Capítulo IV

Aguas turbias

"Cuando no sepas dónde ir, sigue el perfume de un sueño."

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Al finalizar sus clases de ese día, se dirigió hacia el centro de estudios universitarios, en el que el doctor Evans realizaba su trabajo. Él le había indicado el lugar exacto en el que se encontraba.

Ingresó al lugar con algo de resquemor. Lo encontró trabajando en su computadora, en un rincón de aquella sala. Recorrió el lugar con la mirada, entonces pudo observar un cuerpo putrefacto sobre la mesa de autopsias. Se le heló la sangre, al mismo tiempo que un escalofrío recorría su cuerpo. El cadáver estaba en posición fetal, parecía momificado, su piel estaba oscura, casi negra, y pegada a sus huesos. Sintió una extraña presencia en aquel lugar, se sentía una energía negativa muy fuerte. Observó el cadáver en aquella mesa, sus ojos parecían intactos, parecían mirarla fijamente. Entonces, sintió como si el aire le susurrara al oído.

-Mercuri... Mercuri…-

-¡Señorita Mizuno! No la escuché entrar…- la voz del doctor Evans la hizo sobresaltar. Él lo notó. Notó su nerviosismo, su mirada asustada. - Tranquila, sólo es un cadáver.

-¿Una momia? ¿Es su proyecto? - preguntó sorprendida. Realmente no lo esperaba.

-Hace tiempo que colaboro con investigaciones arqueológicas. Estudiar momias es interesante. Te sorprendería todo lo que un cuerpo sin vida puede contarte. Esta momia fue encontrada en El Cairo, pero lo interesante es que no posee ninguna de las características de una momia egipcia. De hecho, según el estudio de carbono 14, tiene cerca de 20.000 años, pero la civilización egipcia se formó hace unos 5.000. La civilización más antigua hasta ahora conocida es la china, que tiene alrededor de 10.000 años. Pero la invención de la escritura se dio hace unos 5.000. Sin embargo, está momia se encontró en un antiguo sarcófago que, en su tapa, tenía una leyenda en un idioma hasta ahora desconocido. ¿Te das cuenta? Este descubrimiento puede cambiar la historia, cambia todo lo que sabemos hasta ahora, su descubrimiento puede demostrar que existieron civilizaciones mucho más antiguas, aún desconocidas. - ¿Civilizaciones antiguas y desconocidas? ¡Por supuesto! El Reino Dorado había sido una civilización próspera y avanzada para su época. ¿Acaso momificaban a sus muertos? Bien sabía que Endymion y su corte tenían el don de la longevidad, tal como lo tenían los habitantes de la Luna. Pero eso no significaba que las muertes no existieran, aunque fueran pocas. ¿Qué pasaría si la ciencia descubría esa antigua civilización, si sabía del Cristal Dorado y su habilidad para otorgarle larga vida a las personas? - ¿Entiendes la importancia de este proyecto? Sé que impresiona un poco... pero es cuestión de costumbre... ¿Qué dices?

Había una buena razón por la que no podía negársele. Y esa razón, sin dudas, era que él la atraía demasiado. Pero él era su profesor, era bastante mayor y ella jamás se atrevería siquiera a soñar con él. Sin embargo, aceptar el proyecto era una buena oportunidad para estar cerca de él y aprender mucho. ¿Realmente era esa la razón? ¿O sólo quería estar a su lado? Cómo sea, terminó aceptando gustosa y a la mañana siguiente, apenas el sol asomaba, ella estaba allí encerrada en ese laboratorio, haciendo estudios de todo tipo a ese ¿cadáver? Ni siquiera sabía cómo llamarlo. ¿Por qué demonios había aceptado?

Era su día libre, por así decirlo, el día en que no cursaba. Y lo había dedicado a estar encerrada en aquel laboratorio, trabajando arduamente. Aunque, a decir verdad, no tenía mucho más que hacer. Claro, hubiera aprovechado mejor su tiempo estudiando. Había perdido la cuenta de cuantas horas había pasado allí adentro, sin más compañía que aquella momia. Admitía que era una buena experiencia, que ponía en práctica todos sus conocimientos. Pero no le agradaba estar allí. ¿Es que acaso sentía miedo? ¿Miedo de un muerto que llevaba miles de años en una fría tumba? ¿Cómo era que ella, Ami Mizuno, Sailor Mercuri, quien había librado cientos de batallas con horribles monstruos y entidades malignas de todo tipo, podía temerla a un muerto?

Trabajaba en la computadora, había intentado evitar el contacto con aquel cadáver durante todo el día. Se sentía algo mareada. Quizás era sólo su imaginación, pero creía sentir una poderosa energía maligna allí adentro, ¿acaso era posible? De repente se sintió observaba, sintió una presencia a sus espaldas. Volteó de repente. Se espantó al ver la silueta de una mujer, de pie sobre la mesa. Y esa energía maligna que la rodeaba. Hasta donde sabía, estaba a solas. Se puso de pie rápidamente. Pero la figura desapareció sin más. ¿Acaso había sido su imaginación? Se acercó a la mesa y observó el cadáver. No había nada de extraño en él. Suspiró.

-Debes tranquilizarte, Ami... Es sólo una antigua momia, no hay nada de extraño en ella. - susurró para sí misma. Entonces notó algo extraño en el dedo anular derecho de aquel cadáver. Llevaba un antiguo anillo con una enorme piedra roja. Lo extraño era que el paso de los años se notaba en el cuerpo de esa persona, así como en sus ropas, pero el anillo estaba intacto, como si no hubiera pasado miles de años bajo tierra. Por alguna razón, sintió el impulso de tocarlo. Entonces, el anillo emitió una extraña luz, al mismo tiempo que sentía que todas sus energías eran absorbidas. Apenas pudo reaccionar, retiró su mano de aquel anillo, pero aún se sentía débil y algo mareada. No podía haber sido sólo su imaginación.

Estaba tan asustada con aquel acontecimiento que ni siquiera sintió la puerta abrirse. Se sobresaltó al escuchar la voz del doctor Evans a sus espaldas. Mucho menos notó que el venía acompañado de una joven de cabellos castaños, que se quedó tras él.

-¿Se encuentra bien, señorita Mizuno?- preguntó con dulzura. - Luce algo pálida.

-Estoy bien, no se preocupe.

-Bueno, quería a presentarte a la persona responsable de este proyecto. - dijo, entonces Ami reparó en la persona que lo acompañaba. La joven se acercó al doctor, hasta quedar a su lado. - Ella es Reika Nishimura, arqueóloga especialista en egiptología. - Ami abrió los ojos con sorpresa al reconocer a la mujer frente a ella.

-¡No puedo creerlo! - dijo Reika emocionada. - ¿Ami? ¿Ami Mizuno, eres tú? - Ami sonrió.

-Qué gusto volver a verte Reika.

-Vaya... ¿ustedes se conocen? Es cierto, ambas son de Tokio... Pero Japón es un país muy grande, jamás imaginé que se conocieran.

-Jamás imaginé encontrarte aquí, Ami... Aunque no me sorprende, siempre has sido brillante. - Ami sonrió. Estaba a punto de responder, pero entonces el mareo que sentía se hizo aún más intenso. No supo en qué momento todo se volvió oscuro. Y ya no supo más de sí.

Despertó en una camilla de la enfermería, con un fuerte dolor de cabeza y muy confundida. Aún se sentía débil y algo mareada. Recordó el momento en que tocó aquel anillo. ¿Acaso sus energías habían sido absorbidas? Meneó la cabeza. Eso no podía ser posible, sólo estaba cansada por tanto estudio y tan mala alimentación. ¿O no? Ella mejor que nadie sabía que las energías malignas existían, que los espíritus, los demonios y los fantasmas existían. Entonces, ¿acaso era un nuevo enemigo? ¿Un nuevo despertar del mal que Usagi había derrotado?

La puerta se abrió para dar paso a la joven de cabellos castaños. Reika sonrió amablemente y se acercó a ella.

-Has despertado…- dijo, mientras se sentaba en una silla a su lado. - ¿Cómo te sientes?

-Bien, aunque un poco débil…

-Nos preocupamos mucho cuando te desmayaste… ¿Has estado comiendo bien?

-He estado estudiado sin descanso…- dijo con una leve sonrisa.

-O quizás…- dijo, pensativa. Pero se detuvo en seco antes de continuar su frase.

-¿Quizás qué?

-Nada… Olvídalo…

-Ibas a decir algo… continúa…

-No… es una locura…

-Prometo no pensar que estás loca.

-Bueno… es que… Desde que hemos encontrado ese sarcófago han estado pasado cosas muy extrañas… Primero, el viento y las moscas que aparecieron apenas lo abrimos, luego una intensa tormenta de arena que nadie pudo prever. De camino a El Cairo, la 4x4 en la que viajábamos pinchó una goma, fue solo un pequeño atraso, pero no dejo de ser extraño. Días después, tres de los hombres que formaron parte de mí equipo murieron en un accidente de auto y el científico que realizó el análisis de carbono 14 se cayó por las escaleras del instituto la noche posterior a tener los resultados. Sé que suena una locura, pero he oído historias de maldiciones… y todos estos sucesos me hacen pensar que está momia está maldita y que cosas terribles le ocurrirán a quienes intenten estudiarla… Quizás deberías dejar de trabajar en ella…

-No le temo a las maldiciones…- dijo con una sonrisa. Luego hizo a un lado sus sábanas y se puso de pie.

-Espera… Ami….

-Volvamos al trabajo.

-¿Estás segura?

-Siempre ha sido tu sueño convertirte en una arqueóloga de renombre, ¿no es así?

-Si, pero…

-Este descubrimiento puede poner tu nombre en los libros… y yo estaré feliz de colaborar para que tu sueño se haga realidad…

-Pero… ¿A costa de qué?

-¿Realmente crees que una maldición ha caído sobre todos ustedes? En ese caso, ¿por qué a ti no te ha pasado nada, si fuiste tú la que profanaste su tumba? - Reika meditó unos segundos. Quizás ella tenía razón, quizás todos esos sucesos habían sido sólo coincidencias, quizás se estaba precipitando.

-Tienes razón… creo que el calor del desierto egipcio me ha afectado más de la cuenta.

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*•. .•*•. .•*

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Ingresó a la habitación tratando de hacer el menor ruido posible. Al estar dentro, recorrió el lugar con la mirada, sólo para asegurarse de que no haya nadie allí. Observó cada esquina de aquel techo blanco, confirmando que no había cámaras que vayan a registrar sus movimientos. Sólo entonces, se acercó a la mesa de autopsias en la que yacía su cuerpo. La observó en silencio durante algunos segundos. Por un momento creyó que lo observaba. Suspiró, necesitaba calmarse. El sonido de su celular lo hizo sobresaltar. Atendió rápidamente, no sea cosa que el sonido alerte sobre su presencia.

-La encontré…- dijo en voz baja

-¿Estás seguro? ¿No te has vuelto a equivocar? - preguntó la voz al otro lado del teléfono.

- La tengo frente a mi… Está justo en la universidad en la que ella estudia.

-Por Dios… No empieces… No debes presentarte ante ella… Aún no…

-Lo sé… pero tendré que hacerlo en algún momento… Ella tiene q volver… Ellas deben estar juntas.

-¡Enfócate en lo que tienes que hacer!

-Por su puesto… ¿alguna vez te he fallado? - el hombre cortó la llamada y volvió a observar el cadáver. Recorrió su cuerpo con la mirada hasta encontrarse con el anillo en su dedo. Suspiró. Lentamente lo retiró de su dedo. Luego lo puso a la altura de sus ojos y lo observó con detalle. Era tal como lo recordaba. Sin dudas era ella. En ese momento, un fuerte viento se levantó adentro de aquel laboratorio. Asustado, observó a su alrededor, las ventanas estaban cerradas. Aquel viento parecía provenir de ese cadáver. El suelo comenzó a temblar a sus pies, y las cosas comenzaron a caer de los estantes y los escritorios. Ella había sentido su presencia, ella había notado que le quitaron su anillo, y lo quería de vuelta.

En ese momento, escuchó unos pasos acercarse, y la risa de unas mujeres. Comenzó a sudar, estaba seguro de que una de las mujeres que se acercaba era ella. El viento cesó de repente y el suelo dejo de temblar. Sintió como la puerta se abría, así que guardó el anillo en el bolsillo de su pantalón.

Las mujeres ingresaron y se llevaron una gran sorpresa al verlo.

-¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Acaso no sabes que está es un área restringida? - preguntó Reika, molesta. Mientras Ami se quedaba pasmada ante la presencia de aquel hombre. Altura media, en buen estado físico, cabello rubio, largo y ondulado, atado en una cola baja. Llevaba un pantalón de vestir gris y una camisa blanca, su atuendo lo completaban unas gafas, ¿unos 23 o 24 años quizás? Se le estremeció la piel. Él se parecía tanto… Si no fuera imposible, hubiera jurado que era Zoycite.

Él no pudo ocultar su nerviosismo. Sudaba con intensidad. Necesitaba inventar alguna excusa y pronto. Pero no podía pensar en otra cosa que no fuera en ella. Se veía tan hermosa. Ese guardapolvo blanco sobre su ropa se le veía muy bien. La amaba como el primer día, como en su vida pasada. No importaba cuántas vidas pasarán, siempre la amaría con la misma intensidad.

-Yo… el doctor Evans me pidió que venga a buscar su… su ¡pendrive! - dijo forzando un acento francés que sonó bastante falso. Observó que Reika notó las cosas desparramadas por el suelo. - Lo siento, tire algunas cosas al buscarlo. - dijo, acercándose a ella para ayudarla a levantarlas.

-¡No deberías estar aquí! Mejor vete...- dijo Reika, molesta. El hombre se sonrojó. Hizo una pequeña reverencia, pidiendo disculpas por lo acontecido y salió de aquel laboratorio a toda prisa. Cuando menos, había logrado salir airoso de aquella situación. Ella lo observó salir. Tenía esa extraña sensación, su corazón latía con fuerza, sus manos sudaban. - ¿Te ocurre algo Ami?

-No... es sólo... creo haberlo visto en alguna parte...

-Quizás lo has cruzado en los pasillos de la facultad.

-Si... si eso debe ser...- Ami se acercó a Reika y observó el desastre de papeles y tubos de ensayo. - ¿Cómo pudo... haber hecho tal desastre buscando un pendrive? - dijo, agachándose a juntar las cosas.

-Yo creo que buscaba algo más...

*•. .•*•. .•*

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La Luna llena brillaba sobre la ciudad, su figura perfecta se reflejaba en la fuente del jardín de la antigua universidad. A esas horas de la madrugada, sus pasillos estaban vacíos, salvo por las esporádicas rondas nocturnas que solía hacer el personal de seguridad. O, quizás, por algún gato que lograba colarse por algún ventanal mal cerrado.

El silencio sepulcral de aquel lugar lo ponía incómodo. Había noches en las que podía jurar ver presencias fantasmales recorriendo los pasillos, como buscando a quien espantar. No eran pocos los mitos urbanos que hablaban de fantasmas viviendo en las instalaciones de la universidad. Eran muchas las historias que se contaban por los pasillos, historias de fantasmas que habían sido vistos por los alrededores. Incluso historias que iban más allá y hasta intentaban explicar las razones por las que esas almas se habían quedado varadas en aquel lugar.

Intentaba no pensar en eso. Miraba una serie a través de su celular, con las decenas de imágenes de las cámaras de seguridad por detrás. Entonces, algo en las imágenes llamó su atención. Era en una de las cámaras de la facultad de medicina, más precisamente, el área en la que se encontraban los laboratorios de acceso restringido. Observó con detenimiento la pantalla. Estaba casi seguro de haber visto a una persona caminar por los pasillos. Observó esperando volver a verlo, pero no lo hizo. En su lugar pudo notar que algo se caía, aunque por la imagen de baja calidad no pudo precisar que era. Tomó sus llaves y se dirigió hacia allá.

Caminó por los pasillos en penumbras, con la luz de la luna que se colaba por las ventanas como única guía de su camino. Había aprendido que lo mejor en esos casos era no encender ninguna luz y tratar de no hacer ruido, era la mejor forma de pasar desapercibido. Si acaso había un ladrón rondando por los pasillos, no estaría bien alertarlo de su presencia.

Llegó hasta el pasillo de los laboratorios, en alerta máxima, por si acaso había alguien allí. Miró hacia ambos lados, pero no había nadie. Entonces, sintió un ruido adentro del laboratorio. Ese lugar siempre estaba cerrado con llave. La única manera de que haya alguien ahí adentro era que sea el doctor Evans o alguno de sus ayudantes.

Pero uno nunca sabe, mejor era asegurarse. Buscó la llave de la puerta e ingresó al lugar. Apenas lo hizo la puerta se cerró bruscamente detrás de él. Asustado, observó a su alrededor, intentando ver si había alguien. Pero no había nadie allí. Sólo ese cadáver putrefacto. Le dio un poco de impresión verlo. Se acercó.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al ver sus ojos, que parecían tan bien conservados. Algo lo llevó a acercarse, no supo bien que, o porque lo hizo. En ese momento, el cadáver pareció cobrar vida. Su mano derecha se levantó de repente y, colocándose sobre la nuca del hombre, lo atrajo hacia ella. Levantando su cabeza lentamente, acercó sus labios a los de él. Abriendo hasta donde sus mandíbulas le permitían, logró separar los labios del hombre. Así, tal como si quisiera darle un beso apasionado, comenzó a absorber su energía vital. Apenas unos segundos más tarde, aquel cadáver putrefacto parecía recuperar la fuerza en sus músculos para abandonar la posición fetal sobre aquella mesa. Bajó de la misma, apoyando los pies sobre el suelo, al mismo tiempo que el cuerpo del vigilante caía sin vida junto a ellos. El cuerpo del hombre quedó tendido en el piso, totalmente consumido. Su piel estaba pegada a sus huesos, su rostro demostraba el terror que había sentido.

El descubrimiento del cadáver de aquel vigilante revolucionó la universidad la mañana siguiente. La universidad y la ciudad entera. La policía científica se hizo presente de inmediato, sorprendidos por las características que presentaba el cadáver. Todos coincidían que parecía una momia. Pero ¿Cómo un simple asesino podía dejar a una persona en tales condiciones? El laboratorio del doctor Evans fue clausurado, hasta tanto se termine con las investigaciones.

La noticia fue tapa de los diarios de todo el país, se habló en todos los programas de noticias. Incluso la prensa del mundo se hizo eco de la noticia. Se hablaba de que algún malhechor había entrado al laboratorio del reconocido médico para robar la momia que podría significar un descubrimiento que valdría millones, y había sido descubierto por el vigilante, con las consecuencias a la vista.

Reika estaba al borde de un ataque de nervios. Su descubrimiento, su gran descubrimiento, había desaparecido. Pero, ¿a quién le podía interesar aquella antigua momia? A nadie le había contado de su existencia. Los únicos que estaban al tanto eran las personas que habían trabajado en ella, ¿acaso había sido alguno de ellos?

-Seguro la encontrarán. - le dijo Ami, intentando calmarla. Las jóvenes se habían reunido en el aula en el que la de cabellos cortos tomaba sus clases con el Doctor Evans, mientras el médico prestaba declaración ante las autoridades.

-Ese hombre...- dijo Reika, como si no la hubiera escuchado, como si estuviera metida en su mundo. - ¡Debió haber sido él! - Ami recordó al joven de cabellos rubios que habían visto la tarde anterior. Sus mejillas se sonrojaron sin razón aparente. ¿Por qué provocaba ese efecto en ella, si ni siquiera lo conocía?

-Pero...

-Él estaba aquí... ¿qué hacía en un lugar como este? ¿Por qué había estado revisando nuestras cosas? - Ami lo pensó algunos segundos. A decir verdad, si era algo extraño. Sospechoso. Pero, todo lo que había pasado desde que vio aquel cadáver había sido muy extraño.

Ese mismo día, la policía de Londres encontró en la zona otros tres cadáveres con las mismas características en las que había quedado el vigilante de la universidad. ¿Acaso se trataba de un asesino en serie? ¿Pero qué tipo de asesino podía llegar a "absorber" a sus víctimas? Las autoridades estaban confundidas, no había ninguna pista certera que les permitiera resolver el misterio. Mientras tanto, empezaban a correr todo tipo de historias y rumores por las calles de la ciudad. La gente hablaba de vampiros o zombies, o incluso algún tipo de demonio o bestia desconocida.

Encubierta por las sombras de la noche, podía caminar por los callejones de la antigua cuidad sin ser vista. Había recuperado algo de fuerzas, la energía vital de las vidas humanas le había permitido volver a caminar erguida, aunque aún lo hacía a paso lento. Incluso su agrietada piel comenzaba a aclararse, mientras que recuperaba tejido en los lugares de su cuerpo en los que podían verse sus huesos. Pronto estaría tan fuerte y bella como siempre, recuperaría todo su esplendor, volvería a la vida para terminar con lo que había empezado hacía cientos (tal vez, miles) de años. Pero, para eso, necesitaba recuperar el anillo que ese joven le había arrebatado. Y sólo entonces, podría al fin vengarse de todos aquellos que la condenaron al tormento eterno.