N/A: Hola! Solo quería dar las gracias por cada follow y fav, me hace muchísima ilusión compartir esta historia! Según coja ritmo con los capítulos intentaré fijar un día concreto para actualizar. De momento publicaré, si todo va bien, los fines de semana. Espero que os guste el siguiente cap! Hay una referencia a la serie Outlander porque estoy obsesionada y al ambientarse en Escocia no lo he podido evitar jajaja
PD: se agradecen muchísimo los reviews. ❤
WILD LOVE.
CAPÍTULO 2.
Mi espalda impacta con fuerza contra el suelo y me quedo sin respiración.
Siento una ligera presión en el pecho que me mantiene inmovilizada contra la tierra. El lobo me tiene atrapada entre su cuerpo y el suelo con una de sus enormes zarpas apoyada contra mi caja torácica. Apenas tengo tiempo de reaccionar cuando su enorme cabeza se sitúa a escasos centímetros de la mía.
El aliento caliente y húmedo que desprende me da de lleno en la cara y puedo sentir el poder que emana de él. Huele a tierra y algo más dulzón, muy similar a la esencia que desprende la magia antigua. El alfa no se mueve, tan solo me mira con su inquietante mirada gris. Sus ojos se entrecierran y gira la cabeza como si...como si estuviera pensando que hacer conmigo.
Un comportamiento más propio de un humano que de una bestia.
A pesar del miedo, no me muevo mientras nos observamos mutuamente. No puedo evitar centrarme de nuevo en el color de sus ojos que ahora desprenden un brillo azulado espeluznante. Descubro que son diferentes al resto de los de su especie. Otro detalle interesante que anotar en el expediente cuando regrese.
Si es que lograba salir viva de aquí.
Los segundos pasan y siento como el translador se clava contra mis costillas, pero tengo los brazos atrapados a ambos lados del cuerpo. La bestia forma una especie de jaula alrededor del mío y soy incapaz de moverlos ni un solo centímetro. Aunque pudiera no sé si sería lo suficientemente rápida para alcanzarlo antes de que me hincase el diente.
De repente, el lobo se mueve y yo me quedo sin respiración. Baja la cabeza en mi dirección mientras muestra los colmillos de nuevo. Intento no pensar en el enorme tamaño de sus dientes, lo fácil y rápido que le resultaría despedazarme con ellos en cualquier momento.
Un gruñido grave sale de lo más profundo de su garganta pero aún así consigo mantener los ojos fijos en los suyos. Se mueve hacia un lateral de mi cuello y la vibración de su amenaza me cala en los huesos. Respiro hondo y me fijo en lo suave que parece su pelaje albino y que, en otras circunstancias, me hubiera gustado alargar la mano para comprobar si era tan suave al tacto como parecía.
Y entonces... me huele.
Su hocico húmedo me roza el hueco entre la mandíbula y el cuello. Llega más allá, olisqueando los rizos que han quedado dispersos bajo mi cabeza. El corazón me martillea con fuerza y sé que él puede notar el ritmo frenético que desprende porque su gruñido se torna más grave, más peligroso.
Vuelve a olisquear, esta vez con más fuerza, y de repente se queda muy quieto. Sus músculos se agarrotan con una tensión poderosa y la presión que ejerce sobre mi pecho se vuelve más pesada. Siento como sus garras rasgan la tela vaquera de mi chaqueta, traspasando el tejido pero sin llegar a tocar la piel.
Su boca descansa ahora sobre un lateral de mi cabeza y el gruñido cesa de golpe. Por primera vez en toda la noche, cierro los ojos con fuerza cuando sus colmillos afilados me rozan la garganta. Una caricia suave y firme que me araña la piel. No siento ningún tipo de dolor cuando repite la acción pero aun así no puedo evitar que me entre el pánico.
Oh, joder. Voy a morir.
Tenía que haber renunciado. Ahora mismo estaría regresando a casa de mis padres con el rabo entre las piernas por no conseguir ser la adulta funcional que se esperaba de mí a mis veintidos años. Estaría tirada en la cama de mi cuarto de la adolescencia mirando ofertas de trabajo como camarera en el mundo muggle, o tal vez debatiendo cuantos años de esperanza de vida tendría si vendía un riñón en el mercado negro.
Pero en el mundo real no pasa absolutamente nada. El alfa continúa repitiendo esa acción, pasando los colmillos por la piel sensible una y otra vez. Rozando sin infringir ningún daño.
Vuele a inspirar una vez más, llenando sus pulmones de nuevo con mi olor. Una sensación cálida me recorre cuando siento como su lengua se desliza sobre mi cuello desnudo. Su respiración caliente me hace cosquillas sobre la oreja y después se retira con brusquedad. Siento frío cuando su contacto me abandona y su mirada vuelven a clavarse en la mía.
Juraría ver cierto atisbo de emoción en ellos, pero no tengo tiempo a averiguar si eso es posible siquiera porque levanta la garra con la que me mantiene aprisionada contra el suelo y, segundos más tarde, me libera. La tierra vibra a mi alrededor por el peso que hacen sus patas cuando corre abandonando el bosque.
El resto de la manada comienza a aullar rompiendo el silencio de la noche, y una sensación extraña inunda mi pecho desde dentro cuando distingo el lamento del alfa entre todos los demás. Un alarido tan poderoso que puedo sentirlo incluso desde esta distancia. No puedo evitar pensar que va dirigido a mí, como si estuviera haciéndome algún tipo de promesa de la que no soy consciente.
Los aullidos cesan y el bosque regresa a una tranquilidad fantasmal. Mi cuerpo se niega a moverse de donde estoy. Es como si hubiera drenado cada ápice de energía en los últimos minutos. No sé cuanto tiempo pasa desde los lobos se han ido hasta que Bill llega corriendo a mi lado, pero se siente como una eternidad.
Me incorpora y tira de mi cuerpo flácido hacia el suyo para abrazarme con fuerza. Su mano me frota la espalda en un ritmo reconfortante y no para de susurrarme que ya estoy a salvo. Creo que las pocas neuronas que me quedaban han muerto a lo largo de la noche porque lo primero que sale por mi boca es:
—¿Me...me ha aceptado?
Bill se retira y me mira con cierta sorpresa y curiosidad en el rostro lleno de cicatrices, pero solo me fijo en la sonrisa de orgullo que me dedica cuando responde:
— Te ha aceptado.
Un profundo alivio me recorre de pies a cabeza pero no puedo decir nada más porque la oscuridad me engulle por completo y me dejo arrastrar por ella.
«Estimada señorita Granger:
Bienvenida a la manada.
Nos pondremos en contacto con usted lo más pronto posible para concertar una segunda reunión.
Un cordial saludo.
D.M.
Alpha del clan Fraser»
Le doy la vuelta al trozo de pergamino esperando encontrar algo más escrito pero no hay nada. Repaso cada una de las palabras sorprendiéndome por la elegancia de la caligrafía. Cada trazo de tinta es exquisito y la verdad es que no sé que esperaba, pero desde luego que no un tono tan cordial y menos viniendo de... Bueno, un lobo.
A pesar ello, no puedo evitar mostrar mi enfado.
—¿Nos pondremos en contacto con usted lo más pronto posible?—leo de nuevo alzando la voz—. ¡Han pasado dos semanas!
Desde el otro lado de la estancia, Bill deja escapar un suspiro. Está sentado en una de las sillas de la mesita situada en medio de la cocina y, en un gesto silencioso, me señala con la barbilla a la pequeña criatura que duerme plácidamente sobre su regazo. Algo en mi corazón se derrite cuando observo como la pequeña Cecily se aferra con sus deditos a la camiseta de su padre. Su pelo rubio es como el de Fleur, pero sin duda el temperamento es cien por cien de los Weasley. Una combinación encantadora.
La casa es pequeña pero acogedora, con las paredes de piedra y el techo de madera fiel al estilo escocés de la zona. Billa ha sido muy amable al dejar que me quedara en la habitación de invitados hasta que se fijara fecha para la segunda reunión, pero lo que ninguno de los dos esperaba era que la invitación tardara tanto en llegar.
Normalmente una vez que el alfa te aceptaba, el resto de negociaciones solían discurrir con fluidez y no se extendían más allá a un par de encuentros a la semana. Siempre era la manada quien hacía el primer movimiento. Sin una invitación formal por parte del líder no podías traspasar los límites de su territorio. El tiempo que llevaba convencer a los hombres lobos de realizar el registro en la oficina dependía mucho del clan y de la labia del empleado del Ministerio, pero en general no solía durar más que un par de meses.
Y yo llevaba dos semanas de retraso.
—No te desesperes, Hermione.—susurra Bill mientras acaricia con suavidad la mejilla regordeta de su hija—. Los lobos somos criaturas muy volubles pero actuamos siempre con honor. El alfa te aceptó así que la invitación llegará.
No se me escapa el detalle de que Bill siempre se refiere a sí mismo como un lobo y muy pocas veces como un ser humano. Recuerdo que una vez le pregunté el motivo y su respuesta fue: "Porque con ellos no tengo que fingir que ser un monstruo es algo de lo que deba avergonzarme".
A pesar de trabajar para el Ministerio, nunca he estado de acuerdo con el trato que se le ha dado a los de su especie. Para ellos solo contaban en el sistema bajo la denominación de "bestias", pero jamás eran considerados como humanos cuando esa era su forma la mayor parte del tiempo. Y luego estaban las personas como Bill que no encajaban en ningunas de las dos categorías.
Para los magos todo debía ser o blanco o negro, nunca se plateaban que, quizás, existieran diferentes tonos de grises.
Dejo escapar un gemido de frustración mientras dedico una última mirada a la nota y frunzo el ceño cuando reparo en un detalle.
«D.M»
—¿De casualidad sabes quién es el alfa?—pregunto.
Bill niega con la cabeza.
—La identidad de los alfas es el secreto mayor guardado de cada clan. Como líder debe ser protegido por su manada. Pero he escuchado muchas cosas sobre él. Algunas buenas pero otras...—veo como se estremece y cubre a Cecily con uno de sus brazos, acercándola más a su pecho.
Alzo una ceja y Bill toma el gesto como una iniciativa para continuar.
Necesito toda la información que pueda reunir antes de la segunda reunión. En los expedientes del señor Hopkins no había ni un ápice de información sobre el líder que los dirigía. Solo datos escuetos de la ubicación de la manada y el número aproximado de miembros que la conformaban. No conocía su nombre, ni su edad. Tan solo sabía que era un hombre porque su forma de lobo era descomunal. Y, bueno, digamos que también habían otros... atributos que lo calificaban como un macho.
—No es común que un hombre lobo se convierta en alfa siendo prácticamente un neófito. Se requiere un mayor nivel de madurez y fuerza para ocupar ese puesto...—comenta Bill—. Pero él ha sido el primero en conseguirlo desde hace siglos. Desafió al antiguo alfa y...bueno, dicen que no quedó nada de su cuerpo que mereciera la pena recuperar.
No conocía en profundidad los entresijos de la sociedad lobuna, pero sabía que un alfa optaba al puesto desafiando a muerte al anterior. Recuerdo el poder que emanaba de él esa noche en el bosque. Incluso siendo una bruja y conociendo la magia de primera mano sabía que ese nivel de energía no era de este mundo. No era magia negra, sino algo mucho más primitivo que eso.
Un escalofrío me recorre la espalda cuando rememoro nuestro primer encuentro. Todavía sueño con forma en la que sus dientes rozaban mi piel y la sensación húmeda de su lengua saboreándome. Sabía lo que esos dientes eran capaces de hacer, pero la forma en la que me había tratado... distaba mucho de un comportamiento violento.
—¿Crees que acceda a realizar el registro para el Ministerio?—pregunto aunque sé que la balanza no juega en mi favor.
—Si ha aceptado es buena señal— responde Bill sin dudarlo, pero acto seguido añade:— Aunque yo que tú tendría cuidado, Hermione. Un lobo no deja de ser un lobo aunque se vista con piel de cordero.
Su advertencia flota sobre nosotros. Las preguntas se acumulan en la punta de mi lengua y antes de que pueda realizar alguna, alguien aporrea la puerta de la entrada con tanta fuerza que ambos nos sobresaltamos. Miro a Bill, quien se ha quedado pálido de repente. Observo como un resplandor plateado comienza a aparecer en el azul de sus ojos y tiene aspecto de encontrarse realmente mal.
—Hombre lobo.—murmura y su voz ahora es un gruñido amenazante mientras se pone de pie y abraza a Cecily de forma posesiva contra su pecho—. Puedo olerlo.
No sé que pasaría si Bill abriera la puerta de la casa en este instante, pero intuyo que nada bueno. Ahora mismo, su casa es como si fuera su territorio. Y Cecily y Fleur, que está en la parte de superior de la casa, son su manada. El instinto de protección hacia su familia ha tomado las riendas de su cuerpo y puedo notar, incluso desde esta distancia, como está luchando con todas sus fuerzas para no ceder ante ese impulso.
—Vienen a por ti, Hermione. —dice Bill, la voz más grave que antes. Se aleja hacia el otro extremo de la cocina, con la niña todavía durmiendo entre sus brazos—. Son del clan Fraser. Estarás a salvo.
Otro golpe resuena por toda la casa.
—¡Ya voy!—grito mientras me levanto de la silla como si estuviera hecha de lava.
El nerviosismo se apodera de mí y noto que me tiemblan las piernas cuando doy el primer paso. Creía que enviarían otra carta antes de venir directamente por mí, pero acabo de descubrir que con los lobos no puedo dar nada por sentado. Camino hacia el vestíbulo de la casa y observo de reojo a Bill, pero este tiene los ojos cerrados mientras respira profundamente tratando de calmarse.
Golpean de nuevo la puerta esta vez con más insistencia.
—Sácalo de aquí, Hermione—me advierte Bill—. No soy capaz de aguantar mucho más.
El tono de su voz es tan urgente que, literalmente, me lanzo hacia la puerta de la casa antes de que logren tirarla abajo. La adrenalina corre tan fuerte por mis venas que, cuando escucho un tercer golpe, estiro la mano hacia el picaporte y abro la puerta tan rápido que casi me caigo hacia atrás por el impulso.
—¡He dicho que ya voy, joder!—grito presa del pánico, tratando de evitar que Bill iniciara una batalla sangrienta sobre el felpudo de su dulce morada.
Del otro lado hay hombre apoyado contra el marco de la puerta que me observa con la diversión tiñendo sus ojos verdes. Tiene un físico tan anodino y normal que por un momento me replanteo si realmente es un hombre lobo. No hay rastro de esa musculatura sobrenatural ni de la belleza despampanante que he leído en los de libros de fantasía.
Es, simplemente, alguien normal y corriente.
Debe rondar cerca de la cuarentena porque en su pelo castaño relucen algunas canas , y las arrugas de sus ojos se hacen más profundas cuando sonríe. Lleva puesto unos vaqueros y una camisa de franela a cuadros.
A su espalda se encuentra una furgoneta roja destartalada aparcada en el camino de tierra y me doy cuenta de que no hay nadie más en el interior. Solo estamos él y yo.
—Ese cabronazo me advirtió de que tenías una lengua muy afilada, pero no pensé que tanto. — dice y en su voz puedo notar un marcado acento escocés.
Pestañeo confusa.
—¿Disculpa?
El hombre lobo me ignora mientras estira una mano en mi dirección.
—Soy Vincent, el segundo al mando del clan Fraser—añade y, aunque sigo confundida, estrecho su mano. Su piel emite un calor agradable cuando me da un apretón amistoso—. Mi alfa demanda la segunda reunión ahora.
Al parecer, hoy he elegido el camino de la violencia porque soy incapaz de contener la lengua.
—Llevo esperando por tu alfa dos semanas.
Vincent se encoge de hombros pero esa sonrisilla jamás abandona su rostro.
— ¿Prefieres que sean tres?
Abro y cierro la boca como un pececito fuera del agua, sin saber muy bien que responder.
—Eso creía yo. — dice Vincent mientras se separa del marco de la puerta y saca de los bolsillos de sus vaqueros un trozo de tela negra. La tira en mi dirección y no sé como pero consigo atraparla en el aire—. Súbete al coche y ponte la venda sobre los ojos. Llegamos tarde.
Y así, sin más, me da la espalda. Observo como camina hacia el coche con la confianza digna de un rey. A mitad de trayecto, frena en seco y me mira sobre un hombro y distingo un brillo plateado en sus ojos verdes. Acto seguido, hace una mueca con la boca y me quedo de piedra cuando veo unos colmillos inusualmente grandes asomar entre sus labios.
—Ahora. —su voz suena tan monstruosa que doy un respingo.
Mierda.
Todos mis instintos de supervivencia se activan y por fin reacciono. No me despido de Bill cuando cierro la puerta a mi espalda y me dirijo hacia el coche donde Vincent ya está sentado tras el volante.
Cuando ocupo mi lugar no puedo evitar mirarlo de reojo. Vincent arranca el coche con parsimonia pero no acelera. Simplemente se queda quieto, esperando, como si yo no estuviera allí. Cuando pasan unos segundos por fin gira la cabeza en mi dirección y espeta:
—La venda.
Es entonces cuando me doy cuenta que todavía la tengo aferrada con fuerza entre mis dedos.
—¿Es necesario...?—comienzo a preguntar pero no soy capaz de terminar la frase porque me interrumpe.
— Órdenes del alfa. Prefiere que la ubicación de la manada siga siendo...privada.
No me parece buena idea pero sé que es una prueba de fuego. Necesita ver que confío en él lo suficiente como para dejarme llevar sin protestar. Y a la vez yo necesito que vea que soy capaz de hacerlo. Así que me llevo la venda a los ojos con una seguridad que realmente no siento.
— Así que tu alfa es un obseso del control.—murmuro mientras la ato en la parte posterior de la cabeza.
No veo nada y eso me hace sentir vulnerable. Estoy a solas con un hombre lobo, en un espacio reducido, rumbo a lo desconocido. Escucho como Vincent suelta una carcajada suave a la vez que acelera el motor.
—No sabes cuanto. —responde y no me dedica ni un ápice de atención cuando sale disparado por el camino de tierra.
