Especial de otros personajes
Sango
Me quedé en silencio, observando tanto a Koga como a Miroku, quienes compartían serias miradas, lo que me dejaba en claro que había algo mucho más profundo de lo que yo no estaba enterada.
- Bien. - pronuncié al fin. - Es evidente que aquí hay más de un Secreto. - pasé mis ojos por todos los presentes. - ¿Quién será el primero en hablar?
Noté como Ayame y Miroku intercambiaban unas miradas bastante curiosas, por lo que me dirigí directamente hacía él.
- ¿Quiere ser el primero en hablar? - me crucé de brazos.
Él sonrió y fijó sus ojos en mi amiga.
- Lo lamento, pero tendrá que ser cien por ciento honesta para que todo se entienda señorita y usted sabe a lo que me refiero. - ella desvió su mirada, mostrando una actitud dubitativa. - ¿O prefiere que yo lo haga?
- Miroku. - Koga intervino. - ¿Estas seguro de lo que piensas hacer? Es muy arriesgado que lo digas.
- ¡Oigan, ya! - grité. - ¡Soy la única que no esta comprendiendo nada de lo que sucede!
- No es tan simple, Sango. - Miroku me respondió con total tranquilidad. - Si quieres saber la verdad debes estar dispuesta a escuchar la verdad.
- Ya dije que los escucho. - estaba intranquila, no podía negarlo, sin embargo peor era seguir sin saber lo que sucedía.
- Bien. Koga, ¿te molestaría ir por un café o té? - pasó sus ojos por las dos. - ¿Alguna petición especial?
- No, gracias. - respondí por las dos, sin embargo lo que si llamó mi atención fue la manera en la que Koga obedeció sin quejarse o protestar, ¿Por qué?.
Él se adentró en la cocina y Miroku nos invitó a sentarnos al sofá mientras él se mantenía caminando de un lado al otro, quizás pensando la manera más adecuada de decir las cosas.
- Sango, ¿alguna vez has escuchado historias de demonios?.
- ¿Demonios? - arqueé mis cejas, ya que me esperaba cualquier cosa menos esa pregunta tan absurda.
- Si, ya sabes... esos seres malvados que atacaban a los aldeanos y causaban todo tipo de destrozos.
- Bueno, si he oído de ellos pero son sólo leyendas. De hecho, estoy segura que jamás existieron.
- ¿Estas segura? - una pícara sonrisa se formó en sus labios mientras sus ojos se posaban en Ayame.
Yo también la miré y noté como sus ojos viajaron a sus manos, las cuales jugaban nerviosamente sobre su regazo. Al mismo tiempo Koga, quien había salido de la cocina con la bandeja en sus manos, se quedaba observándolo fijamente.
- Bueno, ya que son tímidos. - elevó sus manos y lo que sucedió me dejó sin palabras.
De sus dedos comenzaron a emerger lo que parecían ser garras, al mismo tiempo tiempo en que sus ojos se volvían completamente rojos y aquella sonrisa ahora estaba adornada por dos colmillos que resplandecían. Miró a Koga y asintió. Él suspiró y dejó la bandeja sobre su mesa. Nuestras miradas se encontraron y el mismo proceso se repitió.
- Nosotros somos demonios, Sango. - pronunció Miroku.
Me quedé en completo silencio mientras intentaba procesar lo que acaba de decirme. ¿Cómo era esto posible? Se suponía que estas cosas sólo eran meras fantasías pero no podía negar lo que mis ojos estaban viendo. Ni si quiera podía creer que se tratara de un disfraz, ya que no tenía sentido. Inmediatamente mis ojos se fijaron en Ayame, esperando a que a ella le sucediera lo mismo que a ellos.
- Lo siento, Sango. - por fin me miró. - Pero yo soy una hanyo, no puedo hacer lo mismo.
- ¿Una hanyo? - fue lo único que logré pronunciar.
Ayame
No tenía idea de lo que pasaba por la mente de Sango en este momento, sin embargo estaba segura de que estaba completamente sorprendida y, quizás, cuestionándose si todo lo que estaba viendo o escuchando era real.
- Yo... bueno... - desvié mis ojos. - Esto es demasiado complicado de explicar.
- Pues, te escucho. - su tono neutro asustaba un poco realmente.
Comencé a relatar todo lo sucedido, lo mismo que le había dicho a Koga, desde aquel encuentro con Magatsuhi en el que se llevó a mi madre hasta las charlas con mi padre en la que organizábamosla manera de cumplir con sus órdenes.
- ¿Magatsuhi nunca dijo cuál era su objetivo? - preguntó Miroku, quién ya había regresado a su forma normal.
- No. - fui sincera. - Sólo me pidió que las llevara hasta el hospital... supongo que desea tenerlas cerca pero... no se cuál es la finalidad.
- Ósea que somos victimas de un demonio del que no tenemos idea y encima ni siquiera sabemos porqué o para que nos quiere. - respondió con ironía. - Y dime, Ayame, ¿jamás se te cruzó el decirnos la verdad? ¿Acaso no sentiste nada al exponernos a un peligro como este?
- Lo siento, Sango. - murmuré, tratando de contener mi llanto. - Yo no sabía que hacer, además... es la vida de mi madre la que está en juego. Yo... ni siquiera se donde está.
Su expresión se suavizó un poco al escucharme hablar sobre mi madre.
- Bien, supongo que lo hecho, hecho está. - ahora sus ojos viajaron a Koga. - ¿Qué hay de ti? ¿Kagome sabe que eres un demonio?. - Koga desvió su mirada al mismo tiempo en el que fruncía el entrecejo. - Supongo que eso es un no.
- ¿Aún no resolviste el asunto con esa mujer? - el tono de Miroku fue bastante serio. - Creí haber sido claro cuando te dije que debías arreglar esto rápido, sobre todo si quieres seguir trabajando en esto.
- ¿Qué dijiste? - yo estaba igual de sorprendida que Sango. - ¿De que trabajo estas hablando? Koga... no me digas que tú también trabajas para él.
- Si, lo hago y ese no es tu asunto. - respondió a la defensiva.
- ¡Quizás no sea el mío pero si debería ser el de Kagome! - se puso de pie, visiblemente molesta. - ¡Eres un maldito bastardo!
- Sango, sólo es un trabajo.
- ¡Un trabajo del que ella debería estar enterada y decidir si quiere estar contigo o no!
- ¡Lo que suceda entre Kagome y yo no es de tu incumbencia!
- ¡Es MI amiga, por lo tanto lo es!
- Ya cálmense los dos. - intervino Miroku. - Koga, debes resolver este asunto cuanto antes o...
- O yo se lo diré.
- Maldita. - gruñó. - No te atr...
- Oh si, por supuesto que me atrevo y no tengas dudas de que puedo golpearte en este instante si pretendes amenazarme. - elevó su dedo.
Y yo no tenía dudas de que estaba diciendo la verdad, después de todo Sango era una mujer de carácter y una gran fuerza.
Sango
Para esas alturas mi sangre hervía y poco me importaba el hecho de haberlo visto con esa apariencia demoníaca momentos atrás.
Es casi como si no me interesara que estuviese hablando con seres que no son humanos, porque ante mis ojos se ven normales, sobre todo Ayame, a quien conozco desde años.
- ¿Hay algún Secreto más que alguien quiera revelar? Digo, ya que en menos de tres días me he enterado no sólo que existen los demonios, si no que una de mis amigas es uno de ellos...
- Hanyo, soy una hanyo.
- Lo que seas. - bufé. - Y, como si eso no fuera suficiente, estoy en la mira de otro demonio del que no tenía conocimiento hasta esta maldita fiesta.
- Lo se, Sango. - en ese momento Miroku tomó mi mano, provocando que mi enojo se calmara, más no mis nervios. - Se que esto es demasiado y muy complejo de digerir, sobre todo si te enteras de todo junto, tal y como lo has hecho. - miró la mesa en la que descansaba las bebidas. - ¿Por qué no intentas relajarte y tomar un té?
Sin responderle me solté sutilmente de su agarre y tomé una de las tazas al mismo tiempo en que Koga le extendió la otra a Ayame. Me senté a su lado y me quedé contemplando la nada misma mientras mi mente se llenaba de pensamientos, pensamientos que luchaban por ver cuál se apoderaría por completo de mi atención.
- Entonces... ¿Cómo hacen para verse de la misma forma que nosotros?
Los tres compartieron una mirada y, mientras Koga y Ayame bebían de sus tazas, nuevamente Miroku fue el encargado de responderme.
- Nuestro tiempo pasa mucho más lento que el de ustedes... por supuesto que envejecemos, pero posiblemente tú ni siquiera existas para cuando algún cambio físico comience a notarse en mi.
- Bien. - miré a Ayame. - ¿A ti también te pasa lo mismo?
- Si, sólo que... mi tiempo pasa más lento que el de un humano pero... más rápido que el de un demonio.
- De acuerdo, eso significa que serás la única presente en todos nuestros funerales. - fui irónica, bebiendo otro sorbo de té. - Y... ¿Cómo hacen? Digo, ¿se reconocen entre ustedes?.
- Por supuesto que lo hacemos. - sonrió Miroku. - Cada uno de nosotros poseemos un aroma particular y los demonios poseemos un olfato muy desarrollado, por lo que podemos percibir los olores a grandes distancias.
- Bien, lo tendré en cuenta para ducharme más seguido.
Él sonrió, quizás tratando de ocultar una risa más profunda, sin embargo estaba segura de que sabía que esta era mi manera de lidiar y procesar toda la información que me estaba sofocando.
Midoriko
- Buenos días. - me sonrió Urasue, abriéndome la puerta.
- Buenos días. - le devolví la sonrisa.
Ingresé y me senté en el sofá mientras ella se sentaba al frente de mi.
- Que bueno que viniste. - suspiró. - Tengo mucho que decirte.
- Lo mismo digo. - respondí con seriedad. - ¿Quieres comenzar?
- Inuyasha Taisho estuvo aquí. - arqueé mi ceja, pero no en señal de sorpresa. - Y... en este momento se encuentra con Kahori.
- ¿Y por qué permitiste que se marchara con él?
- Porque ella lo ama, Midoriko... puedo verlo en su alma. Quizás sus recuerdos aún estén encerrados en su mente, pero su alma no conoce de estas cosas.
- Urasue, tú sabes que Kahori tiene que mantenerse lo más lejos posible de cualquier persona o cosa que la conecte con aquella época.
- Quizás no puedes cambiar el destino...
- Su destino está atravesado por la muerte, al igual que el mío. - escupí con amargura esas últimas palabras. - Mucho más ahora que Magatsuhi anda al acecho.
- Supongo que eso lo supiste en la fiesta.
- Más bien lo confirmé. Estoy segura de que él posee La Perla de Shikon y está buscando la manera de reactivarla.
- Pero... para eso es necesaria...
- Si, la sangre de la persona que está destinada a ser la última en poseerla.
- Kahori. - murmuró.
- No estoy segura. - me miró incrédula. - Magatsuhi estaba en esa fiesta y él sabía que Hitomiko, Kahori y yo estábamos ahí, éramos un blanco fácil para él.
- Ese no es estúpido, Midoriko. - frunció el entrecejo. - Jamás va a atacarlas en un lugar como ese.
- Quizás creas que estoy loca, Urasue, pero estoy segura de que sus ojos están enfocados en otro sitio... tal vez en alguien más.
- ¿Tienes alguna otra información?
- Si la tuviera te la estaría dando, ¿no crees?.
En ese momento, Kahori ingresó con una sonrisa en su rostro y sus mejillas sonrojadas.
- Tía Midoriko. - pronunció al verme.
- Hermosa. - le sonreí. - ¿Cómo estás? - me puse de pie y la abracé.
- Muy bien, muchas gracias, ¿Y usted?
- Todo en orden, cariño. - coloqué un mechón de su cabello detrás de su oreja. - ¿De donde vienes? ¿De una cita quizás?
- Tía... - me soltó, sonrojada. - No es nadie, sólo almorcé con un conocido.
- ¿Desde cuando un conocido tiene este efecto? - señalé el rosado de sus mejillas.
- De verdad no es nadie. - respondió con demasiada tranquilidad. - Madre, ¿mi hermana está en casa?.
- Está en su habitación.
- Oh, con que a Hitomiko si le contarás todo, ¿verdad?
Me regaló una pequeña carcajada y desapareció por el pasillo que llevaba directo a las habitaciones. Mis mirada se fijó en la de Urasue y mi sonrisa se esfumó.
- Si tu objetivo es que viva esta falsa vida bajo el nombre de Himari, no la lances a los brazos de su pasado. - entrecerré mis ojos. - De lo contrario me veré en la obligación de regresarle la memoria y ayudarle a que esté lista para luchar. - hice una pausa. - Al menos que esta vez tenga la posibilidad de poder pelear por su vida.
Y sin esperar respuestas, me marché de su casa.
Quizás crea que no puedo notar su presencia, pero la realidad es que su aura demoníaca sería perceptible hasta para un simple humano.
Pensé, mirando por sobre mi hombro al joven de aquella larga trenza, el cuál había dedicado su día a seguirme.
