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Quiero ofrecerles una enorme disculpa, ha sido un retraso en exceso innecesario; el capítulo tiene meses listo y no había podido publicarlo porque... porque me encontraba muy confusa. Entre algunos comentarios atinados de mi beta y unas cuestiones que yo empecé a temer de la dinámica de los últimos capítulos, la verdad es que... estaba muy insegura de seguir con este esquema...

Pero esto es Demasiado, así lo concebí, más como un experimento muy mío, de ahí que ha resultado en un hijo bastante autónomo y rebeldón... les pido que lo acojan con paciencia y con amor... es mi hijo y quiero que les guste, pero también que crezca con efectividad y con soltura... déjenlo ser, les aseguro que lo verán hacerse fuerte y mejor.

Gracias si es que deciden seguir conmigo, nuevamente una disculpa. Demasiado no volverá a tardar tanto en volver. Lo prometo.

(como mera aclaración, una disculpa, ahora que soy docente paso mucho menos tiempo escribiendo, pero por mi propia salud mental y emocional, necesito volver a hacerlo... así que, esto es mi terapia, espero que les agrade leer mis desgracias... los invito a otros de mis fics, que irán apareciendo acá, ¡vuelvo con todo!)

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Traduttore traditore (O de la semana que no debió ser)

PARTE IV

Too much of something is bad enough

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Martes 10 de noviembre

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—Esa mujer me miró como si… —Lo ahogó en sus labios, miraba fijamente el plato con el sándwich sin tocar encima, lo que a Harry tenía bastante descompuesto; cuando Ronald Weasley dejaba un plato de comida sin tocar, era asunto para preocuparse.

—Figuraciones tuyas, Ron. —Dijo haciendo con la cabeza una seña hacia el plato, el pelirrojo le sostuvo la mirada un momento como si no comprendiera, entre molesto y confundido.

—Ella insinuó que la única razón por la que me aceptan en el Ministerio es por ustedes… dijo que ella no les debía ningún favor. —Harry masticó tan lento lo que tenía en la boca pensando en aquello, que podía sentir las fibras del pan contra la lengua, quiso decir algo más, quiso decir algo al respecto, pero entonces la cara de Ron se iluminó.

—Es Hermione. —Fue como si se relajara, pero buscaba que él mirara a la castaña que entraba a las oficinas en dirección a donde ellos comían, seguramente su asistente le habría dicho que estaba comiendo algo en aquella sala de reuniones, porque caminaba segura entre los escritorios de los aurores, saludando, sonriendo, relajada; hasta que alzó la mirada y vio a Ron, Harry recordó, ellos habían terminado, ¿por qué Ron estaba de pronto contento de verla?

—Hola. —Dijo la castaña apoyándose en el borde de la puerta y viéndolos, Ron iba a decir algo y a empezar a mover la silla a su lado, pero ella lo atajó con velocidad. —Harry, necesito hablar contigo.

—Claro, pasa. —Murmuró con el mismo bocado paseándose por su boca, no había sido capaz de tragarlo, Ron acabó por sacar la silla con más seguridad y Hermione, el ceño fruncido, se acercó a la mesa pero se quedó ahí, plantada frente a los dos, puso un hechizo de silencio sobre los tres para que nadie más oyera y sin mirar a Ron continuó.

—Tengo noticias de un cargamento extraño cerca de Preston, según registros, eran crías de dragón, pero las cantidades de llegada no coinciden con las de salida, podríamos haber encontrado el puerto por el que ingresaron las que trajeron al Ministerio. —Ron la miraba ávido, como si esperara que dijera el sentido de la vida en medio de las frases sobre registros y papeles, Harry procuraba mirar su comida y acabar de mascar lo que tenía metido en la boca, pero verlos no lo estaba poniendo sencillo. —Necesito tu autorización para que mi oficina revise los reportes en los que trabajas y comparar información.

—Adelante, cuenta con ella. —Aceptó volviendo los ojos a la mujer a su lado, Hermione parecía más dispuesta que nunca a no dedicarle una sola mirada a Ron, que empezaba a desinflarse lentamente y a decaer en su contemplación.

—Hermione. —Llamó el pelirrojo, ella asintió sobriamente y se dio la media vuelta para irse, pero antes Harry atinó a añadir algo que traía en la cabeza mencionarle desde muy temprano.

—¿Viste la revista que mandé a tu oficina hace rato? —El tono que usó era por demás seco y amenazante, eso distrajo a Ron que se volvió a verlo con cierto aire ofendido, Hermione se detuvo en la puerta, mirando a uno y otro lado del pasillo; estaba sujeta al marco y tamborileó los dedos de la mano derecha con un aire ansioso.

—Y también supe que has podido conseguir órdenes de aprehensión. —Hermione se volvió entonces a verlo, los ojos muy firmes y las mejillas duras, Harry frunció de nuevo el ceño, quizá ambos estaban haciendo una buena actuación, viró apenas los ojos para mirar a Ron y se preguntó si sería buena idea decir aquello delante suyo, era Ron.

—Ya te había hablado de ellas, incluso cuando fuimos con…

—No las ejerzas, no puedes dejarte llevar por una publicación absurda y basada en chismes de alcoba, dedican dos páginas enteras a hablar de las sábanas de seda favoritas de Draco, y tú quieres usarlas de estandarte para una detención. —Cortarlo así le dijo que Hermione no quería que Ron lo supiera, por un momento le ofendió. —Pedir órdenes de aprehensión… ¿en serio planeas ejercerlas?

—Así es, estoy esperando algo de información… y las llevaré acabo. —Confirmó tragando lo que tenía en la boca, se había cansado de intentar tomarle sabor, Ron entonces echó el cuerpo atrás en su asiento, comprendía que no estaba invitado a esa charla, comprendía lo que pasaba entorno a él y aquello empezó a escalarle por el cuerpo como un signo de rechazo.

—No creo que sea lo mejor actuar así, Harry… insisto, es sólo una revista. —Lo decía con suma franqueza, alojando además en su corazón una verdad que todavía quería imponer por sobre el plan trazado.

—No voy a dudar de ninguna fuente de información, Hermione… la situación no está para pensar que todo es falso o para confiar en todo mundo. —Masculló dejando por cerrada esa charla, tanto para lo que ocultaban ambos como para lo demás.

—Pareces muy renuente a mantener una investigación calmada y silenciosa. —Opinó Ron metiéndose en la conversación, Hermione tomó aquello como señal de escape y se marchó sin decir más, haciendo que se le abrieran los ojos como platos.

—Si el rumor es de un Ravenclaw lo escucho con recelo, si el rumor es de un Slytherin, lo voy a creer hasta que me digan lo contrario. —Clavó los ojos en Ron tras dar una nueva mordida a su comida, el pelirrojo no comía nada aún y tenía un gesto sorprendido y adolorido. —¿Qué ocurre?

—No me dirigió la palabra. —Masculló con los brazos tirantes sobre sus piernas, mirando a la puerta por donde la castaña había desaparecido apenas segundos antes, adivinando aún en el fondo del pasillo su figura esbelta.

—Sé que no es sencillo manejar un rompimiento como el suyo, Ron… son muchos años pero…

—¿Rompimiento? —Weasley estaba de un palmo, mirándolo con una fijeza exacerbada, Harry se metió en la boca un trozo de lechuga que se le asomó en la última mordida, masticó a medias y tras despejarse un poco la boca añadió.

—Ustedes rompieron, ¿no? —Comentó sorprendido, todo lo anterior, las discusiones, las peleas, el asunto de irse tras haber intentado llevársela…

—Fui a verla esta mañana, peleamos… pero no rompimos, es decir… ¿por qué piensas que rompimos? —Preguntó confuso, de pronto las charlas, las peleas, pasaron por su mente y las palabras, las frases cayeron como bloques pesados en huecos hechos exactamente para ellas. —Rompimos. —Aquello lo rompió, fue como si algo se desprendiera dejando una sensación de adormecimiento y dolor, la respiración se le agitó y atinó a clavar los ojos en los verdes de Harry.

—Ron… no me vas a decir que recién lo comprendes. —Harry estaba azorado, nunca antes había leído tan bien la muchas veces legendaria tontera que acompañaba a Ron… que miró el plato como si en su vida hubiera visto un sándwich.

Muchas otras cosas hicieron click en aquel momento en Ron. Y no todas iban a ser gratas.


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Padma fue magnánima, dijo a Pansy por medio de una lechuza urgente que no se preocupara, que se tomara el día para arreglar lo de la demanda y descansar un poco más, así que Millicent y ella fueron de compras; no había nada que necesitaran, pero necesitaban un pretexto para propiciar comentarios, sobre todo para que la sospecha que la revista fincaba llegara a la mayor cantidad de personas posibles; así pues, fueron a comprar zapatos y luego Pansy quiso pasarse por la vieja Ollivanders, para pedir que limpiaran su varita, no dejaba que nadie más le diera mantenimiento.

Sentada en la sala de espera de la Tienda de Varitas, le sirvieron un reconfortante té de manzanilla que le supo a gloria, Millicent no dejaba de hablar de cosas sin sentido, una cualidad de la muchacha; sentadas en aquellos muebles abollonados y cómodos, Pansy tuvo un recuerdo curioso: antes de entrar en Hogwarts, Bulstrode y ella eran buenas amigas, por alguna razón sus madres se conocían y de vez en cuando coincidían en lugares, en esas pocas pero significativas ocasiones, Pansy disfrutaba mucho la compañía de aquella niña, por entonces era ya muy alta para su edad y llevaba el cabello siempre en dos coletas que le enmarcaban las facciones.

—Recuerdas cuando jugábamos juntas, Millicent. —La aludida estaba en medio de una lectura concentrada del nuevo ejemplar de El Profeta, hasta donde habían ido a parar algunos de los chismes de la Revista del Corazón en que aparecía Pansy.

—Bastante bien, odiabas que te dijera Little P. —Aquello la sorprendió, porque no lo recordaba, el gesto debió divertir a Milly que se sonrió. —Te lo decía por fastidiar, tu madre siempre te ha llamado así, nadie más.

—No quiero involucrarte en esta locura que se viene. —Lo decía con sinceridad e igual esperaba sinceramente que Bulstrode lo entendiera; uno de los hombres de la tienda vino a avisarle que su varita tenía más fisuras de lo previsto y que la reparación tomaría más tiempo, ella asintió sin que le significara problema, pero pidió una taza más de té.

—No voy a decir que no hago esto por ti, Pansy. —Millicent dio un sorbo a la taza que tenía delante, Pansy frunció el ceño y miró a la calle, el cielo se había encapotado y hacía un viento helado. —No tiene caso decir cosas que serían mentiras arteras… sólo cállate y deja que ocurran las cosas. —Le fastidiaba enormemente tener que reconocer que Milly le era grata, la hacía sentir débil y necesitada de personas, además, por el momento ya bastante tenía con su debilidad por Hermione para sumarle alguna otra, además en el asunto al que se estaban metiendo, tener debilidades por personas era un riesgo.

—Mi madre… si algo ocurre tienes que cerciorarte de que mi madre esté a salvo, Millicent. —Pidió con la taza entre las manos, buscando que se le quitara el entumecimiento de los dedos, estaba bajando mucho la temperatura afuera y el vidrio del aparador empezaba a empañarse un poco; afuera, en el callejón había empezado a llover y la gente se movía despacio entre líneas plateadas como agujas que teñían todo de plumbago y gris, con un pequeño chasquido, una marea de sombrillas azules, rojas y verdes inundaron el techo, se mecían al ritmo de la suave llovizna, todo parecía una noche artificial.

—Estará bien, no eres lo único que tiene, Pansy. —Rió de lado, tenía una risa divertida que para el momento era lo mejor, ella volvió a sorber de la taza; un hombre con cabestrillo y vendas en la cabeza pasó delante de la ventana de la tienda, no la miraba, pero le pareció como si la supiera ahí dentro.

—¿Crees que hacemos bien? —Quiso saber de pronto, como si le importara muchísimo lo que dijera su amiga, como si eso pudiera cambiar su ya tomada y echada en marcha decisión, Millicent, dejó el periódico a un lado y se acomodó en su asiento con cuidado.

—No lo sé, pero si me permites decirlo, me asusta un poco. —Si tuviera que contar las veces que Millicent le había confesado un temor, podría haberlas llevado en la mano y sobraría espacio suficiente para las suyas.

—Me he vuelto estúpida. —Confesó a su vez para compensar y Millicent soltó una carcajada, aunque bajó la voz cuando la dependienta le miró con interés, parece que ella también tenía algunas publicaciones nuevas sobre el mostrador.

—El amor te vuelve así. —Se volvió a mirarla como si le hubiera ofendido, no le había gustado nada el comentario, iba a refutarlo pero una pareja entró a la tienda.

Ella había extraviado su varita en una salida a pasear, así que ambos necesitaban comprar una nueva, mientras pasaban por el ritual acostumbrado de tomar medidas, ver fechas de nacimiento y nombre y se paseaba la dependienta por cajas que se sacudían negando mientras otras aceptaban acercarse, Pansy seguía pensando en el curso que estaban tomando las cosas; el plan parecía sencillo, iba a llegar la carta y tendría que aceptarla, una vez que la aceptara, iba a infiltrarse en el grupo y a empezar a filtrar nombres, sería muy sencillo. Miró a la pareja que compraba la varita, la chica sonreía mientras él le decía cosas aparentemente divertidísimas, ¿si ella de pronto le decía que era vampiro, él lo creería?, parecían tan felices, como si nada pudiera romper su felicidad; y no, dudó que él lo creería, dudó que algo así pasara. Entonces pensó en todo lo que significaba que ella de pronto se uniera a un grupo así tras años de mantenerse al margen, recordó las veces que se negó a acompañar a Theo a algún evento o las muchas ocasiones en que convenció a Draco de quedarse con ella en un rincón de un restaurante y no acudir a la mesa de algún amigo porque se tenían sospechas suyas en el Ministerio. Entonces lo supo.

Claro, no iban a creer que se fuera a su bando tan fácilmente, nadie lo creería, tendría que hacer las cosas de forma diferente, necesitaba amarrar la situación lo mejor posible, hacerla más creíble, que de verdad no hubiera lugar a dudas sobre su cambio, necesitaba un pretexto enorme para cambiar; miró a la calle nuevamente, dos chicas iban cotillando con la revista en la mano, recordó lo que Harry dijo Tengo una orden de aprehensión en tu contra y estoy resuelto a llevarla acabo… Era eso, necesitaba que la aprehendieran, que fuera un escándalo, sentirse lo suficientemente rota y humillada y entonces tendría sentido, ella habría intentado cambiar, habría luchado por ser del bando bueno y no habría funcionado, aquella bofetada del Ministerio, esa vuelta de espalda, sería suficiente motivo para que la hija pródiga volviera al redil.

—¿Volviste a recibir la carta? —Millicent se volvió a mirarla, la pregunta le había tomado por sorpresa, se llevó la taza a la boca para dar tiempo antes de contestar, pronto bebió con calma, miró la taza un momento y relamiéndose comentó.

—Anoche, la encontré bajo mi tapete de entrada. —Pansy miraba al fondo de la tienda, la pareja estaba pagando la cuenta para retirarse, él reía por algo bobo seguramente. —La dejé en mi mesa de noche antes de salir por ti.

—No la vayas a abrir, estás dudosa, no sabes qué hacer… esperas una señal de que es lo correcto. —Pansy miraba su propia taza, el joven que la atendía venía hacia ellas desde el fondo del establecimiento, traía consigo su varita sujetándola con unos cuadros oscuros de terciopelo.

—Señorita Parkinson, aquí tiene, ¿puede probarla por favor? —La morena se levantó de su asiento y sujetó la varita, al tenerla en la mano fue como si un montón de mariposas le brotaran del estómago, sintió perfecto el escalofrío en su brazo y la forma cómo la ropa se le retorció entorno a la muñeca le hizo sonreír. —Ahí lo tiene… es completamente suya y está restaurada por completo… sólo no la maltrate, dele unos días de descanso.

—Los tendrá. —Pansy se sentía renovada, pasó a la caja y no le dolió pagar la larga cuenta, restaurar a una varita herida era más costoso que hacerse de una nueva, mucho más costoso, pero valía muchísimo la pena; ambas salieron a la tarde fría, Millicent le propuso ir a algún otro sitio, pero Pansy empezaba a sentirse muy cansada, así que le pidió que volvieran a su casa, así lo hicieron.

Echada en su sillón miraba la chimenea encendida, mientras su compañera hacía palomitas de maíz a la usanza muggle, Roar estaba tendido en toda su extensión con las patas estiradas, los dedos separados, mirando las llamas muy de cerca, se sentía tan cansada que sólo quería dormir, así que tiró de la manta gruesa que estaba en el respaldo del sillón y se cubrió con ella, Millicent trajo el tazón de palomitas y se tendió junto a ella en el suelo, Pansy recordó cuando ella hizo lo mismo para cuidar de Hermione; su compañera acercó un tablero de ajedrez y acomodó las piezas con un movimiento de varita, ambas empezaron a jugar entre una charla aguada y no muy entusiasta, al cabo de dos movimiento, Pansy tenía en sus manos a Millicent y ambas lo sabían, entonces metió la mano bajo el sillón, sacó la carta, la que había encontrado esa mañana, la miró un momento mientras su compañera de Colegio miraba el tablero con suma atención.

De un movimiento seco, tiró el sobre en la chimenea, ahora sin miedo, sin emoción, sólo lo arrojó a las llamas, Roar lo miró como una amenaza, había salido de la nada y cruzado sobre su cabeza hasta quedar en el fuego y empezar a consumirse. Millicent había dejado de mirar el tablero tras un movimiento demasiado pensado, Pansy se volvió a verla y sonrió tomando algo de palomitas, siguieron la partida y jugaron por muchas horas, hasta que cayó la noche, Pansy bebió su poción y se retiró a dormir, Millicent le pidió quedarse en el sillón y por alguna razón, Parkinson se lo permitió.


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—¿Por qué querría romper conmigo?

—Ron, mira… eres un buen hombre. —Ginny, sentada al otro lado de la mesa lo miraba fijamente, él seguía ahí, comiendo pollo frío que Molly había cocinado temprano, era noche cerrada, hacía frío y sus padres estaban sentados en la sala oyendo todo. —Pero tienes que aceptar que no has estado en tu mejor momento.

—Pero eso no significa que rompa conmigo, la amo… tiene que estar conmigo justo ahora, cuando más la necesito. —Masculló acalorado, Arthur se dio la vuelta desde su silla, con el periódico en la mano.

—Ronald, escúchate, ¿tiene que estar contigo?... ¿por qué es una obligación, hijo? —Molly asintió desde su sillón, leía Corazón de Bruja, enterándose de todo lo referente al romance de Pansy y Draco y como aquello había desatado la furia del grupo que atacó el Ministerio, era basura según pensaba la matriarca Weasley, pero era muy entretenido de leer. —Ronald, Hermione es una buena muchacha, tiene mucho trabajo y presiones, dale tiempo para que organice sus asuntos y luego busca hablar con ella, si presionas, sólo lo empeorarás.

—¿Por qué siempre debo ser yo el que ceda? —Ok, el berrinche era lo que menos soportaba Ginny, así que cuando le escuchó decir aquello alzó los brazos como si se rindiera, se levantó de su silla, fue a poner su vaso en el fregador y se encaminó a las escaleras.

—El día que entiendas Ronald, que Hermione es más que la mujer que quieres, que tiene vida, respira y vive lejos de tu humanidad, entenderás porque Harry y yo funcionamos también y Hermione te mandó al demonio. —Ginny subió la escalera dando de aspavientos y dio un portazo que hizo vibrar cada plato en la cocina, Ron mordía un muslo, su padre se levantó de su sillón y fue hasta su hijo con mirada cansina.

—Tú no eres esto en lo que te estás convirtiendo, Ronald… ella te aceptó a su lado porque eras algo mejor que esta masa dependiente y arrogante… y espero que vuelvas en ti pronto. —Molly miraba a los dos hombres por sobre su revista, el más joven de sus hijos dejó el plato de lado con un empujón enfurruñado, luego se llevó las manos a la cara con rabia.

—Son duros contigo, Ronnie… pero tienen razón en serlo. —Ron la escuchó y tragó lo que tenía en la boca, se levantó de la mesa y se salió a grandes zancadas, al menos fuera de la casa, el frío le apagaría el coraje.


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Se dio la vuelta y sintió frío, así que abrió un poco los ojos consciente de que algo había ocurrido, entre la negrura logró ver su reloj de pared más allá de su puerta abierta, desde el pasillo le anunciaba que eran pasadas las dos de la mañana, los ojos se le cerraron, no podía abrirlos ya, luchaba por comprender por qué tenía tanto frío; se incorporó en la cama, Roar no estaba ahí, tragó saliva e intentó volver a abrir los ojos, pero no tenía otra cosa que arena bajo los párpados, con cuidado salió de la cama y fue hasta la ventana de la habitación, estaba cerrada, el frío debía venir de otro sitio, empezó a caminar por el pasillo, recordó que Millicent se había quedado en el sillón, así que con la palma de la mano contra el cuenco de su ojo derecho, se aproximó al sillón donde la había dejado dormir.

Antes de llegar a él vio algo en el suelo, oscuro que se atravesaba en su camino, lo pasó con cuidado de no tropezar y llegó al sillón todavía luchando por abrir sus ojos; Millicent estaba en el sillón recostada, hacía tanto frío que se tuvo que envolver con sus brazos, la chimenea estaba apagada, quizá era eso, convocó su varita extendiendo la mano y recordando dónde la había dejado, pero no vino y eso la hizo fruncir el ceño. Bostezó y al hacerlo pudo abrir un poco más los ojos, entonces vio algo que no le gustó, la chimenea no estaba apagada, estaba cubierta por una sombra densa; llevó sus dedos a aquella sombra y al tocarla fue como meter la mano en agua, y sacarla entumida, entonces escuchó el gemido.

Al volverse, distinguió aquello, Millicent estaba amordazada, por la misma sombra oscura que había cubierto la chimenea, el sueño se le espantó de un golpe, buscó alrededor y encontró la puerta a la calle abierta de par en par; ¿habían olvidado poner hechizos de resguardo?, ¿qué había ocurrido? Millicent luchaba por deshacerse de su mordaza y lo que parecía ser ataduras de la misma sustancia en las muñecas pero Pansy le indicó que guardara silencio, buscó entre las cosas de Millicent al borde del sillón y ahí encontró la varita de ésta; con ella en la mano en postura defensiva avanzó por el pasillo, lo que antes había saltado sin saber qué era, resultó ser Roar, sintió que se le ponían los vellos del cuerpo de punta pensando que lo habían matado, pero no se detuvo a revisarlo, debía cerciorarse de estar a salvo, un instante después, al entrar a su cuarto vio su varita en su sitio, y entonces puso sus ojos en las puertas de su armario.

Con grandes letras rojas alguien había escrito por sobre el lujoso acabado claro de la madera Maldita traidora, purista de mierda… su varita estaba ahí, con un movimiento de la de Millicent pudo liberarla, alguien la había hechizado para no acudir al primer llamado, ya en su mano, quiso borrar aquello pero comprendió lo que había pasado; alguien la odiaba por lo de la revista, esa visita era un acto de algún maldito fanático… y era una oportunidad, apresuradamente invocó su patronus y lo envió a pedir ayuda al Departamento de Aurores para avisar que había sido atacada, lo hizo con un tono sufriente y asustado que le había salido muy bien. Era conveniente para la historia, así que revisó a su alrededor por si había algo más que no hubiera notado, pero no, no había nada más; volvió por el pasillo hacia el sitio donde estaba Roar, lo revisó y constató que no estaba muerto, probablemente sólo lo habían hechizado.

—Millicent. —Llamó mientras se le acercaba para desatarla, la aludida se sacudió desesperada, cuando logró quitarle con varios conjuros lo que le cubría la boca, oyeron toquidos en la puerta y la declaración de que eran Aurores que acudían a su llamado. —¿Viste quién era?

—A los primeros no, pero sí al segundo. —Susurró y la sostuvo para dejarla a su lado, podían seguir llamando, Pansy frunció el ceño. —Los primeros entraron porque tu varita se debilitó, debimos renovar los hechizos de protección… eran unos niños enmascarados… jugando… pero luego de ellos vino alguien más. —Pansy ignoró el tercer toquido, pero quitó los seguros para que pudieran entrar y fingió estar soltando las manos de su amiga mientras entraban revisándolo ya todo. —Te dejó eso. —Milly hizo una señal con su cabeza hacia el estante de la cocina donde Pansy tenía las fotos familiares, un sobre con listón atado le devolvió la mirada, colocado cuidadosamente tras la foto de su madre. —Guárdalo. —Pansy asintió y lo desapareció de ahí con un movimiento, un auror le miraba, sonrió de lado al coincidir con sus ojos.

—No querrá ver mi ropa interior por ahí colgada, señor. —El hombre le miró fijamente, lo siguiente fue un terrible interrogatorio que más parecía culparlas a ellas de aquella intromisión que a alguien más.


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Mientras aquellos sujetos hablaban con Pansy sobre la intrusión en su casa, Millicent observaba callada, pensando, cada vez que aquellos hombres preguntaban cosas de mal modo y con tono alterado, la morena se ponía más y más incómoda; Milly sujetó a Roar y lo puso en su regazo, mientras esperaba a ver qué rumbo tomaba todo aquello, uno de los aurores se acercó hasta ella y se sentó a su lado.

—Nuevamente, señorita Bulstrode… ¿qué fue lo que vio? —Aquello la fastidió, pero a regañadientes volvió a hablar.

—Un par de muchachitos, seguramente recién egresados del colegio entraron a la casa, era evidente que dejamos poco resguardado todo, entraron, pintaron ahí… los escuché cuando estaban haciendo eso, salieron corriendo como alma que lleva el diablo, opté por dejarlos ir, uno nunca sabe si le atina a sus suposiciones, podían traer otras intenciones. —El hombre tomaba notas, pero por su cara, no creía media palabra.

—¿Los conocía? —Preguntó con un aire extraño en la voz, Millicent frunció el ceño, Pansy estaba despotricando contras los oficiales, quiso levantarse e ir hasta ella, pero uno de los aurores se puso a su lado y le impidió moverse con una mirada cruda.

—No, no los conozco. —Pansy estaba gritando llena de rabia, decía algo sobre faltarle al respeto, alegaba su puesto y vociferaba sobre el mal trato, decía que ella era la víctima de un asalto y no la persona a la que debían maltratar. —¿Están aquí para ayudarnos o para encerrarnos?

—¿Qué hacía en casa de la señorita Parkinson? —Esa pregunta la hizo crisparse, puso a Roar suavemente en el sillón a su lado.

—Salimos de compras, se hizo tarde, me quedé a dormir para no tener que ir hasta mi casa… hay algo de malo en ello. —Espetó muy molesta, los aurores se miraron como si encontraran en ella mentiras, como si ella hubiera entrado a la casa.

—¿Por qué no los detuvo? —El hombre sospechaba de ella y aquello la hizo titubear, no podía decir que tras los muchachos había entrado otro hombre a dejar el sobre, no podía decirlo porque tendrían que hablar de la carta y no debía.

—Si no mal recuerdo, cuando entraron, vieron a mi compañera desatándome. —Tenía que contenerse, tenía los dientes apretados y deseaba que Pansy hubiera dejado su varita más cerca y no sobre la mesa de la cocina; los dos se miraron, tomaron unas notas más, entonces el que la interrogaba se puso de pie.

—Señorita Bulstrode, permítanos llevarla a casa. —Pansy venía por el pasillo furiosa, seguida de cerca por dos aurores.

—¡Así que porque en una revista de chismes vieron mi nombre, asumen que hago esto por atención! —Milly se puso de pie para darle alcance, pero el interrogador la sujetó por el brazo.

—Permítame llevarla a casa, insisto. —Pansy le miró y vio al sujeto con rabia contenida, luego tomó aire y exclamó.

—Váyanse, piensen lo que quieran, pero óiganlo todos muy bien, si amanezco muerta mañana, si pasado encuentran mi cuerpo en una zanja, espero que no les extrañe que les haga responsables. —Había algo en los ojos de Parkinson que preocupó a Millicent, el agarre del auror volvió de pronto.

—Tenemos órdenes de vigilarle, señorita Parkinson… por su seguridad. —Pansy se volvió con ganas seguro de romperle la cara al sujeto, así que la miró con decisión y espetó.

—Permíteles acompañarte, Milly… así quizá puedan largarse de mi casa. —No quería dejarla y esperaba que su mirada lo dijera, pero el auror apretó más fuerte su brazo.

—Suélteme, imbécil. —Espetó llena de rabia, Pansy se aproximó a ella y miró al sujeto fijamente. —¿Por qué demonios nos tratan así?, ¡entraron a la casa mientras dormíamos, pudieron matarnos! —Exclamó enardecida, Pansy asintió mirándolos.

—¿Y por qué no lo hicieron? —El sujeto que había pelado con Pansy sonreía a medias, Milly sintió que las sienes le iban a detonar como una bomba de mano, comprendió lo que ocurría, no les creían, no iban a hacerlo; la revista había resucitado en algunos sentimientos que hacía mucho tiempo no tenían por ellas, las Slytherin, las repudiadas por ser puras, por ser verdes.

—¿Está diciendo que debieron matarme para que creyeran que entraron a mi casa?... acaba de confirmar con hechizos que la pintura de ahí dentro no la puse yo. —El hombre asintió tomando más notas, como si no lo hubiera anotado antes, Pansy se exasperó más entonces, una frustración casi solida se reflejó en su voz al volver a hablar. —Salgan de mi casa, ve a casa Millicent… salgan de mi casa.

Al decirlo los fulminaba con la mirada, Millicent comprendió que no era buena idea seguir más ahí y optó por salir para que la siguieran, antes de alejarse de Pansy atinó a darle un abrazo suave y susurrar a su oído.

—Te veo en la mañana, no te preocupes… no lo vale. —Pero al decir lo último y ver el rostro de su amiga, esos ojos verdes temblaban de una mezcla de rabia y humillación; metiéndose los zapatos y acompañada por cuatro aurores, Millicent Bulstrode salió de la casa de Pansy Parkinson, lo último que vio de ella fue su rostro compungido mientras se sentaba junto a Roar y lo acariciaba con los ojos perdidos en la chimenea encendida.

Cuando desaparecieron y la dejaron en su casa, entró y se tiró en su cama tras cerrarles la puerta en la cara, al volverse, sobre la almohada junto a ella estaba el sobre; comprendió la densidad de la situación, los aurores las odiaban, les tenían la vista encima… y alguien aprovechaba aquello para tirar un cebo.

Y por como vio a Pansy al salir, estaba a punto de morderlo.


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Miércoles 11 de noviembre

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Temblaba entera, no podía contenerlo, la visión se le volvió de túnel, se aferraba a ella con fuerza en un vano intento por tenerla contra sí, sudaba, sentía el sudor de su baja espalda, sentía el sudor de la parte trasera de su rodilla al doblarlas un poco y moverse era una sacudida nueva, parecía como si estuviera presa de un ataque, cada latido que daba su corazón era como volver a vivir; Pansy tenía su rostro contra el de ella, de pronto distinguió sus ojos entre aquella bruma, esos dos ojos verdes inmensos y los encontró oscuros, hambrientos, suspiró encogiéndose contra su brazo tendido como un asta de la que pudiera sujetarse, estiró su cuello para alcanzarla y la besó, la besó con suavidad, buscando sentirla, buscando que sintiera cómo su cuerpo aterido le agradecía, Pansy sonrió en medio de aquel gesto.

Hermione la miró un instante, esa sonrisa era dulce, podía sentir el cuerpo de Pansy vibrar, pero pese a eso, le sonreía con dulzura, aquello la sorprendió y le conmovió, entonces recordó aquel arrobador a ti y algo se le estremeció por dentro, como despertar de un letargo; llevó sus manos a aquel rostro y lo atrajo contra sí, beso esa boca con fuerza y tiró de ella a un lado, hasta que Pansy estuvo a su lado en la cama, el cabello oscuro le caía sobre la frente, grueso, lacio, denso; mentiría si tuviera que decir que sabía qué hacer, pero quería hacerlo así que se empujó y fue a ponerse sobre ella, la morena le miraba sorprendida. De pronto se sintió muy vulnerable, pero fijó su mirada en ella, los labios de Pansy estaban húmedos y rojos y no pudo contenerse, se volcó a ellos, deslizando su boca por ella, con su mano alojando aquella mejilla definida y fuerte, jugó con aquella boca, cerró sus ojos para no tener que mirar, sólo sentir; con la boca cerrada, dejó a la punta de su labio superior acariciar la boca de Pansy, cuya respiración estaba alterada, pero comenzó a relajarse.

Luego usó su lengua para delinear aquella boca, para abrirla con cuidado, para entrar en ella mientras con su mano izquierda acariciaba el pecho derecho de Pansy, con mucho cuidado, por sobre la blusa de satín oscuro, Pansy ronroneó, suave y contenido; Parkinson no era muy paciente ni tenía vena de cautelosa, abrió sus piernas y rodeó con ellas el cuerpo de Hermione para apretarlo contra el suyo. Aquello la hizo estremecer, así que atinó a apretarse contra ella, con fuerza, Parkinson gimió, pero Hermione no se detuvo, volvió a restregarse contra ella, quizá por instinto, quizá por suerte, se inclinó de lado un poco y algo ocurrió, porque con ese roce fue suficiente para que Pansy reaccionara. Estaba demasiado excitada y sus mejillas sonrojadas lo decían, por un momento, Hermione no supo que hacer, pero Pansy lo remedió antes que pudiera hacer nada, tiró de ella y le comió la boca, moviendo sus caderas contra aquella postura en que había acabado la castaña por pura suerte; entre el beso, escuchaba y percibía sus gemidos y el movimiento acompasado sólo hacía que se excitara también ella más, no supo en qué momento, pero Pansy volvió a filtrar una de sus manos dentro de su ropa y prodigarle de nueva cuenta aquellas caricias sacándole a su vez gemidillos contenidos.

En aquella posición, Hermione no sabía lo que ocurría, pero sí lo que estaba sintiendo, sorprendentemente volvía a estar al borde del abismo y los espasmos de Pansy restregándose contra ella la encendían el doble; hubo una nubosa bruma de placer que la hizo ahogarse, la boca de Pansy estaba lejos de besarla ya, gemía ruidosamente haciendo que se le erizaran los vellos de la nuca como nunca había sentido al hacer el amor. Y aquel pensamiento lo endulzó todo de forma pasmosa.

Cuando apoyó su frente contra la barbilla de Pansy, absolutamente exhausta y con la respiración ahogada, comprendió que eso era lo que había ocurrido, que no era sexo porque sentía otra cosa, empujó con su frente a aquella barbilla alzándola y besó ese cuello suave, agitado, que sudaba ligeramente y que tragaba saliva con ruidosa inestabilidad.

—Y yo te quiero a ti. —Gimió besando aquella garganta, besándola más, mordiéndola, acariciándola dejando que su cuerpo aplastara el adolorido de Pansy que se quejó; pero no le importó que lo hiciera, ahora sólo quería quedarse ahí, sentirla y seguir besando. Y esperar.