Desde la fiesta en "Villa Súper" la relación de Sanji con los demás mejoró, las burlas que antes iban todas dirigidas solamente hacia Zoro ahora las repartía también entre los demás, no se salvaba ni uno. Por mucho que le gustase y admirase al músico también le metía caña. Los chicos estaban encantados con el trato y por supuesto no se quedaban callados, a veces soltaban tales burradas en el grupo de Guassap que Nami como administradora les echaba del grupo para que aprendiesen la lección.
Con las chicas se hizo todavía más descarado en soltarles piropos, Nami ponía ojos en blanco, Robin y Kaya reían y daban las gracias para poner celosos a sus maridos sabiendo todos de sobra que los halagos eran genuinos sin intención real de seducirlas (o eso querían pensar).
A quien más mimaba era a Kaya, le faltaba poco para dar a luz y estaba bastante nerviosa. Usopp trabajaba en ciber-seguridad en una gran empresa, su horario era bastante estable pero no volvía hasta mitad de tarde por lo que la madre de Ussop iba a ayudarla con las tareas de la casa para que su nuera descansase. Sanji apareció alguna vez con comida para que no tuviese que preocuparse por comidas ni cenas. Era una gran ayuda.
Zoro por su parte se alegraba mucho de que Sanji ya se considerase un Mugiwara más, aunque antes se llevase bien con ellos, al haberles confiado ese secreto había hecho que estuviesen más unidos y no andase con pies de plomo, de hecho, incluso a veces bromeaba con el tema para que viesen que no pasaba nada. El policía no estaba muy convencido de que eso fuese buena idea, pero si Sanji prefería hacerlo de esa manera, él no era quien para decir nada. Solo se quejaba en su fuero interno de que ahora lo veía menos por tener que repartir su escaso tiempo libre con los demás. Sin embargo, de alguna manera, los lunes ya fuese por la tarde o por la mañana eran solo para ellos.
— De hoy no te libras de ver Forrest Gump, es un clásico y es genial. — le lanzó el DVD nada más abrir la puerta.
— Si es aburrida me dormiré y ya está.
— ¡No te atrevas a hacer eso! Te pisaré los pies con tanta fuerza que los destruiré.
— Desde que apareciste por aquí ha sido la primera vez que he visto a mi vecino de abajo solo para cagarse en mis muertos por tu culpa. — gruñó Zoro mientras dejaba que Sanji deambulase por la cocina a su antojo.
— Tiene ochenta años, está aburrido y necesita quejarse. Solo hago su vida más interesante y salga de casa para joderte.
— ¿Es tu bien social?
— Soy un ciudadano modelo. — se rio y sacó la lengua — Hoy hay hummus con palitos de pepino y zanahoria para picar.
— ¿Por qué me odias tanto?
— No puedes alimentarte a base de palomitas y patatas fritas con cerveza, en serio, no sé cómo tienes ese cuerpo con lo mal que comes.
— Ni siquiera me dejas elegir que comer en el Baratie.
— Comerías siempre pescado y arroz, además, luego siempre te gusta lo que te sirvo. Gruñes por gruñir. — preparó la merienda y la puso en una bandeja para llevarla al comedor.
— Lo aprendí de ti.
— Mientes, ya eras así.
— Yo era un chico dulce e inocente antes de conocerte.
— ¡Esa sí que es buena! — se dejó caer en el sofá y se tapó con la manta que él mismo trajo en una ocasión ya que Zoro no gastaba de eso por ser tan caluroso. Palmeó a su lado para que este se sentase— Ahora a ver la película, más te vale no bufar.
Por supuesto bufó y se ganó el primer pisotón de la tarde.
Zoro no reconocería jamás que le había encantado la película, él era de las de acción y samuráis, pero había algunas de las que traía Sanji que le habían maravillado, menos cuando traía comedias románticas que ahí le daban ganas de pegarse un tiro directamente.
Discutieron por la película de camino en coche al restaurante, a Zoro le cayó mal Jenni, de quien estaba enamorado el protagonista, porque desde su punto de vista era una aprovechada que usó a Forrest hasta el final, por supuesto, Sanji la defendió como el caballero que era. Si algo tenían en común es que su personaje favorito era el teniente Dan.
Ya en el Baratie, Zoro se sentó en su sitio habitual, cerca de la cocina para tener la oportunidad de ver a Sanji trabajar cuando las puertas se abrían y cerraban, daba órdenes y mantenía el control del resto de la plantilla junto a Zeff que de vez en cuando le daba alguna patada, no podía verlas, pero sí escuchar como el rubio se quejaba cada vez que recibía una. Le encantaba verlo trabajar, se notaba lo mucho que le gustaba, lo que disfrutaba cocinar y que todo estuviese perfecto, más de una vez se quedaba esperando a una distancia prudencial para que a los clientes no les resultase incómodo y observaba la reacción de como degustaban y gemían de puro gusto por sus platillos y con gran satisfacción regresaba a la cocina.
La noche estaba bastante tranquila al ser martes, los clientes habituales eran los únicos presentes, era los fines de semana cuando tenían más trabajo al ser cuando la gente se reunía para ver a sus amigos y familiares en restaurantes, asi que Sanji pudo salir él mismo a servir los platos para Zoro, charlaban unos minutos y regresaba a la cocina, por supuesto las bromas de que si había ido a darle un besito al novio no faltaban y Sanji al final se resignó a dejarlo pasar.
— ¡YA VIENE! — gritó el cocinero en la cocina tan alto que todos los clientes miraron hacia las puertas — ¡AY QUE YA VIENE!
— ¡Cálmate, Berenjenita! — gritó Zeff — ¿Quién viene?
— ¡Mery! — respondió como si fuera lo más obvio, salió como un torbellino sin quitarse si quiera el delantal directo a por Zoro — ¡Mery está en camino!
— ¿Quién?
— ¿Cómo no recuerdas el nombre de la hija de Usopp, estúpido verde? — le mostró el móvil tan de cerca que le resultó imposible enfocar la conversación de Guassap que no paraba de deslizarse por estar todos hablando a la vez — ¡Kaya está de parto!
— ¡Oh, joder!
— Mierda, no estoy preparado. ¿Qué hacemos? ¿Llevamos toallas calientes? ¿Hervimos agua?
— ¡Está en el hospital, idiota Rizado! No les hace falta nada de eso, ni tú vas a ser la matrona.
— Ay, yo que sé. Estoy nervioso.
— Ni que fueses a parir tú. – aunque no supo porqué no le parecía muy raro eso.
— Vete con ellos, Usopp estará desmayado seguramente. Te necesitan.
— ¿Y tú qué?
— No puedo irme todavía...
— Ve con él, Berenjenita. — interrumpió Zeff que había estado escuchándolos — Esto está tranquilo, no nos haces falta.
— Pero...
— Ve.
— Gracias, viejo. — sonrió agradecido — Vamos, Marimo. No te quedes ahí plantado como la maldita planta de interior que eres, ¡tenemos que irnos!
Casi se abre la cabeza al levantarse de golpe y tropezar con la pata de la mesa. Salieron de allí y arrancó el coche directo al hospital, todo lo directo que Zoro es capaz de ir, Sanji le gritaba que dejase de dar rodeos estúpidos y por fin llegaron. Preguntaron por la sala de espera de maternidad y corrieron hacia allá donde estaba la madre de Usopp y todos los Mugiwara reunidos a falta de Chopper.
— Hola, ¿cómo va? ¿ha nacido ya? — preguntó apurado el rubio, había dejado atrás al policía por perderse.
— Todavía no, por lo visto va para rato. Le han puesto la epidural, aunque no ha dilatado mucho. — explicó Robin.
— Oh, vaya... — suspiró desilusionado — ¿Y Usopp?
— Está con ella, nervioso, pero lo está haciendo bien.
— Toca esperar, no queda otra. — dijo Nami — Si queréis café que sepáis que está horrible.
Pasaron dos horas más y todo seguía igual, el que peor lo llevaba era Luffy por estar tan aburrido, ya se había comido todas las barritas de chocolate de la máquina y el exceso de azúcar perjudicaba la paciencia del resto que prácticamente le echaron para que fuese a quemar el exceso de energía. Las enfermeras le rehuían porque lo conocían de sobra por ser el novio del jefe de cirugía y sabían que les pediría de jugar o entrar en alguna habitación de algún desconocido para hacer amigos nuevos. Mientras, Sanji se mordisqueaba el labio inferior al no poder fumar allí mientras recorría la pequeña sala de un extremo a otro. Los otros se entretenían con sus dispositivos móviles.
— Vas a desgastar el suelo, Cejillas. — dijo Zoro sentado todo lo cómodamente que se puede estar en una silla de plástico con el culo adormecido por estar ahí tanto rato.
— No puedo quedarme quieto, espero que todo vaya bien...
— Ya nos ha dicho Chopper la última vez que salió a vernos que había dilatado más, no falta mucho.
— Aun así... — se rascó la nuca, nervioso — solo de pensar que algo puede salir mal me pone enfermo.
— Pues deja de pensar.
— Eso es fácil para alguien que tiene algas por cerebro.
Puso los ojos en blanco y se le ocurrió una idea para tratar de calmarlo, se levantó de su asiento y lo tomó del antebrazo para llevarlo hasta la tienda de regalos que había en la entrada del hospital mientras este casi le patea por no querer alejarse tanto por si Mery nacía mientras no estaban.
— Elige uno.
— ¿Un qué? — preguntó con la ceja rizada arqueada.
— Un peluche. Hay que empezar a malcriarla.
— ¡Oh! — se sorprendió para de inmediato sonreír — ¿Lo compramos a medias? Será nuestro primer regalo para nuestra adorable Mery.
— Claro. — sonrió él también, más que nada por la idea de compartir algo junto al rubio.
Ambos se pusieron a mirar por toda la tienda, a Zoro en verdad le daba bastante igual, todos le eran indiferentes (salvo el reno) mientras que Sanji se devanaba los sesos para encontrar el indicado hasta que apareció el que parecía ser el perfecto. El rubio lo tomó entre sus manos como si fuera un tesoro y se lo mostró. Un peluche de un corderito blanco con cuernos marrón claro de aspecto muy tierno y suave.
— Joder, tiene que ser este... – el cocinero le movió la patita a modo de saludo tan jodidamente adorable que a Zoro casi le da un derrame cerebral – "Mery tenía un corderito".
— ¿Cómo la canción? – se repuso del adorable impacto.
— ¡No puede ser de otra manera! Estoy seguro de que lo amará. ¿Te gusta?
— Mucho.
— ¿Seguro? Tiene que gustarnos a los dos.
— Que sí, Rizado. No voy a llorar de lo bonito que es como tú, pero me gusta. – él si que era bonito, joder.
— He visto como mirabas el reno, quizás deberías comprártelo para ti. — se burló.
— Lo haré para metértelo por el culo, con lo raro que eres, puede que hasta te guste.
— Como me conoces, bribón. — le guiñó el ojo azul cielo.
Zoro le arrebató de las manos el peluche y fue a la cajera para pagarlo mientras Sanji le gruñía, de vuelta a la sala de espera, prácticamente se le tiró encima para darle su parte del dinero, logró colocárselo en el bolsillo trasero cuando una enfermera apareció por el pasillo exigiendo silencio por el escándalo que estaban armando. Ya más calmados llegaron con los demás y tras varias horas más, por fin apareció Chopper, entraba a la sala de espera por la puerta del quirófano y todos se levantaron de sus asientos para acorralarlo esperando noticias.
— Es una niña sana y preciosa. — informó con una gran sonrisa — Pesa 3 kilos y 100 gramos y mide 47 centímetros. Kaya también está bien, la están subiendo a su habitación, id al mostrador de la entrada y decidle a la enfermera que vais de mi parte para que os den el número de habitación. Por favor no arméis jaleo, esto normalmente se lo diría solo a Luffy, pero también va por vosotros dos. Las enfermeras se han quejado de que sois unos escandalosos.
Zoro y Sanji asintieron avergonzados y en cuanto Chopper se metió de nuevo al quirófano, el rubio le soltó una patada en la pantorrilla de Zoro por haber sido regañado por supuestamente su culpa.
Tuvieron que esperar otra hora más, hasta que por fin la enfermera los acompañó, aún no era hora de visita, pero como favor a Chopper les dejaron entrar antes. Abrieron la puerta lentamente y se encontraron a Kaya en la cama recostada con la niña envuelta en una mantita y Usopp al lado, ambos con cara de estar agotados y muy felices.
Dejaron que primero entrase la madre de Usopp y tuviera el honor de conocer a su nieta, todos sabían que estaba delicada de salud y no quisieron agobiarla, mientras la sostenía en sus brazos, ellos saludaron a sus amigos.
— ¿Cómo te encuentras, Kaya? — preguntó Robin apartándole un mechón rubio de la frente.
— Estoy agotada y horrible.
— Estás radiante, mi querida Kaya. — corrigió Sanji.
— ¿Tú cómo estás, Usopp? — preguntó Luffy.
— Acojonado y solo llevo unas horas siendo padre. — rio nervioso.
— Shishishi, lo harás genial, ya lo verás. — lo achuchó.
— Dicen que los niños son de goma, si se te cae no pasará nada. — bromeó Zoro dándole un fuerte abrazo.
— No lo digas ni en broma. — sollozó el novato.
— Más te vale cuidar muy bien a tu reina y princesa, sino tendré que matarte y ponerme una nariz larga para fingir ser tú y hacerlo bien.
— Te veo tan capaz que me das miedo. — se dejó abrazar también por el rubio.
— Vas a ser un padrazo, idiota. No tengo duda de ello.
Los demás también felicitaron a los nuevos padres y cuando la abuela por fin se apiadó del resto, ofreció a Robin cogerla, ella no lo dudó y la cogió como si se tratase de lo más delicado de la faz de la tierra. Apartó la mantita y reveló su carita regordeta y morenita, su nariz era completamente chata y sus cabellos muy negros dejando claro que iban a ser rizados por los pequeños bucles que había en la coronilla.
— Madre mía, es preciosa... — dijo Nami.
— Shishishi, es como ver a una mini-Kaya morena, que gracia.
— A mí me recuerda más a Usopp. — discutió Zoro.
— Aww, es tan súper tierna... — lloró el peliazul.
— ¿Tú que dices, Sanji? — preguntó el moreno
— ...Que es la dama más bonita que he visto en mi vida. — susurró el rubio, encandilado por esa recién nacida que acababa de robarle el corazón.
— Por favor, no trates de robármela.
— No prometo nada, Usopp. — dijo sin dejar de mirarla, se atrevió a tomar esa manita que asomaba por la manta y acarició sus dedos con mucho cuidado — Hola, preciosa. Veo que tienes todos tus deditos, a ver deja que me asegure... uno, dos, tres, cuatro y cinco. — sonrió cuando esta bostezó — A ver en la otra... uno, dos, tres, cuatro y... ah, aquí está, cinco. Todos en su sitio.
— Buah, no hagas eso, Sanji-bro. Es demasiado adorable... — gimió Franky amenazando con romper a llorar más fuerte.
— ¿Quién es el bebé aquí? — preguntó entre risas suaves el rubio.
— Le hemos comprado una cosa. — dijo Zoro dándole la bolsa a Usopp.
— Solo lleva aquí un par de horas y ya la estáis mimando... — se rio y sacó de la bolsa el peluche.
— ¿"Mery tenía un corderito"? — preguntó divertida Kaya al verlo.
— Todo un clásico. — rio Sanji.
— Muchas gracias a los dos. — les dio una palmadita en la espalda a ambos.
— Mñe...
— Parece que ya quiere volver con mamá. — dijo la madre de Ussop.
— Sí, deberíamos irnos y dejaros descansar. — devolvió Robin la bebé a los brazos de Kaya.
— Me tenéis para lo que necesitéis. Os prepararé comida para toda la semana y no podéis negármelo, Kaya necesita recuperar fuerzas y tú tienes que cuidar de ellas. — se anticipó Sanji a posibles réplicas.
— Nadie diría que no a tu comida. Aceptamos. — rio Usopp.
— Bien.
— Que vaya bien, familia. Ya nos vais contando. — se despidió Nami.
— Gracias a todos por venir. — dijo Usopp antes de que se fuesen.
El grupo se marchó de la habitación comentando lo bonita que era Mery hasta que en el parking del hospital cada uno se fue por su lado. Sanji se subió al coche de Zoro que se ofreció llevarle a casa, y sin discutir, aceptó aunque ya faltase poco para que el metro se pusiese en marcha, cosa que sorprendió al policía y se mantuvo en silencio durante parte del viaje.
— Estás demasiado callado, Ricitos. ¿Qué pasa?
— Estaba pensando en lo afortunada que va a ser esa niña con unos padres como Usopp y Kaya, se nota que van a desvivirse por ella.
— ¿Te pone melancólico?
— Un poco. — sonrió ligeramente — Kaya me recuerda mucho a mi madre, también era rubia de ojos azules, con gran sonrisa y amable.
— ¿Era? — miró de reojo para no dejar de fijarse en la carretera y el poco tráfico que había.
— Murió cuando tenía diez años. — sacó de su bolsillo de la chaqueta su cartera y la abrió para sacar de uno de los compartimentos una vieja foto bastante estropeada por los bordes y algunas arrugas — Me decían que me parecía mucho a ella.
Zoro aprovechó un semáforo en rojo para tomarla entre sus dedos y mirarla con detenimiento. En la foto salía una hermosa mujer sonriendo ampliamente abrazando a un niño de unos ocho años que también sonreía a falta de un par de dientes, se les veía muy felices.
— Eres igual que ella, tenéis la misma sonrisa y todo.
— Gracias. — la recuperó y la dejó donde estaba.
— ¿Qué le pasó?
— Un accidente, estuvo hospitalizada en coma durante unas semanas. No logró salvarse.
— Lo siento mucho. — puso su mano sobre la de Sanji.
— Fue hace mucho, Marimo. Estoy bien. — respondió con su amable sonrisa — No me gustan demasiado los hospitales, y ver a Kaya ahí, aunque esté radiante con Mery, me pone un poco nervioso.
— ¿Por eso no parabas de dar vueltas en la sala de espera?
— Tiendo a ponerme en lo peor. — sonrió con circunstancia.
El pitido del coche de atrás avisó de que ya podían moverse, a regañadientes, Zoro tuvo que soltar la mano de Sanji para conducir.
— Kaya parece frágil, pero es una mujer fuerte.
— Lo sabes en tus carnes, vaya puñetazo te soltó cuando les conté a estos que era un ex adicto. — soltó una buena carcajada.
— Desde entonces le tengo más respeto a los huevos fritos. — rio el también con fuerza.
— Ey, Musgo. — dijo Sanji centrando su mirada ahora en su amigo — ¿Puedo preguntar si hay una señora Dracule?
— No la hay. Que yo sepa Mihawk nunca se casó, si tiene o tuvo alguna pareja sentimental lo mantiene en secreto.
— ¿Con qué edad te adoptó?
— Mmm... tres o cuatro años. Si lo preguntas por si conocí a mi madre es que no, murió al darme a luz, no recuerdo mucho a mi padre, quien me crió fue mi abuela y al morir ella me quedé solo. Acabé en un orfanato y de ahí a irme con Mihawk.
— Tu tampoco lo tuviste fácil. — bajó la voz acomodándose de lado y apoyar su sien en el reposacabezas.
— No estuvo mal, Rona se dedicó a hacerme la vida imposible en convertirme en su muñeca viviente.
— Jajajaja, por eso estás tan acostumbrado a que te martirice.
— Tengo un imán para la gente molesta con extraño sentido del humor.
— Te haces de querer, Marimo. No es culpa nuestra.
Aquello provocó un extraño sentimiento en el pecho de Zoro que no supo bien que responder a ello, Sanji debió de darse cuenta porque carraspeó la garganta y miró de nuevo hacia la carretera.
— ¿Estás unido a tu hermana?
— Me llama todas las semanas, ella se dedica a despotricar de sus novios y yo gruño de vez en cuando para que sepa que sigo al teléfono.
— Eres lo peor, encima de que te llama para saber por su hermanito... Tengo ganas de conocerla, tiene que ser encantadora.
— ¿Es que no me has oído decir que me hizo la vida imposible?
— Por eso mismo. — se rio con ganas de nuevo — ¿Cuándo vendrá a visitarte?
— Iré yo a Kuraigana por vacaciones de invierno, es de esas malditas tradiciones familiares a las que estoy obligado a ir. En cuanto termine nochebuena tras el cumpleaños de Chopper, me iré allí una semana.
— Te haces el duro, pero sé que te mueres de ganas por verlos.
— Oh sí, escuchar berreos de mi hermana mientras Mihawk nos mira con la misma expresión facial que una estatua. Planazo. — detuvo el vehículo cuando llegaron frente al bloque de edificios del apartamento de Sanji.
— Lo que tu digas. — sonrió — ¿Vas a dormir? Estas de turno de mañana, no te faltará ni dos horas para irte a trabajar.
— Haré ejercicio hasta que tenga que irme.
— Obsesionado... — bajó del coche — En cuanto llegues a casa avísame.
— Vete a dormir, Rizado. Ha sido una noche larga.
— Tienes razón. — sonrió y se mantuvo quieto sin moverse.
— ¿Pasa algo?
— Gracias.
— Solo te he traído a casa.
— No por eso, bueno, también. — se rascó la nuca — Sino por responder a mis preguntas... y tu no hacer ninguna.
Se moría de ganas por saber todo sobre él, preguntar más por su madre, por su padre, si tenía hermanos, su infancia, justo como había hecho Sanji, pero sabía que si le presionaba sería peor.
— Escucharé lo que quieras contarme, Cejillas. Cuando tú quieras.
Las mejillas del rubio se calentaron a pesar del frescor del amanecer y asintió con un leve cabeceo antes de repetirle que le mandase un mensaje y meterse en el edificio. Zoro suspiró, arrancó el coche y se fue a casa.
—.—
Tal como prometió, en cuanto la familia de Usopp regresó a casa, Sanji se aseguró de que tuvieran toda la comida posible para que no tuvieran que encargarse de esa tesitura, Mery era bastante demandante y los pobres padres estaban todo el tiempo con ella que no les dejaba ni un segundo de descanso, a pesar de que la madre de Usopp se había mudado temporalmente con ellos para ayudarles, no podía hacer demasiado por su fragilidad. Fueron unas primeras semanas muy duras, pero poco a poco, se fueron habituando a la nueva situación también gracias a la ayuda del resto de Mugiwaras.
Sorprendentemente el que más ayudaba era Zoro, que debía de transmitirle una serenidad y un calor tan agradable que un día Sanji bromeó delante de todos que con esas tetazas que tenía seguro que Mery estaría en la gloria. El caso es que funcionó y ahí estaba ahora, recostado en el sofá, sin camiseta con la niña encima de su torso con la cabecita apoyada en los pectorales con la boquita entreabierta durmiendo plácidamente al igual que sus padres que estaban echándose una siesta a deshoras, ya que las noches eran infernales.
— Vas a convertir a esta niña en una pervertida... — dijo Zoro refunfuñando mientras sostenía a la criatura con su mano asegurándose de que la mantita y el peluche de corderito no se le cayese y perdiese calor.
— Es un bebé, idiota. Lo único que quiere es calor humano. Chopper dijo que era importante y que los latidos de corazón le calmaban. — respondió mientras tomaba fotos con su teléfono móvil.
— Deja de hacerle fotos a Mery, acosador.
— ¿Quien dice que le hago fotos a ella? — le guiñó el ojo — Me estás dando buen material para mis noches solitarias, Marimo.
— Joder, Rizado. — puso una mano encima de la oreja de la niña — No puedes soltar semejante mierda delante de ella.
— Aww, mira que tierno y protector te pones con la corderita. — rio entre dientes — Idiota, aparte de que está dormida, no se entera de nada.
— Se le quedará grabado en el subconsciente y si luego tiene filia con los pectorales será tu culpa.
— Ah, no. Eso será culpa tuya, yo no soy el que tiene esos pechotes.
— Que te calles, cocinero pervertido.
— No te preocupes, mi preciosa Mery. Yo te querré igual, nos iremos de discotecas cuando seas mayor de edad y nos pondremos a mirar todos los pechotes que queramos.
— ¿Te das cuenta de lo perturbador que es eso? — frunció el ceño — Que una adolescente se vaya con un viejo como un par de mirones salidos es justo lo que sus padres no quieren de ti.
— ¡No soy un viejo! — gritó en voz baja pateándole el pie sin fuerza para no despertar a Mery.
— Cuando ella tenga 18 tu tendrás 48, Cejillas. A ver qué mierda haces tú en una discoteca.
— Siempre seré de espíritu joven, como Peter Pan.
— No le hagas caso al tito Rizado, Mery. — la acurrucó protectoramente en su regazo — Me encargaré de que vayas por el buen camino.
Sanji se quedó callado con los ojos abiertos, se puso las manos en las mejillas sonrojadas y balbuceó algo sin sentido hasta que por fin fue capaz de articular palabras coherentes.
— ¿S-Soy su tito? ¿El tito Sanji?
— Tito Rizado. — corrigió.
— Yo no soy su tío, no tenemos lazos de sangre.
— ¿Eso importa? — se encogió de hombros — Somos amigos de sus padres y estamos cuidando de ella. Claro que somos sus tíos. ¿La quieres menos por no ser tu sobrina sanguínea?
— No tengo de sangre, pero estoy seguro de que la querría igual.
— ¿Ves? Para ella será así también.
— ¿De verdad lo crees o solo lo dices porque es lo que quiero oír?
— ¿Me ves como un tipo que hace eso? — arqueó la ceja y le revolvió el pelo dorado.
— Ugh, no. Solo eres un neandertal desagradable. — Se peinó malhumorado.
— Entonces no digas tonterías.
El rubio puso los ojos en blanco y se recostó sobre el costado de Zoro para quedar pegado a él apoyando su sien en el hombro del policía y así tener a la niña a la altura de sus ojos y acariciar su mejillita roja que hizo que sus labios entreabiertos hiciesen el gesto de amamantar por un segundo que provocó una sonrisa en el cocinero.
— Serías buen padre. — comentó de la nada el rubio — Uno de esos gruñones con ganas de asesinar a cualquiera que hiciese daño a su niñita.
— Tengo licencia para matar.
— No estaría muy bien visto que un policía fuese matando niños solo porque le han tirado de las coletas de su hija. — bromeó.
— Pues que no la toquen.
— ¿Te estás enfadando ante una situación ficticia de tu hija no existente? — se rio.
— Yo los mataría directamente, pero tú les envenenarías sus almuerzos.
— Mierda, no me delates.
— Seriamos un par de locos que arrasarían en el colegio de su hija.
— ¿Tendremos una hija, Marimo?
— Oh, ah, bueno... — tartamudeó y se sonrojó sin saber cómo salir de esa situación.
— Jajaja, no te preocupes, estaba tomándote el pelo. — respondió sin mirarle a la cara.
— Idiota... — masculló.
Escucharon la puerta abrirse, salió del dormitorio principal Kaya con ropa limpia y mejor cara que con la que se fue antes a dormir, Sanji se levantó del sofá dejando frío el costado de Zoro que ya le echaba en falta.
— Me siento como nueva, no recordaba que dormir tres horas seguidas y una buena ducha pudiese sentarme tan bien.
— Deberías haber dormido un poco más, mi dulce ángel. Hoy el Marimo y yo no tenemos que ir a ningún lado.
— Bastante me estoy aprovechando de vuestra amabilidad. — recuperó a su hija que se acomodó en su regazo y besó su cabecita que estaba cubierta por un gorrito de lana — Dejaré que Usopp duerma un rato más, vosotros id al cine o algo. Aprovechad y salid por ahí.
— ¿Segura? Puedo prepararos la cena y...
— Sanji... — reprendió con cariño la rubia — Estaremos bien, tenemos el congelador lleno de tuppers para toda la semana, no te preocupes y descansa, que tú también estás agotado que entre Mery y el Baratie no das a basto.
— Tiene razón, Cejillas. Te pasas la vida aquí y en el restaurante, date un descanso.
— Que pesados. De acuerdo, si queréis libraros de mí solo tenéis que decirlo. — hizo un pucherito — Adiós mi preciosa corderita, volveré en cuanto me dejen regresar.
— No seas dramático. — puso los ojos en blanco tras ponerse su camiseta negra.
— Jejeje, divertíos. — se despidió Kaya mientras Sanji iba todavía haciendo caras de cachorro abandonado y salían de la casa.
— Joder, Cejillas. — suspiró Zoro dándole un puñetazo en el brazo con suavidad — No te han condenado a la silla eléctrica, solo quieren que descanses.
— Ya la echo de menos. Eres un bastardo cruel.
— Sí, sí... Venga, el plan de Kaya no era tan malo. Vamos a ver una película. ¿Nos vamos al cine?
— Quiero ver la más triste para poder llorar y fingir que es por la película en vez de no ver a Mery.
— Ay, por favor. RuPaul te llama para que te conviertas en la nueva Reina del Drama 2024.
— ¿Un chiste de drags saliendo por tu boca? Felicidades por subir de nivel de mariconería, campeón.
— Para ser bisexual a veces sueltas tal mierda homofóbica que das grima.
— Malas costumbres, supongo. — se encogió de hombros mientras se encendía un cigarrillo.
— ¿Estabas tan metido en el armario que eras de esos que se burlaban de los gays?
— Algo así. — se detuvo de golpe al girar la esquina por casi tropezarse con alguien — Ah, perdona.
— ...¿San-chan? — parpadeó sorprendido este — ¿Eres tú?
Sanji se quedó boquiabierto mirando fijamente a ese extraño tipo de pelo oscuro y corte de cazo, iba maquillado con sombra de ojos lila y el rímel se le había corrido un poco, parecía un poco mapache.
— ...Bon-chan.
