¡Hol a todos! Mi primer fanfic después de mucho tiempo, así estoy un poco oxidada. De igual forma, me parece excelente empezar como años atrás, con una pareja que siempre me ha encantado y siento que tienen una dinámica increíble 💖 Espero que les guste este primer capítulo


Disclaimer: Resident Evil y sus personajes pertenecen a Capcom. Esta historia es una obra de ficción escrita por un fan y no tiene fines de lucro. Los personajes de Leon S. Kennedy y Claire Redfield, así como cualquier otro elemento de la franquicia Resident Evil, son propiedad de sus respectivos creadores. Esta historia es una interpretación de los eventos y no sigue la continuidad oficial.


Entre las cenizas

Capítulo uno

El frío calaba su uniforme a pesar de estar usando la chaqueta térmica, y una nube de vapor se formaba cada vez que exhalaba. La temperatura estaba bajando notablemente desde que el sol se ocultó hacía unas cuantas horas, tanto que si no fuera por el estrés usual de encontrarse en una misión en la que se encontraba y que había estado recorriendo ese lugar que parecía un laberinto desde hacía media hora, estaba seguro que sus músculos estarían adormecidos.

El olor a humedad y podredumbre había pasado a segundo plano desde hacía un buen rato, pues debía concentrarse en su camino. Su mirada afilada y bien acostumbrada a la oscuridad estaba fija en el pasillo frente a él, estudiando cada tono de gris diferente como un cazador buscando a su presa. Su querida Matilda estaba lista para ser detonada ante cualquier movimiento que captase su aguda visión, dada por los años de experiencia y la facilidad con la que se le daban los movimientos. El suave murmullo de la noche fría y la tenue luz de algunas lámparas eran su única guía para buscar el cuarto de servidores de ese complejo tan tétrico en el que se encontraba.

No dejaba de sentir escalofríos cada vez que pensaba en las posibles criaturas que podría encontrarse en uno de esos pasillos, pues la experiencia le decía que ese silencio era alarmante. Su intercomunicador sonó en su oído, avisando que estaba llamando su fiel amiga -además de Matilda-, Hunnigan.

—Hey, Vaquero. ¿Cómo vas? —Su voz animada y familiar lo hacen sentirse un poco acompañado en lugares tan asquerosos como este.

—No hay un alma en este lugar —susurró, cruzando en el pasillo a su derecha con el hombro derecho rozando la pared para mayor seguridad.

Esta vez podía ver un poco más de las paredes grises y la pintura entre sucia y desgastada gracias a las escasas luces fluorescentes que se veían al final del pasillo que se dividía en uno a la izquierda y otro a la derecha. Había memorizado los planos del lugar con tanto detalle, sabía que no estaba tan lejos de su destino en ese lugar. Sabía con exactitud donde debía cruzar, cuando debía detenerse para chequear si podría tener contacto con alguien e incluso, cada puerta que podría llevarlo al lugar equivocado y cuáles podrían sacarlo de allí.

—Deben aparentar que no es de interés público y sólo una fábrica abandonada —le respondió su amiga a través del auricular la pregunta que empezaba a formarse en la cabeza del hombre. —Tenemos más información sobre los camiones que han entrado y salido del lugar. Parecen llevar material biológico.

Cruzando en la esquina después de verificar que el pasillo a la derecha terminaba en una puerta con un letrero gigante que decía "Desechos orgánicos", Leon S. Kennedy, agente de la DSO continuó su camino. Un leve zumbido de maquinaría operando empezaba a escucharse, junto con algún otro ruido camuflado por las gruesas paredes.

—Entraré en el ala dos, necesitaré ayuda con las cámaras —comentó antes de volver a cruzar a la derecha, donde se encontraba la puerta con el letrero de "Acceso restringido" que lo llevaría al lugar de interés. —Y también con la puerta.

Escuchaba el tecleo de Hunnigan de manera intensa. Era como música para sus oídos. —Listo.

Escuchó el pequeño click de la puerta, que se abrió lo suficiente para hacerle saber que su paso estaba libre también.

—Te dejo, Leon. Pero, contáctame si necesitas algo —murmuró la mujer que seguía tecleando en su computador de manera frenética.

—Uhu —fue lo único que comentó el agente antes de entrar en el área restringida.

Se encontró con una serie de andamios y pasillos hechos de metal pesado, que se conectaban con escaleras del mismo material y en el centro había una especie de cilindro gigante. Típico de esos lugares. El sonido de la maquinaría operando ocultaba sus pisadas lo cual le daba una gran ventaja en cuanto al movimiento. Sin embargo, un rápido vistazo hacia abajo y pudo ver algunas personas caminando, tenían armas. Otras llevaban trajes blancos de protección química.

Esperó silenciosamente en una oscura esquina, donde nadie podría notarlo a que algunas personas salieran de su camino para continuar jugando con las sombras de un lugar pobremente iluminado. Al menos tenía eso a su favor. De igual manera, no podía quitarse el sentimiento de estar cruzando una línea peligrosa, a pesar de las incontables misiones donde había participado, nunca dejaba de sentirse igual.

No es la primera vez Kennedy. Tampoco será la última. Se dijo a sí mismo después de pasar algunas cámaras de seguridad y bajar las escaleras de emergencia con sumo cuidado. Sabía muy bien que si cometía un pequeño error y tendría que dejar de ser tan silencioso como lo había hecho hasta ahora.

Escuchó algunas voces cerca y tuvo que esconderse detrás de una pared, contuvo la respiración en cuanto sintió que su pulso se aceleraba cada vez más a medida que las voces se acercaban. Maldición. No lograba distinguir mucho de lo que decían, pero sabía que los americanos no eran. Se tenía grandes sospechas de que podrían ser soldados y científicos rusos, y esa era su prueba de que lo eran. Los vio pasar vestidos de uniforme negro y armas largas.

Solo faltan dos pasillos más. Se dijo después de continuar, bajando algunas escaleras que no tenían vigilancia y la oscuridad del lugar lo hacían camuflarse bastante bien. Su mirada fría y calculadora divisó el cuarto del ala norte que le interesaba. Cuarto de servidores. Solo tenía que cruzar el pasillo con las cámaras de seguridad y estaba adentro y como si la suerte existiera y estaba de su lado esa noche, divisó a un científico pasando cerca de él.

No dudó en posicionarse detrás del hombre, taparle la boca y aplicar la suficiente presión en su cuello hasta dejarlo inconsciente. Lo arrastró hasta la habitación más cercana que resultó ser solo una oficina abandonada. No dudó en usar el ruido a su alrededor para cambiar su atuendo por uno de esos trajes blancos, y amarrar al científico con algunos t-wraps.

—Eso te mantendrá quieto lo suficiente —murmuró antes de salir de la oficina.

A pesar de que sabía que era muy difícil ser reconocido con esa escasa luz, no podía arriesgarse cuando debía cruzar el área con mayor iluminación y más cámaras de seguridad. Con Matilda oculta en la manga del traje, lista para ser usada, miró a cada lado del pasillo notando algunos guardias pasar por su lado sin siquiera prestarle atención. Eso era una buena señal. Revisó los bolsillos del traje, notando la pequeña tarjeta blanca que le daría acceso a su misión. La puerta se abrió con un leve zumbido, dejando a su vista una serie de repisas llenas de dispositivos con luces verdes y rojas, diversos cables que subían a través de tuberías por el ducto de ventilación.

La sala tenía una temperatura diferente debido a los ventiladores que parecían no dejar de trabajar nunca y hacían un sonido similar a los panales de abejas en el Amazonas. Se quitó el traje blanco para tener mayor comodidad y agilidad si alguien lo llegaba a encontrar en ese lugar. Sacó el pequeño dispositivo de su bolsillo, de acuerdo con Hunnigan extraería la información que necesitan para comprobar que allí estaban experimentando con armas biológicas a pesar de todas las veces que la Farmacéutica Insidious se negaba.

—Vaquero, veo que estás en el rodeo —Ingrid habló en su oído con la misma sutileza de siempre, sacándole una vaga sonrisa ante su apodo. —El servidor central debe tener un puerto a un lado, según la tecnología que manejan. Solo debes colocarlo allí.

Un rápido vistazo a la pila de dispositivos con luces que no dejaban de parpadear, le hizo saber a Leon que estaban incrustados en la pared junto a una pequeña pantalla que parecía ser el monitor. Cruzó la habitación en tres zancadas, y ubicó el dispositivo que le entregó Ingrid en el pequeño círculo.

—Listo. Estamos recibiendo la información —le confirmó su compañera de trabajo a través del intercomunicador.

Leon se quedó viendo como una serie de archivos comenzaban a abrirse y cerrarse en el monitor, se movían a gran velocidad. Abriendo y cerrando documentos, fotos, videos que eran su misión. Por un segundo, su vista notó una serie de fotos que le llamaron la atención, y su corazón se detuvo por el mismo espacio de tiempo en cuanto vio una cara familiar entre esa pila de fotos.

—¿Qué demonios…? —murmuró más para sí mismo

—Leon —El tono de alerta en que Ingrid dijo su nombre le confirmó lo que cruzó su cabeza apenas vio ese rostro familiar.

Claire. Sintió una punzada eléctrica recorrer su cuerpo completamente, olvidando por un segundo que su misión estaba por terminar. Comenzó a caminar de un lado a otro tratando de comprender que estaba sucediendo, mientras la línea de carga terminaba de llenarse.

—Ingrid, hay documentos sobre Claire —Su tono frío demostraba lo tenso que se encontraba en ese momento.

—Si —confirmó la mujer. Leon apretó los labios en una fina línea, mientras sentía como su corazón comenzaba a palpitar con más fuerza dentro de su pecho. —Es una persona de interés para la farmacéutica.

—Maldición —Pasó una mano por su cabello, alborotándolo en el proceso.

Caminaba de un lado a otro tratando de pensar por qué podría ser una persona de interés. Le había perdido la vista a Claire después de los acontecimientos sobre Penamstan. Se habían visto en un par de ocasiones, siempre de la manera más formal, incluso la última vez ella no había querido acercarse a saludarlo durante toda la noche en una conferencia en la que estuvo presente. De no ser porque se acercó a saludarla, estaba seguro que ella no quería verlo. Y no la culpaba. Tenía razón de no quererlo cerca, si había cambiado tanto desde Raccoon City.

Un sentimiento de culpa se instaló en el pecho del hombre. Debía estar pendiente de ella, saber lo que estaba haciendo porque desde Penamstan, sabía muy bien que podría buscar información sobre diversos brotes para hacerlos públicos. Aún recordaba sus palabras.

"—¿Así es como haremos las cosas ahora? —Estaba terriblemente enojada, pero algo que Leon no podía comprender correctamente estaba en su mirada. Algo que nunca había visto antes dirigirlo hacia él: decepción. —¿Tu haces las cosas a tu manera y yo las hago a la mía?"

Y esto se había clavado en su pecho y en sus recuerdos desde entonces. La mirada llena de dolor que le dedicaba, la forma tan agresiva en que estaba parada frente a él. Nunca se había sentido tan vulnerable frente a alguien como lo hacía en ese instante, ni siquiera podía quitarse el sentimiento de que la estaba traicionando. Había querido responderle, las palabras incluso se acumularon en su boca para salir. Quería protegerla, cuidarla de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. No quería que ella cambiara más desde los acontecimientos de Raccoon City.

Sacudió la cabeza, para tratar de enfocarse en la misión que debía terminar. No le faltaba mucho para ello. Después podría enfocarse en Claire. Estaba seguro que tendría tiempo para ello.

—Leon, lamento decirte esto pero creo que está más involucrada de lo que parece. —Todo su cuerpo se tensó, escuchando con atención lo que le decía su compañera de trabajo y los posibles escenarios que podrían desarrollarse con esta afirmación. —Está en Ashford.

—Maldición, Redfield —farfulló entre dientes el hombre. —¿Algo adicional?

—Tienes compañía —avisó la mujer de cabellos rizados a través del intercomunicador. Leon sacó su arma, ocultándose entre las torres de servidores, lo más alejado de la puerta, sin perder visión de la misma. —Nido fuera.

Echó un vistazo al dispositivo de carga, notando que había terminado y todo parecía indicar que estaba bien. Menos que Claire estuviese involucrada en este caso, eso no estaba bien. Había querido alejarla del ojo del huracán que eran las corporaciones farmacéuticas, queriendo experimentar con el virus. Sabía lo que estar involucrado en la lucha contra el bioterrorismo le había hecho a él, lo había cambiado demasiado, incluso sus lealtades habían cambiado desde que había entrado a trabajar como agente de seguridad del presidente.

Su suerte había cambiado completamente, pues la puerta que estaba vigilando como un águila a su presa sonó indicando que estaba abierta. Una persona con un traje blanco de protección entró con prisa, cerrando la entrada con premura. Leon estaba apuntando a la persona, esperando cualquier movimiento que pudiera verse como una amenaza para dispararle. Sin embargo, su corazón se detuvo en cuanto vio que la persona se quitó la capucha y el cubrebocas, dejando al descubierto un rostro demasiado familiar.

—Claire —susurró de manera inconsciente entre la oscuridad.

Desde su lugar entre las torres que ocultaban todo el posible ruido que podría hacer, Leon observaba como la mujer que había visto hacía más de una año, se quitaba el traje con la misma delicadez que una gacela y volvía a amarrar en una coleta su cabello rojo como la caoba. Podía ver que tenía las mejillas sonrojadas y la respiración acelerada, como si estuviera huyendo. ¿Estaría huyendo de alguien? Y no dejaba de preguntarse qué demonios estaba haciendo allí metida, cuando era más que evidente que quien sea que estaba dirigiendo ese lugar estaba detrás de ella.

Su subconsciente lo traicionó en cuanto dio un paso al frente, con el corazón golpeando su caja torácica y la sangre bombeando en sus oídos como tambores.

—¿Quién anda ahí? —la escuchó preguntar al aire. Su voz temblorosa le decía que estaba asustada, pero la firmeza de su agarre en la 9 mm que él le había regalado le decía que estaba lista para disparar. —Hice una pregunta. Te doy tres segundos para que salgas o dispararé, y tengo buena puntería.

No dudaba ni un segundo que podría volarle la cabeza de un disparo. Él mismo se había encargado de enseñarle cómo disparar en medio de la frente a diferentes distancias. Tenía un buen ojo y talento casi natural. Escuchó el indudable click que hacía la pistola cuando le quitaban el seguro y, sin pensarlo mucho, Leon decidió dar un paso al frente con las manos en alto dejando al descubierto su rostro.

—¿Leon? —murmuró frunciendo el ceño como si no terminara de comprender lo que sus ojos estaban captando.

Sin embargo, un suave escalofrío recorrió su cuerpo como si fuese electricidad. El ligero temblor de sus manos se volvió incontrolable, tanto que le dio vergüenza cuando la mirada de Leon cargada de escrutinio e ira se le estudiaron de pies a cabeza. El latido de su corazón resonaba en sus oídos, acelerado después de haber corrido casi medio complejo de edificios, huyendo de unos cuantos guardias mientras trataba de asimilar la presencia del hombre en ese mismo lugar.

—¿Qué demonios…? —Empezó a hablar, sin embargo tenía la boca seca y no pudo continuar. Tragó saliva e intentó nuevamente. —¿Qué haces aquí?

—Podría preguntarte lo mismo —El entrecejo lo tenía fruncido, era evidente que estaba tratando de descifrar algo. Lo conocía demasiado bien, aunque desde hacía un par de años que su expresión era una constante máscara impenetrable, podía ver en sus mirada que estaba furioso. ¿Por qué estaba molesto? ¿Por mí?

Claire apretó los labios en una fina línea. No quería responder a su pregunta, sólo por orgullo. —Supongo que estamos buscando las mismas respuestas —Bajó su arma, ubicando el seguro en su lugar con la misma experticia de siempre y se la puso en la cinturilla del pantalón.

Sacó de su bolso una laptop, donde se veían los planos del lugar. Lo sabía muy bien porque los había memorizado. Estaba buscando algo en ellos, pero lo que más le causaba curiosidad era como había conseguido esos planos si eran información clasificada.

La mujer intentaba aparentar una fría calma, estaba pensando en cómo demonios iba a salir de ese lugar sin tener que buscar ayuda en Leon. La persona que menos esperaba y le convenía encontrarse en su búsqueda de respuestas. Pero, su realidad era mucho más distinta, estaba con el corazón latiendo tan fuerte en su pecho que sentía que podría salirse en cualquier momento, sus ojos buscaban enfocarse en lo que realmente necesitaba pero no lograba encontrar nada.

Leon acortó la distancia entre ellos, estudiando con cierta fascinación a la mujer. Sus rasgos delicados se veían frágiles en la escasa luz de la sala, sin embargo su ceño fruncido era una clara señal de determinación.

—¿Acaso tienes idea de lo peligroso que es este lugar? —murmuró, tratando de contener su rabia ante la imprudencia con la cual actuaba Claire.

—Kennedy —Su voz baja y tensa era una clara advertencia que no debía meterse en su camino. — Deja de tratarme como una niña. Ahora hago las cosas a mi manera, ¿recuerdas?

La ira estaba reflejada en su reproche, en su manera agresiva de hablarle y, aunque ese no era su habitual en la Claire que conocía, sabía muy bien que lo tenía merecido. No pudo evitar sentirse culpable de que ella estaba corriendo peligro, y al mismo tiempo se sentía herido de ser tratado de esa forma. Quizá nunca se lo esperó de la mujer que en algún momento fue más que su amiga. A pesar de ello, Leon sabía muy bien que no podía doblegarse ante su terrible carácter porque ella se había encargado de ponerse en la mira y él no iba a permitir que algo le sucediera.

— Maldición, Claire. —Tomó su brazo, girándola hacia su cuerpo para verla a la cara. Claire se zafó del agarre en un forcejeo entre tanto le dedicaba una mirada cargada de ira. —Esto no es cualquier cosa. Las personas que están aquí están experimentando con armas que desconocemos…

—Precisamente por eso estoy aquí —respondió obstinada.

Ella guardó su laptop dentro del morral que estaba lleno de carpetas y sobres con papeles. La ira estaba operándose de sus pensamientos, pues solo pensaba que su suerte estaba de perros desde que vio a Leon. La última vez que lo había visto ni siquiera fue capaz de saludarlo, porque no podía negarlo, se sentía traicionada de una manera que no podía controlar. Que se haya negado a ayudarla a revelar la verdad de los sucesos de Penamstan y Raccoon City, así como todos los otros brotes aislados se sentía casi tan terrible como una traición amorosa. Verlo allí fingiendo que se preocupaba por ella, y que estaba molesto de verla solo le daban ganas de cruzarle la cara con un puñetazo.

•—Al menos uno de los dos hace bien su trabajo después de Raccoon.

Eso en definitiva dolió. Leon apartó la mirada de Claire, sintiendo vergüenza de no seguir sus ideales. Pero se trataba de ella y su seguridad… Sin embargo, al parecer no había sido suficiente porque estaban metidos en unas instalaciones donde si los veían, no dudaría en clavarles un tiro en la cabeza.

Varios pasos se escucharon afuera, al igual que voces viniendo del pasillo. Leon no tardó en reaccionar, siguiendo su instinto. Tomó a Claire del brazo y la llevó al lugar oscuro entre los servidores donde se había ocultado él.

—No me toques. Déjame. —Ella se removía de su agarre, tratando de soltarse.

—No seas testaruda. Están buscándote.

—Cubrí bien mis huellas. Puede que te estén buscando a ti.

Leon arqueó una ceja dispuesto a responder, pero fue interrumpido el click de la puerta al abrirse. Se quedó en total silencio, incluso casi estaba conteniendo su respiración a pesar de que podía sentir la respiración suave de la mujer, y podía percibir el suave olor a cerezas que desprendía su cabello. Era embriagante para él, incluso peligroso sentir su esencia después de tanto tiempo sin tenerla así de cerca. Sus brazos se tocaban de hombro hasta el muslo, y el agarre firme que sostenía sobre su antebrazo se sentía caliente al tacto. Estaba en una maldita misión con la mujer que se juró proteger.

Un guardia entró a la sala, hablando un idioma que no reconocían a través de un intercomunicador. Echó un breve vistazo hacia donde estaban, pero gracias a algún dios la luz de la linterna no llegó a la bota de Leon. Tenía la pistola preparada para disparar en algún punto mortal en caso de ser necesario, pero el hombre solo habló nuevamente a través del walkie talkie y salió de la habitación.

Ambos exhalaron la respiración que no sabían que estaban conteniendo, sintiendo el correr por sus músculos ante estar tan cerca del peligro. Claire se soltó nuevamente del agarre de su brazo, y caminó decidida hacia el servidor central, donde Leon había estado hacía un buen rato. Conectó un pequeño USB con una pequeña luz, y la pantalla que estaba muerta volvió a la vida, mostrando una barra de carga donde se leía "Descargando información". La mujer dejó el dispositivo trabajando, mientras buscaba entre algunos archivadores que estaban allí con algunos documentos. Pasaba muy rápido la mirada por los documentos, tratando de buscar información valiosa para su investigación, pero nada era realmente útil.

Abrió unas cuantas gavetas más, y encontró otros archivos. Leon no había buscado nada de allí, pero apenas tomó un puñado de ellos, buscando alguna información relevante se encontró con una foto de Claire en Ashford.

—¿Te interesaría explicarme esto? —cuestionó. Apretando los músculos de la mandíbula mientras elevaba la foto para que ella lo viera.

La sorpresa pasó por los ojos de la mujer, emoción que fue casi cubierta por un rostro un poco más tranquilo. Aunque León podía notar que ella no se esperaba esa información.

— Eres sujeto de interés, Redfield. Saben que estás aquí y te están buscando —soltó con énfasis, viéndola fijamente a los ojos. Rebuscó en los documentos en su mano, lo mismo que había visto en la pantalla. —Sujeto de interés, con antecedentes en bio-terrorismo. Riesgo de divulgación. ¿Qué has estado haciendo Redfield?

—He estado haciendo las cosas a mi manera. Tengo la información que necesito para exponer a estos imbéciles.

—Claire, esto no es Raccoon City. Ni siquiera sabemos quién está a la cabeza de este lugar.

—Ahí te equivocas, Kennedy. Claro que sí es como Raccon City, todos empiezan igual. Un experimento pequeño, luego otro y personas del pueblo van desapareciendo. ¿Qué sucede luego? Un brote. Y allí es cuando interviene el gobierno para quemar todo y volverlo un hoyo sin importarle las personas que realmente no se encuentran infectadas.

Leon apretó la mandíbula y exhaló con fuerza. Tenía razón. Todos los brotes comenzaban de la misma manera. Siempre había interés común, y terminaba igual.

—Realmente no tengo tiempo para discutir esto contigo. —Claire tomó el USB que ya había culminado su descarga de información y de regreso a la puerta le arrebató los documentos de la mano al hombre. —Me voy.

El hombre la observó durante algunos segundos, asombrado por la osadía de la que alguna vez fue una chica tímida. Claire sacó su arma de la cinturilla del pantalón y pasó suavemente la tarjeta que tenía por el lector. Fue entonces cuando una alarma comenzó a sonar, mientras luces rojas parpadeaban con intensidad.

—Mierda —maldijo la pelirroja, pensando sobre cómo salir de allí.

—Protocolo de seguridad activado. Infiltración detectada. Activando cierre de emergencia.

Leon exhaló con fuerza, al momento en que sacaba su pistola de su funda a un costado del torso. Ahora tendría que sacarla de allí. Se detuvo a su lado, captando su atención con un leve toque en el hombro.

—Sígueme y mantente detrás de mí. —Claire asintió sin decir nada más.

Leon, ¿Qué está pasando? Las alarmas se activaron —La voz de Ingrid llegó por él intercomunicador.

—Tengo compañía. Ten la vía de escape lista lo más pronto posible.

En ello.

La comunicación se cortó de inmediato. Leon vio a la izquierda, notando como un grupo de hombres con armas subían las escaleras hacia el piso donde se encontraban, y cuando vio a la derecha, visualizó a otro grupo un poco más pequeño. Buscó alguna salida, y la divisó dos pisos más arriba, eso los llevaría al ala este. Esperaba que estuviera un poco más vacío.

—Salgamos de aquí —murmuró, tomando el camino de la derecha.


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