Autor Original: SnowingStarDust
ID: 2590707
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Día 11
Hoy fue muy extraño para Kyoya.
Comenzó temprano por la mañana cuando se despertó para empezar el día, preparándose para sus rondas y el trabajo. Dejó la cama como todos los días, en silencio para que el castaño que roncaba silenciosamente no se despertara. Se duchó, se vistió y preparó el desayuno. Hasta aquí todo era como siempre, tranquilo y como a Kyoya le gustaba. Luego, se fue al baño para, ya se sabe, los asuntos de siempre. Solo que cuando abrió la tapa del inodoro, se detuvo en el proceso y se frotó los ojos con incredulidad.
Allí, pegado con cinta adhesiva en la parte superior, había un muñeco de nieve feliz y sonriente que lo saludaba. Lentamente, Kyoya cerró la tapa y salió de la habitación. Después de unos minutos de darle vueltas, lo único que pudo pensar fue "¿Qué cojones?"
Y Kyoya nunca maldecía.
Decidiendo ignorar lo que fuera que acababa de presenciar, el desconcertado hombre salió de la casa a toda prisa.
Después de cinco horas de morder a los rebeldes herbívoros hasta la muerte, Hibari se había olvidado del inquietante muñeco de nieve. Una vez que entró a su casa, no escuchó ningún saludo, por lo que asumió que su omnívoro estaba trabajando. Era viernes, así que Reborn debía estar trabajando con él a más no poder. Sin pensar mucho en eso, Kyoya estaba listo para tomar una siesta.
Se acomodó cómodamente en el sofá, cerrando los ojos cuando,
"Hibari, Hibari"
Hibird aterrizó en su pecho. Con una sonrisa de satisfacción, Hibari alzó su dedo índice para acariciar a su pájaro amarillo. Solo que su dedo se encontró con algo que definitivamente no eran plumas. Abrió los ojos con cautela y lo primero que notó fue un sombrero rojo – un sombrero de Navidad – que llevaba la bola de plumas amarillas. Los ojos de Kyoya se entrecerraron. Hibird cantó alegremente el himno de la escuela.
El sombrero fue quitado rápidamente y Hibird continuó su vuelo. Kyoya dejó que sus ojos siguieran al pájaro, preguntándose un poco qué estaba pasando. Sin embargo, tenía sus sospechas.
Sus agudos oídos captaron un suave bufido que conocía bien. Kyoya no sabía qué esperar, pero cuando volvió los ojos a su arma de caja, un erizo llamado Roll, respiró hondo. El animal morado lo estaba mirando con un pequeño rubor y un sombrero de Navidad y la decoración de un árbol de Navidad colgando de sus pinchos. Con un profundo gruñido, Kyoya quitó todos los feos adornos de su mascota y luego acarició al pequeño también.
Tsunayoshi tenía una bonita sonrisa, Kyoya nunca había visto lo astuto que podía ser. Pero esto. Sabía que Kyoya sentía debilidad por los animales pequeños (contaba a Tsunayoshi como uno también, aunque se parecía más a un león hoy en día) y usaba ese hecho para su propio beneficio. Debería haberse sentido irritado ya que Tsunayoshi estaba intentando engañarlo. Incluso había usado a sus mascotas, intentando hacerlas lucir lindas (realmente eran lindas). Pero, en lugar se sentir su habitual destello de molestia e ira, Hibari sintió una sonrisa en su rostro. Estaba emocionado y se sentía orgulloso de su novio. No pudo evitar esperar a ver que más vendría.
Cerrando los ojos una vez más, Kyoya se quedó dormido y cuando despertó, Tsunayoshi estaba de vuelta. No tenía ganas de trabajar, lo cual era raro, así que, por supuesto, no fue a su oficina. En su lugar, decidió seguir todos los movimientos del castaño con una sonrisa maliciosa y se reía un poco cada vez que veía al hombre más pequeño temblar de miedo. También seguía encontrando cosas navideñas al azar en la casa, en lugares que no podía prever (por ejemplo, sus zapatos, debajo del mando de la televisión, el congelador y el techo, sobre su zona de la cama). No comentó nada de eso y vio que molestaba a Tsunayoshi.
Si el Cielo quería guerra con él, eso es lo que conseguiría. No atacaría, pero haría el mayor de sus esfuerzos por su amado.
Eso es lo que hacías por aquellos a quienes amabas, ¿verdad?
