Disclaimer: Ya se la saben, los personajes no me pertenecen. De lo contrario sería rico.
Capítulo 3: ¿Traición?
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Habían transcurrido tres semanas desde que las lecciones de Bardock comenzaron. Mientras Krista se sienta en el suelo en la celda de Bardock, despliega algunos libros de educación básica, decidida a enseñarle la lengua de Paradis. El guerrero observa los símbolos con aparente indiferencia, su expresión de ceño fruncido casi siempre en su lugar. Krista le señala las palabras, repitiéndolas con paciencia y un toque de condescendencia que Bardock nota de inmediato.
— Esto es una mesa –-explica paciente la chica—Me-sa… ¡repitelo! — invita Krista, enunciando cada letra y palabra como si le hablara a un niño. Bardock mantiene su mirada fija, sin mostrar ninguna señal de comprensión o interés, aunque, en realidad, ya está comenzando a captar algunas palabras clave.
Para Bardock, el proceso de aprendizaje no es difícil en sí, sino la situación. Se siente incómodo con la idea de que Krista piense que no es capaz de comprender. "¿Esa niña cree que soy un idiota?" se pregunta en silencio, pero decide no hacer ningún comentario y mantener la apariencia de ignorancia.
Los días pasan, y Krista comienza a impacientarse. Cada vez que intenta enseñarle algo nuevo, Bardock parece no responder, mirando los textos sin ninguna reacción, indiferente. A veces, parece que simplemente la ignora, lo que la exaspera aún más. Un día, cansada de la aparente falta de progreso, deja escapar una frase que apenas puede reprimir.
—Quizá… quizá es que solo eres un idiota, Bardock. Esto debería ser más fácil… —dice, su tono cargado de frustración y resignación, mientras se acaricia el puente de la nariz, exasperada.
Bardock, quien ha ido comprendiendo poco a poco el idioma en silencio, deja pasar el comentario sin ninguna reacción visible. Sin embargo, ya entiende bastante, mucho más de lo que Krista o cualquiera sospecha. La estrategia de Bardock es sencilla: mientras los soldados conversan a su alrededor, observa sus gestos, sus palabras, relacionando términos con objetos y acciones. Incluso ha llegado a aprender muchos insultos dirigidos a él, lo que, irónicamente, ha acelerado su comprensión del idioma.
Krista, por su parte, sigue pensando que sus esfuerzos son inútiles. A medida que los días avanzan, siente que el tiempo invertido en enseñarle es un desperdicio, pero sigue intentándolo, determinada a cumplir con su tarea. Mientras tanto, Bardock absorbe el conocimiento como una esponja, sin dar muestras de su progreso.
—Bueno, Bardock, creo que nos veremos mañana —suspira mientras levanta su material y se aleja de la celda.
"Pensé que sería más listo" no pudo evitar su irritación.
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La tensión en el cuartel se había vuelto palpable desde el intento de fuga del prisionero. Krista Lenz, que había asumido la responsabilidad de enseñarle algo del idioma antes de su juicio, no dejaba de toparse con miradas de desaprobación de sus compañeros. No obstante, continuaba con su objetivo con paciencia y determinación, aunque a esas alturas creía que no valía la pena.
Ymir la observaba desde el otro lado de la sala, sus brazos cruzados y una expresión de hastío en su rostro.
— Krista, esto es una pérdida de tiempo. Ese hombre no cambiará, y ni siquiera sabemos si servirá de algo en el juicio. ¿Para qué molestarte?
Krista, sin desviar la mirada del cuaderno donde estaba repasando palabras sencillas, responde con una serenidad que ocultaba su propia frustración.
— Tal vez sea una pérdida de tiempo, Ymir — confeso la rubia —. Pero quiero intentarlo. Si hay una mínima posibilidad de que entienda lo que pasa aquí, quiero hacer lo correcto.
— ¿Lo correcto? — Ymir suspiró y se cruzó de brazos —. Lo correcto es que lo aten y se lo coma un titán. Te lo digo en serio, Krista. La mayoría piensa que estás loca. Ayudar a un tipo que destrozó a veintiséis soldados ¿Qué crees que dirán de ti?
Antes de que Krista pudiera responder, Sasha y Connie se acercaron, mirándola con expresiones mezcladas entre preocupación y escepticismo.
Connie fue el primero en hablar, con un tono de voz bajo pero serio.
— Oye, Krista, ¿por qué quieres ayudar al 'hombre con cola'? No es uno de los nuestros —reprendió —. Y, en caso que se te haya olvidado, mató a veintiséis de nuestros soldados. ¿Qué te hace pensar que se merece tu ayuda? —dijo mientras ponía sus manos en la cintura.
Sasha, sin embargo, parecía más preocupada por la seguridad de Krista que por el prisionero.
— Mira, Krista… entiendo que quieras ayudar a todos, pero este tipo —hizo una pausa intentando escoger sus palabras —. No es como los demás. Te pones en riesgo. Todos estamos preocupados por ti.
Krista asintió, comprendiendo sus preocupaciones, pero decidida a continuar — Sé lo que piensan, y agradezco su preocupación. Pero esto es algo que tengo que hacer, aunque no tenga sentido para algunos.
En ese momento, Jean apareció, con una mirada dura y desaprobadora. Se detuvo frente a Krista, sin ocultar su desagrado.
— ¿Es en serio, Krista? Ayudar a un tipo que no dudaría en matarnos a todos si pudiera. Es como si fueras una traidora. ¿Qué clase de lógica es esa?
La respuesta de Krista no llegó, porque Sasha se interpuso entre ellos, girando hacia Jean con una expresión de indignación.
— Basta Jean, no puedes decir eso. Krista solo está intentando ayudar, y eso no la convierte en una traidora —le toco el pecho con un dedo.
Jean se cruzó de brazos, visiblemente molesto, pero callado. Era evidente que, en su mente, Krista seguía siendo una persona ingenua y demasiado blanda con aquellos que no lo merecían.
—Ve a fastidiar a otro lado, Jean —le espeto Ymir, con una expresión filosa —. Tal vez puedas lamer el suelo donde pasó Mikasa.
Connie y Sasha dejaron escapar unas risas, mientras Jean miró a la amiga de Krista con expresión de furia.
—¡Vete al diablo! —exclamo Jean, no sin antes advertir a Krista —. Mejor olvídate de ese monstruo, ya bastante tenemos con uno —sentenció, recordando a alguien más.
Krista se volvió hacia Ymir para agradecer su intervención, pero su amiga ya se había retirado, sabía que el tema de Bardock era irritante para ella. Se dirigió con Sasha, tomándola del brazo, y la llevó a un rincón apartado del cuartel. Tras unos momentos en silencio, finalmente se decidió a pedirle un favor.
— Gracias por defenderme, Sasha… sé que esto es pedir demasiado, pero ¿crees que podrías darme un poco de carne seca?
Sasha arqueó las cejas, sorprendida, pero al ver la sinceridad en los ojos de Krista, no pudo negarse. Asintió lentamente y sacó un pequeño trozo de carne que había robado de la cocina.
—Siempre estoy preparada —le guiño un ojo a Lenz, que le devolvió una sonrisa —. Espero que... el tipo con cola sepa apreciar un buen pedazo de carne.
— Gracias, Sasha —. Krista le sonrió con gratitud — Eres una buena amiga.
Sasha, aunque con dudas, la miró con afecto, aceptando que Krista tenía sus razones, incluso si el resto no las compartiera.
—Solo cuídate, ¿vale?
Krista afirmó con un movimiento de cabeza.
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En su celda oscura, Bardock permanecía sentado, su expresión inmutable, observando cómo los guardias y soldados a su alrededor se turnaban para lanzarle comentarios mordaces. La mayoría parecían disfrutar cada oportunidad para burlarse de él.
—¿Cómo va tu clase, extranjero? —soltó uno de los soldados con tono burlón, mientras otro añadió—. Creo que ni siquiera puede diferenciar entre una letra y un dibujito.
Otro guardia rio, golpeando los barrotes con un palo de madera. —¡Sí! Lo que necesita es un diccionario de gritos y gruñidos, ¿no? Quizás así logre aprender algo.
Un tercero se acercó, observando con curiosidad la cola de Bardock, enroscada a su cintura. —¿De verdad cree que eso le sirve de algo? Más le serviría que aprendiera a usar un tenedor. O a no comer ratas.
Las risas invadieron la celda. Aunque le temían, pensaban que mofándose de él era una buena compensación.
Pero el saiyajin no mostró reacción. Cada insulto, cada burla, no hacía más que afilar la determinación de Bardock. Mientras los soldados continuaban soltando comentarios con una risa que llenaba la celda, él se limitaba a observar, escuchando cada palabra con atención. Era un proceso lento y a veces irritante, pero ellos, sin saberlo, le estaban enseñando. Cada burla y cada comentario despectivo le revelaban más del idioma, de los modismos y de las palabras que podía necesitar.
Pero Bardock, a diferencia de la impulsividad característica de su raza guerrera, era un maestro en el arte de la paciencia cuando la situación lo requería, mantenía la fachada de ignorancia. Sus respuestas eran gruñidos bajos, expresiones toscas, una fachada calculada para seguir alimentando la subestimación de los soldados hacia su persona.
Cuando finalmente uno de ellos hizo una última broma y se alejó, creyendo que el guerrero estaba demasiado ignorante para haber entendido, Bardock permitió que una leve sonrisa asomara en su rostro. Aunque nadie lo notara, estaba aprendiendo.
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Ya había caído la noche cuando Krista se acercó a la celda de Bardock, sus pasos ligeros y cuidadosos mientras pedía a los guardias que la dejaran sola un momento con él. Uno de ellos, receloso, frunció el ceño.
—¿Estás segura, enana loca? —murmuró—. Si ese salvaje se descontrola y te hace pedazos, nosotros no somos responsables.
Krista asintió sin dudar, lanzándoles una mirada que dejaba claro que sabía a lo que iba. Finalmente, los guardias accedieron y se alejaron, aunque se mantuvieron lo suficientemente cerca para actuar en caso de cualquier movimiento inesperado del prisionero. Krista entró en la celda con cuidado y se quedó frente a él. Bardock, sentado contra la pared, la miró con un brillo de curiosidad que ocultaba rápidamente detrás de una expresión seria.
Sin decir mucho, Krista sacó un pequeño trapo de su ropa. Lo desenvolvió con cuidado y dejó a la vista un trozo de carne seca, regalo de su amiga Sasha. Lo alzó, ofreciéndoselo, y Bardock lo aceptó sin decir nada, devorándolo con rapidez, como si fuera el primer bocado decente que probaba en días.
Krista, observándolo, no pudo evitar sonreír ante su apetito voraz.
—Sé que no es mucho… lamento no poder ayudarte de más formas —le dijo, con genuina tristeza en su voz. Para ella, el guerrero parecía tan fuerte y tan solo, y aunque sus circunstancias eran distintas, podía ver algo en él que le recordaba sus propias luchas —. Me hubiera gustado poder ayudarte a que comprendieras nuestra lengua. Seguro tendrías algo que decir, algo que no te hiciera ver como... —la chica se detuvo, no quería insultarlo llamándolo "monstruo"—. Bueno, no sé si regrese... mis amigos no ven muy bien que me acerque a ti. Lo siento.
Krista comenzó a alejarse para salir de allí.
Bardock dejó de masticar por un segundo, y alzando la mirada hacia ella
—Gracias, niña rubia —pronunció.
Krista, se detuvo, sorprendida, sintió que su rostro se iluminaba. Bardock, viendo su expresión, sonrió ligeramente.
—No soy un idiota —agregó, recordándole algo que había dicho entre dientes días antes, cuando ella, frustrada, le había lanzado ese mismo calificativo.
Ella parpadeó, desconcertada y algo divertida. El extranjero recordaba cada palabra de esa ocasión. Tenía buen timbre de voz. Pero ahora su cabeza daba vueltas: ¿había entendido todo este tiempo? ¿Sabía más de lo que había mostrado? La idea la dejó helada, dándole una nueva perspectiva sobre él y sobre la barrera que habían creído que los separaba.
—No… no lo eres —murmuró, sin saber qué más añadir. Con una última mirada, se despidió en silencio, retirándose y apretando los puños. No podía ocultar esto.
Aquella misma noche, Krista se presentó en la oficina de Erwin Smith.
—Comandante Smith — dijo con tono respetuoso —. Bardock... el prisionero entiende nuestro idioma —soltó, consciente de que, al decirlo, traicionaba de alguna forma la confianza del saiyajin. Pero también entendía el peligro que implicaba mantener esa información oculta. Después de todo, su lealtad era con el Cuerpo de Exploración.
Erwin, sorprendido y alerta, asintió despacio. —Muchas gracias por informarlo, Lenz. Hiciste un buen trabajo. Creo que ha llegado el momento de su juicio.
Levi Ackerman, a su lado, asintió.
—Será interesante ver cómo se justifica. Seguro Dok estará ansioso por atarlo a un cañon o enviarlo a la muralla María.
Al escuchar las palabras del capitán Krista no pudo evitar sentir una punzada de tristeza por aquel hombre.
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Al amanecer, Bardock se encontraba en sus ejercicios cuando abruptamente es interrumpido en su celda por un par de guardias que lo miran con expresión hastiada.
—Hora de tu juicio, mono estúpido —dice uno, sosteniendo una vieja camisa deslavada y unos pantalones de tirantes bastante desgastados.
—Y ni creas que te llevaremos así, hedes como el culo de un caballo —añade otro guardia, al tiempo que coloca una tina de agua en el suelo, una toalla vieja y un pedazo de jabón gastado.
Bardock mira la ropa con desdén, tocando la tela remendada de los pantalones. "Esta porquería no me durará un combate," piensa, suspirando, mientras examina la prenda y nota, con evidente disgusto, que no hay espacio para su cola. Resignado, hace un agujero en la parte trasera de los pantalones para permitir que su cola salga cómodamente. Los guardias, divertidos, comienzan a reír al ver su improvisación.
—Mira nada más, ¿el mono estúpido tuvo que rasgar la ropa para dejar salir su "tercera mano"? —comenta uno burlón.
Otro se suma a las risas y añade con desprecio— Parece que ni para vestirse sirve este cortito.
Bardock, aguantando sus burlas, se limpia y se viste con rapidez. Justo cuando uno de los guardias se acerca para abrir la puerta de la celda, el saiyajin da un paso hacia adelante, mirándolo fijamente, y en un tono grave y claro, sorprende al hombre hablando su idioma por primera vez.
—¿Dónde lo quieres? —pregunta con voz intimidante.
El guardia, desconcertado al escucharlo hablar, no llega a reaccionar cuando siente un fuerte puñetazo en el abdomen. El golpe es preciso y controlado, suficiente para dejarlo sin aliento sin provocarle una herida grave. El guardia se dobla de dolor, jadeando, mientras los demás miran la escena, paralizados de miedo. Bardock remata alejándolo con su pie, como un vil pedazo de basura.
Bardock observa a los otros, en cuya cara puede ver claramente el terror. Con una media sonrisa, extiende las manos hacia ellos, ofreciendo sus muñecas para que lo encadenen.
—¿Se van a quedar parados todo el día allí, estúpidos? —dice, con un tono de desafío y la vista fija en ellos, como si la situación le divirtiera ligeramente.
Los guardias, intentando no temblar, se acercan y le colocan las cadenas en las muñecas con manos temblorosas. Bardock permite que lo aten, mientras el guardia que recibió el golpe apenas puede recuperar el aliento. En ese instante, Bardock cruza una mirada desafiante con cada uno de ellos, y una chispa de satisfacción cruza sus ojos. Los guardias lo conducen por los pasillos, tensos y en silencio, conscientes de que aquel "mono" está lejos de ser el tonto que creían.
A paso lento, Bardock se preparaba para enfrentar su juicio.
"¿Me darán un abogado de oficio o tal vez será un juicio por combate?" meditaba el guerrero, deseando que fuera la segunda opción. Ya se estaba aburriendo de ese lugar.
Fin del capítulo 3.
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Gracias por sus comentarios Rob133player y vasquezromario429, espero que este capítulo les agrade. Dudas, críticas y sugerencias son bienvenidas.
