Los personajes de Inuyasha pertenecen a Rumiko Takahashio yo solo los tomó prestados para poder dar forma a la trama la cual si me pertenece. Todo sin lucro y solo con el afán de entretener. Cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia o referencia.
26 Nuevo Hobbie Juntos
El sol del atardecer entraba a través de las ventanas del pequeño apartamento, tiñendo todo con un suave brillo anaranjado. Inuyasha cerró su laptop con un suspiro cansado y se recargó en el pequeño sofá de dos plazas. Las últimas semanas habían sido un caos entre clases, tareas, el trabajo a medio tiempo y otras responsabilidades como el aseo del apartamento. Él y Kagome apenas habían tenido tiempo para pasar tiempo juntos, a pesar de vivir juntos en su pequeño apartamento desde que habían comenzado la universidad. Sentía que la vida universitaria los estaba devorando, no recordaba la última vez que habían pasado tiempo de calidad como pareja, su última salida al cine fue cancelada porque él aun no terminaba un trabajo en equipo.
Sentado en el sofá, miró a su alrededor, el apartamento estaba lleno de pequeñas muestras de su vida juntos: sus zapatos a la entrada, un par de abrigos colgados junto a la puerta, libros sobre la mesa, un par de tazas de café sin lavar en la tarja, pero lo que más le llamó la atención fue la cámara analógica que descansaba en el librero, fungiendo en ese momento como sujeta libros, y una idea comenzó a formarse en su mente.
Kagome llegó al departamento al anochecer, dejando su mochila caer suavemente al suelo mientras soltaba un largo suspiro al quitarse las botas. Había sido un día interminable, su única meta en ese momento era comer algo rápido y luego dejarse caer en la cama. Al dirigirse a la cocina, se sirvió un poco de agua fría, dejando que el frescor la ayudara a despejar la mente, cuando escuchó el ruido de la puerta del baño abriéndose.
Inuyasha apareció, con el cabello ligeramente húmedo y un par de mechones rebeldes que le caían sobre los ojos. Se detuvieron un segundo para mirarse, él sonriéndole desde el otro lado de la habitación, y ella, aún con el cansancio en sus ojos, devolviéndole la sonrisa. Sin decir una palabra, caminó hacia él y le dio un beso rápido, un gesto sencillo pero lleno de cariño.
—Debiste avisarme que ya venías para ir a esperarte a la parada— murmuró él, pasando una mano por su espalda y acercándola un poco más a su cuerpo.
—Aún no es tan tarde— dijo con voz tranquila, restándole importancia, mientras se dejaba envolver en el abrazo de Inuyasha, sintiendo el calor familiar de su presencia.
—Que no se repita— no podía evitar no preocuparse por su novia, la miró de cerca, notando las ligeras sombras bajo sus ojos—. ¿Cómo fue tu día? Recuerdo que hoy tenías que entregar un reporte— dijo al tomarla de su mano y entrelazando sus dedos con los de ella, dándole un apretón suave. Con un ligero tirón, la guió hacia el sofá, invitándola a sentarse a su lado.
Kagome suspiró mientras se dejaba caer en el sofá junto a él, sintiendo el alivio de estar en casa, en ese espacio que compartían.
—Fue agotador, pero lo entregué a tiempo, apenas pude almorzar— admitió, recostando su cabeza en su hombro.
—Entonces tenemos que hacer algo al respecto— dijo él, levantándose y yendo a la cocina.
Kagome lo observó desde el sofá, sintiendo una calidez en el pecho al verlo revolver en el refrigerador. Poco después, Inuyasha volvió con una bandeja improvisada: un par de sandwiches, unas frutas y dos tazas de té caliente. Kagome sonrió ante el gesto, tomando su taza y dejando que el aroma la relajara aún más.
—¿Sabes? Estaba pensando que deberíamos encontrar algo que podamos hacer juntos, algo solo nuestro— dijo él, mientras le daba un sorbo a su té—. Algo que nos permita pasar más tiempo así, tranquilos.
—¿Como qué?— Kagome levantó la cabeza, curiosa—. ¿Un maratón de series?, ¿Una noche de juegos?— Inuyasha negó con la cabeza, apuntando hacia la estantería.
—Fotografía— respondió él con una media sonrisa—. Tengo una cámara analógica antigua, de esas que usaba hace años.
—Creí que no servía, que estaba de adorno— Kagome observó curiosa la cámara—. No sabía que te interesaba tanto.
—Mi mamá me enseñó cuando era pequeño, a veces íbamos al parque y me dejaba tomar fotos de todo lo que me pareciera interesante— comentó, con una sonrisa llena de orgullo y algo de añoranza—. Además, pensé que sería algo diferente, algo que no hemos hecho antes. Podríamos aprender juntos, tomar fotos tontas y verlas revelarse en el cuarto oscuro.
—No tenemos cuarto oscuro.
—Podemos improvisar en el baño— se encogió de hombros, sin perder su entusiasmo—. O llevar los carretes a revelar, lo importante es pasar tiempo juntos— la miró con un toque de suavidad en su voz.
Kagome sintió una calidez aún mayor en el pecho, el cansancio desapareciendo al imaginar esas pequeñas escapadas juntos, cámara en mano, explorando la ciudad, descubriendo lugares. Le dio un beso en la mejilla a Inuyasha y cerró sus ojos.
—Entonces, seré tu aprendiz, tenemos una cita este sábado, lo no olvides.
—No hay manera que lo olvide— la observó con ternura, le acarició suavemente en la cabeza para ayudarla a dormir.
. . . . . .
Al sábado siguiente, ambos se levantaron temprano, cosa rara en su rutina universitaria. Inuyasha le enseñó a Kagome los conceptos básicos: cómo cargar el rollo, ajustar el enfoque y la exposición.
Caminaban por el parque, con el aire fresco y el crujido de las hojas bajo sus pies. Kagome tomaba fotos de todo lo que llamaba su atención: un árbol que parecía salido de un cuento de hadas, una ardilla que corría por el césped, y, en un momento espontáneo, una foto de Inuyasha distraído, mirándola mientras ella experimentaba con la cámara.
—¿Qué?— preguntó él, notando su risa.
—Nada, solo... estás muy guapo cuando estás concentrado— respondió con una sonrisa traviesa—. Eres muy fotogénico—. Inuyasha resopló, pero no pudo evitar sonrojarse.
El resto del día lo pasaron caminando, conversando y capturando pequeños detalles de su entorno. No importaba cuántas fotos tomaran o si alguna salía mal, lo importante era que, por primera vez en semanas, se sentían conectados de nuevo.
Esa noche, ya de regreso en su pequeño apartamento, revelaron las primeras fotos en el baño, Inuyasha se había dedicado a improvisar un cuarto oscuro. Kagome observaba con fascinación cómo las imágenes cobraban vida en el papel fotográfico, emergiendo lentamente de las sombras bajo la tenue luz roja. Cuando apareció la foto de Inuyasha mirándola con aquella sonrisa suave, casi tímida, ella no pudo evitar sonreír.
—Esta es mi favorita— dijo, sosteniendo la foto con cariño.
—La mía es esta— respondió él, mostrándole una imagen de ella acariciando a un perro, antes de acercarse a ella para besarla en la mejilla.
Aunque el día había sido simple, encontraron en esos pequeños momentos algo profundo: un nuevo pasatiempo, una pausa intencional para enfocarse el uno en el otro. La fotografía analógica no solo se convirtió en su proyecto compartido, sino en un reflejo de su conexión, de la forma en que empezaban a redescubrirse juntos, un disparo a la vez.
26/10/2024
Este si se me complicó, no quería repetir temas y las opciones que se me ocurrían, como que no iban con Inuyasha, pero finalmente me decidí por la fotografía, es algo también me gusta, y me pareció lindo pensar que es una manera en que ellos tienen para guardar recuerdos.
