Volumen 1 - La caída del Mugen Tenshin
Capitulo 3 - El llamado del abismo
Acto 2
El sol comenzaba a ocultarse sobre la aldea de los Hayabusa, arrojando tonalidades cálidas sobre la villa y la luz durada que se filtraba en los antiguos cerezos. Las flores y los árboles junto al templo reflejaban sombras que acompañaban las melodías de sus hojas revoloteando cerca a los adornados aposentos. Las miradas furtivas de los habitantes se detenían y entre susurros retomaban la normalidad de sus deberes. El motivo de la visita de los hermanos permanecía oculto tras los jefes de la aldea, sin embargo... para los que allí residían, era evidente el motivo del arribo de los maestros en busca de información de la fugitiva. Los rumores se sumaron a decenas de historias fantásticas que corrían por toda la villa.
Ryu, después de su encuentro con los hermanos, se encaminó con Genjiro nuevamente hacia el templo, donde la atmósfera tranquila de la aldea se veía opacada por las miradas de angustia.
Omitsu de manera inquieta, movía sus manos con temblores apenas perceptibles, tratando de desviar la atención de lo que logró escuchar durante la conversación. Ajustaba los pliegues de su kimono con torpeza y con gestos bruscos mientras intentaba asimilar la información que había llegado a sus oídos. La inquietud se reflejaba en sus ojos, centelleando con una mezcla de preocupación y ansiedad.
Mientras tanto, Momiji, con sus ojos ambarinos, permanecía en silencio arrodillada en el tatami del templo. Su mirada perdida en el horizonte parecía sumergirse en los recuerdos oscuros de aquel demonio que la había capturado años atrás. Revivía en su mente la horripilante forma de la criatura y del cómo fue llevada a las profundidades infernales de la que por un momento había sido testigo.
Joe, con los ojos cerrados, estaba sumido en sus propios pensamientos. Recordaba los incidentes que no había podido detener años atrás. Su corazón temeroso traía consigo los recuerdos del incidente del acero negro y la dolorosa pérdida de Kureha.
Las cicatrices en su cuerpo actuaban como portales hacia el pasado, transportándolo nuevamente al incendio del castillo y su enfrentamiento contra los miembros de la araña negra. Las expresiones de los presentes giraron en sincronía al ver a Ryu regresar al templo. A su lado, Genjiro buscaba furtivamente la presencia de Kasumi, cuya figura se delineaba en los cálidos colores del rincón donde descansaba resaltando sus blancos ropajes de descanso en el templo. Un pequeño suspiro de tranquilidad escapó de sus labios al encontrarla y, en un gesto respetuoso, hizo una reverencia a los demás presentes, una cortesía que solo fue contestada por Kasumi con un gesto de cabeza.
La voz de Joe reverberó en la estancia, atrayendo las miradas de todos los presentes. Su tono, entremezclando angustia y severidad, resonó en dirección a Ryu: — Ryu... esta tarea será diferente ¿Estas preparado?, eres el que más conoce sobre los demonios y sus abominaciones —.
Las miradas se mantuvieron un momento, como si Ryu, titubeara la respuesta. Era evidente que recordaba las experiencias angustiantes de su pasado. Sin embargo, recordaba a sus amigos del Mugen Tenshin, observaba a Kasumi y a los miembros de su clan. En lo más profundo de su ser, sabía que estaría dispuesto a enfrentar los horrores una vez más, si eso significaba proteger a aquellos a quienes amaba de las criaturas de pesadilla. Así, retomando el aliento, con su espíritu lleno de coraje, contesto: — Estoy listo, sin embargo, padre... no estas en forma de acompañarme esta vez. Tomare esta misión por mi cuenta, nadie en la aldea está preparado para enfrentar esta amenaza —.
La mirada de Joe se desvió por un momento. Sus ojos y su ser, a pesar de su imponente figura, escondían heridas profundas, tanto en su alma como en su cuerpo. Sus ojos habían enfrentado el fuego del ataque de la araña negra, y su miopía, en muchas ocasiones, complicaba el éxito de las misiones. A pesar de ello, recuperó la compostura e irguió su figura majestuosa. Fijando una mirada determinada a su hijo, le respondió: — No, no permitiré que el ultimo descendiente del linaje del dragón se aventure al caos solo nuevamente, ¿Qué pasara con el linaje si mueres? ¿Qué pasara con la misión si fracasas? ¿Qué será de mi si te pierdo? —.
Acercándose dos pasos al frente y alzando la voz en desacuerdo, desafiando con la mirada a su padre e insistió con arrogancia en su decisión: — ¡Iré solo! Si vas conmigo, solo conseguirás que te maten. Si realmente quieres ayudarme, hazlo defendiendo la aldea. Piénsalo, si destrozaron la villa del Mugen Tenshin ¿Quién impedirá que destrocen nuestro hogar también? —.
El rostro de Joe enrojecido por la furia se disponía a lanzar una bofetada a su hijo. Sin embargo, la voz de Momiji interrumpió la conversación: — Maestro Joe... Maestro Ryu... Ya es suficiente, acompañare a Ryu... —. Sus pupilas vibrantes reflejaban en su semblante el poco deseo de ir, pero el valor de sus palabras sorprendió a todos en la estancia.
Kasumi, levantándose del tatami se acercó con dificultad a donde Momiji permanecía sentada. Su voz se sumó a la decisión de su amiga diciendo: — Yo también iré, no puedo dejar que el único hijo de nuestros aliados muera en soledad en tierras desconocidas —. Cojeando con dificultad, y dando un largo suspiro, continuo: — Además, es mi deber proteger a mis hermanos y vengar el ataque a mi antiguo hogar —.
La mirada implacable de Ryu se posó sobre las jóvenes, sus gestos iracundos y su penetrante mirada las acuso con reproche. Sus puños se entrecerraron y contesto con violencia: — ¡No sean estúpidas! ¡Una sacerdotisa doncella y una fugitiva errante no tienen oportunidad contra los demonios y sus criaturas! —. Golpeando el suelo con un puñetazo, agrego: — ¡Momiji!, aún debes recordar aquel maldito demonio de la creación que te mantuvo cautiva. Y tú, Kasumi, tu hermana menor Ayane fue testigo de los seres malditos que asolaron Vigoor hace varios años. ¡Deberías saber que las pesadillas de aquellos tiempos aún la persiguen! Iré solo, no puedo permitir cargas en mi trabajo —.
Girando la espalda, observo el exterior del templo, apretaba los dientes en frustración por cada palabra dicha. En su solitaria vida, aquellos que siempre estaban a su lado significaban todo para su existencia y la determinación de ser el guerrero más fuerte era una frágil mascara que había construido con el tiempo para protegerlos a todos.
Tras él, escucho el caminar frágil de dos personas, reforzando su mirada volvió las espaldas nuevamente, encontrando las dos manos de las jóvenes que abofetearon su rostro. Su mirada fría ahora reflejaba incredulidad y tristeza al ver los rostros de aquellos a quienes había ofendido.
Momiji tenía los ojos llorosos a punto de derramar lágrimas, sus ojos ambarinos lo miraban con repulsión y decepción, por otro lado, la mirada de Kasumi terminó por quebrar su alma; sus mejillas enrojecidas se inflaron como si intentara contener todo lo que tenía que decir, y sus ojos desbordaban en lágrimas que descendían suavemente por sus mejillas. Observándola a los ojos, no tuvo más remedio que esperar otra bofetada por parte de Kasumi, que al momento de descargar su furor le respondió: — ¡Eres un estúpido Hayabusa!, a pesar de que me preocupo por ti, insistes en lanzarte hacia la muerte. ¡Adelante! Estoy segura de que al venerable Joe y a Hayate les complacerá visitar tu tumba todos los días —.
Tras sus palabras, sus puños golpearon torpemente el pecho de Ryu, y después de liberar su ira, lanzó otra bofetada a su rostro. Entre las lágrimas, inclinó la cabeza, ocultando su desilusión. Ryu, tratando de calmarla, la abrazó y la atrajo hacia su pecho y le ofreció un pequeño alivio acariciando con ternura sus cabellos. Mientras observaba nuevamente a Momiji, notaba cómo sus ojos lo miraban con recelo mientras ambas desbordaban en lágrimas contenidas.
Las miradas de decepción de sus amigas, la desaprobación de su padre y las miradas severas de Genjiro y Omitsu resonaban en lo más profundo de su ser. Respiro hondo intentando encontrar las palabras adecuadas mientras deslizaba su pulgar por la mejilla de Kasumi para recoger sus lágrimas, seguidamente hizo una reverencia agachando su cabeza en el recinto. Pronunciando palabras frías, esforzándose por contener sus sentimientos: — Lo siento mucho, padre, Kasumi, Momiji... Los demonios son... No quiero que ninguno de ustedes llegue a estar en peligro. No sé si seré capaz de protegerlos, esas malditas criaturas no tienen piedad, sus almas no pueden convivir con este mundo —.
La figura imponente de Joe instó a Ryu a apartar a Kasumi y a postrarse ante él. Aun irritado por la obstinación de su hijo, Joe lo confrontó con un severo reproche: — Ryu, la aldea Hayabusa cuenta con excelentes miembros. El Mugen Tenshin que te entrenó tiene guerreros implacables que han compartido tus victorias. Tu estupidez y arrogancia eclipsan las capacidades y la confianza de tus colegas. ¡Sigues siendo un niño engreído que duda de las habilidades de sus semejantes! Momiji ha sido tu discípula durante años y ha enfrentado misiones espantosas en nombre de los Hayabusa y Kasumi, ha enfrentado los peligros de los asesinos y los bosques por años, ten más respeto por ellas —.
Apretando los dientes, Ryu miraba fijamente al suelo de la estancia. Las palabras parecían atrapadas en su garganta, y sus pensamientos se convertían un torbellino de contradicciones y sentimientos sin resolver.
Genjiro, con sus ojos perspicaces, observaba con cautela la situación. Sus años de experiencia entrenando el linaje del dragón y a los miembros de la aldea de los Hayabusa le proporcionaban una visión única. Al darse cuenta de que la situación no avanzaría y que la obstinación de Ryu lo alejaría de sus seres queridos, habló en voz alta: — Los miembros de la aldea, sabemos de primera mano cómo son los demonios. Sin embargo, Ryu, el alcance de esta misión está mucho más allá de tus capacidades —. Con los brazos tras su espalda, se interpuso en medio, y sin apartar la mirada de su pupilo continuo: — Si llegase a despertar la serpiente y sus criaturas, no solo fracasaras en tu misión, condenaras al Mugen Tenshin, condenaras a nuestra aldea y condenaras a todas las almas inocentes en el imperio de Vigoor. Proteger el futuro y la tranquilidad es algo que te hemos enseñado desde tu infancia en la aldea, ¿No es lo mismo que te enseñaron en el Mugen Tenshin? —.
La voz de Genjiro termino por golpear su alma decaída, no podía perdonarse el haber ofendido a su padre y sus amigas. Ahogado en frustración sin encontrar palabra alguna, su rostro fue levantado por Momiji, que deslizando dulcemente sus manos lo obligo a poner la frente en alto:
— Maestro Ryu, está bien... Iremos con tigo y cuando todo acabe volveremos juntos a reír en este lugar. Confía en nosotras, confía en mí. No dejare que fracase nuestra misión —.
Por detrás, Kasumi lo abrazo intentando recomponer su quebrantado espíritu. Sus cálidas manos apretaban con fuerza su abdomen mientras que la joven reprimía su llanto:
— ¿Recuerdas tu promesa?, La promesa que le hiciste a mi hermano de protegerme. Si fallamos ahora seguramente moriré y no serás más que un miserable mentiroso —.
Genjiro, observando el revolotear de caricias y regaños que iban y venían de ambas jóvenes incomodado a su pupilo tras insinuaciones y jugueteos, sonrío levemente. Observo a Omitsu y a Joe que intentaban contener las risas frente a la adorable reconciliación y emitió su dictamen: — Siendo así... Joven Ryu. Partirán en la madrugada a Tairon. Tu padre y yo protegeremos con nuestra vida la aldea. Contactare en su viaje con mi viejo amigo Muramassa para que les consiga un lugar de hospedaje en la ciudad —.
Tras un intento de pensar en una nueva respuesta. Ryu, observo la mirada estricta de su padre y con una inclinación de cabeza resignada lo obligo a contestar irremediablemente: — Así será maestro. Perdóname padre, perdóname Omitsu, perdóname maestro, perdón chicas —.
La noche descendió suavemente sobre la aldea Hayabusa, llevando consigo un alivio acomedido después de un día abrasador. La media luna se alzó con una luz tenue, bañando los antiguos cerezos y lanzando sombras suaves en las veredas de madera.
Una brisa ligera, tibia y tranquila, recorría los terrenos del templo, llevando consigo el perfume de las flores nocturnas que despertaban en la frescura del crepúsculo. El aire llevaba la esencia sutil de jazmines y lirios, intercalada con la nota suave de las hojas agitadas por la brisa de verano.
Los sonidos de la noche se entrelazaban con la melodía de grillos y cigarras, creando una sinfonía nocturna que envolvía la aldea. El zumbido lejano de insectos nocturnos se sumaba a él croar de las ranas, complementando los suaves murmullos de la naturaleza en reposo.
En los alrededores, la fauna nocturna emergía con cautela. El suave aleteo de murciélagos se unía al crujido ocasional de ramas bajo las patas de pequeños animales que exploraban el entorno.
En la aldea, la vida persistía de manera tranquila y armoniosa. Los niños correteaban en juego, sus risas resonaban en el aire mientras disfrutaban de las últimas horas del día. El aroma tentador de comidas caseras se mezclaba en el aire que emanaban de las cocinas de las casas cercanas. Esencias de hierbas frescas, arroz cocido y especias suaves tejían un tapiz olfativo que enamoraba a sus huéspedes.
Los habitantes de la aldea, en sus quehaceres nocturnos, intercambiaban saludos suaves y conversaciones distantes. Las luces de las lámparas de papel parpadeaban en la oscuridad, marcando el ritmo apacible de una noche que prometía serenidad y descanso.
Ryu, ensimismado en la tranquilidad del templo, se dejó llevar por la suave brisa nocturna que se filtraba a través de las persianas de papel. La penumbra lo envolvía mientras sus pensamientos vagaban por los oscuros recovecos de su memoria, transportándolo a momentos de enfrentamientos con aquellos horribles demonios que dejaron cicatrices en su alma durante la tiranía de Vigoor.
Mientras Ryu se perdía en sus recuerdos, en una habitación contigua del templo, Momiji y Kasumi compartían risas y jugarretas entre charlas. El sonido de sus risas llenaba la estancia, como pequeñas melodías que rompían la quietud en el recinto. Allí, las fragancias frescas de las flores se mezclaban con el suave aroma de los papeles de arroz que decoraban la habitación acompañando la presencia de las jóvenes que intercambiaban historias y murmullos imperceptibles.
En esa habitación del templo, exploraban grandes roperos y cofres llenos de prendas y objetos de moda. El suave crujir de la madera al abrirse y cerrarse acompañaba sus risas y sorpresas. Entre burlas cómplices, desempacaban ropas informales, sacos, pantalones y bufandas, compartiendo historias y anécdotas mientras se probaban las vestimentas ante un espejo.
Los ojos de ambas brillaban con regocijo al probarse los atuendos y conjuntos. Estos habían sido comprados por Momiji y Omitsu en anteriores visitas a la capital. Sin embargo, muchos permanecían guardados en los aposentos del templo, pues la mayor parte de las veces no tenían tiempo para lucirlos en la aldea. El suave roce de las telas, la risa juguetona de las amigas y el tintineo de las joyas creaban una sinfonía de sonidos armoniosos.
Las risas se intensificaron, y la luz tenue de una lámpara de papel proyectaba sus sombras en las paredes. Sus reflejos en la estancia llegaban a los ojos de Ryu, encapsulando en su memoria las risas y jugueteos de sus compañeras y amigas.
Kasumi, entre risas, se probó una bufanda imitando la imagen de un ninja, y se puso una pinza para el cabello sobre su frente copiando la imagen de Ryu. Mientras Momiji, con gestos dramáticos, imitaba el movimiento de un vestido moviendo un par de telas caminaba con gracia tratando de imitar a una princesa, provocando carcajadas compartidas.
En la habitación contigua, Ryu, Alistando sus pertenencias se alejaba de sus recuerdos al escuchar las burlas frenéticas. En su ropera, su negro traje de combate y la espada del dragón destilaban un pequeño brillo mientras eran iluminados por la tenue luz de la luna. Tomando sus pertenencias el eco de antiguas batallas se entremezclaba con la felicidad que lo rodeaba y tras un leve suspiro, envolvió su equipo y su mirada se perdió observando por la ventana al horizonte. El aire fresco, y el perfume de su hogar renovaban su valor mientras esbozaba una tenue oración a su difunta amiga Kureha: — No permitas que nadie caiga esta vez. Haré lo posible por protegerlas, pero... cuídalas, te lo ruego... Kureha —.
Al amanecer en la salida de la aldea, los habitantes los despedían en las puertas, su padre acompañado de Genjiro ofrecían un apretón de brazos a Ryu mientras que Omitsu lloraba desconsolada despidiéndose con fuerza de su amiga Momiji.
Tomando en sus espaldas a Kasumi, Ryu, hizo un movimiento de cabeza a los allí presentes indicando su despedida, entrecruzando los ojos con su padre asintieron a la vez marcando la autorización de su viaje.
Sus sombras se adentraron en el bosque dejando a lo lejos la aldea, y saltando con gracia sobre los árboles sus figuras se dibujaban como sombras deslizándose a toda prisa con rumbo a la capital para tomar su vuelo.
