CAPÍTULO 10:

NUEVOS ENEMIGOS

La Tierra, Japón

Tokio

–Entonces, ¿ya está todo listo? ¿En la mañana parten a Neathia?

–Es la idea, sí.

No dejaba de repasar ese hecho en su cabeza. No importaba cuanto lo mencionaran Nick y Julie justo arriba de ellos, Leónidas no podía sacarse de la cabeza la idea de que en unas cuantas horas viajarían a un nuevo mundo para formar parte activa de una nueva guerra que sería decisiva para el futuro del universo.

Después de haber vívido los mejores años de su vida en la Tierra, Leónidas se consideraba un terrícola tanto como cualquier humano podría. Su lugar de nacimiento era la Dimensión de la Perdición y había pasado la mayor parte de su corta vida como un prisionero en Nueva Vestroia, pero ninguna de esas cosas significaba algo al lado de todo lo que había vivido con Nick y su familia en la Tierra.

La sola idea de viajar a otro mundo completamente ajeno al suyo lo ponía un poco nervioso, por más vergonzoso que sonara. El último viaje que había hecho a otro mundo lejos del suyo había desembocado en una serie de desastres y muertes que nunca podría compensar completamente. Sus acciones en Nueva Vestroia, por más involuntarias que hayan sido, castigaban su consciencia sin piedad alguna y le recordaban porque había decidido renovar sus votos de abandonar el planeta para siempre y nunca regresar tras despedirse de Preyas y los otros, así no volvería a lastimar a ningún vestroiano. Otra razón por la cual también evitaba Vestal, muchas personas ahí habían perdido seres queridos en la forma de soldados de la extinta Resistencia por obra suya y solo podía imaginar el malestar de esas familias de tan solo pensar que uno de los responsables de esas pérdidas era aclamado como un héroe junto a los Peleadores Bakugan.

El temor de crear un desastre similar en Neathia lo castigaba, tenía miedo de perder el control de las circunstancias una vez más y perderse a sí mismo en el proceso. No podía darse ese lujo, no ahora que Nick, Ángel, Wolf y todos los demás lo necesitaban en el campo.

Tenía que mantener el control, por el bien de su familia.

No deberías preocuparte por eso. De hecho, considero que sería mejor para nosotros si soltáramos todo nuestro poder en Neathia –. Aconsejó Vladitor con indiferencia.

–Prefiero no volver a convertirme en un monstruo. He estado cerca de eso múltiples veces y no quiero ceder. Soy mejor que eso, Vladitor, ambos lo somos. No me digas que tú no has cambiado en este tiempo –. Respondió Leónidas al Bakugan incorpóreo.

–No lo niego, pero tienes que entender que pronto volveremos a entrar en una guerra, Leónidas. No nos dejarán elección a menos que nos impongamos –. Dijo su antiguo rival en respuesta.

Tal perspectiva no lo dejaba tranquilo. Después de mucho tiempo, Leónidas sabía cómo mantener el control y soltar todo su poder cuando lo deseaba, pero no se atrevería a tentar a la suerte bajo una situación de mucho estrés. Prefería no matar, pero había estado dispuesto a acabar con Linehalt en medio de su ira por todo lo que él y su compañero le hacían a su mundo.

Claro, no podía decir que se arrepintiera del todo. Esos gundalianos eran una amenaza para la Tierra y tenían que ser detenidos, pero no eran sus vidas lo que hacía eco en la mente de Leónidas, sino la idea de haber sido él quien las pudo haber arrebatado. Hubo un tiempo en que la idea de matar no le habría hecho ni cosquillas, pues Leónidas nació de las entrañas de la muerte misma; pero esos días habían terminado y ya no era ese monstruo sediento de sangre que aterrorizaba a sus oponentes, ahora era un Peleador Bakugan y quería estar a la altura de lo que eso significaba.

–¿Sucede algo, Leo? Estás muy callado –. Cuestionó Nick a su compañero.

Siendo llamado por la voz de su mejor amigo, Leónidas salió de sus cavilaciones para volver a poner su atención en la charla que tenía lugar justo arriba de él.

–Estoy bien, chicos. Es solo que no dejo de pensar en el viaje de mañana –. Explicó el dragón oscuro en la mesa entre ambos humanos –. Tengo un mal presentimiento de todo esto.

–Te preocupas demasiado, Leo. Piensa que van a ir a Neathia, le darán una lección a los gundalianos y volverán a casa –. Trató de animar Julie al Bakugan.

A unas pocas horas de su gran viaje, habían acordado reunirse con Julie en su trabajo de medio tiempo para tomar algo a modo de relajo. Después de todo, en unas pocas horas se haría pública la existencia de los gundalianos y la confesión de Mason Brown como los responsables de las múltiples desapariciones acontecidas en el IB. Sería un hecho de mucha presión que marcaría la historia y generaría una amplia variedad de reacciones por parte del público.

La mejor manera que había encontrado Nick de pasar el preludio de un momento así resultó ser tomando algo en la cafetería cerca de la playa en que Julie trabajaba en sus ratos libres, optando por relajarse con sus compañeros y la joven morena en lo que todos los demás preparaban todo lo que necesitarían para su viaje.

El local estaba solo, estaría completamente vacío de no ser por la presencia de los dos Peleadores en una de las mesas repartidas por la zona. La gran mayoría de clientes se habían desvanecido al ver entrar a uno de los Peleadores Bakugan y sus compañeros, algunos por miedo y otros por rechazo a la presencia del pelinegro, que sostenía en su mano el sospechoso estuche oscuro de una guitarra, una que almacenaba en su interior el afilado ninjato que Shun le había obsequiado en su cumpleaños. Aunque ningún civil tenía que saber eso necesariamente, era una mera precaución en caso de que Krawler decidiera atacar por sorpresa.

Afortunadamente, el jefe de Julie tampoco se encontraba presente después de haber dejado la tarea de cerrar el local a su empleada estrella, por lo que no tendrían que preocuparse por la presencia hostil de algunos civiles.

Julie había tenido suerte de no participar activamente en la creación del interespacio, gracias a sus minúsculos ingresos al lugar, el odio de los medios no había recaído en ella con la misma fuerza que en todos los demás. El hecho de ser un objeto de deseo para los humanos más jóvenes también la ayudaba a no preocuparse tanto por eso, teniendo una pequeña legión de seguidores que hablaban a su favor cada que se la criticaba, aunque no es que la peliplata les diera mucha atención a dichos muchachos. Estaba seguro de que Nick tenía una palabra para eso, aunque no podía recordar con precisión cuál era.

El cielo estaba oscuro, no había nada más que un mar de estrellas brillantes decorándolo, anunciando la flor de la juventud de esta extraña noche que anticipaba el viaje que aguardaba al amanecer.

Tenía que dar gracias al padre de Marucho por permitirles disfrutar esta bella noche. De no ser por la presencia del hombre y sus influencias, seguro estarían esperando el momento para ser llevados ante las autoridades, preparándose para atravesar un interrogatorio intenso, hablando de todo lo que sabían de los gundalianos y los neathianos. Sin embargo, también se sentía un poco mal, ya que parte del acuerdo para dejar tranquilos a los Peleadores Bakugan era que las Industrias Marukura estuvieran disputas a responder todo tipo de preguntas de manera pública y sacaran a la luz un registro activo de todos sus negocios relacionados o no con el Interespacio Bakugan.

La privacidad de la empresa de su amigo moriría el día de mañana, mientras ellos libraban una guerra que provocaría el miedo en los corazones de los terrícolas. Y no había nada que pudieran hacer por ellos, pues Neathia los necesitaba y la única forma de salvar a los desaparecidos era que partieran a este conflicto cuanto antes.

Tendrían que irse rápido, Leónidas no era tan tonto como para creer que todos los humanos aceptarían la partida de quienes más informados estaban de este tema con facilidad. Su viaje se realizaría de un modo relativamente clandestino, cubiertos por la empresa de los Marukura y dejándolos a ellos y al resto de sus amigos como los encargados de explicar la situación a todo el mundo.

Era una carga pesada y Marucho debía estar poniendo a su padre, a la junta directiva y a todo el cuerpo de policía al tanto de lo que estaba sucediendo con los gundalianos para que ellos pudieran hacerse cargo de la ola de preguntas que caerían sobre el problema mientras los demás se encontraban fuera.

Solo podían desearle suerte a Marduk y a los demás en sus intentos de calmar a las masas, esperando que volver de Neathia con los chicos desaparecidos ayudara a restablecer por completo la fe en los Peleadores Bakugan como figuras públicas de bien.

–En todo caso, no tiene sentido preocuparse por lo que podría pasar, Leónidas. Es mejor enfocarse en que harán todo lo posible por vencer a los gundalianos y liberar a los chicos desaparecidos –. Confortó Gorem a su amigo con tono calmo.

–Es cierto, mi amor. Mejor piensa en que salvaremos incontables vidas y conoceremos otros mundos más allá de Vestal, Nueva Vestroia o la Tierra. Sin duda será algo emocionante –. Animó Ángel a su pareja antes de saltar a su lado en la mesa.

Sentía un poco de envidia por su dulce Ángel, su amada guerrera sabía ver el lado positivo de una situación tan complicada como esta mientras trataba de contagiarle su buen humor. Era una virtud maravillosa a su modo de ver, Nick y él podían ser bastante sombríos cuando querían, por lo que tener a miembros tan positivos como Ángel o Wolf en su pequeña familia era un alivio bienvenido que les recordaba mantener siempre su optimismo y sobreponerse a las dificultades.

Seguida por su pequeña Trampa Bakugan, Ángel se permitió acercarse a un costado de Leónidas mientras Wolf hacía lo mismo en el lado opuesto, pegándose al dragón acorazado en un intento de darle un cálido abrazo que lo bañara en su amor compartido.

–Son tan tiernos, ustedes tres –. Comentó Julie con los ojos brillantes mientras veía a la pequeña familia interactuar.

–Y eso que no los has visto jugar por más de una hora –. Bromeó Nick guiñándole un ojo a su compañero.

La pena lo invadió en ese momento y sintió el impulso de alejarse del cálido toque de su amada y su lobo. Sin embargo, no tuvo el corazón para hacerlo, debido a su temor a herir los sentimientos de la Trampa Bakugan y su reacción al ver como su compañero de batallas rechazaba su afecto.

Aunque no extrañaba sus tiempos más brutales, no podía negar que aún había momentos en los que añoraba su reputación como un guerrero rudo y severo. No olvidaba el hecho de haber renunciado a esa imagen desde el día en que aceptó mostrar su afecto por Ángel y sus amigos públicamente, pero eso no significaba que le agradara ver cómo todos comenzaban a tratarlo como si su personalidad hubiera cambiado por completo.

Suspirando con un poco de irritación, Leónidas asintió mientras dejaba que el calor de su familia lo envolviera mientras Nick pasaba suavemente un dedo a lo largo de su cuello con delicadeza.

–Supongo que tienen razón –. Aceptó el dragón tranquilizándose.

–Ese es el espíritu –. Felicitó la peliplata antes de enfocar su atención en su amigo –. ¿Qué hay de ti, Nick? ¿Cómo te sientes?

–Es un poco extraño. Pensé que no volvería a salir de la Tierra para algo que no fuera visitar Vestal o Nueva Vestroia. Sin embargo, aquí estoy otra vez, listo para embarcarme en otro viaje a un mundo desconocido –. Confesó el pelinegro reposando su espalda en su silla.

–¿Y ya tienes todo listo? ¿Todo lo que vas a necesitar en Neathia? –. Cuestionó Gorem al peleador.

–Fabia dijo que no empacáramos mucho, Neathia tiene todo lo que podamos necesitar, desde comida hasta ropa –. Explicó Nick jugando con sus guantes.

–¿Y cómo lo tomó tu familia? –. Preguntó Julie casi en un murmullo.

Esa pregunta los detuvo a todos en seco. No hacía falta decir que los Takahashi no aceptaron de forma tranquila la noticia del futuro viaje que harían en la mañana. La madre de Nick se derrumbó notablemente al romper a llorar en el hombro de su hijo mientras le pedía que tuviera cuidado y su esposo hacía su mejor intento por consolar a su devastada mujer.

Por supuesto, no les pidieron quedarse, no podían ser tan egoístas, pero tampoco habían ocultado su gran pesar por su partida. Hicieron sus mejores intentos por consolar al matrimonio Takahashi, pero ninguno dio muchos resultados y la familia entera terminó llorando en el sofá de la sala por tener que estar separados una vez más.

No podía culparlos. Antes de la llegada de los Bakugan a sus vidas, la vida de Nick comenzaba y terminaba en sus padres. Siendo hijo único y al no tener más familia tras la muerte del hermano de la señora Takahashi, los tres eran una gran máquina que se sentía incompleta cuando una de las partes faltaba. Sumar a Ángel, Wolf y Leónidas a la ecuación solo lo hizo aún más difícil.

Por lo que habían discutido, ahora mismo los padres de su compañero debían estar preparando todo lo que Nick iba a necesitar en su viaje en base a las indicaciones de Fabia.

Escapar un rato de su hogar fue lo mejor, al menos por un rato, les daría a todos el tiempo suficiente para procesar el hecho.

–No lo tomaron muy bien. Siempre es difícil despedirse de un hijo –. Resumió Ángel por su pareja y su compañero.

–¿Y qué hay de ustedes? –. Cuestionó Nick a los Peleadores Subterra –. ¿Estarán bien sin nosotros aquí? Se avecina una pesadilla en cuanto se haga pública la existencia de los gundalianos.

–Estaremos bien, tigre, no tienes de que preocuparte. Dejan la tarea en las mejores manos –. Respondió Julie con orgullo antes de continuar –. Aunque no nos han dicho que debemos decirle a Klaus y a los demás cuando pregunten por ustedes.

Esa pregunta detuvo el tiempo momentáneamente. De forma inmediata, Leo volteó a ver a Nick en busca de cualquier tipo de reacción por parte del pelinegro, dando con la forma de un rostro lleno de pesar y angustia mientras desviaba la mirada hacia el exterior.

El local carecía de techo, se encontraba al aire libre, por lo que la vista de Nick podía abandonar el lugar fácilmente y perderse en la inmensidad del cielo nocturno mientras seguía jugando con los dedos de sus guantes antes de responder.

–Diles lo que acordamos, Julie. No tienen porque enterarse de esto –. Respondió el pelinegro con un suspiro.

–Nick… –. Trató de objetar la peliplata.

–Julie, por favor, no discutas esto. Sabes bien lo que pasará si se enteran de lo que estamos haciendo –. Respondió Nick cortando a su amiga.

–Sí, prepararán las armas e irán ayudarlos –. Respondió lógicamente la morena con incredulidad.

–Exacto. Vestal ya pasó por mucho y no tiene que sufrir más y mucho menos por nosotros –. Dijo el peleador a modo de respuesta.

–Nick, si piden ayuda al comandante y al Alto Consejo, Neathia tendrá muchas más probabilidades de ganar la guerra –. Recordó Gorem al humano.

No tenía sentido negarlo, al menos no para ellos. Nick se preocupaba por los vestal, eso estaba más que claro, pero ellos no eran la única razón por las cuales no quería que se involucraran en este conflicto. No, la principal razón tenía nombre y apellido.

–Nick, miéntele a los gundalianos cuanto quieras, pero no a nosotros –. Pidió Julie sujetando el hombro del peleador –. Sé que te preocupas por los vestal, pero la segunda persona más inteligente que he conocido nunca se negaría a tener refuerzos en una guerra como esta.

–Temes que las Valiant se involucren, ¿cierto, Nick? –. Dijo Gorem por su compañera.

Bueno, todas las cartas estaban sobre la mesa. Gorem y Julie no eran tontos y conocían lo suficientemente bien a su amigo como para entender cuál era su más grande miedo frente a todo este problema. Ya era difícil para Nick atestiguar como sus amigos entraban en este lío como para ver también a sus amigos vestal y a su propia novia adentrarse en las fauces de este conflicto.

No podía decir que no lo entendiera, Leónidas pasaba por algo similar ante la idea de permitir que Ángel y Wolf los acompañaran. Así como sabía que su pareja había aprendido a coincidir con su compañero y su indisposición a ver cómo la primera familia que había tenido se ofrecía voluntariamente a acompañarlos en otra guerra.

Era una cuestión difícil. Teniendo el apoyo de los vestal a su disposición, podrían ganar la guerra con mayor facilidad, pero este beneficio venía con el riesgo de ver a sus seres queridos acompañándolos al fragor de la batalla nuevamente.

Keith, Mira y Elisa habían sufrido lo suficiente para toda una vida, finalmente tenían la oportunidad de formar una vida normal sin mayores preocupaciones y ninguno quería arrebatárselas. Además, Leónidas sabía que, si cualquiera de ellos moría por ayudarlos, los Peleadores jamás se lo perdonarían y serían incapaces de ver a los Valiant a los ojos nuevamente.

–Ya vieron más que suficiente para toda una vida, chicos. No queremos dañar su paz después de todo lo que han pasado –. Respondió Nick regresando sus ojos a la conversación.

–¿Qué quieres decir con "queremos"? –. Preguntó Julie confundida.

–Ya lo hablé con los demás. Dan está de acuerdo con nosotros y no quiere involucrar a los chicos en esto. Shun y Fabia no están de acuerdo, pero respetan la decisión. Y sé que Marucho y Jake nos entienden, así que prometimos no decir nada hasta que regresemos –. Explicó Ángel por su compañero.

–Creo que olvidan que estamos hablando de una guerra, no sabemos cuánto tiempo puedan estar fuera. La libertad de Nueva Vestroia fue una batalla de más de tres años, nada nos garantiza que liberar Neathia sea más fácil –. Objetó Gorem con incredulidad.

–Es cierto, incluso si estuviéramos de acuerdo con mantener a Mira y a los demás en las sombras, el tiempo que pasen fuera puede darles los indicios que requieren para dar con la verdad –. Concordó Julie con su compañero.

–En ese caso, lo mejor es terminar con esta guerra lo más pronto posible –. Concluyó Nick con determinación.

Julie suspiró con cansancio y clara indisposición a mantener el tema, optando mejor por poner su atención en su bebida mientras digería las palabras de su amigo antes de suspirar.

–¿Ya lo pensaron bien? –. Cuestionó la joven con preocupación.

–Es lo mejor, Julie, para todos –. Respondió Nick sobando su sien con pesar.

La peliplata optó por no decir nada esta vez, en su lugar, se limitó a guardar un sorpresivo silencio mientras aventuraba su mano a los bolsillos traseros de su pantalón.

Intrigado por lo que estuviera buscando, Leo se asomó ligeramente, siguiendo la dirección que el brazo de la joven había tomado mientras se movía de un lado al otro, tratando de sacar un objeto del interior de sus bolsillos.

Finalmente, después de unos segundos forcejeando con lo que sea que se encontrara ahí, Julie sacó una vez más su mano a la luz de las lámparas que los rodeaban, dejando ver una alargada y brillante cadena plateada de poco grosor colgando de la punta de sus dedos.

–¿Qué tiene ahí, Maestra Julie? –. Preguntó Ángel con intriga mientras se acercaban al objeto.

–Esto es el regalo de una amiga –. Respondió Julie tomando la mano de Nick para posar el objeto en su palma.

Teniendo la pequeña cadena un poco más cerca, fue posible analizarla con más detalle. Tal como había inferido antes, la cadena era de un plateado brillante que se iluminaba bajo la luz de las lámparas, tenía en la mitad de su longitud un pequeño compartimento en forma circular.

Habiendo convivido por una cantidad considerable de tiempo con la madre de Nick, Leónidas sabía de que se trataba todo esto.

Era una especie de collar, un relicario o guardapelo cuyo pequeño compartimento en el centro de su alargada cadena servía como un medio para almacenar alguna imagen valiosa para el usuario. A modo de ver de Leónidas, este tipo de joyas resultaba bastante femenino y más para alguien como Nick. Sin embargo, el diseño era bastante simple, lo suficiente como para que cualquiera pudiera usar el collar sin que se sintiera fuera de lugar.

–¿Un relicario? –. Cuestionó Nick abriendo el pequeño espacio para ver la foto en su interior.

–Eli quería que te lo entregara en tu cumpleaños, pero lo terminé olvidando con todo este problema de los gundalianos –. Admitió Julie alejando sus manos.

Teniendo el objeto en sus manos, Nick abrió con cuidado el lado cubierto del guardapelo para revelar la imagen que se encontraba en el interior mientras bajaba sus manos para que Leo, Ángel y Wolf pudieran ver la imagen encapsulada en el interior del objeto.

Rodeada por un pequeño marco circular, una pequeña foto guardada perfectamente en el interior del espacio les devolvió la mirada, dando pie a una imagen que conocían muy bien.

Era una foto que Nick y Eli se habían tomado en la primera visita de la familia Valiant a la Tierra tras la derrota de Zenoheld, un día hermoso y tranquilo en el mismo parque de diversiones que los vestal habían visitado en su primer viaje a la Tierra.

Mirando la fotografía con más detenimiento, Leónidas pudo detenerse en los ojos alegres de su compañero, que miraba a la cámara que Julie había apuntado hacia él mientras sostenía una malteada de chocolate en una de sus manos y usaba la otra para abrazar la delgada cintura de su novia, la cual llevaba una bandeja llena de las mismas bebidas mientras usaba su brazo libre para rodear el cuello del pelinegro. Alrededor de los chicos, Leo, Ángel y Wolf flotaban sobre sus cabezas, divertidos por la conducta poco usual del peleador.

Normalmente, Nick no era muy propenso a sonreír en público y tenía la mala costumbre de cerrarse en sí mismo estando en medio de grandes multitudes. Sin embargo, la presencia de Elisa parecía calmar esos impulsos y motivarlo a abrirse un poco más por sus amigos en los espacios que parecían incomodarlo. La sola presencia de la joven rubia provocaba que Nick asumiera conductas que siempre había evitado por su incomodidad a la hora de tratar con las personas. Por respeto a la privacidad de su compañero, Leónidas nunca había emitido opinión alguna con respecto a la relación que compartía con su antigua manejadora. Pero se encontraba profundamente agradecido y aliviado por la capacidad de la vestal para entrar en el corazón de Nick y llevarlo a experimentar cosas nuevas. Era algo que ni el mismo Leónidas podía hacer por él debido a las similitudes que compartía con su compañero.

Desviando su mirada hacia su peleador, Leo pudo reconocer como la mirada de Nick pasaba de ser severa a estar completamente conmovida. Perdido entre todo el estrés que la situación con los gundalianos les había generado, Nick había obviado su cumpleaños mucho tiempo y lo que éste conllevaba. Tanta era la presión que estaba atravesando debido a ese problema, que no había tomado en cuenta la posibilidad de que su novia le hubiera enviado un obsequio.

Aunque lo aparentaba sumamente bien, Leónidas conocía lo suficiente a su compañero como para saber que ese brillo en sus ojos no era provocado por una basura en sus orbes ni nada parecido, sino por los fuegos artificiales que ahora debían estar destellando en su corazón.

–¿Te dijo algo más? –. Preguntó Nick escondiendo sus claras emociones.

–Quería que fuera una sorpresa, para que siempre la llevaras contigo, adónde quiera que vayas –. Respondió Julie ofreciéndoles una pequeña sonrisa.

–No tienen que hacer esto solos, Nick. Elisabeth y sus hermanos también son Peleadores Bakugan, merecen la oportunidad de decidir si quieren apoyarlos en esto o no –. Respaldó Gorem a su compañera.

Gracias a su vínculo, Leónidas pudo sentir claramente la guerra de emociones y pensamientos que se libraba en el interior de su compañero, una batalla llena de indecisión en la que cualquier bando podría ganar. Nick se encontraba confundido y roto entre lo que quería y lo que sentía que era lo correcto.

Por supuesto, negarse a la posibilidad de tener toda la armada de un planeta para afrontar este conflicto era una estupidez, Nick mismo lo reconocía en la tranquilidad de sus propios pensamientos. Pero temía lo que pudiera ocurrir, temía que algo malo fuera a suceder, que algo le pasara a la chica que tanto lo ayudaba a mejorar como persona y que provocaba que mariposas volaran libremente por su estómago.

Leónidas sabía todo eso a detalle gracias al vínculo que compartía con su compañero, pero parecía ser que no era la única forma de entender el conflicto emocional que inundaba al pelinegro con cada pensamiento que se formulaba en su mente.

Dando un pequeño paso adelante, Ángel tomó la delantera para dirigirse a su compañero con voz decidida.

–Maestro Nick, el amor y la atracción no son lo mismo. Usted sabe eso muy bien, ¿correcto? –. Comenzó Ángel enfocando toda su atención en su peleador.

Nick no respondió al instante, al menos no con palabras. En su lugar, el humano solo se limitó a asentir mientras le devolvía la mirada a la hermosa Bakugan, que ahora lo veía a los ojos.

–Sabiendo eso, ¿me permitiría hacerle una pregunta? –. Pidió Ángel permiso con tono respetuoso.

–Adelante, linda –. Asintió Nick con un poco de inseguridad y nerviosismo.

Recibiendo el permiso para hacer la tan anticipada pregunta que podría afectar o no la dinámica de Nick y Ángel, la guerrera no contuvo más el aliento reservado para pronunciar las siguientes palabras y liberó la pregunta que llevaba tiempo retumbando en las mentes de los Bakugan Darkus en la mesa.

–¿Usted está enamorado de la señorita Valiant?

Nick se congeló visiblemente ante la pregunta, temeroso de lo que su propio corazón le estuviera indicando para responder tal cuestión.

Muchos especímenes humanos de la edad de Nick responderían lo que sus impulsos dictaran, obviando completamente el hecho de que, a su escasa edad, muchos de ellos ni siquiera sabían lo que era estar genuinamente enamorado. Sin embargo, Nick no era así, él era de los pocos humanos que Leónidas había conocido capaces de analizar una pregunta tan emocionalmente compleja y darle una respuesta lógica.

Siguiendo dicho patrón en su conducta, el dragón oscuro esperó pacientemente que Nick terminara de analizar lo que sentía y le diera una respuesta clara y sincera a Ángel. Conocía lo suficiente a su pareja como para saber que no se enojaría con su compañero si le deba una negativa como respuesta, que no pensaría menos de él y solo le pediría que fuera claro con sus sentimientos y borrara cualquier sombra de duda en su relación con Elisa.

Sabía eso, Nick también sabía eso y seguro que todos en la mesa también lo sabían, por lo que Leónidas no pudo evitar paralizarse con curiosidad mientras veía como su compañero era incapaz de dar una respuesta clara, tratando de abrir la boca para responder y cerrándola al instante al sentir como cualquier rastro de claridad se perdía en el interior de su mente.

Viendo que su compañero no sería capaz de darle una respuesta inmediata, Leónidas decidió interceder en su nombre para tratar de tranquilizarlo.

–Tranquilo, compañero. Es una pregunta muy simple y no tiene respuesta incorrecta –. Consoló Leo a su peleador mientras trataba de acariciar su mano con su pequeña pata.

Notándose un poco arrepentida por la aparente brusquedad en sus palabras, Ángel también decidió acercarse al peleador, imaginando lo difícil que debería ser para él hablar de sus propios sentimientos por su novia.

–Perdóneme si lo ofendí, Maestro Nick. Es solo que me preocupo profundamente por la señorita Valiant y no me gustaría verla herida. Su relación también significa mucho para ella y creo que ambos merecen saber que siente el otro con exactitud antes de seguir –. Se explicó Ángel imitando la acción de su pareja.

Nick nunca había sido bueno con las emociones, siempre había tenido problemas para expresarse y esta indecisión, acompañada por un fuerte sonrojo, era la consecuencia de tantos años de negligencia autoimpuesta en ese campo.

Optando por un enfoque más íntimo, Leónidas flotó hasta llegar al hombro de su compañero y tomar el asunto en sus propias manos.

–Nick, sé sincero conmigo, compañero. ¿Qué sientes exactamente por Elisa? –. Cuestionó Leo al peleador en la tranquilidad de sus pensamientos compartidos.

–La verdad, amigo, es que no estoy seguro. Sé que me gusta, que me atrae, eso lo tengo claro; pero no sé decir si es amor. Quiero creer que sí, pero, al mismo tiempo, siento que no debería ser así –. Confesó Nick acariciando su cabeza con nerviosismo.

–Ustedes, los humanos, complican todo –. Se quejó Vladitor con un bufido –. Solo di si la amas o no, no es tan difícil.

–Para mí lo es, Vlad. No sé qué me pasa, pero es lo que siento, no sé si la amo o no y no me atrevo a dar una respuesta a una pregunta que no sé cómo responder. Ángel y Eli se merecen algo mejor que eso.

Era una cuestión válida, los humanos podían ser sumamente complejos cuando se trataba de sus emociones y Nick, por más inteligente que fuera, no era una excepción a la aparente regla. Para Leónidas, no tomó mucho tiempo decidir que quería a Ángel, sus virtudes como guerrera y amiga habían sido más que suficientes para atraerlo, para cautivarlo y motivarlo a aceptar sus sentimientos.

Pero los humanos no podían ser tan simples, las cosas siempre tenían que ser complicadas con ellos incluso si era de forma involuntaria. Nick adoraba a Elisa, había sido su aliada, su amiga, su confidente y finalmente, su novia; pero su relación era joven y aún era demasiado pronto para que le diera un nombre al tipo de amor que sentía por la joven ojiverde.

¿La quería? ¿La apreciaba? ¿Se preocupaba por ella? Genuinamente, sería imposible decir que no después de todo lo que habían pasado. ¿La amaba? Eran palabras demasiado fuertes para un muchacho de apenas 17 años de edad, especialmente para uno como Nick.

–No tienes que responder ahora. Toma tu tiempo para entender lo que sientes.

Relajándose al entender el significado de las palabras de su compañero, Nick se relajó visiblemente mientras se recostaba en su silla, envolviendo el collar alrededor de su cuello y escondiéndolo debajo de su camisa antes de dejarse llevar por la sensación de calma y seguridad que Leónidas le ofrecía con su apoyo.

Se habrían tranquilizado un poco más, pero el destino era inmisericorde y el llamado a la batalla exigía la atención absoluta de que aquellos que lo escuchaban, aquellos héroes dispuestos a dar la vida por una causa justa y aquellos enemigos listos para entregar las vidas de otros en favor de sus propósitos.

Bajo la atenta mirada de un nuevo enemigo, que desde las alturas dejaba clara su superioridad, el viento se quedó en un absoluto silencio, uno que calló cualquier rastro de débil sonido que las solitarias calles pudieran producir, junto con las suaves olas del mar que golpeaban con timidez la arena de la playa a unos cuantos metros de distancia; todo bajo el abrigo de la noche que no cortó el ritmo sereno y estable de este asombroso silencio hasta que el vuelo de un arma partió la distancia con el nivel del piso, dejando únicamente la estela grisácea de una gran hoja para reflejar el brillo de las estrellas.

–¡HUMANO, CUIDADO!

Fue una advertencia rápida y fuerte, una que en otras circunstancias habrían obligado a Nick a actuar para moverse en la dirección que su pensamiento rápido le indicara como la más apropiada para evadir cualquier ataque. Sin embargo, ni siquiera los reflejos del peleador fueron suficientes para actuar a tiempo.

Antes de que Nick pudiera mover un músculo, antes de que tuviera la oportunidad de buscar su amenaza o peinar los alrededores con sus ojos en busca de cualquier peligro, un poderoso estruendo se produjo justo en el pequeño espacio entre él y Julie, uno que destrozó la mesa metálica que se encontraba entre ellos y provocando que ambos Peleadores se alejaran con un brinco para ver mejor el objeto que había destrozado la mesa.

Leónidas vio con asombro desde el hombro de su compañero como una inmensa lanza se cernía sobre ellos, un arma gigante que era incluso más grande que el mismo Nick. Su mango era de un intenso color marrón oscurecido hecho de madera, la hoja en la punta del arma, aunque se encontraba ligeramente enterrada entre el metal destrozado de la mesa y el suelo de concreto debajo de ella, se notaba larga y de gran anchura, con una forma ovalada por encima de dos picos a cada lado del mango en la parte superior del arma; que, al mismo tiempo, llevaba lo que parecía ser una banda negra atada firmemente alrededor de la alargada empuñadura.

Ángel y Wolf flotaron tan rápido como pudieron hacia Nick para ayudar a Leónidas a sacarlo de su estupor al ver el arma más grande que la mayoría de los Peleadores Bakugan clavada en el piso como si no fuera más que algodón.

–¡HUMANO, REACCIONA! ¡ESTAMOS BAJO ATAQUE!

Saliendo de su estado de shock, Nick bajó su mano lo suficiente para tomar el estuche de la guitarra que tenía a sus pies, abriendo la tapa del objeto en menos de un segundo y liberando a Colmillo a la luz de las estrellas antes de apuntar el arma hacia la zona de la que había caído la enorme lanza mientras Julie se acercaba con precaución a la espalda del pelinegro, esperando estar mínimamente a salvo detrás del alumno de Shun.

Un fuerte bufido se escuchó incluso desde las alturas mientras el sujeto que lo producía se mostraba con imponencia delante de las estrellas que bañaban la noche.

Incluso desde su hombro, Leo pudo ver como el pulso de Nick al sostener su ninjato temblaba, ni siquiera apuntando con el filo de la hoja hacia el responsable de este ataque la mano del peleador dejó de temblar debido a las secuelas que el shock por casi haber muerto de forma horrible le provocaba.

–¿Quién es ese sujeto?

Mirándolos desde la altura que le otorgaba su posición en el techo del pequeño local de un solo piso, una enorme silueta se alzó con una grandeza impropia de un ataque como este.

Ahí, sobre cualquier vestigio de control que cualquiera de los humanos pudiera aspirar a tener, un guerrero de gran tamaño se alzó delante de cientos de estrellas danzantes que se perdían debajo de la forma de su silueta.

Era un sujeto enorme, de más de dos metros de alto y una complexión muy robusta, otorgando tamaño a sus hombros y torso ya bastante anchos y que se llenaban notablemente al inhalar el suficiente aire como para dar la impresión de ser un coloso. Su piel era de un grisáceo opaco, que se escondía debajo de lo que parecía ser una armadura negra con trazos anaranjados desde el peto hasta los brazales y las botas que escondían sus pies, las protecciones en sus hombros eran anchas y llevaba lo que parecía ser un casco con múltiples púas doradas y altas de gran tamaño en el frente del objeto. La mayor parte de su cuerpo estaba cubierto, pero eso no impedía que los Peleadores pudieran ver como sus enormes ojos color sangre, carentes de pupila e iris, sobresalieran de entre toda la ornamenta que trataba de esconderlos mientras intentaba penetrar sus almas con una mirada llena de desdén.

Aún temblando por el shock que el ataque sorpresa les había dejado, Nick trató de usar el tono más severo que le fue posible para interrogar a este sujeto.

–¿¡Quién eres!? ¡Habla! –. Exigió el pelinegro tan fuerte como pudo.

El hombre no respondió al instante, en su lugar, se limitó a bajar del techo del pequeño local de un salto para quedar al nivel de los Peleadores, provocando que el suelo se estremeciera ligeramente al sentir su peso chocar contra la dura superficie.

Al ver que este nuevo enemigo no parecía estar dispuesto a decir nada, Leónidas y Vladitor optaron por compartir momentáneamente el control de su voz compartida para expresarse una vez más por el peleador.

–¡RESPÓNDENOS!

Una vez más, no hubo palabra alguna pronunciada del sujeto, pero viendo algunas de sus características más de cerca, era difícil no encontrar ciertos aires familiares en él.

Grandes ojos de un solo color, hebras de cabello marrón aparentemente sedoso colgando desde la zona más alta de su cabeza cubierta por su casco que dejaba libre únicamente el espacio para los ojos y parte de la mandíbula, y que se complementaba con la gruesa capa de pelo que iba desde el nivel de sus oídos hasta la punta de su barbilla y rodeaba su boca, su piel grisácea proyectaba una imagen muy similar a la que Fabia les había dado el día en que vieron su verdadera forma.

No era de este mundo y se veía que el sujeto no se preocupaba por ocultarlo. Si alguien se encontraba a estas horas de la noche en los alrededores de la solitaria playa, estaba claro que no podrían hacer nada, pues estarían paralizados de miedo ante la imagen de este intimidante extraterrestre, que hacía ver a Nick y Julie como hormigas a comparación suya.

–Eres neathiano, ¿cierto? –. Preguntó Ángel analizando las características de este sujeto.

En lugar de una respuesta clara a sus preguntas, lo único que recibieron fue el sonido de fuertes carcajadas provenientes de la zona del local a sus espaldas, risas sádicas y burlonas de lo que debía ser un hombre acercándose con diversión al dilema que los humanos tenían delante.

–Hay otro detrás.

Instintivamente, Nick sujetó fuerte a Colmillo mientras posaba su mano libre en la cintura de Julie para acercarla a su espalda, mientras se giraba ligeramente para ver a la nueva presencia anunciada por Vladitor a sus espaldas.

–Y yo creía que Nicholas Takahashi era uno de los Peleadores Bakugan más inteligentes –. Se burló la nueva presencia al ver sus reacciones.

Esta vez, se trataba de otro hombre un poco más bajo y delgado que su compañero, un gundaliano con el mismo tono de piel que conocían gracias a Ren, con unos cuernos dorados mucho más altos que los del agente invasor, que se torcían en diferentes direcciones al ramificarse hacia las alturas, cubriendo parte de su cabello grisáceo. Sus ojos, por otro lado, aunque tenían la misma forma felina de Krawler, eran de un intenso verde brillante y se encontraban rodeados por un marco circular desigual para cada orbe. Sus dientes eran mucho más filosos que los de Ren y su séquito, asemejándose más a la apariencia de un felino que cualquiera de sus compatriotas.

Viendo un poco más su apariencia, llevaba una chaqueta negra cerrada y desgastada, que llegaba hasta sus rodillas y tenía múltiples rasgaduras a lo largo de la tela, se notaba hecha jirones y estaba cubierta de polvo y ceniza por igual; mientras mostraba múltiples líneas verdes recorriendo las mangas y el cuello de la prenda. Sus pantalones eran tan oscuros como el abrigo en sus hombros y se encontraban en las mismas condiciones, además de terminar en unas botas con suela verde cubiertas de lo que parecía ser una gruesa capa de barro.

–¿Me conocen? –. Preguntó Nick apuntando su espada hacia el nuevo intruso.

–Por supuesto, y no solo a ti –. Respondió el gundaliano mirando fijamente a Julie –. También sabemos todo de ella y tus amigos.

Los nervios comenzaron a recorrer a Nick mientras movía suavemente a Julie para alejarse de estos sujetos, caminando despacio hacia uno de los lados libres alrededor de la zona de mesas del local, dándose la oportunidad de tener a ambos enemigos en su campo de visión para preparar cualquier defensa y no ser tomado sorpresivamente por cualquiera de ellos.

Finalmente, después de unos segundos de silencio que parecieron eternos, el hombre más grande de armadura se decidió hablar por primera vez mientras se acercaba a la destrozada mesa.

–Así como también sabemos quién se esconde en el interior de tu Bakugan.

Sujetando fuertemente el mango del arma, el neathiano liberó de un tirón la hoja de la lanza de su confinamiento en el interior del metal y el concreto en el que se encontraba enterrada.

Antes de que cualquiera pudiera decir algo más, una nueva silueta emergió de entre las sombras, moviéndose con agilidad por el techo hasta quedar posada con orgullo en la orilla del mismo tejado del que había salido el guerrero más grande que ahora blandía la pesada lanza como si no fuera más que un palo.

Era una figura más femenina en esta ocasión, una delgada, de hombros y torso pequeños que se complementaban con lo que sin duda era la forma de unas piernas torneadas similares a las que Ángel presumía debajo de su pretina y sus grebas cuando mostraba su verdadera forma.

–Nos han hablado mucho de usted y sus amigos, Lord Vladitor –. Saludó la chica antes de saltar de la orilla del techo para quedar delante de sus compañeros.

Estando bajo la claridad de las luces del pequeño restaurante, la nueva presencia se mostró completamente para ellos, revelando la forma de una joven con rasgos similares a los neathianos, presumiendo un suave cabello azulado oscuro debajo de unos orbes de color puramente amatista rodeados por el marco superior perfectamente simétrico de sus párpados y su tono de piel celeste claro. A diferencia de sus compañeros, la chica vestía más ligera, usando una delgada camisa negra sin mangas por encima de unos pantalones del mismo color, ambas prendas dando paso a un par de guantes y botas blancas que llegaban hasta los codos y rodillas de la neathiana.

–¿Cómo saben tanto de nosotros? –. Preguntó Julie desde la espalda de Nick.

–Los hemos investigado, le han causado muchos problemas al Emperador Barodius recientemente –. Respondió la chica sujetando su cintura.

¿El emperador de Gundalia ahora tenía entre sus filas a neathianos? Nada de esto tenía sentido, ¿por qué un par de neathianos estaban sirviendo al hombre que invadía su hogar? ¿Por qué los atacaban, si ya deberían saber que los Peleadores Bakugan querían ayudar a su raza? ¿Cómo es que conocían a Vladitor?

Nada de esto tenía sentido para Leónidas. Ya varias veces le habían hecho la pregunta al Bakugan incorpóreo sobre su relación con los gundalianos y su antiguo némesis ya había jurado por todos los medios que no los conocía de nada. Esto no tenía sentido, ¿cómo es que estos tipos sabían tanto de ellos y de Vladitor? ¿Qué clase de relación compartían?

–Te lo puedo jurar, Leónidas, no tengo idea de quiénes son estos sujetos.

Viendo la desventaja en la que se encontraban, Nick optó por tomar la delantera y dirigirse únicamente los guerreros de la misma raza que Fabia, esperando hacerlos entrar en razón.

–Entonces, ¿son ciervos de Barodius? ¿Sirven al mismo hombre que ha invadido su mundo y masacrado a cientos de los suyos? –. Cuestionó el pelinegro bajando ligeramente su ninjato –. Los Peleadores Bakugan queremos ayudar a liberar su mundo, ¿por qué trabajar para el hombre que los está perjudicando en primer lugar?

Mostrando su descontento con las preguntas del Peleador Darkus, el neathiano más grande se acercó con parte del mango de su lanza en el hombro con molestia, aparentemente ofendido por las palabras de Nick.

–"¿Nuestro mundo?" –. Escupió el guerrero con incredulidad –. No te confundas, terrícola, somos neathianos por apariencia, pero no nos puede importar menos ese mundo.

La dureza y el asco con los que se refería a su propio planeta contrastaba con el gran amor y devoción que Fabia siempre mostraba a la hora de expresarse de su hogar. No cabía duda, gracias a su tono y sus palabras, que estos neathianos, no sentían ningún apego o amor hacia su propio mundo. Si querían salir de aquí, tendrían que hacerlo a través de una rápida huida, pues no podría ser una peor idea enfrentar a dos neathianos con Julie a la espalda y mucho menos si el sujeto de la lanza tenía los medios para destrozar sus cuerpos con un lanzamiento de su arma.

Leónidas nunca había aprobado la idea de huir de la batalla, pero parecía que no tendrían otra opción para tratar con esta complicada amenaza que los estaba rodeando poco a poco.

–¿Y servir a Barodius es mejor que proteger el mundo del que provienen? –. Cuestionó la peliplata con toda la fuerza que pudo poner en su voz.

Esperaban cualquier tipo de respuesta por parte de los guerreros que tenían delante, cualquier curso de acción que les diera una pista de cómo sería sabio proceder a partir de aquí. Esperaban de todo, menos el sonido de una fuerte voz a sus espaldas, que erizó los vellos en la piel de los peleadores y activó las alarmas en la mente de los Bakugan.

Nada más que un suave susurro, pero uno capaz de borrar cualquier intento de escape en la dirección en la que se estaban moviendo originalmente, pronunciado con tal calma y seguridad, que ninguno de los miembros de los Peleadores pudo hacer nada más que paralizarse del miedo al escuchar esa voz a sus espaldas.

–Ellos no sirven a Barodius…

–¡NICK!

Bajo el grito estridente de Julie, una fugaz estela color plata voló levemente por los aires a la espalda de los defensores de la Tierra, moviéndose con tal gracia que velocidad que cuando Nick se giró para ver quién estaba detrás de ellos, no pudo hacer nada más que observar con indicios de pánico como la hoja brillante de una espada recta se elevaba lo suficiente como para posar su filoso borde en su cuello, mientras la punta del arma se mantenía apuntando hacia Julie, impidiendo que realizara cualquier movimiento.

Era un arma impresionante, una espada de un tamaño capaz de cubrir del torso a la cabeza de Nick, con una hoja color plata que partía con una forma delgada del mango y ganaba anchura desde la mitad de su longitud. Su empuñadura, por otro lado, era negra y ancha, de la base de la hoja se derivaban dos extensiones a los lados en forma de cuernos casi como una decoración, pero con la tarea de impedir el avance de otras armas similares, obligándolas a quedar brevemente enredadas en cualquiera de las dos extensiones y dándole la oportunidad al portador de atacar.

Era un arma asombrosa e intimidante, pero no tanto como su portador.

–Solo me sirven a mí.

Teniendo tan cerca al líder de este pequeño grupo, fue posible para todos los miembros de los Peleadores presentes observar con atención la imponente imagen que este sujeto transmitía.

Se trataba de un gundaliano con el cabello de un grisáceo claro inclinándose por una tonalidad más clara, similar al blanco y que habría llegado hasta el nivel de sus hombros de no ser por el bollo en el que las hebras se encontraban firmemente aseguradas en la parte posterior de su cabeza, los cuernos que partían desde su frente eran gruesos y se ramificaban detrás de sus ojos en tres puntas de diferentes tamaños y con algunos picos ascendiendo y perdiéndose entre su cabellera; sus ojos felinos eran de un tono amarillento brillante y daban paso a una nariz afilada arriba de una boca que dejaba ver sus colmillos sobresaliendo ligeramente de entre sus labios.

Viendo un poco la indumentaria de este sujeto, vestía de un modo mucho más elegante y llamativo que sus compañeros, presumiendo una armadura negra con gruesas hombreras blancas que daban paso a un par de brazales oscuros decorados con una fina tela clara que llegaba hasta sus manos cubiertas por guantes, cuyos dedos estaban recubiertos por acero grisáceo que le daba apariencia de pequeñas garras. Usaba un peto oscuro para cubrir su torso, uno que también iba a decorado por distintivos trazos blancos por encima de lo que parecía ser una pretina abierta en el frente que llegaba hasta sus tobillos, pero dejando ver un par de pantalones recubiertos con distintas protecciones que bajaban hasta sus pies, donde un par de botas negras con suela blanca sobresalían a la vista.

Parecía ser un sujeto fuerte, era una cabeza más alto que el mismo Nick y mucho más fornido, hacía ver al peleador de la Tierra como un enano a comparación.

Y ahora mismo, tenía una espada en el cuello de su compañero.

Leónidas no esperaba hacer un daño significativo a un sujeto como este en una forma tan pequeña. Sin embargo, si podía aturdirlo lo suficiente como para darle una oportunidad a Nick de alejarse, podrían buscar una vía de escape alterno.

Cerrándose en su forma de esfera, Leo se abalanzó con toda la potencia que le fue posible hacia el rostro del gundaliano para consternación de sus amigos, que solo pudieron emitir un jadeo al ver como el dragón oscuro se aventuraba al combate.

Estaba listo, partía el viento que se ponía en su camino con velocidad, esperando pacientemente el momento decisivo en el que pudiera impactar de lleno en el ojo de este sujeto, cuando se vio abruptamente interrumpido.

Bajo el espectro del asombro y la confusión, una intensa luz dorada emergió de la espalda del gundaliano y cortó la trayectoria de Leónidas con un fuerte empujón que elevó al dragón oscuro brevemente antes de forzarlo a caer el suelo aturdido por la fuerza del golpe.

–¡Leo! –. Llamó Ángel preocupada a su pareja al verlo tambalearse mientras flotaba.

–Estoy bien –. Dijo Leónidas avergonzado tratando de recuperar el balance.

–¿Quién rayos son estos sujetos?

La intensa flama dorada se mantuvo en el aire, majestuosa y llamativa a la vista de todos, un fenómeno lumínico en forma circular que emitía intensas llamas de su mismo color a sus alrededores.

De pronto, en un repentino acto, el gundaliano empujó a Nick con la suficiente fuerza como para que cayera de espaldas al suelo con un quejido de dolor, quedando justo al frente de la curiosa flama dorada que cernía sobre sus compañeros.

Ignorando el hecho de estar bajo la amenaza de una espada recta a unos centímetros de su rostro, Julie corrió junto con Gorem hasta Nick para asegurarse de que el pelinegro se encontrara en buenas en condiciones.

Sorprendentemente, el gundaliano se lo permitió.

–Nick, ¿te encuentras bien? –. Preguntó Julie con preocupación mientras ayudaba a su amigo a levantarse.

–Sí, no te preocupes –. Respondió el pelinegro poniéndose de pie adolorido.

Viendo al peleador listo para retomar el problema, la intensa luz que había bañado la noche finalmente se disipó, partiendo el fenómeno en miles de partículas que se esparcían por el suelo, dejando ver un Bakugan blanco con trazos dorados y pequeños ojos rojos destellando mientras miraba fijamente a Leónidas.

En respuesta, Leo le devolvió la mirada con estoicismo, abriendo sus pequeñas alas de forma instintiva para tratar de verse más grande, esperando generar alguna reacción por parte de este Bakugan.

–¿¡Quiénes son ustedes!? ¿¡Por qué están haciendo esto!? –. Exclamó Julie sosteniendo a su amigo.

–Eso no debería importarte, humana. No estamos aquí por ti, sino por ellos –. Respondió con agresividad el neathiano más grande, apuntando su lanza hacia Nick y sus compañeros.

Al ver a su compañero exaltarse de ese modo, el gundaliano líder del grupo alzó una mano abierta frente al guerrero de gran tamaño, deteniéndolo con un solo gesto.

–Tranquilo, Dairus. No tenemos motivos para ser groseros.

Regresando a su posición inicial, el gundaliano miró a Julie con una especie extraña de calidez mezclada con sorna grabada en sus ojos antes de realizar una pequeña reverencia con una mano empuñada sobre su corazón.

–Señorita Makimoto, permítanos presentarnos cómo es debido –. Comenzó el gundaliano recomponiéndose y enfundando su arma en su cinturón –. Yo soy el Príncipe Freidr de Gundalia.

Freidr.

El mismo nombre que Kioko Akiyama les había mencionado el día en que fueron a su casa a interrogarla. Leónidas aún tenía presente ese día, pues nunca habían olvidado el único avance medianamente significativo que habían hecho en su investigación antes de la llegada de Fabia.

Sin embargo, cuando lo habían oído, nunca habían pensado que fuera el príncipe del mismo planeta que estaban combatiendo. Por lo que sabían de parte de Linus y Fabia, el tal Barodius no parecía ser de los reyes que les agradaba la idea de heredarle su poder a alguien más, ni siquiera a su propio hijo.

Pero aquí estaba frente a ellos, la prueba de que Barodius debía tener un heredero.

Antes de que pudieran replicar o decir algo más, el príncipe continuó con su pequeña presentación mientras realizaba un ademán hacia el Bakugan que ahora flotaba en medio del espacio.

–Ya conocieron a mi compañero, Baltasar Haos.

Desprendiendo una poderosa onda del color de su atributo, el Bakugan mostró su superioridad al elevarse ligeramente sobre los terrícolas y vestroianos que se encontraban a sus ojos.

Sin embargo, a pesar de su atención repartida por todos sus enemigos, Leónidas pudo sentir como la atención de este guerrero se concentraba completamente en él, mirándolo con atención mientras los demás hacían un esfuerzo por verse al nivel de su intimidante presencia.

–Finalmente, conozco al heredero de Vladitor –. Comenzó Baltasar mirando fijamente a Leónidas.

En su voz, había una emoción que Leo no supo reconocer al momento, era como una mezcla de escepticismo y rencor, pero decoradas con tintes de desdén.

–¿Por qué todo el mundo parece conocerte últimamente, Vladitor? –. Preguntó Leónidas molesto.

–Créeme, Leónidas, no tengo idea de quiénes son estos sujetos. Al menos, no con certeza –. Respondió Vladitor sin estar seguro de qué decir exactamente.

–¿Qué quieres decir? –. Cuestionó Nick al Bakugan incorpóreo con incredulidad.

–No sé cómo explicarlo, pero también me parecen… un poco… familiares.

Esto no era bueno, sabían que Vladitor tenía muchos secretos gracias a Linehalt, secretos que ni el mismo Bakugan conocía, pero esto era demasiado.

Dirigiéndoles una mirada penetrante, el Bakugan Haos retomó sus palabras con un tono alarmantemente tranquilo y falto de todo rastro de emociones que pudieran marcar su tono.

–¿Ahora me recuerdas, Vladitor?

Harto de que les hablaran como si estuvieran encadenados a un pasado incierto que ninguno conocía, Leónidas habló con fuerza para detener las palabras del guerrero gundaliano, que los veía fijamente mientras esperaba algún tipo de reacción por parte de los terrestres.

–Escucha, Baltasar, no tenemos idea de quiénes son ustedes o que tipo de interés tengan en Vladitor, pero no nos interesa. Háganse un favor y abandonen nuestro hogar ahora –. Amenazó el dragón oscuro con dureza.

Un simple resoplido a modo de risa fue toda la respuesta que obtuvieron por parte del príncipe y su misterioso Bakugan.

–¿Crees que este es tu mundo, Leónidas? –. Cuestionó el gundaliano de abrigo desgastado con una sonrisa burlona –. No creas que no sabemos quién eres, naciste en la Dimensión de la Perdición antes de llegar a este planeta.

¿Cómo sabían eso? No era información que hubieran compartido con Ren en ningún momento, Nick y Leónidas habían pedido desde el inicio que nadie dijera nada al gundaliano hasta que le tuvieran plena confianza. Si estos sujetos sabían del verdadero origen de Leónidas, significaba que los habían investigado a fondo y sería difícil discernir cuánto sabían.

–¿Cómo saben eso? –. Preguntó Nick al ver a su compañero en silencio.

–Eso y muchísimo más, terrícola –. Respondió el príncipe antes de señalarlo con uno de sus dedos afilados –. Nicholas Takahashi, último hijo de tu familia. Tu abuela materna era una mujer canadiense que se enamoró de un japonés, ella ya tenía un hijo antes de su matrimonio, se llamaba Nicholas y te dieron tu nombre en un tributo a él.

Esa historia, Leónidas la conocía bien, la madre de Nick se enorgullecía de su difunto hermano mayor, reconociendo que había dado su nombre a su hijo debido a la gran admiración que siempre había sentido por el hombre. Pero estos eran detalles demasiado íntimos que la señora Takahashi no había compartido con nadie más fuera de su familia. No deberían saber esto.

–¿Quiénes son ustedes? ¿¡Cómo saben eso!? –. Exclamó Nick alarmado por lo que hubieran hecho para obtener tal información.

–Y no es nada más que la punta del iceberg, humanos. Ninguno de esos detalles tan banales y pequeños representa ni una parte de todo lo que sabemos de ustedes –. Interrumpió Baltasar al peleador.

–¿Qué quieren decir? –. Preguntó Leónidas confundido.

–Dígannos, "terrícolas", ¿siguen soñando con ese oscuro ser? ¿El monstruo con el rostro de un cadáver? ¿Aquel que traerá el fin de nuestra realidad?

Esas palabras, esas malditas palabras, las entendían perfectamente. No se referían a cualquier cosa, llamaban especialmente a esas pesadillas que los habían atormentado desde Nueva Vestroia, aquellas en las que se los veía como los heraldos del caos y la muerte, que pesaban sobre sus subconscientes de forma inmisericorde y despertaban con temor la posibilidad de ser uno de los monstruos que tanto habían combatido.

Pero ellos no deberían saber eso, no habían compartido la existencia de esos sueños por fuera de su círculo más íntimo. Nadie más debería saber sobre esas malditas pesadillas que los atormentaban y que los motivaban a entrenar más duro cada que tenían la oportunidad.

Esto estaba mal, estaba muy mal. Quiénes fueran estos sujetos, sabían demasiado, pero tenían la información que tanto deseaban, aquella que le podría dar respuestas a todas sus preguntas.

–¿Nick? –. Llamó Julie con suavidad a su amigo.

Incapaz de si quiera girarse para intentar calmar a su amiga, el peleador miró al príncipe con confusión mientras daba un pequeño paso al frente.

–¿Cómo sabes eso? –. Preguntó Nick sin aliento.

–Nosotros también lo hemos visto, Nicholas, nosotros también sabemos que algo más se oculta en las profundidades de la existencia. El universo, en toda su sabiduría, nos eligió para poseer este conocimiento.

Sus palabras, mucho más tranquilas que antes, calmaban sus mentes inquietas de una forma que no debería lograr el discurso de un enemigo. Sabían que deberían huir ahora mismo, pero la posibilidad de entender más de los secretos que guardaban en su interior era demasiado tentadora.

Por fortuna o desgracia, la realidad cayó sobre ellos como un balde de agua fría, una que despertó a los Peleadores Darkus de sus ensoñaciones y los hizo regresar a la realidad.

–Alteza, los humanos que se encontraban en los alrededores de la zona están muertos, pero no podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Kazarina trata de ponerse en contacto con nosotros, debemos volver o comenzarán a sospechar por la demora –. Reportó la neathiana más pequeña al líder de la expedición.

Viéndose claramente irritado por las palabras de la joven, el príncipe puso los ojos blancos mientras soltaba un profundo suspiro.

–Gracias, Elena. Tus servicios son muy apreciados –. Respondió Freidr con cortesía mientras regresaba su atención a los peleadores terrícolas.

Estos sujetos se habían adentrado en su mundo, destruido la propiedad de otras personas y asesinado civiles cuyo único pecado había sido el de estar cerca de la zona equivocada en el momento equivocado.

Incluso si tenían las respuestas que tanto anhelaban, seguían siendo monstruos y debían tener cuidado con ellos. No eran diferentes de Ren o Barodius, eran enemigos de cuidado y no podían darse el lujo de caer en sus juegos.

Parte de Nick y Leo quería quedarse a desafiar a estos sujetos a una batalla con la esperanza de sacarles toda la información que poseyeran, pero se encontraban superados en número y tenían que proteger a Julie.

Alejándose lentamente de estos nuevos enemigos, Nick y Julie retrocedieron con cuidado mientras se tomaban un momento para verificar que el príncipe no reaccionara de forma agresiva a sus intentos de escape.

Sin embargo, el vuelo de un pequeño cuchillo a unos pocos milímetros de sus mejillas cortó en seco cualquier paso que los peleadores pudieran dar en la dirección opuesta a estos invasores.

–Parece que quieren escapar, Alteza –. Señaló el gundaliano de ojos verdes mientras jugaba con otro cuchillo en sus manos.

–No irán a ningún lado, Lud. Puedes calmarte –. Respondió Freidr avanzando hacia los peleadores.

–Yo opino hagamos lo que vinimos a hacer antes de que vengan las autoridades humanas –. Propuso Dairus con lanza en mano.

–Supongo que tienes razón, tenemos mucho trabajo por delante. Será mejor empezar cuanto antes –. Concordó el príncipe aventurando su mano a la parte posterior de su cinturón.

Brillando bajo la luz de la luna, un brazalete con lo que parecía ser una especie de cristal oscuro en el lado superior, que iba desde el codo hasta la muñeca, se mostró frente a los ojos intrigados de los terrícolas, que veían con confusión el objeto que ahora se ajustaba con firmeza en el brazo del líder de esta expedición.

–¿Listos para pelear, humanos? –. Dijo Baltasar por su compañero.

Seguido de las palabras de su compañero, el cristal en el brazalete del peleador liberó un intenso brillo del mismo color que el atributo de su compañero, obstaculizando momentáneamente la visión de los Peleadores Bakugan y presentando un claro desafío, un llamado a una nueva batalla.

Empuñando fuerte a Colmillo, Nick comenzó a repasar rápidamente todas las vías de escape visible que pudiera ofrecerle el terreno. Sin embargo, antes de que pudiera elegir una ruta para salir, la voz amenazante del neathiano con armadura lo detuvo en seco.

–Ni siquiera lo piensen, terrícolas –. Dijo el guerrero apuntándolos con su arma.

Nick retrocedió visiblemente con cautela, buscando evadir cualquier contacto posible con la hoja de la lanza.

Sin embargo, antes de que pudiera ofrecer una amenaza más hacia los miembros de los Peleadores, la mano de su príncipe lo obligó a retroceder con amabilidad.

–Está bien, Dairus, es lógico que busquen una forma de huir –. Tranquilizó el gundaliano a su seguidor antes de dirigir su atención a Nick nuevamente –. Escucha, Nick, entiendo que no quieras pelear, pero debo pedirte que seas razonable. Pueden escapar, tienen mucho espacio para eso, pero, así como los conocemos a ustedes, también conocemos al resto de sus amigos. ¿Cierto, Elena?

–Así es, Alteza. Sabemos que la familia de Runo Misaki dirige un restaurante en el centro, a 30 minutos de aquí –. Respondió la neathiana más pequeña.

–Si no pelean, vamos a quemar ese sitio hasta sus cimientos y nos aseguraremos de que sus dueños estén encadenados en el interior cuando suceda –. Amenazó el gundaliano con ropa desgastada mientras una enorme sonrisa se formaba en sus labios partidos.

No podían hacer nada, conocían sus puntos débiles y sabían cómo explotarlos. Si no hacían un esfuerzo por abrirse camino hasta la victoria, podrían perder más en una noche que años de batallas contra distintos enemigos.

Para Leónidas, la decisión estaba más que clara. Si no peleaban, arriesgaban la vida de inocentes. Si no peleaban, gente buena moriría sin siquiera saber el motivo.

No podían permitirlo, tenían que pelear.

–Julie, Gorem, aléjense de este lugar –. Indicó Leónidas a sus amigos.

Consternados, ambos Peleadores Subterra los miraron incrédulos antes de comenzar una serie de cuestionamientos que cayeron en oídos sordos.

La verdad era que ninguno de los Peleadores Darkus podía oírlos en estos momentos, demasiado enfocados en la mirada penetrante del príncipe de Gundalia y su misterioso compañero.

–Está bien, terrícolas, déjenlos quedarse. Créanme cuando les digo que van a necesitar su ayuda –. Dijo el príncipe mientras señalaba a Julie y Gorem.

–Usen todos los Bakugan que tengan si quieren vencerme, humanos –. Declaró Baltasar cerrándose en una esfera.

¿Vencerlo? ¿Acaso iban a pelear solos? Tenían a todo un escuadrón a su disposición y… ¿no lo usaría? ¿Por qué? Nada de esto tenía lógica alguna.

¿De verdad podían asegurar que los vencerían a todos al mismo tiempo? Estaban locos, algo así debía ser imposible.

¿Cierto?

–Entonces, ¿qué dices, humano? ¿Vas a pelear o tendré que matar a tus amigos primero? –. Amenazó Freidr con firmeza.

Si Baltasar quería luchar en un todos contra uno, no debería tener oportunidades de ganar. Pero Nick le recordaba constantemente que no debía subestimar a los gundalianos, que, si creían firmemente en su victoria, debían guardar algo bajo la manga. Debían tener algo planeado.

Sin embargo, ya fuera verdad o mentira, no importaba realmente. La amenaza a los Misaki y a las demás familias era palpable y muy real. Después de todo lo que habían hecho los gundalianos más jóvenes, sería absurdo pensar que los mayores no fueran a hacer algo peor.

Suspirando con cansancio que escondía su preocupación, Nick tomó la delantera esta vez mientras descubría su BakuMetro ante los invasores.

–Julie, serán el soporte, utilicen ataques a distancia y faciliten las aberturas en la defensa del enemigo. No ataquen a menos que sea necesario –. Indicó Nick a su amiga.

Entendiendo lo que el pelinegro quería decir, Julie asintió mientras seguía las acciones de Nick, mostrando su propio BakuMetro a los ojos de sus enemigos.

–¿Listos, chicos?

–Listos.

Tomando los hombros de su líder, los invasores se dieron el lujo de adentrarse en el campo de batalla para presenciar el intenso combate que se avecinaba.

Con un resplandor de múltiples colores en el centro de ambos bandos, el tiempo se paralizó, deteniendo en seco las corrientes de aire que volaban a sus alrededores y el avance de las olas que se detuvo como si hubieran sido congeladas.

Campo Bakugan: Abierto.

Tomando la delantera, Freidr mostró la primera carta de la confrontación a los ojos de los miembros de los Peleadores, que se pusieron alertas mientras esperaban con expectación el primer movimiento del gundaliano.

–¿Listos, terrícolas? –. Provocó el gundaliano con una pequeña sonrisa.

–Veamos si pueden respaldar sus amenazas, gundaliano –. Respondió Nick con seriedad.

–¡Ese es el espíritu, humano! –. Dijo el príncipe arrojando su carta al centro de la improvisada arena –. ¡Carta portal lista!

Cubiertos bajo el intenso brillo de una fuerte luz dorada, Leónidas se cerró en una esfera, esperando pacientemente el momento en que Nick lo necesitara para enfrentar a este nuevo enemigo.

Había algo en él, algo que lo inquietaba y lo obligaba a preocuparse por lo que pudiera suceder a partir de este punto.

Finalmente, debajo de la sonrisa llena de emoción del príncipe gundaliano, una esfera blanca y dorada se dirigió al campo de batalla, hacia el ojo del espacio que fungiría como el escenario de esta gran obra.

–¡Bakugan, pelea! ¡Bakugan, surge!

Sobresaliendo en medio de un imponente mar de luz digna de su atributo, el Bakugan del príncipe enseñó una vez más sus brillantes ojos rojizos mientras su silueta negra se perdía entre la intensidad de la fuerza que lo invocaba.

Un poderoso grito de batalla se elevó hasta las nubes, sacudiéndolas y borrándolas del campo de visión de las numerosas estrellas que decoraban el océano oscuro de la noche, testigo de la confrontación llena de venganza y sangre que tomaría lugar en este gran escenario.

Sobre la mirada llena de asombro de los peleadores anonadados, la enorme silueta de un guerrero cubierto completamente por una armadura se alzó con gran poderío frente a ojos consternados, mientras la tierra se sacudía violentamente por el fuerte azote del titán que se erguía con grandes puños apuntando al cielo que admiraba su imponente figura.

Al sentir como la tierra se agitaba en un frenesí, los miembros de los Peleadores Bakugan se vieron obligados a alejarse para no ser alcanzados por los numerosos desniveles que se formaban en el campo de batalla.

–¿¡Qué es eso!? –. Preguntó Julie alarmada.

–¡Es gigantesco!

Un llamado, un grito de guerra mirando a la luna, fue lo primero que oyeron los Peleadores cuando la imagen de la luna se escondió detrás de la enorme y robusta sombra que se alzó en el campo de batalla.

Liberando una poderosa explosión de luz que contrastó con la negrura de la noche, la imponente apariencia del Bakugan Haos fue revelada, mientras éste extendía sus extremidades en el campo, pisoteando con dureza el suelo que se encontraba a sus pies mientras blandía un gran martillo de guerra sobre su cabeza.

Impactados, Leónidas y Vladitor pudieron sentir como Nick y Julie se veían tan pequeños como un átomo a comparación de este coloso, que se alzaba sobre ellos con una gruesa armadura blanca brillante que no dejaba ningún sector de su cuerpo visible y se veía decorada con una serie de múltiples símbolos repartidos por el metal en un intenso color dorado brillante. Su peto presumía una alargada tela desgastada que descendía de sus hombros y rodeaba su cuerpo hasta llegar hasta sus rodillas, las cuales estaban cubiertas por una serie de protecciones de acero desgastado junto con el resto de sus grandes piernas que pisotean el suelo sin piedad, dejando la marca de sus huellas por cada paso que daba. Por otro lado, sus brazales y guantes escondían ligeramente lo que parecía ser una dura cota de malla grisácea y su cabeza se encontraba cubierta por un casco, oculto bajo una capucha blanca sucia y una corona dorada con múltiples picos y quemaduras sobre la tela. Su rostro se escondía detrás de una máscara carente de cualquier decoración que no fuera más allá de unas aberturas para sus ojos carmesí.

En su mano izquierda, blandía con agilidad un martillo blanco con trazos amarillos, de tamaño semejante al de su portador, como si no pesara más que una pluma. Un arma grande e imponente que dejaba ver una serie de afiladas púas en cada lado del arma y con lo que parecía ser la punta de una lanza en zona superior del objeto.

–¡Arriba, Baltasar Haos!

Había muchas palabras para describir a este extraño, muchas que se quedarían cortas ante lo que cualquier oponente pudiera pensar al verse obligado a encarar frente a frente a semejante titán. Sin embargo, ninguna de ellas pudo ser emitida por parte de los peleadores, pues no importaba cuanto vieran repetidamente la dureza de su armadura, el tamaño de su martillo y sus múltiples decoraciones mortales o la enorme sonrisa llena de orgullo del Príncipe Freidr al ver a su compañero emerger y decorar los cielos; nada pudo expresar mejor el horror que invadió a los humanos cuando vieron en sus BakuMetros en nivel de poder que esta bestia almacenaba en las profundidades más oscuras y misteriosas de su gigantesco ser.

Baltasar: 3000.

Cualquier rastro de emoción en los ojos de Nick se borró al ver el nivel de poder de este monstruo, toda su sangre se heló en sus movimientos cada vez más rígidos y su fuego no tardó en convertirse en un páramo de hielo perdido en medio de una nevada, mientras una sola emoción clara y palpable abarcaba la totalidad de su rostro pálido.

Miedo.

–¿3000? ¿Qué clase de Bakugan tiene 3000 de poder base? Esto no debería ser posible –. Señaló Gorem anonadado por los peleadores.

–¿Qué clase de Bakugan es ese? –. Dijo Ángel cada vez más carente de aliento.

Esto no estaba bien e incluso Vladitor lo sabía, un Bakugan con tal poder no podía ser real. Ni siquiera Drago con su última evolución y su armamento era capaz de alcanzar tales números.

Por mucho que le doliera admitirlo, sus propios poderes no serían suficientes para encarar esta amenaza y salir victoriosos. Necesitaba refuerzos si quería ganar esta batalla sin verse obligado a comprometer sus alrededores.

Era una realidad cruda y triste para un guerrero como Leónidas, que se había acostumbrado a librar las batallas por su cuenta o con una ayuda limitada. Pero no podía anteponer su orgullo al bienestar de su compañero, sus amigos y la ciudad. Si la situación ameritaba que recibiera ayuda, tendría que aceptarlo.

–Creo que necesitaremos refuerzos –. Comentó Nick aguantando el impulso de tragar saliva.

–Eso parece –. Respondió Leónidas en un suspiro lastimero.

–Julie, ¿crees que puedas seguirnos el paso? –. Cuestionó el pelinegro a su amiga.

–Seguro, tigre. Te cuidaremos la espalda –. Prometió Julie tratando de esconder la inseguridad latente en su tono.

–Necesitaré que golpeen rápido y muy duro, ¿entendido? –. Dijo el pelinegro a sus amigos.

–Cuente con nosotros, Maestro Nick –. Asintió Ángel mientras Wolfang la seguía.

–Será un honor volver a luchar juntos –. Respondió Gorem siguiendo a los demás.

Estaba decidido entonces, tenían que darlo todo y esperar que fuera suficiente para derribar a este monstruo, devolverlo al abismo del que había salido y apagar la luz que representaba su poder.

Tenía que caer.

Debía hacerlo.

–¿Listo, Leónidas?

–Acabemos con él, Vladitor.

Con la adrenalina recorriendo hasta el último rincón de sus cuerpos, Nick y Julie tomaron a todos sus compañeros entre sus manos para arrojarlos con bravura el campo de batalla bajo la intensidad de un grito que recorrió la arena, un grito lleno de temor, pero acompañado con la voluntad para enfrentarlo.

–¡Bakugan, pelea! ¡Bakugan, surge!

Se dijeron más palabras, se pronunciaron más exclamaciones mientras los Bakugan emergían en sus formas reales. Sin embargo, Leónidas no escuchó ninguna de esas palabras, no tenían interés alguno para él ni sus propósitos en este combate, no alcanzaban para apaciguar ni la mitad de la ira que liberó en la arena en cuanto asumió su verdadera forma.

Contrastando la imponente armadura clara y desgastada con su propio equipo oscuro y casi impecable, Leónidas se abalanzó sobre su contrincante, dirigiendo la carga que comenzaría formalmente con este encuentro bajo las miradas llenas de burla de los invasores que seguían con gran interés la batalla.

Mientras tanto, fieles a su palabra, ninguno de los humanos se hizo esperar para alzar sus BakuMetros e invocar las armas que podrían ayudarlos a ganar la batalla.

Sound Lasher: Listo.

–Sand Breaker: Listo.

–¡Armamento instalado! –. Exclamaron ambos humanos al unísono.

En las manos del Bakugan Subterra se alzó una intensa estela de energía anaranjada, una que desfiló desde sus manos cubiertas en forma de un par de filos puntiagudos por sus brazos hasta llegar a sus hombros, donde la silueta de un par de delgadas fundas comenzó a formarse mientras serpenteaban por su espalda y dos grandes barras de metal sobresalían a los lados de la cabeza del guerrero vestroiano.

Fue un parpadeo, uno breve que dio lugar a la forma áspera y un poco rústica del armamento de Gorem, pero que ayudó a ponerlo al ritmo más veloz de Ángel y su armamento para comenzar la batalla.

Cubriendo las manos del gran guerrero, una serie de gruesos cascos de metal gris se formaron en espiral desde sus muñecas hasta dar con la forma de un par de taladros capaces de penetrar casi cualquier terreno, mientras una serie de dispositivos circulares con una luz anaranjada en el centro tomaban lugar a lo largo de sus brazos hasta llegar a los hombros, dispositivos que se veían decorados por el extremo de un par de grandes mazos circulares con gruesos picos en la punta que coronaban las empuñaduras.

Un armamento grande y pesado, pero perfecto para retumbar la tierra al mismo nivel que Baltasar lo hacía solo con sus pisadas.

Sin embargo, antes de que pudieran comenzar su ofensiva, antes de que dieran inicio a la gran batalla que los había encontrado, una última parte de esta terrible realidad se hizo presente ante los Bakugan dedicados a defender la Tierra y a todos los inocentes.

Leónidas y Gorem, los guerreros titánicos más grandes de los Peleadores Bakugan, con dificultad llegaban a la base del cuello de Baltasar Haos. Una cosa era mirarlo desde el suelo, en sus formas de esfera, donde por sí solo ya se veía más grande que el promedio de Bakugan, pero otra muy diferente era estar frente a frente y notar que ni siquiera el cuerno más alto de la cabeza de Leónidas era capaz de llegar al mismo nivel que su contrincante.

Peleadores: 2500.

–¡Vamos, Gorem! Poder de armamento activado: ¡Rompedor de Suelo! –. Comenzó Julie probando las capacidades de su nuevo armamento.

Quedándose atrás en la formación, Gorem alzó brevemente los grandes taladros que cubrían sus manos mientras éstos giraban de manera implacable antes de ser azotados con dureza contra el suelo.

Comenzando su movimiento giratorio con la punta de las armas clavadas en la tierra un poderoso terremoto comenzó a tomar lugar en el campo, agitando los alrededores y provocando que el balance del Bakugan enemigo se perdiera al tambalearse. Al mismo tiempo, una serie de grandes y afiladas rocas comenzaron a elevarse a los pies del oponente, bañando la arena y encerrando los pies del guerrero con armadura clara en un fuerte agarre natural que le impediría moverse.

–¡Tu turno de atacar, Nick! –. Avisó la peliplata a su amigo.

Entendiendo lo que su compañera trataba de hacer, Nick no tardó un solo segundo en alzar su primera carta sobre el nivel de su cabeza.

–¡Vamos, Wolf! Poder activado: ¡Aullido Nocturno!

Siguiendo la instrucción de su peleador, Wolfang se puso por delante de sus padres y amigos para cortar la suficiente distancia con el objetivo antes de retirar la mascarilla que cubría su hocico para liberar un atronador aullido que agitó el polvo y el viento alrededor del campo de batalla, enciendo fuertes ondas de sonido hacia el guerrero Haos, que tuvo que taparse la zona cubierta de los oídos para evitar que el ataque sónico del lobo lo afectara aún más.

Teniendo al enorme coloso con las piernas y los brazos ocupados, Nick rápidamente dio lugar a su siguiente ataque con la intención de impedir cualquier curso de acción por parte del príncipe gundaliano.

–Doble poder activado: ¡Flechas Explosivas + Cañón Silente! –. Activó el pelinegro con dos cartas entre sus dedos.

Elevándose al nivel de las nubes con un azote de sus alas, Ángel apuntó desde las alturas al Bakugan invasor con las armas que reposaban en sus brazales recubiertos por su arsenal; mientras Leónidas posaba la palma de sus manos en el suelo, apuntando su hocico y las llamas negras y rojas que se asomaban entre sus fauces hacia el mismo objetivo que su pareja.

Baltasar aún no se movía y era difícil saber que estaba haciendo el tal Freidr y su gente ocultos por la enorme figura del Bakugan delante de ellos. Sin embargo, si el invasor seguía sin moverse debajo precaria posición, significaba que aún tenían la ventana de ataque abierta y tenían que aprovecharla al máximo.

–¡Fuego, chicos! –. Avisó Nick a sus compañeros con fuerza.

Finalmente, ambos guerreros liberaron sus ataques y la forma de la electricidad púrpura se mezcló con el intenso fuego oscuro que provino del interior del dragón acorazado, creando una poderosa explosión que borró cualquier rastro residual de sonido por parte de los peleadores y provocando que el negro de la noche se tiñera con los colores del intenso anaranjado amarillo de la explosión.

Peleadores: 3300.

Por un momento, tanto Leónidas como Vladitor pensaron en la victoria, pues la improvisada estrategia de los humanos los había llevado a un poderoso ataque combinado que consumió la silueta de su enemigo sin darle si quiera la oportunidad de reaccionar.

No obstante, antes de que el fuego se desvaneciera, antes de que las llamas se perdieran en el frío dominante de esta eufórica noche, la sombra del gran Bakugan gundaliano se mostró una vez más emergiendo de entre el fuego, corriendo a gran velocidad hacia ellos y provocando fuertes temblores con cada paso que daba en su veloz carrera.

Una fuerte onda de energía cubrió el campo de batalla cuando Baltasar Haos se mostró en el inestable marco de la explosión, una que borró las llamas que decoraron la arena como si no fueran más que el humo que desprendían sus puntas.

–¿¡Cómo es posible!? ¡Ni siquiera lo lastimamos! –. Exclamó Vladitor indignado.

–¿Qué clase de monstruo es este?

Antes de que cualquiera pudiera ofrecer una respuesta a las cuestiones recién surgidas, la veloz carrera del Bakugan Haos concluyó cuando, estando a un par de pasos del gran dragón oscuro, tacleó con fuerza el pecho del terrícola, arrollándolo como un vehículo carente de control y avanzando metros y metros.

Haciendo sus mejores esfuerzos por detener el avance de su enemigo, Leónidas posó sus grandes manos en el cuerpo de su enemigo mientras trataba de enterrar sus pies con fuerza en el pavimento de las calles más cercanas junto con las puntas de la horca en su cola.

Sin embargo, sus intentos fueron inútiles, y presa del poderoso empuje de Baltasar logró llevar a Leónidas a la ciudad misma que tanto querían evitar en la confrontación.

Lo primero que sintieron Leónidas y Vladitor cuando el empuje del invasor concluyó fue la dureza de un edificio chocando con su espalda alada, produciendo el sonido de cientos de vidrios y cimientos resquebrajándose, agrietando el concreto del edificio.

Recibiendo un breve vistazo del campo de batalla que quedó atrás, Leo pudo ver momentáneamente como Ángel recogía a los peleadores mientras Wolf y Goten corrían hacia la confrontación. Por desgracia, antes de que cualquiera de ellos los alcanzara, el fuerte puño de Baltasar se estrelló con fuerza en el rostro de Leónidas, enterrando parte de su cabeza en el interior de la estructura y dándole un breve vistazo de los pocos humanos que aún se encontraban en su interior, completamente paralizados por las ondas dimensionales en las que se sumergía el campo de combate.

–¡Leónidas! –. Llamó Nick a su compañero con preocupación.

Leo quiso responder, quiso tratar de ofrecer una frase mínima que pudiera ayudar a su compañero a no preocuparse tanto por él, pero le fue imposible. La dureza en los golpes de Baltasar era tal, que no pudo emitir una sola respuesta al recibir el ataque de lleno en su cabeza.

Peleadores: 3100.

Sosteniendo entre una de sus manos la cabeza alargada del dragón acorazado, el invasor usó su fuerza superior para sacar a Leónidas de las entrañas del gran dragón negro y, acto seguido, azotarlo con fuerza una vez más contra la estructura antes de arrastrarlo las múltiples ventanas y paredes que conformaban el edificio.

Nada pudo horrorizar más a Leónidas, que ver con sus propios ojos como era usado por este monstruo para barrer con docenas de vida, manchando las escamas oscuras de Leo con un intenso rojo sangre proveniente de todos los humanos que estaban muriendo sin saber porqué.

Uno a uno, humano tras humano, todos morían ante el paso arrollador de la cabeza de Leónidas siendo usada como el martillo de guerra que arrebataba la vida de los inocentes.

Una mezcla de ira y pánico se apoderó del corazón de Leónidas, no era el golpe más devastador que recibía en su carrera como guerrero, pero sí era el más doloroso que había estrujado su corazón. Uno a uno, cada humano en su camino, dejaba de ser un ser consciente y paralizado en el tiempo, para verse convertido en una pulpa de sangre embarrada en sus escamas.

Este monstruo, este demonio, lo estaba usando como un arma de destrucción encargada de traer la muerte personas que ni siquiera sabían que estaba sucediendo.

–¡Leo!

Finalmente, soltando el agarre sobre su cabeza, Baltasar sacó la cabeza de su oponente del interior del edificio tras finalizar el terrible barrido con un fuerte tirón justo en la esquina de la estructura y derribando a Leónidas al instante.

Estando a unos pocos pasos, e ignorando las marcas que sus duras pisadas dejaron en el suelo, Wolfang se abalanzó sobre la espalda expuesta de Baltasar, colgándose con sus garras de sus hombros y sus muslos cubiertos por su armadura mientras buscaba alguna zona libre para ensartar sus colmillos.

Gracias a su grueso blindaje, los zarpazos y mordidas de Wolf no fueron efectivas en Baltasar, en su lugar, lo único que logró fue darle la oportunidad al invasor de dirigir un fuerte golpe a la cabeza del gran lobo sobre su hombro, dejándolo aturdido al instante.

–¡No tengas piedad, Baltasar! –. Indicó Freidr a su compañero.

Aprovechando el momento para atacar, Baltasar sujetó con fuerza los extremos visibles en la armadura de la Trampa Bakugan para cargarlo sobre su espalda y azotarlo con dureza contra el mismo edificio en el que había enterrado el rostro de Leónidas.

Blandiendo al gran lobo como si no pesara más que un simple costal, Baltasar derribó el edificio usando el gran cuerpo de su oponente y dejándolo olvidado en el suelo cuando una ola de escombros cayó sobre él, un intenso mar de polvo y sangre por igual, donde los cuerpos destrozados de los humanos en el interior de la estructura caían sobre Wolf como una intensa lluvia.

Una ola de muerte y caos había caído sobre su mundo, y ahora sufrían las duras consecuencias de no poder detener este cataclismo que agitaba la tierra sin piedad alguna.

Motivado por la ira y la frustración, Gorem arremetió contra su oponente con los taladros en sus manos activados, embistiendo al monstruo que aterrorizaba su mundo con la punta de sus armas en alto, tratando de penetrar el metal que cubría su torso.

Sin embargo, a pesar de la gran fuerza que presumía Gorem, el Bakugan Haos logró detener su avance, enterrando su martillo de guerra en el suelo y usando sus grandes manos para rodear los costados del Bakugan Subterra mientras enterraba sus pies en el pavimento.

Teniendo al enemigo justo enfrente suyo, Goten no tardó en enterrar la punta de uno de sus taladros en el peto de Baltasar, generando una gran serie de enormes chispas amarillas que descendió al nivel del suelo en la forma de una intensa lluvia que bañó los alrededores, cubriendo desde autos hasta los humanos que aún se encontraban en las calles, completamente paralizados mientras las chispas caían sobre ellos.

–¡Gorem, detente! ¡Puedes lastimar a alguien! –. Gritó Julie desde la lejanía a su compañero con terror.

–¡No, no puede ser! –. Exclamó Gorem impactado al entender lo que ocurría.

Lleno de arrepentimiento, el coloso de armadura marrón detuvo el funcionamiento de sus armas para alejarse momentáneamente antes de recibir la siguiente instrucción por parte de su compañera.

–Poder activado: ¡Mazas de Tierra!

Retrayendo sus taladros en el interior de sus muñecas, Gorem usó sus manos, ahora libres, para liberar los enormes mazos en su espalda para blandirlos con una agilidad impropia de un Bakugan en su condición.

Una veloz sucesión de ataques con cayeron sobre el invasor, pero éste ni siquiera se inmutó mientras usaba sus brazales para bloquear el paso de las armas, evadiendo la dureza de sus ataques con nada más que sus propios brazos.

Viendo que sus ataques no resultaban efectivos, Gorem intentó dirigir un ataque doble con sus mazas llenas de púas hacia la cabeza del caballero de Gundalia.

No obstante, antes de que el filo de las armas lo alcanzaran, Baltasar atrapó en un parpadeo el primero de los mazos con su mano abierta, ignorando la sensación de una decena de pinchos adhiriéndose al metal en sus manos para detener el avance de esta ofensiva.

Por un momento, el tiempo de la batalla también se congeló y con esa sensación vino el temor de verse ampliamente superado por este oponente que no dejaba margen de error a sus movimientos, y que no parecía inmutarse ante el dolor.

–Hammer Gorem Subterra, ahora veo porque dicen que tú y tu compañera son los peleadores más débiles de su equipo actual –. Dijo Baltasar con desagrado.

Antes de tener si quiera unos segundos para responder, de procesar la cruel realidad que las palabras de su enemigo traían a él, el duro codo reforzado de Baltasar impactó de lleno en el rostro de Gorem, aturdiéndolo al instante y obligándolo a alejarse.

Viendo una nueva ventana de ataque, el invasor Haos se abalanzó sobre Gorem una vez más, embistiendo al miembro de los Peleadores con mientras posaba sus manos debajo de los brazos de éste, alejándonos pies del Bakugan del suelo y elevándolo progresivamente sobre su cabeza encapuchada y arrojar a Gorem metros de distancia, derribando una serie de edificios que se encontraba a su paso.

Peleadores: 2900.

–¡Gorem! –. Llamó Julie a su compañero con preocupación.

Viendo a su amigo y a su pequeño lobo derribados en el suelo, Leónidas y Ángel no tardaron en adentrarse una vez más en la acción.

–¡Vamos, chicos! Poder de armamento activado: ¡Azote Eléctrico! –. Atacó Nick rápidamente.

Surcando los cielos, Ángel desplegó toda la extensión de sus látigos, dejando ver el filo de sus cuchillas y las puntas de lanza mientras ondas eléctricas comenzaban a recorrer toda la longitud de las armas, destellando en un intenso color amatista en medio del océano oscuro de la noche.

Blandiendo una vez más su gran martillo de guerra, Baltasar se preparó para contraatacar cualquier movimiento que viniera por parte de la Bakugan alada.

–¡Ataca, linda! –. Ordenó Nick a su compañera.

Arrojándose contra su contrincante, Ángel juntó las puntas de sus alas en su espalda baja para planear en línea recta hacia Baltasar.

Seguro que para el invasor debió ser un movimiento estúpido, atacar de frente a un Bakugan tan grande mientras sostenía entre sus manos un arma capaz de abrir la tierra, era la oportunidad perfecta para estampar a Ángel contra el suelo como si no fuera más que un insecto. Sin embargo, Baltasar no conocía la verdadera intención de este movimiento y esa era una ventaja que tenían que aprovechar.

–Poder activado: ¡Cañón Maldito!

Peleadores: 3300.

Una intensa llama azulada emergió del interior de las fauces de Leónidas, cortando la distancia con el gundaliano y bañando su cabeza y pecho con la intensa luz de este ataque, impidiéndole golpear a Ángel con su martillo y obligándolo a retroceder aturdido.

Aprovechando la distracción que su pareja había hecho para ella, Ángel golpeó con dureza el interior de las piernas descuidadas de Baltasar, obligándolo a arrodillarse debido a la fuerza del ataque que lo puso de rodillas.

–¡Qué no respire, linda! –. Indicó Nick a su compañera.

Serpenteando por un costado del Bakugan invasor, Ángel dio un salto desde su espalda para posarse sobre sus grandes hombros mientras los látigos eléctricos se enredaban a lo largo del torso del oponente.

–¡Fríelo, cielo! –. Animó Leónidas a su pareja.

Invocando una fuente corriente eléctrica que bañó el cuerpo de Baltasar, haciendo que éste se retorciera mientras los rayos bañaban su cuerpo cubierto de metal mientras los látigos de Ángel se enredaban alrededor de su cuello con intención de estrangularlo al mismo tiempo que lo electrocutaban.

Baltasar: 2900.

Sorprendentemente, Baltasar se vio genuinamente afectado por el ataque de la pareja, agitándose entre quejidos de dolor mientras forcejeaba con las enredaderas envueltas alrededor de su cuerpo.

Parte de Leónidas moría por ver como el rostro del estoico príncipe gundaliano se torcía al ver a su compañero afectado por un ataque cuando parecía ser indestructible.

Sin embargo, cuando volteó brevemente para verificar la reacción del príncipe, lo único que recibió fue la imagen del gundaliano con una pequeña sonrisa orgullosa.

–¿Por qué rayos se ve tan…?

–Satisfecho.

De pronto, una suave risita escapó de los labios del príncipe, dejando ver los colmillos que se asomaban en su boca, un gesto pequeño que dejó ver la poca importancia que Fredr le estaba dando a esta batalla.

No obstante, eso no era todo, pues vivir en la Tierra le había enseñado a Leónidas a distinguir las emociones humanas incluso en los gestos más pequeños. Y la risa de Freidr también denotaba algo más en sus débiles carcajadas y sus ojos mirando al suelo con cierta…

¿Tristeza?

–¡Se están conteniendo, terrícolas! ¡Muéstrennos su verdadero poder! –. Exigió el príncipe mientras alzaba su primera carta –. Poder activado: ¡Onda de Luz!

De pronto, la intensidad penetrante de la corriente dejó de funcionar, miles de chispas volaron a los alrededores de Baltasar, creando una lluvia de energía eléctrica Darkus que bañó el cuerpo del invasor; pero la dureza penetrante de los ataques dejó de surtir efecto.

Baltasar se permitió soltar los látigos enredados en su cuerpo antes de un pequeño suspiro lleno de decepción, y sorprender a los Peleadores de forma abrupta al sujetar una vez más la longitud de los látigos para tirar de ellos con fuerza, acercando a Ángel a la parte posterior de la cabeza mientras un intenso brillo dorado comenzaba a cubrir cuerpo.

Horrorizado, Leónidas trató de abalanzarse una vez más sobre su contrincante, pero no tuvo el suficiente tiempo para acercarse nuevamente a la confrontación cuando una intensa explosión de energía Haos cegó momentáneamente su vista, consumiendo la silueta de Baltasar y Ángel, dejándolos únicamente como la imagen en movimiento de un par de sombras moviéndose por el campo de batallas. La de Ángel, especialmente, salió disparada de los hombros de su contrincante, volando por los aires brevemente antes de caer en el duro pavimento de las calles, arrasando con varias estructuras y civiles paralizados en el proceso.

Baltasar: 3300. Peleadores: 3000.

¿Qué clase de monstruo era este? ¿Cómo es que había logrado igualar su poder solo con un movimiento? Nada de esto tenía lógica, un sujeto así no debería existir.

–Leónidas, concéntrate. Tenemos que hallar el modo de derribar a este monstruo –. Recordó Vladitor a su anfitrión.

–Quiere que le mostremos nuestro poder, tal vez sea hora de darle gusto y mostrarle otros trucos. ¿Cierto, Nick?

–Seguro, compañero. ¿Listos? –. Asintió Nick mirando a sus compañeros.

Dedicándole una mirada llena de pesar a Ángel, Leónidas vio como su amada se reincorporaba nuevamente sobre sus pies con dificultad, mostrándose cubierta de polvo y con numerosas manchas de sangre decorando su armadura. Sus alas estaban lastimadas, moviéndose con dificultad entre débiles temblores que provocaban la caída de algunas de sus plumas mientras caminaba.

La imagen de su pareja tan herida le dio a los Peleadores el combustible que necesitaban para abalanzarse una vez más al combate mientras un herido Wolfang lo seguía desde el lado opuesto del campo batalla, emergiendo de entre las ruinas de lo que alguna vez fue un edificio.

Solo podía imaginar como este encuentro estaba afectando a Nick y Julie, como sus intentos de mantener la ciudad a salvo se veían seriamente afectados y los alrededores se veían presas de este sorpresivo combate.

Estaban causando demasiada destrucción, demasiadas estructuras habían sido destruidas y con ellas, era difícil calcular el número de vidas que ya se deberían haber perdido.

Tenían que detener esto, tenían que ganar esta batalla e impedir que más vidas se vieran afectadas por este baño de sangre.

–Doble poder activado: ¡Furia del Rey + Gran Hacha X!

Rugiendo con fuerza mientras se veía envuelto en un aura de intensas llamas negras mientras sus ojos brillaban con una intensa luz rojiza, Leónidas se abalanzó sobre Baltasar con la silueta oscura de una gran hacha de dos manos entre sus palmas.

Corriendo tan rápido como sus patas se lo permitieron, el gran dragón acorazado agitó sus alas con fuerza hacia el suelo mientras respaldaba la acción con un salto que lo elevó hasta el punto más alto de los rascacielos que aún atestiguaban la batalla.

Rápidamente, Baltasar recogió su martillo tirado en el campo, listo para defenderse de cualquier ataque que su oponente pudiera lanzarle.

Peleadores: 3500

–¡Acabalo!

Un fuerte azote proveniente de la gran hacha de manos del Bakugan Darkus cayó desde los cielos, una hoja oscurecida envuelta en llamas oscuras dirigida a la cabeza de este misterioso invasor, con claras intenciones de dar un golpe certero que concluyera la batalla. Sin embargo, antes de que el ataque pudiera alcanzar a este enemigo, la gran empuñadura del brillante martillo de guerra se pudo en medio del camino del hacha, enredándose con el mango del arma oscura e impidiendo su avance.

Por un momento, la sangre en sus miradas se cruzó, el color carmesí bañó la tensión en la arena y un fuerte rugido por parte del dragón oscuro dio inicio a la confrontación entre ambos colosos.

Moviendo el hacha gigante de Vladitor hacia el lado libre del mango del martillo, Leónidas blandió su arma gigante para liberarla del agarre del martillo y enviar una serie cortes contra el caballero de armadura blanca.

Una rápida serie de cortes y chispas voló por el campo de batalla, pintando la oscuridad de la noche ante los agresivos ataques del dragón negro y la dura defensa de su contrincante.

Dejando a Leónidas abalanzarse con un corte vertical descendente, Baltasar permitió que el dragón negro quedara un par de pasos por delante él, dándole la espalda. Aprovechando el momento, el invasor envió una poderosa estocada con la punta del mango de su arma contra la espalda de Leónidas. Sin embargo, antes de que el ataque pudiera alcanzar la espada del guerrero, la forma de un par de hachas más pequeñas en las manos del dragón logró detener el golpe antes de que éste llegara a su objetivo, barriendo el aire en el trayecto hasta dejar a su usuario cara con el enemigo de la Tierra.

Empuñando sus armas en mano con toda la fuerza que les fue posible, ambos Bakugan impactaron las hojas de las hachas con la cara llena de pinchos del martillo de guerra, creando una onda expansiva que partió el cemento a sus alrededores y llevándose consigo una innumerable cantidad de cristales que cayeron al suelo como una lluvia digna de un cataclismo como esta batalla.

–¡Tu turno, Wolf! Doble poder activado: ¡Licantropía + Garras de Lobo!

–¡No nos quedemos atrás, Gorem! Poder de armamento activado: ¡Gravedad Terrestre!

Emergiendo de los restos que bañaron su gran cuerpo, Gorem Subterra se levantó del demacrado suelo que lo rodeaba antes de levantar sus grandes brazos sobre el nivel de su cabeza mientras las numerosas luces anaranjadas que recorrían sus brazos brillaban con intensidad y una gigantesca nube de escombros y tierra se elevó sobre el nivel del suelo, dejando debajo de ella la imagen del suelo agrietándose levemente al ser revelados los numerosos resultados de la confrontación llevada a cabo.

–¡Ataca, Wolf! ¡Qué no vea que lo golpeó! –. Indicó Nick a su Trampa Bakugan.

Corriendo tan rápido como sus piernas humanoides se lo permitieron, el gran hombre lobo con armadura Darkus saltó bajo el abrigo de la luna, dejando ver la grandeza de las garras en sus manos y pies, que destellaron en un parpadeo fugaz antes de ser enterradas en las pocas aberturas visibles en la armadura del Bakugan Haos.

Un intenso grito de dolor ocasionado por la naturaleza sorpresiva de este ataque sorpresa bañó la improvisada arena de combate mientras un aluvión de golpes y patadas cayeron con la fuerza de una lluvia de misiles en el cuerpo de Baltasar por parte de Leónidas mientras Wolfang lo sostenía por sus brazos y piernas, batallando por inmovilizar al gundaliano mientras el gran dragón negro lo bombardeaban con golpes y cortes.

–¡Hora de atacar, Leónidas! ¡Le mostraremos el poder de los Bakugan Subterra! –. Llamó Julie al gran dragón con toda la fuerza que pudo.

Asintiendo a las palabras de la peliplata, Leo pateó con toda la fuerza que pudo reunir en un costado de la rodilla derecha del Bakugan Haos, dándole la oportunidad a Wolf de pisar tierra una vez más y usando el impulso de sus garras para obligar a Baltasar a darse la vuelta y mirar directamente a Gorem y el ejército de tierra y piedras que había conjurado.

–¡Acaba con él, Gorem! –. Exclamó Nick por sus compañeros.

Alejándose de la espada de su oponente de un salto, Wolf se replegó hasta quedar en la misma posición que Leónidas para esconderse detrás de él y preparar el siguiente ataque que se le fuera indicado mientras Leo se quedaba delante para ver como su oponente era fusilado por la intensa lluvia de restos de tierra que bañó su cuerpo y no le dio oportunidad de respirar al ser bombardeado por los grandes escombros que caían sobre él.

Peleadores: 4000.

Aprovechando la distracción que sus amigos les estaban ofreciendo, Nick miró a sus compañeros brevemente mientras alzaba tres nuevas cartas entre sus dedos, brillando con la intensidad de los movimientos que acompañarían los siguientes ataques.

–Triple poder activado: ¡Esfera del Silencio + Mordida de Depredador + Oscuridad Divina!

Un atronador rugido se escuchó en lo más alto del campo de batalla, sacudiendo las nubes y borrándolas del tablero nocturno que era el cielo mientras un fuerte aullido y un determinado grito de batalla acompañaba con gran fidelidad al rugido.

De pronto, bajo el amparo de la oscuridad que los rodeaba, los tres Bakugan Darkus mostraron entre sus manos, garras y colmillos la majestuosidad de sus ataques nacientes con una intensa luz amatista y tonalidades púrpuras que se confundieron con la penumbra del entorno.

–¡Sin piedad, chicos! –. Ordenó Nick a sus compañeros realizando un gesto agresivo con su brazo.

Tres ataques oscuros volaron en medio del caos, partiendo el humor y el polvo que se cernía sobre la arena, acortando la distancia con el Bakugan invasor y apuntando directamente a su espalda expuesta.

Una poderosa explosión de llamas negras se mostró orgullosa y con gran poderío en medio de la destrucción, destruyendo las rocas que debe encontraban en su camino y dando paso a la figura de un enorme domo de energía Darkus que se alzó sobre la imponencia de la noche que veía con emoción el encuentro entre los titanes y como una intensa luz dorada se perdía en medio de un océano de oscuridad que consumió sus alrededores con la esperanza de ganar la batalla.

Peleadores: 4800.

Por desgracia, fue el ademán proveniente de las manos de la realeza la que apagó tales esperanzas por parte de los protectores de la Tierra.

–Carta portal abierta: Luz Máxima.

Las palabras del príncipe, tan serenas como solo él parecía ser capaz de pronunciarlas en medio de la situación, se vieron acompañadas por el indicador de poder subiendo a niveles anormales para cualquier peleador y Bakugan por igual.

Baltasar: 4300.

En el amparo de la noche, en el abrigo de la oscuridad que los rodeaba, una poderosa explosión llena de luz nació incluso en las entrañas de las sombras, quemando hasta el último rastro de poder Darkus que se pudiera alzar sobre el campo de batalla y reemplazándolo con un intenso halo luminoso que se expandió por la arena, dando paso a la figura de Baltasar Haos envuelto en llamas doradas que hacían brillar su cuerpo en su totalidad.

–¡Imposible, lo superábamos por más de mil puntos! ¿¡Cómo es que logró salvarse de eso!? –. Preguntó Nick pálido ante el monstruo que se alzaba sobre él.

–Luz Máxima, la carta portal que permite a Baltasar anular todos los poderes que caigan sobre él al mismo tiempo que aumenta su nivel de poder en mil puntos –. Explicó el príncipe con indiferencia ante la hazaña de su compañero –. Descubrirás, Nicholas, que hay un mundo de diferencia entre pelear con los perros de Barodius y la auténtica realeza gundaliana.

–Pero algo así… no puede ser posible… –. Dijo Julie asustada, batallando por emitir palabras.

–¿Imposible? Para lo humanos tal vez lo sea, pero no para nosotros –. Dijo el tal Lud desde la distancia mientras reía con satisfacción.

Ignorando las provocaciones de su subordinado, Freidr levantó con una pequeña sonrisa plasmada en sus labios la sombra de dos nuevas cartas que marcaron el primer destino de este encuentro.

–Doble poder activado: Resplandor Haos + Martillo de Luz.

Baltasar: 5000.

Envuelto en una intensa aura de luz blanca y amarilla por igual, el gran Bakugan Haos emitió un atronador grito de batalla mientras su martillo se levantaba del suelo por su cuenta, brillando con la fuerza de su gran poder y su cegadora luz que quemó la zona en la que el guerrero invasor estaba parado.

–Nick, ¿qué está haciendo ese sujeto? –. Preguntó Julie con temor a su amigo.

–Yo… no lo sé…

Cargando con toda la fuerza que vino con sus poderes, Baltasar se abalanzó con gran velocidad sobre Leónidas, mostrándose con gran imponencia sobre la forma más pequeña de su oponente alado mientras sostenía su martillo como una lanza, apuntando la punta superior del arma al pecho del gran dragón oscuro.

–¡Leo, ten cuidado!

Temor, preocupación, pánico, ira o frustración, todas emociones vanas y lentas que no pudieron ser el impulso que Leónidas necesitaba para responder a la ofensiva del príncipe y su compañero.

En su lugar, lo único que el gran dragón acorazado pudo hacer al tener enfrente suyo al enemigo más poderoso que había enfrentado, fue rugir. Nada más que un atronador rugido escapó de sus fauces, nada más que el espectro de dolor pudo acompañar tal acción mientras la punta de lanza se ensartaba firmemente en el pecho de Leónidas, penetrando la armadura de Vladitor con facilidad y liberando un pequeño río de sangre que pintó las calles ante los ojos horrorizados del resto de los Peleadores.

Sintiendo como sus fuerzas lo abandonaban, como el poder dejaba de fluir con la misma emoción y velocidad en sus venas, Leónidas trató de alejar el arma clavada en su pecho, pero su aturdimiento le impidió lograr tal acción mientras veía con temor como sus piernas cedían y sus rodillas tocaban el suelo.

¿Por qué caía? ¿Por qué sus piernas no le estaban respondiendo como siempre lo habían hecho? ¿Por qué un solo ataque lo había atravesado con tanta facilidad?

Tantas preguntas, tantas cuestiones envueltas en el manto de la incógnita y todas ellas solo tenían una respuesta.

A pesar de su gran poder, a pesar de la efectividad en su unión con Vladitor y todas las hazañas que había acumulado en el campo de batalla, ahora tenía delante una realidad que lo golpeaba con una dureza que hacía mucho tiempo no experimentaba.

King Leónidas Darkus, para algunos, el Bakugan más fuerte de la Tierra, había sido superado por este extraño contrincante en un parpadeo, en un solo movimiento.

Indicador de vida de Nick: 80%.

Peleadores: 4100.

Había sido superado por este invasor y fue el ardiente rayo de luz que emitió el gran martillo de guerra pegado a su torso el que le recordó esa cruda verdad, enviándolo una vez más a los pies de sus compañeros mientras una dura exigencia era emitida por los labios ocultos del Bakugan Haos que tan fácilmente se había impuesto sobre él.

–¡DEJA DE CONTENERTE!

Con gran preocupación recorriendo su ser, Nick no dudó en cortar la distancia con su compañero tirado en el suelo antes de envolverlo entre la calidez de sus manos enguantadas.

Suavemente, Nick se permitió a acariciar a su compañero en su forma de esfera con afecto, esperando que no estuviera muy herido.

–¿Estás bien, grandulón? ¿Cómo te sientes? –. Preguntó Nick a su compañero.

–Perdóname, Nick, es más rápido de lo que parece –. Se disculpó Leónidas abriéndose en las manos de su peleador.

–No, solo nos tomó por sorpresa. Por lo que he visto, creo que tú eres más rápido –. Respondió el humano con una pequeña sonrisa que ocultaba su preocupación.

Tal vez era cierto, tal vez Baltasar no era tan veloz y solo era más ligero de lo que aparentaba. Sin embargo, no cambiaba la realidad de los hechos, lo había superado, de todos los Bakugan en la arena, Leónidas había sido el primero en caer. Y, ahora, la primera ronda recaía en las manos de su familia y amigos.

De pronto, la fuerte voz del Bakugan Haos tomó la palabra, sonando como un golpe atronador al expresar su indignación con el desarrollo de los acontecimientos de esta batalla, mientras apuntaba la punta de lanza en la parte superior de su martillo hacia Nick y Leónidas, los cuales se rehusaron a darle el gusto de verlos afectados por su primera derrota.

–Esto es ridículo, Leónidas. Deja de hacernos perder el tiempo y muéstrame todo tu poder –. Exigió Baltasar mostrándose como el titán que era sobra sus oponentes.

–Es cierto, terrícola. Si no son los demonios que nos han dicho en batalla, entréguense ahora y ahórrennos las molestias –. Concordó el tal Dairus con los brazos cruzados.

Delante del neathiano más grande, Freidr se mostró tan inexpresivo como llevaba comportándose desde el inicio de la batalla y casi toda su duración hasta el momento. Claramente, concordaba con su compañero y parecía esperar más de ellos.

No sabían porque les daban la oportunidad de defenderse, estaban en guerra y buscaban rehenes. Si estos sujetos supieran la gran oportunidad que tenían a la mano, no les darían la oportunidad de defenderse. Algo estaba muy mal y el tal Freidr no parecía ser de los que dejaban pasar una oportunidad de oro cuando la tenía delante.

–Nos están probando –. Descifró Vladitor con interés.

Eso imaginé, pero no tiene sentido. ¿Qué van a ganar con esto? –. Se cuestionó Nick confundido.

No lo sé, quizá sea una cuestión de ego. Derrotar a los sujetos que vencieron a Krawler –. Sugirió Leónidas con escepticismo.

–Puede ser, pero el tal príncipe no parece alguien con mucho que demostrar. Por lo visto, su compañero es mucho más arrogante que él –. Respondió el Bakugan incorpóreo.

Antes de que pudieran hacer una pregunta, antes de que pudieran emitir alguna exigencia en busca de explicaciones, un fuerte azote por parte del martillo de Baltasar estremeció la tierra de forma excesivamente violenta, abriendo un cráter y numerosas grietas que se expandieron por los alrededores del centro mientras el aura de luz alrededor del invasor comenzaba a destellar con más fuerza que antes.

Numerosos autos y distintos medios de transporte se hundieron en los agujeros que comenzaban a decorar el nivel del suelo, creando tumbas para todos aquellos que se encontraban en el interior de estos vehículos. Parte de Leónidas, aún esperaba escuchar los gritos de aquellos que estaban cayendo en la desgracia, pero el único sonido que recibió en respuesta fue el de las piedras y cemento partiéndose, el de los escombros cayendo y rompiendo todo lo que se encontraba debajo de ellos y los frágiles cristales que se quebraban con facilidad y volaban por el campo de batalla.

Cómo pudieron, Gorem y Wolf se mantuvieron en pie, evitando caer como dos grandes costales al suelo posando sus manos en el suelo y separando medianamente sus pies para tener un punto de apoyo más grande. Por otro lado, Ángel se mantenía en el vuelo como mejor podía, pero la violenta agitación del viento y el polvo le impedía ver bien a su oponente.

El poder pululaba en todo lo que Baltasar Haos significaba, su imponente fuerza se mostraba sobre todo el campo de batalla mientras era acompañada por un duro grito de batalla capaz de partir incluso los oídos más lejanos, su armadura se notaba carente de todo rastro de heridas graves y los leves rasguños que habían logrado dejarle se escondían debajo de la luz de su atributo.

Era un oponente, a pesar de todo intimidante, pero nada logró afectar a Leónidas con la misma efectividad que lo hicieron las siguientes palabras que salieron de la boca oculta del gran guerrero gundaliano.

–¡Si no quieren mostrarnos todo su poder, les daremos una razón para hacerlo!

No dio tiempo a nada más, no dio una ventana para una objeción o algo parecido. En lugar de eso, Baltasar Haos corrió tan rápido como su enorme cuerpo se lo permitió hacia Wolf mientras usaba su martillo para liberar un grueso rayo en dirección a las alturas en las que Ángel se encontraba. Un movimiento breve que Ángel logró evadir con facilidad, pero que le dio al invasor el tiempo suficiente para concluir su carrera hacia el gran hombre lobo y estrellar un gancho ascendente en la parte baja de su gran hocico cubierto.

El golpe contó con tal fuerza, que Wolf no tardó en elevarse lo suficiente para que sus piernas dejarán de tocar el suelo la punta más alta de su cuerpo quedara frente a frente con el rostro cubierto de Baltasar, el cual no tardó en sujetar el cuello de la Trampa Bakugan antes de azotarla con dureza una vez más contra el suelo, creando el rastro de un fuerte barrido en la tierra, el concreto y el acero.

–¡Wolf! –. Llamaron Leónidas y Nick con preocupación.

Acudiendo al rescate de su amigo, Gorem se aventuró a la batalla con las mazas de su armamento en mano nuevamente, retumbando la tierra con sus propios pasos antes de dar un salto que lo elevó sobre el gundaliano lo suficiente como para estrellar las numerosas púas de sus armas en la espalda de Baltasar.

Un movimiento muy valiente, pero que resultó inútil cuando el Bakugan invasor se giró rápidamente con el hombre lobo aún en mano, usándolo como una especie de lanza para golpear a Gorem en el pecho, provocando que el Bakugan Subterra perdiera el equilibrio mientras trataba de sostener a Wolf, evitando que cayera el suelo. Lastimosamente, a pesar de su gran fuerza y complexión, la fuerte patada que recibieron ambos gigantes fue suficiente para terminar de romper el equilibrio de Gorem y enviarlo al suelo mientras sostenía a Wolfang encima suyo.

Sin dar tiempo a movimientos defensivos por parte de sus futuras víctimas, Baltasar blandió su martillo una vez más, agitándolo en el aire por encima del nivel de su cabeza mientras una estela de luz brillante seguía sus movimientos.

Sin embargo, antes de que el golpe definitivo, un poderoso relámpago amatista cayó de los cielos, pitando el negro de la noche con la luz de tal fenómeno y provocando que el Bakugan invasor se retorciera con dolor al sentir como el relámpago caía directamente sobre él, sacándole un grito lleno de ira y dolor por igual, además de darle la oportunidad a los otros Bakugan para recomponerse y alejarse.

En los cielos, Nyx Ángel Darkus regresaba lentamente al campo de batalla, envuelta en la electricidad de los rayos que ella misma había invocado, con chispas destellando de su cuerpo mientras alzaba sus manos en forma de arco sobre el nivel de su cabeza, donde un par de grandes espadas compuestas completamente por energía eléctrica Darkus se formaba por delante de las nubes que ahora regresaban a la arena, tapando la luna al mismo tiempo que se escondían ligeramente tras las grandes alas oscuras de la guerrera Bakugan.

Todo esto mientras que, en el nivel del suelo, Nick Takahashi revelaba dos cartas poder entre sus dedos, ambas brillando con un intenso resplandor morado en los cristales ubicados en el centro de las cartas.

–Doble poder activado: ¡Dama de La Tormenta + Ángel Caído!

Peleadores: 5000.

Igualados en poder, ambos Bakugan se miraron fijamente por un momento cuando Ángel regresó al nivel del suelo con sus poderes destellando en los alrededores de su cuerpo. En sus ojos, el odio era claro, la furia de la guerrera se notaba en el fuego que sus ojos mostraban al mundo que los veía, furia por la destrucción causada, por las vidas perdidas y por su familia lastimada.

Otro Bakugan se habría encogido temeroso ante la mirada penetrante de su pareja, otro habría pensado dos veces antes de seguir con esta batalla y más considerando la forma tan destructiva en la que Ángel había ganado la batalla contra el Jormthan Aquos, un encuentro al aire libre bajo la luz de día; que ahora no solo no se encontraba presente, sino que ahora había sido reemplazada por al abrigo de la noche.

Por desgracia, parecía que Freidr y Baltasar eran de todo menos normales y estaban muy lejos de ser como cualquier otro peleador.

–Nyx Ángel Darkus, no queríamos que llegara a esto, pero ten en cuenta que, si debes sufrir para que logremos nuestro objetivo, no dudaré en lastimarte las veces que sean necesarias con tal de garantizar el bien del universo.

Las palabras de Baltasar, llenas de un misterio y un aparente pesar palpable en su discurso y su tono, no fueron suficientes para aplacar las llamas que ardían en el corazón de Ángel, no después de lo que había hecho tanto a su familia como a la ciudad.

No sabían a ciencia cierta de que estaban hablando estos invasores, pero no importaba. Ahora mismo, tenían que ganar la batalla antes de que aún más vidas se vieran comprometidas.

–Te detendremos, Baltasar. Puedes contar con ello –. Aseguró Ángel sin desviar la mirada de su contrincante.

–Pueden intentarlo.

Seguido de la respuesta del Bakugan Haos, Ángel se desvaneció una sombra que se impulsó de un salto hasta quedar a la altura del invasor, estrellando su rodilla en la mejilla cubierta del caballero de armadura desgastada mientras la guerrera seguía su avance, arrollando la cabeza del enemigo mientras seguía su vuelto hasta caer al lado opuesto del campo de batalla.

Arrastrando sus pies por la improvisada arena, Ángel detuvo su avance antes de agitar sus alas mirando hacia su oponente, elevándose en vuelo una vez más hasta regresar a la altura del invasor mientras Gorem y Wolf la seguían de cerca.

–¡Ataquen, chicos! –. Animó Julie a los Bakugan.

Baltasar trató de realizar un movimiento, pero sus esfuerzos resultaron abruptamente interrumpidos cuando los brazos de Gorem y Wolfang golpearon con fuerza la zona interna de sus rodillas, provocando que perdiera el balance y dándole la oportunidad a Ángel de azotar con fuerza su pie en el rostro cubierto del gundaliano, obligándolo a darles la espalda.

Viendo la oportunidad de realizar un ataque más, Gorem se abalanzó sobre la espalda del enemigo, tacleándola con toda la fuerza que le fue posible mientras era seguido inmediatamente por el gran hombre lobo, que imitó su acción y juntos comenzaron a mover al coloso gundaliano con sus fuerzas combinadas.

Aprovechando el momento que sus compañeros le habían dejado, Ángel emprendió el vuelo una vez más para alcanzar al resto de los participantes en esta batalla, llegando hasta la cabeza de Baltasar y usándola para apoyarse en sus manos al mismo tiempo que daba una ágil voltereta en el aire para clavar sus pies en el estómago del guerrero de armadura desgastada.

Siguiendo con esta rápida sucesión de ataques, los guerreros vestroianos azotaron el gran cuerpo de Baltasar contra el piso, estrellando la parte frontal de su cuerpo contra el suelo, levantando una capa de polvo que se elevó por el fuerte impacto del invasor contra el piso.

Tomando ventaja una vez más de la situación, Ángel se abalanzó sobre la espalda descubierta del Bakugan Haos con sus hojas compuestas de energía eléctrica en sus manos, blandiendo ambas espadas con agilidad hasta provocar que su filo quedara mirando directamente a la nuca de Baltasar.

–¡Termina, cielo! –. Animó Leónidas a su compañero.

–Poder activado: ¡Ondas de Luz Máximas!

Rápidamente, Baltasar posó la palma de sus manos en la tierra debajo de su gran cuerpo, creando un resplandor amarillo que sacudió la tierra y provocó que un río de luz se formara entre las grietas que decoraban el suelo.

Repentinamente, una poderosa onda expansiva provino del cuerpo del Bakugan Haos, formando un nuevo cráter de gran tamaño bajo el invasor de armadura desgastada y alejando a los Bakugan a sus espaldas como si no pesaran más que una pluma, enviándolos a volar por los aires ante los ojos anonadados de los Peleadores.

Baltasar: 5500.

Cuando los grandes cuerpos de los Bakugan vestroianos cayeron una vez más al suelo, dejando a su paso la alargada marca de sus cuerpos maltratados, Baltasar ya se encontraba de pie nuevamente, llamando su gran martillo de guerra de vuelta a sus manos.

–Ataca, Baltasar –. Ordenó el príncipe gundaliano con un ademán.

Elevando la totalidad de su arma hacia los cielos, un aura de energía dorada comenzó a destilar a lo largo de la extensión del gran martillo, dotándolo de un nuevo poder con el cual planeaba atacar mientras agitaba el gran objeto sobre su cabeza y rozando el suelo.

Como pudo, Gorem fue el primero en levantarse como pudo, viéndose obligado a usar las ruinas de los edificios que habían quedado a sus alrededores para poder reincorporarse.

Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, antes de que pudiera ser advertido por su compañera o recibir alguna instrucción por parte de ésta, una intensa y brillante estela luminosa surgió en medio del campo de batalla, siguiendo el rastro de los movimientos del martillo Baltasar y enviando un veloz ataque de energía que acortó la distancia con los miembros de los Peleadores.

–¡Gorem, sal de ahí! –. Exclamó Julie a su compañero con terror.

No hizo falta hacer un análisis extenuante del lenguaje corporal del Bakugan Subterra, se veía con claridad que estaba demasiado cansado como para realizar movimientos agresivos y su gran complexión le quitaba aún más velocidad de la requerida para moverse a tiempo.

Muerta de preocupación al ver a su compañero incapaz de moverse, Julie trató de levantar una carta en un desesperado intento de ayudar a su compañero a evadir el ataque de Baltasar. Sin embargo, resultó completamente inútil cuando el poderoso rayo del Bakugan Haos alcanzó los brazos en posición de guardia de Gorem, empujando con dureza al guerrero antes de que la carta de Julie pudiera brillar si quiera a los ojos del campo de batalla.

–¡GOREM!

Un poderoso grito lleno de dolor inundó la totalidad de la arena, mientras la enorme silueta de uno de los Bakugan más grandes que la Tierra conocía se veía cada vez más difusa en medio de la luz enemiga que lo envolvió por completo, quemando su pobre sombra con el poder de la luz Haos que sacó el grito de dolor más intenso que el Hammer Gorem Subterra había emitido alguna vez en toda su carrera como peleador.

Finalmente, tras unos segundos de dolor que parecieron eternos, un fugaz destello naranja de asomó con timidez de entre las entrañas del dorado que bañaba la arena de combate y fue rápidamente seguida por la imagen de una pequeña esfera de color tierra cayendo a los pies de una preocupada Julie Makimoto.

Peleadores: 4300.

Indicador de vida de Julie: 30%.

–Gorem, ¿cómo estás, amigo? ¿Te encuentras bien? ¿Te hizo mucho daño? –. Comenzó la peliplata con preocupación y ojos cristalinos mientras recogía a su compañero.

–Yo… lo siento… Julie… –. Se disculpó el Bakugan con respiración agitada –. Ese sujeto… es más fuerte… de lo que creí…

Leónidas y Gorem estaban fuera, solo quedaban Ángel y Wolf para librar el resto de la ronda, pero ni la madre ni el hijo parecían estar en las condiciones para continuar, ambos apenas podían reunir la fuerza para recomponerse y se notaba en la pesadez que acompañaba sus movimientos, tratando de ignorar como mejor podían las numerosas manchas de sangre roja que pintaban sus armaduras.

Había tantas cosas que quería hacer, tantas cosas que quería decir y expresar, entender qué clase de monstruos eran estos sujetos que habían arribado a la Tierra en busca de conflicto y que con sus acciones estaban destruyendo el mundo que Leónidas tanto amaba, el mundo que le había abierto sus puertas cuando ni siquiera Nueva Vestroia pudo aceptarlo, su mundo, su hogar.

Un fuego digno del averno mismo emergió del pequeño cuerpo de Leónidas mientras veía a su enemigo alzarse una vez más como si nada hubiera ocurrido, obviando completamente el dolor que debería sentir tras recibir todos los ataques de su familia.

Este sujeto aparentaba ser invencible, esparcía el caos en la ciudad y arrebataba miles de vidas con sus devastadores poderes, importándole poco el bienestar de otros seres con tal de lograr sus propósitos. Un monstruo así no debería seguir suelto, un monstruo así no debería amenazar a su familia, un monstruo así no debería existir.

De pronto, un rugido de lucha interna se alzó hasta los cielos bajo el amparo de la lluvia mientras una estela luminosa recorría el campo de batalla, dando paso a la enorme e imponente silueta de Baltasar Haos abalanzándose una vez más sobre su familia, descartando su martillo de guerra en el suelo mientras corría hacia sus oponentes.

Horrorizado, Leónidas trató de advertir a su amada y a su pequeño lobito que se movieran, que se alejaran, que no se permitieran ser alcanzados nuevamente por este demonio proveniente de las estrellas, pero la oportunidad le fue arrebatada.

Bastó un suspiro, un solo parpadeo y una mirada llena de temor y pánico por parte de Julie para que el fuego estallara dentro de Leónidas al ser testigo de la tortura que presenciarían sus ojos.

Baltasar Haos, presa de la ira que recorría su ser, enterró su pie en el suelo de un poderoso pisotón que elevó los escombros alrededor del campo para impulsarse lo suficiente como para quedar frente a frente con un aturdido Wolfang, que solo tuvo tiempo de parpadear antes de que los nudillos de su enemigo se estrellaran violentamente en un costado de su cabeza, abollando el metal que la cubría y provocando que el único sonido que pudiera emitir su pequeño lobo fuera un gemido lleno de dolor que parecía anunciar la llegada de un fuerte llanto digno de una cría humana.

Muerta de miedo y furia por lo que sus ojos atestiguaban, Ángel trató de abalanzarse sobre el gundaliano en un desesperado intento por rescatar a su pequeño protegido, pero sus intentos resultaron inútiles cuando sus múltiples heridas le impidieron moverse a la velocidad a la que se encontraba tan acostumbrada, resultando en el recibimiento de una patada que la envió de regreso al suelo, cuando sobre sus alas maltratadas y provocando que el metal de su armamento chillara debido a las deformaciones sufridas.

Al ver el golpe recibido por aquella que consideraba su madre, Wolf sacó sus garras nuevamente con intenciones de forcejear con todos los medios disponibles para liberarse y salvar a Ángel. Sin embargo, para Baltasar fue tan fácil neutralizar a la gran Trampa Bakugan solo sujetándola del cuello y elevándola sobre sus pies agitados.

Lo estaba ahorcando, se notaba claramente. Ni siquiera la armadura que cubría el cuerpo de Wolf era rival para el Bakugan invasor, que ahora mismo apretaba el metal alrededor del cuello del hombre lobo para llegar hasta su cuello, callando todos los ladridos y aullidos que éste pudiera emitir.

–¡Ya basta, déjalos! –. Exigió Leónidas encontrando una vez más la fuerza en su voz.

–¡No debiste contenerte, Leónidas! ¡No sabes cuánto tiempo hemos estado esperando este día, esperando que ustedes nos mostrarán todo su poder! ¡No vinimos aquí a jugar, tenemos una misión y esa es salvar el universo! –. Respondió Baltasar con la misma intensidad en su grave voz –. ¡Si no van a mostrarnos todo lo que tienen, los obligaremos a hacerlo!

Seguido de la declaración del gran Bakugan Haos, Leónidas vio con pánico y rabia como este misterioso invasor se acercaba hasta la caída Ángel Darkus para agacharse lo suficiente como para recogerla fuertemente de su alargado cabello suelto, elevando su cabeza hasta el nivel de su cintura antes de bajar su agarre hasta la cabeza de la Bakugan que trataba de soltarse inútilmente de la mano de su enemigo, forcejeando sin éxito alguno para tratar de liberarse.

–¿¡Qué crees que haces!? ¡Suéltalos ahora mismo! –. Rugió Leónidas iracundo.

–Si quieren salvarlos, terrícolas, solo tienen que darnos lo que queremos –. Simplificó el príncipe soltando sus brazos –. Muéstrennos sus verdaderas capacidades, qué es lo que los hace tan diferentes del resto o vamos a matar a todos sus amigos y destruiremos este planeta antes de irnos.

Seguido de las aterradoras palabras del Príncipe Freidr, un fuerte terremoto agitó la tierra una vez más, partiendo lo poco que aún quedaba de lo que alguna vez fue una zona turística de la ciudad y trayendo consigo el espectro inmortal del caos y la muerte frente a una batalla que aún no estaba decidida.

Una vez más, el fuerte agarre de las manos de Baltasar se apretó intensamente en el cuello y la cabeza de madre e hijo, que se retorcían adoloridos mientras fuertes quejidos y gemidos llenos de bañaban el campo de batalla, ahora convertido en un calabozo lleno de torturas para dos almas inocentes y puras.

Agitándose de un lado al otro, Ángel y Wolf trataron de soltarse, pero sus intentos solo hallaron una respuesta en la forma de apretones más fuertes en sus cuerpos malheridos, transformando sus débiles llantos en fuertes gritos de dolor y ayuda por parte de la hermosa Bakugan, cuyas tenues lágrimas comenzaban a resbalar de sus ojos ambarinos.

Este demonio, este maldito demonio, estaba haciendo llorar de dolor a Ángel, estaba haciendo pedir a Wolfang con nada más que su fuerza y el espectro del dolor impuesto sobre su familia, aquella a la que estaba torturando sin piedad alguna bajo el marco de una oscuridad que debería ser indómita, que debería darles fuerza, pero que ahora les había dado la espalda.

Lágrimas caían el suelo, llantos se resbalaban en oídos sordos, y con estos gestos que delataban tal vulnerabilidad, vino la ira. Una ira pura en el ser del Bakugan nacido de la muerte, una emoción tan antigua como el tiempo mismo, la misma que lo había acompañado el día de su nacimiento y que ahora sería la espada que penetraría la carne de los injustos tiranos que lastimaban a su familia.

–Leo… te amo…

Una declaración de amor pronunciada con miedo ante la posibilidad de verse separados de forma permanente, de perder todo lo que habían construido, de perderse a sí mismos en este bosque de destrucción y muerte.

Palabras débiles pronunciadas con el sentimiento que Leónidas esperaba nunca volver a oír en el tono de su amado ángel oscuro.

Miedo.

Baltasar Haos era el nombre de aquel que torturaba a su pareja, Baltasar Haos era el nombre de aquel que hería a su querido lobito, Baltasar Haos era el nombre de su futura víctima, aquella que había tenido la osadía de meterse con lo que Leónidas más amaba.

Su amada y su pequeño.

–Nick, haz que regresen, por favor –. Pidió Leónidas a su compañero, tratando de contener su furia –. Yo pelearé la segunda ronda.

En circunstancias normales, Nick lo habría mirado con duda, con temor ante la idea de lanzar a quien consideraba un hermano contra quién ya los había superado antes.

No fue el caso esta vez, sería imposible que lo fuera. En lugar de dudas, en lugar de temor, lo único que Leónidas vio en los ojos de su compañero fue ira, la misma que ardía en su propio corazón, y la determinación para liberar toda la extensión de su absoluta oscuridad con tal de detener el mal proveniente de los rincones más aterradores del universo conocido.

–¿Quieres soltar todo ese poder? Podría ser peligroso, Leo –. Cuestionó Nick con un tono tan oscuro como el de su compañero.

–Quiere morir, Nick. Yo digo que le demos gusto –. Respondió Leónidas mientras llamas oscuras bañaban su cuerpo.

Bastó con un ademán del Peleador Darkus para que las siluetas ensombrecidas Ángel y Wolf se vieran cubiertas por la luz amatista de su atributo compartido antes de deformarse en la forma de pequeñas figuras que cayeron a los pies de Nick, para ser recogidos amorosamente por el peleador del suelo en el que se encontraban.

Mientras tanto, Baltasar hacía lo mismo, soltando lo que pareció ser un suspiro lleno decepción y escepticismo mientras regresaba a su forma de esfera y volaba a la mano de su compañero.

Indicador de vida de Nick: 20%.

–Ángel, Wolf, ¿se encuentran bien? –. Preguntó Leónidas a su familia con preocupación.

El pequeño lobo no respondió, en su lugar, se abalanzó sobre su figura paterna para pegarse amorosamente a él, ignorando completamente el fuego oscuro que ahora los cubría a ambos mientras Ángel se acercaba con confusión a su pareja y a su compañero.

–Cielo, Maestro Nick, ¿qué sucede? –. Preguntó la Bakugan acercándose al lado libre de su amado.

–Ese monstruo es más fuerte de lo que creímos. Temo que no ganaremos esta batalla por los medios tradicionales –. Explicó Gorem con un suspiro lleno pesar y cansancio.

–¿Qué quieren decir? –. Cuestionó Ángel preocupada.

–Ángel… pequeña… no hay forma fácil de decir esto… –. Comenzó Julie sin saber que decir con exactitud.

–¿Qué? ¿Qué es? ¿Qué tienen planeado, Maestro Nick? –. Preguntó la Bakugan con preocupación.

–Ustedes se quedarán aquí, mientras Nick y yo libramos el resto de la batalla –. Explicó Leónidas sin tapujos.

Aunque sus ojos no pudieron mostrar emoción alguna, Leónidas pudo sentir claramente como la angustia se apoderaba de su amada, antes de que sus súplicas inundaran sus oídos mientras pegaba sus pequeñas cabezas para tratar de convencerlo de tomar un curso alternativo de acción.

–No, Leo, no hagas esto. No puede enfrentarlo solo, no después de lo que nos hizo. Por favor, no te hagas esto a ti mismo. Ni siquiera podemos asegurar que ganarán –. Pidió la Bakugan con preocupación.

–Tal vez no, pero tenemos más posibilidades de ganar si usamos todas mis cartas a nuestro favor. Tú lo dijiste, es demasiado fuerte, así que lo único que podemos hacer para garantizar más probabilidades de victoria es cumplirle su deseo y dejar de contenernos.

A su lado, Wolf produjo una serie de gimoteos que delataban su preocupación al escuchar la idea de su figura paterna. Esperaba que ninguno de ellos estuviera de acuerdo con la idea, así que solo podía tener la esperanza de hacerles entender que era lo mejor para todos.

Tenían mucho poder aun escondido en las profundidades de su ser guerrero y si eso era capaz de ayudarlos a obtener la victoria, no debían negarse la oportunidad de conseguirla. No después de todos los esfuerzos realizados y todas las vidas perdidas.

Tenían que hacerlo, era su deber como Peleadores Bakugan.

–Lo siento, cielo, pero prefiero morir antes que presenciar como ese maldito les vuelve a poner un dedo encima –. Respondió Leónidas dirigiéndose esta vez a la totalidad de su pequeña familia.

–Espérennos aquí, haremos todo lo posible por terminar todo esto cuanto antes –. Recomendó Nick a todo el grupo antes de dar un paso al frente.

Una nueva carta se mostró entre los dedos del pelinegro, una cuyas llamas ennegrecidas anunciaba la llegada del espectro apocalíptico que predominaría en la siguiente ronda. Nick no era un peleador que quemara sus mejores trucos sin lograr un avance significativo en la batalla, pero las circunstancias lo habían obligado a dejar el enfoque estratégico a un lado para poner todo su empeño en una ofensiva eficaz contra estos demonios.

–Por favor, cuídense mucho –. Pidió la hermosa Bakugan con voz quebradiza antes de soltarse ligeramente de su pareja.

–Lo haremos, como siempre –. Respondió Leo con gentileza antes de mirar a su pequeño lobo –. Wolf, asegúrate de cuidar a mamá hasta que Nick y yo terminemos, ¿está claro?

En respuesta a su indicación, Wolfang ladró con un asentimiento antes de ubicarse a un lado de su madre en las manos de Julie, que deseaba lo mejor a su amigo de cabello erizado con una sonrisa llena de tristeza por no haber podido ser de más ayuda.

Desde su lugar, Leo pudo ver como a Nick le habría gustado hacer algo para confortar a su amiga, pero el fuerte llamado de uno de los secuaces del príncipe gundaliano detuvo cualquier intento por parte del terrícola para devolverlo a la realidad que tenía justo frente a él.

–¿¡Van a pelear o no, humano!? –. Gritó una de las diminutas manchas del otro lado de las ruinas de este sector de la ciudad.

–¿¡Tanto desean ver de lo que somos capaces!? ¡Bien, les daremos ese gusto! –. Gritó Nick en respuesta antes de arrojar la carta que tenía entre sus dedos al centro de la arena –. ¡Carta portal lista!

Una estela completamente negra bañó la improvisada arena de combate, quemando las rocas más pequeñas que se encontraban a su paso, engulléndolas en el calor del fuego y las tinieblas de su oscuridad, anunciando así el inicio de la siguiente ronda de esta batalla.

–¡Hagámoslo interesante, humano! ¡Quién gane esta, gana toda la batalla!

–¡Adelante, gundaliano! ¡Acabaremos con ustedes por todo lo que su especie nos ha hecho!

–¡Ese es el espíritu, Nicholas! ¡No se reserven nada esta vez!

Un nuevo ajuste se hizo a los parámetros de la batalla, un nuevo llamado llegó a los oídos de los Peleadores Darkus y con él, vino la ira que los había seguido a lo largo de tantos combates, ardiendo en sus corazones como una llama frenética lista para consumir todo lo que se encontrara, todo lo que los amenazara a ellos y las personas que amaban, al mundo que habían jurado proteger.

–¡Bakugan, pelea! ¡Bakugan, surge!

Una vez más, la luz y la oscuridad se encontraron en el ojo de este huracán de muerte y destrucción, listas para despedazarse mutuamente por el destino de incontables vidas en juego y el sabor de una venganza pendiente que aceleraba el corazón de aquel diablo vengador proveniente del infierno, que había visto a quienes más amaba derramar lágrimas por la presa que tenía delante suyo.

Un nuevo rugido sacudió el campo de batalla, uno que se alzó por encima de la silueta oscura de este poderoso dragón salido de las sombras de la muerte y que partió los oídos de aquellos injustos que con sus acciones condenaban la vida de millones de inocentes.

Poco importaban las razones, poco importaban las palabras que pudieran salir de sus labios. La verdad es que, en el frío marco de esta penumbra, solo una cosa en la mente de diablo de escamas negras importaba ante la representación de Baltasar Haos, solo un deseo predominaba en su corazón.

Sangre.

–¡ARRIBA, KING LEÓNIDAS DARKUS!

Un nuevo reto se hizo presente y con él, vino la emoción y el deseo de aquel torturador que se alzaba con alegría ante la mirada tan desafiante como asesina de aquel padre y amado, que había visto con ardiente furia como su futura víctima emergía una vez más frente a sus ojos.

–¡Finalmente, el día que tanto esperamos está aquí, Freidr! –. Celebró el demonio de armadura, tirando su martillo al suelo con emoción.

–¡Después de tanto tiempo en las sombras, Baltasar, finalmente podremos comenzar nuestros planes! –. Respondió el príncipe mientras aventuraba su mano al interior del cuello de su armadura.

A la luz de la luna, bajo las gotas de agua que se deslizaban por las ruinas de esta falsa arena, un collar se reveló en la mano del príncipe gundaliano, una delgada cadena negra de la cual colgaba una pequeña, pero llamativa piedra amarilla, un objeto del tamaño de la falange de un dedo que emitía un intenso resplandor dorado sobresalente incluso estando bajo el fuerte abrazo de esta oscura noche.

Una pequeña piedra, que brillaba de la misma manera que lo hacía el cuerpo del mismo Baltasar.

–Este día, pondremos a prueba las capacidades del Rey Dragón personalmente.


La casa de apuestas tiene sus puertas abiertas para todos los interesados en poner su dinero. Acérquense y hagan su apuesta, ¿quién creen que ganará la batalla que se avecina? ¿Leónidas o Baltasar, ambos a su 100%? ¿Nick o Freidr? Pongan su dinero antes de que salga el próximo capítulo, los afortunados ganadores tendrán como premio la enorme satisfacción de saber que tuvieron la razón XDDD

Hablando de Julie, sí, estoy consciente de que la dejé un poco de lado en esta batalla, pero el camino que estoy pensando para ella en este fic va de la mano con sus limitaciones en la escala de poder, por lo que es importante resaltarlas sin importar cuanto nos desagrade antes de ir a lo bueno.

Sí, debo confesar que estoy más ambicioso con esta historia, aspiro a superar todo lo que creo que logré con la primera parte, incluyendo a los personajes. Como dije: Nick y Leónidas son las estrellas de más peso esta vez, pero quiero que el resto de mi cast también tenga su tiempo para brillar, aún si no es del modo más convencional.

Hablando de los villanos y porque Baltasar está tan OP, no se preocupen, planeo abordar todas esas cuestiones a su debido tiempo (obviamente, también planeo profundizar en su grupito y porque no solo lo conforman gundalianos). Ya saben cómo es conmigo, pero todo a su tiempo :p

Sin más que decir, me despido diciendo que espero leer sus predicciones para el siguiente capítulo. ¿Ustedes que dicen? ¿Nick y Leo lograrán la victoria? ¿Veremos a los vestals? ¿Nick aclarará sus sentimientos por Eli? Quiero ver si alguno adivina mis intenciones antes de escribirlas, no teman compartir sus teorías/ideas, me gusta fomentar un espíritu creativo sin importar que tan alocado pueda parecer.

Finalmente, dejando a un lado mis payasadas, muchas gracias por su comprensión con este capítulo. La verdad quería subirlo hace una semana, pero la universidad es cosa seria, te descuidas un minuto y ya te mandaron un ejército de trabajos que ni en grupo se resuelven rápido. Pasé mi propio cumpleaños haciendo tarea :'(