11 / 10 / 2024
Prompt: Entrelazar los dedos
Estrategia
—"Torneo de Parejas de Ciudad Jubileo" —leyó Kieran el título de la entrada virtual en su SmartRotom, en aquel boleto venía tanto la hora y fecha, cómo el lugar donde se llevaría a cabo dicho evento—. ¿Quieres ir? —le preguntó a Scarlet.
Scarlet chasqueó la lengua, mirando su entrada con indecisión.
—Si no vamos, Nemona nos molestará cuando volvamos a Paldea —respondió Scarlet, suspirando—. El premio es una cita en un baile famoso…
—Con buffet incluido —agregó Kieran, señalando el apartado del premio en el boleto. Cuando Scarlet lo vio sus ojos se agrandaron por unos instantes.
—Iremos —dijo, seria, para luego voltear a verlo—. A menos que prefieras otra cosa, porque no quiero que tú…
—Tranquila, estaré bien —admitió Kieran con una sonrisa.
Debía admitirlo, entrar a un torneo pokémon era lo último en lo que pensó cuando ambos llegaron a Sinnoh. Cuando Nemona le habló a Scarlet sobre que los había inscrito a ese torneo ella se negó de inmediato, sabiendo el pequeño problema de Kieran con los combates.
Lo cierto era que, desde que Violet le había vencido en la Liga Arándano, Kieran no había vuelto a pelear. Algo dentro de él le hizo temblar al contemplar esa idea, volver al ring, usar a sus pokémon. Tomó la pokéball de su Incineroar y lo miró atentamente, estaba dormido, tranquilo, pero lo conocía bien, conocía a su equipo, y todos ellos querían combatir luego de tantos años. Sin embargo, él se los había negado. No importaba quién fuera, ya sean chicos de la academia, entrenadores ajenos, cualquier persona que se acercara a él, con la intención de combatir, recibía el mismo rechazo. Lo cierto es que, aunque había cambiado su actitud, el combatir le hacía recordar aquello que fue, aquello a lo que no quería volver.
Scarlet le analizó en silencio, dándose cuenta de las pequeñas reacciones en su cuerpo al tomar la pokéball. Suspiró, estaba dispuesta a renunciar a la promesa de ese banquete si Kieran se ponía incómodo o le pasaba algo en medio del combate, sin embargo, el chico volvió a negar con la mirada, asegurándole que estaría bien.
La noche previa al torneo se quedó en vela un largo rato, se quedó mirando el techo preguntando de donde nacía ese miedo, esa repulsión a ponerse en modo de combate, y solo podía recordar su otro yo, más frío, más molesto, más "edgy" como le llegaron a llamar. Esa versión que nació en sus entrenamientos con Scarlet. No le culpaba de haberle hecho así, por qué ella misma le dijo que no le gustaba en que se había convertido. No era su culpa, era la suya por obsesionarse tanto con el poder, con ser reconocido. Ya no era ese Kieran, y deseaba no volverse eso en aquel día.
El lugar del torneo fue un pequeño estadio antiguo. Combinando con la estética de la ciudad, el "Estadio Staraptor" se alzaba con inertes muros de hormigón repletos de asientos del mismo material. El cielo estaba completamente nublado, algo que no pareció importarles a las personas que estaban sentadas, junto a los trabajadores y las demás parejas participantes aquel día.
Kieran y Scarlet destacaban del resto de parejas por una sola cualidad; su aparente rechazo a mostrar afecto directo. Mientras otras se besaban y abrazaban, ellos dos estaban sentados en las gradas, mirando la lista de participantes y los brackets. Eran dieciséis parejas, serían batallas dobles de un solo pokémon, sin oportunidad de utilizar mecánicas especiales, pero pudiendo cambiar sus pokémon entre rondas. Scarlet estaba relajada, pero Kieran sentía una opresión en el pecho desde que estuvo a la espera del torneo, hasta sacar a su Dragonite.
Un ligero temblor salió de su cuerpo al indicarle la primera orden a su pokémon. Pero poco a poco fue mermando aquella sensación conforme más se acostumbraba al combate, sobre todo cuando ganaron la primera ronda. Sin embargo, la victoria no le supo cómo la primera vez que ganó un combate. Era extraño, incómodo. Miró a Scarlet, ella seguía en calma, fría, seria en cada orden, un fuego controlado que salía de sus ojos cada que su Armarouge acababa con sus rivales, y Kieran solo sentía que cualquier paso en falso, cualquier momento de dejarse llevar, le haría convertirse en aquel campeón déspota que tanto le había costado olvidar. Ni siquiera intentó ocultar su nerviosismo e inquietud de Scarlet. Con cada victoria sentía un pequeño sentimiento de satisfacción que le hizo asustarse, volviendo sus movimientos más erráticos en la penúltima batalla, en la cual gracias a Scarlet pudieron ganar.
No le dirigió la mirada en la derrota, solo se sentó en la banca e intentó centrarse, pensar con claridad, eliminar todo rastro de sentimiento que le hiciera desear volver a ser aquel chico. Mientras lo hacía, Scarlet se puso frente a él y le ofreció una botella de agua.
—¿Estás bien? —preguntó Scarlet, dándole la botella.
—S-si, gracias —respondió Kieran, tomando la botella con rapidez y bebiendo.
Scarlet solo arqueó la ceja y una vena se saltó de su frente, sentándose junto a él.
—Sabes que me molesta cuando no eres sincero, Kieran —reclamó Scarlet—. Dime que sucede, ¿quieres desistir?
—N-no, no es eso, es que —Kieran cerró los ojos y suspiró, tenía que ser honesto con ella, por más que le costará—. No quiero volver a ser el de antes, le temo el volverme eso otra vez, y cuando peleó y gano siento que…
—Nunca se fue en realidad ¿verdad? —dijo Scarlet, bebiendo el agua.
Kieran volteó a verla, sorprendido de que supiera aquello.
—¿Cómo es que lo sabes?
—Sé cuánto odias tu viejo yo, en parte yo también lo odiaba —dijo, cruzándose de brazos—. Y no es como que la gente cambie y todo se supere, de alguna forma nuestros demonios siguen ahí, o al menos eso pensé —Scarlet miró con extraña concentración el agua de su botella—. Y fui parte responsable de esa transformación, y me arrepiento.
—N-no —Kieran negó con la cabeza—. Fue toda decisión mía, yo… quería volverme fuerte, no ser excluido por nadie más, y eso me hizo ser lo que fui.
—¿Y ahora quieres volverte fuerte? —preguntó Scarlet, arqueando la ceja.
Kieran se quedó pensando por unos momentos las palabras de Scarlet, cuestionando aquella pregunta que le llegaba directamente. ¿Quería ser fuerte como aquella vez? La verdad era que no, ya no miraba la fuerza como aquel niño asustado, si era honesto ni siquiera le importaba ser el más fuerte.
—No —admitió, suspirando.
—Ya no eres el mismo mocoso berrinchudo de Kitakami, Kieran —Scarlet le miró con determinación—. No creo que lo hagas…
—Sí, pero aún siento la satisfacción de ganar…
Scarlet suspiró, le costaba intentar sonar como una chica que sabía corregir los problemas de los demás cuando ella misma estaba sumida en su propio caos interno. Pero ver a Kieran le hizo sentir la necesidad de hacer algo.
—Nemona es muy cliché cuando se habla de combates, pero supongo que la frase de solo disfrutar el combate puede tener sentido —admitió, riendo ligeramente. De inmediato dieron el sonido del toque de la campana, necesitaban volver a la arena. Scarlet tragó saliva, recordó de inmediato como es que se había sentido en la feria, esa felicidad que, si ella tenía, Kieran merecía aún más—. Escúchame, Kieran —Scarlet tomó sus manos, sintiendo el temblor entre sus dedos—. Si quieres que nos vayamos está bien, pero si quieres seguir, lo haremos juntos.
Kieran se quedó de piedra, un escalofrío recorrió su cuerpo ante el toque de sus manos y la mirada seria, pero reconfortante de Scarlet. Ese tono calmado y sereno le hizo sentirse bien, sonrojado, observándola con una expresión extrañada, entrelazando sus dedos.
—Quiero hacerlo —dijo, con una pequeña sonrisa.
Fue ese sutil gestó que le hizo sentirse bien, en calma. Salieron al campo de combate, siendo presentados como "Los Ogre-Hunter", la pareja originaria de Paldea y Kitakami, enfrentando a "Los Haughty", una pareja de holders de Sinnoh. Y sin separarse de las manos ni un solo segundo, con sus rostros completamente sonrojados, Scarlet y Kieran sacaron a su Meowscarada e Incineroar, directos a ganar aquel torneo.
Y así lo hicieron, no se separaron ni un solo momento mientras sus pokémon ejecutaron cada movimiento. Con Scarlet a su lado, Kieran finalmente pudo sentir aquello de lo que tanto hablaba Nemona. El combate le resultaba divertido, emocionante, y sobre todo, aquella sensación ególatra desapareció cuando ambos sonrieron, acabaron con sus oponentes y recibieron el elogio de los demás. Kieran sonrió, alegre, recibiendo las felicitaciones y respeto de sus rivales, pero sobre todo, de ver como Scarlet dejó escapa una sonrisa casi invisible en su rostro antes de acercarse a él y susurrarle al oído.
—Tú mereces ser feliz.
