Aquí vamos otra vez… (por segunda vez)

Directo al grano. A continuación, el verdadero resumen de todo el asunto:

Resumen:

Una noche salvaje con Márika, los aposentos de la reina, un «bardo» del cañaveral, un zorro travieso: todos hechos que provocaron el re-renacimiento del otrora vez humano (y shinobi) Naruto Uzumaki Namikaze; el esclavizado a la inmortalidad. Ahora en un nuevo mundo, en una nueva realidad.

Y ahora Kurama procuraba enamorarlo, de algo o de alguien, de esta novísima dimensión en disputa por las divinas voluntades de seres infinitamente superiores a los humanos, pero infinitamente inferiores a él o a su anfitrión. Tan portentosa su fuerza que despacharon en instantes a centenares de hombres de amplia destreza.

Aun así, Naruto forzó su muerte innecesariamente con el descansar en paz en mente. Sin embargo, el kitsune tenía otros planes. Además de que la soledad y el aburrimiento que le causaría otro milenio sin su destartalado y descarado amigo rubio podría, realmente, a él, una entidad inmortal, matarlo del disgusto.

Así que, a como dé lugar, debía de lograr lo imposible: que Naruto Uzumaki tuviese ganas de vivir, tal vez dos o tres milenios —como mínimo—, y todo para que su eterno amigo disfrutara de una vez su imperecedera y predestinada perpetuidad.

Quién sabe si alguien lo conseguía encarcelar (enamorar). Quién sabe si en algún momento ascendería como el Lord de estas tierras…

Naruto renacido en el mundo de Elden Ring. Con chakra. Con multiversos. Un hombre que ha vivido y muerto cientos de decenas de veces y que ahora no desea más que descansar en paz durante una interminable eternidad. Pero su zorro compañero no tiene tanta suerte, y no puede desaparecer y sumirse en sueños de estancias tan largas, por lo que, en contra de los mejores deseos de Uzumaki, le da una nueva vida en un muy curioso lugar. NarutoxEldenRing. ¿NarutoxRanni? ¿NarutoxHarem?

Anotaciones:

Creo que ahora irían las advertencias pertinentes de lo que puedes hallar en esta ficción. Aquí vamos:

-En esta historia, pese a que la idea original es que Naruto sea un renacido en las Tierras Intermedias, va haber elementos del Narutoverse o Lore de Naruto. Es decir, se conservarán elementos claves: ya sea Kurama, el chakra y sus habilidades únicas, y otros tantos conceptos que trasladaré a capricho según lo vaya necesitando.

-No tengo idea de cuál será el emparejamiento definitivo, ni si habrá varias parejas o una sola. De momento tanteo a Ranni como pareja única e ideal del protagonista (es la que más se ajusta a mis pretensiones por su rebeldía inherente a la Voluntad Mayor).

-En esta historia va a haber sexo y descripciones, a veces más, a veces menos, detalladas de éste. Esto es una fantasía medieval oscura (o por lo menos así lo interpreto yo), por lo que no te extrañe que en algún momento forniquen entre primos o medio-hermanos (o algo más).

-Va a haber violencia gratuita y explícita, lo anticipo desde ya (aunque dudo que a alguien le importe).

-Puede que, llegado el momento, trate temas más sensibles. Si ya has leído alguna cosa que he escrito, te lo puedes imaginar; si no, pues lee con discreción, otra cosa no te puedo decir.

-No sé qué ritmo tendrá esta historia (que aún está en etapas muy verdes) en la velocidad de su trama, pero suelo tomarme mi tiempo para escribir las cosas. En definitiva, soy un pesado que te describe al dedillo hasta el ciruelo donde se recuesta el protagonista (es lo que hay).

-La duración de los capítulos en palabras rondarán entre 3k (el mínimo) y 12k (el máximo). Probablemente me salte esta norma mil y una veces (pasándome del límite estipulado), así que puedes olvidarla gran parte del tiempo.

-De antemano aviso que casi todo lo que escribo contiene conflictos, y estos conflictos se atañen a tragedias. Las tragedias, en mis escritos, son una parte fundamental de la historia y de su desarrollo. Si se es sensible, lea con discreción.

-Como última cosa me gustaría aclarar que, si bien me baso en Lore de Elden Ring para la creación de esta ficción, el mismo Lore será modificado y ajustado según mis pretensiones en favor de construir una trama atractiva y atrapante; que hago lo que quiero con él, en resumidas cuentas.

No hay mucho más para decir. Lo que has leído. Así, sin más.

Como he dicho, esto está en etapas muy verdes de su desarrollo, pero aun así tenía ganas de subirlo. Es una idea que transitaba en mi cabeza desde hace algún tiempo, la cual puliré poco a poco como pretendo hacer con todo lo que escribo. Aunque, de momento, esto es una pequeña muestra. Espero que sea de su agrado.

Sin más dilación, disfruten de la ficción…

~~o~~

Pugna Divina

~~Prólogo~~

Capítulo 1: Un Bardo en los Aposentos Divinos

~~o~~

En los colosales pasillos que llevaban a los aposentos de la reina, divisó a un hombre pelirrojo de brazos cruzados y con la faz ceñuda e impresa en un total desprecio hacia él. Presupuso que era el esposo de la reina, de Márika. A él no le agradaba. Por el aura y la mirada, diría que no. Lo detestaba. ¿Quizás algo sospechaba? No, imposible. Él tan solo era un atractivo y galante bardo del cañaveral que se follaría a su esposa en el lecho que compartían diariamente. ¿Cuál era su problema? ¿Su cerebro no podía registrar una idea tan simple? Vaya hombrecito.

Pasó por su lado con su sonrisa dentuda apareciendo. El bermejo, en las puertas de los aposentos, que esta noche no compartiría con su mujer, porque ella lo haría con un forastero cualquiera de tierras orientales, gruñó y maldijo por lo bajo. Una risa retumbante y jocosa resonó en un espacio indefinido e inexistente en el plano físico; pero, todavía así, el bardo la escuchó a la perfección. El maldito zorro quería que fornicara con esta rubia, y no sabía por qué. Lo que sí sabía es que no la embarazaría, ya lo habían pactado. Un pacto de caballeros.

Atravesó las grandes puertas que dirigían a la habitación real. Noblemente decorada con esmero y ganas, cosas doradas y sábanas de seda blanca. El bardo la encontró enorme. Absurdamente gigantesca. ¿Para qué tanto? ¿Acaso dormía una legión allí? ¿Tenían orgías con toda la población de Leyndell incluyendo animales? Vaya barbaridad. La distancia hasta los techos quizá era de cinco metros. Las paredes estaban tan lejanas que podrían invitar a un gran grupo de invitados y tener un concierto allí, en el dormitorio de la diosa eterna. Lastimosamente había dejado sus instrumentos en la cocina (y jamás los volvería a buscar). Una única ventana, que en realidad era un balcón, dejaba filtrarse a la luz dorada del descomunal árbol dorado de fuera. Caía el día. Se alzaba la noche.

Tan impactado se hallaba de lo que veía, que olvidó su objetivo original de asistir a aquel cuartel, no cuarto: cuartel.

"Ey, Naruto, ¿qué estás esperando?" Dijo una voz increíblemente sensual de una mujer excitada y deseosa. Y, entonces, Naruto, dirigió la vista de donde provenía dicha voz.

Una mujer hermosa y divina de largas trenzas doradas fue lo que sus ojos recibieron de regalo a la vista. Postrada en una cama matrimonial magnífica, dorado terciopelo cubriendo las sábanas inmaculadas. Apoyada con el codo derecho en la cama estaba, su cabeza sostenida por su pálida mano. Un tenue rosa en sus mejillas, de excitación o del alcohol que había consumido. Ella iba ataviada (si ir con medio cuerpo al aire se lo podía considerar como tal) con una especie de vestido de noche, quizá específicamente diseñado para estos encuentros. ¿Por eso le habrá dicho que la espere hasta que estuviese lista? Sea como fuera, sus pechos de pezones rosados se mostraban y se escondían, como si jugaran a las escondidas, tras la sofisticada tela oscura que subía por sus agraciados montículos, más allá de sus hombros, hasta la parte posterior del cuello. La piel tersa y suave, ni hacía falta tocarla para cerciorarse de ello; y blancamente celestial. Sus pies, dispuestos uno arriba del otro, parecían nunca haber tocado el suelo y mucho menos la tierra, un dibujo angelical de preciosura que continuaba por sus piernas. Y esas piernas largas torneadas cinceladas por un genio de la escultura que subían hasta el campo prohibido. Un montículo de rizos dorados apenas visible por lo junto de sus piernas; y ella pareció darse cuenta de esto y de su atención a la zona porque, de inmediato, abrió las piernas y le mostró su flor ancestral; con un par de dedos, los de su mano izquierda, entreabrió los labios carnosos, dando la bienvenida al interior rosa y remojado. Goteaba; cosa que él le había provocado, antes, con un juego previo que finalmente la hizo sucumbir y pedirle que la acompañara a su cuarto. Nadie se resistía a los hábiles dedos de un bardo oriental. Y él tampoco a los de una diosa inmortal, por lo visto.

"Parece que te han engullido la lengua, o que te la han cortado con una de esas katanas o tantōs que tú gustas presumir y exponer, mi queridísimo bardo." Dijo la reina Márika algo divertida al ver el tremendo impacto que causó en el rubio. Él desde que llegó a su palacio y a su reino le había coqueteado y seducido con sus amplios encantos. Al principio pensó que era otro tonto más que la deseaba sin control, pues ella era la mujer más hermosa que nunca ha existido, pero luego de todo lo transcurrido estas semanas, y sobre todo esta noche, ella cayó intensamente ante los encantos de este ignoto bardo del cañaveral. Él sabía cómo ganarse a la gente, ella se lo tuvo que dar. Y he aquí la recompensa del audaz bardo rubio: una invitación a los aposentos de la vanagloriada y perpetuamente anhelada reina eterna, y no precisamente para un masaje, o no uno normal.

Naruto sonrió, tanto para sus adentros como por fuera. Era caliente como un volcán en absoluta erupción, él se lo tuvo que dar. Caminó y se acercó a la mujer divina, envuelta en una excusa de vestido que ni siquiera cubría lo mínimo indispensable. Se preguntó para qué realmente serviría. Parado a un lado de su cama, con la tensión sexual ya prácticamente inaguantable, tanto para él como para ella, él le dijo:

"No parezco agradarle mucho a tu marido. ¿Seguro que está bien?" Ni bien salidas sus palabras de su boca, ella se rio. La sonrisa sexy que ella le mostró a posteriori casi le hacen saltar encima de ella y penetrarla directamente, sin tanta ceremonia ni parsimonia, pero se aguantó. Naruto quería desesperarla un poco. Jugar al juego del amor.

"Oh, no te preocupes." Le dijo Márika. "Él siempre se pone así cuando me acuesto con extranjeros. Solo olvídalo."

"Desde los festejos noté su mirada penetrante en mí." Dijo Naruto. "Pensé que en cualquier momento me echaría a toda su guardia encima." Siguió parado a un lado de la gran cama. Impasible ante el cuerpo semidesnudo y excitantemente perfecto que había a una zancada de él. Naruto vestía un kimono tradicional dorado que dejaba entrever su propio pecho firme y marcado. Más que por tradición o comodidad, lo llevó para llamar la atención. Visto lo visto, lo consiguió.

"Ah, sí." Dijo ella hablando con pereza y desdén. "Es bastante denso y malhumorado con extraños como tú, más aún si los invito a pasar una noche conmigo. Se le pasara a la mañana siguiente." Ella jugaba con los rizos de su cabello (ya sea había quitado los dedos de sus labios inferiores) mientras hablaba desinteresadamente de su marido y contemplaba a ningún lugar en concreto. Pareció recordar algo de repente, por la forma en que se giró a verlo, y entonces se levantó de la cama, ciñó sus cuerpos y le arrancó las ropas a Naruto. A él dio pena por su cuidadísimo conjunto (aunque Kurama podía crear otros diez mil).

Los músculos tonificados de piel levemente atezada saludaron al ambiente ligeramente iluminado. La reina se vio satisfecha por obtener tan magnífico espécimen, uno que lo tendría para ella sola toda una noche. El rubio ni se inmutó ni tampoco se espantó ante la fantástica fuerza de la reina; por lo que contaban de ella se lo había esperado. Lo que no esperó es que fuera tan agresiva como para hacer jirones sus ropajes. No iba a ser un encuentro de sensualidad y toqueteos lentos, aparentemente. La reina lo quería dentro, en estos momentos. O al menos quería acabar con la charla e inmiscuirse de lleno en el asunto.

"Basta de tanta cháchara sin sentido. No he venido aquí para contarte sobre las rabietas de mi penoso e impotente esposo. Lo quiero dentro." Dijo Márika, cara a cara con Naruto, un tono sensual que pareció ir acompañado de un encantamiento seductor, entretanto comenzaba a masturbarlo con la mano diestra. Dicho y hecho, la reina quería acción. Sorprendentemente, Naruto era más alto que la reina, ésta teniendo que mirarlo a los ojos desde unos centímetros por debajo. Todo obra de Kurama que modificó su genética previo a arribar a esta «cacería» por una apuesta. El zorro le había insistido de modo ferviente. No le quedó otra opción más que aceptar. Lo que no esperaba es que le hiciera, en sus modificaciones fisiológicas, de paso, un alargamiento de pene.

"Es sorprendente tu gran tamaño." Dijo la reina eterna. Ya, a él también lo sorprendía de igual manera y lo agobiaba sobremanera el tener una jodida anaconda entre las piernas. Ella acariciaba su cuerpo, como su estuviere haciendo una inspección médica. Una médico traviesa, resultó ser. La mano diestra, la mayor parte del tiempo, se la pasó bombeando el mástil en ciernes. Naruto se estaba excitando. Él quiso tocarla a ella, con tal de devolverle el favor, pero ella se las apartó diciéndole que primero ella quería probarlo un rato. Él obedeció. Él tuvo que claudicar en sus intentos de manosearla a regañadientes. Esos pechos que subían y bajaban, y que se escondían y se mostraban detrás de la tela en un interminable juego de escondidas, le pedían a gritos el ser estrujados. La sangre ya había bajado, se amontonó. Estaba completamente erecto. La cara de Naruto se desfiguró en el placer. La mujer frente a él, con meras caricias y besos, en cuello, pectorales y brazos, lo estaba haciendo hervir como una pava a presión. El agua en ebullición. Contó ovejas; no funcionó. Si no se calmaba pronto, los genes oscuros de Kurama tomarían el control y le causarían un destrozo, en más de un sentido, a Márika. Márika, viendo su desesperación, decidió dejar la inspección para otro momento, ya le había devuelto el favor de lo que él le hizo en la cocina, y se inclinó hacia adelante para susurrarle al oído.

"Quieres…"

"Sí." Él contestó sin permitirle siquiera consultar. Márika podría haberle castigado su ansiedad, pero prefirió continuar con lo que tenía pensado hacer. Ella también estaba desesperada y anhelante, pero, aun así, quería dinamitar el orgullo de este mastodonte del cañaveral. Nadie jugaba con ella como él lo hizo y salió triunfante. Le haría gritar su nombre desesperadamente, aunque sea de placer. Ésa fue la idea de la reina, su plan. Desconocía con quién se metía.

"¿Puedes quitarte ese trozo de tela que se hace llamar vestido? Me está poniendo nervioso." Musitó el rubio con los ojos clavados de lleno en las colinas de sus pechos. Subían y bajaban con la respiración en aceleración de la reina. Algunos mechones rubios recaían sobre ellos.

La diosa rubia no replicó nada y, en un brillo fugaz y etéreo, la excusa barata de un vestido se desvaneció. Ahora visible, y palpable, su desnudez absoluta. Una visión hermosísima para el atrevido bardo del cañaveral. Ella no cargaba consigo ornamentación alguna. Los collares, brazaletes y anillos dorados que solía acentuar su divina presencia desaparecieron. Quizá se los quitó para mayor confort, antes de que ingresara a la habitación, en pro de favorecer su entrante encuentro carnal.

Ella se agachó, sin apuro, dulcemente sus movimientos rememorando a los de una tierna y cauta doncella. Doncella que en estos momentos se arrodilló entre las piernas de un mero bardo para succionarle su falo.

De menos a más, y de más a menos. El ritmo subía y bajaba, iba y venía. Primero fueron los besos y las leves caricias, en el glande como tal y en sus testículos colgantes y prominentes; segundo fueron las lamidas y pequeñas succiones en lugares concretos, introduciéndose una de las pelotas y chupándola, recorriendo la punta con la lengua hasta lograr evocar las primeras gotas del líquido preseminal, las cuales tragó con gusto la reina; por último llegó la succión entera de la vara cárnica del bardo, colocando ambas manos en la pelvis de éste e intentando tragárselo hasta la base, y falló, pero finalmente lo consiguió a su tiempo, con algo de arcadas obviamente. Tras unas tantas engullidas, ella se quitó el miembro de la boca. Y luego, con la carne ensalivada y goteante, besó y acarició nuevamente, reiniciando el proceso. Naruto vio como le estaban realizando una de las mejores de felaciones de todas sus vidas; la reina eterna era buena en lo que hacía, cada movimiento pareciera estar calculado al milímetro; la había subestimado, por su aparente forma de ser y por su estatus en este mundo, horrendamente. La cara del bardo seguramente fue digna de encuadre por las miradas orgullosamente calientes que le dirigía la diosa rubia de vez en cuando. Márika no detuvo para suspirar y recuperar el aliento, lo que no sorprendió del todo al rubio shinobi, quien anteriormente se había fornicado a seres con resistencias anormales y que podrían ser considerados, bajo los estándares de su viejo mundo, las Tierras Elementales, deidades absolutas o extraterrestres. La diosa eterna que se hallaba arrodillada frente a él succionándole el pene no era una excepción entre las deidades absolutas. Tenía su título bien ganado: era una diosa con todas las de la ley. Llegado el momento no pudo aguantarlo más y, en contraposición de lo que Márika le había pedido, que se quedara quieto y que la dejara disfrutar del hombre que tan ávida y atrevidamente la quiso conquistar en sus dominios, la tomó de sus rizos rubios y empezó a usar su boca a complacencia propia. Un vaivén frenético que ni cortado por las quejas o las temblorosas manos de la reina pudo ser. Ya sin salida, ella se entregó al completo a las perversiones y pretensiones desaforadas del animado y sobreexcitado bardo rubio. El placer hundió la cordura de Naruto, y, al final, sintió el latigazo premonitorio del clímax al caer. A continuación, clavó sus dedos en el cuero cabelludo de la diosa y proclamó su orgasmo hundiéndose hasta donde la fisionomía de sus cuerpos lo permitiese. Naruto descargó en ella.

Tras unos segundos, y quizá minutos, de gloria total, Márika lo apartó de un empujón para obtener un respiro. La reina Márika tosió ferozmente. Algo de la blanca esencia se escurrió de sus labios y cayó y se deslizó sobre sus turgentes pechos. La imagen valió más que mil ensoñaciones precoces o genjutsus eróticos. Turbó la cabeza del rubio hasta puntos impensados, insospechados. Lo que tenía delante de él. Lo que iba a hacerle próximamente. Nunca lo olvidaría, ni él ni ella.

"Eres un idiota." Dijo Márika entre respiraciones entrecortadas, tragando y limpiando los restos que quedaran en su impetuosa boca.

"Sí. Así es." Le respondió él con tremendo orgullo y burla. Su sentido más animal se despertó y ahora era él el comandante de su cuerpo y de su accionar. Para desgracia y placer de la reina.

Sin darle siquiera un periodo de calma y reflexión, Naruto arribó a la siguiente fase de su encuentro divino. La levantó del suelo como quien alza un saco de patatas, y la arrojó en la cama monumental. La sorpresa y el enojo visibles en su magistral faz. Sin embargo, a Naruto esto poco le importo, o lo ignoró, y se puso en uno de los bordes de la cama y, abriéndole las piernas que la reina había cerrado en muestra de apatía e indignación por la repentina tenacidad de su pareja rubia, inició el segundo acto. Él le abrió las piernas y no pudo resistirse a inmiscuirse de cabeza en aquella franja de amor que liberaba su tenue elíxir transparentado.

"¿Qué diablos crees que…?" Ella no pudo finalizar su frase, pues antes ya tenía a un enérgico rubio lamiéndole su núcleo, cabalmente arrebatado a consumir su flor de la vida, lo que acalló cualquier protesta. Los gemidos y alaridos no se hicieron esperar, y ahuyentaron todo el silencio a largas distancias. Naruto, intercalando con sus lamidas, comenzó a ingresar y sacar dedos de su vagina como si probara llaves, y no diera con la correcta, de un gran portón. Alineaba tres, penetraba, giraba, rebuscaba, retiraba uno, dos, y después ingresaba cuatro o dos y vuelta a empezar. Márika vociferó su deleite en palabras de idiomas tal vez inexistentes, en chillidos clamorosos sin propósito alguno más allá de expresar el descontrol que sentía, el desencadenamiento de un cataclismo de jolgorio. Muy probablemente se haya oído los gritos de la reina eterna en todo Leyndell, pero eso poco le importaba ahora a la pareja de rubios entregados a la pasión febril del amor, o bueno, lo que este par de dioses pecaminosos y adictos al placer carnal denominaban «amor». Naruto lamió, chupó y mordisqueó la flor rosácea de la reina eterna sin compasión alguna. Ésta cayó víctima del huracán de gozo, regocijándose del excelso trabajo de su compañero de lecho de esta noche (muy bien elegido, ahora que lo pensaba). Ella tomó los cabellos puntiagudos del rubio y casi los arrancó de sus raíces; ella estrujó con sus muslos generosos y fibrosos la cabeza del rubio como un cascanueces a tamaño inmenso. Lo comprimió contra su punto máximo de placer y con sus pies, apoyados en la espalda de su hombre, lo golpeó tal como un jinete a su caballo. Esos golpes podrían romper cientos de costillas y columnas vertebrales humanas y no tan humanas, pero, aquí, en esta habitación, solamente habitaban y fornicaban dioses. Par de manos se deslizaron por las caderas, luego por el abdomen y, finalmente, por los pechos de la reina. Dedos pellizcaron los pezones rosas de Márika. Y eso, si lo anterior fue placentero y la atrajo a un nuevo mundo de sensaciones, la teletransportó a dimensiones irreales en el plano físico o astral. Prontamente, los límites de la contención orgásmica de la reina eterna se rompieron, estallaron. Un torrente de flujo fue liberado. Todo fue a parar a las hambrientas fauces del dios bestia que tan ocupacionalmente la había llevado hasta su culminación. Él tragó, feliz y saciado. Ella respiró, extasiada y exhausta.

Las piernas de Márika cayeron débiles a los lados. Naruto subió con besos y lengüetadas desde su centro hasta sus pechos, donde, por fin, los disfrutó como ha de hacerse. Los mamó como un recién nacido. Primero el derecho, luego el izquierdo. Los pezones rosas bailotearon entre los dientes del hombre rubio. Fueron succionados. La reina dejó huir ruidos de lujuria contenida, más calmos que los precedentes. Sostuvo la cabeza de Naruto con una mano como si fuera a Miquella o a Malenia a quien estuviese amamantando. La mujer gobernante de estas tierras, juró tener una premonición, aunque no muy segura de su significado y del por qué justo ahora. Deslizó su visión hacia el matojo rubio indomable de un hombre aún más indomesticable. Él bebía de su néctar materno con dedicada atención. Márika tuvo un extraño momento de introspección. Realmente era como ver a uno de sus hijos ahí, tomando de sus pechos el alimento necesario para crecer sanos y fuertes, aunque luego no fuera el caso con los graves agravios que les tocó sobrellevar. Pero no, por más que le arrastrara reminiscencias de aquello la figura de este hombre consumiéndola en uno de los sentidos más literales, este hombre solo fue un mero bardo del cañaveral. Nada más, nada menos. Además, le acababa de hacer una felación, y él a ella la empujó a uno de sus mejores orgasmos, por lo menos que ella rememorara.

El rubio desatendió las tetas de la reina y miró a la cara a esta. Hubo un irreconocible deje de inocencia e indescriptibles sensaciones en sus miradas interconectadas. Naruto se arrimó hasta que sus rostros se vieron frente a frente y le dio un tierno y casto beso en los labios a la divina rubia. Sin demora se convirtió en el pasional y fogoso, pero la ternura y la dedicación por el otro no desaparecieron, se mantuvieron. Márika lo separó un momento y sostuvo la cara del rubio en sus manos. Naruto estaba arriba de ella y ella estaba acostada en la cama. Ninguno esperó tener este momento de beatitud mutua tan íntima cuando simplemente acordaron fornicar como animales, como amantes casuales. Ni siquiera habían fornicado, que es a lo que habían acudido en un principio. Cuando se miraron y se besaron, una atracción universal, poco común, ardió en ellos. Pero los dos se encontraban en negación como para poder aceptar y comprender dicha tentación. No era el momento indicado.

Después, emprendieron con aires renovados el ardiente vaivén de la emoción provocada por el calor del amor. Y en su expresión más banal y superflua, se entregaron al otro. Eso sí, con extremada locura y pasión.

~~o~~

"¡Ah, ah, ah!"

Naruto la penetró con todo el abandono del mundo. Como un ariete. La tenía sostenida por ambas muñecas, mientras ella revotaba sin amparo, o el atacaba sin control, en el acto cotidiano del sexo.

Iban muy sudados (éste debió de ser el vigésimo tercer asalto), y Márika se hallaba con la espalda curvada hacia atrás entretanto un sable de carne se metía y salía de sus entrañas. Aquel minúsculo momento de comprensión y amor yació olvidado en una marabunta inenarrable de obscenidades y caos. La alcoba de la reina eterna se convirtió en un pandemónium. Gritos, gemidos, el sonido reverberante de la carne chocando contra la carne, todo en su conjunto actuó en función del caos y la barbarie. Los amantes copularon sin desazón.

En la cúspide de la vulgaridad, Naruto atrajo a Márika hacia sí, pegando la espalda de ella contra su pecho. Asió a la deidad por sus senos, apretujándolos y agasajándolos con furia. Nunca no detuvo su asedio a la cavidad vaginal.

En cambio, Márika hacía rato que había perdido la razón, siendo reemplazada ésta por puro e incandescente calor, ardor. Él la llenó de su hedor, de su mortal esencia. Ella dudó, tan solo por los instantes en los que recuperaba un gramo de cordura, entre asalto y asalto, si este individuo que la estaba sirviendo con tanto salvajismo era en verdad un humano, un mero bardo del cañaveral. Inicialmente, ella aceptaba esta clase de eventos con simples mortales porque eran incapaces empreñarla, y el disfrute y el goce, a veces, era espectacular; pero, principalmente, porque la sustancia de una entidad no divina era insuficiente para engendrar vástagos, al menos para ella, la Reina Eterna. Sin embargo, este hombre… este ser… (Naruto incrementa a velocidades trepidantes su ya intenso bamboleo penetrativo; le muerde el cuello y le gruñe a la diosa.) No. Imposible que el hombre a sus espaldas sea un humano. Y, aun así, poco le importaba a estas alturas. «¿Qué más da?», se dijo. «Solo gózalo y hazlo tuyo, o déjate hacer».

"Soy mejor de lo que jamás te habrías imaginado, ¿eh?" Susurró él al oído de ella, mordisqueándoselo por momentos; el orgullo inflado de sobremanera por el encuentro y por la manera en que la rubia ya no podía seguirle el ritmo.

"S-sí… Lo-oh eres…" Dijo ella, reuniendo cada pedazo de compostura que obtuviese para hablar, incapaz de decir algo más, solo eso. Márika le reconoció a él que nunca nadie la pudo derrotar en el juego de la seducción y el erotismo. No fue la primera vez que, por cuestión de un fetiche compartido con su marido, se dejaba aparear por un desconocido. Sí fue la primera en que ella terminó tan malparada.

La cadencia fue en aumento. El golpe cada vez más hondo. El eco vulgar de los sexos colisionando incrementó hasta un punto disparatado. Los amantes rubios aislados en el júbilo recíproco por la destreza pasional y erótica del otro. Una verbena sempiterna de fruición y emoción.

Naruto sintió un ardor muy especial por sobre la parte baja de su abdomen, pero él, extasiado de placer, lo pasó por alto. Una risa resonó. El rubio shinobi eyaculó profundamente en la reina eterna, rellenando su útero como tantas veces ya ha hecho esta noche. Ella tembló contra él, sintiendo su propio orgasmo también y engullendo el miembro viril con sus paredes internas. Que nadie entrara a la habitación a comprobar que todo anduviere bien fue un milagro a estas alturas. Los gritos desaforados de la reina y los gruñidos feroces del audaz bardo formaron un concierto imposible de no oír. Los sirvientes del palacio tendrían que hacer un esfuerzo titánico para no ver a su reina, a la mañana siguiente, con extrañeza y vergüenza y, quizás, algo de envidia.

El agotamiento finalmente sometió a la divina mujer rubia. Una vez Naruto la dejó de sostener en su posición dominante de apareamiento, cayó de bruces contra el terciopelo dorado y las sábanas blancas. Sus rizos sudados se pegaron a su espalda, pecho y hombros. Manchas húmedas, de variados fluidos, se hacían ver en la inmensa cama que compartió con el bardo. Habían transcurrido una cuantiosa cantidad de horas desde el comienzo de su aventura carnal. Márika se divirtió y se deleitó en cada una. Su acompañante igual. Si no, no le habría dedicado tanto tiempo a su encuentro y la hubiese abandonado una de tantas veces que perdió la consciencia. Como estaba sucediendo ahora. Otra vez. La reina semiconsciente por un simple acto carnal.

Naruto miró a su obra: una mujer totalmente rendida, sucumbida en una incierta somnolencia, tras su fiera acometida, de sus labios inferiores, de su flor divina, escurría la semilla blanquecina del shinobi que ascendió a un dios imperecedero y autoexiliado. El rubio shinobi pudo sentir la sonrisa socarrona del zorro de las nueve colas dibujándose en sus labios. Cumplió con su parte, y esperaba que Kurama hiciera lo suyo. Había acordado con el estúpido zorro que nada de embarazos sorpresivos, y éste aceptó. Sin embargo, Naruto lo conocía lo suficiente como para usar un sello único de infertilidad, solo por si las moscas. No quería arriesgar.

"Creo que unas rondas más no estarían demás, ¿no?" Retumbó en la cabeza de Uzumaki una voz tortuosa que él bien conocía. "Hay que marcarle bien el territorio a esta «diva», por creer poder derrotarte. ¿No crees, Uzumaki?" Y, aunque Naruto no quisiera, el zorro hizo su trabajo en la química interna de su cuerpo. Las feromonas ardieron en él como cenizas de un gran árbol caído, cubriendo toda su piel y quemándole hasta la médula. Despertó una nueva necesidad en él. Necesitaba apagar este insoportable infierno.

Vio devuelta a la reina, la imagen de ella completamente rendida a él, y sucumbió a la pasión desenfrenada.

Se colocó detrás, alineó su miembro con su orificio trasero.

"¡¿Qué… qué haces…?!" Intentó decir la reina, pero era demasiado tarde.

Naruto, exacerbado, no escuchó.

~~o~~

'Joder, esto fue verdaderamente eterno y divino.' Pensó Uzumaki Naruto. Luz lunar se filtró por el balcón, iluminando levemente la sala en penumbras. El cuerpo dormido de la divina reina Márika yacía en su cama, absolutamente perdida en un sueño pesado. Un velo de gracia dorada la cubría, Naruto recién se daba cuenta. Y no es que no supiera quién era ella, pero solo en este momento pudo vislumbrar ese algo que la hacía especial. Quizá por su conexión inesperada resultada del sexo. Quién sabe.

Fumó de su pipa, con la desnudez de un bebé, mientras se apoyaba en la piedra blanca de un murillo que acordonaba al balcón. Naruto fumó y bebió de las vistas magníficas de la ciudad. No era fea. Aunque todavía le era cómico encontrarse con el cadáver de un dragón kilométrico en mitad de todo. Las costumbres de las Tierras Intermedias sí que eran curiosas. Y aquella voluntad que lo vigilaba todo sí que era molesta…

Naruto observó el paisaje bañado por la luz del ente predominante que gobernaba allí. Kurama no le dijo mucho sobre estas tierras cuando arribaron. Solo que yacían bajo un yugo interminable de siglos y siglos de una voluntad que pregonaba el orden en oposición del caos. Y qué orden… Naruto, con miles de años de vivencias, pudo discernir con facilidad la verdadera naturaleza de este orden. Como si no hubiera nacido en la Tierra del Fuego, en Konoha, donde predominaba una falsa paz conseguida a través de aplastar y degollar a cientos de miles de almas inocentes, ya sea aliadas o enemigas, daba igual, lo importante fue mantener el orden de las cosas y que la aldea siempre saliera victoriosa e imperante. Y, aun así, terminó como terminó: en el caos y la destrucción. Como todas las demás aldeas ocultas. Los incontables sacrificios fueron en vano. Él los vengó, por supuesto. De todas formas, no recordaba muy bien el por qué lo hizo.

Sea como fuera, pasado pisado y olvidado. Ya casi ni recordaba los nombres de toda aquella gente que lo ayudó, acompañó y maltrató en su primera vida. Con seguridad, solo podía decir que rememoraba dos o tres. El resto pasaron a ser imágenes de historias lejanas e ignotas para él.

"Ah." Suspiró el Uzumaki rubio, que sintió una leve incomodidad en sus partes nobles. Kurama esta noche no había desactivado sus sentires (lógicamente) y su miembro estaba enrojecido, un tanto hinchado y dolorido. La noche fue larga. En un momento dado pensó que se le rompería el frenillo, lo cual provocaría un sufrir que, deidad o mortal, ningún hombre podría soportar. Ya le había pasado unas cuantas veces. Y no, no fue agradable. Sin embargo, el dolor, en teoría, tras cientos de reencarnaciones, se volvía una nimiedad. Pero no del todo. Si estaba predispuesto a ello, podía percibir grandes dosis de dolor de la herida más inocua. Caso contrario también, si se proponía a lanzarse a un volcán en erupción, a quemarse y regenerarse su piel y músculos en microsegundos, podría llegar a no sentir ni un mínimo rasguño. Al menos, pudo elegir. O, realmente, Kurama pudo elegir por él. Ya que era el zorro quien manejaba y controlaba la mayoría de procesos neuronales, químicos, genéticos, y demás parafernalia, de su cuerpo.

Respiró hondo y vio a su compañera de lecho dormir plácidamente. Aunque le hubiese encantado despertarla por la mañana con tiernos besos, y luego, tal vez, con un poco salvajismo mañanero, su misión aquí ya concluyó. La retirada se hizo inminente. Se metió en los aposentos oscurecidos, tenuemente iluminados de dorado, y se acercó a la cama de la reina. Estaba dormida cerca de un borde, por lo que fue fácil para él agacharse y depositarle un suave beso en la mejilla y otro en la frente. Una pequeña ofrenda por la buena noche que ella le ofreció. La diosa apenas sonrió, pero él lo percibió. Tierna y divina. Se alejó de nuevo y se encaminó a la puerta por la que había ingresado horas antes. Y salió.

En los pasillos, al lado de la puerta, un hombre de larga melena roja disfrutó del espectáculo casi tanto como los propios participantes. Dormía, apoyado contra la pared contigua a la alcoba real. Su pene flácido al descubierto. Márika le había hablado de ciertos «fetiches» que tenían ella y su esposo Radagon (si no mal recordaba, el bermejo se llamaba así), y ahora lo comprendió. Naruto delineó una sonrisa en sus labios y le dio una palmada en el hombro al pelirrojo y se fue, con pipa en la boca incluida. Vivir miles de años con la misma persona, si es que no sabías como sobrellevarlo, tenía que aburrirte una barbaridad. Normal que recurrieran a esto para revivir las llamas de su amor (si es que alguna vez se amaron).

El problema es que no eligieron a cualquiera para su jueguecito esta noche. No. Un dios extranjero había jugado con la Reina Márika la Eterna. Y las consecuencias de tales actos todos las desconocían. Inclusive el propio Naruto.

Y como todo buen bardo, Naruto desapareció cuando nadie menos se lo esperaba.

A mitad de camino, recordó que aún iba desnudo.

~~o~~

Caminó por un gran campo. Grandes extensiones de pastizales otoñales lo rodearon. Divisó una colina y, sobre ésta, un enorme y viejo sauce de tronco negro y hojas anaranjadas. Caían en cascadas soleadas de ámbar las hojas del tremendo árbol. Se recostó en su sombra, buscando un poco de descanso tras unos días ajetreados. Y no era para menos.

Se acercaba el final, o, bueno, otro final hasta el inevitable renacimiento en otra horrorosamente aburrida realidad. Pero Kurama prometió milenios de descanso esta vez. Lo prometió.

"¿Por qué guardas tanto silencio?" Le preguntó Naruto al zorro, rompiendo el eco indefinido del viento por fin.

"Estoy pensando adónde mierda irme durante tu letargo." Dijo simplemente el zorro. "Para ti es como un suspiro cada vez que nos dejamos de ver y nos volvemos a ver, pero para mí son eternidades de aburrimiento incalculable inacabables."

El zorro poseía un punto allí. Debido a la naturaleza distinta de ambos, Naruto sí podía descansar en sueños imperecederos, por su pasado como humano, pero, por el contrario, Kurama, quien nació y vivió como una construcción de chakra inmortal desde siempre, no pudo. Quién diría que sus grandes dotes con los que lo bendijo el Sabio de los Seis Senderos terminarían por convertirse en una maldición tarde o temprano.

"Supongo que tienes razón." Dijo Naruto pensativo. El zorro gruñó y musitó algo como: «Siempre lo hago». Seguía siendo el mismo zorro pedante y gruñón de hace eones, pero ahora entre ellos había cierto deje de amistad que, al comienzo de todo, era inadmisible.

"¿Tienes algún lugar favorito al que quieras ir o volver?" Preguntó Naruto, en verdad curioso por saber.

"Ni idea. Creo que me quedaré por estas tierras un rato. Puedo sentir que un gran conflicto, y posterior desastre, se teje en las profundidades corruptas de este sitio. Lo que tú viste, todas esas presencias malignas e intransigentes luchando por exterminarse la una a la otra, estallará de alguna manera en una gran guerra en su irreversible momento. Una pugna divina por el poder y el control de estas tierras. Será divertido, y no me lo quiero ni pienso perder. Es divertido presenciar la caída de los presuntuosos y ególatras entes Del Otro Lado. Tampoco es que tenga otra cosa que hacer. Ya que tú estarás dormido." Dijo el Kyūbi con pereza incontenida.

Naruto no detectó mentira o ironía en sus palabras. Realmente se quedaría a ver el conflicto en ciernes. Al Uzumaki también le interesaba, más aún después de su noche con la reina local, el destino de este mundo. Aunque, bajo ningún concepto, le importaba o le interesaba lo suficiente como para interceder y ser su salvador. Ya jugó al héroe varias veces, y pasaba de entramarse en un lío como ése nuevamente. Que se las arreglen ellos solos, pues ellos solos provocaron esto.

Márika no era tan santa como todos la pintaban por estos lares. Y no solo en el sentido más vacío y somático de la palabra, siendo muy proactiva y, por lo visto, promiscua para la actividad sexual. Su divina santidad se veía contradicha por las transgresiones sacrílegas que cometían sus súbditos, o, en definitiva, pues dudaba que Márika fuera mucho más allá que la cara bonita y perceptible de una voluntad mayor, como un género de marioneta, los actos barbáricos que acometía la Orden Dorada por órdenes directas de los Dos Dedos. Todo, presumiblemente, en pro de mantener un «orden» y una «paz» que beneficiara a los habitantes de su reino. Pero, ¿a qué precio?

Todo. Esa es la respuesta: todo. Dispuestos a todo con tal de conservar su poder. Dispuestos a las mayores masacres con tal de conseguir su orden. Dispuestos a «tragedias» propias con tal de que no se corrompa lo divino y perpetuo que ya han fundamentado tras años de dominio y absoluto control. Lo que vio no se construyó de la noche a la mañana, y Naruto se preguntó cuántas penurias y desastres tuvieron que ser efectuados para hoy establecer este orden. No lo sabía, no necesitaba saberlo y no quería saberlo. Viviría mejor presuponiendo la verdad que tanteándola con arrepentimiento de haber podido hacer algo. Pues él era un ser relativamente parecido al dios de estas tierras. Alguien perteneciente Al Otro Lado. Y como toda entidad perteneciente Del Otro Lado, dependía de sí mismo; o solamente dependía de Kurama, en cualquier caso. Nadie más tuvo derecho sobre su alma. Ésta regresaba al Kyūbi cuantas veces sea necesario y se apegaba como una lapa a su forma en una forma incorpórea y astral: la absoluta divinidad.

"Eh, chico, divisa a poniente." Dijo Kurama en tono serio. La pereza se esfumó. Ya había empezado a reunir fuerzas para el pronto devenir. Naruto acató la orden.

Dicho y hecho, de poniente se aproximaba un vasto ejército. Pertrechados con armaduras doradas de ostentosas ornamentaciones. Grandes y pesadas espadas, lanzas y escudos. Esmeraldas, zafiros, rubies, amatistas, diamantes y topacios decoraban todas sus vestimentas y armamentos. La maquinaria pesada, catapultas, ballestas y fundíbulos, ya se comenzaban a construir en la retaguardia. Seguramente pensaron en bombardearlo con sus grandes juguetes mientras los arqueros oscurecían el cielo con sus flechas. Vaya ingenuos. Cientos de miles de cabezas pensantes y no se les ocurrió un mejor plan. Incontables hombres dispuestos a morir por su reina, dispuestos a defender, a capa y espada, su inquebrantable gobierno. Dispuestos a todo.

"Aparentemente ya se han percatado de mi divina existencia." Dijo Naruto observando al enorme ejército que tomaba forma en el horizonte. Hombres listos y aguerridos para enfrentarse a un guerrero divino más, pero no a una máxima deidad como él o como Kurama.

Tal vez no debiera de haberse fornicado a la madre eterna de estas tierras. Cierto. Tal vez. Aunque dudaba que sospecharan del «bardo del cañaveral», pues había mandado a un clon de sombra en dirección contraria con la misma apariencia, mismos andares y misma actitud prepotentemente avasallante. Y la gente en las calles lo vio, y pensarían que habría sido un malandrín perverso con ganas inhumanas de conseguir una cita con la reina eterna, y que lo consiguió. La casualidad de que unos días después apareciera una presencia divina extranjera por sus tierras sería solamente eso, una casualidad.

No habría tomado tantas precauciones con su disfraz de bardo si no fuera porque una de las condiciones de Kurama era que nadie lo descubriese. Sin embargo, Naruto creía que Márika ya lo conjeturaba. No era tan tonta como uno podría inclinarse a pensar. A pesar de que los Dos Dedos la manipulaban a capricho, la reina era bastante lista.

Sea como fuere. Un ejército avanzaba a su posición. Y él ya sabía qué hacer. Por si las dudas, revisó sus rizos: eran blancos como la nieve, tal cual quedaron tras atrapar y absorber la mayoría de la energía del Shinju. Una vez reasegurado de su apariencia real, su piel titiló de dorado. Una armadura irreal de fuego dorado lo encubrió de pies a cabeza. Su pelo puntiagudo se erizó por el magistral chakra del zorro de las nueve colas. No era necesario el manto de Kurama para luchar, pero… esto era otro grandioso final para la vida de Uzumaki Naruto. Y siempre, todas las veces, le gustaba usar todo a su disposición mientras moría. Fue de las pocas únicas buenas sensaciones que te otorgaba la inmortalidad. La falsa muerte en un grandilocuente combate.

Esta sería su centésima décimo cuarta última gran batalla, y esperaba que el zorro esta vez lo dejara descansar en paz al menos unos milenios…

Naruto no era fanático de ejecutar memorables matanzas, pero ellos son los que se presentaron a él con una hueste inmensa sin siquiera intentar mediar palabra.

"Espero que esta vez tengas la caridad de no despertarme antes del milenio de descanso, Kurama. Me lo merezco tras exterminar al último vestigio de la estirpe de los Ōtsutsuki en nuestra anterior aventura." Dijo Naruto, y partió rumbo a la lucha empedernida.

Pendenciero rubio combatió como los dioses.

La bestia dorada de nueve colas y rasgos zorrunos que un día aplastó a la Orden Dorada y a todas sus fuerzas pertrechadas con capas doradas y armaduras doradas sería recordada por unas cuantas eternidades en los tiempos dorados de las Tierras Intermedias.

…Continuará…

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No me gusta ser tan obscenamente explícito y prefiero las «sutilezas», pero esta es la primera vez que escribo algo por el estilo y por algo se aprende supongo.

Este es el episodio piloto de algo que tengo en el tintero. Espero que guste.