ADVETENCIA: CONTENIDO EXPLÍCITO R18, POR FAVOR, LEER BAJO RESPONSABILIDAD!!
CAPÍTULO 30
—¿Y Tanabe? —preguntó Gojo.
Habían llegado hasta el puente, sin embargo, el director asistente no se encontraba ahí, al igual que la encargada del castillo. Cuando salieron del torreón Utahime no mencionó nada respecto a que tuvieran alguna emergencia, tampoco detectaba algún peligro cerca como para que requieran de Tanabe.
—Ya se fue —respondió Utahime.
—¿Y por qué?
—Por qué yo le dije que se podía retirar.
Satoru recordó el mensaje que le envió para decirle que habían terminado la misión.
—¿No querías que te viera llorar? —se burló de ella. Si Uta lo había abordado en los pasillos, era porque ya lo tenía pensado de esa manera.
—Tengo otros planes y no requerían de Tanabe–san.
—¿Justo después de lo que acabamos de hablar? Realmente esperabas que te rechazara ¿cierto?
—Nunca dije algo como eso…
—¿A quién ibas a ver para que te consolara? ¿A Haruhi? ¿Izumi? ¿Te irías a beber con otro?
Gojo hablaba sin parar, estaba molestando a propósito, pero sí que tenía curiosidad por esos "planes".
—Sigue hablando y eso es lo que haré —lo amenazó.
Utahime sacó su teléfono celular y buscó algo en él, cuando encontró lo que quería, le mostró el aparato a Gojo. Él empezó a reírse un poco nervioso, aunque un tanto divertido también. Utahime era maravillosa, no le cabía la menor duda.
—Lo tenías todo perfectamente planeado. Te felicito, sí me sorprendiste —dijo Gojo con una picardía que hizo ruborizar a Utahime.
—Habría sido una lástima si me hubieras rechazado.
—No es Nikko, tampoco mi cumpleaños, aunque la compañía es la esperada.
—Son treinta minutos en auto, vayamos a buscar un taxi.
—Eres una pervertida —dijo con humor, echándole el brazo por el hombro.
—¡Cierra la boca!
No era una pervertida, pero sí una mujer precavida. Uno: había hablado con Tanabe para decirle que se fuera por si a) en efecto, Gojo la rechazaba y debía llorar mares o b) Gojo le correspondía. Si la opción b era la ganadora, Utahime se había adelantado a ello reservando una habitación en un ryokan onsen, tal como Gojo había querido en su momento. Eso implicaba, por supuesto, que sus intenciones de reconciliación acabarían indudablemente en…
Y estaba lista para ello.
El ryokan onsen estaba a media hora de la ciudad de Himeji, entrando en las montañas. Había elegido un lugar despejado para evitar molestias innecesarias, quería que fueran solo ellos dos si las cosas salían bien. Además, el ryokan tenía unos hermosos jardines que en la estación de otoño eran preciosos.
Esta vez no había reparado en gastos, había alquilado la habitación de lujo, que prácticamente era una casa tradicional con un onsen privado techado al lado, todo para ellos solos. Inclusive contaban con su propio irori para cocinar, calentar agua o simplemente dar calor a la habitación; al lado una antesala con una mesa baja muy hermosa en color negro y cuatro asientos. En el cuarto de enseguida había dos futones sobre una base de madera. La vista hacia el patio trasero podía apreciarse desde el pasaje, que contaba con asientos cómodos y una mesita para la total relajación. El engawa por su parte corría por todo lo largo de la minka hasta el baño abierto, mismo que se encontraba bajo un porche totalmente de madera, era tan grande que fácilmente cabían unos seis adultos sin problema.
En conclusión, había una buena cantidad de dinero invertida en esa habitación.
—¿Cómo encontraste este lugar?
Gojo estaba abriendo cada una de las puertas, husmeando sin parar. Toda la minka estaba rodeada de un cerco alto de bambú.
—¿Para qué quieres saber?
—¿Ya habías venido?
—No.
—Se ve mucho mejor que el de Nikko, sin duda alguna —concluyó Gojo después de su inspección.
—¿Te parece si vamos a cenar?
—Carne de Kobe —Gojo babeó solo de imaginarse la deliciosa comida. Porque toda la carne de Kobe era wagyu, pero no toda la wagyu era de Kobe.
—Sake de Nada Gogo —ella también tenía sus preferencias. No todos los días podías ir a Hyogo.
—También hay wagashis con sabores muy buenos.
—No son mejores que los kyogashis de Yukari Zen.
—Por cierto ¿no debí recibir mi dotación de kyogashis por el tema del béisbol?
—Sí tan solo no hubiera encontrado el labial y el vino…
—Con que fue un labial ¿eh? Pudiste haberme preguntado y evitado todo el drama.
—De ninguna manera, eso solo haría que tú ego creciera aún más.
—Preferiste tragarte tus celos y suponer cosas que no eran. Tergiversar todo y hacer que pelearemos innecesariamente.
—No estaba celosa —rechinó los dientes. Si, estaba y mucho—. Además, no fui la única que dijo cosas hirientes.
Gojo se acercó a ella y la tomó de la cintura, Utahime hizo un puchero, pero permitió el contacto. ¿Por qué sus besos debían ser tan jodidamente perfectos? Cada vez, que sus labios se tocaban y sus lenguas compartían la humedad de sus adentros era como perder la noción de la realidad.
—Basta de peleas, ¿y si nos quedamos de una buena vez aquí? —dijo Gojo, inmediatamente después volvió a besarla con apuro.
—No, vamos a comer primero.
Utahime lo empujó para sacárselo de encima. Si seguía besándola así acabaría cediendo muy rápido, debía hacerlo sufrir un poco más.
—Vamos de una vez… —insistió Uta.
—¿Debería comprar condones? ¿Crees que vendan aquí en primer lugar? —preguntó muy serio. Era algo en lo que no había pensado.
Ni en sus más locos sueños hubiera creído que su misión en Hyogo acabaría en un ryokan en la montaña con Utahime sugiriendo que pasarían la noche juntos, y no precisamente para charlar.
—No te preocupes por eso —se le estaba acabando la paciencia.
Utahime quería fingir que no le ponía nerviosa lo que implicaba esa pregunta.
—¿Tú trajiste? —una risa pícara volvió a escapar de su garganta.
—Vamos a comer o no vas a necesitar usar ningún condón hoy.
—¿Lo haremos sin nada?
—¡Sal de la casa de una maldita vez!
Fue difícil convencerlo de salir al restaurante, pero lo consiguió. Una vez que la comida fue servida, al parecer olvidó todo al concentrarse en el exquisito sabor de la carne de Kobe. Habían pedido solo lo justo para saciar su hambre, Utahime pidió una botella pequeña de "sake nada", de alguna manera debía quitarse la tensión de su espalda, no solo hoy, las semanas pasadas estuvo muy estresada.
Satoru le contó un poco de lo que estuvo haciendo últimamente, omitiendo sus conversaciones con Shoko y cia, y obviamente la cita con Yuri. Utahime igualmente omitió las veces que volvió a casa e inevitablemente terminó llorando. De nuevo, parecía irreal que estuvieran conviviendo como si nada hubiera pasado. La cena estuvo deliciosa y pasaron el rato charlando amenamente sin parar.
—Me daré una ducha —le advirtió a Gojo. Ya estaban de vuelta en la minka.
—De acuerdo, estaba pensando en hacerlo también.
—Iré primero.
—Intentaré encender el irori mientras.
—Suerte con eso.
El agua tibia se sentía bien sobre su cuerpo, hubiera querido usar la tina, pero le llevaría más tiempo y Gojo no era precisamente una persona de mucha paciencia, estaba segura de que si tardaba más en la ducha lo vería entrar en algún momento.
Salió usando el yukata que le había proporcionado el ryokan. Gojo estaba en el pasaje, mirando el jardín.
—¿Pudiste encenderlo?
Utahime tomó asiento en la mesa de la antesala.
—Claro que sí —dijo con orgullo—. Eso mantendrá las habitaciones calientes.
—Se siente un poco helado afuera —Uta miró el jardín y como las hojas de los árboles se mecían por el viento.
—Voy a bañarme y después iré al onsen.
Gojo estiró su cuerpo, mentiría si dijera que no tuvo también estrés por la situación. Él se quitó la chaqueta del uniforme frente a Utahime y ella inmediatamente se ruborizó con sus pensamientos por el perfecto físico del albino, Satoru sonrió al verla nerviosa y se marchó con la ropa en el brazo.
Ella se despilfarró sobre la mesa, con la cabeza envuelta entre sus brazos, esa noche, no, en algunos momentos, lo que tanto habían evitado que sucediera… sucedería.
Ah, no podía creer que había sido tan descarada como para montar todo, sugiriendo de manera muy subliminal las intenciones de estar ahí. Sí, había llevado también los preservativos.
—¿Uh?
Expresó Gojo al salir del baño y observar a la pelinegra.
—¿En serio te quedaste dormida?
Intentó reírse muy quedito al verla dormir plácidamente sobre la mesa, usando su brazo como almohada.
Estaba cansada y el calor que emanaba el irori a su espalda terminaron por arrullarla para quedar rendida. No tenía nada más por lo cual preocuparse, era una respuesta natural de su cuerpo luego de estar tan tensa.
Gojo la dejó ser, porque desde Himeji se notaba a leguas que ocupaba ese sueño reparador. Para él era más sencillo recuperarse.
…
¿Había ya salido Satoru de la ducha? Todo estaba muy en silencio. Parpadeó algunas veces antes de incorporarse, sólo había cerrado los ojos un momento porque estaba cansada.
Las piernas las sentía entumecidas al igual que el brazo. Si solo habían sido cinco minutos como máximo, gruñó enojada, ya estaba haciéndose vieja. Fue a la habitación, que estaba al lado del cuarto de baño.
Su cara se desfiguró cuando en el celular vio que su siesta de cinco minutos en realidad habían sido dos horas. Se tiró al futón y pataleó como niña pequeña haciendo berrinche. Qué mal momento para haberse quedado dormida.
Bueno, pero si Gojo no estaba en la cama y tampoco en la ducha –obviamente–, el único lugar donde estaría, sin duda, era afuera en el onsen.
Los pómulos le ardían de la vergüenza y de imaginarse con la obvia sorna que sería atacada por su garrafal error. Respiró profundo y se puso de pie, era mejor encararlo afuera que esperarlo en la cama.
Pues sí, ahí estaba, sentado dentro del onsen, con los brazos extendidos sobre el borde y la vista al techo. La luz del porche estaba apagada, pero los faroles del exterior de la casa eran suficientes para equilibrar la penumbra de la montaña.
—Pensé que me convertiría en una pasa antes de que llegaras —soltó Satoru en cuanto la vio salir.
—¿Por qué no me despertaste? —lo regañó, como si hubiera sido su culpa que decidiera quedarse dormida.
—Parecías cansada.
Gojo siguió en su cómoda pose al final del onsen, su torso desnudo sobresalía del agua caliente.
—Lo estaba…
Utahime se quedó parada al borde del baño, sentía en los pies descalzos el vapor caliente del agua termal. Satoru se había echado el cabello atrás, lucía guapísimo a media luz.
—¿No te vas a meter? —preguntó Gojo un tanto confundido al ver la indecisión de ella.
Deshizo el nudo del cinturón del yukata y tranquilamente se sacó la prenda, dejándola caer a un lado. Estaba completamente desnuda. Gojo no supo que decir, no estaba esperando que fuera a ofrecerle tan abiertamente su cuerpo, por supuesto que no tenía ninguna objeción, solo estaba sorprendido.
Utahime se metió al agua, que le llegaba a las rodillas. Avanzó hasta estar de frente a Gojo, su mirada estaba directamente desafiándolo, como diciendo "aquí estoy ¿qué harás al respecto?"
—Eres sumamente hermosa…
Los azules ojos repararon en la belleza delante de él, en cada curva que le era ofrecida desinhibidamente para su goce. Se pasó la lengua por los labios al ver sus senos, tenían un tamaño ideal: no eran exuberantes ni tampoco pequeños. Tenía una cintura pequeña y unas preciosas caderas. Su abdomen firme, el vientre plano, piernas fuertes y entre medio de sus muslos…
—También una descarada.
Gojo estiró su mano y acarició el muslo de la pelinegra. La jaló un poco más hacia él. Utahime estaba muy callada, le permitió cómodamente que la devorara primero con la mirada.
—¿Es parte de tu plan? ¿Cuántos pasos vas adelante?
—Ya cállate —dictó con autoridad, silenciando al peliblanco—. Hablas mucho, deberías usar tu boca para algo mejor.
Oh, Dios… ¿Qué le habían hecho a la tímida chica con la que casi se acostaba en sus veintes?
Gojo sonrió lascivo, definitivamente esta Utahime, con más años de experiencia, estaba totalmente capacitada para llevar las riendas de su encuentro, si él no despabilaba sería ella quien dictaría todo lo que pasaría esa noche.
Utahime había subido su pie al borde del baño, a un lado del rostro de Satoru, ofreciéndole así la mejor vista que él podía tener. Se lo había dicho explícitamente: usa tu boca para algo mejor que hablar. ¿Quién era él para negarse?
Tomó su pierna y empezó a besarla comenzando desde la rodilla, con pequeños besos trazó el camino hasta esa parte que siempre le estuvo prohibida. Jaló el muslo de Uta hacia afuera un poco más, así podría tener mejor acceso.
Su lengua se apoderó de la intimidad de Utahime, lamiendo su sexo sin dejar algún rincón desatendido. Sus manos se encarnaron en el trasero de la pelinegra para apretarla más contra su boca. Una y otra vez su lengua se movía de arriba abajo, explorando todo a su paso. Ella inició su balada de jadeos ante la muestra de amor y deseo.
Tenía un sabor exquisito, podía saborear la húmeda excitación de ella que se mezclaba con su saliva. Utahime de igual manera escabulló sus dedos sobre los blancos cabellos que tenía entre las piernas. Gimió bastante alto cuando Gojo succionó su clítoris, era increíblemente bueno dando sexo oral.
Satoru no simplemente usaba su lengua, también empleaba sus labios para estimularla, como si en realidad la estuviera besando, además, se atrevió a morderle sutilmente los labios mayores, solo para después seguir lamiendo cual dulce de caramelo el sexo de Utahime. Los jadeos de ella comenzaron a aumentar cada vez más, así como la forma en que su cadera de forma involuntaria comenzaba a menearse contra él.
Estaba sumamente encantado de estar provocando tanta excitación sobre Utahime. Podía notarlo en la forma desesperada que gemía, en la humedad que no dejaba de fluir fuera de su cuerpo, en cómo le apretaba el cabello cada vez que chupaba un punto que la volvía loca, el movimiento de sus caderas pidiendo algo más.
Quería volverla loca, justo como ella lo estaba haciendo con él. La mordió nuevamente y después se concentró solo en estimular el botón de su absoluto placer.
—Go–Gojo… Espera —le suplicó Utahime, tratando de que se detuviera.
—¿Qué? —apenas dijo entre sus piernas. De nuevo lamió la intimidad de Utahime.
—No, harás que me venga…
—¿No quieres?
—Todavía no…
Utahime bajó la pierna y miró a Satoru, lo que le acababa de hacer, era lo más delicioso que alguien le hubiera hecho. Los años no pasaban en vano, definitivamente.
Gojo la jaló del brazo y la obligó a sentarse frente a él, pero dándole la espalda. La abrazó con fuerza, pegándola a su cuerpo, por sobre la toalla que Satoru tenía en la cintura, podía sentir su erección que le tocaba la espalda baja.
Movió los cabellos azabaches a un lado y besó su hombro con calma.
—Dime que no habías venido con otro hombre aquí —dijo malhumorado.
—No —Utahime se rio—. Fue una recomendación.
—¿De?
—Ryohei…
—Oh… Tiene sentido.
—¿Aún quieres ir a Nikko?
—Mientras te pueda hacer un oral de esa manera, donde quieras está bien…
Tomó sus senos, uno en cada mano y comenzó a masajearlos, Utahime buscó los labios de Gojo para besarlo mientras él jugaba con su pecho. Sus lenguas se enredaron de manera brusca y torpe, ambos estaban ardiendo en placer, no tenían tiempo para ser dulces y tiernos. Gojo apretó los pezones de Utahime al mismo tiempo, estaban duros y mientras la besaba se podía visualizar lamiéndolos. Ella gimió y empujó sus caderas buscando la hombría que sentía le golpeaba el trasero.
—Abre las piernas —le ordenó Gojo.
Sin renegar ni nada, hizo lo que él le pidió. Satoru metió la mano derecha al agua, la izquierda siguió acariciando el pecho de Utahime. Gojo mordió el cuello de la pelinegra y lentamente introdujo el dedo índice y medio dentro de ella. Iori gimió ruidosa cuando sintió la presión de los dedos de Gojo entrar, él volvió a morderle el hombro una vez que empezó mover sus dedos hacía adentro y afuera. Utahime llevó la cabeza atrás, al pecho de su amante, jadeando incesantemente cada que empujaba hacia su interior.
Satoru la tomó del cuello mientras seguía penetrándola, acomodó su mano de tal manera que al momento de entrar también podía acariciar su clítoris con el dedo pulgar. Ella abrió más las piernas al sentir tanto placer.
Utahime golpeó bruscamente el agua con la palma de su mano al no saber que hacer para dejar escapar su excitación. Ya no podía gritar más fuerte si no quería que los vecinos la escucharan.
—Gojo…
Gimió como si fuera una súplica. Él quitó la mano sobre el cuello de Uta, pero solo con la finalidad de meterle dos dedos a la boca, eso le ayudaría a desquitar un poco.
De inmediato su boca se ciñó en ellos, lamiéndolos suavemente, la saliva le escurría a un lado de lo que no podía cerrar la boca entre gemidos y chuparlos, solo imaginaba que se trataba del sexo de Satoru en su boca.
—Deberíamos ir adentro ¿no crees?
Estaba preguntando, pero ¿cómo quería que respondiera si tenía ambas manos dentro de ella?
Utahime mordió los dedos de Gojo y él concedió una tregua.
—Vamos.
Entró desnuda al vestidor, Gojo siguió su trasero, hipnotizado por su forma redondeada y perfecta. Ambos estaban destilando el agua del onsen.
—Deberíamos secarnos —dijo Utahime. En el vestidor había una toalla sin usar. La otra la traía todavía Gojo sobre la cintura.
—¿Qué más da?
Satoru empujó a Uta contra la pared y la devoró en un apasionado beso, no había tiempo para esas cosas tan absurdas cuando tenías el cuerpo desnudo y ardiendo en deseo. Utahime le quitó la toalla mojada, Satoru atinó a levantarla para empotrarla en la pared. Los brazos fuertes de Gojo se marcaron aún más ante el esfuerzo de cargarla, ella lo acarició encantada por saberse dueña del perfecto cuerpo que sus piernas abrazaban. La erección de Gojo se deslizó peligrosamente entre los labios del sexo de su amante, era como si instintivamente buscaran llegar a esa conexión que los haría uno. Él gruñó y apretó a Uta hacia él, si empujaba de la forma correcta iba a penetrarla.
—Antes de eso —habló Utahime—. Déjame probarlo a mí también…
—Quiero hacerte mía en este instante. No aguanto las ganas de metértela, en serio.
—Mételo a mi boca primero…
Sí, definitivamente, Utahime tenía el control total de la situación. No podía negarse a eso cuando le jadeaba al odio que le diera a probar su erección.
Utahime tomó asiento en la banquita de madera del vestidor y Gojo se puso delante de ella. Él era un hombre además de guapo, muy bien dotado, era ilógico que fuera perfecto en todo, pero sí lo era. Ya había acariciado su pene en otras ocasiones, pero teniéndolo al desnudo y tan cerca, al fin pudo dimensionar que tan grande era.
Tomó con una de sus manos el miembro, su lengua lamió primero la cabeza, lo rozó con la punta apenas, Gojo no hizo ningún ruido, así que volvió a lamerlo, solo que esta vez haciendo círculos alrededor de esa parte tan suave, Gojo empuñó su mano entre los cabellos de Utahime, señal que disfrutaba lo que hacía. Su lengua lo acarició moviéndose desde la punta hasta la base de ida y vuelta, lo hizo por la parte superior y la parte de abajo, cada que avanzaba Gojo tiraba más de su cabello.
—¿Cuándo piensas metértelo todo a la boca? —le reclamó.
—Que desesperado ¿acaso no te gusta lo que hago?
Y para muestra, volvió a lamer solo el glande. Satoru cerró los ojos, mordiéndose los labios.
—Es por que se siente tan bien que estoy así de desesperado.
—Ruégame —lo retó con una sonrisa traviesa y pasó su lengua, esta vez yendo un poco más abajo.
Gojo jadeó muy bajito. El privilegio de verla lamiéndolo era único.
—Te lo voy a meter hasta la ga…
Era una cabrona en todo el sentido de la palabra, eso, por decir lo menos, aunque… Se había metido todo el pene a la boca mientras estaba renegado, no se lo estaba esperando y por ende, lo sintió el doble de bien. Estaba fascinado con lo atrevida que había resultado ser.
Estaba tan bien dotado que intentar tenerlo todo haría un poco difícil la tarea de respirar, aun así, se esforzó por que cada vez que entrara en su boca fuera lo más profundo posible. Escuchaba la respiración de Gojo agitada, él no era sumamente expresivo en cuanto ruidos, pero en alguno que otro momento podía escucharlo jadear, claro que nada que ver con ella, que era bastante escandalosa. La mano que tenía sujetados sus cabellos ahora servía también como un compás para marcar el ritmo y profundidad a la cual Gojo quería se le diera el oral. Utahime no tuvo dificultad para seguirle el ritmo.
Él tiró el cuello atrás, extasiado por el calor y la humedad que abrumaban su miembro. Utahime se atrevió, además, a tocarle el abdomen mientras seguía dándole sexo oral. Satoru hundió sus dos manos entre sus mechones negros y siguió guiándola, esta vez con más apuro y empujando también la pelvis. Utahime gimió y encajó sus dedos sobre los oblicuos de Gojo. La saliva le escurría de la comisura de los labios, perfecta lubricación para el oral.
Debía detener el acto si no quería sufrir las consecuencias, era una lástima porque estaba disfrutándolo con muchas ganas. Miró a Utahime que tomaba aire de manera irregular, ¿estaba siendo muy efusivo para ser su primera vez?
—¿Estás bien? —preguntó Gojo.
—Sí —respondió jadeando. La verdad, si se había cansado un poco.
—Levántate.
Volvió a besarla, solo que esta vez sin tanto apuro, quería amar cada parte de su cuerpo si ella se lo permitía. Llevó sus labios hacía el delgado cuello y la besó con paciencia. Utahime le acarició la amplia espalda, los músculos de Gojo estaban tan bien trabajados que podía distinguirlos perfectamente mientras lo tocaba.
—Vamos a la habitación —dijo Utahime.
Debería ser su turno de tomar las riendas del encuentro, su objetivo principal siempre fue hacer que ella se sintiera amada y deseada. Es decir, quería complacerla hasta la absoluta satisfacción, sin embargo, una parte de él quería hacerlo bajó sus condiciones, no las de ella. Utahime había estado siendo demasiado dominante y pese a que le gustaba, él quería darse a conocer también.
Antes de que fuera a proponer ponerse encima de él, tomó la iniciativa de ser él quien estuviera arriba. Los senos de Utahime se veían hermosos, previo al acto principal quiso lamerlos nuevamente, ella arqueó la espalda ante las caricias que le regalaba. Abrió las piernas y subió una de ellas a la cadera de Satoru, se estaba muriendo de ganas por sentirlo dentro de ella.
Gojo se puso de rodillas entre las piernas de Utahime, tomó su miembro con una mano y lo frotó sobre el sexo de Utahime, ella solo atinó a apretar las sábanas con mucha fuerza, resistiéndose a decirle que lo hiciera de una buena vez. Satoru sonrió lascivo al ver las expresiones de placer de su amante, cada que movía su pene entre los pliegues de su intimidad, sobre todo cuando lo colocaba justo donde debía entrar, Utahime se retorcía y jadeaba deliciosamente. La lubricación natural del cuerpo femenino empapaba la erección de Satoru, permitiéndole desplazarse sin fricción alguna por sobre la intimidad de Iori, él también lo sentía de maravilla, nunca había jugado de tal manera con otra mujer, solo ella le hacía experimentar de todas las maneras posibles lo que su cuerpo era capaz de sentir.
—Satoru, solo hazlo ya…
Amaba que dijera su nombre mientras hacían esas cosas lascivas, porque indicaban que lo disfrutaba tanto como para olvidar los formalismos.
Alcanzó el condón para ponérselo, lo que hubiera dado por hacerlo sin nada, pero no quería correr riesgos de que aquello terminara con un tercero no deseado. Era mejor así por el momento.
Su gemido fue muy distinto a los otros que previamente le había regalado, esta vez fue más intenso y apasionado. Él también gruñó cuando sintió el calor envolvente y la suavidad que atrapaba su hombría en el interior de la mujer que tanto amaba.
Sus caderas se movieron con lentitud al principio, para que ella se acostumbrara a tenerlo dentro, pero cada que entraba y salía solo quería hacerlo más fuerte y rápido, sobre todo al escuchar los incesantes gemidos de Utahime. Daba por hecho que lo disfrutaba tanto o más que él.
Era agradable sentir el peso del cuerpo de Satoru sobre sí misma, como su piel rozaba la suya y se apretaba contra ella. No sabía si Gojo olvidaba lo grande y pesado que era su cuerpo y que la cubría con facilidad, pero no le importaba, estaba bien teniéndolo cerca.
El dolor de las uñas arañando su espalda era solo un incentivo para que él decidiera penetrarla con más ganas, aunque lo creía ya imposible, embestía sin detenerse una y otra vez, ya había empezado a jadear también sintiendo su cuerpo prepararse para el inminente orgasmo, claro… si él lo permitía.
Satoru se despegó un poco más del cuerpo de Utahime, miró sus pechos rebotar al ritmo de sus embestidas, solo provocó que la tomara de la cadera para levantarla un poco y aumentar su cadencia, estaba fascinado en cómo sus acciones seguían haciendo que los senos de Utahime se movieran en consecuencia…
—Satoru… voy… a…
Ella estaba también al límite, no podía resistir más el placer que le provocaban los movimientos de Gojo. No contaba con que él tuviera otros planes.
—Date la vuelta.
Le ordenó mientras salía por completo de ella. Uta no se creía que le hubiera interrumpido el orgasmo de esa forma.
—Aún no —Satoru se lamió los labios—. Te daré aún más placer que disfrutar.
—Toma responsabilidad por lo que acabas de hacer…
—Estoy en eso.
La tomó del cuello y le hizo poner la cabeza sobre el futón, le levantó las caderas y dejó que su sexo volviera a deslizarse a donde correspondía. Lo hizo tan lento como pudo, era una tortura para ambos, pero una que disfrutaba con excelso placer.
—Tienes un trasero espectacular ¿te lo había dicho? —dijo mientras acariciaba la zona que tanto halagaba.
Utahime no respondió, cerró los ojos al sentir el suplicio que resultaba que Gojo decidiera ir tan despacio, podía sentir absolutamente cada centímetro de la erección conforme entraba y salía de ella. El peliblanco le acarició la espalda con dulzura, recorriendo su columna sudada con las yemas de los dedos.
—Satoru… —suplicó una vez más.
El peliblanco llevó su cuerpo hacía adelante, lo necesario para que sus labios tocaran los omoplatos de Uta. Besó cada centímetro de su espalda alta de hombro a hombro, mordiendo los pliegues de su piel, el sudor salado aderezaba la carne de su amante que ya de por sí tenía un sabor divino. Mientras la boca de Satoru continuaba subiendo hasta llegar a al cuello de la pelinegra, Utahime sintió como el sexo invasor entre sus piernas se encajaba profundamente en ella.
Volvió a recorrerla con las yemas de sus dedos, acariciando las marcas que había dejado en su espalda. Observó la línea curva que adquiría su columna debido a la pose: como empezaba abajo desde su cuello y subía hasta sus glúteos. Era tan erótica, que no quería apresurar nada, si iniciaba a poseerla frenéticamente terminaría antes de lo que quería.
Claro que, Utahime estaba envuelta en el indescriptible placer y sabía que podía obtener algo mejor, estaba lista para llegar a su éxtasis. Quería acelerar más las cosas y si él no iba hacerlo, ella con gusto podía ayudar. No solo fue Gojo quien se movía, ella también propició el vaivén de sus caderas, acelerando el ritmo de la penetración. Satoru gimoteó cuando ambos compases se hicieron uno más armonioso.
Gojo empezó a hacerlo más rápido, incluso más de lo que ella había propuesto. Utahime ahogaba sus alaridos de placer sobre la colchoneta, lo que Gojo le estaba haciendo era un crimen, no creía que follara tan increíblemente bien.
—Levántate.
Gruñó ardiendo en su lujuria, ella obedeció de inmediato y en cuanto estuvo erguida, él tomó sus labios con desesperación. Se inclinó un poco sobre ella para seguir embistiendo mientras la besaba. La pelinegra podía sentir el golpeteo del sexo de Gojo contra su vientre, era una sensación extraña, pero que la encontraba excitante ya que eso quería decir que estaba muy adentro de su cuerpo.
Satoru pellizcó los pezones de Uta y ya no pudo resistir más. Apretó las piernas, lo poco que podía, y jadeó en sus labios el orgasmo que le estaba haciendo tener. Al sentir como el cuerpo de ella temblaba bajo su dominio, él tampoco aguantó más, dejando salir todo mientras la embestía muy despacio.
Se besaron una vez más, entre suspiros cansados, Gojo le acarició el abdomen y el vientre, esta vez con más templanza y cariño.
—¿No te lastimé? —le susurró, también le dio un beso en la mejilla.
—No. Estuvo bastante bien —Uta le acarició la nuca y le besó la barbilla.
—¿Cómo dejaste que esto tomara tanto tiempo?
—Debiste insistir más —dijo con ironía.
—Te haré el amor por todas las veces que no lo hicimos.
—No creo poder aguantar tanto…
—Es lo bueno de poder usar la energía inversa. Rápidamente estás listo para el siguiente round —chasqueó los dedos y la energía maldita fluyó en su cuerpo.
—¡Ni se te ocurra! —Uta le dio un manotazo en el hombro, Gojo solamente se rio.
—Ya eres mía…
—No necesitabas tener sexo conmigo para que lo fuera…
Gojo sonrió encantado de las palabras de su amante. Le besó la punta de la nariz antes de dejar que se acostara a descansar luego de tal encuentro.
Se tiraron sobre el futón, el calor del irori sumado al ejercicio los había hecho sudar bastante. A ninguno le pareció molesto que siguieran mostrando su desnudez.
Utahime acarició el rostro de Satoru, tenía unas cuantas gotas de sudor en la frente y sobre los pómulos. Sus ojos azules brillaban con intensidad, solo estaban fijos en ella, contemplando a la mujer de sus sueños, la que era culpable de que su corazón latiera arrítmicamente tan solo con verla sonreír.
—¿Qué sucederá con nosotros de ahora en adelante? —preguntó Utahime mientras delineaba con el índice la nariz de su amante— ¿Crees que funcione? Tú y yo.
—Hagamos que funcione.
—Es lo que quiero.
—Permitamos que esto tome su cauce natural, sin apuros, ni presiones.
—¿Quieres que sea un secreto? No quiero que tengas problemas con tu familia…
Gojo tomó la mano de Uta que acariciaba su rostro y le besó dulcemente los nudillos varias veces.
—Sí alguien pregunta, quiero que digas que eres mi mujer.
Resultaba un poco vergonzoso escucharlo, pero en el fondo su vanidad estaba complacida.
—Sobre el tema de mi familia —Gojo exhaló desganado—, no te preocupes, hablaremos de eso después.
—No es mi intención alardear sobre nuestra relación, descuida.
—¿Por qué serías discreta? Todos deberían saber que eres mía.
—Con que tú lo sepas me basta.
—A mí no, tus pretendientes tienen que saberlo…
—¿Y qué hay de las tuyas? ¿Dirás acaso que eres mi pareja?
—Claro —respondió con seguridad—. Soy todo tuyo…
—Casi veo lo fastidioso que serás, me estoy arrepintiendo —dijo desanimada. Obviamente estaba bromeando, al menos de la parte de arrepentirse.
—Lo hubieras pensado antes de hacer cochinadas conmigo. Ya es demasiado tarde.
—Entonces… ¿Estamos seriamente en una relación?
—Ya les puedes presumir a tus amigos del bar que te hiciste de un novio guapo, rico y simpático.
—Te faltó: humilde.
—¿Por qué preguntas si es serio? ¿Acaso sigues pensando que solo quiero acostarme contigo?
—Gojo, sabes que no es eso…, pero…
—¿Solo me llamarás por mi nombre cuando te lo esté haciendo? —sonrió con picardía. Tan solo de recordarlo le daban ganas de empezar de nuevo.
—No seas molesto —dijo con pena.
—¿Dónde estaba esa vergüenza hace rato?
—Basta…
Gojo se rio de su pena, era adorable su cambio de personalidad entre la cotidianidad y la intimidad. La abrazó fuerte con brazos y piernas, en una sofocante prisión. Sus senos sudorosos se pegaron a su pecho.
—Haré todo lo que esté en mis manos para corresponder a tus sentimientos—dijo Satoru.
—Cuida de mí, por favor.
—Asumiré la responsabilidad por hacer que te enamoraras perdidamente de mí.
—Nunca dije que estaba "perdidamente" enamorada —le increpó. Uta dejó un beso en la clavícula del peliblanco.
—¿No? Yo recuerdo algo como eso en nuestra conversación en Himeji.
—Definitivamente no lo dije.
—Pero, obvio, si lo estás.
—Claro que no. Si alguien está "perdidamente enamorado" ese serías tú, señor "fuiste mi primer amor".
—Eres una cínica, ¿tanto quieres que esté rendido por ti?
—¿Y no lo estás?
—Lo estoy —afirmó de inmediato.
—No lo digas tan a la ligera…
Utahime besó a Gojo lentamente, él le acarició la espalda con mucho amor, quería conocer la sensación de sus dedos rozando cada parte de su piel. Era sumamente agradable sentir el calor del cuerpo del otro.
—Te amo.
Los pensamientos de la pelinegra se manifestaron en sus palabras. Era la tercera vez que se lo decía en lo que iba del día.
Las caricias avivaron el deseo entre ambos, con cada roce de sus cuerpos nacía de nuevo la pasión que los motivaba a entregarse en cuerpo y alma. Se amaban, independientemente de quien lo hacía más. La lujuria sólo era una de las manifestaciones de ese sentimiento, la última en su lista de los actos benevolentes entre ellos a través del tiempo.
El amor se hacía presente en los momentos que reían juntos, cuando se molestaban el uno al otro, en cada pelea, cada regañó, en la complicidad de sus acciones, en la lealtad y el sosiego, así como en las respiraciones agitadas que siguieron en la habitación.
NOTAS:
Muchas gracias por todo su apoyo, espero que lo hayan disfrutado!
