Capítulo XVIII: Filofobia.

Hola mis queridos seguidores, es de mi agrado informarles (o tal vez no tanto) que ya estamos en la recta final, nos vemos la próxima semana con el capítulo final y solo nos quedaría pendiente el epilogo. ¡Que lo disfruten!


00:2':27"

Shinobu apagó el cronómetro con fastidio y le aventó agua junto con sus visores como si pudiera desquitarse de esa fea marca de esa manera.

Pero es que ese tiempo apestaba y no había hecho un tiempo decente desde que empezó a practicar. Al paso que iba será un hazme reír el viernes en el festival de deportes.

Todo el equipo contaba con ella para llevarse el primer lugar en los 200m libres.

Y ella contaba con mantener eso en mente para no pensar en ninguna otra cosa.

O, mejor dicho, en alguna otra persona.

Se secó los ojos antes de que el agua con cloro penetrara en ellos y, sin pretenderlo, su rostro fue rozado por el anillo que aún mantenía en su dedo.

Recordó su último encuentro con Giyuu y se estremeció. Cuando Giyuu estuvo a punto de besarla llevando su alianza puesta sintió el temor recorrer cada vaso sanguíneo. Temía que Giyuu volviera a llamarla Alice mientras la besaba, temía que luego de hacerlo volviese a decirle que le daba lástima y que lo que recibía de él era solo un reflejo de lo que sentía por su difunta esposa.

Cuando el miedo la embargó no tuvo que pensárselo dos veces para alejarse de él. Un reflejo propio de su cuerpo de alejarse de lo que lastimaba. Por dentro, anhelaba tanto volver a estar en sus brazos. Pero no podía hacerlo, dolía demasiado.

Ahora se quedaba sola con sus recuerdos, la sensación de sus manos sobre su piel, el sabor de sus besos y su corazón roto.

Era increíble cómo a pesar de todo aún le escocían los ojos al pensar en eso. Y si ya no lloraba era porque estaba segura de que ya no deberían quedar más lágrimas que derramar.

Odiaba la situación y se odiaba a sí misma. Odiaba no tener el coraje para luchar. En otras circunstancias pelearía por él, si tan solo supiera que él siente algo por ella, además de la lástima y una obsesión.

Su mente viajó a la noche de la fogata, el fuego azul que destilaban los ojos del pelinegro cuando le dijo que estaba celoso. Su corazón dio un vuelco cuando lo escuchó. Pero, el recuerdo de las palabras aún estaba en su mente y se mantuvo fuerte. Debió estar saltando y chillando de la emoción, pero ¿estaba celoso de ella o del fantasma de Alice?

Incluso esa respuesta le aterraba. Porque, si Giyuu estaba celoso del fantasma de su esposa sería otro golpe doloroso en su vida.

Y si estaba celoso de ella…

Significaría que todo lo que le había dicho antes era una cruel mentira.

Lo que vio la última noche en el departamento del profesor acudió a su cabeza sin misericordia. Recordó el dolor de sus palabras, sin mencionar que lo vio con otra.

Tenía que estar celoso de la Alice que veía en ella.

Tomó aire y se sumergió en el agua por unos minutos, refrescando su cabeza de esos absurdos pensamientos.

Pero nada.

Oficialmente, nada podía cambiar sus sentimientos por Giyuu.


La alianza de matrimonio brillaba con la misma intensidad desde que lo recordaba. Alice y él habían ido a comprarlas juntos. En ese tiempo no tenían mucho dinero, así que tuvieron que escoger algo que se ajustara a su presupuesto. Aún podía ver los ojos de Alice brillar de emoción cuando se probó el suyo y cómo brillaron aún más cuando se lo puso frente al altar.

"Juro amarte y respetarte. Hasta que la muerte nos separe."

Esas palabras habían formado parte de sus votos. Jamás pensó que la muerte los separaría tan pronto.

Un vacío se colocaba en su corazón cada vez que recordaba los momentos más angustiosos de su vida. Desde que había recibido esa llamada acerca de la condición de Alice, desde que la había visto morir, impotente, frente a él.

"Ya lo he visto, alguien más te hará feliz. No pudiera irme sabiendo que no lo serías."

Alice le había dicho eso con su usual sonrisa antes de hacerle prometer que sería feliz.

Y él lo había prometido. Pero no había cumplido. Por años pasó sumido en el dolor de su pérdida y se negó a siquiera mirar a su alrededor. Nunca iba a cumplir dicha promesa a menos que la propia felicidad se pusiera frente a sus narices y le impusiera su presencia.

O tal vez, ya lo había hecho.

Se presentó con unos ojos brillantes como la amatista y una sonrisa pícara; dolorosamente parecida al motivo de su felicidad de antaño. Sin embargo, ésta se mantuvo a su lado sin importar cuántas veces trató de alejarla, ella no lo dejó. Y fue feliz. Aunque nunca lo admitió ni lo dijo, fue feliz.

Eso lo sabe por lo infeliz que se sentía en esos momentos.

Pero… su felicidad estaba condenada. Por muy trágico que eso sonara, Shinobu era su alumna y lo suyo no podría ser, a pesar de que ya se había ganado un lugar en el infierno luego de cómo manejo la relación que mantuvieron. Además, aún estaba el recuerdo de Alice. La propia Shinobu lo dijo, si duele en el corazón, entonces es amor. Él aún amaba a su esposa.

Sin embargo, eso no lo hacía inmune a Shinobu Kocho. La recordó llorando frente a él, mirándolo con dolor.

No sabía qué era peor, si su mirada vacía o el dolor que reflejaban esos ojos color purpura cuando estuvo cerca de besarla, cuando lo rechazó. Cuando le gritó que lo que sentía por ella era un reflejo de lo que siente por Alice.

¿Por qué le molestaba dicha afirmación si era la misma que él llevaba repitiéndose todos los santos días desde que había decidido terminar con toda esa locura?

¡¿Y qué demonios pasaba con él mismo?!

Él no tenía por qué haberse acercado a ella siquiera.

Shinobu estaba… viva, iba para delante, no se había refugiado en la autocompasión, era lo suficientemente fuerte como para pensar en atentar contra su vida de cualquier manera.

Se suponía que él solo estaba preocupado por ella de la forma más profesional posible y que ahora que sabe que está bien debería de alejarse y dejar de pensar en ella.

Pero no podía. No podía ignorarla, jamás le sería indiferente. A pesar de verla actuar aparentemente normal; su mirada siempre la buscaba y se sentía atraído hacia ella por una fuerza superior. Durante las clases no podía dejar de verla y en las prácticas de nado estaba pendiente de cada uno de sus movimientos y de los movimientos de su chicle rubio.

Los celos lo embargaban de tan solo recordarlo.

¿En qué demonios pensaba cuando le dijo que estaba celoso?

O sea, lo estaba, ahora lo sabía, era lo suficientemente adulto para reconocerlo. Pero no tenía que decírselo. Él tenía muy buen autocontrol de sus emociones. Jamás las había exteriorizado de manera tan irresponsable. Sin embargo, cuando la escuchó mencionar que se encontraría con el idiota de su exnovio no pudo controlarse y le gritó lo que sentía en esos momentos.

Pero ¿por qué? Las personas no sienten celos de alguien que no quieren. Él no quiere a Shinobu, aún quiere a Alice y no se puede querer de la misma forma a dos personas al mismo tiempo.

Entonces, ¿Por qué extrañaba a Shinobu en cada momento del día?

Porque…

Porque…

Maldición.

Se le acababan las excusas.


Aoi miraba a los jóvenes del equipo de baloncesto del instituto hacer calentamiento bajo la tutela de Inosuke que les gritaba ánimos.

Por ánimos entiéndase un: "Por el amor de Dios, mi abuela cuadripléjica correría más rápido que ustedes."

No era raro escuchar quejas de los estudiantes del equipo respecto a la dureza del entrenador. Más de una vez había escuchado murmullos muy desagradables sobre Hashibira salir de boca de alumnos que lucían exhaustos.

Ella entendía la presión que debía sentir Inosuke en esos momentos. Tenía que llevar a su equipo a la victoria, no podían perder una final en su propia casa.

Pero había algo más además de eso. Desde hace mucho tiempo no veía al despreocupado y quemeimportista Inosuke de antes. Ahora parecía una persona de su edad cargada de problemas y estrés.

Y aunque jamás lo admitiese, deseaba mucho saber qué le pasaba.

El rubor cubrió sus mejillas cuando recordó las palabras de Goto respecto a sus sentimientos por Inosuke. Eso era soberana tontería, claro está. Ella tenía el suficiente cerebro como para andarse fijando en ese neandertal troglodita.

Y como si la hubiese escuchado, Inosuke se giró a ver en la dirección donde ella se encontraba observándolo. Afortunadamente estaba muy lejos para ser distinguida y eso lo sabía de antemano, por eso se había quedado viéndole.

Aun así, se había escondido como una colegiala nerviosa con una mano en su palpitante corazón.


Las orejas le escocían, seguramente alguien estaba hablando de él.

¿Sería Aoi?

No, ella estaba muy ocupada teniendo un affaire con su cuñado.

–¿Esa era la inspectora Kanzaki?

–Oye, ¿la has visto últimamente? ¡Parece otra! –Uno de los miembros del equipo le dijo a otro.

–¡Sí! Tiene el mismo carácter del demonio de siempre, pero está, no sé, diferente. Sus regaños ya no fastidian tanto.

–Claro, si se le pasan viendo los pechos cuando les habla… –Un tercer muchacho pasó corriendo junto a sus compañeros que estallaron en risas cuando el otro les dijo eso. –Ni siquiera la escuchan.

Tan amenos estaban que no se fijaron como se endurecían las facciones de su entrenador.

–¡Quiero cinco vueltas más a la cancha!

–¡No! –Se escuchó el coro de voces masculinas.

–¿Qué dicen?, ¿muy poco? ¡Entonces serán diez!

Esta vez sus jugadores se quedaron callados y liderados por Zenitsu siguieron trotando alrededor de la cancha.

Era increíble lo mucho que le irritaba escuchar que otros hombres se fijen en Aoi, era casi tan malo como pensar en ella con el idiota de su cuñado.

Para la información de todos esos cabezas de alcornoque, el que vio primero ese par de pechos fue él.

Aunque la culpa también era de ella. Desde el festival escolar le había dado por venir con su ropa más… ni siquiera podía decirse que era provocativa porque no dejaba ver un centímetro de piel más de lo recatado. Aun así, ahora se podía apreciar que tenía un buen pecho y con los pantalones que usaba se podían apreciar sus grandes piernas.

¿Dónde quedó la dignidad de la que tanto se jactaba y toda esa disciplina con la que cuestionaba absolutamente todo lo que él hacía?

Claro que no es que las acciones de una mentirosa le importasen demasiado, es más, le tienen sin cuidado. Puede tener entre sus faldas a media ciudad y a él no-le-importaba. Ella misma lo había dicho, no era de su incumbencia con quien compartía la cama.

Maldita sea, sí le importaba. Especialmente después de que Giyuu le recordase todas las cosas feas que había dicho de ella. Además, ella había ido a su casa a hablar con él, a explicarle y él no la había dejado hablar.

Pero ¿qué podría decirle que valiera la pena a esas alturas? Se había burlado de él…

De la misma forma que él se había burlado de ella.


Zenitsu se encontraba practicando para el último partido de la temporada y su último partido como estudiante de preparatoria. Sería un día especial, había llevado a su equipo a la victoria los tres años que llevaba ahí, sin mencionar que había sido escogido capitán desde primer año a pesar de ser nuevo, desplazó sin problemas a los alumnos de años superiores.

Tenía que cerrar su paso por la preparatoria con broche de oro. Quería que su nombre fuera recordado por generaciones y que los alumnos que quedaban digan: "Yo quiero ser mejor que el capitán Agatsuma"

–¡Monitsu!

Aunque el humor que se cargaba últimamente Inosuke no ayudaba en mucho.

–¿Qué quieres cerdo?

–Nezuko vendrá al encuentro, ¿verdad? Dile que no puede faltar, es nuestro amuleto de buena suerte.

–Vendrá la primera mitad, tendrá que irse a la segunda. –Informó el rubio.

–Entonces, tendrás que asegurar el partido desde la primera mitad. Es una orden.

Y ahí estaba, tanto esfuerzo que le costaba desviar sus pensamientos de Nezuko por más de cinco minutos para que llegara el tonto de Inosuke y sin misericordia alguna la mencionara.

Nezuko era su amuleto de buena suerte y se había ganado ese apelativo desde la primera final. Aquella ocasión llegó a mitad del partido porque estaba con gripa y él, por su parte no estaba teniendo su mejor partido. Entonces Nezuko llegó y fue como si sus contrincantes se hubiesen vuelto unos ineptos y ganó el partido sin mayor dificultad.

Siempre era lo mismo. Él se ahogaba en un vaso de agua y venía Nezuko como si fuese un rayito de luz en su vida y lo hacía ver lo dramático que era y la vida se hacía más fácil por arte de magia.

Su corazón empezó a latirle con fuerza de nuevo. ¿Desde ahí él ya sentía esas cosas por Nezuko?

¿Desde cuándo se había dado cuenta de que con Nezuko a su lado todo era más fácil?

¿Desde niños? ¿Desde la fiesta? ¿Desde que el imbécil de Jacob había empezado a rondarla?

No. Es normal, ella era su mejor amiga y la conocía de toda la vida. Era lógico que…

A la mierda, lo que hacía palpitar su corazón de esa manera o encender sus labios ante el recuerdo del beso que le dio a Nezuko era todo menos lógico o racional.

Y si lo que sentía por Nezuko, que era lo único lógico y racional en su vida, ahora estaba tan caótico y confuso.

Simplemente, todo lo que creía tenía sentido, se iba a la mierda.


–¿Nezuko, me estás escuchando?

Jacob tuvo que chasquear los dedos un par de veces frente a su rostro para que terminara de captar su atención.

–Lo siento, Jacob. ¿Qué me decías?

–Que deberíamos practicar tu fluidez.

Nezuko empezó a hacer los ejercicios de vocalización que le estaba enseñando su amigo. Pero, lo hacía de cuerpo presente y mente ausente.

Su cerebro, sus pensamientos y toda su atención aún yacían en el beso que le había dado Zenitsu el día del festival escolar y como desde ese día, su amigo la había empezado a evitar como la peste. Parecía un deja vú de lo que pasó después de la fiesta en el primer trimestre y era increíble su propia estupidez al dolerle, de nuevo, la actitud de Zenitsu.

Porque, sí él pudo comportarse con tanta frescura luego de acostarse con ella, un simple beso no iba a significar nada en especial.

–Por muy buena que seas, tienes que practicar si quieres esa beca, Nezuko.

Ahora hasta Jacob le reprochaba. Sonrió avergonzada y a modo de disculpa a su amigo. Aunque había algo de razón en lo que decía. ¿En realidad quería esa beca? Había aplicado por ella para ver si de una buena vez por todas se sacaba a Zenitsu del corazón.

Pero, ese no debía de ser el motivo correcto para tomar una decisión tan importante como la de estudiar en el extranjero si el programa de estudio pedagógico era muy bueno en su país y no le pedía favor a ninguna Universidad en América o dónde sea.

Tenía que empezar a pensar en qué era lo mejor para ella, para nadie más.

Tenía que empezar a madurar.


–Terrible, no me gusta –Exclamó mientras hacía bola la hoja de papel y la tiraba al cesto de basura el cual ya estaba lleno de varios otros intentos fallidos.

Kanao resopló resignada mientras se dejaba caer sobre el sofá. Era en vano, ya llevaba más de una hora intentando escribir un discurso decente y ninguno de sus borradores parecía dejarla satisfecha.

Había decidido ir a la biblioteca en su tiempo libre para realizar el discurso que tendría que dar para la exposición de su taller de farmacéutica. Sin embargo, llevaba más de una hora y no estaba ni cerca de acabarlo. Tenía que salir perfecto, no podía quedar mal ante sus compañeros, profesores y sobre todo ante los representantes de los laboratorios más importantes del país que se presentarían solo para ver el desempeño que ha tenido su escuela en el ámbito de la farmacéutica.

Todas las expectativas estaban puestas en ella.

Por su parte, Hideki, quien se había ofrecido a acompañarla, se acercó posando una mano sobre el hombro de su amiga para transmitirle su apoyo.

–No te estreses tanto. Desde mi punto de vista todos los intentos han salido bien. –Recogió uno de los tantos papeles que se acumularon en el cesto y los desdobló para leerlo. –Este me gusta, sólo sería agregar una conclusión.

La joven lo tomó para releerlo y lo guardó, pero no garantizaba usarlo. Nada la convencía realmente. Si fuera alguien sentimental seguramente ya se habría puesto a llorar como Mitsuri.

–Para ti es fácil decir que no me estrese cuando tú no serás quién se pare a leer un discurso muy importante frente a personas muy influyentes. –Le recordó.

–Tal vez, pero no es la primera vez que estás frente a personas de ese tipo. –Señaló. –¿A caso no has convivido con las amistades de tus padres?

–Eso es distinto. Los amigos de mis padres solo se preocupan por generar más dinero para seguir alardeando de cuantos dólares hay en sus cuentas bancarias, mientras que los laboratorios son los que se encargar de desarrollar e innovar medicamentos que ayuden al tratamiento de las enfermedades. Esta es una oportunidad única para que me conozcan y poder tener la facilidad de trabajar con alguno de ellos.

–¿Y con tu apellido no puedes tener la facilidad de trabajar con ellos?

Kanao negó con la cabeza.

–Pienso igual que mi hermana, si voy a conseguir algo quiero que sea por mi propio esfuerzo y no por ser de una familia de renombre.

Hideki sonrió con orgullo. Eso era lo que le gustaba de Kanao, siempre buscaba la manera de sacar adelante al taller de farmacéutica con sus propias capacidades sin la necesidad de usar el privilegio de ser de la familia Kocho. Eso le ayudaba a recordar el por qué se había enamorado de ella.

–Tienes razón, fue absurdo preguntar algo como eso. –Se disculpó mientras se sentaba a un lado de ella. –Yo seguiré aquí para apoyarte todo el tiempo que sea necesario.

Kanao se giró para verlo y sonreírle en forma de agradecimiento. A pesar de darse cuenta de que en realidad no estaba enamorada de él, apreciaba mucho que estuviera con ella para no dejarla sola. Al contrario de Tanjiro.

Desde esa noche que lo vio irse con Katsumi a la fogata no ha hablado con él. Y no porque quiera, sino porque al parecer él también estaba muy ocupado perfeccionando los últimos detalles que quedaban para la exposición del taller de historia, lo cual significaba que estaba más tiempo con la rubia.

Sacudió levemente la cabeza para despejar esos pensamientos. Lo que hiciera o no con Katsumi la tiene sin cuidado, después de todo ella lo había alejado por su propia salud mental. Cualquier esperanza que tenía con Tanjiro debía esfumarse, no mientras no le diera su lugar con las otras chicas.

Y como si lo hubiera invocado, una figura masculina se paró frente a ella. De inmediato pudo deducir que era él, su colonia era fácilmente de reconocer.

–Kanao. –Escuchó como la llamó, pero ella no se molestó en dirigirle la mirada ya que fingió estar muy concentrada escribiendo algo. –No creí encontrarte aquí, desde el festival escolar no te había visto.

–Lo mismo digo, supongo que también has estado ocupado con tu taller. –Habló con naturalidad, pero aun sin verlo.

–Sí, la verdad es que coordinar a tantas personas es difícil, pero el profesor Rengoku siempre nos está apoyando.

Tanjiro observó como Kanao seguía sin verlo ya que se veía muy concentrada escribiendo algo. Vio a Hideki a un lado de ella y quiso reprochar, pero recordó que le había prometido darle su espacio a su amiga.

Sin embargo, no quería quedarse con las ganas de preguntarle algo que se había guardado todo el fin de semana.

–Por cierto… –Carraspeo un poco para llamar su atención. Y funcionó, porque por fin lo estaba viendo a los ojos. –El día del festival te esperé para que viéramos juntos la fogata… ¿Por qué no llegaste?

No sabía si estaba alucinando por el cansancio, pero le pareció ver como el semblante de Kanao se ensombreció por un momento.

–Ah sí, la fogata. –Mencionó desinteresadamente. –Te vi irte con Katsumi, así que decidí no molestar.

–¿Entonces sí llegaste? –Preguntó sorprendido.

–Así es. –Afirmó. –Pero no te preocupes, Hideki me hizo compañía.

Tanjiro la observaba actuar con naturalidad, sin embargo, aun percibía cierto enojo en sus palabras.

–No quisiera que malinterpretaras las cosas, lo que en realidad pasó ese día…

–Tanjiro. –Lo interrumpió para que no continuara. –Ahórrate tus explicaciones, no tienes que decirme nada, después de todo solo somos amigos y fui muy clara contigo al decirte que no estaba interesada en elegirte a ti o a cualquier otro. –Dirigió nuevamente su vista a la hoja en la estaba escribiendo para continuar con su trabajo. –Y si no te importa estoy muy ocupada, puedes retirarte.

–Pero Kanao…

–Ya la oíste Kamado. –Lo llamó Hideki poniéndose de pie. Él solo se dedicó a escuchar la conversación sin emitir ningún comentario, pero si Kanao quería estar sola le haría respetar su decisión. –Ahora no quiere hablar contigo.

El pelirrojo le dedicó una mirada de pocos amigos y solo se limitó a apretar los puños. Cuando creía tener un avance con Kanao sucedía algo que lo hacía retroceder.

–Está bien, no te presionaré. –Se giró dispuesto a irse no sin antes decir lo siguiente. –Tú lo has dicho, solo somos amigos, y como el buen amigo que soy ten por seguro que estaré para apoyarte en tu discurso. –Y sin más se fue.

Kanao dejó de escribir por un momento sorprendiéndose y después emitir una sonrisa totalmente resignada.

¿Cuándo dejará Tanjiro de atormentarla?

Esperaba que pronto.


Ser una buena alumna tenía sus ventajas. Una de ellas era poder saltarse las clases y meterse en la enfermería hasta casi el final de la jornada académica.

Es que era una tonta. Claro, que ella se iba a declarar si pasaban a la final. Pero, no tenía que haber sido así, tan rápido, tan abrupto. ¡Dios! La cara de Iguro estaba irreconocible. Fue revelador saber que él también podía sorprenderse y uno de sus consuelos estúpidos era que ella había podido sorprender a Iguro y podía apostar toda su mesada a que había sido la primera en hacerlo.

Y también seguramente la primera de los cientos de chicas que corrían como alma que lleva el diablo después de declararse al joven.

¡Es que no estaba preparada para hacerlo!

O sea, no le iba a preparar una cena romántica y arrodillarse a pedirle que salga con ella, pero, necesitaba tantear el terreno, empezar con indirectas y ver cómo reaccionaba. ¡No soltarle a la primera que le gustaba y después correr!

Tanto que criticó a Nezuko por no haber esperado o en su caso, obligado a Zenitsu a darle una respuesta a su declaración inmediatamente para ella terminar haciendo lo mismo y hasta peor. Porque Nezuko muy valientemente enfrentó a Zenitsu después de las vacaciones y ella, llevaba escondiéndose del azabache desde hacía días. Primero en el club de arte, luego fue a las prácticas de Shinobu en natación. Lo cual fue muy incómodo porque tuvo que aguantarse las ganas de escupirle a Douma.

Aunque también fue muy instructivo. Ahora que sabía lo que hubo entre Shinobu y el profesor Tomioka podía apreciar perfectamente que el pelinegro no le quitaba la mirada de encima a su amiga y que su ceño siempre se pronunciaba cuando Douma y ella hablaban.

¿Será que la estupidez se contagia?

Porque Tanjiro era otro idiota que tenía miedo de corresponder a Kanao. Y ni que decir de Zenitsu, otro idiota del cuál no sabía ahora qué se traía con Nezuko. Por el bien de la futura descendencia del rubio esperaba que no le hubiese hecho nada malo a su amiga. El punto es que se evitaban, igual que ella evitaba a Iguro.

¿Sería muy tarde para inscribirse en algún club deportivo?

–¿Kanroji? Sí, está en la camilla tres, descansando.

¿A quién le estaba dando información la enfermera?

–¿Está bien?

¡¿Iguro?!

–Sí, es normal que las chicas tengan molestias durante su periodo.

Genial. Era brillante. Justo tenía que decirle a la enfermera que estaba en cama por un cólico menstrual. Excelente.

–Le vengo a entregar una circular de la final del viernes. –Escuchó que informaba el muchacho a la mujer.

–Sé breve. –Escuchó a la enfermera y de repente empezó a sudar.

Se giró escondiendo su rostro lo más que podía mientras trataba de normalizar su respiración. Necesitaba tranquilizarse, conociendo al hermético de Obanai Iguro hará lo que dijo que fue a hacer. Dejará los papeles en el buró y se irá, sí, eso hará, seguramente.

Un hormigueo le recorrió todo el cuerpo cuando escuchó las cortinas correrse y de repente sintió la presencia de él junto con su perfume masculino.

Era hora de nombrar los estados de Norteamérica con sus respectivas capitales. Empezando por Alabama…

Y llegaba a Utah y aún no escuchaba las cortinas cerrarse. Al contrario, estaba segura de que en cualquier momento empezaría a sudar y él notaría que no estaba dormida porque lo sentía frente a ella.

Empezaba a ponerse mal de verdad.

–Tonta.

Ahí estaba. La había descubierto y todo se iría al carajo, tendría que enfrentarlo y de nuevo no estaba preparada para eso. Dios la ayude.

Pero, por más que esperó a que Iguro le eche agua o algo, lo siguiente que pasó fue que, con mucho cuidado, movió su cabeza un poco y le quitó sus lentes de lectura con extrema delicadeza, cuidando de no "despertarla."

–Solo ella podría pensar en dormir con los lentes puestos.

Luego, le tocó la frente y se puso muy cerca de ella, lo sabía por el olor de su colonia, cada vez más claro. Seguramente si supiera de marcas de perfumes caros pudiera distinguirlo. No pudo evitarlo. Empezó a ruborizarse salvajemente.

Pudo respirar de nuevo cuando por fin escuchó las cortinas cerrarse.

–Parece que tiene un poco de fiebre. –El tono del muchacho era una velada orden.

–Si se siente mal cuando despierte, llamaré a sus familiares.

–Puede llamarme a mí, vendré enseguida.

Mitsuri se incorporó rápidamente y miraba al punto en la cortina como si pudiera ver lo que pasaba atrás de ella. A Iguro ordenándole a la enfermera… no.

A Iguro preocupado por ella.

Ahora ella se tomó la temperatura con su mano.

Si, seguro tenía una fiebre muy alta y ya estaba delirando.


–No creo que tenga que decirte que tu tiempo apesta.

Shinobu fulminó a Douma con la mirada y se sumergió para empezar a alejarse nadando en la piscina; solo después de tirarle agua en la cara.

–Gracias, yo también te quiero mucho. –Exclamó con sarcasmo su exnovio.

Por supuesto que no tenía que repetírselo, no era tan idiota. Aunque el hecho de meterse con un profesor no avalaba su defensa. Ni siquiera las constantes prácticas o los esfuerzos de Douma por distraerla ayudaban a disminuir sus pensamientos.

Afortunadamente no lo había visto en clases y en el club, apenas y se miraban. Él indicaba su entrenamiento y mantenía distancias bajo la excusa de que ayudaba a las otras chicas.

En verdad, él no la quería. Aunque le haya dicho que estaba celoso.

"Tienes entender que esos sentimientos no eran para ti."

Ya se lo había dicho más de una vez. Ella ya lo entendía. Giyuu amaba a su esposa y en su corazón no había lugar para ella.

Aun así, ingenuamente esperaba más. Pero, no podía seguir así, no podía seguir sufriendo así.

–No puedes seguir así. –Douma habló como si le leyera el pensamiento. La miraba con una seriedad nada propia de él.

–Déjame tranquila. –Pidió la joven eludiendo la mirada de Douma.

–¿Por qué terminaron?

–¿Qué? –Preguntó la joven con sorpresa. –¿Qué te hace pensar que terminé una relación? –Contestó Shinobu con otra pregunta.

–Ya te lo había dicho. Un corazón roto reconoce a otro y hablarlo ayuda, lo sé por experiencia.

Shinobu entrecerró los ojos y se quedó viendo fijamente al rubio de ojos coloridos. ¿Debería decirle? ¿Para qué? ella, a diferencia de él, sí tenía amigos con los que podía contar. Aunque, tenía que concordar con Douma en lo que a miradas se trataban. Si era verdad y ella lucía igual de desdichada que el rubio, entonces lucía fatal.

–Él quiere a otra. –Vio como su ex estaba dispuesto a comentar. –Y antes que digas algo, desde el principio yo sabía que había otra mujer en su corazón. –No podía comentar nada que implicara a Giyuu con ella en lo más mínimo.

–Entonces, de verdad lo amabas. –Soltó el rubio tras unos minutos de silencio. No pudo evitar esbozar una sonrisa cuando Shinobu lo regresó a ver con sorpresa. –El que alguien tan orgullosa como tú estuviera dispuesta a meter su corazón en una relación así, demuestra la veracidad de tus sentimientos. Te las jugaste todas y perdiste. ¿Al menos él sentía algo por ti?

Shinobu recordaba con nitidez las palabras de Giyuu. ¿Contaría el deseo? No. Ni eso podía contar ya que Giyuu le había asegurado que en todos sus encuentros él pensaba en su mujer. Al final de cuentas, lo único que podía asegurar que sentía el profesor era:

–Lástima. –Le dedicó una triste sonrisa a Douma.

Miró a Giyuu a través de sus visores y sintió como su corazón se hinchaba con solo verlo.

Lo quería tanto.

Lástima que eso no garantizara que él la quisiera igual.

–Y no hablaré más sobre el asunto.

Douma no era ningún idiota y sabía leer entrelineas. Especialmente a Shinobu, eran muy parecidos y por eso jamás habrían funcionado como pareja y aunque Shinobu nunca lo reconociera, ellos podrían ser grandes amigos.

–De acuerdo. –Capituló el muchacho. –Sólo te diré que si lo que quieres es seguir dándole lástima entonces, lo estás haciendo muy bien. –Notó como la joven se detuvo en el filo de la piscina. –Las cosas no se darán porque te quedes en una esquina llorando en posición fetal.

–No creo que seas la persona más indicada para juzgarme.

–Yo también hui y no he conseguido nada con hacerlo, solo hacer más miserable mi agonía.

–Él no me quiere, no gano nada.

–¿Segura? –Preguntó enigmático. –Hay veces que para ganar hay que saber perder. Iré por tu toalla.

Los ojos purpura de Shinobu siguieron a Douma hasta que éste se cruzó con Giyuu. Tomioka reparó en su mirada casi inmediatamente. La mirada de los ojos azules era indescifrable, era la misma mirada de la noche de la fogata.

Una mirada de confusión, coraje y deseo.


–¡Monitsu! ¡Espero un desempeño igual o mejor mañana!

–¡Sí!

–¡Y dile a Nezuko que no se le ocurra faltar!

Ante esa exclamación, Zenitsu no contestó y se metió a las duchas.

Le habían quitado el yeso esa mañana y por fin había podido hacer un entrenamiento como Dios manda y estuvo genial. Más que genial, ¡perfecto! Estaba listo para aplastar a la preparatoria sur al día siguiente.

Ahora todo estaba tan claro. Desde el camino hasta la portería, como su anteriormente disturbado corazón.

Ya no pensaba en qué carajos sentía por Nezuko, ya no tenía dudas del por qué le sentaba tan mal que ella tuviera pretendientes, ya sabía por qué haber hecho el amor con ella le había calado hasta el fondo de su alma y por qué, desde que compartió cama con ella ya ninguno de sus otros interludios lo satisfacía.

La quería y no como a su mejor amiga, casi hermana.

La quería como la primera persona que quería ver al despertarse y la última que quería ver cuando se fuera a dormir.

La amaba.

Y había sido el bastardo más hijo de perra de la vida con ella. Seguramente si ahora le dice que la quiere se reirá de él. No, su Nezuko no es así. Pero ¿qué pasaba si las cosas con el extranjero iban en serio y si ella se iba a estudiar a América?

Qué derecho tiene él, después de lo estúpido que ha sido a decirle que no se vaya porque la quiere, que no escoja a otro porque acaba de darse cuenta de que él estaba e.… eso que empieza con e y termina con o.

Era muy difícil admitirlo. ¡Mucho más decirlo! Ahora se daba cuenta de lo fuerte que fue Nezuko cuando se declaró ante él.

Porque, al menos en lo que a él respecta, le aterrorizaba pensar en estar frente a ella y decirle lo que siente. Por eso la había evitado desde el día que la besó y se dio cuenta de todo.

De nuevo, no le había dicho nada y había huido.

No tenía cara para pedirle que no faltara al partido del día siguiente por lo que cobardemente tomó su móvil y rápidamente escribió un texto a la causante de sus conflictos.

"No olvides mañana la final."

Cobarde, ni siquiera le podía hablar para decírselo. No se habían dirigido la palabra en toda la semana y a él se le ocurre enviarle un texto. Pero, tenía mucho miedo. Era capaz de quedarse callado cuando escuche a la menor Kamado contestar su teléfono celular.

Era un gallina y el peor mejor amigo del mundo.

"Ok"

La respuesta de Nezuko lo tomó por sorpresa, no se esperaba… no, claro que ella iría como lo había prometido. Ella siempre estaba ahí para él cuando la ha necesitado. Era tan estúpidamente perfecta que no le cabía duda porque llamaba la atención de más de uno y él era tan estúpido, ciego y cobarde que no lo había visto.

Pero estaba dispuesto a cambiar las cosas.


Aoi sonreía complacida. Todo estaba listo para el festival de deportes, para recibir a las escuelas rivales. Además de la exposición de talleres que daría la bienvenida a los alumnos de secundaria que estuvieran interesados en ingresar a esta preparatoria.

De todas las actividades que su trabajo la obligaba a ejercer, coordinar los festivales era lo más llamativo; a diferencia del proceso de graduación que tendría que empezar la semana siguiente.

Sin embargo, no se quejaba. Con eso su mente se mantendría lo suficientemente ocupada como para sacar a Inosuke Hashibira de sus pensamientos.

–¡Qué mierda!

El improperio sacó a la peliazul de su estupor y se giró para encontrarse con el causante de la mayoría de sus dolores de cabeza, enredado en la que suponía era la red de portería vieja que debía de cambiarse esa tarde.

Aoi jamás se enteraría de que el profesor se había tropezado con sus propios pies al quedársele viendo embobado. El reflejo de la luz del atardecer que se filtraba por el gimnasio hacía que sus cabellos tomaran un color irreal y se veía muy bonita.

Con fastidio, y conservando el poco orgullo que le quedaba, Inosuke empezó a tratar de desenredarse; consiguiendo todo lo contrario.

–¡Maldita sea!

Aoi pensaba en una opción: podía irse muy dignamente sin siquiera regresar a mirar a su colega. Era lo menos que merecía después del trato que le había dado. Sí, eso haría.

Sin embargo, conforme caminaba notaba como el peliazul se enredaba más en su propia maraña de sogas y nudos. Tras un largo y sonoro suspiro, se acuclilló para ayudar a Inosuke a salir de su propio enredo.

–No tienes que hacer esto. –Farfulló como si fuese un niño recibiendo una mirada severa de la inspectora.

–Si fuera por mí, saldría cerrando la puerta desde afuera para que en caso de que salieras de esta, no salieras del gimnasio. –Le espetó sin bajar la mirada. –Ahora quédate quieto.

–Yo puedo…

–Y callado. –Lo atajó la mujer mientras ponía manos a la obra.

Inosuke la miraba trabajar en obediente silencio. Llevaba un pantalón negro y una bonita blusa blanca holgada, a su parecer muy transparente aunque llevaba una camiseta del mismo color por dentro. Las palabras de sus alumnos llegaron a su memoria cuando se fijó en los pechos de la mujer, que, aunque estaban cubiertos en su totalidad se podía apreciar su buen tamaño.

También recordó lo que era sentirlos cerca de su piel, al igual que el calor que desprendía el cuerpo de la peliazul. También lo larga y tortuosa que había sido la noche a su lado sin poder tocarla.

Definitivamente era verdad eso que decían, que no hay mujer fea sino mal arreglada, o algo así. Aoi Kanzaki era la prueba vívida de aquello.

–Deberías cubrirte más.

–¿Disculpa?

–Trabajas con pubertos hormonales. Pierden la cabeza con facilidad y solo se dejan llevar por sus hormonas.

–Eso está claro. Pero, dado que se trata de mí, no creo que afecte su atención.

Inosuke tuvo que morderse la lengua para no repetir lo que había escuchado hace unos días.

–Igual, deberías llevar ropa más acorde a tú…

–¿A mí qué, Hashibira? –Le increpó con furia en sus ojos. –¿A mi figura? ¿Al estereotipo en el cual me encasillaron? O es que, ¿necesitas un método de entretenimiento?

El profesor de gimnasia estaba seguro de que en cosa de nada se haría sangre en el labio de tanto apretarlo.

–Tú mentiste. Seguramente disfrutaste cada vez que te hablaba de la peliazul de mis sueños cuando sabías que eras tú. –Le espetó por fin. Soltando la amargura que guardaba cada vez que recordaba el engaño del que fue víctima. –Te burlaste de mí cuando yo confié en ti.

–Sí, lo hice. No te mentiré, disfruté muchísimo escucharte tan baboso por alguien a quien habías catalogado como un esperpento. –Le reconoció y recordó alzando la mirada para encarar al profesor. –Si empezamos a acusarnos, tú también me juzgaste sin siquiera conocerme.

–Ambos lo hicimos. –Se defendió Inosuke. Aoi le regaló una sonrisa de superioridad.

–Tal vez. Pero, a diferencia de ti yo quise explicarte y arreglar las cosas. Fuiste tú el que no me dejó.

Inosuke notaba los movimientos de su colega más bruscos y rápidos. Aunque le costara admitirlo, Aoi tenía razón; ella había intentado hablar con él y al final solo terminó escuchando más no entendía cuánto le había dolido su engaño y hasta ese momento él no se imaginaba cuánto daño habían causado sus palabras. Ahora que conocía el pasado de Aoi y su horrible familia, se había rebajado a la altura de la madre y hermana de la peliazul.

–¿Y si quisiera escucharte ahora?

Aoi esbozó una sonrisa ladeada a la par que aflojaba el último nudo de la red.

–Poco importaría puesto que yo ya no quiero explicártelo.

Inosuke sintió el coraje llenarlo mientras veía a la inspectora alejarse de él a pasos agigantados.

Pero eso no se iba a quedar así, no señor.


–¿Segura que no hay problema con que no pueda acompañarte? Trataré de apresurarme para verte competir.

–Kanao, ya te dije que no tienes de qué preocuparte. –Le aseguró Shinobu a su hermana menor. –Al contrario, yo debería sentirme mal por no acompañarte en tu discurso. Aun así, sé que estarás bien sin mí y que darás un discurso poniendo en alto el nombre del taller y de la escuela.

Kanao hizo una mueca de inconformidad.

–Me hubiera encantado que las dos estuvieran conmigo. –Haciendo referencia a su hermana mayor Kanae. –Y también que tú no hubieras abandonado tu pasión por la farmacéutica.

Shinobu sonrió con tristeza al recordar cuando soñaba ser doctora junto con Kanae.

–Las cosas no siempre pueden mantenerse igual. –Lamentó al recordar que decidió alejarse de su sueño después de que su hermana mayor muriera. –Pero tú debes seguir adelante.

–Tal vez. –Dijo no muy convencida. –Espero que a Nezuko y Mitsuri también les vaya bien hoy.

–Las cuatro somos increíbles, sé que nos irá de maravilla. –Aseguró la pelimorada tratando de animar a su hermana. –Pero ya anda, la exposición de tu taller ya debe de estar por terminar y tú debes dar un discurso para cerrar.

–Sí, pero… –Kanao no se sentía muy convencida de irse. –¿Segura que estarás bien sola?

–Kanao, si sigues así la preocupada seré yo. –Le reprochó. –Por mí no te aflijas, sabes que siempre gano.

–Está bien, nos vemos más tarde para que me cuentes cómo te fue. –Pidió Kanao abrazando a su hermana para después irse.

No sabía qué le pasaba, pero por alguna extraña razón sentía una gran opresión en el pecho que le hacía no querer alejarse de su hermana, como si se tratara de algún mal presentimiento.

Por su parte, Shinobu suspiró resignada cuando vio a su hermana irse. Fingir que estaba bien le costaba bastante.

Las palabras de Douma le habían dado vueltas en la cabeza por días. "A veces para ganar hay que saber perder." Eso ella ya lo sabía, había aceptado su derrota ante una muerta.

Pero, solo había hecho eso. Aceptar su pérdida e irse a un rincón a llorar, inspirando lástima a todos los que la rodeaban. Pero, ya no tenía más fuerzas. No podía volver a ser rechazada, no por alguien que sin saberlo tenía su corazón en sus manos.

Ya había intentado de todo, había insistido, lo había seducido, ¡todo! Y nada había funcionado.

"Para ganar hay que saber perder"

Ella había intentado todo menos escuchar a Giyuu y lo que él sentía. Incluso tras conocer su trágico amor pasado ella había optado por hacer como si nunca hubiera existido y se había concentrado en insistir.

Insistir y presionar a un corazón tan dañado como el suyo propio. Siempre pensó en ella y en sus sentimientos, e ingenuamente pensó que su amor era suficiente y necesario para que Giyuu superara a Alice y lo que sentía por ella.

Claro que jamás se detuvo a pensar en qué era lo que Giyuu sentía por Alice. Una vez le pidió hablar de ella y no pudo hacerlo, eso debió bastar para que ella entendiera lo herido que aún se encontraba el pelinegro.

Tenía que hablar con él.

Lo siguiente que sintió fue un fuerte dolor en sus posaderas. Algún idiota la había chocado y empujado. Rápidamente buscó al mortal con sus ojos y se encontró con el rostro arrugado de su rival, Mei Irisu.

Shinobu ni siquiera le regaló una mirada, a ese tipo de personas era mejor ignorarlas. Tomó su termo morado que había caído con el impacto y se puso de pie con agilidad.

–Si nadas como caminas, ganar será ridículamente sencillo. –Espetó Shinobu sin detenerse.

La otra joven era muy temperamental y perdía el control de su carácter con facilidad. Podía apostar que estaba a punto de saltarle encima.

–Te vas a arrepentir, Kocho.

–¿Algún problema, señoritas? Creo que ambas deberían estarse preparando para la competencia.

Shinobu experimentó una sensación de deja vú cuando vio a Giyuu atrás de su rival igual que hacía meses, igual que siempre que lo necesitaba él estaba ahí para ella. Observó con deleite como Irisu mascullaba por bajo y tras dedicarle una larga mirada de desprecio añadió:

–No olvides lo que te dije.

La joven se marchó por el pasillo con dirección a la piscina dejando al profesor solo con su alumna.

–Gracias.

–De nada.

Ninguno de los dos tenía otra cosa que hacer o decir y sin embargo ninguno se movió. Por primera vez Shinobu no desviaba la mirada del profesor, y para Giyuu eso era algo asombroso, casi tan asombroso como el hecho de que la joven se encontraba sola, sin Douma. Había algo diferente en ella, algo que no sabría cómo llamar.

A Shinobu le pasaba algo parecido. Tras su ruptura, su propio egoísmo la había cegado a lo que ocurría a su alrededor. No veía nada más que a sí misma y al dolor que sentía, a los kilos que bajaba y lo poco que dormía. Ahora veía a Giyuu y parecía como si le hubiesen caído diez años encima.

Seguramente Douma tenía razón y Giyuu la llevaba en su conciencia y ella lo sentía mucho porque a pesar de todo no quería que él sufriera más, porque ella lo quería.

–Puedo… –Notó la garganta secarse al notar la intensidad de los ojos azules mirándola fijamente. Tragó duro. –¿Puedo hablar contigo un momento?

Giyuu mentiría si dijera que no le sorprendió la propuesta de Shinobu. ¿Hablar? ¿Para qué? no quería hacerlo. No quería volver a lastimarla.

–Por favor.

No obstante, la súplica caló en sus huesos. Por primera vez en días, Shinobu lo enfrentaba en vez de evitarlo a capa y espada. Sus ojos mostraban incertidumbre, era claro que le costaba pedirle lo que le pedía. Tuvo que contenerse para no abrazarla.

–Está bien, vamos…

–¡Profesor Tomioka! ¡Lo llevo buscando toda la mañana!

La voz del directo Ubuyashiki sacó a los jóvenes de su estupor. El joven director se acercó sin notar siquiera la tensión en el ambiente.

–Tengo que hablar con usted urgentemente. –Le indicó tomándolo del brazo.

–¿Ocurrió algo malo? Porque las competencias empiezan dentro de poco…

–Para nada, no se preocupe. Lo que tengo que decirle no nos tomará mucho tiempo. Yo también tengo que salir con Kanroji e Iguro a la final del concurso de proyectos. –Y mientras hablaba arrastraba a Giyuu con él.

Shinobu agradeció internamente la aparición de Ubuyashiki. Había ganado un poco de tiempo para organizar sus ideas.

No más impulsos, no más errores, no más dolor.


–¡A ganar!

Los aplausos se escucharon en todo el coliseo cerrado cuando el equipo de baloncesto juntó las manos y dio su grito de guerra. Las porras no tardaron en escucharse al equipo y al capitán. Zenitsu tenía su club de fans declarado, pero no era eso lo que sus ojos buscaban con insistencia. Una ola de alivio lo llenó cuando la vio sentada en el centro del coliseo.

¿Siempre había sido tan bonita?

Ni siquiera reparó en Jacob sentado junto a ella. Nezuko vestía de manera formal, a diferencia del resto de alumnos. Seguramente por su entrevista para la beca. Su cara, como siempre, natural y su cabello ondulado caía a ambos lados de su cara. No era una belleza extravagante, era bastante normal, bonita o como acostumbraban a decir entre ellos: "no es fea"

Los puntos buenos de Nezuko no radicaban solo en su físico. Lo hacían en la ilógica capacidad de esa castaña de hacerte sentir cómodo solo por estar a su lado. Con ella no había que aparentar o pretender, a su lado se podía ser natural porque ella lo toleraba. Si estabas en lo correcto te apoyaba y si no lo estabas te corregía.

Ella era la única que veía más allá del donjuán seductor, del atlético y atractivo capitán. Ella sabía quién era él, incluso más que él mismo.

Y ella lo amaba a él. Sólo que él era lo suficientemente estúpido para no apreciar esos sentimientos.

Pero ya no. Le regaló a Nezuko su mejor sonrisa, sudando frío de pensar que ella no se la devolvería luego de todas las canalladas que le había hecho. Pero la menor Kamado no lo hizo y tímidamente le devolvió el gesto.

El silbato del réferi sonó y desvió su mirada de la castaña al balón que empezaba a bajar. Saltó lo más alto que pudo y se adueñó de la pelota.

Desearía que arreglar las cosas con Nezuko fueran igual de fáciles.


Todo era tan confuso que Giyuu sentía que en cualquier momento su cabeza estallaría.

Su cabeza era un lío constante. Primero por Shinobu y ahora por lo que le había dicho el señor Ubuyashiki. Todo sería genial y estaría tan aliviado. Era una oportunidad única en el mundo y le daría la excusa perfecta para escapar de todo y de todos.

Entonces, ¿qué lo detenía?

Cuando entró al gimnasio se dio cuenta de que no era un "qué" sino un "quién" puesto que esa persona lo estaba esperando en los casilleros del club de natación.

Se veía aún más pequeña de lo que era en el uniforme de natación y eso le hacía sentir tan miserable. Era poco más de una niña a la que él no tenía derecho de tocar con vagos sentimientos.

Shinobu era una rosa, una rosa delicada a la que habían herido al límite y la culpa era suya. Porque el adulto ahí era él, el que tenía que saber mantener la diferencia, era él.

El que no debió tocarla sin estar seguro de sus sentimientos… era él.

–Shinobu…

La joven finalmente notó su presencia y lo miró con esos ojos purpura que tanto le gustaban. Esos ojos tan parecidos y diferentes a aquella vez que robó su corazón.

–Giyuu. –Shinobu se puso de pie y lo encaró. Se notaba nerviosa e inquieta, de la misma manera que ahora podía ver vestigios de la tenacidad que caracterizaba a la joven y que vio apagarse desde aquella tarde en su piso. –¿Qué quería el director?

–Él… –¿Debería decirle? No era algo malo. Pero, es que ni él lo asimilaba bien aún.

–Olvídalo, no tienes que decirme nada. No me debes ninguna explicación.

Otra vez, la joven se volvía a cubrir con un velo de tristeza y él era la causa. Ya había decidido terminar con esa situación y si seguía así era por puro masoquismo. Empezaba a tentar a su suerte.

–Dijiste que querías hablarme. –Le dijo con la mayor impavidez posible.

–Sí. –Shinobu empezó a mover su pie con nerviosismo por unos segundos, hasta que encaró al pelinegro. –Quiero terminar con esto de una buena vez y necesito tu ayuda para esto.

El silencio del lugar marcó la pauta para que ella siguiera hablando.

–He pasado estas semanas encerrada en mí propio dolor, no veía nada más allá de eso y por más que lo intentaba, por más que me lo decía y repetía, no podía aceptar que había perdido. En parte, por mi ego, pero sobre todo era la primera vez que no podía tener lo que quería, lo único que quería. Aunque lo intenté todo, te seduje, te insté a romper más de una ley. Todo porque por algún maldito azar del destino me parezco mucho a tu difunta esposa. Aún así no lo acepto y para eso necesito tu ayuda, una última vez.

–¿Qué puedo hacer? –Su expresión no delataba lo mucho que le dolía escucharla hablar así.

–Una vez te pregunté qué sentías por Alice y no pudiste contestarme, así que cambiaré mi pregunta. Si Alice estuviera aquí, frente a ti y pudieras decirle algo, por última vez. ¿Qué sería?

–No creo que sea necesario…

–¡Lo siento! –Exclamó Shinobu interrumpiéndolo y apenas manteniendo la compostura. –Imagino que debe ser muy difícil para ti pero… yo necesito escucharlo.

Giyuu no sabía qué decir o cómo reaccionar. No se esperaba eso de ella, no quería volver a hacerla llorar.

–No te contengas, dímelo.

A pesar de que no quería hacerlo, no le costó mucho ver a su Alice en la joven frente a él. Después de todo eran tan físicamente parecidas que no pudo evitarlo. Sintió a su corazón estrujarse ante la petición de la joven y sintió como un nudo se formaba en su garganta.

Si Alice se presentara ante él… probablemente le repetiría su último ruego.

–No te vayas, por favor, no me dejes solo, te amo.

Lo dijo de manera tan mecánica y absorto en su memoria que tuvo que agachar la mirada para que Shinobu no lo viera tan descompuesto. Luchaba con las lágrimas. No podía mentir, si él pudiera ver a Alice por unos segundos, por última vez, volvería a rogarle como un niño pequeño que no se muera.

Aunque Shinobu ya lo sabía, escucharlo fue aún más doloroso de lo que esperaba. Especialmente porque veía que él amaba a su esposa de la misma forma que ella lo amaba a él y debió ser un infierno presionarlo como lo hizo. Debió ser horrible darse cuenta de que ella no era Alice.

Sintió como la cálida y pequeña mano de la joven tomaba la suya y la abría con delicadeza. Depositando con mucho cuidado la sortija que él le había comprado en aquel viaje pecaminoso.

Alzó su rostro, libre de lágrimas para encontrarse con el de ella, bañado en las mismas, pero con una gran y triste sonrisa.

–Gracias. –Le exclamó como pudo. –Siento mucho haber sido tan insistente, ni siquiera puedo imaginar el dolor que debiste experimentar cada vez que caías en cuenta de que yo no era Alice. Ahora entiendo cuando decías que esos sentimientos no eran para mí. Que nada de lo que me demostrabas era dirigido a mí. Incluso cuando me hacías el amor… Cambia esa cara. –Pidió acariciándosela. –Tú no tuviste la culpa de nada. Fui yo la que se enamoró de ti y… ¿sabes? no me arrepiento, porque si no lo hubiera hecho jamás hubiese conocido lo que era amar algo lo suficiente como para tratar de retenerlo a toda costa, lo suficiente como para saber dejarlo ir.

Se secó las lágrimas con brusquedad y trató de darle su mejor sonrisa, pero no pudo. Así que se acercó y le dio un dulce beso en la mejilla.

–Te amo y probablemente te amaré por siempre.

Una angustia desconocida empezó a embargarlo.

–Ella debió ser muy especial para merecer tanto amor y fidelidad de tu parte. Muy afortunada.

Un amargo sentimiento se apoderaba de su cuerpo.

–¡Mira la hora! Ya empieza la competencia, deséame suerte.

–Shinobu…

–Adiós Giyuu…

Pero la joven ya no lo escuchó, tomó su termo y toalla y salió de los vestidores con dirección a la piscina dejándolo solo.

Tan solo y vacío como no se sentía desde hacía años.


Ya casi terminaba el segundo cuarto. Zenitsu miró complacido como el marcador mostraba una clara victoria con tres puntos de diferencia. No era la gran diferencia, pero, al contrario, un simple tiro de fuera de zona los empataba. Sin embargo, así debe ser, de otra forma no tendría la emoción de una final.

El equipo adversario tenía a dos jugadores que eran tan buenos como él mismo y con la rivalidad latente.

El timbre del descanso sonó y como era cambio de cancha volverían a saltar. Volvió a buscar a la castaña con la mirada y lo que vio le aceleró el pulso. Entre el ruido, Jacob le hablaba a Nezuko y le mostraba su reloj, ella asentía y empezaba a arreglarse.

Para irse.

A un lugar que podría separarla de él por muchos años.

Años en los que podrían pasar muchas cosas. Nezuko podría encontrar en el extranjero o en cualquier otro lo que él estúpidamente no pudo darle por culpa de una estúpida ceguera… no.

Era culpa del miedo. Miedo de perder la seguridad que tenía con Nezuko y su relación. Una relación que de llevarla a otro nivel podría destruirse completamente o mejorar en la misma extensión.

–¡Nezuko!

El grito del rubio se escuchó mucho más que el silbato del árbitro. La aludida y todo el coliseo se fijó en él.

Aún tenía miedo de lo que les deparará el destino de llegar a decir algo. Sin embargo, tenía mucho más miedo de perder a la joven sin que ella supiera que él…

–¡Te quiero!

Lo gritó sin pensarlo, porque si seguía haciéndolo nunca le diría nada. Así que lo soltó, como si de una tirita se tratase.

–¡GudLuck! –Le alzó los pulgares. –Ve y demuéstrales de qué estás hecha.

Su inglés no era tan bueno como el de ella, pero todos podían desear buena suerte en ese idioma. Ya estaba, se lo había dicho todo. Nezuko le devolvió el gesto con una sonrisa y se encaminó en compañía del otro rubio que le dedicó una mirada de resignación.

Una mirada que él se encargará de que cambie muy pronto. Se apostaba el partido a que Nezuko no había tomado en serio su declaración. ¡Rayos! Él nunca se había declarado a nadie y no tenía idea de cómo funcionaba.

Pero, después de todo lo que había hecho pasar a su mejor amiga, sería el peor amigo del mundo si retiene su vuelo y le corta las alas.

No era ningún mártir, se declararía y aunque tuviese que ir a América tras Nezuko, lo haría. Incluso se enfrentaría a Tanjiro.

Era hora de que se invirtiesen los papeles.


–Quiero agradecer a todos su participación y su gran esfuerzo el día de hoy con la exposición del taller de historia. –Reconoció el profesor Kyojuro con una de sus características sonrisas. –Sobre todo a ti, mi chico Kamado.

–Fue con mucho gusto profesor, pero… –Dijo Tanjiro un poco apenado. –¿Recuerda que le comenté sobre un compromiso que tenía por atender?

–¡Es verdad! –Recordó viendo su reloj. –Si se va corriendo ahora mismo llegará antes de que termine.

–¡Muchas gracias! –Agradeció haciendo una reverencia y emprendiendo carrera hacia el auditorio donde Kanao estaría dando ya su discurso.

Escuchó como a lo lejos Katsumi lo llamaba para detenerlo, pero no le importó. Él tenía que llegar con Kanao para demostrarle todo su apoyo. A pesar de que prácticamente lo había rechazado, no dejaba de ser su amiga y él había prometido estar ahí

Por otro lado, en el auditorio ya se encontraban reunidos los miembros del taller de farmacéutica, algunos profesores y representantes de los grandes laboratorios farmacéuticos escuchando atentamente el discurso de Kanao.

– Nuestro taller no sería lo que es hoy sin el esfuerzo y la dedicación de todos los que han participado. Hemos trabajado incansablemente, enfrentando desafíos y superando obstáculos, para alcanzar nuestros objetivos. Este año ha sido particularmente fructífero. Gracias a la colaboración y la pasión de cada uno de nuestros miembros, hemos logrado avances significativos en nuestras investigaciones y proyectos los cuáles hemos presentado hoy.

A pesar de parecer muy concentrada, por ratos su mirada buscaba algo o, mejor dicho, a alguien entre la multitud. Ella se había tratado de convencer de que no necesitaba de la compañía de Tanjiro, pero en momentos como este realmente lo necesitaba.

–Quiero reconocer el esfuerzo colectivo de mis compañeros estudiantes, quienes han demostrado una dedicación y entusiasmo excepcionales. Su curiosidad y creatividad son la base sobre la cual se construye nuestro éxito. Asimismo, agradecemos a nuestros profesores y mentores, cuyo conocimiento y guía han sido invaluables.

Continuo, y justo cuando sus esperanza de ver a Tanjiro se estaban esfumando, lo encontró. Ahí estaba él al fondo del recinto, totalmente sudado y jadeando, dando a entender que había corrido para llegar.

No pudo disimular su sonrisa al verlo y prosiguió con la última parte de su discurso.

–En nombre de todo el taller de farmacéutica, agradezco de nuevo a todos los presentes. Su apoyo y colaboración son esenciales para nuestro crecimiento y éxito continuo. Estamos emocionados por lo que el futuro nos depara y estamos comprometidos a seguir trabajando con la misma pasión y dedicación para contribuir al avance de la farmacéutica. Muchas gracias

Lo que pasó después jamás lo hubiera podido imaginar.

Todos los presentes se habían puesto de pie aplaudiendo y ovacionándola. Podía observar a sus compañeros y profesor llorando de felicidad, mientras que los representantes de los laboratorios aplaudían mientras se decían comentarios entre ellos con una cara de satisfacción.

Bajó del escenario donde Hideki ya la esperaba con una gran sonrisa. Tanta ovación comenzaba a marearla.

–Definitivamente tu discurso fue la cereza del paste para que la exposición del taller fuera un total éxito. –Le reconoció el moreno. –Me siento muy feliz por ti. Estoy seguro de que éstas personas tan importantes se han interesado en ti.

–Realmente eso deseo. –Comentó con entusiasmo. –Si me lo permites tengo que ir al tocador, sudé tanto que necesito enjuagar mi rostro.

–¿Necesitas que te acompañe?

–No, quédate para que me puedas excusar con los demás. No tardo. –Pidió amablemente y se encaminó al baño.

No veía conveniente retirarse así de la nada, sus compañeros y profesor querrían acercarse a felicitarla y los laboratorios tal vez se acercarían para hacer algunas preguntas. Sin embargo, se sentía muy abrumada y lo que le urgía era enjuagar su rostro para ver si su mente se despejaba un poco.

No sabía si era por la euforia del momento, pero esa presión en el pecho no se le quitaba.

Llegó al tocador y abrió el grifo para tomar un poco de agua y así enjuagar su rostro. A pesar de todo, se sentía feliz de que Tanjiro sí haya cumplido su promesa y estuviera ahí, aunque sea en los últimos momentos del discurso. Era algo que tenía que reconocerle.

Se miró al espejo y sonrío. No cabía duda de que aún seguía enamorada de Tanjiro.

Pero su felicidad duró poco cuando vio entrar a alguien al baño y supo perfectamente de quién se trataba. De inmediato terminó con lo que estaba haciendo y se dirigió a la salida sin molestarse en ver a la desagradable persona.

–¿A dónde crees que vas? –Espetó la rubia impidiéndole la salida a Kanao.

–¿Qué quieres Katsumi? Estoy muy ocupada. –Preguntó con indiferencia.

–¿Y todavía lo preguntas? ¡Por tu culpa Tanjiro ya no me presta atención! –Chilló. –Ya estarás contenta.

Kanao rodó los ojos.

–Ese no es mi problema. Si quieres lloriquear, ve con él y a mí no me quites mi tiempo. –Espetó haciéndola a un lado para que se quitara de la puerta.

–Tienes razón, tal vez intente seducirlo de nuevo para que se acueste conmigo otra vez. –Sonrió con malicia al ver que Kanao se paraba en seco. Todo parecía indicar que le había creído. –¿A caso no te lo dijo? Le sacamos mucho provecho al tiempo que pasábamos a solas en el taller.

Katsumi esperaba hacerla llorar, que le demostrara lo mucho que le afectaba recibir ese tipo de noticia. Sin embargo, fue todo lo contrario.

Kanao volteo a verla con una expresión de lastima para después reír sarcásticamente.

–No te molestes en mentir, estoy segura de que Tanjiro no se fijaría en tan poca cosa como tú. –Eso no lo podía asegurar, pero tenía que decirlo. –Y si es que lo hizo, solo se me ocurre que lo haya hecho por lastima. Pobre, te ves muy necesitada.

–¡¿Cómo te atreves…?! –Bramó la rubia molesta mientras veía como se alejaba la joven. Tenía que decirle otra cosa. ¡Algo! –Si ese es el caso, entonces no me sorprendería que tú también te hayas acostado con él. ¡Está en tu sangre, después de todo también tu hermana Shinobu resultó ser toda una zorr–!

¡Zas!

Lo que pasó después no lo hubiera podido predecir. Katsumi tardó un tiempo en reaccionar y llevó su mano a su mejilla, la cual le ardía bastante por el impacto. Volteó a ver a Kanao quien todavía mantenía su mano al aire por la fuerte bofetada que le propinó. Su mirada transmitía un profundo odio.

–Puedo permitir que me insultes todo lo que quieras, pero si te metes con mi hermana ten por seguro que no saldrás intacta. –La amenazó y al no recibir respuesta, salió del baño.

Una vez afuera, escuchó como Katsumi le gritaba cualquier maldición habida y por haber y también que no renunciaría a Tanjiro. La verdad es que le importaba poco.

Por lo menos ya se había podido cobrar todas las que Katsumi le debía. A ver si así dejaba de meterse con ella.

Todo parecía marchar bien.


Shinobu se sentía fatal, pero a su vez mucho más ligera.

Había cerrado su historia con Giyuu, no, había aceptado su derrota. Ahora sólo tenía que ir para adelante, aunque aún no sabía cómo hacerlo. Todo sería tan distinto si Giyuu la quisiera.

Si Giyuu la quisiera no se rendiría e iría hasta las últimas consecuencias.

Pero, no era así.

Ahora que ya sabía la profundidad de los sentimientos de Giyuu por su difunta esposa, entendía que nunca hubo cabida en su vida para ella. Que siempre fue un reflejo de Alice.

Se acomodó su gorro y dejó sus visores listos para ser utilizados. Junto a ella, Mei se acomodaba para empezar la competencia. Le dedicó una petulante sonrisa.

–Suerte, Kocho. Es lo mínimo que mereces luego de que tu querido profesor te rompiera el corazón.

Los ojos de Shinobu se abrieron desorbitantes. La sorpresa fue tal que ni siquiera pudo fingir que no la sentía.

–Competidoras, en sus marcas.

Irisu le guiñó un ojo y se puso en posición. Ella la imitó robóticamente.

–Listas.

Los había oído. Había entrado a los vestidores de su equipo y les había oído. ¡Dios mío! Empezaba a sentirse peor.

–¡Fuera!

Saltó al agua como acto reflejo y empezó a bracear tan rápido como podía. Debía terminar la competencia pronto y poner a Giyuu en sobre aviso o tal vez debería perder la competencia y darle ese gusto a Irisu; quizás con eso se mantenga tranquila.

Como sea, tenía… que… hacer… tenía… que… decirle… a… Giyuu…

Tenía…

Tenía…

Todo se oscureció en un instante y su último pensamiento fue:

–Giyuu…


Mitsuri estaba muy nerviosa. No solo porque en cosa de nada le entregaban los resultados del concurso y sabría si tiene o no la beca. Sino porque tras una semana de ocultarse de Obanai Iguro, ahora yacía a su lado, en silencio.

Un muy incómodo silencio.

En el carro del director Ubuyashiki el ambiente podía cortarse con una tijera. El único que parecía ajeno a eso era el propio director. De tal forma que sin perder su usual entusiasmo los condujo a la sala de participantes y los dejó ahí tras desearles buena suerte.

Ahora estaba sentada junto al chico genio que no le había vuelto a mirar desde que se habían subido al auto.

A su lado, estaban las otras dos parejas que disputaban su premio. Ambas lucían igual de nerviosas que ella sola, porque Iguro, a su lado yacía imperturbable.

–Todos parecen muy nerviosos.

Intentó sacar conversación. Aunque eso derivase de alguna forma a su incómoda declaración.

Pero el chico no decía nada.

–¿Crees que ganemos?

Esta vez fue más directa, es decir, le estaba haciendo la pregunta al joven.

Obanai la miró por el rabillo del ojo y volvió su mirada al frente.

Oficialmente la jodió con su declaración. Ahora Obanai ya ni siquiera la tomaba en cuenta.

Tonta Mitsuri, mil veces tonta.

–Oye, Iguro.

–¡Shh!

La callaron las parejas a su alrededor. El maestro de ceremonias del acto había empezado a hablar.

–Iguro. –Esta vez lo dijo más bajo. –¡Iguro!

–¿Qué?

Ahí estaba el mismo frío Obanai Iguro que había conocido y con el que había rivalizado desde el primer día del instituto. El distante y ausente, el que se cubría de todo lo malo del mundo y no tenía una conexión con nada ni con nadie. Había botado todo su progreso a la basura por culpa de su impulsiva confesión.

Si fuera una chillona, seguramente lloraría.

–Lo siento. –Se disculpó. –Siento haberlo arruinado todo.

Por primera vez el joven se giró para verla de frente, la miraba con una extrañeza que no entendía.

–¿Qué?

–Lamento mucho haberte dicho que me gustabas. –Siseó lo más bajo que pudo. –¡Dios! No sé en qué estaba pensando cuando lo dije, mi madre siempre dice que hablo sin pensar.

Obanai la seguía viendo como si le hubiese crecido una cabeza de más, con esa cara de sorpresa única de él y por primera vez Mitsuri tuvo miedo.

Miedo de haber perdido la pequeña oportunidad con Iguro.

Obanai era como un animalito que apenas empezaba a entender lo que era ser querido. Ella debió trabajarlo antes de declararse tan bruscamente.

–Kanroji…

–Sabes qué, hagamos una cosa, olvídalo. Pretendamos que no dije nada y sigamos como antes.

–¡Kanroji! –Exclamó Ken lo más bajo que pudo. –¿Por eso me has estado evitando toda la semana?

La aludida asintió quedamente para luego sorprenderse por lo que el joven frente a ella hacía.

Obanai Iguro llevaba su mano a su boca para contener la risa de la forma más elegantemente posible y la miraba con una mezcla de… ¿alivio y ternura?

–Con que era por eso… –Musitó el muchacho más para sí mismo que para alguien más.

–¿Por qué creías que era?

–Eso era lo que más me molestaba. No sabía por qué, qué había hecho mal a fin de cuentas tú…

–¿Yo…?

Los ademanes de silencio eran cada vez más fuertes. La joven de cabellos rosados se giró a los que la callaban con enfado.

–Nos disculpan, esto es importante. –Luego se giró a su compañero. –¿Decías?

–Tú eres la primera y quizás la única amiga que tengo y tú ya has dicho más de una vez que soy un desastre social, aunque lo compenso con mi superioridad en aspectos más importantes de la vida. –Sacudió la cabeza para volver al tema en cuestión. –Jamás pensé que me evitabas por lo que dijiste el día de la fogata. Ni siquiera pude darte una respuesta.

Mitsuri tragó duro.

–¿Tienes una respuesta? –El joven asintió. –¡Dila!

–¿Aquí, ahora? –Preguntó incrédulo. –¿No podría esperar a que esto terminara?

–¡No!

–¡Shh!

–¡Oh, cállense ustedes! –Chilló Mitsuri bajito y se volvió a su compañero. –Estoy esperando.

Obanai suspiró resignado, ya sabía que no podía ganarle a ella.

–Mi respuesta inmediata fue no, lo siento. No puedo salir contigo.

Mitsuri sintió como el alma se le iba a los pies, Obanai pareció notar eso también porque no tardó en agregar.

–Pero tampoco quiero perderte. –Le dijo y la observó con sus ojos bicolor. –A lo largo de mi vida escolar he recibido incontables declaraciones y ninguna significó algo para mí, hasta la tuya. No te mentiré diciéndote que te amo o que te veo como algo más cuando no es así… yo no sé lo que es querer a alguien así. Pero, creo que puedo aprenderlo y… si alguien puede enseñármelo, esa eres tú, Kanroji.

¿Iguro había dicho lo que ella creía que había dicho? ¿Estaba soñando? ¿Quizás estaba muerta?

La seriedad de Obanai le decía lo contrario. Un momento, ¿al final qué significaba la respuesta?

–En conclusión… ¿me quieres, pero no quieres salir conmigo?

–En conclusión, no quiero salir contigo sin saber qué es lo que siento por ti.

–Y quieres que yo te lo enseñe. –El joven asintió. –¡Pues claro!

–Tengo el agrado de invitar a Obanai Iguro y a Mitsuri Kanroji a formar parte de nuestra Universidad. Jóvenes, la Todai está honrada de recibirlos.

Habían ganado, lo habían hecho. ¡Había entrado a la Todai!

Los aplausos no se hicieron esperar. Mitsuri sentía que en cualquier momento se caería de la cama y despertaría. Se giró al pelinegro que estrechaba las manos con el maestro de ceremonias y directivo de la Universidad, que luego tomó su mano y la felicitó.

Sus sueños se habían cumplido. Estudiaría en la mejor Universidad del país con una beca que cubría todos sus gasto y como bono, Obanai… no la había rechazado.

–Ganamos. –Habló más para sí misma, pero Iguro contestó.

–¿Alguna vez lo dudaste?

Y así, con esa sonrisa ladeada de superioridad y perfección no pudo resistirse y le echó sus brazos al cuello para atraerlo a sus labios. Besándolo delante de todos los impresionados presentes.

Notaba los labios del joven, indecisos y trémulos, apenas y correspondió su gesto sutilmente. Se separó de Obanai que aún lucía estupefacto por su osadía.

–Nunca dijiste que no podía besarte.

–No lo dije. –Obanai sonaba tan ausente que a Mitsuri le entraron ganas de sacarle una foto.

–Tendremos que trabajar en esos detalles también. –Añadió guiñándole un ojo coquetamente.

La vida era tan bella.


La vida se detuvo en el instante en el que dejó de ver a Shinobu nadar hacía él. Simplemente, su perfecto chapoteo dejó de aparecer. No podía haber empezado a bucear, eso era ilegal. Empezó a caminar por inercia, hasta encontrarse con horror con el hecho de que Shinobu no se acercaba a la línea de llegada y empezaba a flotar.

Fueron segundos pero lo suficientemente largos para que Giyuu ante la sorprendida mirada de todos se echara al agua con todo puesto.

Se zambulló ante la estupefacta mirada de los competidores y espectadores que se habían concentrado solo en la persona que contra toda lógica se había lanzado al centro de la piscina. Tomó a la joven preocupado, sin embargo, no se detuvo a mirarla hasta que estuvieron en la orilla.

Su corazón y su cuerpo se detuvieron ante la estampa.

Fue una oleada de angustia indescriptible lo que lo hizo acercarse con todas sus fuerzas al cuerpo flotante de la pelimorada y voltearlo.

Empezaba a palidecer, sus labios ya no tenían color. Con el corazón latiéndole a mil por hora palmoteó su cara, aplicó masaje cardiaco y respiración de boca, el cuerpo de Shinobu expulsaba el agua por inercia, pero ella no reaccionaba.

–Shinobu, Shinobu, despierta.

Estaba helada, prefería pensar que era por el agua, la acunó entre sus brazos para darle calor.

–Por favor, por favor, despierta.

No despegaba los ojos del rostro pálido de la joven. Retiró el gorro dejando caer su corto cabello para acariciarlo con ternura.

–Vamos preciosa, abre los ojos. –Le susurraba al oído, ajeno de que a su alrededor la gente ya había entrado en pánico y llamaba a una ambulancia. Pegó el rostro de la joven a su cuello.

Y su corazón se detuvo, de la misma forma que hacía años se había detenido cuando recibió la llamada del hospital en París.

Giyuu empezó a temblar y no por el frío de estar empapado, empezó a temblar de recordar aquellos momentos. Aquella llamada, aquella última conversación, aquel último beso.

Aquella angustia conocida tomó control de su cuerpo. Acercó el cuerpo inmóvil de Shinobu y sus labios entraron en contacto con los fríos labios de ella. Aquellos labios que tanto había disfrutado, aquellos labios que lo incitaron a pecar y los únicos labios por los que gustosamente aceptaba el infierno.

Ya no correspondieron su beso y dolorosamente comprobó que Shinobu ya no respiraba. Trémulamente, llevó sus dedos a la garganta de la chica, rogándole a todos los santos de la corte que su corazón aún latiera.

Pero no lo hacía.

Sintió claramente como las lágrimas empezaron a caer de su rostro. Se camuflaban por lo mojado que estaba, sólo él sentía su calidez y su sabor cuando rompían en sus labios.

–No estás muerta. –Balbuceó. –No lo estás. Abre tus ojos por favor. –Rogaba con la voz entre cortada por las lágrimas y los sollozos reprimidos.

Ella no, no otra vez. ¡Tenía que despertar! Haría lo que fuera, pero por el amor de Dios, ¡ella tenía que despertar!

Él no podía soportar perder a quien amaba por segunda vez.

Porque sí, la amaba y estúpidamente lo notaba ahora que se le iba de las manos. Ahora que volvía a sentir el miedo y la angustia que sintió cuando perdió a su primer amor, sabía lo que sentía.

Ahora que no estaba dispuesto a dejarla ir y que esa decisión no estaba en sus manos.

No ahora que sabía que la amaba.


Por fin la exposición de talleres había acabado, y Aoi personalmente se había encargado de programar el juego de baloncesto para el final y así ella aún tuviera oportunidad de verlo. No pudo hacer mucho con la competencia de natación. Tendría que ser al mismo tiempo, pero, muy pocos se complicaban por eso. La mayoría asistiría al partido, claro estaba.

La peliazul entró a los vestidores e irrumpió en la concentración del equipo de baloncesto ante la estupefacta mirada del equipo y de su entrenador.

Los estudiantes se pararon con respeto, aunque intrigados por la presencia de la inspectora y porque ella llevara una playera de los colores del equipo de la escuela.

Los nervios se respiraban en el ambiente, la inspectora podía oler el miedo, era normal, completamente propio de una final.

Aoi jamás admitiría que le encantaba verlos tensos y expectantes de lo que ella estuviera por decirles. Eran tan divertidos, tan niños.

–Veo que van ganando por unos cuantos puntos, pero no es suficiente. –Acotó. –Si la copa se mantiene en el colegio, perdonaré todas las infracciones de conducta que figuren en su historia académica.

Un primer grito bastó para sacar a los estudiantes de su estupor y que empezaran a vitorear con muchos más ánimos. Los nervios del partido se habían desvanecido, solo había emoción y muchas ganas de ganar.

–¿Le gusta el baloncesto, inspectora?

–¿A qué equipo le va?

Esas y otras preguntas se escuchaban entre el bullicio de los estudiantes. La aludida tuvo que hacer un gesto con las manos para obtener su atención.

–¡Silencio! –Chilló Kanzaki con su voz de mando que causaba terror en sus estudiantes. –Sí, me gusta el baloncesto, y le voy a los Alvark. Ahora, no me dejaron terminar, si ganan, perdonaré las infracciones. Pero, si pierden, de mi cuenta correrá que el mínimo agravio vaya a parar con tinta permanente su historia académica.

Todo el equipo tragó duro ante la perspectiva. Aún así, la motivación era buena, porque la mayoría tenía algo en su historial que querían borrar.

–¡Sí! –Gritaron al unísono los deportistas.

–Ya estuvo bueno. –Inosuke tomó la palabra y llamó la atención de sus pupilos. –Los quiero en la cancha calentando adecuadamente, antes de que termine el descanso.

–¡Sí, señor!

El peliazul esperó a que todos los estudiantes salieran para dirigirse a la inspectora que también estaba dispuesta a irse.

–Oh, no, espera un momento. –La detuvo del brazo. –Tenemos que hablar.

Aoi se zafó del agarre sin problemas y se giró furiosa a su colega.

–Ya te dije que yo no tengo nada que hablar contigo.

–¡Pero yo sí!

Con una agilidad de movimientos bárbara, Inosuke inmovilizó a la peliazul con su cuerpo, arrinconándola contra la pared.

–Pues, ahora soy yo quien no quiere escucharte. –Le recriminó Aoi. –No hay nada que digas que valga la pena.

–Ah, pero si escuchaste a tu estúpido cuñado.

–¿Qué tiene que ver Goto con todo esto?

–¡Maldita sea, nada! Y me vas a escuchar porque no pienso repetirlo, escúchame, ¡Lo siento!

Aoi esperaba cualquier cosa menos una disculpa y mucho menos de la manera en la que el joven se la dijo.

–¿Qué?

–Lamento mucho todo lo que te dije, deberías estar contenta porque nunca me había sentido como un gusano hasta que me enteré de que habías escuchado esa conversación. ¡Pero tú también tienes que disculparte!

–¿Yo por qué?

–Porque…

–¡Profesor Hashibira!

Inosuke no comprendía el rostro de horror de la joven estudiante hasta que notó la imagen que él y Aoi estaban dando. Parecía salida de algún libro erótico. Él sometiendo a la inspectora con sus manos y sus piernas contra la pared impidiendo su huida.

Se alejó de ella cómo si quemara y eso también trajo a la realidad a su joven estudiante. Que ahora lucía aún más preocupada.

–La capitana Kocho tuvo un accidente. –Balbuceó con lágrimas en los ojos. –Dicen que está muerta y el profesor Tomioka no deja que nadie se le acerque, ni siquiera los de la ambulancia, entonces me manda-

No tuvo que decir más porque Inosuke pasó a su lado como un bólido cuando escuchó las palabras: Shinobu, muerte y Giyuu. Antes de desaparecer por el pasillo se giró a la peliazul.

–¡Te encargo el equipo! –Le chilló. –¡Y esta conversación aún no se acaba Aoisita!


Tanjiro había llegado a mitad del discurso teniendo la oportunidad de apreciar como Kanao se expresaba ante los presentes. Decir que estaba orgulloso era poco, no podía describir exactamente el sentimiento que le provocó ver a Kanao irradiando seguridad ante un publico que de igual forma parecía encantado con ella.

La admiraba y solo confirmaba que no podía dejar de amarla.

Sin embargo, cuando se dispuso a acercarse para felicitarla, la vio marcharse. Quiso esperarla en el recinto, pero decidió seguirla para ver si conseguía tener un tiempo a solas con ella. Él había prometido no presionarla, pero necesitaba expresarle todo lo que sentía.

Se encontraba caminando por el pasillo en el que la vio irse, lo más seguro es que había ido al baño debido a la dirección. Pero para su fortuna ya no fue necesario ir a buscarla hasta allá ya que la encontró caminando de regreso al recinto.

–¡Kanao! –La llamó acercándose a ella con entusiasmo. –¡Estuviste increíble! No te imaginas lo orgulloso que estoy de ti. –La felicitó tomando las manos de ella entre las suyas.

–Tanjiro… –Susurró sorprendida al ver al chico frente a ella. –Muchas gracias. –Agradeció regalándole una dulce sonrisa que provocó el sonrojo de Tanjiro. Por un momento había olvidado su pelea con Katsumi.

Tanjiro la apreció más de cerca y unas inmensas ganas de besarla lo invadieron. Sentía la necesidad de hacerlo, pero corría el riesgo de que se molestara y ya no quisiera hablarle por no respetar su espacio. Aunque era un riesgo que estaba dispuesto a aceptar con tal de volver a sentir sus suaves labios.

Y como si su cuerpo se mandara por si solo, el pelirrojo tomó entre sus manos el rostro de su amiga acercándolo poco a poco al de él hasta empezar a rozar sus labios.

Por su parte, Kanao pudo entender fácilmente las intenciones de Tanjiro, y por más que su lado cuerdo le exigiera que debía alejarlo, también sentía la enorme necesidad de que la besara.

–¡Tanjiro!

Ambos reconocieron esa voz chillona. Tanjiro suspiró con frustración y se alejo delicadamente de Kanao para encarar a su compañera.

–¿Qué ocurre Katsumi? –Preguntó con fastidio.

–¡Es que no sabes lo que acaba de ocurrir! –Acercándose a él para tomarlo del brazo. Ella había sido testigo de todo lo que ocurrió y por supuesto que tenía que intervenir. No le iba dejar el camino tan fácil. –Pero ven, te lo contaré en un lugar más privado. –Alegó comenzado a jalarlo del brazo para llevárselo.

Por su parte, Kanao solo se limitaba a fruncir el ceño. Si ella quisiera, volvería a ponerla en su lugar como hace unos momentos, pero tampoco se podía rebajar a pelear por un hombre. Además, si Tanjiro lo permitía, ella no tenía nada más qué hacer. Lo mejor era irse para no recibir una humillación más.

Tanjiro vio preocupado como Kanao empezaba a irse sin decir nada. Justo cuando creyó que podría corresponderle algo se interpone en su camino. ¿En verdad dejaría de luchar por la mujer que ama tan fácilmente?

Por supuesto que no.

–¡Basta Katsumi! –Protestó Tanjiro zafándose bruscamente del agarre mientras Katsumi y Kanao lo miraban sorprendidas. –Como podrás darte cuenta estoy muy ocupado, no puedo atenderte siempre que quieras. –Expresó muy molesto, después de todo la rubia ya lo había llevado a su límite de tolerancia.

–Pero… –Intentó protestar mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. ¿A caso Tanjiro le había gritado?

–Pero nada. –La interrumpió acercándose a Kanao para tomarla de la mano. –Ahora mismo Kanao es mi prioridad, así que no tengo tiempo de atender a nadie más, mucho menos a ti. –Advirtió de forma severa. –Y para dejarte las cosas claras, quiero que sepas que estoy enamorado de Kanao. Así que, si quieres hablar conmigo sobre algún tema académico, puedes buscarme después.

Katsumi no podía creer todo lo que escuchaba. Tanjiro nunca le había hablado así y realmente se veía molesto. Pero no solo eso, sino que le confesó abiertamente que estaba enamorado de Kanao. Mordió fuertemente su labio inferior tratando se contener su llanto.

–¡Váyanse al infierno! –Espetó con coraje mientras salía corriendo de ese lugar en un mar de lágrimas que no pudo contener.

Tanjiro suspiró con pesar. Realmente le hubiera gustado que las cosas fueran de otra forma, pero era la única manera en la que podía ponerle un alto a Katsumi.

Se giró hacia su compañera quien parecía haberse congelado. Pasó una mano frente a su rostro para que reaccionara, pero nada.

–¿Kanao? –La llamó sujetándola de los hombros para sacudirla con delicadeza.

Por otro lado, Kanao había entrado en un estado de shock. ¿Realmente pasó lo que acababa de ver?

–Le dijiste que estás enamorado de mí… –Fue lo primero que alcanzó a salir de los labios de Kanao.

–Y eso tú ya lo sabías. –Le recordó.

–Sí, pero… –Por fin lo estaba viendo a los ojos. –Nunca lo habías expresado frente a otras personas.

Un gran sonrojo se apoderó de Tanjiro. Bueno, era ahora o nunca.

–Kanao. –La llamó nuevamente tomando sus manos entre las suyas. –Todo este tiempo he sido un idiota. Siempre he estado enamorado de ti, pero por miedo a dañar nuestra amistad jamás pude confesártelo. Empecé a salir con Kana con la esperanza de dejar a un lado mis sentimientos por ti, sin embargo, como sabrás no funcionó. –Al ver que no contestaba nada, continuó. –Cuando por fin me armé de valor para confesarte mis sentimientos, me di cuenta de que ya no era el único en tu corazón.

–Tanjiro, yo… –Trató de aclararle que ya no sentía nada por Hideki, pero Tanjiro colocó delicadamente su dedo sobre sus labios.

–Aún no termino. –Pidió con ternura. –Creí que hacía lo correcto al tratar de luchar por ti, pero terminó siendo todo lo contrario. Solo te presionaba y no respetaba tu espacio, ni siquiera me tomé la molestia de entender tus constantes enojos. –Dijo lo último refiriéndose a Katsumi. –Desde un inició debí trazar mi línea con Katsumi y no permitir que me alejara de ti. Tuve que darte tu lugar desde un inicio.

El corazón de Kanao comenzaba a latir rápidamente. Finalmente, Tanjiro había entendido todo.

–Con lo que pasó ahora no pretendo que me correspondas tan fácilmente, pero si no es demasiado tarde… –Tragó saliva bastante nervioso mientras sentía como sus mejillas le ardían. –¿Me darías el honor de ser tu novio?

No lo dudó ni un segundo. En cuanto Tanjiro terminó de formular su pregunta, Kanao se lanzó a sus brazos para besarlo.

Por su parte, a Tanjiro por un momento esa acción lo tomó por sorpresa, pero no le costó nada corresponder a ese beso. Llevó una mano a su estrecha cintura y la acercó más a él para sentirla más cerca. Dios, si esto era un sueño no quería despertar nunca.

Ambos se separaron cuando el aire hizo falta y, bastante sonrojados, se miraron a los ojos y sonrieron.

–¿Entonces eso es un sí? –Preguntó con entusiasmo Tanjiro.

–Más que sí. –Afirmó regalándole una radiante sonrisa que de inmediato fue correspondida.

Sin embargo, Kanao observó como el semblante de Tanjiro cambiaba radicalmente mientras veía a alguien. La joven se giró para ver de quién se trataba y su corazón se detuvo por un momento.

–Hideki… –Alcanzó a susurrar.

–Yo… –El moreno había visto todo. Mordió su labio inferior con impotencia, estaba claro que había perdido. –Venía a decirte que todos te estaban buscando y… solo era eso, no tengo nada más que agregar. –Dijo desanimado mientras regresaba por donde había llegado.

–¡Hideki! –Lo llamó Kanao acercándose a él haciendo que el joven se detuviera, pero sin girarse a verla. –Yo… –Mierda, ¿qué se supone que debería decirle?

–No te preocupes Kanao, lo he entendido todo. –Ahora sí volteando a verla con una sonrisa triste. –Era más que obvio que no tendría oportunidad, pero aun así me siento feliz de haberlo intentado al igual que por fin hayas sido correspondida. Siempre desearé tu felicidad. –Dirigió su vista hacia Tanjiro y se giró de nuevo para irse. –Cuídala mucho Kamado, porque al más mínimo descuido aprovecharé para arrebatártela.

–Lo tendré en cuenta. –Contestó sonriendo con satisfacción mientras lo veía desaparecer. No esperaba menos de su rival.

Tanjiro se acercó a Kanao y la tomó de la mano para animarla.

–No te sientas triste, tarde o temprano lo tenía que saber. –Aseguró apretando la mano de su novia y sonriéndole para tranquilizarla. –Ahora regresemos para que atiendas a tu gente.

–Sí, vamos.

Justo cuando ambos caminaban en dirección al auditorio, se toparon con una chica que corría en dirección contraria a la de ellos y que, por su expresión, parecía aterrorizada. Cuando Kanao la vio, la punzada en su pecho se hizo presente de nuevo.

Cuando la estudiante reconoció a las personas con las que se había topado se detuvo en seco mientras su preocupación parecía aumentar.

–¡Superior Kocho! –Llamó a la joven mientras trataba de recuperar el aliento.

–¿Qué sucedió? ¿Te encuentras bien? –La interrogó Tanjiro quien también empezaba a sentir un mal presentimiento.

–Lo que pasa es que su hermana… –Dirigió su mirada a Kanao a quien se le detuvo el corazón al saber que se trataba de Shinobu. –Sufrió un accidente durante la competencia y se la acaban de llevar al hospital en una ambulancia…

Sin esperar a que la joven continuara, ambos emprendieron carrera para salir de la escuela y dirigirse al hospital.

Con cada paso que daba a Kanao se le hacía eterno. Tenía que llegar, no podía quedarse sin la única hermana que le quedaba.

La historia no podía repetirse.


Giyuu estaba tan tranquilo que Inosuke estaba aterrado. Había tenido que hacer acopio de su fuerza física para separar a su amigo del cuerpo de la joven y dejar que los paramédicos hicieran su trabajo. Tomioka no había reaccionado sino hasta que el médico les dijo que aún seguía con vida.

Apenas…

Sin perder tiempo se habían embarcado en el vehículo de la ambulancia y nuevamente Giyuu, empapado como estaba, sólo sostenía la mano de la joven, con tanta fuerza que hasta los nudillos de ella estaban blancos.

Luego lo separaron de ella para meterla al quirófano y aún no salían para decir nada acerca de su condición.

Giyuu estaba sentado en la sala de espera con aire ausente. Le urgía un cigarro.

Inosuke no sabía que en ese momento estaba pidiéndole a todas las entidades superiores por la vida de Shinobu.

–Oye, hermano, todo estará…

–No lo digas. –Lo atajó solemne. –La última vez que me dijeron esa mierda perdí a la mujer que amaba. No quiero volver a hacerlo.

Era como si toda su careta se hubiera ido al demonio y solo quedara él con todo lo que en realidad se ocultaba tras la máscara de Giyuu Tomioka:

Miedo, preocupación… más que eso.

–No sé si pueda soportar volver a pasar por esto Inosuke, no lo sé.

Terror.

–Tú la amas. –No era una pregunta, era una aseveración.

–Yo…

–¿Giyuu Tomioka? –Ambos profesores se giraron para encontrarse con dos agentes de la ley en la sala de espera del hospital.

Giyuu asintió.

–Tenemos una orden de aprensión en su contra por mantener relaciones sexuales con una menor de edad. –El oficial se acercó a Giyuu y lo esposó con rapidez. El profesor ni siquiera se resistió. –Todo lo que diga, será usado en su contra. Tiene derecho a tener un abogado, si no puede pagarlo el Estado le asignará uno.

–¡Esperen! –Bramó Inosuke molesto. –¡No pueden llevárselo! ¡Giyuu!

Giyuu miró a su amigo ausente. Estaba más concentrado en la figura que salía de cuidados intensivos y se dirigía a ellos, era el doctor que había atendido a Shinobu.

–¿Familiares de Shinobu Kocho?


Próximo capítulo: Viernes 15 de noviembre, 2024