Autor Original: Zeplerfer

ID: 3863429

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Capitulo 10: La Princesa Transformada

En el cual Arthur sube a un árbol, Alfred rescata a un gato y Francis propone una retirada tropical.

Ser despertado por la fría nariz de un perro presionada contra tu cara, rara vez es una experiencia agradable, pero fue aún peor para Arthur. Estaba empapado y helado, y no entendía por qué las punzadas de dolor seguían subiendo por su pierna ya que lo último que recordaba era que montaba a caballo. Arthur parpadeó y sintió todos sus pelos erizarse al ver que la bestia gigante del infierno olfateaba su rostro. Se puso en pie de un salto e intentó huir, lo cual encontró más difícil de lo normal porque tenía dos piernas extra.

Salió corriendo de la zanja mientras el perro lo seguía de cerca. Confiando en el instinto, Arthur corrió hacia uno de los gigantes árboles y se subió rápidamente usando sus garras. Se agarró con fuerza a la rama y le gritó al perro: "¡Perro malo! ¡Vete!"

El perro siguió ladrando. Luego gimió y se puso en cuclillas, preparándose para cuando Arthur finalmente se bajase.

Arthur bajó la vista al suelo, que parecía mucho más lejos de lo que era posible. Todavía le dolía la pierna – un dolor agudo por la herida que debía de haberse hecho cuando se cayó en la zanja. El dolor disminuía ahora que no estaba escapando de los aterradores colmillos. Arthur se dio cuenta de una pata de color crema en la rama bajo él y lentamente se dio cuenta de que era su pata. Agitó su cola e intentó comprender cómo podía sentir algo que no debería existir. Arthur descansó su cabeza contra la rama del árbol y se centró en sus pensamientos.

La buena noticia era que el mundo no estaba de repente lleno de perros y árboles gigantes. Los árboles y los perros eran del mismo tamaño que antes, era él quién tenía una perspectiva diferente. La mala noticia era que no podía deshacer el hechizo sin sus libros de encantamientos. Además, no estaba seguro de cómo planeaba bajar del árbol y mucho menos lidiar con el perro que le ladraba.

Arthur miró alrededor buscando una potencial fuente de ayuda. Los colores parecían extraños y pensó que podía ver más verdes de los normales. Podía oler más del bosque. El almizcle de un árbol moribundo cercano, la dulce savia fluyendo bajo sus patas, los aromas de las flores flotando con la brisa. Todo era muy hermoso, pero desafortunadamente, nada de eso podía ayudarlo a ahuyentar al perro o regresar a su cuerpo humano.

Justo después de la siguiente tanda de árboles, pudo ver el camino que conducía a la cueva de Kiku. Arthur llamó a su caballo, esperando que ahuyentase al perro. Ninguna respuesta.

Arthur descansó la cabeza sobre sus patas y se consoló con la certeza de que definitivamente no tendría que preocuparse por casarse con Francis ahora. Un gato casándose con una rana, ¡vaya pareja serían!

Suspiró, inseguro de lo que pretendería hacer cuando Alfred regresase con Francis. Por el momento, su mejor plan era mandar a Francis a una isla tropical sin princesas. Obviamente no tenía intención de tener a su prometido en una canasta de mimbre durante el resto de su vida.

Arthur observó cómo el sol se ponía lentamente, cambiando el ángulo de luz que se filtraba a través de los árboles. Se quedó dormido un rato, pero se animó cuando escuchó cascos que se acercaban por el camino. Arthur esperaba que fuese su caballo regresando a por él.

"¡Por aquí, ven aquí chica!" llamó cuando el perro comenzó a ladrar nuevamente.

El caballo y su jinete pisotearon la pequeña cantidad de maleza que separa el camino del árbol de Arthur. Cuando se acercaron, el perro gimió y escapó. El jinete alzó la mirada hacia las ramas del árbol, dándole a Arthur una clara visión de su rostro. Era Alfred. Arthur se sintió agradecido y avergonzado.

Alfred sonrió "Hola, pequeñín. ¿Necesitas ayuda para bajar?"

Arthur se levantó y se acercó con cuidado al tronco del árbol "No, estoy bien, Alfred. Solo estoy…contemplando mis opciones" los gatos lograban bajar de los árboles todo el tiempo, y él era más inteligente que un gato, por lo que no podría ser difícil.

La princesa gato miró el tronco y probó sus garras. Parecían tener un buen agarre, todo lo que tendría que hacer era correr por el árbol. Arthur reunió todo su valor y se preparó para correr. Sacudió la cola de manera agitada y miró al suelo… el cual parecía retroceder ante sus ojos. Arthur retrocedió y negó con la cabeza. Necesitaba un mejor plan. Preferiblemente uno en el que no dependiese de la participación de sus garras.

Alfred desmontó y se acercó "Parece que está atrapado" dijo, mirando hacia el árbol con una sonrisa cariñosa.

"Estoy seguro de que puedo arreglármelas. Solo… o quizás podría…"

"Alfred, no tenemos tiempo para rescatar a los gatos de los árboles" murmuró Francis con fastidio "Encontró el modo de subir, encontrará el camino para bajar"

"¿Qué tipo de caballero heroico sería si dejase gatitos indefensos atrapados en los árboles?" volvió a decir Alfred con una sonrisa.

Arthur ignoró su conversación. Se movía de aquí para allá, pero ya estaba en la rama más baja y a unos tres metros del suelo. Quería saltar, pero sus piernas no le dejaban. Miró el rostro sonriente de Alfred y admitió que tendría que hacer algo muy difícil. Necesitaba pedirle ayuda al caballero.

"Pensándolo bien, podría necesitar solo un…mmm, un poco de ayuda" dijo Arthur despreocupadamente "Este árbol parece un poco más alto que cuando subí en un principio. ¿Crees que podrías colocar algunas plantas blandas en la base del árbol?"

Alfred llamó a su caballo e hizo que Ace se detuviese al lado del árbol. Luego se subió para ponerse en pie sobre la el lomo de este, en la silla, usando el tronco para mantenerse firme mientras se erguía lo máximo posible. Con su propia altura más la del caballo, Alfred podía alcanzar fácilmente a Arthur.

"Ahora, sin garras. ¿Entendido?"

"Por supuesto que no" respondió Arthur despectivamente. No mordía la mano que lo alimentaba, o en este caso, arañaba la mano que le rescataba. Se permitió ser mal cogido y bajado al suelo.

"Oh, vaya, parece que le duele la pata" dijo Alfred mientras tocaba suavemente la pata de Arthur.

"Es solo una herida leve"

"Será mejor que se lo lleve a Emma. Ella sabrá cómo arreglar gatos"

"¿La bruja? ¿Estás loco?" protestó Arthur "Ella me tiró encima un balde de agua la primera vez que nos encontramos. No puedo imaginar qué hará ahora que soy un gato. No, llévame de vuelta con Kiku. Podré usar mis libros de hechizos para curarme la pierna y volver a ser humano"

"Vaya, este pequeño es hablador, ¿eh?" dijo Alfred con cariño.

"Sí, casi tanto como una canasta como tú" respondió Arthur.

"Mmm, quizás sería buena idea ver a Emma primero" dijo Francis pensativo, dándose cuenta de que eso le daría la oportunidad de ver a Angelique. Alfred asintió y cerró la alforja. Acunó a Arthur contra su pecho y urgió a su caballo a que trotase.

Arthur resistió el impulso de hundir sus garras en la carne de Alfred "¿Estás escuchándolo a él o a mí? Dije que a la cueva de Kiku" protestó en voz alta.

"No te preocupes, pequeño amigo, te curaremos completamente en seguida" dijo Alfred suavemente. Arthur se acurrucó más e intentó ignorar su precaria posición. No quería caerse de un caballo dos veces en un mismo día, pero Alfred parecía ignorar todos sus intentos insistentes para que disminuyese la velocidad y se dirigiera hacia la guarida de Kiku. Arthur repitió la conversación en su mente y llegó a la conclusión lógica.

"No puedes entender ni una sola palabra de lo que estoy diciendo, ¿verdad?"

Alfred llegó a la cabaña de Emma al anochecer. Mantuvo al gato que había rescatado en sus brazos, preocupado de que se pelease con uno de los gatos de Emma. El gato al menos parecía contento de ser llevado y cargado. Alfred llamó a la puerta.

"Este no es tuyo, ¿verdad?" preguntó mientras Emma abría la puerta. Este negó con la cabeza y aceptó examinar al gato. Este esperó pacientemente sobre la mesa, mucho más silencioso que cuando Alfred lo había rescatado de primeras del árbol. Supuso que el gato se dio cuenta de que Emma quería ayudar. Ella tendía a tener ese efecto en los animales. Examinó la herida mientras Alfred observaba.

"No hay nada de lo que no pueda encargarme" le aseguró Emma mientras comenzaba a hurgar en sus armarios buscando una poción específica.

Alfred extendió la mano para acariciar al gato tras las orejas "¿Está molesto? No puedo saberlo porque sus orejas están dobladas" le preguntó mientras continuaba acariciando al gato. Era un lindo gato de pelaje blanco y manchas de color crema.

"No, así son sus orejas" respondió Emma mientras le entregaba un platillo con leche a Alfred "Haz que beba esto. Creo que le agradas tú más que yo"

Alfred colocó el platillo frente al gato y siguió acariciándolo suavemente mientras este lamía la leche. El pelaje del gato parecía sorprendentemente suave para un gato que encontró perdido en el bosque. Se preguntaba si era la mascota de alguien, pero solo Emma vivía en esta parte del Bosque Mágico. Por lo que Alfred había escuchado, tuvo un desacuerdo con su hermano unos años atrás y había declarado su propio territorio. Todavía se visitaban el uno al otro, pero ambos parecían más felices viviendo solos (en la medida en que una persona que vivía con una docena de gatos podía decirse que vivía sola).

"¿Alguna idea de a quién podría pertenecer?" preguntó Alfred. Quizás si no podía encontrar al dueño, se quedaría con el lindo gato.

Emma colocó otro set de pociones en la mesa. Pensó durante un momento y finalmente respondió "Arthur, quizás. Aunque no vi a ningún gato cuando le visité hace poco. Por cierto, cuando veas a Arthur, dile que puede dejar de preocuparse por el hechizo contras las princesas. Parece que se ha disipado por sí solo"

Alfred asintió, a pesar de que no entendía las discusiones sobre la magia. Prefería acertijos y espadas. Su favorito era el nudo gordiano, que involucraba a ambos. Alfred notó que el gato comenzaba a inclinarse hacia un lado bajo su mano. Miró a Emma, que no parecía preocupada.

"Eso es solo la poción actuando" explicó "Quiero que se duerma mientras le curo la pierna"

El gato movió la cola y trastabilló hacia el borde de la mesa. Alfred cogió al confundido gato en sus brazos e intentó calmarlo cuando el felino entró en pánico. A pesar de su miedo, el gato mantuvo las garras retraídas. Por fin, Alfred dejó al dormido gato sobre la mesa. Emma rápidamente y con habilidad arregló su pata con hierbas y hechizos. Alfred observó, impresionado porque pudiese arreglar una herida en solo unos minutos. Por otra parte, con el número de gatos que tenía, seguramente tenía una práctica.

"¡Mucho mejor!" dijo con una sonrisa. Le ofreció usar su habitación de invitados para pasar la noche mientras guardaba sus pociones y hierbas. Cansado y hambriento, Alfred aceptó gustoso. Colocó al dormido gato sobre una almohada en la cabecera de la cama, cogió sus alforjas fuera y buscó a Francis.

"No tiene sentido buscar a Arthur esta noche, solo se enfadará" concordó Francis, y luego le dio las buenas noches a Alfred.

Bajo el cielo estrellado, Francis saltó para unirse a Angelique en el campo de tulipanes. Se quedaron sentados juntos, en silencio. La había puesto al día en cuanto llegó y ella le había dado las buenas noticias – Emma no hablaba mucho de sus hechizos, pero sus gatos habían informado alegremente a Angelique de un hechizo que podía eliminar los efectos de otro hechizo y provocaba que los efectos rebotasen a la persona que lo había hecho. Estaba deseando convertir en rana al mago al que había enfadado.

"Cuando seamos humanos de nuevo… ¿entonces qué?" preguntó ella.

"Estaba pensando que podría visitar tu isla tropical, tal vez"

Ella se rio "¿No necesitas casarte con el idiota cejotas?"

"Si Arthur puede pasar un par de meses en la guarida de un dragón, seguramente me pueda permitir visitar tu isla"

"Te gustará Seysel. Una de las islas tiene una pequeña cala que llamamos plateada porque la arena es muy pura. Se ve preciosa junto al mar turquesa. Podría pasarme todo el día bebiendo un coco y escuchando el chocar de las olas. Y, oh, los peces. Extraño sobre todo los peces" dijo con tristeza mientras describía su hogar "Desearía estar de nuevo allí y no estar atrapada aquí comiendo grillos"

Francis asintió – había estado deseando exactamente lo mismo.

Arthur despertó con un suave respirar junto a él sobre la almohada. Con su nueva visión nocturna, examinó la habitación. Era pequeña, apenas lo suficientemente grande como para tener una cama y una mesita de noche. Alfred dormía a su lado, su expresión llena de juventud e inocencia. Arthur pensó en buscar un nuevo lugar en el que dormir, pero el suelo parecía mucho más duro que su sitio actual en la suave almohada. Calor y comodidad ganaron y se acurrucó, volviéndose a dormir.

Los rayos de la cálida luz del sol que asomaban a través de los postigos, despertaron a Arthur por la mañana. Se estiró y se dio cuenta de que su pierna ahora se sentía completamente bien. Su molestia con Emma desapareció.

"Vamos, ¿estás planeando dormir hasta el mediodía?" le preguntó Arthur a Alfred, antes de recordar que cualquier cosa que dijese saldría como maullidos. En este caso, los maullidos habían tenido el efecto deseado. Alfred parpadeó y se sentó en la cama. Extendió la mano para acariciar el pelaje de Arthur.

"Bueno, pequeñín, no puedo seguir pensando en ti como 'gato'. Necesitas un nombre"

"Tengo un nombre. Uno perfectamente bueno, por cierto"

"Estas manchas oscuras que tienes sobre los ojos parecen cejas… entonces, ¿qué tal Browdy?"

Arthur siseó y saltó de la cama. Había estado sujeto a una serie de cosas indignantes como gato, pero estaba trazando la línea con un nombre basado en sus cejas. Sus cejas eran magníficamente hermosas y no le importaba si alguien decía lo contrario.

Alfred se rio "Supongo que eso es un no. No necesitas sisear, son unas cejas lindas"

Un poco apaciguado, Arthur regresó a la casa y dejó que Alfred le acariciase un poco más. un profundo estruendo comenzó en su pecho y se dio cuenta, con vergüenza, que estaba ronroneando.

"Ya que te encontré en un árbol, ¿qué tal 'Twiggy'? Eres bastante pequeño" dijo Alfred mientras le daba a Arthur una palmadita final en la cabeza y se levantaba de la cama.

El caballero sacó un nuevo conjunto de ropa de sus alforjas y comenzó a cambiarse sin vergüenza antes de que Arthur se diese cuenta de lo que estaba sucediendo. Arthur giró la cabeza hacia un lado, pero aun así captó la suculenta visión de músculos y piel bronceada. Intentó no sentirse avergonzado por tercera vez esa mañana. Si un gato podía mirar a un rey… seguramente podría mirar a un caballero, se recordó a sí mismo.

Pasar tanto tiempo con un caballero como él no estaba haciendo nada bueno a su estado mental. Arthur necesitaba encontrar un modo de recuperar su forma humana…

"Vamos, Twiyggy-iggy, ¡es hora de desayunar!"

…y cuanto antes, mejor.