Hola queridos lectores
Siendo franca, mi idea original era que este capítulo apareciera el pasado mes, como complemento digamos y contribución al Pride 2019… no obstante, el fin de semana para el que tenía considerado acabar de escribirlo y publicar, me enfrenté a una de las pérdidas más grandes por las que he tenido que pasar; por esto, me gustaría dedicar el capítulo enteramente a él. En realidad me causa un poco de gracia, porque sé que si leyera esto y supiera la temática, me vería con una reprobación absoluta, no obstante, quizá al final, como el buen padre que era, extendería su mano y me dejaría besarla de nuevo. Cuánto puede uno echar de menos gestos tan simples… lo que diera por volver a tener esa mano delante de mí.
Así que sí, el capítulo de hoy es para mi padre, el que fue, el que es y será; fui afortunada por su paso por mi vida, como fuera, con nuestros problemas, con nuestros encuentros y des… Demasiado es amor, de mis dedos para el exterior, hoy, deseo que ese amor sea dirigido enteramente a él, a un punto en específico, y que cada vez que pase de nuevo por estas notas vuelva a enfocarlo a él; nunca se lo dije así directo, pero yo lo amo.
Por favor, ustedes lectores de Demasiado, a quien amen díganselo.
Y punto.
Las pesquisas
Too much of nothing is just as tough
Llevó su mano por aquel brazo, acariciando su piel tersa con suavidad, su índice se movió por si solo hacia aquel rostro conocido y supo delinear la forma oscurecida por una ojera bajo su ojo, el arañón que había dejado diminutos puntos de costra sanguínea sobre la piel herida a nivel milimétrico; ahí donde parte de la ceja volvía a crecer por arte de magia, ahí donde la nariz había estado amoratada antes encontró que los rasgos seguían siendo los de antes y se sonrió, sus ojos se clavaron en los labios pálidos y se sorprendió, tenía más la apariencia de un cadáver y le pareció mentira que fuera la misma mujer de días antes y que en un solo rostro se pudieran conjugar los dos estados: recuperación y agonía; parecía tan lejano que hacía apenas más de una semana, aquella mujer hubiera estado a punto de morir, pero lo era. Podía sentirla respirar contra su cuerpo, una respiración lenta y acompasada, tan sutil que cuando despertó creyó que había desaparecido por completo y se obligó a dar un vuelco intentando encontrarla aún con vida; y lo estaba, estaba viva aún y ahí con ella. Le ganó la necesidad, se acercó lentamente a su cara y besó sutil y dulce aquella nariz.
No hubo una respuesta y con los ojos cerrados se sintió orillada a seguir, beso más y más lento esa misma zona, disfrutando de la tibieza casi frialdad de esa piel, en una caricia suave continuó delineando aquella nariz mientras se pegaba más a su cuerpo, acunándola contra la forma hecha para ella de su torso, llevó su mano a aquel hombro y lo acarició, mientras su boca rozaba con timidez sus párpados, su frente, mientras besaba el nacimiento de su cabello, mientras descendía de nuevo por el ojo contrario y se prodigaba ella misma caricias diminutas con aquellas pestañas levantadas y finas; cuando volvió a descender por la mejilla, cuando concentró su boca en rozarle luego la comisura de los labios, la respiración de Pansy pareció cambiar, como con un breve suspiro, cansado y ajeno.
Besarla así, mientras dormía y se recuperaba del ataque en el Ministerio le propiciaba un golpe de ternura triple, era como tener entre los brazos al ser más frágil existente, saber que si se es muy torpe se le puede lastimar en exceso, saber que si se es demasiado afectuoso el asunto resultara doloroso; ahí, con los labios contra aquella boca apagada, Hermione Granger se sintió triste y reducida, ansiaba que Pansy despertara, ansiaba aquellas manos recorriendo su cuerpo como aquella vez sobre el sillón, ansiaba que se despabilara, que estuviera fuerte y llena de la fuerza de antes, pero no ocurría, mientras tanto ella besaba. Dejó que su boca abarcara aquella con cuidado y se las ingenió para ganarle terreno, a ojos cerrados, besando a Pansy y sintiéndola contra su cuerpo, se descubrió otra, se descubrió enamorada y por primera vez al pensarlo no sintió miedo; abrió los ojos y descubrió aquellas dos joyas verdes observándola.
—Eso se sintió… —Pansy le miraba con los párpados caídos, los ojos adormilados y una sonrisa cansada, terriblemente cansada en los labios, a Hermione el estómago se le hizo un nudo duro y recio. —… muy bien. —Alzaba un poco la ceja en recuperación y la castaña pudo volver a respirar con normalidad, entonces la morena alzó las manos moviéndose con mucha torpeza y sujetó su cara entre sus manos. —Pero así se despierta a alguien que casi muere. —Su boca fría y húmeda se estampó contra la de Hermione que había intentado decir algo, aquellos labios trémulos y débiles jugaron con su boca como si fueran primerizos, en una suerte irreconocible de caricias y succiones que la hicieron estremecer, torpes, flojos en sus lisonjas, temblorosos en sus embistes, pero insistentes, arteros y decididos; de vez en cuando la respiración de Pansy parecía desfallecer y Hermione fruncía el ceño y se inclinaba para ayudarla a sostenerse contra su boca; débil, herida, cansada y dolorida, Parkinson no quería dejarle de besar y cuando inclinó su cuerpo contra el de Granger logrando poner medio torso sobre el suyo, a la castaña le dio la sensación de que aquello le había costado toda la energía que poseía.
Pero el beso era delicioso, Hermione nunca había tenido esas sensaciones, la concepción dentro de su cabeza de que Pansy estaba moribunda chocaba continuamente con la realidad de tenerla encima suyo, besándole así, como quien quiere dejar en un beso toda la existencia, que francamente en ese instante era demasiado poca; de pronto se le ocurrió llevar sus manos a aquella cintura y acariciarla, estrujarla contra su cuerpo porque necesitaba sentirla, pero al hacerlo sus manos estrecharon la piel amoratada y los músculos hechos pedazos de Pansy, que se despegó de su boca con un alarido silencioso en una mueca de dolor que llevaron los hilos de su saliva mezclada con la de Hermione a desaparecer contra sus labios.
—Oh Dios, lo siento. —Exclamó incorporándose un poco y sosteniéndola, a Parkinson le faltaba el aire y la frente se le había perlado de sudor de pronto, la anterior calidez que ambas sentían se había transformado en algo muy distante de la excitación.
—Descuida… está bien. —Pero no lo estaba, su rostro había pasado en un parpadeo del rojo más intenso al pálido más profundo, Hermione la ayudó a recostarse con el rostro compungido, viendo cómo no era capaz de mantener los ojos abiertos siquiera; cuando hubo colocado su cuerpo adolorido en la cama y su cabeza al fin reposando en la almohada, Pansy abrió los ojos y le miró divertida. —Parece que hubieras visto un cadáver.
—No quería lastimarte. —Masculló avergonzada, Pansy dejó que su mano, que venía desde su hombro, se deslizara lento por el contorno del rostro de la castaña y sonriendo se permitió poner su mano entorno a su mejilla.
Hermione bajó la mirada, porque los ojos verdes de Pansy la escrutaban con cuidado, mientras poco a poco el color iba volviendo a sus mejillas delgadas; con los ojos clavados en el pecho de Pansy, analizando su respiración fatigada le dio por pensar en lo extraño de aquello, en su vida se habría imaginado meterse a dormir en la misma cama que Parkinson, mucho menos tener una conversación en la que atinaran a hacer algo más que maldecirse, ahora parecían dispuestas a convivir y llevar esa convivencia por sobre los estándares de la relación compañera-compañera. Pensando en aquello, la mano de Pansy se deslizó un poco más abajo, fue hasta su barbilla y la obligó a alzar la mirada, a verla directo a los ojos y al hacerlo, aquel rostro que parecía el de un cachorrillo apaleado se puso muy serio, casi rozando el enojo.
Se sorprendió sintiendo un vacío en el estómago, mientras una pregunta le llenaba la cabeza: ¿estaría Pansy desconociéndola?, no obstante el rostro de Pansy pareció ablandarse, como si hubiera estado pues presa de una batalla cruenta, al fin frunciendo el ceño quiso hablar, pero las palabras no le salieron sino que una tos extraña le azotó; la castaña esperó con paciencia a que recuperara el aire y le sonrió con amabilidad para alentarla a volver a hablar, tras carraspear un poco con una mueca de desagrado y molestia, al fin Pansy pudo volver a mirarle y tras tragar saliva un par de veces masculló con dificultad.
—Me gustas, Hermione. —Era la frase más estúpida que había dicho nunca, según podían expresar sus ojos verde oscuro, verde olivo y Hermione sin embargo sintió como si todas las aves del Bosque Prohibido en conjunto con los hipogrifos y thestrals del lugar se hubieran aparecido de pronto en su estómago y revolotearan, planearan y aletearan con fuerza, decididos a hacer pedazos en un descenso mortal la estructura de su vientre. —¿Qué pasa? —Consultó frunciendo el ceño, se removió contra su almohada y su mano contra aquella mejilla tibia se sacudió de tensión, como esperando que la castaña dijera algo malo, un rechazo. —Sé que no es como si te lo dijera Cormac McLaggen…
—¿Cormac McLaggen? —Quiso saber llevando su mano a presionar la de Pansy, a no dejarla ir porque la había sentido intentar alejarse de su rostro, Pansy asintió con cierto aire aporreado, si es que se podía más y Hermione se sonrió de lado con displicencia dándole a aquel nombre el valor que le merecía.
—Bueno, a muchas chicas de nuestra generación se les hacía agua más que la boca con ese par de pantorrillas engrosadas y gesto de presumida irreverencia. —El comentario la hizo reír, reírse mucho todavía sujetando aquella mano contra su mejilla, luego de que las dos se rieran un poco más, se miraron un rato en silencio y Hermione pudo atinar a murmurar con una timidez que sentía como normal ante la situación, casi como aquella de cuando Ron empezaba a acercarse con intenciones románticas.
—Te gusto. —Pansy tenía una mueca de dolor en el rostro que empezaba a hacerle a Hermione sentir escalofríos, dejó de sujetar su mano, dejando que pudiera alejarla aunque la morena no lo hizo, luego dirigió ella misma su cara a la de Pansy y tocó con su índice en un movimiento breve y gentil aquella nariz, la morena alzó las cejas y desorbitó los ojos sorprendida y Hermione se pudo sonreír con ganas sintiendo que la timidez se disolvía en los aleteos que todavía sentía dentro. —También me gustas, Pansy Parkinson. —La aludida tuvo una reacción poco convencional, algo que ni una ni la otra esperaban y se notaba en la sorpresa nata de su rostro, se echó a reír a todo pulmón con clara pena de su cuerpo aterido, Hermione no sabía qué hacer, si tomarlo a ofensa o qué.
—No lo puedo creer, por Merlín que no lo puedo creer… ¡creí que huirías o que me gritarías algo!... —Se le llenaban los ojos de lágrimas de dolor, pero no podía dejar de reír, el espasmo la hacía quejarse entre cada carcajada y hacía que Hermione contribuyera a sostener su cuerpo, presionándola un poco para que la risa no la lastimara más. —… me habría imaginado cualquier cosa, menos que dijeras eso.
—¿Te he despertado a besos y pensabas que te diría otra cosa? —Pansy asintió dejando al fin a su cuerpo desfallecer sobre la almohada sin apartar sus ojos de los de su acompañante, que se mordió el labio con confusa espera, la risa la había dejado desencajada y no sabía que esperar ahora.
—Disculpa… es que… me gustas tanto que me duele más de lo que me duele el cuerpo… —Confesó llevándose la mano a la frente como para sostenerse la cabeza adolorida, se había empezado a poner más pálida y ya no la miraba, a Hermione aquella confesión le causó un cosquilleo en el bajo vientre; porque aquella confesión fue el exceso, era como la máxima más esperada por aquellos días incluso sin que supiera que la estaba anhelando, las mejillas de Granger comenzaron entonces a incendiarse. —… ¿qué voy a hacer ahora? —La risa que aún le quedaba se le fue deformando en la garganta hasta hacerse un llanto ácido que la sacudía más que la carcajada anterior.
Hermione se quedó de un palmo, primero había parecido un momento lindo de confesiones románticas pero ahora la actitud de Pansy parecía más bien desesperada, como si reconocer aquello le significara un esfuerzo sobrehumano y estuviera más bien admitiendo una enfermedad crónica o mortal y no que alguien se le hubiera metido en el corazón; la mano de Pansy que antes le acariciara el rostro buscó entonces su mano y la apretó, el rostro de la morena no era de miedo o pena, sólo de confusión y Hermione se convenció a sí misma que estaba presenciando un momento de asombro, de debilidad, de revelación que aunado al dolor físico estaba causando mellas en la estabilidad de la mujer frente a ella; convencida ya de eso, sólo atinó a recostarse a su lado y estrecharla en un abrazo, se sentía extraña, como culpable y sorprendida a la vez, y trató de echar esos pensamientos de lado a fuerza de concentrarse en consolarle en silencio, pero no lo logró.
—No lo sé. —Confesó seria besándole la cabeza, Pansy sollozó un rato pegada a ella, dejando que le consolara su presencia, pese al tiempo que pasó y a lo mucho que seguía sollozando, más que otra cosa, Hermione sentía que tenía que darle solución al asunto, así que se atrevió a preguntar. —¿Quieres que haga algo?
—Vuelve a decirlo… —Pansy tenía la cara contra aquel pecho, Hermione la sentía respirar contra su cuerpo acompasadamente, el llanto le había mojado la ropa y aunque la había escuchado más tranquila, le pareció que le suplicaba entre triste y taciturna. —… por favor.
—¿Qué te he despertado a besos? —Preguntó, Pansy sonrió, la pudo sentir sonreír claramente, pero negó con un movimiento repetitivo y rápido de la cabeza y se aferró más a ella rodeándole la cintura con los brazos que le parecieron delgadísimos de pronto, como los de una niña pequeña.
—Lo otro. —Masculló entre las telas que las separaban, Hermione entonces mirando al techo sobre las dos exclamó con un rostro que parecía denotar profundo análisis de lo que estaba pasando en ese momento.
—A muchas chicas de nuestra generación se les hacía agua más que la boca por… —Pansy le dio un manazo fuerte en la cadera por debajo de las mantas y con esfuerzo la estrujó como para castigarle por aquel chiste inoportuno, Hermione soltó una exclamación y se echó a reír.
—Eres una idiota. —Pansy se incorporó un poco y le miró con amenaza, Hermione sonrió sin bajar la mirada, de pronto se había pasado esa situación densa que venía poniéndose sobre las dos como un velo oscuro e infranqueable.
—Me gustas, Pansy Parkinson. —Volvió a decir sin atinar a dimensionar del todo aquello, quizá muy apresurada, pero con la plena convicción de que lo sentía, la morena le sujetó un mechón de cabello que se llevó a los labios y luego le besó fugaz la boca para volver a echarse a su lado agotada, respirando pesado y entrecortado.
—¡Por los mil demonios! —Hermione no supo por qué, pero se echó a reír de su clara frustración, y a Pansy no le quedó más remedio que imitarla.
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—Nuevamente… sólo porque sospecho que no tienes muy buen oído… —Apoyado como estaba contra la pared húmeda, percibía los olores de las celdas con mucha claridad, el sujeto frente a él tenía todo el aire de un preso culpable de todo lo que se le acusara; tatuajes por todo el rostro, el cabello revuelto húmedo de sudor le escurría en ondulantes rayos negros sobre la cara y la nariz, ganchuda, se asomaba a cada tanto cuando negaba aguerrido y necio. —… ¿quién te envió ahí?
El hombre estiró las manos por sobre la mesa, los dedos afilados de coyunturas gruesas se deformaron de exaspero y el gruñido que dejó escapar largo y acuoso hizo que Harry frunciera el ceño con recelo y desagrado; hubo un largo silencio mientras el sujeto se incorporaba de la mesa, donde parecía haberse tendido cuan largo era, como si no estuvieran interrogándolo, como si no estuviera ahí sentado.
—Yo sólo vine a traer un paquete. —La voz era risueña, mordaz y rastrera y Harry sintió que el cabello en su nuca, siempre, crespo, siempre revuelto, se erizaba más todavía; cuando los ojos azules y rojizos del tipo se clavaron en los suyos, no lo resistió, sacó la varita y le apunto directo a la garganta.
Aquello fue un golpe certero que lo azotó desde su asiento frente a la mesa hasta la pared a su espalda, un golpe sordo anunció el efecto del ataque y las manos antes tendidas se fueron de forma violenta a buscar agarre al cuello, aunque nada había ahí físico, sólo mágico; se debatía con aquello contra su garganta dando gorjeos torpes como un ave moribunda, las piernas se le sacudían buscando un apoyo, los zapatos mostraban a cada espasmo las suelas desgastadas y el cabello negro se le sacudía como tentáculos de un pulpo que sacan por sorpresa del agua profunda donde habita. Harry dio dos pasos hacia él, ruidosos y firmes y pegado al muro sin dejar de mirarlo y apuntarle con la varita amenazó a voz en cuello.
—¡NO TE CANSAS DE REPETIR LA MISMA MENTIRA! —Sintió que iba a reventarle la cabeza, pero no importó, presionó más y más, aquel sujeto se retorcía contra la pared adoptando un tono amoratado en su rostro que no hizo más que lucir más como el pulpo salido del agua; tras un momento de aparente desgano en su lucha por escapar, Harry aflojó el agarre de su conjuro y el cuerpo resbaló pesadamente por el muro hasta quedar sentado con la espalda muy estirada y la boca abierta como una cueva, Potter se inclinó y volvió a apuntarle con la varita que pareció incendiarse en verde en su punta amenazadora. —¡El maldito paquete que tanto te gusta presumir llevaba dentro diez inferis y cuatro hombres lobo!... voy a decirlo sólo una vez más, ¿quién te envió?
—Por… por favor… —Sudaba a chorros y tenía el rostro todavía amoratado del esfuerzo, Harry no tenía oídos para aquello y volvió a arremeter con un golpe certero que lo hizo girar a medio metro del suelo y luego impactarse contra la mesa donde antes estuviera inclinado; la puerta de la celda se abrió de un golpe y dos aurores entraron corriendo.
—¡ME VAS A DECIR QUIÉN TE ENVIÓ O SE ACABA EL JUEGUITO DE UNA VEZ! —Un nuevo latigazo de su arma hizo al sujeto salir despedido como una pelota de playa desde la mesa y contra el techo y los ojos verdes de Potter, enrojecidos por la falta de sueño y la barba insipiente de una semana, no hicieron más que darle a su rostro la apariencia de un loco dispuesto a todo, los dos aurores que entraron se dispusieron a dominarlo, pero la carga de energía que despedía Potter fue tan inmediata y poderosa que no les permitió dar un paso hacia él.
—Yo… yo no… —Otro golpe de energía, otro golpe de magia que le cerró la boca, los aurores sacaron entonces las varitas y sometieron a Potter a la par que controlaban al interrogado; cuando Harry se dio cuenta de lo que estaba pasando, le habían sacado con sutileza al pasillo y le tenían sentado frente a un escritorio, mientras un sanador se aproximaba a grandes pasos hacia él.
—¿Cómo está? —Preguntó mientras el sanador empezaba a revisarlo, sentía como si hubiera dado un salto en el tiempo, no entendía en qué momento lo habían sentado ahí, ni en qué momento habían mandado por atención para él.
—Le rompió cinco costillas y le provocó algunas lesiones cervicales, por suerte llegamos a tiempo, señor Potter. —Aquello no le sorprendió, en realidad le causaba más sorpresa no haberlo matado en aquella arrebatada crisis de histeria.
—Necesito dormir. —Confesó quitándose las gafas y echándolas de mala gana sobre el escritorio ante el que estaban.
—También comer… voy a darle algo, su oficina no va a derrumbarse porque vaya a descansar un poco, señor Potter. —El comentario le causó gracia, tanta que se echó a reír mientras se llevaba la mano a la frente y se frotaba el sudor, debía haber mucho de ironía en aquello, porque cuantas más vueltas le daba al asunto, más se daba cuenta de que no tenía nada; apenas unas declaraciones confusas relacionadas con una serie de cartas enviadas a personajes de mucha alcurnia y poca monta, narraciones fantásticas sobre cartas en papel negro y listones plata que llegaban y se negaban a desaparecer; con tristeza se sintió como su tío Vernon y empezó a tomarle más afecto al hombre, después de todo era cierto, recibir cartas de ningún sitio era la cosa más abominable que pudiera pasarle a un muggle o a un casi muggle.
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La redacción de El Profeta tenía el problema sobre los hombros, porque aunque sabían de fuentes confiables el asunto, no podían hablarlo abiertamente porque ninguno quería ser citado ni poner en riesgo las investigaciones o pesquisas, así que empezaron por poner a cinco de sus mejores investigadores a revisar el caso; primero les consiguieron un listado, emitido por el Ministerio mismo (y filtrado por alguna de esas secretarias capaz de vender información para armar cotilleo), donde aparecían los nombres de todos y cada uno de los descendientes de los originales Sagrados Veintiocho, segundo, se dedicaron arduamente a la revisión de cada nombre, intentando conseguir la línea final del linaje mencionado, con la intención de identificar a posibles miembros de esta nueva rebelión. Pero el trabajo no era sencillo, en realidad era más bien imposible, porque en algunos casos la línea sanguínea había desaparecido o bien se había mezclado.
La gente a la que entrevistaron sabía más bien poco del asunto o decían no saber, era muy normal que pocos o casi nadie quisiera involucrarse en el asunto, más aún si se les procuraba una relación cercana con personajes altamente burgueses y de inclinación a los sangre pura; el asunto estaba más que hundido de principio, hasta que algunos nombres permitieron la publicación de un par de artículos más bien morbosos que reales incluso en publicaciones hermanas del periódico mágico, nombres como Malfoy, Parkinson y Weasley, sobresalieron entre los listados, siendo los primeros dos parte mayoritaria del cotilleo. Apenas una semana luego del ataque, ya se habían publicado en el periódico mágico por excelencia y otros la especulación absurda de una confabulación entre Draco Malfoy (que permanecía en silencio atendiendo sus asuntos) y Pansy Parkinson, la pobre funcionaria que casi había muerto durante el ataque y se encontraba recluida en un sanatorio para su recuperación. La especulación principal era que Pansy casi había muerto en el ataque porque osó cortar a su ex novio y tratarlo mal, se hablaba de la marca en el rostro del rubio y de la tortura intencional y premeditada contra la morena, algunos incluso veían en esa ruptura el verdadero motivo del ataque.
Hubo quien romantizó el asunto: Draco estaba desesperado, lleno de rabia de saber que había perdido a Pansy, ella, mujer doblegada por el dolor que había empezado a superar al amor que sentía por él, había flaqueado y preferido dejarlo, romper de tajo la relación maldita que no hacía sino mermarla, consumirla, que se había robado los mejores años de su juventud y sus ensoñaciones de infancia; todo publicado en primera plana en Corazón de Bruja, con fotografías de ambos paseando por Hogwarts o de fiesta en Liverpool y artículos de interés de los sitios donde habían sido vistos, bares que frecuentaban, restaurantes donde alguna vez cenaron. Todo con el encanto y el buen gusto de las revistas de chismes, entre páginas que especulaban sobre la posición favorita de la pareja, las lágrimas que escurrieron por el rostro de Pansy al ser torturada pensando en él y claro, esa narrativa formidable de la teoría sobre lo que ocurrió con el torturador de la Parkinson, que ahora está hecho pedazos entre los resquicios del piso de la Mansión Malfoy, pagando muy caro su error.
Además de tanta parafernalia, en menos de lo que canta un gallo, se había filtrado hasta El Profeta la destitución de uno de los miembros más importantes del Departamento de Aurores: Ronald Weasley y hubo un corredero de pólvora que desató montones de notas difamatorias y no tanto, en todos los medios impresos del Reino Unido Mágico; algunos especulaban sobre la desaparición del pelirrojo amigo de Potter, sobre dónde estaba y porqué había sido despedido, insidiosamente le acusaban de desertor, traidor y otras cosas, pronto además se comentaba el reciente incidente del Jefe del Departamento de Aurores interrogando a uno de los atacantes, cómo había simplemente agredido al sujeto con la plena intención de hacerle daño y miles de historias conspirativas empezaron a brotar de cada resquicio del piso y los muros, para dotar a lo que pasaba en el Ministerio de más presión. Sí, eso era posible.
Habían perdido la cordura incluso en El Profeta y era cuestión de tiempo antes que la bomba estallara del todo.
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Le hubiera gustado decir algo para compensar lo dicho antes, algo que pudiera darle sentido a esa extraña reacción suya, se sorprendía de haberse echado a reír como una loca y luego, también, de haberse puesto a llorar, Hermione no decía nada, sólo estaba ahí, recostada contra ella estrechándola, dándole calor; en aquel abrazo cómodo y seguro el miedo de antes, el del llanto, empezó a disiparse como la niebla en la mañana, pero dejaba marcas gruesas y constantes, como el rocío sobre las plantas.
—Hace mucho tiempo que no me gustaba alguien así. —Hermione dio un bufido suave de aprobación y la sintió suspirar, adivinó que tenía los ojos cerrados y se sentía cómoda también, así que continuó. —Te vi, mientras me torturaba. —Hermione se tensó, un suave endurecer de los músculos de su cuerpo.
—¿Por qué no despertabas? —Preguntó con la voz baja, entremetida en los mechones de su cabellera lacia, aquella pregunta la hizo fruncir el ceño y revisar en su cabeza sin resultado.
—No lo sé. —Confesó con molestia, en teoría tendría que saberlo, al menos eso creía, porque se trataba de algo de ella, dentro de ella, entonces confesó algo que había estado pensando desde que despertó. —No me dejaba despertar.
—¿Quién? —Hermione hizo la pregunta con un tono de inseguridad, como si le temiera a escuchar aquella respuesta, pero Pansy, mirando fijamente a la forma de las piernas de la castaña bajo las mantas, sin dejar de fruncir el ceño y abrazándose más a ella, supo que lo que iba a decir sonaría jodidamente absurdo, pero de todas formas lo dijo, porque era la verdad, lo que creía y sentía.
—Mi papá. —La mano de Granger se sacudió un poco sobre su espalda, como una paloma a la que echan del sitio donde se paró a descansar, entonces Hermione tomó aire para decir algo, pero Pansy aprovechó que sin querer había visto el reloj en su mesilla de noche y la cortó de un tajo. —Hermione, ¿vas a ir a trabajar?
Aquello fue como una detonación, entre frases sueltas de lo tarde que era y desconcierto y aspavientos, Hermione se salió de la cama haciéndola reír de la torpeza e histeria con que hacía las cosas, la vio ahí, en su departamento mientras aparecía ropa desde su casa y contempló como se metía a su baño contiguo para bañarse y cambiarse; la cotidianidad de aquello la azoró, Hermione ni siquiera notaba que estaba ahí, en casa de Parkinson dándose una ducha o que corría entre baño y habitación a media prenda, mucho menos que se veía espléndida con el cabello revuelto, luchando por meterse un blusón. De pronto el miedo de antes se le fue y pensó a cabalidad el asunto, quizá no fuera tan descabellado después de todo y lo único que tuviera que hacer, fuera aceptarlo y vivirlo; la confesión de Hermione sobre que también le gustaba le volvió a la memoria y se le encendieron las mejillas con aquello como se le incendiaron la primera vez que se había acostado con Draco. Esto era mil veces mejor, incluso.
—Tengo que ver los pendientes también de documentos legales… y necesito comunicarme con Harry… ¡me olvidé de leerme El Profeta hoy! —Se metía los zapatos y a movimiento de varita hizo desaparecer la ropa sucia para seguramente mandarla a casa, estaba acomodando las cintas de los zapatos cuando Pansy la llamó.
—Oye, Hermione. —La castaña se volvió, todavía inclinada y con la pierna doblada, sus ojos marrones se le quedaron fijos, esperando.
—Dime. —Tenía un rostro preocupado, estaba muy atenta mirándola y supo entonces que la veía débil y demolida, casi como se sentía en el fondo.
—¿Comes conmigo? —Dijo, no era eso lo que iba a decir, pero se detuvo antes de arruinarlo todo con un Te quiero, que quizá la otra no creería, porque un Me gustas era normal, era físico y visceral, pero un Te quiero de Pansy Parkinson… Hermione asintió sonriendo y se acercó hasta la cama, sólo entonces cayó en cuenta que la voz le había salido como el chillido de un ave.
—Traeré algo. —Hermione besó su frente y le quitó un mechón de cabello de la cara, luego se dirigió hacia el portal que había hecho ella misma y lo cruzó; sólo entonces Pansy cayó en la cuenta de que la presencia de Granger le era demasiado necesaria.
Y se sintió muy sola.
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Cuando entró en la oficina casi sintió que la tensión le empapó la cara, no era para menos, pero igual le extrañó; sentado en su escritorio con las manos cruzadas escuchando reportes, Harry Potter la miró de soslayo sin decir nada, ella dio la vuelta al escritorio lleno de documentos y a las personas ahí presentes y tomó asiento en un rincón apartado, desde ahí, estuvo escuchando y haciendo notas en sus reportes, justo los que venía a conversar con él; había leído El Profeta sólo unos minutos antes y ya había hecho sus pesquisas sobre el asunto, además venía lista para debatir todos los falsos contra Pansy y contra el mismo Harry, incluso tenía numerosas evidencias contra los que acusaban a Ronald. Cuando la habitación se fue desocupando de gente, fue que Harry dejó su postura de brazos cruzados y se volvió a mirarla.
—¿Qué sabes de Ron? —Dijo en cuanto la puerta se cerró detrás del último emisario de algún otro departamento al que en realidad la castaña ni siquiera había puesto atención; cuando al fin estuvieron solos, Hermione frunció el ceño, se levantó de su silla y fue a sentarse en una de las que Potter tenía delante, más cercana.
—Nada. —Tenía la atención puesta en otras cosas, no precisamente en Ron y todavía internamente de pronto se preguntaba si sería cierto lo de la del misionero. —Pero creo que debió responder al llamado, por muy suspendido que esté. —Harry abrió el cajón de su escritorio mientras ella hablaba, su rostro parecía una loza pesada de concreto infranqueable y fría. —No es bueno para nadie tener un montón de comentarios estúpidos sobre su posible traición. —Harry asintió, Hermione le notó un aire diferente, había algo que quería decirle, así que guardó silencio y esperó.
—Tampoco lo es tener esto. —Harry echó sobre el escritorio un ejemplar de Corazón de Bruja donde Pansy Parkinson, en portada, sonreía autosuficiente y poderosa bajo el encabezado "¿La ex prometida de Malfoy cabecilla del ataque al Ministerio?, ¿Víctima real o anzuelo?"; Hermione sintió un vuelco, ese no lo había visto en ningún sitio y había repasado todas y cada una de las publicaciones de aquella mañana antes de presentarse a la oficina de su amigo.
—¿De dónde lo sacaste? —Quiso saber sin detenerse a contener sus emociones mientras llevaba sus dedos trémulos hasta aquella publicación, la fotografía de Pansy se alzaba para reír sin recato en un gesto que Granger le conocía muy bien a la morena, Harry analizaba su cara con cuidado y lo que veía en él no le decía cosas buenas, así que aquello lo endureció.
—Tengo contactos, ese número saldrá a la luz mañana. —Hermione fue directo al artículo que le interesaba y entre algunas terribles fotografías de Pansy en el hospital (alguna maldita Rita Skeeter miniatura tendría que haberlas sacado) se relataba la historia de cómo la morena había sido la cabeza detrás del ataque, miembro de los Sagrados Veintiocho y maquiladora de un plan para invadir el Ministerio desde dentro; obviamente todo aquello era falso, cada palabra que Hermione leía se lo confirmaba más y poco a poco se le venía una sonrisa a los labios divertida por aquello, pero cuando alzó los ojos y abrió la boca para burlarse con Harry de aquello, los ojos verdes se le clavaron como dos estacas.
—Pero esto huele a mentira por todos lados, Harry. —La risa se le había endurecido en la cara y Potter no cedió a ella ni un milímetro, apesadumbrada por ello, se temió que realmente su compañero de aventuras estuviera planeando un final espantoso para la morena; la saliva se le atoró en la garganta y un escalofrío le recorrió al oírlo contestar.
—Quizá es que tengo la nariz tapada. —Su voz era recia, su voz era diferente y a la castaña aquello le dio muy mala espina, parecía más tajante que nunca y decidido a algo que para su cabeza era un absurdo total.
—No estarás dándole un gramo de credibilidad a esto. —Sacudió la revistucha por delante de sus caras con un ruido de hojas que se entrechocan con aspaviento, enarbolando la muestra de semejante falsedad, pero Harry no flaqueó.
—Se la doy, y no por gramo, sino toda. —Hermione sintió que se le cerraba la garganta, el moreno aguzó su mirada esmeralda contra el rostro de la castaña, que intentaba sobreponerse a la sorpresa sin muy buen resultado. —En este mismo momento están preparándose órdenes y documentos oficiales para detener a Pansy, la traerán aquí y voy a interrogarla. —Harry apoyó las manos en el escritorio y se puso de pie dejando que la túnica negra que usaba ondeara violentamente tras de sí, en un movimiento que lo hacía ver poderoso e incontrolable, Hermione rebotó detrás de él, rodeó el escritorio y lo detuvo con su mano firme.
—No puedes estar hablando en serio. —Estaba sorprendida, pero sobre todo estaba asustada, si Pansy caía en manos de un Harry en el estado mental en que se encontraba, aquello iba a ser horrible; no podía si quiera dimensionar lo que podría significar aquello, una Pansy necia como era y al borde de una recuperación física y mental muy lenta, mientras Harry se encontraba en uno de los momentos de tensión más oscuros de su vida.
—No voy a dejar escapar una sola evidencia, ni una sola insinuación. —Exclamó furioso, los ojos le relampagueaban y alzó la mano para tomar la revista del escritorio del que apenas y se habían levantado. —Murió gente, Hermione… gente que conocíamos, esos malditos van a caer a como dé lugar. —Granger reconoció en aquella expresión suya un dolor que hacía mucho no le veía, el problema con Potter era que tomaba por suyas ofensas a otros, tomaba por propias las deudas de aquellas muertes, él, como infinito héroe mágico, no alcanzaba a comprender que pudiera haber tragedias fuera de sus manos y de las que no lograra tener control o a las que no pudiera hacer frente; estaba, irremediablemente, en su papel del salvador que muchos, incluida ella, le habían fomentado siempre.
—No tienes evidencia de que Pansy sea responsable, ¡no puedes basarte en una revista de chismes! —Exclamó acalorada, su boca decía los argumentos que no tendría que decir, no usaba la razón, su corazón se empeñaba en anteponer la defensa de Parkinson a la razón de impedirle usar un mal razonamiento para infundir la justicia.
—De algún sitio sacaron esa información, de algún lugar la obtuvieron y como bien sabes, generalmente los chismes algo tienen de fundamento… esto debe tener algo de real. —Era necedad, era desespero, Hermione lo leía en sus ojos y en la forma como apretaba los labios, no podía ser que estuviera viviendo aquello; hubo un plop y sobre la mesa apareció un sobre y un rollo de pergamino, Harry fue hasta él pasando por un lado de la castaña que le miraba aún con sorpresa, la sonrisa fiera en los ojos del hombre que vivió la hizo sentir una náusea. —Lo tengo… es la orden de aprehensión… si quieres puedes venir conmigo, así podrás ver que todo se haga en forma legal. —La última palabra la había dicho con una ironía hiriente, Harry abrió la puerta y llamó con la mirada a dos de los aurores que estaban afuera en un grupo conversando y viendo documentos, Hermione no sabía qué hacer.
—Harry, espera. —Pidió deteniéndolo en la puerta de la oficina, aquellos hombres caminaban hacia ellos con sus pasos firmes y decididos, Potter negó con la cabeza.
—No hay tiempo, Hermione… si alguien le informó a Pansy sobre la publicación y algo tiene que ver, para esta hora puede estar abandonando su casa. —A Hermione le iba a estallar la cabeza, ¡Pansy estaba en cama apenas con fuerzas para moverse!
—¡Pero te has vuelto loco! —Exclamó fuerte pero en un susurro y sujetándolo del brazo para pegarlo a su cara, no quería que notaran su desesperación y mucho menos que fuera evidente que podía detenerlo.
—Tengo órdenes de encontrar a los culpables y por mi madre, que lo voy a hacer. —Harry indicó con un movimiento de mano a ambos aurores que esperaran a distancia prudencial, las gafas se le habían ido a la punta de la nariz con el tirón que la castaña le había propinado.
—Harry, por el amor de Merlín… imagina que vas y sacas a esa mujer de la cama en la que convalece, imagina que compruebas luego del escarnio y el escándalo público al que la vas a someter que no tiene nada que ver… ¿cómo carajo vas a justificar eso luego de lo ocurrido en el otro interrogatorio? —Potter se tensó entero, Hermione sintió que había dado en el clavo, el moreno bajó la cabeza para acomodarse los lentes y cerró los ojos respirando con fuerza.
—Es Pansy Parkinson… si me dicen que es una asesina, no sé tú, Hermione… pero yo lo considero. —Debió poner tal rostro de desagrado, tan profunda mueca de molestia, que Harry frunció el ceño y se volvió del todo hacia ella, seguían ahí en el marco de la puerta, seguían ahí ante la vista de todo mundo. —Sólo encuentro una razón para que me detengas en esto, Hermione… sólo una.
—¿Perdón? —Sintió que palidecía, sintió que le había descubierto, el corazón se le revolcó en el pecho mientras Potter se volvía por completo y la confrontaba de frente.
—Tú sabes algo. —Sentenció con la voz enérgica y decidida y la cabeza de Hermione se despeñó, era una bola de nieve creciendo más y más en una pendiente empinada, buscando todo lo que pudiera hacerla más grande, buscando todo lo que la pudiera endurecer. —Dímelo. —No podía confesarle lo que sentía por la morena, no podía simplemente confesar sus relaciones, no ahí con esos ojos verdes fijos en ella como los faros de un auto; repasó las pocas posibilidades que tenía, repasó sus opciones una a una y todas iban siendo cada vez menos probables, menos confiables, menos lo que fuera y desesperada, a bocanadas como el que ha caído al lago y peligra su vida, exclamó.
—Lo de las cartas es real… Pansy ha recibido una, yo fui testigo… ella no tiene nada que ver, aunque sí fue convocada. —Su rostro estaba sereno y firme, sus ojos sostuvieron la mirada desorbitada y furiosa de Potter por unos segundos, luego dio dos pasos atrás y se giró para que él pudiera seguirla.
Lo siguiente fue Hermione Granger ante Harry Potter con aquel enorme escritorio entre los dos y una charla que a la castaña le pareció, vendría a cambiarlo todo.
