Días después, Hermione se levantó temprano y decidió cabalgar sola hacia el bosque en busca de frambuesas. Quería sorprender a su esposo con una tarta de frambuesas, su postre favorito. El aire frío del invierno escocés comenzaba a sentirse, y una fina capa de escarcha cubría el suelo. Hermione se abrigó bien antes de salir, disfrutando del crujido de la nieve bajo los cascos de su caballo.

Mientras tanto, Armand despertó y fue a la habitación de Hermione, se sorprendió al encontrarla sin la tranca, ingresó al no encontrar a Hermione en su habitación, comenzó a preocuparse. Buscó por todas partes, pero no había rastro de ella. El viento helado soplaba a través de las ventanas, aumentando su inquietud. Desesperado, fue a buscar a su hermano mayor, quien también se alarmó al no encontrar a Hermione.

—¿La has visto esta mañana? —preguntó Draco, con el ceño fruncido y aun adormilado, su hermano ingresó buscándola en su habitación.

—No, no la he visto, la he buscado por cada habitación del castillo. —respondió Armand, ya sintiendo la preocupación crecer en su pecho.

Juntos, comenzaron a preguntar a todos en el castillo. Kreacher, Dobby y Daphne no sabían nada sobre el paradero de Hermione, lo que aumentó la preocupación de Draco.

—¿Dónde podría estar? —murmuró Draco, su mente llena de pensamientos oscuros.

En la mente de Draco, la idea de que Hermione había sido raptada por Frederick Weasley se hizo cada vez más fuerte. Estaba convencido de que él había venido a robarle a su esposa. Con el corazón lleno de celos y furia, Draco se dirigió a los establos paraalistar su caballo y salir en busca de Hermione.

Justo cuando estaba a punto de partir, vio a Hermione regresar cabalgando, con una cesta llena de frambuesas. El sol de la mañana reflejaba destellos en la escarcha, creando un paisaje brillante y frío. Draco corrió hacia ella, su preocupación transformándose en alivio y amor. La ayudó a bajar del caballo y, sin previo aviso, la besó apasionadamente en los labios.

—Hermione, me tenías preocupado —dijo Draco, sin soltarla—. Pensé que algo terrible te había pasado.

Hermione sonrió, acariciando su rostro, ese beso la hizo ver estrellas.—Lo siento, esposo mío. Solo quería sorprenderte con una tarta de frambuesas. No pensé que te preocuparías tanto.

Draco la abrazó con fuerza, sintiendo que no quería soltarla nunca más.—No vuelvas a irte sin avisar, por favor. No soportaría perderte.

Hermione asintió, intentado comprender la profundidad de sus sentimientos. —Lo prometo. No volveré a hacerlo.

Armand, observando la escena, intercambió una mirada cómplice con Kreacher. Sabía que este momento era un paso importante para que empezarán a compartir habitación, después de todo el invierno llegó.

Alrededor de medio día, Hermione entró al solárium con una tarta de frambuesas en las manos. El aroma dulce impregnaba el aire, mezclándose con la opulenta fragancia de los candelabros encendidos. Draco estaba de pie junto a la ventana, su perfil iluminado por la luz dorada que se filtraba a través de las cortinas. Cuando Hermione se acercó, sus ojos grises se encontraron con los de ella, reflejando una mezcla de sorpresa y algo más profundo, algo que había intentado ignorar durante tanto tiempo.

—Pensé que te gustaría —dijo Hermione, extendiéndole la tarta con una tímida sonrisa.

Draco aceptó la tarta, sus dedos rozando los de ella, enviando una corriente eléctrica a través de su piel. Sin decir una palabra, tomó un pedazo con los dedos y lo llevó a la boca. El sabor dulce y ácido explotó en su lengua, pero no fue nada comparado con el tumulto de emociones que sentía al estar tan cerca de Hermione.

—Está deliciosa —murmuró Draco, pero sus ojos no se apartaban de los labios de Hermione. No podía dejar de preguntarse si podría besarla otra vez y si esos labios sabrían tan dulces como la tarta.

Hermione sonrió, pero antes de que pudiera responder, Draco dejó la tarta a un lado y se acercó a ella, acortando la distancia entre ambos. Con una mano temblorosa, acarició su mejilla, observando cada reacción en su rostro, como si temiera que ella se apartara en cualquier momento. Pero Hermione no se movió. Sus ojos se suavizaron, y en un susurro, apenas audible,

Draco dijo:—Eres mi dulce deseo, Hermione. Desde que te vi me dejaste impactado con tú belleza... Yo no supe reconocer lo que empecé a sentir por ti y ahora me estoy volviendo loco cada vez que pienso que podrías irte de mi

Hermione sintió que su corazón se aceleraba. Todo lo que habían pasado, todas las peleas, todo culminaba en este momento. Con el corazón latiendo desenfrenado, se inclinó hacia él y presionó sus labios contra los de Draco.

El beso fue suave al principio, pero rápidamente se tornó más apasionado. Draco deslizó sus manos hacia su cintura, atrayéndola más cerca de él, mientras sus labios se movían con una urgencia creciente. Hermione sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor, que solo existían ellos dos y el fuego que ardía entre ambos.

De repente, Hermione se apartó un poco, respirando con dificultad.—Draco… los criados están ordenando tus pertenencias… —susurró, sus mejillas enrojecidas tanto por la emoción como por la vergüenza.

Draco, sin apartar su mirada de ella, se volvió hacia los criados que estaban en la habitación, inmóviles, como si no supieran qué hacer.

—¡Fuera! —ordenó con firmeza—. Y no se atrevan dar la vuelta para mirar, si lo hacen los enviaré a hervir en aceite.

Los criados, rápidamente, salieron de la habitación casi tropezando con sus propios pies, cerrando la puerta tras ellos. Ahora estaban solos.

Draco se volvió hacia Hermione, su expresión suavizándose, aunque sus ojos seguían ardiendo de deseo. Se dieron un largo beso, las manos no podían quedarse quietas, deseaba abrir ese vestido. Con una sonrisa traviesa, tomó su mano y la guió hacia su habitación. Hermione lo siguió, sintiendo el nerviosismo creciendo en su pecho, pero también un extraño sentimiento de expectación.

Una vez dentro de la habitación, Draco cerró la puerta con un movimiento decidido y se volvió hacia Hermione. Ella se detuvo en medio de la habitación, insegura de qué hacer. Draco, por otro lado, no perdió tiempo. Se acercó a ella, sus dedos deslizándose hasta las amarras de su vestido. Su respiración era entrecortada mientras luchaba con los nudos, su deseo casi palpable.

—Déjame ayudarte… —susurró Hermione, pero sus manos temblaban mientras trataba de desatar los nudos. En su impaciencia, Draco tiró con más fuerza de lo necesario, causando que uno de los lazos se rompiera.

—Lo siento… pediré al sastre que te haga diez más —murmuró, sus labios rozando el cuello de Hermione, quien sintió que su piel se erizaba al contacto.

Ella decidió tomar la iniciativa, sus manos ahora deslizando los botones de la camisa de Draco. Pero su nerviosismo la traicionó, y antes de que se diera cuenta, varios botones volaron por la habitación.

—Lo siento, yo… —comenzó Hermione, pero Draco la interrumpió con un beso, sus labios cubriendo los de ella con una pasión que no dejaba lugar a palabras.

—No importa —murmuró Draco contra su piel—. Nada de esto importa.

Con un movimiento suave, la guió hacia la cama. Hermione se sentó, sintiendo la suave sábana bajo ella mientras Draco continuaba desnudándola, sus manos temblorosas, pero llenas de ternura. Cada prenda que caía al suelo aumentaba la tensión en el aire, y aunque Hermione estaba nerviosa por lo que iba a ocurrir, había una parte de ella que ansiaba lo que venía.

Draco, ahora medio desnudo, se arrodilló frente a ella, sus ojos recorriendo cada centímetro de su cuerpo con adoración.

—Eres hermosa y yo estoy lleno de cicatrices—susurró, antes de inclinarse para besarla de nuevo, su pasión mezclándose con un amor que había tardado demasiado en reconocer.

Hermione, aunque aún nerviosa, respondió al beso con igual fervor, dejándose llevar por el momento, por Draco, y por lo que significaba estar juntos.— las cicatrices son prueba de tu valor y son hermosas para mí.

Draco miró a los ojos de su esposa durante un momento y sonrió. Una sonrisa tan plena, tan completa, que parecía venir de su alma. Él la siguió acariciándo y besando lentamente. Estaba saboreando cada toque, cada caricia, prolongando el placer con cada gesto.

Draco deslizó sus labios por sobre el cuello femenino, hasta que encontró las últimas amarras de vestido en la parte e lateral, abriéndola con extremo cuidado. Pasó los dedos hasta alcanzar el dobladillo del vestido en el muslo, lo levantó, lo pasó sobre la cabeza de Hermione luego, admiró el cuerpo femenino en completa desnudez.

Draco la besó nuevamente, su piel febril tocó la suya, haciéndola gemir ante el placer de tenerlo allí, apretándola contra contra la cama, Él exploró cada centímetro del cuerpo femenino con las puntas de los dedos. Pronto sus labios rehicieron el trayecto, parando en su vientre Suavemente, Draco la miró y continuó explorando, alternando dedos, labios y dientes, haciendo que su esposa se retorciese de placer.

Hermione escuchó reír suavemente a Draco mientras sus dedos acariciaban sus caderas y prenda íntima de seda. retiró los zapatos con delicadeza, hechizándola con sus ojos como si pudieran llegar a ser uno solo.

Hermione se arrodilló en la cama, empezó abriendo su cinturón y ayudándole a deshacerse del resto de sus ropas. Todo lo que podía pensar mientras que la tela caía, mostrando su cuerpo perfecto, realmente estaba soñando, su esposo era hermoso, fuerte, viril. Era perfecto a sus ojos, realmente verlo otra vez así era un placer, su cuerpo pedía ser atendido por él.

Él también la estudiaba con ojos voraces, recorriendo mis curvas, saboreándola a distancia.

—Tan hermosa... —susurró, haciendo que se acostase de nuevo.— deseo convertirte en mi mujer ahora

Sus manos se volvieron más firmes, imprudentes, ansiosas. Tan ansiosas qué estaba siendo torpe. Moviéndose rápidamente, se colocó sobre ella que acabó gimiendo al sentir el contacto puro, crudo, directo de su piel. bajó la cabeza hasta llegar al oído femenino

—¿me deseas a pesar de mis cicatrices? —murmuró—. Si quieres, puedo dejarte ir.

Hermione se aferro a él, entrelazo sus piernas sobre las caderas masculinas — Si me dejas ir es esta situación pediré el divorcio, esposo mío, tu deber es complacerme.

Él levantó la cabeza y sonrió.— Así será entonces, Hermione

Él se deslizó dentro de ella y luces de colores y calientes la golpearon, trayendo lágrimas a sus ojos. Entonces algo cambió. La delicadeza y sutileza todavía estaban presentes, pero quedaron en segundo plano. Era el deseo ardiente, sintió la necesidad de moverse bajó él para sentir más placer, ahora entendía porque había familias que tenían más de diez hijos... Nadie podría negarse a tal placer. con cada movimiento él se adentraba más en ella llenándola de placer, tocando su alma. La espera había sido larga y dolorosa durante sus dos meses de matrimonio, pero ¡oh, valió la pena! Nunca creyó que podía llegar a sentir ese tipo de placer.

Su boca estuvo de nuevo en la de Hermione como si la espera lo hubiera estado matando. Hermione se agarraba de las sábanas, él empujaba dentro de ella, una y otra vez, llenaba cada centímetro de ella, deseaba no terminara nunca, así que con sus brazos y piernas envueltas alrededor de él, gritó por más y más fuerte. Su lengua era tan enérgica y dominante en su boca

Se meció dentro de ella otra vez, su sudor mezclándose con el suyo, haciendo que sus pieles sintieran como si fueran una. Los ojos de Hermione se pusieron en blanco con la devastadora mezcla de dolor y placer surgiendo en su cuerpo con cada movimiento.

Draco agarró el muslo femenino abriendo más sus piernas, y luego deslizó su otra mano sobre el pubis hasta encontrar aquel punto sensible y rosa, el cual empezó a frotar con su pulgar en círculos. Unos segundos después, Hermione estaba gritando de placer, subiendo sus caderas para encontrar las de él. Draco disfrutaba al escucharla gritar su nombre una y otra vez, era perfecto, disfrutaba ser llamado por ella en medio de cada gemido.

Luego de unos movimientos suaves y besos tiernos,. Sus músculos se tensaron mientras empujaba dentro de ella, cada vez más poderosa que la anterior. Hermione alcanzó el climax, las sábanas se humedecieron, entonces Draco se concentró solamente en si mismo mientras empujaba más duro y sin piedad contra ella.

Mientras él marcaba el ritmo, que a cada segundo se hacía más y más frenético, Hermione empezó a sentir que cada golpe en su interior le generaban contracciones y más placer, una, dos, tres veces seguidas llegó al clímax, se estremeció cuando Draco explotó dentro de ella, sintió la calidez en ella y se sintió completamente satisfecha.

Sin aliento, con los cuerpos perlados de sudor, lánguidos, y agotados, permanecimos inmóviles, sin decir una palabra, simplemente disfrutando de la sensación de paz.

—Tengo que decirte que desde el primer día que te vi en camisón deseaba esto —dijo un tiempo después, con la voz todavía entrecortada.

—Es bueno saberlo —dijo sin aliento. Era difícil respirar con todo ese peso sobre su estómago—. Yo te deseaba desde que te vi bañándote camino aquí...

Él sonrió ampliamente.— Sospechaba que eras tú tras los arbustos.

—deberíamos repetir esto cuantas veces fuera necesario, hay mucho aprender y a mi me gusta estudiar —Entonces él volvió a besarla y se acostó a su lado, jalandola hacia su lecho.

Antes de que pudieran besarse alguien tocó freneticamente la puerta de sus aposentos.

—¡Su excelencia! ¡Los guardias han avistado a los vizcondes Snape-Prince! —Era Kreacher —Al parecer vienen de vista, Sir Harry Potter, dijo que no sabía que estaban en camino, debido siempre quema las cartas de su madre sin siquiera leerlas. — Su tono de voz sonaba preocupado — No encuentro a la duquesa, para recibir las órdenes respectivas a los visitantes.

—Mi esposa está conmigo. — Draco sonaba agotado — ordena que preparen las tinajas de agua y tráelas a mi habitación, también que traigan las pertenencias de mi esposa a mi habitación a partir de ahora vivirá y dormirá conmigo... Para los visitantes dile a Harry que disponga como desea recibir a su madre y padrastro.

—Como usted desee, su excelencia. Ahora enviare a las criadas con las tinajas. — Kreacher tras la puerta sabia que ello significaba una sola cosa... ¡Pronto llegaría el nuevo Malfoy! Se fue casi bailando de alegría entre los pasillos.

Draco y Hermione se miraron, ambos con una mezcla de sorpresa y frustración por la interrupción. Draco suspiró, acariciando suavemente el rostro de Hermione.

—Parece que nuestros momentos tranquilos siempre son interrumpidos —dijo con una sonrisa cansada.

Hermione rió suavemente, asintiendo.—Así es la vida en el castillo, supongo. Pero al menos estamos juntos.

Draco la besó una vez más, con ternura y pasión.

— mi amor. Realmente no quisiera tener que recibir a los vizcondes Snape-Prince. — la miró a los ojos — Pero te prometo que durante la noche haremos más de esto.

Hermione asintió, sintiendo una mezcla de nervios y emoción por lo que vendría después.

—No puedo creer que Harry queme las cartas de su madre sin leerlas —comentó Hermione — No sabia que era vizcondesa, creí que ella era la duquesa Potter.

Draco rió, sacudiendo la cabeza.— esa es la razón por la que Harry quema las cartas, su madre nunca le contó que se casó con el vizconde.

En cuando los criados dejaron las tinajas, Draco cargo a su esposa para sumergirla en el agua tibia, deseaba bañarla y de ser posible hacerla suya otra vez.