Disclaimer: Todo Dragon Ball pertenece al legendario Akira Toriyama (Q.E.P.D.). Si yo hubiera podido interferir de alguna forma en la trama, habría contado qué pasó cuando Lunch se fue a buscar a Ten Shinhan. ¿Lo pudo encontrar? ¿Logró enamorarlo? ¿Terminaron como amigos?

¿Por qué Toyotaro pensó que era buena idea meter a Mai con Trunks?

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Capítulo 4 Llorar es para maricas (y no soy una)

Isaías 1:18:

«Venid, luego, y razonemos, dice Jehová: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana».

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Kioran no fue al baño. A pesar de la seguridad con la que sus palabras salieron de su boca al abandonar la cabina, no tenía la menor intención de enfrentarse a su propio reflejo en ese momento. En lugar de dirigirse al lavabo, caminó rápidamente entre los pasillos de la torre hasta dar con una pequeña ventana, por la cual bajó de un salto. Ya en la calle, dio rápidos vistazos a los alrededores buscando un rincón en donde las luces no alcanzaran a iluminarla por completo. La ciudad futurista de Conton, con toda su imponente tecnología, de repente le resultaba asfixiante. Necesitaba aire, necesitaba espacio, y especialmente, no ser vista por nadie.

Tras un rato encontró un pequeño espacio entre dos enormes edificios. Era lo suficientemente estrecho para sentirse oculta, pero no tanto como para agobiarla todavía más. Se dejó caer sentada en el suelo, abrazando sus piernas contra el pecho, mientras apoyaba la barbilla en las rodillas. Desde su posición podía ver aún las luces distantes de la ciudad titilando a lo lejos, mezcladas con los primeros atisbos de un inminente atardecer. Habría sido un espectáculo interesante en otro momento, no ahora, en que solo podía sentir el peso de aquellos sentimientos que estuvo reprimiendo durante tanto tiempo aplastándola de manera implacable.

El eco de las enseñanzas de Raditz comenzó a resonar en su mente, repitiéndose una y otra vez con crueldad implacable: «Llorar es para maricas».

Mordió con fuerza su labio inferior, intentando contener las lágrimas que amenazaban con escapar. La técnica solía servirle cuando necesitaba refrenar comentarios que podían traerle problemas, como también distraerse de alguna dolencia provocándose una herida mayor; mas, en ese instante, no halló el alivio que buscaba. Kioran no podía ni debía llorar. Desde que era una niña, Raditz se encargó de que nunca mostrara debilidad, de aprender cómo impedir que emociones diferentes a la ira, el orgullo y la terquedad, la dominaran. En ese momento, no obstante, ella sentía que sus enseñanzas eran como un yugo aplastante sobre su pecho, sofocándola con cada respiración. La rabia se mezclaba con una profunda tristeza, una que apenas lograba comprender, porque esa emoción en particular le resultaba muy difícil de identificar.

Sin poder evitarlo, volvió a recordar el momento en que Raditz la arrastró con él sujetándola por el brazo, obligándola a seguirlo. «Tu madre era débil, y por eso murió», le había dicho en alguna oportunidad, tiempo después. «Si lloras, eres débil. Y si eres débil, mueres». Kioran creyó cada una de esas palabras porque no tuvo otra opción. Había aceptado que su destino estaba sellado, que la debilidad no tenía cabida en su vida. Pero ahora que conocía la verdad... ahora que sabía lo que realmente había sucedido, no estaba segura de cómo proceder ni reaccionar.

Raditz no solo la había arrancado de los brazos de su madre, sino que también destruyó la única fuente de afecto genuino que había tenido en su vida. Una cosa era que muriera sin más, pero otra haberse criado junto a su asesino…

Apretó los puños con tanta fuerza que sintió cómo las uñas se hundían en la carne de sus palmas. No, no iba a permitir que el dolor la dominara, para eso pasó años aprendiendo cómo tragarse las lágrimas, a enterrarlas en lo más profundo, porque eso era lo que se esperaba de ella. Llorar ahora sería una derrota, y ella no podía permitirse ser débil bajo ninguna circunstancia, aunque tuviera relación con su madre. Por ningún motivo.

Se mordió el labio de nuevo, esta vez con tal fuerza que el sabor metálico de la sangre inundó su boca. Bien, mejor. El dolor físico era insignificante en comparación con el torbellino de emociones que la desgarraba por dentro.

Finalmente, el agotamiento emocional comenzó a hacerse evidente. Sus párpados se tornaron pesados, cayendo lentamente, ya que su cuerpo había adoptado por instinto la posición en la que solía dormir. Esta vez, el cansancio no era producto de una batalla ni de un entrenamiento extenuante sino de un lugar oscuro y profundo. Un agotamiento que la consumía desde dentro, arrastrando consigo el dolor que llevaba guardado por tantos años.

Las palabras de Raditz seguían resonando en un oscuro rincón de su mente mientras se abandonaba al sueño. Así la halló Trunks media hora más tarde, y como ya la había visto dormir en esa posición gracias a los pergaminos del tiempo, no intentó despertarla.

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Las horas transcurrieron en un silencio incómodo que Kioran rompió algunas veces, quejándose en sueños por el acecho de las imágenes que no podía quitarse de la cabeza, lideradas por su madre sonriente bajo ese sol cegador, pidiéndole que no la olvidara.

Se despertó con un sobresalto; la respiración agitada, un leve sudor frío bañando su frente, y durante unos segundos no supo dónde estaba. El espacio estrecho entre los edificios ahora le resultaba sofocante y no protector. Se levantó de un salto, como si al moverse pudiera también escapar de sí misma, de algún modo.

La noche había caído sobre ciudad Conton rato atrás, y las luces de la ciudad brillaban con una intensidad que apenas lograba iluminar las densas sombras que oscurecían su mente. Kioran frunció el ceño, sacudiéndose la somnolencia que aún pesaba en sus párpados. Miró a su alrededor buscando algo, cualquier cosa que la apartara del caos emocional que había tomado palco en su pecho.

Sin detenerse a pensar demasiado, se dirigió hacia la torre de control de los Patrulleros del Tiempo. Necesitaba moverse, hacer algo, lo que fuera. La idea de quedarse quieta, de enfrentarse a lo que sentía, era insoportable.

Al regresar a la torre, la escena que se desplegó ante ella era de una calma mecánica y distante. Los trabajadores continuaban inmersos en sus pantallas, observando con detenimiento las fluctuaciones en las líneas temporales, ajustando controles y tecleando rápidamente para garantizar que todo permaneciera en su curso adecuado, o dar aviso si los enemigos daban nuevos problemas. Sus movimientos eran precisos, casi automáticos, como si el peso del tiempo no tuviera ningún efecto sobre ellos. Nadie le hacía el menor caso a esa mujer saiyajin de cola inquieta, rostro impávido, y armadura de modelo antiguo, que los observaba en silencio como si analizara algo muy complicado.

El bullicio del trabajo que ocurría ante sus ojos parecía pertenecer a otro mundo. Los dependientes se movían con una calma que a Kioran le resultaba incomprensible, como si vivieran en un plano distinto, donde el caos no tenía cabida y todo se reducía a una cuestión de organización y disciplina, dos cualidades que ella jamás había puesto en práctica, pues su existencia estuvo marcada por la violencia, la incertidumbre y una lucha constante por sobrevivir.

«Todo esto parece una maldita broma», pensó, mientras sus ojos recorrían la sala sin detenerse en ningún punto en particular. Nada de lo que veía lograba hacerla sentir parte de ese mundo.

Las horas transcurrieron sin que apenas lo notara. El cielo de Conton comenzó a teñirse con los colores del amanecer, pero ella seguía inmersa en sus pensamientos, observando a los funcionarios de aquella torre, pero sin verlos realmente. Intentaba entender cómo podría encajar en todo eso, si es que de alguna manera lo hacía. Pero cada vez que parecía encontrar una respuesta, el vacío en su interior se profundizaba aún más.

De repente, un movimiento en la entrada captó su atención. Trunks atravesó la puerta de cristal automática caminando hacia ella con marcada seguridad. Kioran lo observó de reojo, pero no hizo el menor intento por moverse.

—Hasta que te dignas a aparecer —espetó con marcado sarcasmo, dejando entrever la tensión emocional que había acumulado durante la noche.

Trunks se detuvo a un metro de ella, sin dejarse afectar por su actitud. Su mirada evaluaba la rigidez de su postura, buscando la forma de llegar a ella sin hacer que volviera a cerrarse como una ostra.

—No esperaba encontrarte aquí —comentó mientras reparaba en las evidentes ojeras que lucía bajo los párpados—. ¿Estuviste despierta toda la noche?

—¡Qué observador! —replicó, cruzándose de brazos.

Por un momento, ambos se midieron en completo silencio. La tensión entre ellos era palpable.

Finalmente, Kioran se enderezó un poco, girando la cabeza hacia él.

—Dime algo —le pidió en voz baja—. Si no me hubieras sacado de ese maldito planeta, ¿cuál habría sido mi destino?

Él guardó silencio por unos segundos, meditando si debía decirle la verdad completa. Sabía que esa pregunta llegaría tarde o temprano, pues la mujer no parecía del tipo que soportaba los cabos sueltos, y después de todo lo que había descubierto, era lógico que quisiera saberlo.

—El planeta en donde estabas… iba a ser visitado por Zarbon, un soldado del ejército de Freezer. Hubieras caído sin ninguna oportunidad de defenderte —admitió, también hablando en voz baja—. Lo lamento.

Kioran enarcó una ceja y puso los brazos en jarra, como si conocer su fin original realmente no fuera una sorpresa.

De cierta forma no lo era, pues no esperaba escuchar una respuesta distinta; no se imaginaba a sí misma viviendo más de cien años peleando contra rivales formidables, y retirándose para morir de vejez luego de una larga vida de acción y aventuras. No, eso era algo que no tendría la fortuna de disfrutar. No obstante, escuchar cómo habría muerto originalmente le dio forma a una visión sin duda desagradable. Al igual que su madre, estuvo destinada a un final violento y cruel, que ella tuvo la fortuna de eludir gracias a ese extraño joven. No podía negarlo.

—Y Raditz… —inquirió al rato, con los dientes apretados—. ¿Qué pasó con ese bastardo?

Esta vez, Trunks no dudó en responder.

—Murió en la Tierra, en una batalla contra su hermano y un namekiano.

Kioran soltó un resoplido, aunque no estaba segura de qué sentir al respecto. Parte de ella había esperado que tuviera un final así, pero... quizás habría preferido acabarlo con sus propias manos. Hubiera sido una buena misión: vengarse por las mentiras, por hacerla una marioneta.

—Vaya, qué conveniente —murmuró con desdén.

El silencio volvió a caer entre ambos por unos segundos, pero la guerrera ya no aguantaba más. Sentía la energía acumulada en su cuerpo, la presión de la ansiedad buscando alguna salida, y estaba segura de que terminaría perdiendo el poco control que le quedaba si no hacía algo ya.

—Escucha —soltó abruptamente—: envíame a una misión, si quieres. Acepto cualquier cosa. Necesito machacar unos cuantos huesos, no me voy a quedar aquí haciendo nada.

Trunks pensó de inmediato en su padre. Así lidiaban los saiyajines con el estrés, eso estaba claro. Pero…

—No estás preparada aún para ir a una misión. —Escogió cuidadosamente sus palabras, porque sentía como si le hablara a un animal acorralado—. Pero, si lo que quieres es liberar energía, puedo ofrecerte otra opción.

Kioran alzó una ceja, intrigada a su pesar.

—¿Qué opción?

—Entrenar conmigo —propuso, una leve sonrisa asomando en su rostro—. De todos modos, necesito evaluar tu nivel de poder actual antes de integrarte al equipo.

—Vaya… no es una mala propuesta.

La sonrisa de Trunks se amplió un poco más, mezclando desafío y suficiencia en su mirada.

—¿Eso significa que has aceptado ser una Patrullera del Tiempo?

Ella pegó un bote, erizándose de forma visible.

—No cantes victoria —le advirtió, agitando la cola con rabia y apuntándolo rabiosamente con el dedo índice—. Si todo esto me parece una estupidez, me devuelves enseguida al planeta de donde me recogiste. Prefiero que ese soldado me mate a quedarme en esta mierda de ciudad.

Sin embargo, había algo que no estaba diciendo en voz alta: la curiosidad que le despertaba ese misterioso joven. Su instinto competitivo ardía por dentro, deseando probar la fuerza de Trunks en combate. ¿Sería tan fuerte como su intuición le decía, o no era más que una mentira? ¿Estaría realmente a la altura de sus expectativas?

—Estoy seguro de que te vas a divertir mucho —afirmó él, con una muy sutil ironía en su tono—. Tenemos una cámara especial para el entrenamiento de saiyajines. No querrás destruir la ciudad compitiendo contra mí, ¿verdad?

Umph —masculló Kioran, apretando los dientes. Ahora ese tipo se burlaba de ella. ¡Fantástico!

Sin más, Trunks comenzó a caminar hacia una de las salidas de la torre de control, y ella lo siguió, su mente ya enfocada en lo que estaba por venir. No importaba cuántas preguntas quedaran sin respuesta ni el dolor que aún latía en su pecho. En ese momento, lo único que importaba era disfrutar de un buen combate.

—Debemos volar hacia el oeste —le indicó en tanto atravesaban una de las puertas de cristal—. Ten cuidado de no estrellarte contra algún vehículo.

Kioran le lanzó una mirada de odio puro, aunque en el fondo, la idea de chocar con algo no le resultaba tan absurda.

El trayecto hacia la cámara de entrenamiento fue breve, pero la tensión en ella era palpable. Ninguno de los dos habló; las palabras no eran necesarias. Siguió a Trunks en silencio, concentrada en lo que estaba por comenzar. A pesar del agotamiento emocional que la había acompañado durante toda la noche, su cuerpo vibraba con una energía renovada: ¡por fin iba a tener un enfrentamiento con alguien que, aunque extraño, parecía ser el oponente perfecto!

Luego de volar a una velocidad moderada durante varios minutos, por fin fue momento de descender. Al aterrizar, no pudo evitar que una expresión de desagrado se apoderara de su rostro.

La supuesta cámara de entrenamiento especial para saiyajines no parecía gran cosa desde afuera. A simple vista, era apenas una cúpula metálica de tamaño modesto, ubicada en las afueras de Conton.

«¿Esto es todo?», pensó Kioran, con evidente desencanto, esperando algo más grande e impresionante. Nada en su estructura exterior sugería el poder o la avanzada tecnología que debía exhibir. Sin embargo, al cruzar el umbral, comprendió que lo interesante venía por dentro.

Nada más entrar, lo primero que notó fue una estrecha abertura que descendía abruptamente hacia las profundidades de la tierra. No había escaleras ni pasillos. El único camino era lanzarse volando a través de un túnel vertical que parecía interminable, así que se limitó a ir en silencio detrás de Trunks, sintiendo cómo el aire frío rozaba su piel. A medida que descendían, las paredes del túnel se expandían, alejándose de la estrechez de la cúpula exterior. El eco de su caída resonaba en el espacio vacío, hasta que, de repente, el túnel desembocó en una vasta cámara subterránea.

Kioran se detuvo en seco, sorprendida por la magnitud del lugar que se desplegaba ante ella. La cámara era inmensa, de un material similar al cristal, pero que evidenciaba una solidez que desafiaba cualquier comparación. El espacio parecía extenderse más allá de lo que sus ojos alcanzaban a ver.

«Así que con esto pueden contener nuestra energía», pensó, y por primera vez, sintió una pequeña chispa de respeto. Decidió seguir observando su entorno, a la espera de más sorpresas.

En el centro de la cámara se hallaba una consola de tecnología avanzada, incrustada en algo que parecía ser una enorme roca, destacándose entre el vasto paisaje subterráneo. Trunks se acercó a ella para activar los controles que permitían ajustar todos los parámetros que la Inteligencia Artificial de la computadora debía tener en cuenta para el combate. Kioran observó en silencio cómo configuraba la simulación con una destreza que revelaba la experiencia de haber entrenado allí muchas veces. Qué raro. O tal vez no, pues si era un Patrullero debía saber operar todos los controles…

«Espera, espera», pensó de pronto, con los brazos en jarra y el ceño profundamente fruncido. «¿Cuántos saiyajines habrá en la dichosa "Patrulla" que construyeron este lugar para entrenarlos?». Sacudió la cabeza, regañándose por no haber pensado en ello hasta recién ese momento.

—Esta cámara fue diseñada para soportar incluso al saiyajin más poderoso —le explicó Trunks en tanto presionaba botones y giraba perillas, distrayéndola de sus reflexiones internas—, así no tendrás que contenerte.

«Bueno, da igual», remató Kioran en su interior. «Lo único importante es que me divierta un rato».

Se fijó en que, al fondo, una entrada más amplia daba paso al verdadero campo de batalla. Apenas unos segundos después de que el sistema fuera activado, el paisaje comenzó a transformarse, revelando un entorno árido, casi desértico, desolado y perfecto para lo que estaba por venir.

—Este es uno de los escenarios más neutrales que puede simular la cámara —comentó Trunks, avanzando unos pasos y cruzando el umbral—. La Inteligencia Artificial crea un espacio en que los contendientes se encuentran sin ventajas ni desventajas.

Kioran observó el entorno con renovado interés, notando lo vasto que era el lugar. Era como si hubieran sido transportados a otro mundo, lejos de la avanzada ciudad de Conton y de todo lo que había sucedido hasta ese momento. Allí, lo único que importaba era el combate.

—No está mal —murmuró, dejando asomar una pequeña sonrisa de satisfacción.

Trunks se posicionó frente a ella, tan solo separados por unos metros de distancia. Sus ojos irradiaban una concentración que no había mostrado antes. Ajustó el cinto que sostenía su espada con un movimiento que parecía más un acto reflejo que una necesidad.

Sin perder tiempo, Kioran llevó una mano a la parte trasera de su armadura, cerca de la cola, para coger su Scouter y ajustarlo sobre su ojo izquierdo. El aparato emitió un pitido al activarse, pero antes de que pudiera obtener cualquier lectura, Trunks alzó una mano.

—No vas a necesitar eso aquí —la advirtió.

Ella ladeó la cabeza, confundida.

—¿Y por qué no?

—Porque lo primero que te enseñaré es a detectar el ki. No puedes depender de un Scouter si realmente quieres vencer a tu oponente. Debes ser capaz de sentir su poder, no leerlo en una pantalla.

Kioran resopló, claramente escéptica.

—¿Sentir el ki? —repitió, sin molestarse en disimular el sarcasmo—. ¡Vamos! No me vengas con mierdas místicas ahora.

Pero Trunks no se dejó intimidar.

—Lo entenderás cuando lo descubras por ti misma —afirmó con un asentimiento—. Tienes que llevar tus sentidos al siguiente nivel.

La guerrera lo evaluó en silencio, sus ojos oscuros analizando si realmente valía la pena seguirle el juego. Finalmente, soltó un suspiro de resignación y se quitó el Scouter, lanzándolo al suelo con un gesto frustrado.

—Está bien, como quieras —cedió, chasqueando la lengua—. Pero si esto no funciona, voy a ponerme el Scouter de nuevo y tú te jodes.

Una leve sonrisa asomó en los labios de Trunks, aunque su postura seguía tan firme como antes.

—Confío en que sabrás adaptarte rápido.

Ambos se observaron fijamente, estudiándose en silencio. Kioran sentía cómo su cuerpo se preparaba de manera instintiva, cada músculo tenso, listo para moverse en cualquier momento. Trunks, en cambio, mantenía una calma serena contra la cual no sabía cómo reaccionar.

—No te contengas —le advirtió ella, mientras por su rostro se extendía una sonrisa desafiante—, porque yo no lo haré.

Trunks asintió, adoptando su postura de combate con los brazos en guardia alta y las rodillas flexionadas. Kioran lo imitó, pero su postura era más agresiva, directa, sin espacio para sutilezas. Su mano derecha empuñada frente al rostro, mientras la izquierda, engarfiada, se mantenía elevada por encima de su cabeza. Las piernas separadas, el centro de gravedad bajo... Era el estilo de Raditz, sin duda.

—Empecemos —la instó, rompiendo el silencio con una voz firme.

Por un instante, ninguno se movió. Ambos permanecieron en guardia, evaluándose mutuamente, esperando que el otro diera el primer paso. La tensión crecía con cada segundo, el aire vibraba con una electricidad palpable.

Entonces, ambos se lanzaron al ataque al mismo tiempo.

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N. de la A.:

¡Bienvenidos a un nuevo capítulo! Muchas gracias por todo el apoyo que le han dado a la historia, de verdad. ¡Estoy muy feliz por todos los comentarios y votos que he recibido!

Como vamos en una parte descriptiva, estaré subiendo capítulos dos veces a la semana. Luego, cuando ya todo se pone más denso, será uno.

(Iba a subir ayer, pero caí en coma de sueño muy temprano XD).

Como saben, los saiyajines tienen nombres inspirados en verduras. Entonces…

Kioran - Korian - Koriander - Cilantro.

Kondai - Daikon - Rábano japonés.

En fin: nos vemos en el siguiente.

¡Muchas gracias nuevamente por todo su apoyo!

Amor y felicidad para todos.

Stacy Adler.