empresarios asustados o a productores incómodos, algunos ya querían interponer quejas ante el Ministerio contra Gringotts, la cosa que menos convenía, así que esa tarde/noche, Pansy fue algo de rescatista, algo de terapista y mucho de vendedora y cuando ya caía una noche pesada y densa, se dio cuenta que se le había olvidado la insinuación de cena, la discusión con Cissy y todo lo demás.

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Podría haber llevado arrastrando su bolso por el suelo sin siquiera importarle, iba tan exhausta mental y físicamente que cuando subió al elevador, no sabía siquiera en qué piso estaba y mucho menos le importaba; había estado metida con aurores y sanadores en una sala que apestaba a humo y carne chamuzcada durante horas, los expertos analizaban las cenizas y aplicaban conjuros y pociones, buscando identificar el cuerpo, pero no tenían resultados; luego había ido a su oficina a atender uno que otro envío urgente del Ministro, sobre todo cosas que tenían que ver con aquella investigación y ahora, sobre las dos de la mañana, apenas iba caminando rumbo a la salida más cercana para ir a casa; cuando la puerta del elevador se abrió y salió a aquel pasillo en penumbra, distinguió unos pasos casi tan lentos como los suyos y se quedó mirando aquella figura que también iba rumbo a las chimeneas más cercanas.

Era Pansy.

Debía llevar muchos minutos en aquel pasillo y se le veía, ahora que lo pensaba mejor, más cansada que ella; traía consigo una enorme caja y muchos avioncitos rondándole la cabeza, cuando la alcanzó, la morena volvió los ojos llamada por el ruido de sus tacones y le dirigió una mirada sorprendida.

—Sé que te dije que las dos de la mañana era buena hora para cenar… pero mentí. —Tenía el rostro sonriente pero muy cansado y Hermione no pudo siquiera devolverle la sonrisa, sólo le tendió las manos para ayudarle con su bolso, que le caía sobre el antebrazo en evidente abandono.

—No acostumbro irme a dormir sin cena, Pansy. —Murmuró tan quedo que la ojiverde debió inclinarse para entenderle mejor, tras el comentario, su boca sonrió y Hermione miró hacia la chimenea que tenían delante.

Aunque esperaba que Pansy dijera algo, no creía que fuera a hacerlo, así que ambas siguieron caminando; por un momento, ante la chimenea, Hermione pensó que era buena idea darle su bolso y dejarla marchar, pero no tuvo tiempo de hacerlo, Pansy la sujetó por la muñeca y la atrajo hacia la chimenea que ya arrojaba un bravo fuego verde luego de que arrojara polvos flu. Ambas desaparecieron dentro.

Cuando Hermione vio donde estaban, distinguió una casa que no conocía, pero un gato que sí; Roar estaba tirado sobre un sofá frente a la chimenea, Pansy le quitó su bolso de la mano luego de poner la caja sobre la mesa de la cocina, volvió a sujetarla de la muñeca y tiró de ella en dirección al fondo del apartamento, al principio Hermione no supo si seguirla o no, pero estaba tan cansada… en realidad lo estaba tanto que le daba tristeza que justo ahora, Pansy deseara continuar lo de la otra noche, justo ahora que sabía le iba a doler todo y no iba a disfrutar quizá nada.

Le guió a la habitación sin decir más, pero sintió perfecto cuando le despojó de la túnica y de la chaqueta, la hizo sentarse en la cama de doseles verdes y edredón gris, Hermione vio a Pansy sacarse los zapatos y el saco que llevaba puesto, la sintió mover su varita para arreglar la cama y despojarla del broche que le sujetaba el cabello haciendo que se le relajaran el cuello y la cabeza al completo, luego la ayudó a recostarse en la cama mientras ella misma se sacaba los zapatos sin hablar y apagó la luz; Hermione habría querido decir algo, pero estaba en serio agotada, escuchó que Roar maullaba cerca y sintió cómo Pansy se acostaba junto a ella en la cama. Un instante después se volvió hacia el cuerpo de Parkinson y la buscó en la oscuridad, distinguió su aliento tibio, estaba recostada delante suyo con el rostro vuelto hacia ella.

—¿Y la cena? —Preguntó queriendo molestar, buscando sacarle a Pansy un comentario hiriente o enojado, en su lugar hubo silencio. —¿Pansy? —Preguntó a la noche, a la madrugada fría, llevó su mano a aquella cara y la sintió tibia, deslizó los dedos camino arriba y confirmó que tenía los ojos cerrados, la respiración acompasada y tranquila.

Se había dormido. Hermione se acurrucó contra ella, estrechándola con su brazo tras tirar de la colcha y cubrirse con ella, y metiendo su cabeza en el hueco bajo su barbilla, oliendo su perfume de lavanda, especies y maderas. La escuchó ronronear, casi roncar del cansancio contra ella y fue como sentirse en casa, los párpados la desobedecían, no querían estar abiertos más. Roar escaló a los pies de la cama y se acomodó entre las dos a dormir.

E hizo lo mismo.