Capítulo II
"Desde el inframundo"
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"El tiempo es como una tormenta que arrastra todo a su paso, y nosotros somos simples hojas en su camino" - La Momia
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•.••..ஐ Dos meses antes ஐ..•.••..
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El sol brillaba con tal intensidad que hacía que la arena de aquel desierto se sintiera como lava ardiente bajo sus pies. Levantó la vista para observar el paisaje a su alrededor, mientras secaba con su antebrazo el sudor de su frente. Aquella excavación realmente era un oasis en medio del basto desierto, más allá sólo había arena y más arena, arena que parecía brillar con el reflejo de los rayos de sol. Observó a sus compañeros, trabajaban arduamente, sin descanso. Había perdido la cuenta de cuánto tiempo había estado bajo el extenuante sol, ni recordaba la última vez que había dormido ocho horas. En El Cairo amanecía temprano, se levantaba cuando asomaba el primer rayo del sol y allí permanecía hasta que las penumbras de la noche le impedían ver con claridad. Pero el cansancio no le importaba. Aquella excavación era el primer proyecto del que estaba a cargo, era un proyecto ambicioso, que estaba segura de que daría sus frutos. Según sus cálculos, bajo sus pies se encontraba un antiguo cementerio egipcio con cientos de cámaras funerarias. Sería su primer gran descubrimiento, por fin su sueño se haría realidad, su nombre quedaría grabado en la historia.
Suspiró. Acomodó su sombrero de paja y se dispuso a volver al trabajo. Pero fue interrumpida por uno de los hombres que había estado excavando para ella.
-Disculpe, señorita Nishimura.- tímidamente, el joven se acercó a ella, mientras se quitaba el sombrero y lo sostenía con ambas manos a la altura de su pecho. Ella volteó con esa elegancia que solía caracterizarla. Elegancia que no perdía ni siquiera frente al caluroso y seco aire del desierto. El joven se sonrojó al verla. Ella tenía esa habilidad de provocar suspiros en los hombres que la rodeaban. Era una joven muy hermosa, las curvas de su cuerpo podían apreciarse a pesar de su ropa de trabajo. Su pequeña cintura y grandes caderas lucían aun en aquellos viejos pantalones blancos, manchados por la árida arena del desierto. Sus grandes pechos resaltaban en aquella camisa básica, también blanca. El blanco era el único color que lucía en los atuendos de los trabajadores de aquella excavación, era la mejor forma de darle batalla al extenuante calor. Llevaba su largo cabello castaño atado en una gruesa trenza, su sombrero de paja completaba su atuendo ese día. Ese día y casi todos los días desde que había llegado a El Cairo. Sonrió con amabilidad.
-Si, dime, Adom.
-La hemos encontrado...- Ella abrió los ojos con sorpresa, un escalofrío recorrió su cuerpo. Ni siquiera dejó al joven continuar, rápidamente se dirigió al sector de la excavación principal. El joven fue tras ella.
El lugar de la principal excavación estaba a unos cuantos metros de allí. No había estado errada en poner énfasis allí. Algo le había dicho que en ese lugar estaba la entrada al antiguo cementerio. Su intuición no había fallado.
Observó el pozo en el árido suelo del desierto. Los trabajadores estaban apuntalando el túnel que tanto trabajo les había costado. Miró hacia adentro, con algo de recelo. El joven que le había dado aviso logró alcanzarla. Se paró tras ella.
-Esta allí, señorita Nishimura. La entrada está tres metros por debajo…
-La arena debe haber sepultado la entrada. Son miles de años de tormentas de arena intensas. - Volvió a mirar hacia el interior del pozo. Estaba oscuro, pero se veía bastante profundo. Sintió algo de temor por lo que estaba pensando hacer. Pero estaba a un paso de cumplir su sueño más grande, no podía dejarse doblegar por el miedo. – Traigan el arnés, voy a bajar.
-¿Está segura, señorita Nishimura?
-¡No vine hasta aquí para quedarme viendo! Allí abajo está el descubrimiento de mí vida. - Adom le acercó el arnés que ella había pedido, sin más cuestionamientos. Ella se apresuró a colocarlo, mientras los otros hombres presentes aseguraban el otro extremo de la cuerda para sostenerla cuando ella baje al pozo.
-¡Espera, Reika!- la potente voz del recién llegado la hizo sobresaltar. Volteó a verlo. Pudo ver la preocupación en sus ojos azul cielo. Él realmente se preocupaba por ella. – No lo hagas… deja que tu equipo se encargue. - Ella sonrió. Si él realmente pensaba que dejaría que su equipo sea el primero en ver la cámara mortuoria, entonces no la conocía tanto como ella pensaba.
- He esperado este momento toda mi vida, Jomei… ¿Realmente crees que dejaré que sea otra persona la primera en verlo? - el joven de rubio sonrió. Imaginaba que sería esa su respuesta.
-Entonces… no dejare que bajes sola… Yo bajare contigo…
-Pero…
-¡Adom! Tráeme un arnés para mí también…
Apenas unos minutos más tarde, ambos estaban pisando el suelo de la cámara mortuoria. El suelo se sentía firme, a diferencia del suelo de arena del desierto, sin dudas había sido construido por quienes hicieron aquella cámara. El lugar era pequeño, un receptáculo con un techo apenas por encima de sus cabezas. Reika se apresuró a sacar su celular, necesitaba registrar ese momento, documentar cada instante. Estaba segura de que allí estaba su gran descubrimiento. Frente a ellos había un pasillo. Claramente aquella pequeña cámara estaba conectada a otra más grande.
-Vamos. - dijo a su compañero de aventuras. Jomei tragó saliva. Tenía un mal presentimiento. Pero, por ninguna razón iba a dejarla sola. Tiró de la cuerda por la que eran sostenidos, para asegurarse de que aún podían ir más allá. Y, también, a modo de advertir a los de allá arriba.
Aquel pasadizo era bastante angosto, y no tenía más de un metro veinte de alto. El pasadizo iba en una bajada bastante pronunciada, lo que dificultaba aún más el descenso a la cámara principal. Tuvieron que bajar en cuchillas, pero eso no le impidió a Reika seguir grabando todo el trayecto.
Al final del pasadizo se encontraba la cámara principal, un receptorio bastante más amplio que el anterior, pero no tanto como Reika lo había imaginado. Salvo el piso de granito, el resto de la cámara no tenía nada que pudiera llamar su atención. Las paredes eran de roca sólida, pero no tenían ningún tipo de decoración ni dibujo, tampoco escrituras jeroglíficas, cosas que eran típicas en las cámaras mortuoria egipcias. En el centro de la cámara había un sarcófago rectangular, sin más detalle que una leyenda en un lenguaje extraño, lenguaje que no llegó a reconocer, pero que, sin dudas no era egipcio. Caminó hacia él, registrando todo con su celular.
Jomei se mantuvo cerca de la entrada. Observó a su alrededor. La cámara era bastante pequeña y estaba muy oscura. De no ser por la luz del celular de Reika, no podría ni ver la punta de sus dedos. Sacó el celular del bolsillo de su pantalón, con alguna dificultad, ya que el arnés lo presionaba con fuerza. Encendió la linterna y buscó en las rústicas paredes de piedra, como si supiera que estaban allí, como si él hubiera estado allí alguna vez, en el pasado. Entonces las vio, eran unas antorchas antiguas. Quizás aún funcionarán. Tanteó el bolsillo de su pantalón nuevamente. Aún llevaba con él su encendedor, lo había guardado allí después de fumar un cigarrillo hacía algunos minutos. Se acercó a una de las antorchas y la encendió. Repitió la acción con las demás. Pronto la cámara quedó tan iluminada como si tuviera electricidad. Reika volteó a verlo y sonrió. Había estado tan compenetrada con aquel extraño sarcófago que ni siquiera había notado las antorchas.
-¿Qué es este lugar, Reika? Es tan… diferente a las demás cámaras funerarias…
-No lo sé… es extraño… No hay estatuas, ni dibujos… sólo está extraña escritura. Parece que, quien sea que esté en ese sarcófago, no era merecedor de la vida eterna.
-Ni siquiera de una sepultura digna. Pero… ¿Por qué se molestarían en enterrarlo tantos metros bajo tierra?
Reika observó el sarcófago por cada uno de sus lados. Luego le entregó el celular a su compañero.
-Continúa filmando, no quiero perder ningún detalle…- le dijo.
-¿Qué vas a hacer?
-Intentaré abrirlo…
-¿Aquí? ¿No sería mejor que tu equipo lo suba a la superficie para llevarlo a la capital a examinarlo?
-Me da mucha intriga saber que hay dentro.
-¿Una momia quizás? Como todas las demás que has visto…- Reika no prestó atención a su compañero. Se acercó e intentó abrir el sarcófago, que no parecía tener ningún tipo de seguridad, ni tampoco ninguna maldición. Él la observó. Ella era tan hermosa, aún en esa ropa tan varonil y manchada por la arena del desierto y el sudor de ella misma. La observó intentar abrir aquel sarcófago con todas sus fuerzas. Era muy obstinada. Pero era eso lo que más le gustaba de ella.
-Está muy duro… es muy pesado…- El suspiró. ¿Por qué no podía decirle que no? Le devolvió el celular y se acercó al sarcófago. Intentó abrirlo, en vano. Realmente estaba bien cerrado. Miró a su alrededor, entonces notó que en el suelo había algunos fierros sueltos, que, quizás eran restos que habían quedado de aquella construcción. Al parecer la suerte estaba de su lado, uno de esos fierros sería excelente para usar como palanca.
Con algo de esfuerzo, logró abrir el sarcófago. Entonces, el aire se volvió denso y difícil de respirar. Reika creyó ver algo salir de él, como una nube de humo blanco, pero con cierta forma fantasmal. Quizás el fuerte sol del desierto comenzaba a afectarle. En ese momento, una inusitada ráfaga de viento recorrió la cámara, apagando el fuego de las antorchas que iluminaban el lugar. Y la cámara se llenó de moscas. Moscas que, quizás, salieron del mismo sarcófago, o ¿quién sabe? Al mismo tiempo un fuerte ruido, como el grito de una mujer, se escuchaba. Ambos se miraron sorprendidos y, a la vez, asustados. Pero ninguno se atrevió a pronunciar palabra, mucho menos a preguntar al otro si había visto o escuchado lo mismo. Quizás, ambos prefirieron pensar que había sido sólo su imaginación, o los nervios normales por saberse profanando la tumba de alguna persona que lo único que quería era descansar en paz.
Jomei logró apoyar la pesada tapa del sarcófago a un costado y, entonces, ambos se asomaron para observar que había dentro. Fue más grande su sorpresa al ver un cuerpo consumido, pero bien conservado, sin vendas que lo cubran, de ropas viejas y gastadas, pero algo extrañas a su modo de ver, llevaba un extraño anillo en su dedo anular derecho, pero ninguna otra joya que pudiera hacer pensar que era un faraón o un sacerdote. Un cuerpo sin adornos, ni nada que llevarse al otro mundo no era algo característico de los egipcios.
-Quizás deberíamos irnos y olvidar esto…- se atrevió, por fin, a decir Jomei. La realidad es que estaba muerto de miedo, pero no iba a admitirlo ante ella.
-Todo esto es demasiado extraño… No es el antiguo cementerio que esperaba, pero ahora tengo más intriga…
-Reika…
-Es que debe haber una razón… tengo que saber porque está tumba es tan diferente.
-No hay escrituras, ni joyas… nada que te pueda decir quién fue esta persona… ¿cómo piensas investigarlo?
- Los cuerpos hablan, Jomei… llevaré el sarcófago a Londres, en la universidad de Oxford hay una persona que puede examinarlo.
-¿Londres?
-Volvamos arriba… mí equipo se encargará de sacarlo de aquí para poder llevarlo…
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Una inesperada tormenta de arena se levantó, apenas unos minutos después, en aquel árido desierto. A todos tomó por sorpresa, ya que no estaba en los radares meteorológicos y se formó de repente, de un momento a otro. Para la gente del desierto, las tormentas que se formaban así de repente eran un mal augurio. Para Reika, el mal augurio había sido no poder continuar con el trabajo esa tarde. Había estado sacando cálculos y estaba segura de que el sarcófago cabía por aquel estrecho pasadizo. Eso facilitaba las cosas. Sólo debían amarrarlo con los arneses y podría subirlo con ayuda de una polea. Pero todo el trabajo tuvo que esperar al día siguiente. Claro, eso no iba a detenerla.
Tras un día de arduo trabajo, finalmente, aquel viejo sarcófago llegó a ver la luz del día. Rápidamente, Reika y Jomei, junto a un par de sus colaboradores más cercanos, abandonaron la excavación. La primera parada fue El Cairo. Allí la examinó más a fondo, con la ayuda de algunos expertos, mientras el resto de su equipo continuaba con los trabajos de excavación en aquel lugar. No hubo mayores novedades. Al parecer sus cálculos no habían sido del todo exactos, allí no había más que esa pequeña y extraña cámara. El tiempo que el gobierno egipcio le había dado para llevar a cabo su excavación pronto llegó a su fin y lo único que había encontrado era ese viejo sarcófago, que, por los pocos estudios que le harían días después, descubrirían que databa de muchos años antes de que el imperio egipcio se alce sobre las arenas del desierto. Incluso, se atrevía a decir, mucho antes que las primeras civilizaciones conocidas. ¿Acaso existió alguna civilización más antigua que ya acostumbraba a momificar a sus muertos? ¿Acaso existió una civilización anterior, tan avanzadas como las más conocidas?
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¿Adónde van las almas de aquellas personas que parecen estar suspendidas entre la vida y la muerte? ¿Existe una especie de limbo, donde aguardan para decidir entre "seguir la luz al final del túnel" o tomar el camino de regreso? ¿O es que, simplemente, permanecen encerradas dentro de su cuerpo, inmóvil, cuál si fuera una cárcel, como si estuviera viviendo una "parálisis del sueño"?
Seguía preguntándose si ella estaba allí, si podía escucharlo, si podía sentirlo, mientras las imágenes del accidente se repetían una y otra vez en su mente. ¿Había, acaso, alguna forma de hacerla despertar, podría traerla de nuevo a la vida? Podría hacer cualquier cosa por ella, incluso ir a buscarla hasta al mismísimo inframundo. Pero, no se resignaba a perderla, menos de ese modo. No, era está la vida en la que, por fin, habían podido reencontrarse, la vida en la que, por fin, podrían vivir su amor.
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-Una vez más...- dijo, mientras colocaba el anillo en su dedo anular. - Y está vez sí, será para siempre... Usako, ¿quieres casarte conmigo? - sonrió. Ella también lo hizo.
-Claro que sí, Mamo-cham... ¡Si quiero!... Seremos uno, ahora y para siempre...
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-Para siempre. - repitió, casi en un susurro, mientras tocaba el anillo que ella aún llevaba en su dedo anular. - No importa como sea, estaremos juntos para siempre... Jamás te dejaré sola... Usako...
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N/A
Bien, este capítulo comenzó medio extraño, ¿verdad? La realidad es que tenía escrito los capítulo de esta historia hace tiempo. Mi idea era enfocarme en una historia básicamente romántica, en la que el protagonismo no lo tenga Usagi si no sus compañeras de batalla. Porque, bueno, siempre sentí muy injusto que sólo ella encontrara a su príncipe azul, mientras que sus amigas están destinadas a ser sus célibes guardianas. Pero, la realidad es que las historias de amor me aburren un poco, ¡no soy nada romántica! Y aunque me encanta incluir historias de amor en mis fanfics, simplemente no puedo escribir una historia que se dedique al romance. Y aunque esta historia nació con una idea de historia romántica, necesitaba poner algo de acción en ella. Algo que se me estaba dificultando, por cierto, por eso tenía dos capítulos escritos de pura introducción, pero aún no tenía un enemigo definido. Debo confesar que la inspiración me llegó viendo la Momia, así que dijo ¿por qué no? No, no será una momia egipcia el nuevo enemigo, sólo se me ocurrió que sería una buena manera de comenzar esta historia. Siempre me ha fascinado la cultura egipcia, de adolescente (cuento tenía mucho tiempo libre) me veía cuanto documental del antiguo Egipto hubiera, también leía mucho al respecto. Por eso me pareció divertido darle un comienzo muy "egipcio" a esta historia. Si recuerdan a Reika Nishimura, ¿verdad? (O Leika), la brillante novia de Andrew/Motoki. Me pareció que encajaba bien para este personaje, el responsable de liberar el mal en la Tierra. La verdad no tenía deseos de inventar un personaje para esto, y ella me vino como anillo al dedo, puesto que, según el animé de los 90 estudiaba arqueología, y además es algo más grande que nuestras protagonistas, por eso para el tiempo en que se desarrolla mi historia, ya estaría recibida. Aunque, bueno, debo aclarar que esta historia está basada en el manga (no puedo evitarlo, me gusta más). Y en el manga, Reika no estudiaba arqueología, si no minerología. Sin embargo, me tomaré algunas licencias artísticas incluyendo algunos personajes del animé de los 90.
Creo que hable demasiado, en este capítulo sólo quería exponer el origen del mal. La verdadera historia comienza en el próximo capítulo, ¡espero que sigan ahí!
