La historia alterna los puntos de vista de Hikari y Takeru.

Nota: El español no es mi lengua materna, por lo que puede haber algunos errores gramaticales. Intenté hacerlo lo mejor posible utilizando un traductor en línea. Si encuentras algún error o algo que no tiene sentido, envíame un mensaje en twitter sorato_fan.

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Día 3 - Reunion: Tanabata
Hikari sorprende a Takeru en Kioto.
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Mi corazón empezó a latir más rápido a medida que el metro se acercaba a Kioto. Aunque ya eran las vacaciones de verano, Takeru había optado por quedarse en la ciudad unas dos semanas para hacer turismo, cosa que no podía hacer precisamente debido a su apretada agenda con la universidad. A mi lado, podía oír a Sora y Yamato riéndose en voz baja como si yo no pudiera oírlos.

– Oye. – Extendió la mano y me tocó el brazo, cerca de la muñeca. – ¿Estás bien?

– ¿Eh? – La miré. Estaba escuchando todo a mi alrededor, pero aún así me pilló por sorpresa. Una sonrisa apareció en mis labios. – Estoy bien. Sólo un poco nerviosa.

– Es perfectamente normal. – Me aseguró. – Vas a encontrar a tu novio en una ciudad en la que no has estado y estás sola. Pero todo irá bien. Él estará encantado de verte después de unos meses, estoy segura.

– Gracias por venir conmigo. No creo que fuera tan fácil convencer a mi madre de que me dejara visitarle si no vinieras.

– Eso es cosa de mamá. – Sora sonrió amablemente. – Mi madre solía ser igual cuando vivía con ella. Se hace un poco más fácil cuando te mudas. Por cierto, no tienes que darnos las gracias por venir contigo. Sabemos exactamente cómo es.

– Así es. – Yamato asintió con un movimiento de cabeza. – Además, no eres la única que echa de menos a Takeru.

– Sí, pero creo que ella lo echa de menos de una forma diferente.

– Bueno, obviamente. – No pudo evitar sonreírle. – Pero tú me entiendes.

– Te entiendo. – Aunque no le veía la cara, podía ver fácilmente que Sora le sonreía por la forma en que sonaba su voz.

Y me sorprendí a mí misma deseando tener una relación como la suya. Me parecía increíble cómo se los habían arreglado para seguir siendo los mejores amigos mientras salían juntos desde hacía casi ocho años. Mimi parece pensar lo mismo, ya que siempre está haciendo comparaciones entre nosotros. Takeru y yo estábamos a punto de cumplir nuestro quinto aniversario en poco menos de un mes y aún no podía creer lo rápido que había pasado el tiempo. Mi mente volvía a acelerarse, preguntándome cómo reaccionaría él cuando me presentara en su puerta o si le sorprendía en algún otro lugar.


No sabía decir cuántas veces había mirado el móvil para ver qué hora era. Tenía tantas ganas de ver a Takeru que estuve a punto de decirle a Sora que no me quedaría en casa de su padre porque quería pasar cada segundo con él. Pero mi lado racional sabía que estaría tirando por la borda mis futuras posibilidades de volver aquí si hacía eso. Así que respiré hondo para calmarme. Conseguí sobrevivir al primer semestre (o casi) sin él, pero tener una relación a distancia seguía siendo una mierda.

– ¿Hikari? – La voz de Sora resonó en mis oídos y rompió de inmediato mi trance. Parpadeé y sacudí la cabeza mientras la miraba. – Esta es nuestra estación.

– ¿Ya? – Cogí rápidamente mi equipaje y me uní a ellos. – Pero salimos de Odaiba hace como diez minutos.

– Te dije que sería un viaje rápido. Quédate cerca, así no te perderás.

– ¿Seguro que a tu padre le parece bien que me quede a dormir allí? – Pregunté, insegura. – Realmente no quiero ser una carga durante los próximos días.

– Lo está, no te preocupes. – Me contestó con su habitual tono suave y comprensivo y inmediatamente sentí que mis hombros se relajaban. – A papá le encanta tener gente cerca. Serás más que bienvenida, créeme.

– Podemos invitar a Takeru, una vez que te reencuentres con él. Aún quieres darle una sorpresa, ¿no?

– Por supuesto. – Sonreí a Yamato, y sus ojos me recordaron a los de Takeru. Y ahora me muero por volver a encontrarme con él. Bueno, ya no tengo que esperar tanto, me digo.

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Abrí la puerta de mi armario buscando un Yukata para ponerme esta noche, pero no pude encontrar ninguno que realmente me gustara llevar y que fuera de mi estilo. Fruncí el ceño frustrado y me senté al borde de la cama. Me reuniría con mi hermano y Sora en unas horas y no tendría tiempo suficiente para comprar ropa nueva. La verdad es que debería haberlo comprobado antes, pero la universidad estaba tan loca que no me apetecía hacer nada más – aunque al final lo hice, la casa no se limpiaba sola – después.


Cuando salí de la ducha unos treinta minutos después, ya tenía una nueva combinación de ropa esparcida por la cama. Realmente quería ir con ropa tradicional, pero tendría que ser así por este año. Estaba a punto de ponérmela cuando sonó el timbre de la puerta, así que me até más fuerte el albornoz alrededor del cuerpo y fui a abrir.

– ¿Yamato? – Pregunté sorprendido y parpadeé. – ¿Qué haces aquí? Creí que nos íbamos a encontrar en el Tanabata dentro de dos horas.

– Así es. ¿Puedo? – Confirmó y me aparté para dejarle pasar. – Pero Sora hizo esto y realmente quería que te lo diera. Dijo que le encantaría que te lo pusieras esta noche.

– ¿Qué es? – Cogí la gran caja blanca de su mano y la coloqué sobre una mesa cercana para desenvolverla. Segundos después, me sorprendió la coincidencia. – Vaya… Es un Yukata beige.

– Es bonito.

– ¿Lo sabías? – Me volví hacia él, sosteniéndolo delante de mi cuerpo.

– No. – Mi hermano movió la cabeza negativamente. – Me lo guardó como una sorpresa y me dijo específicamente que no lo abriera antes que tú.

– Qué coincidencia. – Dejé escapar un sonido que parecía una carcajada.

– ¿Coincidencia?

– Hoy mismo había rebuscado entre mi ropa en busca de uno, pero no encontraba ninguno que me apeteciera ponerme. Y ahora esto. Es una locura.

– Lo es. ¿Te ha gustado?

– Sí, me ha encantado. Sora tiene tanto talento, siempre me impresionan sus habilidades.

– Lo mismo digo. Entonces… – Puso otra caja idéntica sobre la mesa, cosa que no me había dado cuenta hasta ahora. – Estaba pensando que podríamos pasar algún tiempo juntos y arreglarme aquí contigo. ¿Te parece bien?

– ¡Sí, por supuesto! – Dije emocionado y sonriendo. – Me encantaría tener compañía. Todos mis compañeros de piso están fuera por las vacaciones de verano, así que estoy muy solo aquí.

– Entonces, ¿por qué no vuelves a Odaiba para las vacaciones de verano?

– Lo haré dentro de unos días. Mamá me matará si no la visito.

– ¿Sólo mamá? – Me preguntó con segundas intenciones y yo puse los ojos en blanco juguetonamente.

– Y Hikari también.

– Por cierto, ¿cómo va todo entre vosotros?

– Bien, supongo. – Me encogí de hombros. – Ha sido un reto compaginarlo todo. No es fácil tener una relación a distancia. Deberías prepararte porque va a ser mucho más difícil para ti y para Sora.

– Sí, estamos como… tratando de trabajar en eso. – Dijo inseguro y bajó la mirada. – De todos modos, ¿habéis estado hablando el uno con el otro?

– Sí, dos veces por semana. Una de ellas a través de videollamadas y la otra por llamada normal. – Suspiré. – Sé que para ella tampoco es fácil, pero no puedo simplemente pedirle que se mude aquí. Sé que ella lo consideraría, pero tiene su vida en Odaiba.

– Es una situación muy dura.

– Lo sé. Me gustaría verla esta noche. Le encantaría ir a Tanabata con nosotros. Le encanta.

– Bueno, no se puede tener todo. ¿Verdad? – Yamato volvió a bajar la mirada y podría apostar todo mi dinero a que intentaba ocultarme su sonrisa.

– Es verdad. – Sacudí la cabeza.

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Eché un largo y cuidadoso vistazo al lugar donde se celebraba el festival y mi corazón volvió a latir más deprisa. En cuestión de segundos – tal vez minutos – volvería a ver y hablar con mi novio después de cuatro meses de ausencia. Y de repente, empecé a sentir pánico de nuevo.

– ¿Va todo bien? – Al más puro estilo maternal, Sora me puso una mano en el hombro. Escuchar su voz tranquilizadora y mirar sus ojos pacíficos me hizo calmarme un poco.

– Sí. – Asentí con una sonrisa. – Es que vuelvo a estar un poco nerviosa. ¿Y si no le gusta que haya venido aquí?

– No creo que lo haga. Le encantará volver a verte, Hikari. – Me cogió de las manos. – Sé que puede dar miedo porque no puedes predecir cómo reaccionará la otra persona, pero no creo que Takeru reaccione mal a que aparezcas aquí por sorpresa. Puede que se sorprenda al principio, pero seguro que no se enfadará.

– Tienes razón. Me estoy asustando por nada. No puedo evitar pensar que algo cambió para él.

– Nada cambió para él, Hikari. Te sigue queriendo igual. Los dos os queréis. Confía en lo que sentís el uno por el otro.

– Es increíble cómo tienes esa habilidad para calmar a todo el mundo. A veces me gustaría ser así.

– Pero lo eres, a tu manera.

– Gracias. – La miré y sonreí cálidamente. – Takeru y Yamato ya deben estar aquí.

– Probablemente. – Sora escudriñó entre la multitud, tratando de encontrarlos. – Yamato dijo que estarían en el lado opuesto del lugar, para que no os encontrarais. Voy a mandarle un mensaje para ver si ya están aquí. Él dará una excusa para dejar a Takeru solo y esa es tu señal.

– Entendido.


Yamato llegó unos diez minutos después de que Sora y yo hubiéramos llegado. El lugar estaba mucho más lleno entonces.

– Siento haber tardado más de lo que esperaba. Fue un poco difícil encontraros con tanta gente alrededor.

– Parece que todo el mundo decidió disfrutar de la noche de Kioto. No les culpo en absoluto. – Sora se levantó y caminó hacia él. – ¿Qué le dijiste a Takeru?

– Le dije que iba a buscarte y que volvería enseguida.

– ¿No sospechaba que no veníamos juntos?

– No, le dije que tu padre estaba contigo y se lo creyó. No es que sea mentira, pero… – Hizo una pausa. – Por cierto, le encantó su Yukata. Dijo que era una coincidencia porque quería ponerse uno esta noche y no tenía uno lo suficientemente bueno.

– ¿En serio? Qué extraña coincidencia.

– Creo que es hora de la segunda parte del plan. – Yamato consultó su reloj y luego me miró. – ¿Estás lista?

– Lo estoy. – Me levanté del banco en el que estaba sentada, sin prestar la atención al nerviosismo que volvía a apoderarse de mí. – ¿Qué tal estoy?

– ¡Estás estupenda! – Contestó Sora alegremente. – Ese Yukata te sienta muy bien.

– Gracias. La persona que lo hizo tiene mucho talento. La mejor que he visto.

Nos sonreímos un momento y bajé la mirada, quitándome un polvo invisible del traje.

– ¿Dónde está?

– Está justo ahí. – Yamato señaló la dirección con el dedo. – Hay un árbol de Tanabata a su lado. El primero que veas. No puede equivocarse.

– Gracias.

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Me apoyé en la barandilla cerca de un árbol de Tanabata y me quedé mirando el pequeño lago que había debajo de mí, aunque no podía ver mucho debido a que era de noche. Nunca antes había colgado un papel en un evento de Tanabata, pero disfrutaba viendo a la gente hacerlo y, a juzgar por la cantidad de papeles en este árbol, apostaría a que casi todo el mundo por aquí colgó uno. Me pregunto cómo serían los demás árboles. No pude evitar pensar que Tanabata sería un escenario perfecto para el comienzo de una historia de amor ficticia.

Y entonces mis pensamientos se fueron hasta Odaiba. Me sorprendí a mí mismo preguntándome qué estaría haciendo Hikari ahora o si me echaba de menos tanto como yo a ella. Aún tenía cosas que hacer en Kioto, pero me moría de ganas de volver a verla. Me sentí tenso de repente, como si algo estuviera a punto de ocurrir. Y entonces alguien me tapó los ojos. Mi corazón empezó a latir más rápido justo después de que el aroma a rosas que tan bien conozco llenara mis fosas nasales. No me molesté en ocultar mi sonrisa cuando retiré el par de manos de mis ojos y me di la vuelta. Allí estaba ella.

– ¿Hikari?

– Hola. – Me dedicó la sonrisa más dulce y todo a nuestro alrededor se congeló o desapareció.

Parpadeé varias veces, temiendo que todo fuera un sueño. Pero, para mi felicidad, ella seguía allí. Todo era real.

– ¿Qué haces aquí? – Me acerqué a ella y le pasé las manos por los brazos, aún recuperándome del shock y la sorpresa.

– Quería darte una sorpresa, así que he venido con Sora y Yamato. Me estoy quedando en el apartamento de su padre. – Me rodeó el cuello con los brazos. – Entonces, ¿qué te pareció mi sorpresa?

Deslicé mis manos hasta sus caderas y una sonrisa apareció en mis labios. – Es la sorpresa más increíble de la historia.

– Estoy tan feliz y aliviada de oír eso. – Confesó. – Temía que no te gustara porque vine sin avisar.

– Me ha encantado. – Toqué su frente con la mía, mirando intensamente sus ojos marrones. – Te he echado mucho de menos.

– Yo también te he echado de menos. – Una de sus manos subió hasta mi pelo y se puso de puntillas para encontrarse con mis labios en un beso apasionado.

– No puedo creer que estés aquí. – La cogí de la mano y la hice girar para que viera su conjunto. Estaba aún más guapa con aquel Yutaka rosa claro con delicadas flores por todas partes. La atraje hacia mí y la abracé.

– Bueno, yo estoy. – Me sonrió cálidamente. Juro que tiene las sonrisas más bonitas que he visto.

– Sí. – Le aparté un mechón de pelo de la cara y luego le acaricié la mejilla con el dorso de la mano. – Por eso mi hermano desapareció y nunca volvió.

– No te pareció extraño?

– No, dijo que iba a buscar a Sora y a su padre. Debería haberme dado cuenta de que algo iba mal cuando no volvió.

– Me alegro de que no lo hicieras y de que el plan funcionara a la perfección.

– No sabía que te gustaba planear sorpresas como ésta.

– Antes no vivía en otra ciudad, ¿verdad? – Me rodeó la cintura con los brazos y me miró.

– Es un buen punto.

– ¿Deberíamos intentar encontrarlos de nuevo?

– Más tarde. – Volví a mirarla intensamente. – Estaba pensando que podríamos pasar más tiempo juntos.

– Me gusta cómo suena eso. Incluso podemos colgar algunos papeles en el árbol.

– Por supuesto. Pero no voy a pedir nada, sólo daré las gracias en su lugar. – La cogí de la barbilla y volví a besarla.

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Los tonos anaranjados mezclados con dorados y rojos en el cielo parecían una hermosa pintura. No podía dejar de mirarlo a través de la ventanilla del metro. No podía creer lo rápido que habían pasado los últimos días. Parecía que fue ayer cuando Sora, Yamato y yo íbamos en metro hacia Kioto. Y ahora los tres volvíamos a casa. Pero esta vez no estábamos solos.

Aunque estaba hipnotizada por la puesta de sol en el exterior, cambié mi enfoque a mi derecha cuando Takeru puso su mano sobre mi pierna.

– ¿En qué estás pensando?

– Estoy recordando estos días que pasamos en Kioto. – Fui incapaz de contener la sonrisa. – Fue tan increíble.

– Realmente lo fue. – Asintió afirmativamente. – Nunca esperaría tener la sorpresa más increíble de la historia.

– Me alegro mucho de que te gustara. – Bajé la mirada hacia nuestras manos rozándose y agarré la suya, dejando que nuestros dedos se entrelazaran. – Y más aún de que vuelvas a Odaiba con nosotros.

– A mí también.

– Estaba muy nerviosa por ir a encontrarte porque no sabía cómo reaccionarías… – Confesé, mirándole a sus ojos azules que tanto me gustaban. – Pero no me arrepiento en absoluto.

– Es verdad, realmente lo estaba. – Sora se unió a la conversación y la miramos. – Fue una experiencia nueva para ella y lo hizo increíble, como sabía que lo haría.

– Gracias, Sora. – Me sonrojé un poco y aparté la mirada de ella. Apreté los labios antes de volver a hablar. – Sinceramente, tenía miedo de que las cosas cambiaran entre nosotros contigo viviendo en otra ciudad. Que te dieras cuenta de que no funcionaba y ya no me quisieras, pero…

– Hikari, eso no pasaría. – Me dijo con tanta seguridad que no pude dejar de mirarle. – Sería un reto y una situación difícil, pero siempre supe que podríamos hacerlo, porque confiaba en lo que sentimos el uno por el otro.

– Eso es realmente hermoso, Takeru.

– Lo sé. Yo sólo… Supongo que me sentía insegura. Pero ahora sé que podemos lidiar con esto. Encontraremos la manera, porque lo que sentimos es mucho más fuerte que la distancia entre nosotros.

– Exacto, y nos veremos todo lo que podamos, aunque sea a través de videollamadas.

– Lo aceptaré, pero en persona es mucho mejor. – Le sonreí y le puse la mano en la mejilla derecha.

– No hay nada mejor. En persona, puedo hacerlo. – Me rodeó con los brazos y me estrechó en un abrazo.

– Me alegro mucho de que os hayáis juntado. – Sora se alegró. – Siempre supe que era cuestión de tiempo.

– Odio arruinar vuestro pequeño momento romántico… – Yamato miró el panel sobre la puerta del metro. – Pero esta es nuestra estación.

Me levanté y estiré la mano para coger su bolsa, pero él fue más rápido que yo.

– ¿Qué haces?

– Te estaba ayudando a llevar tu equipaje. – Le miré confusa. – Ya tienes una maleta grande.

– Gracias. – Me sonrió amablemente mientras se la ponía sobre la cabeza. – Pero puedo llevar las dos, no tienes que preocuparte.

– De acuerdo entonces.

– Eh, vosotros dos. – Yamato nos llamó desde la plataforma. – Será mejor que os deis prisa o las puertas se cerrarán.

– Vamos. – Takeru me cogió de la mano y salimos juntos del vagón.