CAPÍTULO 15:

¿RESPUESTAS?

Gundalia, Castillo Real

Calabozos

–No hay moros en la costa. Vamos rápido, chicos.

Oscuridad, era un concepto con el que estaba familiarizado, casi toda su vida se había ido en aprender a vivir en las sombras de su propio mundo. Desgraciadamente, había nacido en la oscuridad, se había criado en la oscuridad y se había fortalecido en la oscuridad.

Alguien más en su posición no debería sentirse nervioso estando en este sitio, pero ese no podía ser su caso. Tal vez era demasiado débil, pero tanto tiempo en las sombras le había pasado factura y no podía ver el oscuro fenómeno sin sentir su estómago revolverse con incomodidad.

Aunque le avergonzaba reconocerlo, incluso en la soledad de sus propios pensamientos, tenía un poco de miedo a la oscuridad y el haber pasado casi toda su vida en ella solo le daba fuerza a su irracional temor.

Frente a ellos, alargados muros ennegrecidos por el toque del sujeto de su nerviosismo se extendían en la forma de un pasillo largo y cada vez más profundo, a una zona que había tratado de evitar por todos los medios posibles desde su regreso a Gundalia, al sitio donde se escuchaba el llanto y los lamentos de miles de prisioneros terrícolas recluidos en pequeños y apretados espacios.

–¡Sáquennos de aquí! ¡Por favor!

–¡Tengan piedad!

–¡No hicimos nada!

–¡Quiero a mis papás!

Miles de voces llegaron a sus oídos, miles de llantos se podían oír mientras se adentraban poco a poco en las entrañas de este vacío.

Por todos los medios, trató de evitar mirarlos a los ojos, el solo escucharlos ya era muy difícil para él. Pero era cada más difícil fingir indiferencia frente a la situación que presenciaba, aquella que él mismo había ayudado a crear.

–Ren, Ren, concéntrate. No estaremos aquí mucho tiempo –. Dijo la voz tranquilizadora en su hombro.

No podía seguir escuchando el sufrimiento de estas pobres almas encerradas en estas celdas, se volvía más y más complicado no mirar fijamente su tristeza y su lamentable situación. Sin embargo, eso no impedía que Ren Krawler se alejara de la única fuente de consuelo que tenía ahora mismo.

–Lo sé, Linehalt, lo sé –. Respondió Ren a su compañero.

–Entonces, trata de tranquilizarte. Estás muy alterado –. Dijo el Bakugan Darkus.

–Claro –. Asintió el peligris con un suspiro.

La culpa lo carcomía y su compañero era perfectamente capaz de notarlo, sería difícil no hacerlo. Después de todo, estas pobres y desdichadas almas estaban aquí por su culpa.

No los veía fijamente, pero el rabillo de sus ojos lo traicionaba y era a través de eso que podía ver la miseria, el miedo y el odio grabado en las miradas de estos humanos prisioneros.

No los culpaba por odiarlo, estaban en su derecho. Él también lo haría si estuviera en su posición. Solo podía imaginar lo que sentiría ser secuestrado por uno de los Peleadores Bakugan, ídolos entre los fanáticos del IB, para ser arrastrado a una guerra completamente ajena y de la que no sabría nada.

No sabía si sus guías en esta pequeña misión compartían sus culpas o no sentían nada ante los pocos reclamos que estos aterrados humanos eran capaces de emitir, pero los envidiaba. De algún modo, la única evidencia visible del remordimiento de Zenet Surrow y Contestir Haos se encontraba en la fuerza empleada por la peliverde al sostener el pequeño porta translúcido entre sus manos.

–Ya casi llegamos, chicos. Solo un nivel más abajo –. Avisó la chica gundaliana desde el frente.

–¿Están seguros de que los pusieron aquí? –. Cuestionó Linehalt por su compañero.

–Seguros, Lena fue muy específica con su ubicación –. Respondió Contestir con seguridad.

El viaje hacia los niveles inferiores de estas mazmorras parecía eterno, el pasillo se alargaba con cada paso dado en la dirección indicada por su compañera de cabello azul.

Por cada paso que daban, Ren podía oír con mejor claridad las duras palabras que los humanos de mayor edad expresaban con veneno en sus voces.

–¡Maldita rata!

–¡Eres un traidor, Krawler!

–¡Nick Takahashi debió acabar contigo cuando tuvo la oportunidad!

–¡Eres una vergüenza para los Peleadores Bakugan!

Sabía que era cierto, sabía que no podía debatirles nada a estos humanos, pues tenían razón en su furia. Dejarlos expresarse a su gusto sobre él era todo lo que Ren podía hacer por ellos, no tenía ninguna otra forma de pagarles por su sufrimiento.

De hecho, varios de estos terrícolas ya hacían mucho en su situación al tomarse el tiempo para tratar de consolar a los peleadores más pequeños, envolviéndolos en un abrazo cálido para tratar de ofrecerles un poco de confort y calidez.

Esos eran los más difíciles de ver y escuchar, los niños no decían nada malo sobre él ni tampoco parecían dispuestos a opinar sobre su situación, los más pequeños solo querían ver a sus padres y familiares nuevamente, sentir una vez más el amor que solo sus hogares podían brindarles; totalmente inconscientes del hecho de que nunca volverían a su mundo.

Sin darse cuenta, de sus ojos ambarinos cayó una pequeña lágrima que recorrió con su suavidad su mejilla grisácea.

–No los escuches, Ren. Hicimos lo que teníamos que hacer. No es nuestra culpa lo que pasó.

Linehalt hacía un gran trabajo tratando de esconder su propio dolor y culpa, pero Ren lo conocía demasiado bien como para creer en su acto. Linehalt no era sentimental, Linehalt no mostraba abiertamente alguna emoción que no fuera la lealtad a su compañero, pero no por eso estaba exento de emociones tan comunes como la culpa.

El ligero quebrar en la voz del guerrero oscuro le decía a Ren la verdad: Linehalt estaba en su misma posición, dos guerreros llenos de culpa en una búsqueda interminable por sobrevivir.

Por supuesto, Zenet no estaba libre de culpas y los prisioneros se lo repetían con toda la dureza que les era posible. Ren no podía decir que conociera profundamente a sus compañeros de trabajo, pero había aprendido a predecir un poco su patrón de comportamiento. En el caso de la chica peliverde, de trataba de una joven emocional que había sido arrastrada a esta vida como todos los demás y que se quebraría en su propio dolor si no estuviera en medio de una misión autoimpuesta.

Surrow era muchas cosas: gritona, berrinchuda, un poco torpe y más, pero había algo que Ren tenía que reconocerle y era su tenacidad al proponerse algo. Normalmente, cuando Zenet parecía anhelar algo de verdad, nada se veía como un obstáculo en su camino y eso era justo lo que estaba viendo.

Por lo que sabía, gracias al expediente de la peleadora, la chica comúnmente frágil y de la que nadie esperaba grandes proezas, ahora mismo se encontraba enterrada en las sombras y todo con el único propósito de llevar ese pequeño paquete a alguien en específico para ello. Aquella chica frágil y falta de expectativas ahora mismo se escondía detrás de una mujer fuerte y decidida.

Parecía que el amor era más fuerte de lo que Ren había imaginado en un inicio y parecía ser eso lo que impedía que Zenet se derrumbara delante de los humanos encarcelados.

–Vengan, es por aquí –. Dijo la peliverde, batallando por mantener su voz firme.

Finalmente, después de unos segundos que parecieron eternos, las duras voces de los terrícolas y sus crueles palabras quedaron atrás, desvanecidas gradualmente por el paso de la distancia mientras ambos gundalianos descendían por una escalera amplia que los llevaban a un nivel más profundo de estas prisiones.

Ahí se encontraba el objetivo detrás de esta pequeña búsqueda, ahí se encontraba el destinatario de este humilde paquete, ahí se encontraba el sujeto detrás de esta sorprendente determinación en el corazón de Zenet.

Tirado contra uno de los muros que encerraban el pequeño espacio de esta celda se encontraba un hombre de complexión delgada y cabello rubio, sus ojos violetas se escondían detrás de sus oscurecidos párpados, sus mejillas se notaban magulladas por el duro toque de lo que debieron ser fuertes golpes propinados con algún tipo de metal, su piel grisácea se encontraba debajo de una gruesa capa de moretones que pintaban su rostro casi por completo y un par de hilos de sangre colgaba de sus labios.

La ropa del sujeto no podía presumir de mejores condiciones, la camisa blanca se notaba hecha jirones, un par de rasgaduras se asomaban desde la espalda, exponiendo la sangre seca que pintaba la tela debajo de una capa delgada de polvo que cubría casi todo el cuerpo del sujeto. Del mismo modo, sus pantalones oscuros se encontraban en un estado muy similar, por no decir idéntico, aunque hacían un mejor trabajo ocultando sus heridas aún frescas y su sangre oscurecida.

Ren sabía muy bien que el Emperador Barodius y su gente podían ser muy severos a la hora de imponer un castigo a aquellos que les fallaban, pero nunca pensó que llegaría a ver algo así. Parte de Ren nunca pensó que llegaría al día en que viera a Jesse Glenn sin nada que decir más allá de débiles susurros escapando de sus labios secos y partidos por las torturas sufridas desde su última batalla.

–¡Jesse! –. Exclamó Zenet al acercarse a la celda de su amigo.

En lo que fue un mero parpadeo, la chica de cabello verde se acercó a una velocidad asombrosa a los duros barrotes electrificados que la separaban del peleador amante de la poesía.

Ren se quedó un poco atrás, no necesitaba formar parte del reencuentro de sus compañeros. Solo estaba aquí para asegurarse de que su colega se encontrara bien y, a pesar de todo, ese parecía ser el caso. Al menos, era mejor que todas las demás posibilidades que se habían asomado en su mente después de enterarse de la derrota de sus colegas a manos de Nick Takahashi y Fabia Sheen.

Desde su posición, Ren pudo ver como más duras apariencias con las que los gundalianos nacían dotados se desvanecían delante suyo en la forma de estos amigos destrozados que finalmente se encontraban nuevamente después de horas y horas de incertidumbre y preocupación.

–Jesse, ¿cómo te sientes? ¿Necesitas algo? Creo que podemos traerte una pomada para tus heridas o algo si lo necesitas –. Ofreció la peliverde pronunciando sus palabras a gran velocidad.

–No te preocupes por mí, querida Zenet. Solo verte segura hace que mi dolor se haga más tolerable –. Consoló el rubio con dificultad, con claro cansancio en su voz.

Por supuesto, las palabras del rubio no pasaban de un mero acto con la intención de consolar a su amiga peliverde, pero pareció funcionar adecuadamente cuando la chica hizo un esfuerzo por contener las lágrimas que se asomaban en sus ojos.

–Jesse, siempre dices cosas así para hacerme sentir mejor –. Reprochó Zenet mientras una sonrisa de alivio se asomaba en sus labios.

–Es mi forma más original de verte sonreír –. Respondió Jesse mostrando su mejor intento de risa.

Como se esperaba, más carcajadas del rubio salieron con dificultad de sus labios, haciendo pausas para tratar de sonar sus heridas con la mayor sutileza posible.

Haciendo su mejor intento de seguirle el juego a su compañero de trabajo, Ren se acercó a la celda con una pequeña sonrisa en sus labios.

–Me alegra ver que te encuentras bien, Jesse. Temía que no volviéramos a contar con tu teatral sentido del humor –. Dijo el peligris recordándose en la pared.

–¿Y dejar a nuestro equipo sin su gran estrella? No te ofendas, Ren, pero no tienes el talento suficiente para reemplazarme –. Bromeó el rubio con un esfuerzo de risa tratando de abandonar sus labios.

En opinión de Ren, fue un intento terrible de chiste. Sin embargo, a pesar de eso, no pudo evitar reírse con suavidad al ver que las torturas de Barodius no pudieron quebrar el sentido del humor de su colega.

–¿Dónde está Plitheon? Creímos que estaría contigo –. Cuestionó Linehalt con curiosidad.

–Es cierto, no pueden privarnos de su gran compañía –. Bromeó Contestir en el hombro de Zenet.

–Se lo llevaron antes de dejarme con los torturadores de Barodius. No sé dónde lo retendrán, pero estoy preocupado –. Respondió el peleador haciendo su mejor esfuerzo por reincorporarse hasta quedar sentado contra el muro.

–Eso no es bueno –. Murmuró Contestir bajando la cabeza con pesar.

–¿Y cómo están los otros? Solo puedo imaginar lo que les estarán haciendo por perder el Interespacio Bakugan –. Preguntó Jesse con curiosidad.

Recuerdos de los castigos impuestos a cada uno de sus compañeros vinieron a la mente de Ren, cada acción realizada contra ellos con el único propósito de mostrarles lo que le pasaba a todos aquellos que le fallaban al imperio. No se quedó para averiguar con exactitud el castigo asignado a cada uno, pero eso no le impidió averiguar lo que le fue posible sobre ellos.

El caso de Jesse era obvio, numerosos latigazos por todo el cuerpo, destrozando la ropa que llevaba puesta y manchándola con la sangre y el polvo que le cayeron encima antes de recibir una andanada inclemente de puñetazos que marcaron su cuerpo con cortes y moretones por perder el Interespacio Bakugan. Por lo que tenía entendido, ese había sido el segundo castigo más severo.

Lena y Mason pagaron con un número desconocido de cortes por todo el cuerpo, cortes que dejarían cicatrices a modo de recordatorio, uno muy cruel pero que les serviría para no volver a fallarle al emperador.

De Sid no sabía nada todavía y no estaba seguro de querer descubrir su destino después de ser el responsable directo de perder el ambicionado Elemento. Lo que Ren sí sabía es que sus costillas rotas y los moretones debajo de su ropa servirían como una versión ligera del castigo de Sid por su fracaso.

Según sabía, la única que se había salvado de una terrible penitencia por parte de los altos mandos era Zenet. Tenía entendido que la agente Surrow se encontraba en Gundalia ayudando al personal de bienvenida para el príncipe cuando todo sucedió, por lo que no había razón para castigarla a menos que se quisiera interrumpir el comité de bienvenida para el Príncipe Freidr y parecía que nadie era capaz de si quiera pensar en algo así.

Ren no era ningún idiota y estaba seguro de que esa labor asignada a la chica peliverde debía ser un plan de Jesse para alejar a Zenet de un terrible castigo. Probablemente, había pensado en compartir una coartada así para Lena, pero parecía que la idea de dejar solo a los muchachos en la Tierra no era una opción para ella, mucho menos teniendo en cuenta que sus oponentes eran un aprendiz de ninja y una princesa neathiana.

Sin darse cuenta, la expresión del peligris había caído de forma aparentemente notable, pues Jesse pareció leer sus pensamientos con solo mirar su rostro lleno de pena, incapaz de ofrecer una respuesta más completa que eso.

–¿Qué pasó, Ren? ¿Los lastimaron? –. Preguntó el rubio preocupado –. Zenet, ¿te hicieron algo? ¿Cómo está Lena? ¿Están heridas?

De pronto, Jesse pareció querer levantarse, pero las heridas pobremente atendidas en su cuerpo se lo impidieron, provocando que cayera sobre su trasero mientras trataba de alcanzar sus heridas.

–Jesse, tranquilo, está bien. No me hicieron daño, y Lena también se encuentra bien. De hecho, ella nos ayudó a descubrir dónde estabas –. Dijo el peliverde para tratar de calmar a su alterado amigo antes de ofrecer una falsa sonrisa –. Debiste verla, tuvo que espiar a todos los guardias cerca de estos calabozos para descubrir en cual te habían metido.

En eso no mentía, Ren mismo había sido testigo de los esfuerzos de Isis para descubrir dónde tenían a Jesse. En cierto modo, la lealtad y devoción que el peleador Ventus compartía con las chicas del grupo resultaba conmovedora. Su vínculo era comparable al de un peleador y su Bakugan.

Tras escuchar su respuesta, Jesse pareció calmarse un poco antes de reposar una vez más contra el suelo mientras evitaba soltar jadeos por su cansancio y dolor antes de recuperar nuevamente su falsa sonrisa llena de confianza para los peores momentos. Aparentemente, reservada aparentemente para Zenet en circunstancias así.

–Supongo que puedo conformarme con eso por ahora –. Dijo el rubio con un suspiro antes de regresar la mirada a Zenet –. ¿Y por qué están aquí realmente? Se están arriesgando a un castigo solo estando aquí.

–No te preocupes, no nos descubrirán. Solo vinimos a asegurarnos de que estabas bien y entregarte esto –. Respondió la peliverde dejando ver el paquete en sus manos.

–Oh, Zenet, no debiste molestarte –. Dijo Jesse con un par de débiles risas.

–Tonterías, necesitas comer algo de verdad –. Respondió la peleadora pasando el objeto con cuidado entre los barrotes –. Sé que te gustó la comida humana, así que me traje algunas cosas de la Tierra para prepararte algo.

–Por desgracia, quemó algunas cosas mientras trataba de asar la carne. Así que tuvo que ser Lena la encargada de preparar eso –. Comentó Contestir entre risas.

–¡Contestir! –. Exclamó Zenet avergonzada.

Aunque trató de contener su risa, parte de Ren no pudo evitar reír ante el recuerdo que el Bakugan Haos evocó a su memoria. Nunca podría olvidar la imagen de una Zenet con la ropa quemada mientras la pedía ayuda a Lena para cocinar algo que lograra satisfacer a su amigo cautivo por la gente del emperador.

Zenet nunca lo reconocería en voz alta, pero el gorro que ocultaba parte de su cabello era completamente nuevo, un reemplazo idéntico a aquel que sus habilidades culinarias habían condenado en una de las tantas cocinas del castillo.

–Creo que debimos traer más extintores de la Tierra en caso de que Zenet intente cocinar nuevamente –. Dijo Linehalt provocando las risas del grupo mientras un fuerte sonrojo pintaba la cara de la peliverde.

Inevitablemente, Ren también comenzó a reír al escuchar la broma de su compañero. Este tipo de momentos eran muy extraños estando bajo el yugo del Emperador Barodius, por lo que hacían todo lo posible por valorarlos y disfrutarlos cuánto les fuera posible.

–Oigan, no es gracioso –. Reclamó Zenet a los peleadores y los Bakugan –. Saben que siempre me asignan las labores más tontas cuando no tengo nada que hacer. Puede que ahora me toque cocinarle al emperador o al príncipe y ustedes solo se están burlando de mi mala suerte en la cocina.

–Mira el lado amable, tal vez puedas detener esta guerra solo preparándole una sopa a Barodius –. Bromeó Constetir tratando de contener su risa.

–¿Bromeas? ¿Quieres que el príncipe me cuelgue frente a toda la ciudad por intoxicar al emperador? –. Cuestionó Zenet alarmada ante la idea.

–No sabemos lo que haría el príncipe en esa situación. Según los rumores, no son muy unidos –. Recordó Ren con una pequeña sonrisa en los labios.

No se sabía a ciencia cierta el tipo de relación que sostenían los miembros de la realeza. Para todo aquel que los veía, siempre se referían al otro por sus títulos en la realeza, al igual que sus compañeros, no había calidez ni afecto visible en sus interacciones, solo profesionalismo entre lo que parecían ser más colegas que familia.

–Es extraño, siempre imaginé que Barodius nunca sería alguien muy cálido con su familia, pero no creí que hasta su hijo desconociera alguna faceta más amable de él –. Comentó Linehalt.

–¿Es su hijo? Yo había escuchado que el Príncipe Freidr era un hermano pequeño de Barodius –. Respondió Zenet confundida.

–Sea lo que sea del emperador, es muy extraño –. Dijo Jesse mientras degustaba los alimentos del pequeño contenedor.

–¿Por qué lo dices? –. Preguntó Contestir confundido.

–Bueno, yo ya había servido al ejército antes y sé que el príncipe dejó Gundalia hace años para conocer otros mundos. No se lo ha visto por aquí en mucho tiempo y ahora regresa para participar en una guerra que ya estamos ganando –. Respondió el rubio sosteniendo su barbilla mientras divagaba.

–¿Crees que haya vuelto por el Orbe Sagrado en Neathia? –. Sugirió Zenet con curiosidad.

–No lo creo, no parece muy interesado en eso. Además, ¿por qué el "peleador más fuerte del imperio" necesitaría el Orbe? –. Comentó Ren con intriga.

–Tal vez, busca más poder. Después de todo, cuando Barodius ya no esté, todo esto será suyo –. Propuso Contestir como respuesta.

–No lo sé, Barodius no parece del tipo que deja una gran herencia a sus familiares. Es más, creo que incluso se atrevería a matar a todos sus posibles herederos para no tener que dejarles nada –. Dijo Linehalt pensativo.

La verdad es que nadie sabía mucho del Príncipe Freidr y sus intenciones, había abandonado Gundalia por casi 10 años y ahora decidía regresar repentinamente. Se sabía que el hombre había sido el encargado de derrotar a Nick Takahashi y a sus Bakugan, pero se negaba a matarlo para neutralizar un peligro seguro para el imperio y lo había herido lo suficiente como para quedar fuera del campo de batalla.

Algo no cuadraba, el príncipe debería tener planes más allá de servir a la causa del emperador.

De pronto, una misteriosa voz detuvo en seco todas las divagaciones que los peleadores pudieran plantear.

–El Príncipe Freidr tiene sus motivos y a ustedes aún no les incumbe descubrir cuales son –. Dijo la voz de una joven repentinamente.

Congelado por lo que su cerebro estaba procesando, Ren se giró con los ojos en blanco por la sorpresa de haber sido descubiertos. Se habían emocionado tanto por reunirse con Jesse y verlo en condiciones favorables, que se habían olvidado de los reclamos por parte de los terrícolas en la parte superior del calabozo, sirviendo como advertencia de la llegada de alguien más a la celda.

Idiotas.

Paralizado en su lugar, Ren se giró lentamente para ver con sus propios ojos como una chica neathiana de cabello azulado y ojos color amatista se precipitaba al interior de estas mazmorras.

La reconocía, la había visto de lejos por los corredores del castillo, pertenecía al séquito del Príncipe Freidr. Claro, por lo que se sabía, el príncipe era el único miembro de la clase alta de Gundalia que trataba a los neathianos como iguales, en lugar de meros esclavos.

–Lady Elena, por favor, perdone nuestra insolencia –. Se disculpó Zenet rápidamente con la neathiana mientras hacía una reverencia.

Inmediatamente, Ren siguió el ejemplo de su compañera peliverde al agachar ligeramente la cabeza en una muestra de respeto hacia la mujer.

Desde su posición, Ren incluso pudo ver como Jesse hacía su mejor intento por imitar la acción, batallando por ponerse de pie son quejarse por sus heridas.

–Señorita Surrow, yo soy una general, no una dama. Si quiere referirse a mí, que sea por mi rango, no por un título que no me interesa –. Aclaró la neathiana con firmeza.

–Discúlpenos, general –. Respondió Ren rápidamente mientras retomaban una posición firme con las manos a la espalda.

Teniendo una vista más clara de la mujer, Ren pudo ver como una pequeña Bakugan saltaba al hombro de la general neathiana para verlos a todos con curiosidad.

–¿Puedo confiar en que ya completaron la misión que tenían aquí? –. Cuestionó la peliazul con una ceja arqueada.

Inseguros, ambos gundalianos asintieron con vergüenza grabada en sus rostros por haber sido descubiertos.

–Sí, señora.

–Muy bien –. Dijo la neathiana mirando al prisionero brevemente –. Cuando termines, entrega esa cosa si no desean un nuevo castigo por insubordinación. Tengo entendido que nadie puede ver a los prisioneros sin autorización, así que es mejor que sigan mi consejo.

Al escuchar esas palabras, la sonrisa de Zenet iluminó ligeramente este oscuro paraje cuando vio con una gran sonrisa llena de esperanza a los ojos de la mujer neathiana.

–Sí, señora. Muchas gracias, general –. Asintió la peliverde con alegría.

Elena no tardó en descartar las palabras de la peleadora como si no fueran nada para dirigir el resto de su atención a Ren y Linehalt.

La general tenía una mirada penetrante, a pesar del suave color de sus ojos, Ren podía sentir el hielo en la mirada de la neathiana, uno que lo hizo encogerse con cierto nerviosismo al desconocer las intenciones de la mujer.

–El Príncipe Freidr desea verte ahora mismo, Ren Krawler –. Declaró la peliazul con firmeza.

–¿Ahora? Perdóneme, general, pero el emperador dijo que también quería verme en diez minutos –. Objetó el peligris con inseguridad.

Al escuchar su respuesta, el rostro de la neathiana se torció en una mueca llena de desagrado antes de replicar nuevamente.

–Lo que el emperador quiera no importa. El príncipe desea verte y será mejor que no lo hagan esperar –. Dijo la general con fuerza en su tono.

–Pero el emperador

–Los caprichos de Barodius contigo no significan nada. Te garantizo que no es tan importante como los asuntos del príncipe, así que vámonos. Los llevaré a su estudio y no quiero oír más excusas –. Concluyó la neathiana antes de emprender el viaje hasta las escaleras de salida.

Sin nada más que decir, Ren y Linehalt asintieron con pesadez antes de seguir a la mujer en dirección a la salida.

Sin embargo, antes de desaparecer en los niveles superiores de la mazmorra, Elena se giró brevemente en dirección a Zenet una vez más, la cual no dudó en adoptar nuevamente una postura sumisa para la subordinada del príncipe.

–Zenet Surrow, en cuanto hayas terminado aquí, búscame para recibir tus nuevas asignaciones del día.

–¿Nuevas asignaciones? Pero Nurzak siempre es el encargado de asignarme mis tareas –. Cuestionó Zenet confundida.

–Pronto dejará de ser así. Búscame cuando hayas terminado y, si alguien te detiene, solo di que ahora te encuentras al servicio del Príncipe Freidr.

Fueron las últimas palabras de la general antes de partir, dejando atrás a una impactada Zenet Surrow, que no podía creer lo que acababa de oír por parte de la guerrera neathiana.

No sabían los motivos por los que el Príncipe Freidr había vuelto a Gundalia, pero estaba claro que el hombre y su séquito habían llegado para quedarse y consolidar su poder.


Castillo Real, Estudio Privado

5 minutos después

A pesar de haber adquirido muchísima popularidad en las últimas horas y ser una importante figura para Gundalia, nadie sabía mucho sobre el misterioso Príncipe Freidr. Por lo poco que Ren había logrado averiguar desde que se enteró que el familiar del emperador entraría en la guerra contra Neathia, se decía mucho que el príncipe era el soldado más fuerte de todo su planeta, que hasta el mismo Barodius temía lo que pudiera hacer en el campo de batalla. Estos rumores se complementaban con el hecho de que el hombre había pasado varios años lejos de Gundalia.

Por supuesto, todo esto debía ser una exageración, no tenía sentido afirmar algo así. Después de todo, si el príncipe fuera tan poderoso como decían los rumores, no solo no habría abandonado el planeta por orden del emperador, sino que directamente podría haber tomado medidas contra él. Si el Príncipe Freidr era tan poderoso como respetado por las clases bajas, que podían darse el lujo de chismear en el refugio del anonimato, ya habría tomado el poder del planeta por sí mismo y no habría nadie que pudiera detenerlo.

Era imposible que el príncipe fuera tan poderoso como los rumores exageraban, pero sí tenía que estar en un nivel semejante al del Emperador Barodius y su gente si había logrado derrotar a Nick y Julie al mismo tiempo.

Nada podría paralizar tanto a Ren como lo había hecho aquella noche en la que el Príncipe Freidr y sus hombres aparecieron por las puertas del castillo con los dos Peleadores Bakugan arrastrados por el suelo, completamente derrotados después de enfrentarse al futuro monarca de Gundalia.

Una parte de Ren siempre había pensado que podría deleitarse con la vista de un humillado Nick Takahashi. Después de lo que le había hecho a Linehalt y Plitheon en la batalla en el IB y sus constantes tratos hostiles durante su tiempo trabajando juntos, debería haber sido divertido ver al poderoso y engreído Peleador Darkus caer a los pies de un gundaliano. Sin embargo, ese no fue el caso, no sabía el porqué, pero ver al maldito humano siendo arrastrado por el suelo con múltiples huesos rotos y un rastro de sangre desprendiéndose de él y pintando el suelo no lo había hecho sentir bien.

Era vergonzoso reconocerlo, pero ver a uno de los Peleadores Bakugan más poderosos en esas condiciones lo había hecho sentir lástima genuina por su enemigo y había generado en él una fuerte ola de temor y admiración hacia el guerrero que lo había hecho posible.

A diferencia de su padre, hermano o lo que fuera, Freidr no necesitaba un aura de imponencia rodeándolo en todo momento para verse superior a sus subordinados. Para todo el mundo, el príncipe se mostraba usualmente con una expresión tranquila y falta de todo de ira semejante a la del emperador, demostrando que no necesitaba de emociones visibles para recordarles a todos quien estaba al mando. En su lugar, el Príncipe Freidr optaba por demostrar su superioridad a través de las acciones, logrando que algo que no pareciera posible a simple vista con una facilidad asombrosa. Si todo lo que se decía de la batalla en la Tierra era medianamente cierto, entonces el príncipe y sus hombres no solo habían derrotado de forma brutal a uno de los Peleadores Bakugan más poderosos, sino que también lo habían sometido con facilidad en combate cuerpo a cuerpo y habían puesto a temblar a todo su planeta con una pequeña demostración de su poder.

Ren dudaba seriamente que el príncipe de Gundalia fuera realmente el peleador más poderoso del imperio, pero tenía claro que era mucho más fuerte que el promedio y que no debía ser subestimado.

Por desgracia, ese conocimiento no hacía más que engrandecer su nerviosismo frente a la imponente figura que le estaba dando la espalda en este momento mientras entraba al estudio privado del príncipe, donde éste aguardaba pacientemente con la compañía de su Bakugan y el otro neathiano que lo seguía.

–Alteza, permítame presentarle formalmente a Ren Krawler –. Comenzó la general neathiana dando un paso al frente.

Del otro lado de la habitación, el hombre que había ordenado su presencia no se giró inmediatamente. En su lugar, permaneció en su silla mientras veía atentamente una de las ventanas ocultas que se camuflaban detrás de la fachada de los muros.

Finalmente, después de unos segundos de incertidumbre en los que el miembro de la realeza pareció perdido brevemente en sus pensamientos, los ojos brillantes del guerrero se giraron brevemente para verlo con atención, destellando ligeramente entre las sombras que cubrían el rostro al que pertenecían.

–Gracias, Elena. Si lo deseas, ya puedes retirarte, esto será todo por hoy –. Ofreció el príncipe girando su silla.

–Si no le importa, Alteza, creo que Yamui y yo preferiríamos quedarnos en caso de cualquier cosa –. Objetó la neathiana con una reverencia.

–¿Estás de acuerdo con eso, Yamui? –. Cuestionó el compañero del príncipe en su escritorio.

–Así es, señor. Nunca se sabe lo que pueda pasar –. Asintió la Bakugan Aquos en el hombro de su compañera.

–Muy bien.

Tomándose un momento para abrir uno de los cajones del escritorio, Freidr miró con especial atención una serie de papeles que emergieron del interior de la dura mesa que los separaba como una barrera antes de hablar nuevamente.

–"Renvalr Vormund Krawler" –. Recitó el príncipe en voz alta antes de mirarlo una vez más –. Ese es tu nombre completo, ¿cierto?

Hacía mucho tiempo que no escuchaba a alguien pronunciar su antiguo nombre, siempre lo había rechazado con ahínco después de terminar su niñez para adoptar un apodo y el apellido de su difunta madre como el nombre que usaría para mostrarse al resto del mundo.

–Lo es, Alteza, pero puede llamarme Ren si así lo desea –. Ofreció Ren hallando su voz más respetuosa.

–Eso sería un insulto para una de las nobles casas más antiguas de nuestro planeta. Los protectores del Abismo de Hemm Racân –. Respondió el príncipe con una ceja arqueada.

"Noble", sin duda era un adjetivo interesante para referirse a su familia. Ren jamás lo había percibido de ese modo, había odiado todo lo que sí apellido conllevaba desde que era pequeño y, sinceramente, lo que menos quería era que el paria de la realeza se lo recordara.

–No sé si ese el término correcto para describir a mi familia –. Comentó el peligris bajando ligeramente la cabeza.

–¿Por qué no? Los Vormund han realizado una labor noble a nuestro mundo al servir como guardianes de uno de los últimos Dâr Racân que existen y que, además, está sentado en tu hombro en este momento –. Objetó el príncipe mirando a Linehalt.

Esa afirmación hizo que Ren elevara su mirada con asombro, no solo por las palabras usadas por el príncipe, sino por el término que había elegido utilizar para referirse a su compañero.

"Dâr Racân", palabras conocidas únicamente por nobles y los eruditos e historiadores interesados en las antiguas lenguas de Gundalia, palabras que solo una determinada cantidad de familias en todo el planeta conocían y usaban para referirse a una clase muy especial de Bakugan.

Mirando brevemente a su compañero, Ren pudo ver como Linehalt parecía compartir su estupor al entender el significado detrás de las palabras del príncipe.

–¿Qué pasa? Lucen sorprendidos –. Dijo el hombre sarcásticamente al ver sus rostros impactados.

–Discúlpenos, Alteza, pero ¿cómo sabe acerca de mi raza? No somos un tema de estudio muy común actualmente –. Preguntó Linehalt con todo el respeto que se pudo asomar en su voz.

–Digamos que aproveché bien mi tiempo lejos de Gundalia –. Respondió el príncipe con sencillez.

–Más bien, ustedes dígannos cuanto saben acerca de los Bakugan Oscuros –. Indicó el Baltasar Haos sin separarse de su peleador.

Bakugan Oscuros, hacía tiempo que no oían el término en boca de alguien más que no fuera ellos mismos. Normalmente, Ren no se atrevía a pronunciar sus pocos conocimientos acerca del tema en voz alta, pues se acostumbrado a que cualquier palabra, sin importar lo insignificante que pudiera parecer, podría ser usada en su contra.

–Joven Krawler, no tiene porqué sentirse nervioso en este momento. Les podemos asegurar que nada de lo que se discuta aquí llegará a los oídos de Barodius o sus seguidores –. Intentó tranquilizar Yamui Aquos a los peleadores.

–Perdónennos, pero no tenemos garantía alguna de que eso sea cierto. A riesgo de sonar irrespetuoso, Alteza, creo que prefiero mantener mi silencio –. Dijo el peligris con pesar.

–¿Se atreven a desobedecer una orden directa? –. Cuestionó el neathiano más grande con incredulidad.

–Está bien, Dairus, es normal que estén nerviosos. Después de todo, Barodius ha convertido este sitio en un nido de víboras –. Calmó el príncipe a su soldado –. Estoy seguro de que hasta los conserjes venderían a su madre si con eso se ganan el favor de Barodius.

Esa naturalidad con la que hablaba, la facilidad que tenía para escupir en la autoridad del emperador resultaba un poco aterradora. Sirviendo bajo el mando de Barodius, Ren se había acostumbrado a nunca mostrar su insatisfacción por su estilo de vida como sirviente del imperio, viviendo con temor a que algún oportunista intentara arrebatarle su cuestionable lugar de privilegio bajo el ala de Barodius. Sin embargo, aquí estaba el Príncipe Freidr, burlándose de la autoridad del emperador y compartiendo su desagrado en voz alta por la forma en la que su pariente manejaba el castillo.

El príncipe tenía que ser un suicida o, tal vez, solo tal vez, en verdad tenía con que combatir las posibles consecuencias que sus palabras podrían acarrear.

–Bueno, si ustedes no van a hablar, lo haremos nosotros –. Declaró el príncipe abriendo lo que parecía ser un pequeño cuaderno en sus manos –. Díganme, ¿cuánto saben de Vladitor Darkus?

–No mucho realmente, yo era pequeño cuando lo dieron por muerto –. Comenzó Linehalt honestamente –. Sé que era un importante líder militar, dirigió ejércitos en distintas batallas y eso le valió el apodo del "Señor de los Bakugan".

–No te equivocas, Linehalt, pero la historia va mucho más allá de eso. Vladitor era peligroso, pero no solo por su mente, sino también por su poder –. Dijo Baltasar por su compañero –. Algunos solían pensar que sus capacidades en batalla iban mucho más allá que las de un Bakugan gundaliano promedio.

–¿Quiere decir que Vladitor es como yo? –. Cuestionó Linehalt confundido.

–Ya deberían saber que no se puede prosperar en Gundalia sin la perfecta combinación de poder y estrategia –. Comentó el príncipe con una pequeña sonrisa burlona.

–¿Eso es un sí? ¿Creen que Vladitor es igual a Linehalt? –. Preguntó Ren cansado de tanto misterio.

Tanto el peleador como el Bakugan se tomaron un momento para mirarse mutuamente antes de responder con seguridad y firmeza en sus palabras.

–Más o menos –. Asintió Baltasar antes de saltar al hombro de su compañero.

–¿Sabes porque a los Bakugan Oscuros se les fue asignada una familia noble que les serviría como guardianes? –. Preguntó el príncipe con intriga.

–Fueron condenados por la familia del emperador por ser considerados un peligro. Se supone que teníamos que mantener la paz para que nunca salieran de los niveles subterráneos del planeta –. Respondió Ren sin entender el punto del príncipe.

–Tenemos motivos para creer que las condiciones adversas a las que los Bakugan Oscuros fueron sometidos bajo tierra les permitió obtener un poder mayor al que habrían logrado de haber seguido su vida en la superficie –. Explicó el príncipe antes de tomar un respiro –. Creemos que la necesidad que los llevó a enfrentarse entre ellos les dio la clave para aumentar su poder base.

–Entonces, simplificando todo esto, ¿están diciendo que Vladitor es gundaliano? –. Cuestionó Ren ansioso por llegar a una conclusión.

–Ojalá fuera tan simple. No, Vladitor no es de Gundalia, porque el maldito ya estaba en este planeta mucho antes de que tu especie evolucionara y le pusiera ese ridículo nombre –. Concluyó Baltasar por los peleadores.

No podía ser, no debía ser posible. Si todo lo que el príncipe y su compañero decían era cierto, entonces el Leónidas Darkus era el heredero de todo lo que alguna vez perteneció a Vladitor. Esta información podría conducir a una rebelión, podría significar el fin de todo lo que el emperador trataba de construir, dando a posibles insurgentes una causa por la cual luchar.

Si en verdad Vladitor solía regir este mundo, entonces el reinado de la corona estaba bajo amenaza. Cada segundo que Nick Takahashi y su compañero siguieran vivos, eran una amenaza para todo lo que se estaba construyendo.

–¿Cómo es que saben tanto de esto? Todo lo que nos dicen sucedió hace eones, yo ni siquiera puedo recordar algo así con tanta precisión –. Preguntó Linehalt asombrado.

–Es normal que no lo recuerdes, eras un niño entonces. Ni siquiera los Bakugan tienen tan buena memoria a esa edad –. Consoló Baltasar al Bakugan Darkus.

–¿Y usted? ¿Cómo recuerda tanto de esos tiempos, Lord Baltasar? –. Cuestionó el guerrero oscuro con confusión.

–Al igual que Dharak, yo también viví en las épocas de Vladitor –. Respondió el Bakugan Haos con sencillez antes de continuar –. Y, al igual que tú, nosotros también fuimos enviados bajo tierra cuando se reveló nuestra naturaleza a la familia de Barodius.

Esas palabras, esas malditas palabras, no podía ser. No, no tenía sentido, se le había dicho desde pequeño que Linehalt era el último de los Bakugan Oscuros, que no quedaban más, que una vez que su compañero falleciera, todo el linaje de su raza se iría con él.

Si todo lo que Baltasar y el príncipe estaban diciendo era verdad, entonces solo podía significar que aquello que su abuelo le había dicho desde pequeño era mentira.

–Descubrirán, niños, que nuestra raza aún persevera. Qué los Bakugan Oscuros no somos tan fáciles de extinguir.

Entonces, ese tenía que ser el motivo de su gran poder, esa tenía que ser la razón detrás de toda la gran fuerza que el príncipe y sus compañeros habían logrado obtener. De algún modo, se habían convertido en los peleadores de los que debían ser los últimos Bakugan Oscuros de todo el planeta, la clase más poderosa y marginada de todo el mundo desde hacía eones.

–¿Por qué nos están diciendo todo esto? –. Preguntó Ren confundido.

–Seremos honestos con ustedes, muchachos –. Comenzó Baltasar con un suspiro –. Se acerca una guerra, una mucho peor que la que Barodius comenzó por su ambición y que exigirá a nuestros mejores guerreros para librarla. Necesitamos que estén listos, que aprendan a controlar el poder de Linehalt y queremos asegurarnos de hacerlo posible. Si nos lo permiten, nos gustaría entrenarlos.

–Por supuesto, no esperamos que acepten solo porque se los pedimos, así que lo haremos más fácil para ustedes. Si aceptan nuestra oferta, les ofreceremos protección de todo aquel que desee hacerles daño, incluyendo a Barodius, a los neathianos y a los Peleadores Bakugan. Además, también protegeremos a los miembros que aque sigan vivos de tu equipo, las mascotas del emperador no les volverán a poner una mano encima mientras estén bajo nuestras órdenes –. Ofreció el príncipe antes de regresar a su escritorio.

Era mucho por procesar y viendo las conductas que parecía manejar el príncipe, estaba claro que esto no sería bien visto por el emperador o sus allegados. Aunque no sabía nada de Freidr, conocía lo suficiente las costumbres de Barodius como para saber que no se tomaría nada bien que su pariente anulara su autoridad y le robara a sus agentes. Si en verdad no podía hacerle nada al príncipe, seguro intentaría desquitarse con sus allegados más débiles. Y si estos sujetos contaban con el apoyo de Bakugan Oscuros, Ren y los demás serían el objeto perfecto para desahogar seguras frustraciones.

–¿Y si no aceptamos, Alteza? No se ofenda, pero puede ser peligroso provocar al emperador al elegirlo a usted por sobre él –. Preguntó Ren escondiendo su nerviosismo.

Al escuchar sus palabras, la mirada de Freidr se ensombreció de forma notable, reemplazando la calidez y la amabilidad que lo habían acompañado durante todo su discurso para mostrar una clara ira casi incontenible que lo llevó a mirar a Ren con el hielo más frío que su carácter tranquilo pudo convocar.

Esa mirada, irónicamente, era muy similar a las expresiones de Barodius cuando estaba enojado: la mandíbula tensa, los labios cerrados en una línea recta, ojos penetrantes y el ceño fruncido.

Instintivamente, Ren se alejó con un poco de temor estrujando su corazón palpitante y atormentado.

–Alteza… –. Comenzó Ren retrocediendo con temor.

–Si no aceptan, nos aseguraremos personalmente de que regresen al agujero del que los sacaron –. Prometió el príncipe con dureza.

Sombras, el gran objeto de sus pesadillas abordó sus memorias nuevamente. Temor, aquella emoción que había atravesado su mente desde que era pequeño y que lo castigaba cada noche en la que agradecía estar lejos de la madriguera que se había convertido en su hábitat durante años.

Linehalt trató de calmarlo, de desviar su atención de los fuertes y veloces latidos que golpeaban su pecho, pero sus intentos fueron inútiles frente al recuerdo de una inclemente pesadilla que amenazaba con volverse realidad nuevamente.

En la penumbra de su indecisión y sus temores nacientes una vez más, solo una respuesta quedó marcada al rojo vivo en la mente y el corazón heridos de un peleador roto, con el espectro del temor acosándolo incluso después de mucho tiempo huyendo de él y un trauma falto de piedad.

–Como ordene… Alteza…

Complacido con su respuesta, Freidr se dio la vuelta para recoger una vez más el grueso cuaderno que había estado sosteniendo en los últimos minutos antes de retomar su posición nuevamente frente a Ren.

–Que buen chico. Ahora escucha, uno de mis hombres acompañará a las mascotas de Barodius en su próximo ataque a Neathia. Parece que los Peleadores Bakugan finalmente se han unido a las filas de su ejército y quiero darle a uno de ellos la bienvenida que se merece –. Dijo el príncipe antes de extender el pequeño cuaderno –. Tú aprovecharás la falta de personal y llevarás esto al ala médica, entrégaselo personalmente a la enfermera de Nick Takahashi y ella se encargará de todo lo demás.

–Sí, señor –. Asintió Ren con pesar.

–Muy bien –. Dijo el hombre complacido antes de dirigirse a la general neathiana a su lado –. Elena, ¿tienes algún mensaje para mí?

–Sí, Alteza. El Emperador Barodius desea que usted también participe en el ataque a Neathia, parece que no está complacido solo con la participación de Lud contra las fuerzas de los Caballeros del Castillo –. Anunció la general con respeto a su príncipe.

–¿Eso quiere? –. Se burló Freidr con sorna antes de dirigirse al neathiano más grande –. Dairus, ¿crees que puedas hacerme un favor?

–Sin problema, Alteza.

–Ve a la sala del trono y déjale en claro a Barodius que no soy su perro y no puede llamarme cuando desee.

Se dijeron más cosas antes de que el neathiano abandonara el estudio y Ren lo siguiera en un sepulcral silencio, uno que solo podía verse acompañado por el paso de los recuerdos infantiles que lo habían atormentado hacía mucho tiempo.


Gundalia, Abismo de Hemm Racân

Hace 7 años

Violencia, muerte y sangre.

Solo tres palabras podrían describir las imágenes que se reproducían frente a él. La forma de un gran demonio de escamas y armadura negras se mostraba a gran velocidad frente a sus ojos, el terror de la muerte y el deseo de sobrevivir era lo único que Ren podía presenciar detrás de la carnicería que invadía su visión a través de la pantalla que tenía delante.

No había otra forma de describir los vídeos que se reproducían frente a él, la titánica batalla que se libraba en las cintas de vídeo que atestiguaban sus ojos desde la escasa seguridad que le ofrecía esta casa de vigilancia.

Aunque el metal los rodeaba, aunque la dureza de fuertes capas de blindaje los protegía, Ren no podía evitar sentir que, en algún momento, la criatura que protagonizaba estos vídeos saldría de las fauces de su prisión y haría estremecer este pobre medio de protección como si no fuera más que papel en sus manos.

Había muchas cosas que un niño nunca debería ver y esta era una de ellas, la visión de una vida siendo arrebatada en un arrebato de ira pintada con desesperación y el deseo de vivir un día más, de ganarse el pan del día.

Linehalt Darkus era su nombre, el nombre del guerrero que masacraba de forma brutal a las hostiles formas de vida que lo veían como la codiciada cena de esta noche. Y, como no podía ser de otro modo, la respuesta del demonio alado se transmitía a través del mortal corte de dos sables de energía Darkus en sus manos, penetrando la piel y las escamas de aquellos que no serían más que un recuerdo al finalizar el día.

Ren no culpaba al Bakugan por querer sobrevivir, pero no por eso quería quedarse sentado a presenciar como masacraba de forma brutal a sus enemigos. Esa rabia, esa desesperación, esa violencia reflejaba todo lo que Linehalt debía estar sintiendo en su cautiverio.

Instintivamente, sus pequeñas piernas trataron de retroceder, de apartarlo de la sanguinaria muestra de habilidades de combate que tenía delante, pero su diminuto cuerpo no pudo avanzar mucho más después del segundo paso.

Una fuerte y desgastada mano se elevó por encima de su cabeza para sujetar el cuello de su camisa, impidiendo su retroceso hasta la salida más cercana.

–No irás a ningún lado, Ren –. Dijo la voz de un hombre por encima de él.

Apenado, el pequeño niño trató de quedarse quieto una vez más bajo el fuerte agarre del hombre para no molestarlo. No obstante, sus instintos de supervivencia no le permitieron mantener su quietud mucho tiempo. Sin darse cuenta, sus pequeñas piernas aún se movían en un intento de escapar.

–¿Acaso le tienes miedo? –. Cuestionó la voz con incredulidad.

Quiso negar tal pregunta, quiso afirmar valor y dejar en claro que aquel infame pensamiento que estaba recorriendo con fuerza la mente del hombre no podría ser más errado. Trató de mostrar su rostro más valeroso, de fruncir su pequeño ceño, de tensar su delicada mandíbula, de fortalecer sus tersas mejillas grisáceas.

Pero no pudo, su expresión lo traicionó y en sus ojos se reflejó el miedo que lo invadía. Sus ojos, faltos de coraje, solo pudieron mostrar con pena las vergonzosas lágrimas que querían pintar sus mejillas, exponiendo sus felinos ojos como lo que eran realmente: los orbes de un niño asustado.

Sabía que no debería mostrar una debilidad como esta, que debería ser fuerte y decidido, pues suyo era el legado de una casa en la penosa necesidad de un heredero fuerte, uno capaz de cargar su ancestral legado; pero le fue imposible lograrlo. A sus tiernos 10 años, Ren Vormund Krawler no podía hacerse a la idea de ser aquel que su nombre requería.

–Ay, niño –. Suspiró el anciano llevándose una mano al rostro.

–Lo siento, abuelo –. Se disculpó Ren avergonzado.

¿Por qué él? ¿Por qué de tantas personas en este planeta, había tenido que ser él el encargado de cargar con el legado de su familia?

El hombre por encima de él suspiró una vez más con clara decepción antes de agacharse lo suficiente como para ponerse al nivel del niño que tenía delante y posar sus arrugadas manos en los pequeños hombros de su nieto.

–Escucha, hijo, está bien tener miedo. Pero necesito que entiendas la importancia de esto –. Trató de consolar el hombre al pequeño.

Eso era justo lo que no quería hacer, pero sí comprendía el temor de su abuelo a cederle esta tarea a una edad tan temprana. Después de todo, las cosas no habían sido fáciles desde la muerte de su padre y el abuelo necesitaba que su único heredero restante madurara antes de tiempo para poder hacerse cargo del peso que su nombre traía y las responsabilidades que venían con él.

No era justo, no podía serlo. A tan temprana edad, Ren solo quería sentir lo que era una infancia normal, sin preocuparse por las expectativas y tareas que recaerían sobre él.

¿Por qué su abuelo insistía en mostrarle esto tan pronto? ¿Por qué no podía esperar un poco más? ¿Por qué no podía dejarlo elegir lo que quería?

–Ren, nuestra familia ha custodiado al último de los Bakugan Oscuros desde hace muchas generaciones y es necesario que estés listo para cuando la tarea sea tuya –. Recordó el abuelo por millonésima vez.

No sabía cuántas veces había recibido el mismo discurso a lo largo de su corta vida, cuántas veces había escuchado la historia de su familia antes de dormir o cuántas veces había sentido el peso de su nombre en su espalda solo con escuchar a su abuelo hablar sobre su padre y sus antepasados.

No quería oírlo, no quería oírlo otra vez, solo quería salir de aquí y fingir que aún tenía todo el tiempo del mundo para crecer, para evitar al demonio que aguardaba en las profundidades del abismo al que querían meterlo.

–No quiero, abuelo, no quiero. Solo déjame ir a casa, por favor –. Pidió Ren tratando de contener las lágrimas.

Aunque no lo tenía delante, podía imaginar con precisión esos amarillentos devolviéndole la mirada, esos cuernos bañados en sangre de bestias alzándose con imponencia por encima débiles rayos de luz.

La forma de aquel demonio de gran tamaño retumbando la tierra con sus poderosas pisadas.

Solo pensarlo, solo imaginarlo, provocaba que sus piernas temblaran llenas de temor.

–No puedes volver, Ren, no todavía. Necesito que aprendas esto, yo no voy a estar siempre para guiarte y necesito que aprendas todo esto ahora –. Dijo el anciano con más fuerza en su tono.

–¡No quiero! ¡No voy a cuidar a ese demonio y no puede obligarme! –. Respondió Ren dejando salir las emociones en su voz.

Temor, ira e indignación eran algunos de los sentimientos que afloraron en su tono, delatando todo aquello que su abuelo no querría escuchar de ninguno de sus descendientes.

De pronto, las facciones del hombre mayor se torcieron visiblemente con desagrado, dejando ver la frustración generada por su nieto con su reacción infantil. Los ojos llenos de ojeras del anciano se ensombrecieron, quedándose escondidos debajo de una poderosa sombra que ni siquiera la tenue luz de las pantallas logró iluminar, sus labios partidos y secos se vieron estáticos y rodeados por la gruesa barba blanca que se complementaba con la larga cabellera canosa del hombre mientras se reincorporaba nuevamente; dejando ver su abrumador tamaño real.

Para Ren, no existía un hombre más grande que su abuelo. La parte más alta de su pequeño cuerpo apenas podía llegar al nivel de sus muslos, quedando sumamente pequeño frente a la silueta alta y robusta del hombre, que lucía unas túnicas desgastadas y antiguas con el honor de un guerrero que había logrado encarar al demonio de las profundidades y cumplir su papel con éxito.

No se mentiría, Ren admiraba profundamente a su abuelo por su éxito en su ancestral tarea, pero no podía sentirse capaz de replicar tal hazaña. No podía, simplemente, no era tan fuerte como debería.

Se sentía débil, se sentía lento, se sentía indigno de todo lo que se esperaba de él. Su padre había sido digno, había sido fuerte y de una voluntad de acero, pero eso no había bastado y había muerto mucho antes de poder tomar su responsabilidad como el siguiente en la lista de los Vormund.

Ren no era como su padre, Ren no era como su abuelo, Ren no era como los miles de ancestros que lo habían precedido, Ren no era digno del apellido que se le había heredado. Después de incontables noches de reflexión acerca de su miedo a la tarea que le sería asignada, había llegado a la conclusión de que el apellido de su difunta madre le quedaba mucho mejor.

Ren Krawler era el nombre que la gente común usaba para referirse a él si, por alguna milagrosa razón, no lograban identificarlo.

–Esto es serio, hijo. Necesito saber que cuento contigo para tomar mi lugar –. Reprochó el hombre con toda la suavidad que le fue posible.

–No puedo, abuelo. No quiero hacerlo –. Respondió Ren dando vía libre a su llanto.

Trató de apelar al lado compasivo de su abuelo, trató de acercarse a él para abrazar sus piernas tan fuertes como sus pequeños brazos le permitieran, llorar tan fuerte como pudiera en un desesperado intento de compadecerlo.

Pero su abuelo no era así y debió tenerlo presente desde el inicio.

–Lo siento, pequeño.

No era más que una pobre disculpa pronunciada con pena, un llamado a un perdón no recibido y una entrega de un amor incondicional a cambio de una adecuada preparación para un deber injustamente asignado. Sin embargo, a pesar de ya poder imaginar esa cruda verdad, Ren se permitió sentir un poco de ilusión cuando las grandes manos de su abuelo lo rodearon una última vez, cubriéndolo con su calor y bañándolo con amor antes de que una poderosa ventisca apagara la pequeña llama de esperanza en el corazón del pequeño.

Bastó con un fuerte tirón por parte del hombre para alejar al pequeño de su cuerpo, sosteniéndolo como si no fuera más que una pluma mientras avanzaban hacia un rumbo temido.

Ren lo conocía, lo conocía muy bien, era el mismo sendero que su abuelo tomaba cada vez que se aventuraba al interior del abismo que su familia cuidaba, el camino hacia la bestia que moraba en sus pesadillas.

–¡No, por favor, abuelo! ¡No lo hagas, te lo suplico! ¡Por favor, no quiero ir! ¡Déjame quedarme contigo!

Súplica tras súplica, un llanto desesperado y lleno de temor vino con fuerza desde el interior honesto de un niño asustado. Ya no le importaba si todo el planeta lo oía, le daba igual lo que la gente pudiera pensar de él por tener miedo.

Solo… no quería ir…

Estaba asustado.

Trató de liberarse, trató de golpear los hombros y los brazos del anciano al que tanto había amado, trató de pedir ayuda, pero no hubo rescate alguno mientras seguían su camino a la puerta que los llevaría a los túneles que conectan con la entrada a los niveles inferiores del Abismo Hemm Racân, la morada de aquel demonio.

Pesar, furia y llanto, eran la daga que apuñaló su pequeño corazón cuando su propio abuelo lo dejó en la puerta a su infierno personal, cuando no hubo nada más que una helada falta de afecto hacia el pequeño que quedaba olvidado detrás de una dura puerta de frío acero.

Pesar por la traición que había sufrido a tan corta edad, pesar por la familia que creyó haber tenido y que acababa de darle la espalda. Furia por la injusta tarea que se le había dado únicamente por su maldito apellido paterno, furia por ser la víctima de la espada de Damocles que caía sobre él.

Y llanto, por el peligro y el miedo que estaba experimentando entre las sombras de este abismo. Llanto, por haber sido arrojado a este maldito agujero que tanto odiaba. Llanto, por tener que verse obligado a enfrentar a este demonio por su cuenta, siendo tanto solo un niño por el maldito capricho de su abuelo.


¿Es mucho por procesar? Les debía unas cuantas respuestas (más de las que ya están en espera, y pronto les deberé todavía más). Así que les doy un momento para digerir todo…

¿Ya está? Muy bien Xd

Ya volviendo a la seriedad (ja, sobre todo yo xd), me tardé bastante en darle un capítulo propio a Ren. Quería hacerlo antes, pero decidí que fuera este específicamente, ya que no hay nadie mejor que él para poner a los Bakugan Oscuros en la mesa. Debo decir que todo ese concepto de Bakugan especiales con un potencial mucho mayor al promedio me gustó y me dispongo a exprimirle todo el jugo que pueda. Sin embargo, no quiero que sobreexplotar a los Darkus, así que, en este universo, veremos otros tipos de Bakugan Oscuros y sus capacidades.

El siguiente capítulo será en Neathia, ya va siendo hora de adentrarnos en el mundo paradisíaco de la Princesa Fabia, por lo que tengo planeado que el siguiente capítulo sea una batalla en la que se pongan a prueba las capacidades de un personaje especial y se introduzca otro aún más especial ;)

Sin más que decir, nos vemos en el próximo capítulo.