Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Guia de brujas para citas falsas con un demonio" de Sarah Hawley, yo solo busco entretener y que más personas conozcan esta historia.
Catorce
Un portazo en la puerta principal siguió a la marcha de Bella.
—¡Qué grosera! —dijo Renné—. Y encima se va a perder la tarta de chocolate que he traído de Bélgica.
Edward se levantó al instante. Ignoró las quejas de Renné mientras echaba a correr tras Bella.
Alice lo alcanzó mientras él agarraba su abrigo y el jersey de Bella y abría la puerta de un tirón.
—No quiero quedarme —dijo Alice, con expresión consternada mientras se acercaba a él—. Creí que Bella exageraba con lo de su madre.
—No lo ha hecho —gruñó Edward—. La verdad es que ha sido demasiado amable.
Había demonios que eran unos padres horribles, pero como la descendencia demoníaca era excepcional, esos niños eran criados por comunidades enteras. Las especies prosperaban o fracasaban juntas. Edward no había tenido esa ayuda de la comunidad cuando era niño, pero solo porque se le había educado para un propósito más elevado.
Al parecer, habían educado a Bella para que se sintiera fatal consigo misma.
Quería estrangular a alguien. Este era el tipo de estado de ánimo que podía conducir a un pacto de venganza. Con sumo placer le arrancaría los intestinos a alguien si así podía borrar el dolor del rostro de Bella.
Alice volaba a su lado mientras él caminaba por la calle.
Bella ya había bajado la mitad del camino.
—¡Espera! —le gritó.
—¡Jodanse todos! —le gritó ella de vuelta. Tropezó y se cayó, soltando un aullido de dolor.
Corrió hacia ella, que se había hecho un ovillo.
—Déjame ver tu tobillo —ordenó.
Ella dio un paso atrás cuando él alargó una mano.
—Déjame en paz.
¿Por qué estaba enfadada con él?
—¿Estás bien?
En respuesta, ella le giró la cara.
Alice se arrodilló junto a Bella.
—Vamos, cariño. Hablemos. —Le acarició la trenza y Edward vio con una punzada de dolor que la flor estaba aplastada—. Ha sido una mierda, pero si estás mal podemos ayudarte.
—¿Por qué no retransmites en directo mi humillación? —preguntó Bella con inquina—. Para eso has venido, ¿no? Para hacer un estudio de mi horrible familia. Puedes contárselo a todos tus seguidores.
Alice parecía dolida.
—Eso no es justo. Mi profesor nos dijo que estudiáramos a un grupo de personas.
—Y pensaste que mi familia era lo más parecido a una manada de hienas, ¿verdad? —Bella rio amargamente—. ¿Sabes qué les hacen las hienas a los miembros más débiles del clan?
—Tú no eres débil —dijo Edward.
Bella lo fulminó con la mirada.
—Edward, me encantaría que dejaras de hablar. No te correspondía hablar por mí.
—Entonces, ¿a quién le corresponde, Bella? —espetó él, con su ira a punto de desbordarse—. Tú no te defendiste. —Que Bella se hubiera quedado sentada sin más le parecía de lo más increíble.
—No tienes ni idea de cómo puede llegar a ser mi madre. Lo que has visto ahí dentro no es nada.
—Lo que he visto me ha parecido espantoso.
—Y la próxima vez será peor porque has dado todo un espectáculo. Ahora mi madre dirá que yo no debería tener una piel tan fina.
—¿Yo he dado un espectáculo? —Se estaba enfadando de verdad. La luz de la farola parpadeó y luego estalló con un fuerte chasquido—. Tu madre es un espectáculo.
—Y tú me conoces desde hace tres días —espetó Bella—. Así que, por favor, no hables de mi familia.
Alice alargó la mano para acariciar de nuevo el cabello de Bella, pero ella la apartó de un empujón.
—Vamos, Bella —dijo Alice—. Estamos tratando de ayudar.
—Podrías haber ayudado evitando convertir a mi familia en un proyecto de ciencias.
Alice batió las alas con nerviosismo.
—No es nada tan serio. Tan solo tenía que tomar notas sobre una reunión, y lo de la hiena era una broma.
Bella fulminó a la pixie con la mirada.
—Sí, una divertidísima. Asegúrate de tuitearlo.
Alice se levantó del suelo.
—Mira, lo que ha pasado ahí dentro ha sido una mierda, pero no tienes que ser una zorra con la gente que está de tu lado. —Miró a Edward—. Me largo.
Y, tras decir eso, Alice salió volando. Las alas la llevaron al tejado de la casa más cercana.
Edward nunca había visto así a Bella. Tenía la cara roja por la ira, pero sus ojos eran dos pozos de desesperación. Lloriqueó y se limpió la nariz.
—Ya está —dijo—, otra persona más que piensa que no estoy a la altura.
Edward podía comprender el enfado que sentía hacia su familia, pero esta autocompasión no era nada productiva.
—Ella lo superará. Y, además, te has hecho esto a ti misma.
—Vaya, gracias. El novio más comprensivo del mundo.
—No soy tu novio —le espetó. El aire estaba cargado, como si estuviera a punto de producirse una tormenta eléctrica.
—Claro que no —respondió ella—. Eres solo el demonio que quiere robarme el alma. Estoy segura de que tienes motivos muy nobles. ¿Cuándo vas a sacarle partido a mi humillación para que hagamos un trato?
La acusación le dolió. Cuando se enfrentó a su familia, no estaba pensando ni por asomo en el pacto de almas. Solo quería protegerla.
Sin embargo, era evidente que ella no quería su protección.
—Tienes razón —dijo—. Soy un monstruo horrible sin compasión. Bien. Te propongo este trato: si me entregas tu alma, te daré unas malditas agallas.
Y, tras decir eso, se marchó.
El tatuaje de Edward empezó a hormiguear cuando estaba a medio camino de casa de Bella.
—Ahora no —gruñó. Pero fue inútil. El tatuaje le ardía y Edward se detuvo bajo un arce medio esquelético. Le dio un manotazo al tronco y sintió una punzada de remordimiento cuando las hojas muertas cayeron al suelo. ¿Qué plantas estarían consolando a Bella ahora mismo?
—¿Qué? —preguntó cuando Astaroth apareció.
Astaroth levantó sus pálidas cejas.
—¿Es esa forma de saludar a tu mentor?
El demonio iba vestido tan elegantemente como siempre, con un traje gris acero y chaleco y corbata de color negro. El alfiler de la corbata era una cruz invertida, algo que Bella habría considerado todo un cliché. La luz del fuego parpadeaba sobre el cabello rubio platino de Astaroth, lo que significaba que estaría en las dependencias del consejo. A los archidemonios les encantaba la luz del fuego.
—¡Lo siento! —gritó Edward—. Es un mal momento.
—Dado tu historial últimamente, me pregunto si alguna vez tienes un buen momento. —Astaroth agarró el bastón por su calavera—. No me has puesto al día sobre los progresos de este trato.
—Estoy trabajando en ello.
—Con poco ahínco, al parecer. —Astaroth miró a Edward de arriba abajo y el horror apareció en su rostro—. ¿Qué es esa monstruosidad que llevas?
—Una camisa.
—Es horrible —Astaroth hizo un mohín—. Sé que Forks no es Londres, pero seguro que puedes llevar otra ropa que no te hagan parecer un padre de mediana edad que ha perdido las ganas de vivir.
—¿Me has citado para hablar de mi vestuario? —preguntó Edward—. ¿O esta conversación tiene otro objetivo?
Astaroth le miró de forma penetrante. El archidemonio no era demasiado grande (Edward le sacaba unos centímetros y muchos músculos), pero había una vieja astucia en esos ojos azules como el hielo.
—Te has vuelto un deslenguado desde que entraste en el reino de los seres humanos —dijo Astaroth —. ¿Los mortales están echando a perder tus modales o es que estás perdiendo el control de tus impulsos?
—No estoy perdiendo ningún control —dijo Edward, aunque eso era justo lo que estaba ocurriendo—. Simplemente no me gusta que me controlen tanto.
—Confía en mí. Si te estuviera controlando tanto como dices, lo sabrías. —Astaroth se dio un golpecito en la bota con el bastón—. ¿Y bien?
Edward sabía lo que el demonio quería oír. Por desgracia, no podía dárselo.
—Todavía no quiere hacer un trato.
—¿En serio? ¿Tan difícil es esa bruja?
—No tienes ni idea. —La guapa, terca y exasperante Bella.
—Tal vez debería hacerle una visita. —Astaroth agarró la punta del bastón y sacó una delgada espada de plata de la vaina. La examinó mientras giraba la hoja de un lado a otro—. Puede que responda mejor a mis métodos.
—¡No! —El pánico invadió a Edward ante la idea de que Astaroth pudiera blandir esa espada mortal contra Bella. Había rumores sobre cómo se había hecho Astaroth con el poder. La sociedad demoníaca era más feudal cuando él llegó a la cima, y lo que le había faltado en tamaño lo había compensado con brutalidad—. Me encargaré de ello.
—Más te vale. —Astaroth envainó su espada—. No te presiono por crueldad. Esa alma que tienes en el pecho es un lastre y tenemos que averiguar cuánto puede afectar a tu rendimiento.
—Y tú quieres ganar la apuesta.
—Todavía le molestaba que Astaroth hubiera apostado por él.
Astaroth ladeó la cabeza.
—Piensa en ello como una motivación más. Tienes hasta el último día del mes mortal.
Y, tras decir esto, desapareció.
Edward se desplomó contra el árbol y se quedó contemplando el pueblo dormido. Alguna criatura fantástica trinaba sobre su cabeza y las hadas del río cantaban sus solitarias melodías a lo lejos.
Había sido criado con un único propósito: proteger el reino demoníaco haciendo tratos difíciles. Si fracasaba en esta tarea, si le fallaba al demonio que lo había criado y guiado, ¿para qué habrían servido todos esos años de soledad y esfuerzo?
Pero en el interior de Edward ardía un fuego que calentaba los rincones más oscuros de su psique, descuidados durante mucho tiempo. Si hubiera podido arrancarse el alma para iluminar el plano demoníaco, lo habría hecho, pero los demonios solo podían apoderarse de las almas de los mortales.
Si se llevaba la de Bella, ¿qué pasaría con este oasis de magia?
¿Seguirían creciendo los árboles y las plantas? ¿A alguien le importarían lo suficiente para detener la construcción del resort?
Y lo que era más importante, ¿qué le ocurriría a Bella? Era un ser humano joven, pero con un tiempo dolorosamente corto para un demonio.
Se pasaría las restantes décadas de su vida como una cáscara vacía; sin sentir nada, sin querer nada, sin esperar nada.
Ella se convertiría en lo que él había sido durante siglos.
NOTA:
Aqui estan los capitulos de hoy, espero que les hayan gustado, probablemente la proxima actualizacion sea el Lunes.
