Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen ni la historia ni los personajes del libro espero que les guste

Asesino de brujas

Libro 1

La bruja blanca

(La desgracia nunca llega sola)

Cap.5

El Nombre De Un Hombre

Inu

La mansión de Tremblay apestaba a magia. Cubría el jardín, se aferraba a los guardias desmayados que Tremblay intentaba revivir. Una mujer alta de mediana edad se puso de rodillas a su lado. Pelinegra. Despampanante. Aunque no la reconocí, los susurros de mis hermanos confirmaron mis sospechas.

Madame Izayoi. Cortesana famosa y dueña del Bellerose.

Sin duda, ella no tenía nada que hacer allí.

-Capitán Diggory.

Me gire hacia la voz tensa detrás de mí. Una rubia esbelta estaba de pie con las manos firmemente unidas, un anillo de boda caro resplandecía en su dedo. Las arrugas de su ceño arruinaban las esquinas de unos ojos que clavaban dadas en la nuca de madame Izayoi.

La esposa de Tremblay.

-Hola, capitán Diggory. – La voz suave de Kikyo la procedió mientras rodeaba a su madre. Trague con dificultad. Aun vestía de negro por el duelo. Sus ojos marrones sobresalían bajo la luz de las antorchas. Hinchados. Enrojecidos. Las lágrimas brillaban en sus mejillas. Anhelaba acortar la distancia entre nosotros y secarlas. Hacer desaparecer esa escena digna de una pesadilla, como la noche en que habíamos hallado a Kaede.

-Mademoiselle Tremblay. -En cambio, incline la cabeza, profundamente consiente de las miradas de mis hermanos. De la de Bankotsu-. Tenéis… buen aspecto.

Mentira. Tenía un aspecto miserable. Asustada. Había perdido peso desde la última vez que la había visto. Tenía el rostro demacrado, ojeroso, como si no hubiera dormido en meses. Yo tampoco lo había hecho.

-Gracias. -Una sonrisa leve ante la mentira-. Usted también.

-Me disculpo por las circunstancias, mademoiselle, pero le garantizo que, si una bruja es responsable, ardera.

Mire a Tremblay. El y madame Izayoi estaban agazapados cerca, juntos, y parecían hablar preocupados con los guardias. Fruncí el ceño y me acerqué. Madame Tremblay carraspeo y poso sus ojos indignados en mí.

-Le aseguro, señor, que usted y su estimada orden no son necesarios aquí, mi esposo y yo somos ciudadanos que tememos a dios y no abalamos la brujería…

A mi lado Bankotsu inclino la cabeza.

-Claro que no, madame Tremblay. Estamos aquí solo por precaución.

-Aunque sus guardias estaban inconscientes, madame -señale-. Y su casa apesta a magia.

Bankotsu suspiro y me lanzo una mirada irritada.

-Siempre huele así aquí. – madame Tremblay entrecerró los ojos y presiono los labios en una línea delgada. Disconforme-. Es ese parque bestial. Envenena toda la calle. Si no fuera por la vista del Doleur, nos mudaríamos mañana.

-Discúlpeme, madame. De todos modos…

-Lo comprendemos. -Bankotsu avanzo con una sonrisa aplacadora-. Y nos disculpamos por la alarma. En general, los robos entran en la jurisdicción de los guardias, pero…- Vacilo con una sonrisa titubeante-. Hemos recibido una información anónima que decía que una bruja estaría aquí esta noche. Haremos un recorrido rápido de la propiedad, y usted y su familia podrían regresar a salvo a su hogar…

-Capitán Diggory, Chasseur Toussaint. -La voz que interrumpió era cálida. Intima. Nos giramos al unisonó para ver a madame Izayoi caminado hacia nosotros. Tremblay se apresuró a seguirla y dejo atrás a los guardias desorientados-. Acabamos de hablar con los guardias. – sonrió exhibiendo sus dientes blancos, que resplandecían en contraste con sus labios escarlatas-. Los pobrecitos no recuerdan nada, por desgracia.

-Si no le importa que se lo pregunte, Izayoi Helene -dijo madame Tremblay apretando los dientes-. ¿Por qué motivo está aquí?

Madame Izayoi la miro con desinterés cortes.

-Pasaba por aquí y he visto el alboroto, claro.

- ¿pasaba? ¿Qué hacía en esta parte de la ciudad, querida? Hubiera imaginado que tenía negocios que atender en su propia calle a estas horas de la noche.

Madame Izayoi alzo una ceja.

-Tiene razón. -Amplio su sonrisa y miro a Tremblay antes de devolver la mirada gélida a su esposa-. Tengo negocios que atender.

Kikyo se puso tensa, inclinando la cabeza, y Tremblay se apresuró a intervenir antes de que su esposa pudiera responder.

-por supuesto que son bienvenidos a interrogar a mi personal, señores.

-No se preocupe, Monsieur Tremblay. Lo haremos. -lo fulmine con la mirada por el bien de Kikyo y alce la voz hacia los guardias y los Chasseurs-. Separaos y formad pareja un perímetro. Bloquead todas las salidas. Guardias, formad pareja con un Chasseur. Si se trata de una bruja, no permitáis que os atrape sin defensas.

-No es una bruja -insistió madame Tremblay, mirando a su alrededor con ansiedad. Las luces de las casas vecinas comenzaron a encenderse. Ya había un grupo de personas frente a la puerta rota.

Algunas vestían camisones. Otros vestían prendas elegantes similares a las de los Tremblay. Todos tenían expresiones familiares y cautelosas-. Es solo un ladrón. Eso es todo lo que…

Se detuvo abruptamente y alzo la vista hacia la mansión. Seguí su mirada hasta una ventana en el piso superior. Una cortina se movió y dos rostros se asomaron.

Uno de ellos era familiar, pese a la peluca. Ojos marrones, vividos incluso en la distancia, abiertos de par en par llenos de pánico. Cerraron la cortina con rapidez.

La satisfacción se expandió por mi pecho y me permití sonreír.

Que la justicia fluya como un rio y la rectitud como una corriente constante.

- ¿Qué pasa? -Bankotsu también miro hacia la ventana.

Justicia.

-Aún están allí: un hambre y una mujer.

Extrajo su Balisarda con una floritura.

-Me encargare rápido de la mujer.

Fruncí el ceño al recordar el bigote de la chica. Sus pantalones holgados, su camisa arremangada y sus pecas. El modo en que había olido cuando se había topado conmigo en el desfile: vainilla y canela. No magia. Sacudí abruptamente la cabeza. Pero las brujas no siempre olían al mal. Solo cuando habían estado practicando magia. El arzobispo había sido claro durante nuestro entrenamiento: cada mujer era una amenaza en potencia. Sin embargo…

-No creo que sea una bruja.

Bankotsu alzo una ceja oscura, moviendo las aletas de su nariz.

- ¿No? Sin duda no es coincidencia que recibimos una pista en esta noche en particular… antes de que esos ladrones en concreto robaran esta casa concreta.

Frunciendo el ceño, mire de nuevo la ventana.

-La he conocido esta mañana. Ella… -Carraspee, el calor subió por mis mejillas-. No parecía una bruja.

La excusa parecía tonta, incluso para mis propios oídos. La mirada de Kikyo ardía sobre mi cuello.

-Ah. No puede ser una bruja porque no parecía serlo. Error mío, claro.

-Llevaba puesto un bigote -susurre. Cuando Bankotsu resoplo, resistí el deseo de golpearlo. Él sabía que Kikyo observaba-. No podemos descartar el parque Brindelle, que está aquí al lado.

Es posible que el hombre y la mujer sean simple ladrones, a pesar de las circunstancias. Tal vez merecen ir a la cárcel. Pero no a la hoguera.

-De acuerdo. – Bankotsu puso los ojos en blanco y marcho hacia la puerta sin esperar mi orden-. Entonces, debemos prisa, ¿no? Los interrogaremos a los dos y decidiremos: prisión u hoguera.

Apretando los dientes ante su insolencia, les hice una seña con la cabeza a los guardias y ellos lo siguieron. Yo no. Mantuve mis ojos entrenados en la ventana… y en el techo. Como no apareció de nuevo, me escabullí por el lateral de la casa y esperé. Aunque la presencia de Kikyo era una llama ardiente en mi espalda, hice un esfuerzo por ignorarla. Ella habría querido que me centrara en los Chasseurs. Eso haría.

Paso otro minuto. Y otro.

La pequeña puerta de un sótano cubierta por hortensias se abrió a mi derecha y Bankotsu y un hombre de piel olivácea salieron por ella, los cuchillos brillaban bajo la luna. Rodaron antes de que Bankotsu aterrizara sobre el otro hombre con el cuchillo presionado contra la garganta. Tres guardias salieron por la puerta del sótano detrás de ellos, con grilletes y cuerdas. En cuestión de segundos, ataron sus muñecas y tobillos. El gruñía y retorcía, gritando una diatriba de insultos. Y una sola palabra.

- ¡Kag! -Lucho en vano contra sus ataduras, tenía el rostro purpura de furia. Uno de los guardias avanzo para amordazarlo-.

¡Kag!

Kag. Nombre de hombre. Eso parecía.

Continue avanzando, inspeccionando las ventanas y el techo. Vi una leve sombra moviéndose en la pared. Despacio. Mire con más atención. Esta vez, ella vestía una capa. La tela se abrió mientras trepaba y dejo expuesto un vestido tan elegante como madame Tremblay. Probablemente robado. Pero no era el vestido lo que parecía causarle problemas.

Era su mano.

Cada vez que tocaba la pared, retrocedía, como si doliera. Forcé la vista, intentando localizar el origen del problema, pero ella estaba muy alto. Demasiado alto. Como si respondiera a mi miedo, su pie tropezó y cayo varios metros antes de sujetarse del alfeizar de una ventana. Mi estomago dio un vuelco al verla caer.

- ¡Oye! -Corrí hacia adelante. Los pasos sonaron mientras los Chasseurs y los guardias venían detrás. Bankotsu empujo al hombre atado al suelo a mis pies-. ¡Estas rodeada! ¡Ya hemos capturado a tu novio! ¡Baja ahora mismo antes de que te mates!

Ella se resbalo y se aferró de nuevo. Esta vez, su peluca cayo y dejo expuesto su cabello negro azabache y largo. Inexplicablemente furioso, avance a toda velocidad.

-Baja de hai ahora mismo…

El hombre logro quitarse la mordaza de la boca.

-Kag, ayúdame…

Un guardia lo amordazó otra vez con dificultad. La mujer hizo una pausa al oír la voz del hombre, apoyada en una ventana, y nos miró desde arriba. El reconocimiento ilumino su rostro cuando me vio y alzo su mano sana hacia la frente a modo de saludo militar burlón.

La mire, perplejo. Realmente había hecho un saludo. Cerré los puños.

-Subid y traedla.

Bankotsu puso mala cara ante la orden, pero de todos modos asintió.

-Chasseurs: conmigo. -Mis hermanos avanzaron con sus Balisardas en mano-. Guardias: cubrid el terreno. No permitáis que escape. Si los otros Chasseurs se preguntaban por qué yo permanecía en el terreno. No dijeron nada. Sabio por su parte. Pero eso no evito que recibiera miradas curiosas por parte de los guardias.

- ¿Qué? -replique, fulminándolos con la mirada. A toda prisa, miraron de nuevo hacia el techo-. ¿Había alguien más adentro?

Tras varios segundos, uno de los guardias avanzo. Apenas lo reconocí. Dennis. No… Davide.

-Si, capitán. Geoffrey y yo encontramos a alguien en la cocina.

- ¿y?

Otro guardia, el supuesto Geoffrey, carraspeo. Los dos intercambiaron una mirada ansiosa y Geoffrey trago con dificultad.

-Ha escapado.

Emití un suspiro brusco.

-Creemos que era la bruja que buscaba -añadió Davide, esperanzado-. Olía a magia, más o menos, y… y ha envenenado a los perros. Tenían sangre en las fauces y olían… raro.

-Por si ayuda, ella tenía, bueno… cicatrices -dijo Geoffrey. Davide asintió con seriedad.

Mire hacia el techo sin decir otra palabra, obligándome a soltar los puños. A respirar. No era culpa de Davide o Geoffrey. Ellos no estaban entrenados para lidiar con las brujas. Pero podrían explicar su incompetencia frente al arzobispo. Y aceptar el castigo. La vergüenza. Otra bruja libre. Otra bruja suelta para aterrorizar a los inocentes en Belterra. Para aterrorizar a Kikyo.

Con furia, pose los ojos en la ladrona.

Kag.

Ella me dirá donde había ido la bruja. extraería la información de ella, sin importar lo que hiciera falta. Arreglaría aquello. Pase a su mano herida, logro continuar escalando delante de los Chasseurs. Llego al techo antes de que los otros hubieran despejado siquiera el primer piso.

- ¡Separaos! -ordene con un rugido a los guardias. Obedecieron mi orden-. ¡Tiene que bajar por algún lado! Ese árbol. ¡cubridlo! ¡Y las tuberías! ¡Encontrad cualquier cosa que pueda usar para huir! Espere, caminando de un lado a otro hecho una furia mientras mis hermanos escalaban a ritmo constante, cada vez más alto. Sus voces llegaron hasta mí. La amenazaban. Bien. Ella andaba con brujas. Merecía temernos.

- ¿Algún rastro? -pregunte a los guardias.

- ¡Aquí no, capitán!

- ¡Aquí tampoco!

- ¡Nada, señor!

Reprimí un gruñido impaciente. Por fin, después de lo que pareció una eternidad, Bankotsu subió al techo detrás de ella. Tres de mis hermanos lo siguieron. Y espere. Y espere.

Davide grito a mis espaldas y me gire para ver al ladrón atado en mitad de la calle. De algún modo, había logrado quitarse las cuerdas de los pies. A pesar de que los guardias corrieron hacia él, estaban demasiados dispersos en el jardín debido a mi orden. Reprimí un insulto y corrí hacia él, pero el grito de Bankotsu me hizo vacilar.

¡No está aquí! – Apareció de nuevo en el techo, con el pecho agitado. Incluso desde lejos, veía la furia en sus ojos. Igualaban la mía-. ¡Ha desaparecido!

Con un gruñido de frustración, observe la calle en busca del hombre.

Pero él también había desaparecido.

Continuara…

Glosario:

Doleur: dolor

Toussaint: todos los santos

Pd:

Reviews?