Día 10.

Jealousy.

Renee no se considera una mujer celosa, así que no puede decir que odia a algunas de las mujeres que ha visto acercarse a su esposo cuando decide pasar por él al trabajo. Claro, puede reconocer algunos fallos en su propia apariencia. Su cuerpo ya no es tan delgado como en su juventud pero después del parto sus caderas se enancharon, y aunque nunca le gustó su color de ojos pudo vivir con ello; cuando conoció a su marido le dijo que estaban bien, así que fue suficiente para calmar sus inseguridades al respecto.

Aun así trataba de verse lo mejor posible. Quería mantenerse bella para Graves, sentirse tan mujer como cuando eran libres de la carga de alimentar otras bocas. Ella siempre se aseguraba de maquillarse, oler bien y vestir pijamas sensuales para él antes de que fuera hora de dormir. Sería lindo que lo notara de vez en cuando, pero supuso que no podía culparlo cuando sus horarios eran agotadores, casi perfectos para un esclavo.

Y de verdad no quería pensar que su marido hubiera dejado de sentirse atraído por ella y por eso prefería más mirar sus revistas sucias en el baño cuando la tenía a ella a un céntimo de distancia.

Se habían arruinado la vida trayendo hijos al mundo, así que sus ganas de vivir lentamente se deterioraron; él se volvió más distante de lo que ya era antes y eso sólo hacía que el odio de Renee creciera hacia esos pequeños demonios que merodeaban alrededor. Cuando intentaba seducirlo para romper con el trato hueco que muchas veces se instalaba entre ellos, era incómodo, pues Renee nunca sabía cuándo aparecería Andrew o esa mocosa que no le gustaba reconocer como su hija.

Siempre hambrientos de atención, siempre pidiéndole que haga una cosa u otra porque aparentemente no sabían que ella estaba ocupada solventando los gastos de esa casa. Y no le importaba que tuvieran ocho y seis años respectivamente, podrían tener meses de nacidos y aun así buscaría la manera de sacudirse la responsabilidad. Que mal que no pudiera permitirse contratar una niñera, odiaba cuando las muy zorras la llamaban "señora" y se contoneaban delante de su marido como si fueran mejor partido que ella.

Pero, de nuevo, no era celosa. Sólo envidiaba a quienes eran libres y tenían toda una vida por disfrutar. Además, había crecido en un entorno en donde lo mejor era conseguir aliados que enemigos, por ello se esforzaba en ser comprensiva y agradable con la gente que se le cruzaba enfrente. Era la clave para el éxito, pues aquellos que no eran normales y no conocían su lugar tenían un pase asegurado a la vergüenza. Que lastima que sus esfuerzos no brindasen frutos.

¿Qué estaba haciendo mal?

Sus compañeros de trabajo, jefes y vecinos seguían diciendo que era una mujer muy vulgar con un futuro tan oscuro sólo comparable al aura del Sr. Graves. Cada día que pasaba Renee se convencía de que para obtener la vida que deseaba necesitaba comenzar de nuevo, una nueva casa en un barrio más rico y elegante, de otra manera seguiría siendo la misma mujer vulgar con una hija ruidosa y un esposo distante. Había depositado ciertas esperanzas en Andrew cuando resultó ser inteligente en los estudios pero no era seguro que se convirtiera en alguien exitoso con esa actitud de perdedor que tenía, así que no podía esperar gran cosa.

Renee se desesperaba más cada día pero pareciera que no pudiera huir de su destino. "Dios tiene un plan para cada uno de nosotros" decía el imbécil de su hermano. Pero, ¿en serio esto era todo lo que le correspondía a ella? No podía aceptarlo, ella quería más. Quería una vida de libertad, lujos, amistades brillantes, quería ser la envidia de todos los que la tacharon de simplona, los que dijeron que no podía aspirar a más. No importaba lo que tuviera que sacrificar, de hecho desde el principio estuvo lista para regalar a sus hijos por un pequeño costal de oro, ese que fantaseaba gastar junto a su marido.

—Que alguien me brinde una señal, por favor —gruñó.

Por estar en las nubes apenas notó cuando llegó al complejo de departamentos, pero volvió al presente en cuanto vió a la casera charlando con un hombre que jamás en su vida había visto. Las ropas que llevaba encima parecían costosas y su acento o porte sugería que se trataba de un hombre muy culto, de la alta sociedad. La anciana la saludó en cuanto se dio cuenta de su presencia pero además de eso no la invitó a formar parte ni trató de iniciar conversación, así que Renee no tuvo más opción que pasar de largo aquella curiosa reunión. Pero algo que llamó mucho su atención fue el hecho de aquel hombre hablaba de comprar el edificio o convertir a la casera en socia de algo muy especial, asegurando con ello estarían en la cúspide del éxito.

Renee estaba demasiado deprimida con el rumbo de su vida como para escuchar los sueños de otros por ese día, así que no le tomó importancia y continuó su camino subiendo al elevador.

Fin


Notas Finales: No sé porqué presiento que Renee es esta clase de mujer. En el canon ya nos dejaron claro que es una hija de puta, pero si le sumo este tipo de mentalidad... tenemos el paquete completo de persona rastrera, jajaja.