CAPÍTULO 4:

CULPA

La Tierra, Japón

Hace 3 años

"Hay un sujeto nuevo suelto, es muy peligroso y su Bakugan lo es todavía más. Me enfrenté a él y ni siquiera con la ayuda de Drago pude ganar, me venció con trucos sucios. Tengan mucho cuidado, sigue suelto y es en extremo peligroso".

Había recibido el mensaje de Dan y no podía negar que le preocupaba, Drago era uno de los Bakugan más fuertes que conocía y no se le ocurrían muchos capaces de derrotarlo. La opción lógica era Masquerade, pero Dan había dejado en claro que el responsable era un chico nuevo. Por tanto, solo quedaba un nombre en la lista con la capacidad de lograr algo así y pertenecía al chico que ahora mismo se adentraba con la cabeza baja en los corredores del centro de torneos.

Nicholas Takahashi era un caso extraño. Si lo hubiera conocido antes de que se adentrara en el mundo de las batallas, habría pensado que era un chico normal con un gran futuro si sabía aprovechar sus dotes intelectuales. Por lo que lo había investigado del chico, no había muchas razones para sospechar de él, hijo de padre japonés y madre con ascendencia occidental, recién se había mudado a la ciudad y había comenzado su recorrido en las batallas, subiendo escalones en las tablas clasificación de peleadores a gran velocidad.

Viendo al chico con el que Dan se había encariñado con tanta facilidad, no podía decir que fuera una amenaza preocupante para los Peleadores Bakugan. Sin embargo, no era el muchacho lo que le preocupaba realmente, sino la criatura que estaba sentada en su hombro, conversando con el chico.

Mucho se decía acerca del infame Leónidas Darkus, el Bakugan recién llegado al planeta que sacudía todos los campos de batalla que pisaba con bravuconería frente a sus oponentes. Algunos decían que no se trataba de un Bakugan, sino de un demonio con la apariencia de un dragón, su estilo de pelea salvaje y sumamente agresivo también era conocido por los peleadores.

En un inicio, muchos chicos habían intentado retar a Leónidas y a su compañero, tratando de reclamar el crédito de vencer a aquel monstruo que asustaba a todos los rivales que derrotaba en batalla. Sin embargo, poco a poco, todos comenzaban a temer al gran poder de este nuevo Bakugan con muy mal carácter y cuyo respeto estaba reservado únicamente para su peleador.

Ya habían vencido en el torneo individual, habían arrasado con ayuda de Dan y Drago en el torneo en parejas y ahora se encontraban en camino a repetir su éxito en el torneo de batallas totales. Según sabía, Runo y Marucho ya habían hecho su intento de derrotar al agresivo Bakugan en batallas individuales y en equipo, experimentando el fracaso en ambas ocasiones.

Por eso mismo se había permitido asistir a este torneo, aunque fuera como mero espectador. Quería vigilar de cerca a este chico y a su Bakugan, ver qué tipo de posible amenaza representaban y planear una estrategia en caso de que Skyress se viera obligada a enfrentar a Leónidas.

No tenía nada contra Nick Takahashi, pero tenía motivos para desconfiar de su compañero. De ser necesario neutralizarlos, Shun no dudaría un solo segundo en hacerlo.

No obstante, para hacer eso, primero tenía que ver las capacidades del Leónidas Darkus. Por suerte, Julie se había ofrecido para ser su contrincante en el torneo de batallas totales. Infortunadamente, enterarse de la derrota de Dan y Drago despertó la ira de la Peleadora Subterra, por lo que ahora mismo de preparaba para confrontar a Nick bajo la mirada atenta de Shun.

Sentía mucho aprecio por todos sus amigos, pero no podía entender cuál era la necesidad de Julie de arriesgarse a provocar la ira de un Bakugan como Leónidas antes de su batalla.

De pronto, el sonido de los pasos de Takahashi acercándose hizo reaccionar a Shun. No perdió tiempo en esconderse en el rincón más cercano a la confrontación que estaba a punto de suceder, quería saber cómo reaccionaría el chico ante las acusaciones de Julie, tal vez eso le daría una pista de que tan involucrado estaba el pelinegro con su compañero y así determinaría si también era una amenaza.

Estando cubiertos por los muros de los corredores, fue posible escuchar la conversación entre los compañeros mientras avanzaban.

–Espero que Dan esté bien –. Comentó el chico con un suspiro.

–No te preocupes por él. Drago es un hueso duro de roer y Kuso tiene la cabeza demasiado dura como para permitir que esto le afecte. Sé que los veremos muy pronto. Por ahora, concentrémonos en el siguiente torneo, es lo más importante –. Respondió el infame Bakugan en el hombro de su peleador.

Finalmente, ambos compañeros se acercaron lo suficiente para que Shun pudiera verlos a detalle. Tal como le habían dicho, Nick era un joven más o menos de su tamaño y complexión, aunque su cabello en grandes puntas le daba un poco más de altura y algunos de los mechones que se resbalaban por su frente tapaban un poco los grandes orbes negros bajo su frente, tenía mejillas redondas que le daban un aire de inocencia e indecisión, ambas encerrando una boca pequeña, de la cual salía una voz tímida al hablar. Vestía con unos pantalones completamente negros sobre un chaleco blanco que escondía una camisa oscura en su interior y sus zapatos eran unos deportivos pálidos con franjas negras a los lados.

Era tal como Dan lo había descrito, en verdad tenía el aire infantil de un niño incapaz de romper un plato y que carecía completamente de amigos hasta la llegada de Dan. Si tuviera que adivinar, diría que ese debía ser uno de los factores más importantes por los cuales el chico defendía con fiereza a su compañero. Tenía sentido, alguien que nunca había tenido amigos haría lo que fuera para conservar al más cercano que había hecho.

Si no tuviera en su poder a uno de los Bakugan más peligrosos que habían conocido, Shun se habría permitido conocer un poco más a este chico que había captado la atención de Dan con tanta facilidad.

Sin embargo, parecía que el pensamiento de Julie no podía diferir más del de su amigo ninja. Cuando se encontraron frente a frente, la morena fue la primera en tomar la palabra con las manos en las caderas.

–Oye, ¿tú y tu Bakugan sorprendieron a Dan y derrotaron a Drago? –. Comenzó la peliplata directa con mirada acusatoria.

Como esperaba, a pesar de ser abordado de manera tan sorpresiva, Nick no tardó en defenderse.

–Para nada, Leo y yo nunca haríamos algo así.

Mientras hablaba, Shun se permitió observar con detenimiento desde su posición al Leónidas Darkus. El Bakugan en su forma de esfera abierta dejaba ver sus pequeñas alas a los lados de su alargado cuello inclinado hacia delante, tenía dos pequeños brazos un poco más arriba de la zona esférica inferior de su cuerpo, donde tenía dos pequeñas patas que le ofrecían balance en esa forma. Sin embargo, lo más llamativo eran sus ojos amarillos a los costados de su cabeza, con una ligera curvatura en la parte superior, dando la impresión de que incluso en su modo esfera se encontraba siempre de mal humor.

En cierto modo, era sorprendente que algo tan pequeño causara tantos problemas. Pero era la naturaleza de sus amigos Bakugan.

–Me han dicho lo feroz que es tu Bakugan en las batallas. Si no fue Leónidas, ¿quién pudo ser? –. Cuestionó Julie señalando al Bakugan en el hombro del chico.

Una serie de pasos se escuchó acercándose desde detrás del chico. Instintivamente, Shun se asomó un poco más para ver la sombra de los individuos que se acercaban curiosos a la confrontación.

Por suerte, se pudo relajar un poco al reconocer a Runo y Marucho, que compartían su sospecha y preocupación hacia el Bakugan recién llegado al planeta, adentrarse en el pasillo.

–Debo admitir que Leónidas levanta sospechas –. Comentó Marucho acercándose.

–Y ninguno de los Bakugan con los que hemos hablado lo conoce –. Respaldó Runo al pequeño rubio.

–Espera. Si es así, quizás no sea de Vestroia como los demás. Qué intriga –. Sugirió Marucho con asombro.

Si no era de Vestroia, ¿de dónde podría ser una criatura como Leónidas? No tenían conocimiento de otras dimensiones capaces de albergar vida tan compleja como los Bakugan, así que no podía ser de otro sitio. Nada de esto tenía sentido, algo debía estar ocurriendo y ninguno de ellos podía descifrarlo.

Era escalofriante.

Al escuchar las palabras de Marucho y las chicas, Nick se permitió mostrar una sorpresiva sonrisa antes de levantar su mano lo suficiente para acoger al pequeño dragón en sus palmas con cuidado y afecto.

–¿A quién le importa de dónde sea? Leónidas es mi compañero, no puede haber hecho nada malo. Confío en él –. Declaró el peleador sin siquiera mirar a las chicas o a Marucho.

No, toda su atención y afecto estaban completamente dedicados a su compañero. Era como si el mundo exterior que los acusaba y los señalaba no existiera. Estaban encerrados en un mundo donde lo único que importaba era el vínculo que habían formado.

–Tú… tú confías… en… mí… –. Dijo Leónidas sin estar seguro de que más decir.

Era como si estuviera conmovido, paralizado con asombro ante las palabras del chico que lo había acogido y con el que había atravesado tantas batallas. No tenía sentido, ¿por qué se asombraba tanto de la conducta del pelinegro? ¿Acaso era muy extraño que el chico se comportara de esa forma o es que Leónidas no estaba familiarizado con una muestra de afecto y confianza? ¿Qué clase de vida debió llevar el Bakugan antes de la Tierra para que una muestra de amor como esa se le hiciera tan ajena?

–Por supuesto, luchamos limpio. Sé que nunca harías algo así –. Asintió el chico con confianza –. Y algún día, los demás también lo sabrán.

La seguridad en sus palabras era palpable, la fe en su compañero era muy real y el espíritu de un auténtico peleador se reflejaba en sus palabras. Nick Takahashi era genuino, no escondía nada que pudiera servir para señalarlo como un cómplice de un posible peligro, en todo caso, podría ser primero una víctima de las circunstancias.

En cierta forma, se alegraba de eso. Shun se enorgullecía de saber leer a las personas y lo aliviaba saber que Nick no era un monstruo, como decían algunos de los peleadores resentidos que no habían sido rivales para él. Solo esperaba que tuviera razón respecto a su compañero. Ya tenían muchos problemas con Masquerade suelto y no podían darse el lujo de enfrentar a dos enemigos en frentes totalmente distintos.

Solo podía esperar que debajo de las sombras del misterioso Leónidas Darkus, se encontrara la luz para guiarlo por un sendero correcto y adecuado, que su compañero fuera el faro que guiara su conmovido corazón a un mejor mañana en el que nadie más tuviera que temerles.

Solo quedaba esperar y ver cómo se desarrollaban los hechos en adelante.

–Ya veremos. Caerás humillado en el próximo torneo, niño – Dijo Julie dándole la espalda a los peleadores.


La Tierra, Casa de Shun

En el presente

Mucho había cambiado al final del torneo de batallas totales. La llegada de Marduk y la revelación del verdadero origen de Leónidas había puesto todo patas arriba y el primer afectado fue el mismo Nick.

Tenía conocimiento de como Leónidas se había visto obligado a confesar la verdad después de la batalla contra Vladitor, una que lastimó de forma severa a su peleador. La vergüenza con la que Leónidas había hablado y explicado toda la situación antes de pedir disculpas a Nick por esconderle la verdad, por no decirle nada a pesar de su feroz defensa contra sus propios ídolos; solo para que Nick lo ignorara, completamente herido antes de abandonar el campo de batalla con una expresión perdida mientras Leónidas lo seguía con silencioso pesar.

Por supuesto, no les tomó mucho superar el problema. Leónidas no había tardado en recuperar la confianza de Nick con trabajo duro, nada sorprendente considerando que el Bakugan debía ser el primer amigo cercano que Takahashi había hecho en su vida, pero éste tampoco había vuelto a ser el mismo de antes. No, Nick ya no era tan confiado y su fe ciega había muerto ese día, enterrada en la arena del campo de batalla en el que había entendido que la confianza desmedida era un arma de doble filo, una que pudo haberlo lastimado aún peor de no ser porque fue Leónidas mismo el encargado de enseñarle esa valiosa lección sin quererlo.

Era un contraste sorprendente, aquel joven que brillaba como un faro de luz en medio de la oscuridad se había apagado y se había convertido en una sombra de sí mismo, una que no estaba dispuesta a sufrir por engaños, una que le había pedido que lo entrenara en el arte de la batalla, tanto ninja como Bakugan, para hacerse más fuerte.

Si bien Shun no había mostrado interés ni disposición al inicio, terminó acogiendo al chico al ver su potencial y entender cómo debía sentirse después de ser tratado como un paria por la comunidad de peleadores que odiaban a Leónidas y todo lo que tuviera que ver con él, además de sus propios ídolos. En cierto modo, entrenarlo era su manera de compensar a Nick por el trato que le había ofrecido cuando el pelinegro no sentía más que admiración por él.

No pasaba un solo día en que no se sintiera culpable por lo que había hecho, por cómo los había tratado a ambos. Esperaba de todo corazón que entrenar a Nick lo ayudara un poco a volver a ser el chico dulce que Dan había acogido, pero sabía en el fondo que eso era imposible. La luz de Nick se había apagado casi por completo, dejando en su lugar el poder de las sombras con el que protegía a sus seres queridos. A través de su fuerza, su habilidad y su inteligencia, Nick había sacrificado la dulzura e ingenuidad de un chico inocente para dar paso a la determinación de un peleador que no se detenía por nada ni por nadie cuando se trataba de proteger a los suyos.

Imaginaba que eso los había acercado en primer lugar, la tierna inseguridad e inocencia de Nick habían muerto, por lo que el chico ya no podía contrastar con la confianza apabullante de Dan en sí mismo y su intenso fuego en batalla. Las sombras que ahora cubrían su carácter severo y desconfiado solo podían hallar un refuerzo positivo en alguien que lo entendiera, alguien que le enseñara a explotar el verdadero poder de su nueva naturaleza.

Se sentía culpable de vez en cuando, sentía que había destruido toda posibilidad de recuperar al antiguo Nick que no habían valorado en su momento. Sin embargo, el mundo era cruel y las circunstancias que enfrentaban habrían aplastado al Nick inocente que había conocido aquel día en los pasillos, cayendo igual que todos los demás en las manipulaciones de Ren, por lo que también se encontraba aliviado al presenciar y apoyar el cambio en su pupilo. No obstante, eso no aplacaba otras emociones que despertaba su alumno con su comportamiento.

En este caso, era la vergüenza.

–Tu nombre es Fabia Sheen, ¿correcto? –. Cuestionó Nick desde su asiento.

–Así es –. Respondió la ojiverde completamente quieta en su silla.

–Dices que eres la princesa de tu mundo, Neathia. ¿Tengo razón?

–Es correcto –. Asintió Fabia en completa calma.

Dos días habían pasado desde la llegada de la neathiana a sus vidas, dos días desde que Dan la había derrotado en combate, completamente ciego y fácilmente manipulado por quién claramente era un mentiroso.

Podía entender las razones de su pupilo para desconfiar de todo el mundo después de lo que Ren les había hecho, lo que aún les estaba haciendo. Pero no podía evitar reprobar los métodos de Nick para corroborar la verdad. Una cosa era hacer preguntas trampa, una cosa eran interrogatorios en conjunto y otra muy diferente eran los medios obsesivos que había desarrollado Nick para sacar la verdad de esta situación.

A su lado, Julie veía con un poco de vergüenza y pesar el interrogatorio que Nick había planeado para Fabia, tan culpable como él por haber ayudado a dar forma al paranoico que tenían delante mientras cortaba con suavidad trozos del pastel que tenía en las manos.

Habían tratado de traer el postre de cumpleaños de Nick en un intento de relajar al pelinegro y que les dejara a ellos el interrogatorio de la chica neathiana. En su lugar, lo único que habían obtenido fue que Nick descartara su propio postre para enfocarse por completo en el trabajo.

Ahora mismo tenían la rebanada del pelinegro esperando a ser comida por él, cubierta por otro plato en la mesa que el pelinegro tenía delante.

Tan perdido estaba Shun en sus pensamientos, que no se dio cuenta del momento en que Julie se acercó ligeramente a su oído para susurrarle una petición.

–Shun, recuérdame el momento exacto en el que Nick creó un detector de mentiras –. Pidió la peliplata sin apartar los ojos del interrogatorio de su amigo.

En el centro del salón principal, que daba directamente al jardín de la mansión, Nick tenía a Fabia sentada en una silla con varios cables pegados a su cuerpo y envueltos alrededor de sus dedos, midiendo sus signos vitales para determinar si lo que decía era verdad o no.

Estaba orgulloso del ingenio de su alumno, pero no podía evitar percibir estas medidas como algo exagerado. Y estaba seguro de que Nick también lo veía de esa manera, pero no podía evitarlo después de ver como sus amigos caían presas de las mentiras de Krawler.

Maldito fuera Ren por haber afectado tanto a su pupilo y amigo.

–El padre de Marucho tiene amigos en el Ministerio de Defensa. Gracias a eso le pudo facilitar unos planos a Nick y éste comenzó a trabajar en uno para Ren –. Explicó Ingram por su peleador.

–¿Para Ren? –. Preguntó Julie curiosa.

–Sí, el plan original era probarlo con él para sacarle toda la verdad. Sin embargo, la llegada de Fabia interrumpió el proceso y creemos que Marucho no lo habría permitido de todas maneras, es demasiado unido a Krawler para eso. Así que lo mantuvimos en secreto hasta que se presentara la ocasión para usarla –. Respondió el Bakugan una vez más.

–Es otra cosa que debemos corregir. No podemos dejar que nuestros amigos sigan fraternizando con un mentiroso como Ren –. Dijo Gorem en el hombro de su compañera.

Alrededor del pelinegro, Leónidas, Ángel y Wolfang flotaban tratando de ayudar a su peleador en todo lo que les fuera posible. No podía decir con exactitud lo que debían estar pensando los Bakugan Darkus de esto, pero podía imaginar que conociendo tan bien la historia de su compañero con las mentiras, decidieran ayudarlo para mantener sus pies en la tierra y evitar que toda esta situación lo afectara más de lo que ya lo hacía.

Todo lo que los rodeaba comenzaba a ser, poco a poco, una farsa. Y sabían mejor que nadie lo mucho que eso afectaba al Peleador Darkus del equipo.

Decidiendo cambiar de tema, Shun prefirió centrar su atención en su vieja amiga y en su propia rebanada de pastel.

–Por cierto, me enteré de la victoria de Jake sobre el tal Mason Brown –. Comentó Shun de pronto.

Julie se mostró sorprendida antes de intentar hacer una expresión humilde mientras batallaba con las ganas se presumir.

Conocía bien la historia de cómo Jake había perdido su primera batalla contra el infiltrado conocido como Mason Brown gracias a Marduk e Izumi, una derrota de la que el deportista logró recomponerse al día siguiente, logrando una victoria aplastante contra el sujeto gracias a un cambio significativo en su estilo de pelea. Con Marucho sumergido en el mundo de Ren Krawler y Dan enfocado en su propio estilo de lucha, solo se le ocurría una persona con la comprensión suficiente de los Bakugan Subterra como para aconsejar a Jake, la mejor en dicha materia.

Por supuesto, esa persona se encontraba sentada a su lado, devorando su propia rebanada de pastel fingiendo no estar profundamente orgullosa de su propio trabajo como mentora.

–No fue la gran cosa. Solo lo ayudamos a encontrar su propio estilo, a pelear como lo haría un verdadero Subterra –. Respondió la morena cortando un nuevo trazo de pastel.

–Si no hubiéramos hecho nada, ese chico se habría seguido estrellando con la misma pared al querer imitar el estilo Dan –. Comentó Gorem en acuerdo con su compañera.

–En cierto modo, hicimos por él lo mismo que tú hiciste por Nick y Leónidas –. Dijo la peliplata mirando a sus amigos de colores oscuros –. Ayudarlos a encontrar su propio estilo.

Muy similar al favor que le habían hecho a Mira durante el tiempo de la pelinaranja vestal en la Tierra. Parecía que Julie tenía dotes para la enseñanza y sabía cómo aprovecharlos cuando la situación lo requería. Tenía que sentirse orgulloso de ella y sus capacidades, eran genuinamente admirables.

–No serías mala maestra. ¿Acogerás a Jake como yo hice con Nick? –. Preguntó el ojimiel con curiosidad.

–Claro que no, dejaré la enseñanza a Dan si quiere seguir ejerciéndola. Yo me conformaré con que ese chico siga desarrollando su propio estilo de pelea –. Negó Julie mientras degustaba el postre con deleite.

Los gestos de la peliplata al comer eran graciosos. Tenía que reconocer que la madre de Runo se había lucido con el pastel para el cumpleaños de Nick, solo lamentaba que su protegido se negara a degustarlo hasta terminar con el interrogatorio. Nick siempre había escuchado cada uno de sus consejos e indicaciones como un estudiante ejemplar, excepto por el tiempo de descanso, era lo único en lo que su alumno siempre lo había ignorado e imaginaba que seguiría así por mucho tiempo.

Desviar sus pensamientos una vez más hacia el Peleador Darkus lo motivó a mirar nuevamente hacia el genio de cabellos alborotados para ver cómo seguía su interrogatorio.

–Repíteme tu historia una vez más, Fabia –. Pidió Nick con cortesía, perdido entre sus apuntes.

–Soy la Princesa Fabia Sheen de Neathia. Mi hermana, la Reina Serena, me envió a la Tierra con la misión de reclutar a los Peleadores Bakugan para que nos ayudaran a ganar la guerra contra Gundalia –. Explicó la princesa una vez más con paciencia.

Escuchando una vez más la misma historia y suponiendo cuales serían las siguientes preguntas de Nick, Shun se atrevió a adivinar los resultados que lanzaría la máquina una vez más.

Verdad.

Tenía que aceptarlo, a pesar de ser la tercera vez que respondía la misma pregunta, Fabia tenía mucha paciencia con Nick. Parte de Shun temía que la neathiana se desesperara y arremetiera contra su pupilo. Sin embargo, la chica se mostraba a la altura de la situación y cooperaba con el pelinegro sin ningún problema.

–¿Y cómo fue que empezó esa guerra? –. Preguntó Ángel por su peleador.

–Los gundalianos nos atacaron. Han invadido distintas ciudades de Neathia y establecido puntos de control en nuestro mundo, han devastado pueblos enteros y esclavizado a miles –. Respondió la princesa a la pregunta –. Nuestro pueblo ha vivido en paz con los Bakugan durante generaciones, por lo que no hemos sido capaces de seguir el ritmo de la batalla y nos hemos visto obligados a pedir ayuda a otros mundos como la Tierra.

Verdad.

–¿Qué buscan exactamente los gundalianos? –. Cuestionó Leónidas con curiosidad.

–El poder del Orbe Sagrado. Se dice que ese poder le permitirá al Emperador Barodius convertirse en el peleador más poderoso del universo.

Verdad.

–¿Tú lo crees? –. Preguntó Nick interesado.

–No lo creo. Estoy segura –. Respondió la chica mirando a los ojos al pelinegro.

La mirada de la peleadora era penetrante. En el fondo, Shun estaba seguro de que cualquier otro se habría estremecido con miedo al tener esos llamativos ojos verdes encima, tratando de atravesar su alma, y en el rostro de una chica capaz de derribar hasta al hombre más fuerte del mundo con gran facilidad.

Sin embargo, Nick no era cualquiera, lo había entrenado para ver a las adversidades a la cara y vencer. Después de enfrentarse a todo lo que Vestal y Nueva Vestroia les habían lanzado, dudaba mucho que el pelinegro retrocediera solo por la mirada intimidante de la princesa neathiana.

–¿Y por qué estás tan segura de que a nosotros no va interesarnos ese poder? Tal vez fuimos influenciados por los gundalianos demasiado tiempo y queramos apoyarlos antes de traicionar a su emperador para tomarlo nosotros mismos –. Sugirió Nick recostándose en su silla.

–No lo creo. Las leyendas de los poderosos Peleadores Bakugan son bien conocidas en Neathia, sabemos lo que hicieron en la guerra de estos "vestals" y como ayudaron a los Bakugan de Nueva Vestroia –. Respondió Fabia con seguridad.

Verdad.

–¿Y cómo saben todo eso? Se supone que eres la primera neathiana en viajar a la Tierra. No deberían saber eso –. Dijo Leónidas con escepticismo.

–Tiene algo que ver con los clones digitales, ¿cierto? –. Comentó Ángel a la ojiverde.

–Así es. Las versiones digitales de los Bakugan neathianos fueron enviadas a la Tierra en forma de datos fantasma. Fue gracias a ellos que descubrimos la existencia de los vestals –. Explicó la princesa con el máximo respeto al peleador y sus Bakugan.

Verdad.

–¿Y no pensaron en involucrarlos en su batalla? –. Cuestionó Nick con una ceja arqueada.

–Lo pensamos, tener a todo el ejército de un planeta de nuestro lado nos ayudaría mucho a ganar la guerra. Por desgracia, después de la batalla librada en el Interespacio Bakugan con los clones de Hawktor y Coredem, perdimos el rastro de los vestals y no tenemos modo de contactarlos.

Verdad.

–¿Y quieren que ahora nosotros los incitemos a entrar en su guerra? –. Preguntó el pelinegro con cautela.

–Nos gustaría, pero tengo el presentimiento de que ese es un tema delicado. Así que estamos dispuestos a dejar de lado dicha ayuda, si al menos conseguimos la de los Peleadores Bakugan –. Contestó Fabia con todo el respeto que pudo.

Tenía que darle crédito a la chica, sabía tratar y apaciguar si quiera un poco a su paranoico aprendiz. La inclusión de los vestal en el conflicto era un tema sobre el que Nick se había mostrado renuente en cada oportunidad, no quería arriesgar más vidas de las necesarias y Shun lo conocía lo suficiente como para saber cuál era el motivo.

No podía decir que estuviera sorprendido, Nick nunca les mentía, pero se callaba sus pensamientos más personales a la hora de trabajar. Esto había llevado a Shun a observar cuidadosamente al peleador de cabello erizado, conociéndolo desde el primer día en que había puesto un kunai en sus manos y sabía bien que la principal razón por la que no quería a sus amigos vestal en esto tenía nombre y apellido: Elisabeth Valiant.

Sabía bien que Nick nunca había compartido una conexión como la que tenía con la vestal de cabello dorado con nadie más. A diferencia de su estrepitoso fracaso con Alice, Elisa le correspondía y esa era una emoción que Nick nunca había experimentado con nadie más que con la hija del antiguo comandante de Vestal. Por lo tanto, era normal que su amigo decidiera protegerla a toda costa. Incluso se podía sentir culpable por tener a Ángel tan metida en esto, especialmente después de que le había prometido a su novia que la mantendría a salvo. No le agradaba mucho la idea de tener refuerzos a la mano y no usarlos para detener esta nueva guerra, pero podía entender los motivos de Nick para preferir esta opción.

Finalmente, después de un minuto de silencio entre el peleador y la princesa, las preguntas se habían terminado nuevamente. El interrogatorio de Nick había finalizado una vez más y las respuestas habían sido las mismas, al igual que sus resultados en el polígrafo.

Cansado, Nick acarició su rostro con la palma de su mano enguantada antes de suspirar con cansancio. Parecía que hasta él estaba aburrido de recibir las mismas respuestas y llegar a las mismas conclusiones.

Su propio invento lo reconocía y ya se lo había indicado varias veces en su cara.

Fabia decía la verdad.

Era la realidad que la máquina del pelinegro lanzaba a su rostro, pero que éste se negaba a reconocer con renuencia. El haberse permitido ser víctima de las mentiras y manipulaciones de Ren había afectado a Nick más que a cualquier otro, tanto que el pelinegro parecía insatisfecho si no descubría alguna especie de complot contra los Peleadores, incapaz de creer en la sinceridad de la princesa neathiana.

Finalmente, Shun no pudo soportarlo más tiempo, no cuando vio a su discípulo negar con ojos cristalinos antes de inclinarse sobre sus apuntes una vez más. No se quedaría de brazos cruzados mientras Nick insistía en repetir su interrogatorio nuevamente, no cuando lo veía hundirse en su propia paranoia y miedos justo delante suyo.

–Ya fue suficiente, Nick –. Detuvo Shun a su alumno antes de que comenzara a repetir sus preguntas.

No habló con el tono tranquilo que usualmente dirigía a sus amigos, pero tampoco se permitió alzar demasiado la voz. Sabía que Nick también sufría con esto, quizá incluso más que el resto del equipo, por lo que no quería tratarlo con demasiada dureza cuando aún tenía oportunidad de calmarlo y aplacar sus temores latentes.

Incrédulo, Nick se mostró apenado y bajó su mirada con vergüenza, recordándole a Shun un poco de aquel joven peleador que no había visto en ya tres largos años. Los ojos apagados y tristes del peleador casi hicieron que Shun sintiera pena por él, pero como su maestro, tenía que saber cuándo era el momento de ser severo con Nick, de dejar de ser su amigo para comportarse como el guía y mentor que era.

Este era uno de esos momentos en los que tenía que ser duro con él y corregir su conducta.

–Salgan de aquí, chicos. Nosotros nos encargaremos de este asunto ahora –. Declaró el ojimiel con autoridad a los miembros Darkus del equipo.

Leónidas y Ángel entendieron a lo que se refería el Peleador Ventus y asintieron en respuesta, aunque podía sentir el malestar del dragón acorazado ante la idea de quedarse fuera. Wolf, obediente como siempre, siguió la instrucción solo porque los Bakugan de su mismo atributo la aceptaron y le ordenaron hacer lo mismo.

Sin embargo, su peleador no parecía tan dispuesto como ellos.

–Shun, por favor… –. Trató de insistir Nick con un tono alarmantemente suplicante.

Esto no estaba bien, Nick nunca suplicaba por nada. El hecho de que lo hiciera ahora mismo, con ese espantoso quiebre involuntario en su voz, le dejó en claro a Shun que había permitido que esto se prolongara demasiado tiempo y tenía que sacar a su pupilo antes de que éste se viera más afectado de lo que ya estaba.

–No más, Nick. Ya hiciste tus preguntas y tu máquina te dio las respuestas. Ahora, ve a descansar –. Respondió Shun con un tono que dejaba en claro que no le estaba hablando como su amigo, sino como su maestro.

Incluso en su momento más bajo, Nick reconocía esta autoridad y accedió con un suspiro que delataba su pesar antes de levantarse de su silla, dejando atrás su máquina.

Le dolía ver a Nick así, se había acostumbrado a aquel peleador fuerte que no mostraba su debilidad, y no podía dejar que se siguiera hundiendo. Suavemente, Shun posó una mano en el hombro de su amigo para escoltarlo con delicadeza a la puerta de salida, mientras recogía el trozo de pastel olvidado en la mesa.

Con ayuda de Julie, sacaron con cuidado a Nick de la habitación para llevarlo al jardín en el exterior, esperando que un ambiente un poco más tranquilo ayudara a recapacitar a su pupilo.

No obstante, debió imaginar que Nick no se rendiría con tanta facilidad.

Cuando finalmente llegaron a los escalones que conectaban la casa con el pastal de su difunto abuelo, dejando a la princesa neathiana en el interior de la sala, Nick habló nuevamente con ese tono quebradizo que tanto le preocupaba.

–Shun, por favor, no me dejes fuera. Tengo que saber que traman, tengo que…

Las súplicas del pelinegro se perdían en el aire, no decía nada que Shun quisiera escuchar realmente y temía la forma en que su amigo manejaba esta situación. Cuando se trataba de Keith, tenían a Elisa y al resto del grupo para apaciguar al pelinegro, pero ahora su equipo estaba dividido temporalmente y no había nadie más que los ayudara a tranquilizar al Peleador Darkus, por lo que Shun tenía que tomar las riendas y evitar que su pupilo siguiera por este camino lleno de temores e inseguridades.

–¡Suficiente! –. Exclamó el ojimiel con pesar por la situación de su amigo.

Nick retrocedió con sorpresa por su tono autoritario, entendiendo que no había forma de que hiciera retroceder a Shun en esto. Ya había tomado una decisión y era una que no podría rebatir.

–Estás dejando que tu miedo te controle. Tienes que tranquilizarte, Nick, no todos en el universo son Ren Krawler. No todo el mundo es tu enemigo ni conspira en nuestra contra. Aún hay gente confiable y según tu mismo invento, Fabia puede ser una de ellas –. Reprendió Shun con fuerza.

Sintió lástima al ver a Nick bajar la cabeza apenado, encogiéndose en el escalón más bajo del piso, incapaz de devolverle la mirada. No había determinación, no había fuego, no había nada más que un niño temeroso de lo que pudiera suceder por su carencia de poder para salvar a sus amigos antes de que fuera demasiado tarde.

Este no era el joven al que había entrenado, Nick nunca se encogía con pesar cuando lo reprendían, aceptaba las palabras de su superior y mejoraba a partir de ahí, no se hundía en su propia lástima.

Maldito fuera Ren Krawler por reducir a Nick a esto. Descubrir que se había permitido ser la víctima de meses de mentiras lo había afectado severamente.

Cuando el pelinegro volvió a mirar el suelo como un niño al que acababan de regañar por romper un plato, logró hacer que Shun se sintiera mal por su dureza y sabía que Julie debía estar compartiendo el sentimiento. Sin embargo, no podía retroceder, tenía que dejarle en claro a Nick que estaba haciendo mal al dejarse llevar por sus temores y que debía confiar en su juicio.

–Escucha, tómate un descanso, disfruta tu pastel y piensa en lo que te dije –. Indicó el ojimiel extendiendo el postre a su amigo –. Nick, sé que no confías en ella, pero te pido que confíes en mí.

Lentamente, Nick se permitió recibir el trozo de pastel que había dejado de lado durante su interrogatorio antes de asentir en acuerdo con su petición. Su mirada suplicante se escondió debajo de sus mechones negros, ocultando su expresión llena de angustia antes de responder.

–Está bien –. Aceptó el pelinegro con un suspiro lastimero mientras recibía el postre.

Recibir esa respuesta sin tener que discutir más de lo necesario le trajo un poco de esperanza. Temía que Nick insistiera en dejarse llevar por sus inseguridades generadas por todo el problema de neathianos y gundalianos, pero su pupilo aún estaba dispuesto a creer en sus seres queridos y eso lo aliviaba.

No necesitaba que creyera en el mundo, solo en la gente que le importaba.

–¿Está seguro de que estará bien por su cuenta, Maestro Kazami? –. Preguntó Ángel saltando al hombro de su peleador.

–No se preocupen, nosotros nos encargaremos de todo –. Aseguró Ingram a su amiga –. Ustedes descansen, se lo merecen después de tanto trabajo.

–Cuídate mucho, Ingram. Y no subestimes a Aranaut, es un oponente difícil –. Recordó Leónidas a su amigo Ventus.

–Descuida, no lo haremos. ¿Cierto, Hylash? –. Respondió el maestro ninja llamando a su Trampa Bakugan.

Inmediatamente, el pequeño susodicho saltó emocionado por ser tomado en cuenta mientras asentía con seguridad a las preguntas de su compañero de batallas.

El espectáculo de la pequeña Trampa Bakugan enterneció el corazón de todos los presentes, incluyendo el de Nick, que se permitió soltar unas risitas antes de asentir con lentitud.

–¿Están seguros de que estarán bien sin nosotros? –. Preguntó el pelinegro sin estar seguro de esta decisión.

Julie, que se había mantenido al margen al ver a maestro y alumno discutir, decidió interceder esta vez para calmar al nervioso peleador, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello antes de hablar nuevamente.

–Te preocupas demasiado, tigre. Vamos, te prometo que los chicos estarán bien –. Tranquilizó la morena con euforia a su amigo –. ¿Te digo algo? ¿Qué te parece si vamos un rato con los Misaki? Así podrás calmarte y pasaremos el rato –. Propuso con emoción.

Antes de que Nick pudiera negarse, Shun no demoró un solo segundo en asentir, enfatizando su claro acuerdo con la idea de la Peleadora Subterra.

–Me agrada como suena. Adelante, Julie. Y asegúrense de pasarla bien –. Dijo el ojimiel al escuchar la proposición.

Como esperaba, ni siquiera Nick era capaz de sobreponerse a los ojitos brillantes que Julie le puso para que aceptara. Una mirada de perrito suplicante diseñada con el único propósito de motivar al receptor a hacer la voluntad de aquel que la use. Normalmente, Shun vería ese acto como algo infantil y minúsculo, pero no dudaría en aceptarlo si con eso lograba aplacar un poco los temores de su amigo.

Finalmente, el pelinegro de la chaqueta marrón aceptó con un nuevo suspiro antes de asentir.

Emocionada y orgullosa de sí misma por sus logros más recientes, Julie saltó con alegría para colgarse del hombro de su amigo más alto y guiarlo a la salida mientras tiraba de su brazo para que caminara más rápido.

–¡Llámanos si necesitas algo, Shun! –. Llamó Julie mientras se alejaba a la puerta de salida con el brazo de Nick aún cautivo en su agarre.

Era tierno verlos, pero no tenía tiempo que perder. Ahora tenía una misión y no podía darse el lujo de distraerse.

Al ver a ambos peleadores desaparecer en el marco de la puerta de entrada con sus Bakugan rodeándolos, mientras se adentraban poco a poco en la intensa luz del día, Shun se permitió regresar acompañado por Ingram y Hylash al salón en el que habían dejado a Fabia.

No sabía que sentir exactamente por la neathiana. Según las respuestas que Nick había sacado de ella, no mentía en ninguna de sus respuestas, pero no se atrevía a dar nada por sentado aún, sin importar lo que le dijera a Nick para tranquilizarlo y aplacar sus temores. Tenía que tener cuidado con la princesa para no repetir el mismo error que habían cometido con Krawler.

Aunque Nick era claramente el más afectado por caer en las mentiras del gundaliano, Shun tampoco se atrevía a librarse de todas las culpas. Como el ninja del equipo, era su obligación determinar quiénes podían ser una amenaza o no, un trabajo que no había realizado con Ren al creer ingenuamente que una sola libertad de su deber no les haría daño.

Había sido ingenuo y estúpido, tal vez incluso más que el mismo Nick. No podía darse el lujo de repetir su equivocación. Tenía que determinar si Fabia Sheen decía la verdad, si podían confiar en ella para desenmascarar a Ren.

Cuando accedió una vez más al salón, Fabia estaba exactamente dónde Nick la había puesto para su interrogatorio. Los cables seguían exactamente en la misma posición en las que el pelinegro los había dejado, en ningún momento habían abandonado a la muy cooperativa princesa neathiana, la cual había decidido enfocar toda su atención en la luz del sol que se filtraba por la pequeña ventana de la habitación y le daba directamente al rostro.

Tenía que reconocer la belleza de la chica, a pesar de su dureza guerrera y su mirada dura a la hora de pelear, Fabia irradiaba un aura de tranquilidad y belleza cuando parecía estar tranquila y distraída en cualquier cosa que no fuera la guerra de su mundo. La piel de la ojiverde brillaba tímidamente bajo el cálido abrazo de la luz del día, casi tanto como sus orbes esmeralda ligeramente cerrados recibiendo el suave toque amoroso del sol que resaltaba sus facciones delicadas y le daba un aire de paz y armonía, uno que se alejaba completamente de aquella peleadora fiera y decidida que se había enfrentado al Helix Dragonoid sin una gota de temor en su ser.

Manteniendo su mejor rostro inerte y falto de emociones, Shun se acercó con cautela a la princesa neathiana para ayudarla a retirar con delicadeza los cables que su pupilo había pegado a su piel.

Como esperaba, Fabia lo miró con la misma cautela reflejada en sus ojos mientras la ayudaba a liberarse del equipo de su paranoico amigo con cuidado y el máximo respeto que pudo expresar con su lenguaje corporal, descartando el enfoque de Nick de tratarla como un peligro potencial y cambiándolo para verla más como una invitada en su hogar.

–Nick puede ser un poco intenso cuando se trata de toda esta guerra. Te pediré que lo perdones, ha pasado por mucho desde que Ren contó su versión –. Se disculpó el ojimiel por su amigo.

En respuesta, Fabia solo ofreció lo que sin duda fue una sonrisa triste mientras se reacomodaba en su silla y depositaba los extremos de los cables en la mesa junto al polígrafo del peleador ahora ausente, con cuidado de no dañar el equipo que debía resultarle bastante primitivo.

–Tus disculpas no son necesarias –. Respondió la neathiana con suavidad en su tono.

–No, sí lo son. Nick no tenía derecho a tratarte de esa manera y yo no debí permitirlo –. Objetó Shun desviando su mirada brevemente.

En el hombro de la peleadora, el Aranaut Haos miraba el desarrollo de la conversación en completo silencio, expectante a lo que pudieran hacer el terrícola y listo para saltar contra todo aquel que amenazara de cualquier forma a su compañera.

Como no podía ser de otro modo, Ingram y Hylash le devolvían la mirada al Bakugan de Neathia con la misma fuerza y determinación, listos para defender a su compañero de cualquier amenaza que pudieran significar los neathianos.

Sin embargo, aunque los Bakugan parecían estar listos para saltar al campo de batalla, los peleadores parecían preferir un enfoque más pacífico en sus interacciones, ambos conscientes de lo que estaba en juego y la importancia de aclarar toda sombra duda planteada en los últimos días de una buena vez.

–Está bien, lo digo de verdad. Si fuera yo a la que le dijeran mentiras por tanto tiempo, también estaría escéptica ante las palabras de una desconocida, especialmente si pertenece al bando que estuvieron vendiendo como el malvado enemigo durante los últimos días –. Detuvo Fabia con comprensión.

Era sorprendente el contraste que se creaba con la dura peleadora que entraba a las arenas de combate con intenciones de someter a todo enemigo sin piedad y la gentil princesa que emergía estando en el exterior, dispuesta a perdonar con lo que parecía ser absoluta comprensión los tratos basados en el temor de uno de los peleadores cuya ayuda intentaba conseguir.

–Gracias –. Dijo Shun en respuesta alejándose brevemente para acercar la silla que Nick había usado durante su interrogatorio.

–Es más, creo que me alivia un poco el carácter de tu amigo. Después de presenciar como un gundaliano llenó la cabeza de los Peleadores Bakugan de mentiras, es bueno ver que algunos de ustedes aún se mantienen escépticos y están dispuestos a escuchar la versión real de la historia –. Comentó la peliazul reacomodándose en la silla.

Eso llamó especialmente la atención de Shun, había dejado en claro desde el principio que estaban dispuestos a escuchar el otro lado de esta enrevesada historia para dar con la verdad, pero eso no significaba que creyera automáticamente en todo lo que dijera una neathiana, ya habían cometido ese error con anterioridad y no sucedería nuevamente.

–Dije que escucharía el otro lado de la historia. Por favor, no quieras venderme tu versión como la "real", tenemos malas experiencias con eso –. Pidió Shun educadamente.

Aunque Fabia se mostró paciente y comprensiva con su respuesta, Aranaut se lo tomó mucho más personal.

–¿¡Te atreves a acusar a la Princesa Fabia de mentirosa!? –. Exclamó Aranaut con ofensa.

El Bakugan hizo gala de su valentía, acercándose con toda la imponencia que le fue posible a una esfera de alrededor de cinco centímetros, posándose frente a un gigante al que apenas le podría llegar al tobillo.

Estaba a punto de objetar con la misma educación y tranquilidad que antes cuando un par de pequeñas figuras verdes saltaron de sus hombros para encontrarse con el Bakugan Haos sin temor alguno.

–Retrocede, Aranaut. Lo que dice Shun es completamente válido –. Detuvo Ingram al caballero de blanca armadura elevándose hasta quedar frente a frente.

A su lado Hylash se inclinó un poco hacia delante, tratando de hacer retroceder al compañero de la princesa neathiana con el poco lenguaje corporal que dominaba.

–Tienes mucho valor para alguien que pelea con ayuda –. Respondió Aranaut dirigiendo una breve mirada a la Trampa Bakugan

Parecía que ambas esferas estaban listas para pelear, aun si tenía que ser en sus formas más pequeñas. Pero la siguiente orden de Fabia detuvo cualquier rastro de confrontación que pudiera tomar lugar entre sus compañeros y devotos defensores.

–Está bien, Aranaut. Shun y sus compañeros tienen un punto –. Reconoció Fabia alejando a su compañero de los Bakugan Ventus antes de devolver su atención al peleador de cabello oscuro –. Tienes razón, Shun, te pido disculpas. Al igual que Ren, no tienes razones para creer en mí. Después de todo, solo he estado en la Tierra un par de días.

–Princesa, no diga eso. La máquina del Peleador Darkus confirmó que decimos la verdad –. Recordó el Bakugan Haos a su compañera.

–Tranquilo, Aranaut. Las máquinas pueden fallar, especialmente las de la Tierra –. Respondió la ojiverde con calma antes de volver a enfocar su atención en el peleador ninja –. Shun, ¿qué es lo que Ren les dijo exactamente para que creyeran en él? –. Preguntó la chica con curiosidad.

–Dijo que los gundalianos son un pueblo pacífico, que los neathianos los invadieron con sus Bakugan adoctrinados desde su nacimiento y que envían a sus agentes a la Tierra para secuestrar peleadores que los ayuden a ganar la guerra –. Respondió Shun con intriga por lo que pudieran decir sus invitados ante ese conocimiento.

–Esa serpiente –. Escupió Aranaut con desprecio en su voz.

Como imaginaba, ambos compañeros se mostraron molestos con tal respuesta, enojados por la forma en que retrataron su hogar y su gente. No obstante, antes de comenzar a explicar su versión, Fabia se tomó un momento para respirar y hacer una última pregunta a los peleadores del viento.

–¿Dijo algo más?

–Dijo que los gundalianos son similares a los humanos en apariencia –. Respondió Ingram con escepticismo, mientras Hylash asentía en apoyo a las palabras de su compañero de batallas.

Al recibir su respuesta, Fabia se levantó de su silla con calma para no alterar a los miembros de los Peleadores. Instintivamente, Shun se tensó en su asiento y se preparó para saltar en caso de un posible ataque.

Sin embargo, no fue necesario. Fabia se paró frente con las manos abiertas a sus costados mientras cerraba los ojos lentamente.

No sabía que es lo que la princesa neathiana estaba tratando de probar con esto, pero no podía negar que se sentía intrigado. Fabia no defendía su causa con palabras como lo hacía Ren, lo hacía con acciones. Sin duda una diferencia notoria con el gundaliano.

–Princesa, ¿está segura de esto? –. Preguntó el Bakugan a su compañera.

–Lo estoy, Aranaut. Tenemos que demostrar que no somos iguales a Ren –. Respondió Fabia sin alterar su posición.

¿Qué es lo que trataba de hacer? No lo entendía, era difícil descifrar por completo a la misteriosa princesa neathiana. Y no sabía por qué, pero le gustaba eso. En cierto modo, era atrayente.

–¿Qué está haciendo? –. Preguntó Ingram confundido.

–Ya lo verán.

De pronto una intensa luz dorada cubrió por completo a la princesa, iluminando las sombras que se filtraban en la habitación y cegando momentáneamente a Shun, el cual se vio obligado a tapar sus ojos para evitar que éstos salieran lastimados.

Poco a poco, el potente fenómeno lumínico bajó su intensidad y dejando atrás el velo de un intrigante misterio, se reveló la verdadera apariencia de la peleadora que había arribado a la Tierra en busca de ayuda.

Estando ahí, delante de una brillante aura del color del oro, el tono crema en la piel de Fabia Sheen desapareció, dando paso a una suave tonalidad de color lavanda que llamó la atención del ojimiel, que veía asombrado lo que debía ser la forma real de su invitada.

No pasó mucho tiempo para que Fabia abriera los ojos nuevamente, dejando atrás todo rastro de blanco en sus orbes para dar pie a una tonalidad completamente esmeralda como el único color en sus grandes y llamativos ojos.

En esa forma, estaba claro que la chica no era de la Tierra. Sus rasgos alienígenas eran completamente visibles y no había rastro de humanidad en ellos, más allá de su forma humanoide. Aunque nunca lo diría en voz alta y se negaba a decirlo fuera de la intimidad de sus pensamientos, tenía que aceptar que Fabia presumía una belleza única en su tipo, incluso estando en esta curiosa forma.

Negando con la cabeza ante ese tipo de pensamientos sin coherencia para la ocasión, Shun se permitió regresar a lo que era verdaderamente importante. Aunque era un poco difícil enfocarse observando en primera fila la mirada tímida que Fabia le dirigió al exponerse de esa manera, mientras se mordía suavemente el labio con nerviosismo.

¿Acaso esperaba que encontraran esta nueva apariencia desagradable? No lo sabía a ciencia cierta, pero si ese era el caso detrás de sus expresiones carentes del fuego que había mostrado en la batalla, no podía estar más equivocada.

–¿Esa es la verdadera forma de los neathianos? –. Preguntó Shun con asombro.

–Así es –. Asintió Fabia aún con timidez.

Llegó el momento en que los grandes ojos color esmeralda de la chica neathiana se encontraron con sus propios orbes color miel, que no dejaban de ver con asombro la verdadera apariencia neathiana, una tan exótica pero que no perdía su belleza característica. Por supuesto, Shun borró todo rastro de emoción que su rostro pudiera delatar para enfocarse nuevamente en el problema que tenían entre manos.

No había tiempo para distracciones.

–¿Y por qué nos la enseñas? ¿Cómo nos ayuda eso a determinar si dicen la verdad? –. Cuestionó Ingram con escepticismo.

–Esta es la forma de dejarles en claro que no somos como Ren. Nosotros no nos ocultamos detrás de máscaras –. Respondió Aranaut a la pregunta por su compañero.

Antes de que Shun pudiera respaldar las preguntas de su compañero, la neathiana elevó su pie izquierdo a la altura de su mano para sujetar entre sus dedos pulgar e índice el talón grisáceo de su bota blanca.

Para sorpresa de los Peleadores, Fabia torció con suavidad el talón de su suela, dejando ver lo que parecía ser un pequeño espacio diseñado para guardar cosas pequeñas en su interior. Ahí, oculto entre la oscuridad del pequeño acceso, un diminuto dispositivo con la forma de lo que parecía ser un lápiz plateado se exhibió a la vista de los peleadores.

–¿Qué es eso? –. Preguntó Shun intrigado al ver el pequeño objeto.

–Es un proyector –. Respondió la peliazul sacando el dispositivo de su bota antes de poner la suela en su lugar nuevamente.

Desde la punta de la afilada máquina se proyectó una pantalla celeste de tamaño considerable frente a los ojos sorprendidos y curiosos de los miembros de los Peleadores. Enmarcadas entre los bordes brillantes de la pequeña proyección, una serie de imágenes desfiló frente a los ojos horrorizados de Shun y sus compañeros.

Una ciudad devastada fue la primera que llamó la atención de los ninjas, cientos de edificios demacrados e incompletos, marcados por el paso de lo que debió ser una batalla encarnizada. Muros destrozados y quemados, vidrios rotos y humo saliendo del interior de unas estructuras que debieron lucir majestuosas en su mejor momento eran los causantes de la expresión de horror que se formó en los Peleadores Ventus.

Seguido de la destrucción de tales obras de arquitectura, una imagen de personas muy similares a Fabia en su forma real mientras eran arrastradas por un grupo de soldados dejó helado a Shun al analizar a más profundidad su contenido. Estas personas se encontraban esposadas, con barras de duro metal en las muñecas y sus ropas claras manchadas con el polvo de escombros, mugre y cenizas mientras eran escoltados por seres humanoides con armaduras oscuras que cubrían casi todo su cuerpo. El único rasgo visible de aquellos que parecían ser los carceleros de los neathianos eran sus mandíbulas, grises y cubiertas de lo que parecían ser unas delgadas escamas a los costados, encerrando pequeños colmillos que sobresalían ligeramente sobre sus labios grisáceos.

Esa no fue la única imagen, el pequeño dispositivo también proyectó otra que enseñaba lo que parecían ser niños neathianos siendo escoltados a naves con una estética similar a las armaduras de los carceleros. Eran pequeñas criaturas de piel más clara que Fabia, ojos mucho más pequeños y cabellos cubiertos de mugre, siendo llevados a lo que seguro sería una vida de esclavitud en el hogar de sus invasores. Sin embargo, lo que más perturbó a Shun fue el hecho de tener a humanos jóvenes rodeando a todos los neathianos secuestrados, sirviendo como apoyo a los carceleros y respondiendo la pregunta que respaldaba sus preocupaciones sobre los peleadores desaparecidos y su ubicación. No cabía duda de que estos sujetos eran unos monstruos.

La tercera imagen no careció de pesar alguno en su contenido: una serie de neathianos de distintas edades, tamaños y rasgos haciendo fila con ropas andrajosas y heridas menores visibles para acceder a lo que parecía ser una tienda de ayuda en busca de souvenirs, mientras eran custodiados por lo que debían ser soldados de su propio planeta. Fabia no les daba contexto y no necesitaba hacerlo, estaba claro que estas personas eran sobrevivientes de algún tipo de ataque que los sacó a la fuerza de su hogar.

Se proyectaron otras tantas fotografías, pero Shun ya no quería verlas, las primeras tres habían dejado en claro la gravedad del asunto. Pero la intensidad del holograma era demasiada como para ignorarlas, se destacaban las proyecciones explícitas de pequeños neathianos abrazando con fuerza a los que debían ser sus padres en medio de marchas a lugares desconocidos, refugios repletos de heridos y desplazados con personal atosigado de gente a la cual prestar atención, además de campos quemados y marcados por profundos cráteres en las zonas dedicadas a los cultivos.

Todas ellas con el duro recordatorio de soldados humanos respaldando a las tropas invasoras que atacaban a los ciudadanos inocentes sin piedad alguna, todos ellos en formación y posturas perfectas, dignas de soldados disciplinados para las batallas que libraban en el mundo de Fabia.

No sabía que decir y no se atrevía a opinar, solo podía mantener el incomodo silencio que se había formado en la habitación tras activar el proyector. ¿Qué clase de monstruo era capaz de hacerle eso a gente inocente? ¿Cómo podían tener la sangre tan fría para hacerle eso a niños? ¿Quién podría ordenar ataques como estos?

Solo podía ser obra de un auténtico demonio, completamente indiferente a la vida de otros seres. Nadie capaz de llevar a cabo un acto así de cruel podría ser considerado como una persona.

–Estas son las imágenes recopiladas por algunos de nuestros espías en las zonas perdidas del planeta. Las demás vienen directamente de los refugios establecidos por nuestros ejércitos para proteger a aquellos que lograron escapar de las fuerzas gundalianas –. Explicó Fabia apagando el proyector antes de guardarlo en uno de los bolsillos de su abrigo –. Temíamos que los humanos se hubieran decidido a apoyar a Gundalia, pero nuestros científicos han concluido que están usando una especie de control mental para someter la voluntad de los terrícolas. Es probable que ellos ni siquiera sepan lo que está sucediendo.

–Si tuviste eso todo el tiempo, ¿por qué no se lo enseñaron a Nick cuándo estaba aquí? Se habrían ahorrado muchas molestias si le hubieran mostrado todo esto en primer lugar. Incluso pudiste mostrárselo a Dan y a los demás cuando llegaste –. Dijo Ingram a la neathiana.

–No se ofendan, chicos, pero, aunque entiendo la actitud de sus amigos, me cuesta creer que me hubiera creído aun si le enseñaba todo esto. Dan y los otros se ven muy convencidos de lo que Ren dice y Nick no parece estar muy dispuesto a creer en las palabras de alguien que no conoce –. Respondió Fabia educadamente antes de tomar asiento una vez más.

–Además, tampoco es que nos hayan dado muchas oportunidades de explicarnos. Lo primero que hizo Dan Kuso al conocernos fue gritarnos y retarnos a una batalla –. Respaldó Aranaut a su compañera.

Aunque sabía que la princesa tenía razón con respecto a su juicio sobre sus amigos, no pudo detenerse a pensar en Neathia nuevamente. Era imposible hacerlo cuando su mente regresaba una y otra vez hacia esos rostros desamparados, llenos de miedo y dolor por la pérdida de su vida, cubiertos por la sombra de la guerra y marcados por el ardiente calor de la tragedia que les había quitado tanto y aun amenazaba con arrebatarles mucho más.

Miles de almas condenadas a ver todo lo que amaban perecer ante crueles conquistadores que no dudarían en apagar la luz de sus vidas por razones ajenas a ellos.

–Ren no ha hecho más que mentirles desde su llegada. Acaban de ver la verdadera naturaleza de mi mundo, aquella que los mismos gundalianos trajeron a nosotros con su guerra. Los neathianos no comenzamos este conflicto, los gundalianos no son víctimas y están muy lejos de parecerse a los humanos. Hasta en eso les mintió esa rata –. Dijo Fabia, escupiendo con veneno la última parte de su discurso.

Lo habían visto con sus propios ojos, lo había demostrado la máquina de Nick y la misma Fabia lo había respaldado. No era una mentira, no como las de Krawler, la princesa era sincera y ahora depositaba su confianza en ellos al mostrarles la cruda realidad que se vivía en su mundo.

Si aún tenía dudas, éstas se evaporaron con el recordatorio constante de las fotos que la princesa neathiana les había mostrado.

–Entiendo los motivos de Nick para temer y no culpo a los demás Peleadores por creer en Krawler, los engañó con su propaganda y sus dulces palabras. Pero elijo creer en ti, Shun Kazami –. Dijo Fabia acercándose con su silla para estar a unos pocos centímetros del ojimiel.

Suavemente, las manos de la joven princesa neathiana se encontraron con las del ninja, sosteniendo suavemente al peleador mientras sus miradas se encontraban nuevamente.

La petición en sus ojos era palpable, la súplica y la necesidad de ayuda se notaban en sus orbes esmeralda que le devolvían la mirada con pesar y tristeza, ocultas debajo de la sombra de sus cabellos azulados. No supo por qué, no supo cómo ni tampoco cuándo, pero en algún momento perdido de su encuentro, Shun se vio a sí mismo correspondiendo el suave agarre de la princesa con sus propias manos.

Aunque podía sentir como compartían el mismo tipo de duros callos en sus palmas, formados a partir de lo que debieron ser constantes horas de entrenamiento con todo tipo de armas, no pudo evitar notar cierta suavidad en las pequeñas manos color lavanda que se enredaron con las suyas.

Era una sensación tan extraña y a la vez tan familiar. No podía darle un nombre, no sabía a qué podría deberse algo así. Pero era tan cálida y no podía evitar sentir que era algo que necesitaba experimentar.

Aunque Ingram, Hylash y Aranaut los miraban fijamente sin comprender lo que estaba pasando con sus compañeros, ninguno pudo emitir una sola palabra que pudiera sacar a los jóvenes de su trance. Lo único que logró romper el hechizo de intrigas que el toque de dos fuerzas tan similares había creado fueron las palabras de una de estas mismas presencias.

–Ya te dije mi versión de la historia, Shun. También es la verdad que el gundaliano intentó tapar con sus mentiras y engaños. Así que solo queda una pregunta por responder y te prometo que no te juzgaré ni te atacaré si decides que aún no confías en mí –. Comenzó Fabia bajando su mirada con renovada timidez.

No sabía a qué se debía este comportamiento, no podía comprender por qué la fuerza de esta chica parecía desvanecerse frente a la sombra de la incertidumbre que rodeaba una respuesta obvia.

Ahí, cubiertos por la tenue luz que se aventuraba al interior de un salón solitario y seguro, una decisión fue tomada y el rumbo de una guerra cruel experimentó un cambio radical, uno en el que se buscaría defender las almas de los condenados y los inocentes. En un pequeño, estrecho e íntimo espacio, una decisión fue tomada y la luz de la verdad iluminó finalmente las sombras de una mentira cruel, dando pie a la figura de la verdadera lealtad y el auténtico compromiso que serían las insignias de las próximas batallas.

–¿Qué decides entonces, Shun? ¿Nos ayudarán a salvar nuestro mundo?

Su voz era débil, la decoraba la preocupación por un nuevo rechazo a su anhelado deseo, el claro miedo por ver sus esperanzas escurrirse de entre sus dedos con pesar nuevamente. Pero la verdad era que ya no había nada que pensar, las semillas de la duda que una víbora había plantado en sus mentes ya no era un problema, la verdad finalmente se había revelado y la decisión ya había sido tomada.

No se necesitaron de más palabras por parte de ninguna de las almas. No, bastó con el cálido apretón de sus manos para dar la respuesta que aquella noble guerrera había anhelado desde el momento en que puso un pie en este nuevo mundo.


Restaurante Misaki

30 minutos después

Nick se notaba inseguro y temeroso, eran características que normalmente no asociaría con el pelinegro. Se había acostumbrado a que el primer protegido de Dan hiciera gala de una determinación comparable solo con la del resto de los Peleadores Bakugan, incluso desafiando a todos los que desconfiaban de ellos y los veían como si fueran demonios, el único hijo del matrimonio Takahashi siempre se había mostrado fuerte y decidido, aunque pudiera ser todo lo contrario en ocasiones.

Mucho tiempo había pasado desde su conflictivo primer encuentro y esos años se notaban en el comportamiento y las actitudes del peleador de ojos negros. Físicamente, había cambiado poco, sus mejillas habían perdido la forma redonda que lo había acompañado durante su primer año como peleador, asumiendo una más esbelta, su voz ya no era tímida ni mucho menos débil, ahora era cada vez más dura y sobresalía cada que Nick se veía obligado a levantarla, su nariz era un poco más grande y recta, perfectamente alineada con su mandíbula cada vez más fuerte, que comenzaba a verse cubierta por una delgada capa de pelo oscuro, una débil sombra que pronto requeriría atención por parte del pelinegro.

Por otro lado, sin la cobertura que le ofrecía su apretada chaqueta marrón, era posible ver con más detalle los hombros cada vez más anchos del peleador y sus brazos mucho más grandes y fornidos, decorados con delgados y deformes trazos en su piel; pruebas de sus entrenamientos junto a Shun. Aún recordaba con cariño a aquel chico que se cortaba accidentalmente con kunais y shurikens durante sus primeras prácticas.

Quedaba poco de aquel joven inocente. La tierna mirada que siempre le enseñaba al mundo sin importar cuanto lo señalara había desaparecido casi por completo. Ahora, los ojos de Nick, antes de llenos de inocencia y emoción, estaban llenos de una dureza que habría sido ajena a su mirada de hace años. Y, en cierto modo, no podía negar que se sentía en parte responsable por ese cambio tan radical en su amigo. Claro, el chico aún podía expresar con facilidad el cariño que sentía por sus seres amados y no tenía problemas en demostrarlo al ojo público. Pero la mirada que reflejaban sus ojos ya no era la de aquel chico tierno y siempre amable, ahora eran rudos y severos, no dudaban en penetrar el alma de todo aquel que los amenazara de cualquier manera.

No lo calificaba como algo malo, tanto Dan como Shun habían visto lo positivo en el cambio de Nick, remarcando que ahora sería mucho más astuto y seguro de sí mismo, sería la fuerza que ayudaría al ninja a salvaguardar al grupo de peligros que nadie más que ellos podría ver. Les creía, pero eso no aplacaba el pesar que sentía en su corazón por no haber podido disfrutar de aquel chico tan dulce e inocente.

Cuando Dan había hablado de Nick Takahashi por primera vez, se había referido a él como alguien sensible e inseguro, pero con un gran corazón y una mirada tan llena de timidez que lo hacía ver como si fuera un niño ajeno al arte de socializar. Tal descripción la había conmovido al instante y se había encontrado ansiosa por conocer al chico lo más pronto posible. Por desgracia, la derrota de Dan a manos de Marduk había despertado su ira interna y tener a Nick Takahashi y su Leónidas Darkus como principales sospechosos no hizo más que darle un objetivo a su rabia y frustración.

Seguía lamentando el haberlo culpado sin prueba alguna de tales actos, tanto a él como a su compañero, dejando a un lado todo rastro de anhelo por conocer a aquel dulce chico que Dan tanto adoraba para tratarlo como a un enemigo. Por supuesto, Nick no había tardado en perdonarla por su conducta, haciendo gala del gran corazón que comenzaba a intentar esconder al mundo, pero no le había dado tiempo de conocerlo como le habría gustado.

Después de todo, para cuando formalizaron su amistad, Nick ya era aprendiz de Shun y la dulzura que tanto había caracterizado al Peleador Darkus había comenzado a desaparecer. Lentamente, el niño que Dan había ayudado en el parque comenzaba a morir y dejaba paso al hombre que se estaba formando frente a ella, uno que quería protegerlos a todos, que se echaba el peso del universo sobre sus hombros y se negaba a descansar de su tarea. Era un crecimiento del cual podía sentirse orgullosa a pesar de todo.

Por desgracia, en estos momentos, Julie no podía ver a aquel hombre que llenaba de orgullo a sus amigos todos los días.

–Supongo que ya podemos comenzar –. Dijo Julie con un suspiro.

–¿De qué hablas? –. Preguntó Nick confundido por sus palabras.

–¿Qué fue todo eso? Nick, está bien que no confíes en nadie, más aún después de lo que Ren nos ha hecho. Pero una cosa es eso y otra muy diferente es buscar enemigos en todas partes –. Reprendió la morena con suavidad.

Normalmente, no le gustaba comportarse de forma severa y autoritaria, no lo sentía como algo natural en ella y su personalidad alegre. Sin embargo, no podía hacerse de ojos ciegos y oídos sordos frente a lo que había visto.

–No sabemos nada de esa chica, Julie. Necesito estar seguro de que no es otra amenaza –. Se justificó el pelinegro.

–La mantuviste en un solo sitio durante dos días, creaste un detector de mentiras, le hiciste las mismas preguntas tres veces y casi le rogaste a Shun para que no te dejara fuera. ¿Qué rayos fue todo eso, Nick? –. Repasó Julie con su mejor intento de tono severo en su voz.

De pronto, sus compañeros Bakugan saltaron al centro de la mesa para formar parte de la conversación que los humanos estaban sosteniendo.

–Tienes que aceptar que no fue tu mejor momento, Nick –. Dijo Leónidas al peleador con pesar –. Fue bastante… eh…

Patético.

Debía ser el pensamiento con el que Vladitor regañaba a Nick en estos extraños momentos. Se podía notar en sus ojos la vergüenza y la tristeza que debía estar sintiendo por su comportamiento.

No odiaba la idea de que Nick fuera desconfiado, eso era justo lo que necesitaba un equipo cuya principal característica era la noble inocencia de sus miembros idealistas. No, lo que odiaba era ver a Nick comportarse con tal indecisión y falta de carácter. Ese no era Nick. Ver a su amigo pelinegro sin la fuerza que ardía en sus ojos era como ver a Dan sin la energía que siempre impulsaba sus acciones. Como si no fueran ellos mismos.

Shun tenía en sus hombros la responsabilidad de determinar si Fabia Sheen era una aliada genuina o no. Así que Julie se encargaría de asumir la tarea que significaba mantener la confianza y la fuerza de uno de sus amigos intacta, de ayudarlo a recuperar la confianza que Ren había puesto en juego con sus mentiras.

El trato de Nick hacia Fabia no solo era el resultado de la sospecha y la preocupación por su familia. No, era el producto de su propia inseguridad emergiendo nuevamente después de años enterrada, de su culpa por no haber visto la cruda realidad que había llegado al IB en la forma de aquel gundaliano, de su miedo por ser incapaz de proteger a su familia.

No podía ser de este modo, tenía que ayudar a su amigo cuanto antes. No podía dejar que se rebajara a un alma temerosa y pequeña frente a las adversidades, que pataleaba en forma de respuesta a los peligros que lo amenazaban.

–¿A qué quieren llegar con todo esto? –. Cuestionó Nick tapando la mitad de su rostro cansado con su mano enguantada.

Inmediatamente, Julie extendió sus propias manos para alejar la del pelinegro y envolverla en un amoroso toque que enfatizaba el cariño que debería haberle demostrado cuando no era nada más que un principiante en el mundo de las batallas. No quería que se cubriera, no quería que huyera de esta charla, Nick necesitaba escuchar esto y ella necesitaba ayudarlo como no lo había hecho en su momento.

Había permitido que el tutelaje de Nick Takahashi recayera demasiado tiempo sobre Dan y Shun, ya era hora de que ella también pusiera su grano de arena en el crecimiento de su querido amigo.

–Nick, escúchame bien: lo que vi allá, en la casa de Shun, es algo que no quiero volver a ver nunca. Tú no eres débil, ya no eres inseguro ni mucho menos vulnerable, no más. Eres Nick Takahashi, el vencedor de todos los torneos del TDB, el primer salvador de la Tierra, has vencido a enemigos sumamente peligrosos que no habrían dudado un solo segundo en destruirte –. Le recordó Julie dando un suave apretón a sus manos, remarcando su apoyo las veces que fueran necesarias durante su discurso –. Me duele ver cómo te dejas llevar por tu miedo y tu propia decepción. Tú no eres así, eres fuerte y seguro de ti mismo. Ya no eres un niño, eres un miembro de los Peleadores Bakugan, el auténtico Peleador Darkus del grupo. No Ren, nunca Ren, ese puesto te pertenece a ti y te necesitamos ahora más que nunca.

–Nuestros amigos cayeron en las redes de Krawler y somos los únicos que pueden ayudarlos, pero para hacer algo así necesitamos a uno de nuestros miembros más fuertes e inteligentes. Te necesitamos tan seguro y enfocado como siempre, Nick. No podremos hacer esto sin tu ayuda –. Respaldó Gorem el discurso de su compañera.

En cierto modo, tratar con Nick no era muy diferente de Jake o Mira. Era un muchacho que necesitaba orientación, pero no de cualquier persona, sino de sus amigos y familiares más cercanos, gente que supiera acercarse a él y ver su gran corazón debajo de las múltiples capas de imperfecciones que lo cubrían.

Apenado, Nick bajó la cabeza con pesar. Parecía que las lágrimas amenazaban con abandonar sus ojos, pero logró retenerlas con éxito. Por desgracia, fue su voz la que se terminó quebrando en su lugar.

–Es solo que… no quiero que ese… maldito de Ren les haga daño… –. Confesó el pelinegro batallando con el llanto mientras la ira acompañaba su voz quebradiza y el desprecio se hacía palpable en su respuesta.

–No lo hará, Maestro Nick. Lo detendremos mucho antes de que sea capaz de herirnos –. Consoló Ángel a su peleador con un tono dulce.

–Tranquilo, compañero. No te preocupes tanto por eso, pronto no será un problema. Nos encargaremos de él, como siempre lo hemos hecho –. Respaldó Leónidas los intentos de su pareja.

En respuesta, el pobre pelinegro solo negó con la cabeza apunto de llorar.

–No lo entienden, chicos. Prometí que nunca dejaría que los lastimaran, que vería cualquier peligro mucho antes de que pudiera acercarse a nosotros. Pero fallé, fallé miserablemente, dejé que una maldita víbora entrara en nuestro hogar y clavara sus colmillos sobre todo lo que intentamos construir. Los chicos están siendo manipulados porque no fui capaz de darle a Krawler la atención requerida, niños inocentes están desapareciendo para ser usados como carne de cañón en una guerra de la que no saben nada porque yo no fui capaz de protegerlos, padres se mueren de la preocupación por sus hijos desaparecidos y todo es por mi culpa. Todo porque no fui capaz de cumplir con la única promesa que me hecho en mi vida.

Para este punto, las máscaras ya habían desaparecido entre ellos. Nick ya no batallaba con su llanto, el peso de una culpa inmerecida había superado su fachada de rudeza y severidad, dejando que el mundo exterior viera las lágrimas que no había presenciado desde la pérdida de Leónidas.

Le importó un comino que los demás clientes del restaurante los vieran, le importó poco lo que pensaran de ellos por la escena que sin querer estaban montando. Nada de eso le importaba, nada más que la imagen de uno de sus amigos más cercanos y fuertes derrumbándose frente a ella.

Era una vista devastadora.

Sin dudarlo ni un solo segundo, Julie se levantó de su asiento para rodear la pequeña mesa que los separaba y envolver al pelinegro en el abrazo de oso más fuerte que le fue posible, dando paso al afecto que no le había demostrado en un tiempo considerable.

Normalmente, Nick rehuía al contacto físico. Por lo que sabía, además de sus padres y su novia, Dan, Shun y Marucho eran los únicos que habían conocido lo que era el calor del abrazo del Peleador Darkus.

No más, ya no serían solo ellos. En esta ocasión, Julie también podía decir que conocía la sensación de ser abrazada por el alma herida que era Nick Takahashi, aquella que la envolvió en sus propios brazos y lloró libremente en su hombro, mientras murmuraba disculpas con pesar por su fracaso.

No le importaba quien estuviera mirando o que pudieran estar pensando, solo le importaba el pobre muchacho que liberaba su llanto reprimido en su hombro, necesitando del calor y el afecto que alguien de su entera confianza podía proporcionarle. La humedad que sentía en su camisa no era nada para Julie ahora mismo, le daba completamente igual, dejaría que su amigo mojara con sus lágrimas las blusas que fueran necesarias con tal de aplacar el dolor de su injusta culpa.

Por supuesto, los Bakugan no tardaron en subirse a cualquier parte del cuerpo del pelinegro que les permitiera estar cerca de su cabeza, haciendo su mejor intento por consolarlo. Gorem susurraba palabras de aliento, mientras que Leónidas trataba de acariciar con afecto la cabeza de su compañero, Ángel tarareaba una suave tonada en su oído y Wolf pegaba su cabecita a la única mejilla visible de su peleador. No tenía idea de que estaría haciendo Vladitor para apoyar a Nick, pero más le valía que fuera útil y no lo estuviera señalando de débil o patético en su momento de mayor vulnerabilidad.

–Les fallé, Julie. Les fallé a todos –. Se lamentó el pelinegro con pesar sin atreverse a despegar su rostro del hombro de su amiga –. Por favor, perdónenme. Perdónenme, todos.

No sabía si aún seguía hablando con ella o su llanto lo había llevado a suplicar la indulgencia a quienes claramente no estaban ahí. Pero no le importó mucho, no mientras consentía con afecto la cabellera erizada y la espalda de su amigo, aun sosteniéndolo en su fuerte abrazo.

–No fallaste, Nick. Todos cometimos el mismo error, la culpa no es solo tuya, sino de todos –. Consoló la peliplata con pena antes de continuar –. Pero aún podemos arreglar todo este lío.

–¿Cómo?

–Si esta chica Fabia, es sincera con nosotros. Ella puede ser la clave para resolver este problema. Pero si ese es el caso, necesito que creas en ella y en el juicio de Shun –. Pidió la morena con paciencia.

Sabía lo mucho que le costaba a su amigo creer en cualquier cosa. Nick no era alguien que depositara su fe en aquello que no le daba motivos para creer, pero podía hacerlo esta vez. Lo habían corroborado y ahora Shun debía estar confirmando lo que ya deberían saber.

Nick ponía el peso de la culpa y su fracaso compartido sobre sus hombros y eso lo cegaba, pero no debería hacer algo así. Todos necesitaban ayuda, nadie es todopoderoso y Nick Takahashi, por más que lo deseara, no podía serlo tampoco.

No tenía que creer en las palabras de estos sujetos que se escondían detrás de esperanzas y súplicas, manipulaciones y falsedad. No tenía por qué, pero podía creer en su familia, aquella que siempre velaría por su bien y el de todos a su alrededor.

Pero para hacer algo así, se necesitaba de la disposición del mismo Nick, para depositar su fe en algo más grande que todos ellos juntos: su familia y todo el bien que podían hacer estando bien encaminados.

–¿Puedes prometérmelo, Nick? Si Shun se aparece y nos dice que podemos confiar en Fabia, ¿creerás en él? –. Pidió la peliplata entristecida, aun acariciando con suavidad a su amigo.

No podía decir si la princesa neathiana era digna de su confianza, pero sabía que Shun sí lo era y jamás llegaría a ellos vendiendo más propaganda, mucho menos al ver como todo esto estaba afectando a su propio alumno.

Nick no tenía fe en muchas cosas, eso lo tenía muy claro, pero podía tenerla en sus amigos y estaba segura de que así era. Pues aún roto entre lágrimas que liberaban su alma innecesariamente castigada por la culpa de una víbora, Julie pudo sentir el suave asentimiento que acompañó los sollozos del devastado peleador.


Debo decir que me gustó el enfoque más sabio y maduro que se le dio a Julie en la tercera temporada y quiero tratar de explotarlo un poco más. Me jode un poco que le dieran eso precisamente en la temporada en la que solo hace pequeñas apariciones, así que decidí seguir con ese hilo a mi modo.

Por otro lado, y como dije antes: Nick en el fic anterior era más un elemento que fluía con el ritmo de la historia y tarde o temprano se acoplaba a ella sin importar cuanto nadara a contracorriente. Tengo la intención de darle más personalidad en este fic, dejando ver más de él que solo su principal defecto. Creo que ya lo mencioné antes, pero busco hacer a Nick lo más humano posible, ahondando en sus pesares y culpas relacionados con sus defectos. Al ser mi OC principal, es mi sujeto de prueba para ver qué tan bien o mal se me da crear personajes así.

Compártanme sus impresiones sobre el pobre Nick, que es tan de malas, que en esta historia le tocará su propio desarrollo XDD.

Volviendo con Julie, les daré el pequeño avance de que ella y Nick tendrán que ser más unidos en este fic. No les daré muchos detalles, pero ya verán porque es importante que se tengan mutuamente.

En cuanto a Shun y Fabia, debo decir que siempre me dejó intrigado que fue lo que le dijo o mostró la princesa para que le creyera. No sé si me salté un episodio o alguna escena en concreto sobre ella convenciéndolo (que no creo), pero decidí crear mi propia versión al mismo tiempo que se le daba más luz a Nick y Julie.

Sin más que decir, nos vemos en el próximo capítulo.

Nota aparte para Camilo Navas: Viejo, deja de leer mis pensamientos, que pareces el Profesor X. Tenía el borrador de este capítulo desde hace tiempo (era el que más quería escribir) y me quedé en shock cuando vi que atinaste a casi todo lo que tenía pensado :O. Ya me preocupé, no recuerdo en qué momento formamos una conexión en La Fuerza para que vieras mi mente. ¿Es eso, soy muy predecible o las grandes mentes piensan igual? Yo me decanto por la primera, esto solo puede ser obra de Palpatine xD.