CAPÍTULO 19:

VIENTO OSCURO

Neathia, Ciudad Capital

Afueras de la Capital Neathiana

Dos fugaces estelas pintaron los suelos del campo de batalla, ambas moviéndose con una velocidad que las hacía casi indistinguibles y presumiendo de un sencillo conjunto de dos colores oscurecidos mientras chocaban entre sí.

Golpe a golpe, el suelo se agitó ligeramente al sentir la fuerza de cada ataque impactar con otro, puños y patadas se asomaban en cuestión de rápidos parpadeos ante los ojos de este público asombrado, chocando mutuamente antes de separarse para volver a arremeter con violencia, agitando el viento que rodeaba el campo de batalla y creando fisuras en el suelo; resultado de las ondas expansivas que provocaban los ataques de los colosales guerreros en su encuentro.

Cómo peleador, Shun siempre había preferido a los Bakugan capaces de adaptarse a su estilo de lucha ágil, rápido y certero. Cómo tal, sus ojos ya se habían acostumbrado a seguir el paso de sus compañeros en batalla, y más cuando enfrentaban a otro Bakugan con habilidades similares. Sin embargo, incluso para sus ojos ya adaptados a confrontaciones de este tipo, seguir el ritmo de Ingram y Elfar se estaba volviendo difícil.

En rápidos destellos, ambos Bakugan intercambiaban golpes brevemente antes de separarse, volando en direcciones opuestas antes de corregir su rumbo y volver a colisionar.

Le sería imposible decir a ciencia cierta que clase de energía había puesto Elfar en su compañero, pero lo había fortalecido con sus acciones. Antes, Ingram apenas le podía seguir el ritmo a Elfar con la ayuda de Aranaut y los demás. Ahora, luchando por su cuenta, su compañero parecía mucho más capaz de ponerse a la altura del enemigo, combatirlo mano a mano. Era extraño, como si estuviera desatado.

–¡Muéstranos que puedes hacer ahora, Ingram! –. Exclamó el dragón de múltiples brazos mientras se dirigía a su enemigo.

El ninja no respondió, no pronunció ninguna palabra mientras imitaba la acción de su oponente. En su lugar, solo se limitó a soltar un breve gruñido antes de agitar sus alas con fuerza para arremeter nuevamente.

Con una gran fuerza, ambos guerreros chocaron sus antebrazos protegidos, colisionando en un feroz encuentro que se vio rápidamente seguido por un forcejeo en busca del dominio.

Por supuesto, Elfar mostraría su ventaja en esta confrontación, ganando terreno gracias a su fuerza y complexión superior. Poco a poco, la gran figura del dragón gundaliano comenzó a opacar la de Ingram, dejando al Bakugan cada vez más pequeño frente a su enemigo.

En respuesta, un fuerte grito de batalla emergió del interior de Ingram, atravesando con fuerza el acero de su máscara y volviéndose audible para el público que los observaba.

Su determinación era dura, tan fuerte como el metal que blandía contra el gran invasor, pero ni siquiera así Ingram podría imponerse frente a este monstruo, no por su cuenta.

Sin notar el momento en que ocurrió, una de las cartas poder del maestro ninja comenzó a emitir una intensa aura de energía oscura, llamando la atención de Shun, que veía con confusión el objeto. Después de todo, las cartas de su compañero siempre habían mostrado un bello color claro con celeste en su centro. Pero esta era diferente, no había rastro de gracia en esta carta, no había calidez ni familiaridad, solo una intensa flama oscura emergiendo del interior del objeto.

–¡Shun, usa los poderes! ¡Aún podemos ganar! –. Llamó Ingram desde la distancia.

No sabía que tipo de habilidades eran éstas, no sabía que clase de poder podrían invocar, pero Shun confiaba en su compañero. No sabía lo que estaba sucediendo con Ingram, pero tenía que confiar en sus palabras y esperar que estas nuevas habilidades fueran suficientes para vencer.

No tenían nada más.

–Poder activado: ¡Baile de Sombras! –. Activó Shun esperando lo mejor.

Repentinamente, Ingram desapareció una nube de energía oscura, dejando únicamente los restos de su nueva maldición y provocando que Elfar perdiera el equilibrio y se inclinara con torpeza hacia delante.

–¿Dónde está? –. Se cuestionó el Bakugan alado con confusión.

Una pequeña estela de energía negra y verde a espaldas de Elfar fue toda la respuesta que Shun necesitó para entender lo que su compañero trataba de hacer: desplazarse con agilidad por el campo aéreo de combate, en busca del punto ciego del enemigo.

–¡Detrás de ti! –. Llamó Lud a su compañero con fuerza.

Demasiado tarde, ni siquiera la advertencia ágil del gundaliano fue suficiente para que el Bakugan pudiera prepararse para el duro golpe de las rodillas que se clavaron en su estómago, hundiendo su carne por la fuerza del golpe y solo permitiéndole ver a los ojos inexpresivos del Maestro Ingram Ventus.

Elfar trató de alcanzar a su oponente, pero fue inútil cuando éste desapareció una vez más ante los ojos sorprendidos del invasor, que solo pudo mostrarse asombrado y adolorido cuando sintió dos manos impactar en la parte posterior de su cabeza.

Instintivamente, Elfar agitó sus alas para tratar de golpear a su enemigo con ellas, pero no pudo acertarle a nada más que el aire y un rastro de energía residual a sus espaldas cuando pudo darse la vuelta.

–¡No dejes de atacar, Ingram! –. Ordenó Shun a su compañero.

Siguiendo la instrucción de su peleador, el Bakugan vestroiano reapareció en el mismo lugar en el que se encontraba apenas unos segundos antes con una serie de puños y cortes propinados por sus nuevas cuchillas de energía con la velocidad de un rayo.

Una brutal andanada de golpes y cortes cayó sobre el enemigo sin piedad, que solo podía ver con sorpresa como el Bakugan que había maldecido azotaba su cuerpo sin misericordia, liberando pequeños ríos de sangre gracias al poder de sus nuevas armas y sus capacidades mejoradas.

Uno a uno, múltiples rugidos de dolor bañaron el campo de batalla, viéndose obstaculizados únicamente por los vítores de los soldados neathianos, que veían a uno de sus líderes finalmente hacer daño al demonio que los había estado atormentado recientemente.

En un último intento por alcanzar a su enemigo, Elfar trató de estirar los brazos para sujetar a Ingram, pero el maestro se movió mucho más rápido, desapareciendo en una ennegrecida bruma antes de quedar a espaldas del invasor y conectar una fuerte patada en el punto medio entre sus alas.

Elfar liberó un nuevo rugido de dolor justo antes de sentir como las enormes hojas sombra del Peleador se enterraban profundamente en su carne y le daban a su enemigo el agarre que necesitaba para empujar con fuerza hacia el suelo.

Peleadores: 7500.

Dos grandes siluetas, cubiertas por el intenso rayo de luz en pleno día, se precipitaron a gran velocidad hacia el nuevo del suelo nuevamente.

Ante ojos anonadados, Ingram empujaba a Elfar de regreso al piso, con sus armas clavadas firmemente en la carne del enemigo mientras usaba una de sus piernas para patear con furia la espalda del enemigo.

–¡Hazlo ahora, Shun! ¡Acabémoslo ahora! –. Exigió Ingram con fuerza.

En los dedos temblorosos del ojimiel, una nueva carta envuelta en energía oscura se mostró con orgullo ante sus ojos impactados.

Sin más remedio con tal de garantizar la victoria frente a este monstruo, Shun levantó la nueva carta ante los ojos expectantes del público que los miraba con asombro.

–Poder activado: ¡Garra Verde!

Peleadores: 8500.

Soltando sus hojas con toda la agresividad que le fue posible del cuerpo de su enemigo, Ingram dio una última patada a su oponente para obligarlo a bajar más rápido al mismo tiempo que éste emprendía el vuelo con el azote de sus alas, quedando suspendido a metros por encima de su objetivo a la vez que juntaba sus manos en posición de garra mirando hacia el suelo; al mismo sitio al que se dirigía su contrincante.

Con un poderoso grito de guerra, un rayo de energía esmeralda con tintes ennegrecidos salió disparado de las manos del Peleador Bakugan, pintando las doradas tierras de Neathia con la luz de su ataque y bañando el campo en fuertes tonos de verde que se precipitaron hacia al suelo con la fuerza de un relámpago furioso, un relámpago que cayó sobre la espalda de Elfar; empujándolo de regreso a la tierra con el peso de un ataque de proporciones bíblicas en sus espaldas. Tal era la fuerza del golpe, que quemó la piel protegida del enemigo, obligando a los grandes apéndices en su espalda a arder con una intensidad digna del infierno mismo.

Lo último que escucharon del Bakugan enemigo antes de que impactara con el suelo fue el sonido de sus gritos y rugidos, perdiéndose en el estremecimiento de la tierra abriéndose en un cráter ardiente, provocando que un pequeño rastro de llamas se formara alrededor del enorme agujero marcado en la tierra. Todo esto bajo los ojos de un Ingram Ventus, que veía la destrucción desde las alturas inexpresivo.

Esto estaba mal, Ingram nunca había tenido problemas en dejar ver un poco de su ira al mundo, era un guerrero que escondía un lado emocional y empático frente a las adversidades, pero que siempre estaba ahí. Shun siempre había tenido claro que Ingram era un Bakugan capaz de dejar sus emociones en el campo a la hora de luchar, pero esto era demasiado. Ingram no buscaba justicia con este estilo de pelea, ni siquiera parecía buscar un objetivo en concreto, solo estaba peleando, haciendo todo lo posible por destruir al enemigo que tenía delante.

Era como si toda la crueldad de Elfar se hubiera pasado a Ingram, como si su deseo de combate se hubiera apoderado del Bakugan vestroiano, cuyos ojos no veían a un oponente, sino a una víctima.

–Shun, ¿qué le está pasando a Ingram? ¿Ya se había comportado así antes? –. Preguntó Fabia tragando saliva con nerviosismo.

–No, nunca lo había visto así –. Admitió Shun con las manos empuñadas.

–Sea lo que sea, estos sujetos le hicieron algo. No creo que solo hayan alterado su estilo de pelea. –. Comentó Aranaut levantándose nuevamente.

–¿Qué quieres decir? –. Preguntó Fabia a su compañero.

–No lo sé, pero temo que sea irreversible –. Respondió el caballero con pesar.

En el ojo del campo de batalla, fuertes carcajadas sonaron perdidas dentro del humo, dejando ver dos intensas luces carmesí emitiendo un fuerte brillo en medio de la oscuridad al mismo tiempo que un atronador rugido agitó el viento, disipándolo en un parpadeo para dejar ver a un emocionado Elfar Ventus.

Asustados, los neathianos retrocedieron al ver al demonio levantarse nuevamente como si no tuviera múltiples heridas ensangrentadas decorando su cuerpo.

No podían decir que estuvieran sorprendidos. Después de todo, nada en el ser de su contrincante les decía que un ataque así fuera suficiente para vencerlo. Sin embargo, ni Shun ni Ingram pudieron negar su asombro al ver como Elfar no reaccionaba al dolor, sino que lo aceptaba.

Como si ya fuera parte de él.

Del otro lado del campo, Lundarion Eximus aplaudió con sincero asombro y alegría.

–Nada mal, Peleadores. Se adaptan rápido por lo que veo –. Felicitó el gundaliano jugando con una carta entre sus dedos.

–¿Esto te parece divertido? –. Escupió Ingram con repudio –. No sé qué rayos me hiciste, pero vas a arreglarlo.

–¿Para qué? ¿Por qué volver a ser tan débil como antes? –. Cuestionó Elfar con incredulidad –. ¿Acaso no sientes ese poder? ¿No sientes la emoción del combate, Ingram? ¡Ahora tienes un poder más grande del que nunca habías soñado!

–Tú no sabes nada de mí –. Respondió Ingram con desagrado.

–Puede ser, pero el Príncipe Freidr lo sabe todo. Sabe que eres de Nueva Vestroia, sabe que fuiste parte de la Resistencia en tu mundo, que fuiste elegido por Oberus Ventus para cuidar su energía de atributo y que tú y tus amigos lucharon para detener al Rey Zenoheld en Vestal.

Esas palabras. No, no podía ser. ¿Estos sujetos sabían de Vestal y sus amigos? No, era imposible, ¿cómo serían capaces de tener tal conocimiento? Siempre se habían guardado una cantidad medida de información para no comprometer a sus amigos de otros mundos.

Estos sujetos no deberían tener idea de nada de lo que estaban hablando. Tenía que ser un juego, no podía ser algo más, ¿cierto?

Perdidos entre sus preocupaciones, ninguno de los Peleadores se dio cuenta del momento en que Lud levantó una carta entre sus dedos.

–Poder activado: Draco Máximo.

Tensando sus músculos y sus alas, Sektan Elfar Ventus emitió un rugido penetrante que obligó a los soldados presentes a tapar sus oídos al mismo tiempo que una intensa aura de energía cubría su cuerpo, bañándolo en una intensa lluvia de colores negro y verde mientras sus ojos y los símbolos en su torso brillaban con intensidad a pesar del fuego que trataba de esconderlos.

Elfar: 8500.

La mirada del demonio, cubierta por una capa de burla y emoción incontenibles, se posó fijamente en los ojos de Ingram, que correspondió el gesto mientras levantaba sus puños.

Saboreando cada palabra, el dragón gundaliano habló nuevamente mientras pasaba su lengua por las numerosas hileras de colmillos que decoraban su hocico.

–El príncipe lo sabe todo sobre ustedes. Y, si se encuentran aquí ahora, es porque él lo permite. Si quisiera, habría volado su mundo en pedazos en cuanto tuvo la oportunidad.

–¿Nos están amenazando, basuras gundalianas? –. Cuestionó Ingram con un tono oscuro, dejando ver las cuchillas sombra en sus brazos y extendiendo las alas en su espalda.

–No, Ingram. No amenazamos, prometemos. Y puedo prometer esto: si me decepcionas, yo mismo iré a Nueva Vestroia y destruiré ese asqueroso planeta sin dudar.

Esas palabras hicieron clic en la mente y en el corazón de Ingram, tocando un punto sensible de su compañero y dándole un nuevo impulso para liberar toda su furia con tal de proteger su mundo natal de esta pesadilla viviente.

No tenían garantía alguna de que las palabras de este demonio se pudieran concretar, pero se notaba que Ingram no estaba dispuesto a correr ningún riesgo.

Había pasado años luchando por la libertad de su mundo y no iba a permitir que este monstruo borrara sus esfuerzos solo por su capricho de querer luchar.

Tomándose un momento para digerir las palabras del enemigo, Ingram recuperó la compostura para responderle con toda la frialdad que su voz pudo transmitir mediante sus oscuras palabras.

–Si lo que quieres es sufrir, te daré gusto, gundaliano.

Cruzando sus brazos en forma de X y juntando brevemente sus alas detrás de su espalda, un gran poder comenzó a fluir por el cuerpo del maestro ninja, envolviéndolo en las llamas de esta nueva energía mientras el viento a su alrededor se agitaba y pequeños granos de tierra comenzaban a levitar al compás de un gruñido que, poco a poco; comenzaba a ganar más y más fuerza.

Llamando al espectro de una maldición cargada con un gran poder, Ingram levantó el polvo que se encontraba a su alrededor, creando una nube de tierra y ceniza alrededor de su cuerpo.

–¡Lastimaron a nuestros amigos, mataron gente inocente y ahora se atreven a amenazar a mis hermanos y hermanas! –. Repasó Ingram con furia ardiendo en su voz.

El fuego alrededor de su compañero ardió con más fuerza, dejando una marca en el suelo a la vez que iracundas corrientes de viento zarandeaban los árboles y movían el polvo de la arena.

Presa de una furia incontenible, Ingram separó sus brazos y extendió sus alas al mismo tiempo que una poderosa explosión tomaba lugar en el mismo sitio en que estaba parado.

Con un ardiente rugido lleno de odio, todas las rocas y polvo que Ingram había levantado con su nueva fuerza se alejaron violentamente al sentir el empuje de esta extraña y explosiva energía que azotaba el campo de batalla de forma inclemente.

–¡MORIRÁS POR ESO!

Un atronador rugido de batalla fue emitido con furia por el Bakugan vestroiano, estallando todo su poder y provocando que hasta la misma explosión de sus nuevos poderes se vieran silenciadas por la fuerza de su grito y su determinación firme de matar a su enemigo.

Esto era demasiado, Ingram no ocultaba sus emociones más fuertes y mucho menos cuando amenazaban algo que le importaba. No obstante, su compañero jamás había amenazado de muerte a alguien ni se había visto tan preparado para quitar una vida como lo estaba en este momento, cara a cara con dos de los responsables del secuestro de Nick y Leónidas, y la muerte de cientos de personas.

No sabía si Ingram en verdad sería capaz de matar a Elfar en el caso de ganar la batalla, pero solo podía esperar que, sin importar lo que su compañero deseara hacer con esta nueva fuerza maldita, su compañero pudiera hacer lo correcto.

Desapareciendo en un rastro de energía en lo que pareció ser un solo segundo, Ingram reapareció justo delante de su enemigo, dando un puñetazo directo al estómago del enemigo con la fuerza suficiente para hacerlo escupir un pequeño rastro de sangre mezclada con saliva que cayó en el rostro del vestroiano.

En respuesta, Elfar levantó uno de sus brazos más altos para azotar un costado de su mano en el hombro más cercano de Ingram, bajando al Bakugan más pequeño con la fuerza de su golpe antes de patearlo con fuerza en el pecho para enviarlo lejos.

Ingram no se rendiría tan fácil, Shun lo sabía, y solo pudo ver asombrado como su compañero maniobraba en el aire, como si no acabara de recibir una poderosa patada que lo envió varios metros lejos de su contrincante.

–¡Ingram! –. Llamó Fabia con preocupación al Bakugan.

Hábilmente, el maestro ninja logró girar en pleno vuelo para posar sus pies y una de sus manos en el suelo, evitando lo que habría sido una fuerte caída antes de agitar sus alas para abalanzarse sobre su objetivo una vez más.

–¡Qué no avance! –. Ordenó Lud con fuerza.

Esta vez, los puños de ambos Bakugan impactaron con fuerza uno contra el otro, agitando un rastro de polvo antes de separarse nuevamente.

Ante los ojos impactados de todo el mundo, una veloz confrontación de puños, bloqueos y patadas tomó lugar a una velocidad vertiginosa, creando una danza de ataques tan rápidos que solo se podían ver brevemente los brazos de los gigantes moverse desde la cabeza hasta la cintura del otro.

No obstante, gracias a su número superior de extremidades superiores, Elfar no tardó en tomar ventaja del combate al conectar dos puñetazos en los costados de Ingram con sus brazos sombra, obligando al ninja a retorcerse adolorido mientras soltaba un grito de dolor.

Tomando ventaja del momento, el dragón gundaliano azotó su rodilla en el estómago de Ingram para hacerlo retroceder antes de seguirlo con sus grandes alas y brazos listos para atacar.

–¡Derríbalo, Elfar! ¡Sin piedad! –. Indicó Lud a su compañero.

Rápidamente, Shun actuó tomando una de las cartas oscuras que se mostraron en su cinturón, esperando que las habilidades alteradas de su compañero conservaran las propiedades a las que estaban acostumbrados.

–¡Resiste, Ingram! –. Pidió Shun antes de levantar una carta –. Poder activado: ¡Armadura Máxima!

Abalanzándose sobre Ingram con sus puños preparados, una veloz andanada apuntó directamente al Bakugan vestroiano.

Sin embargo, un movimiento veloz, Ingram lograría levantar sus nuevas alas al mismo tiempo que los apéndices de Shadow Wing y del armamento se veían completamente cubiertas con una intensa onda de energía oscura antes de ponerse justo enfrente de su usuario, cubriendo su cuerpo con la firmeza de un gran escudo, justo a tiempo para recibir la tormenta de ataques que cayó sobre el Bakugan más pequeño.

Elfar golpeó tan fuerte como pudo, azotando las protecciones de su contrincante con una fuerza capaz de producir estruendosos sonidos con cada ataque, sonidos tan fuertes que obligaron a los peleadores a tapar sus oídos mientras el ataque persistente del enemigo caía con rudeza sobre su cuerpo.

Contra todo pronóstico que Shun pudiera tener acerca de la efectividad de las defensas de su compañero ante la fuerza de este demonio, las alas de Ingram lograron contener cada uno de los ataques sin mayor problema, manteniéndose firmes ante la tormenta de golpes que cayó sobre ellas.

Cientos y cientos de puñetazos llegaron con furia a las protecciones de Ingram, pero ninguno pudo hacerlo retroceder, sus pies y sus plumas se encontraban firmemente plantadas en el piso, aferrándose a la tierra con su filo y sus garras.

–¡Necesitarán más que eso para detenernos, terrestres! –. Escupió Lud mientras levantaba una carta entre sus dedos –. Poder activado: ¡Cadena Ventus!

Emitiendo un poderoso rugido, los puños de Elfar comenzaron a concentrar toda la energía que cubría su cuerpo, enfocándola en seis puntos específicos antes de arremeter nuevamente sobre su contrincante, reemplazando las centenas de puñetazos por miles y miles de ellos.

Cada segundo que pasaba Ingram cubierto por sus alas se traducía en una tortura brutal para sus protecciones. Los golpes de su enemigo no tardaron en convertirse en un fuerte castigo para su cuerpo. Elfar ya había demostrado su capacidad para atacar con una fuerza devastadora, pero estos ataques estaban a otro nivel, su fuerza había incrementado y tenía el presentimiento de que no los soportaría de no ser por la maldición que ahora llevaba en su cuerpo.

Finalmente, cuando su escudo improvisado no tuvo el aguante para soportar más tiempo la lluvia de golpes que cayeron sobre él, Elfar logró derribarlo de una patada tan fuerte que empujó a Ingram hacia atrás con un quejido de dolor mientras luchaba con la fuerza ejercida para posar nuevamente sus pies en la tierra.

Tuvo éxito, logró mantener el equilibrio y evitar caer al suelo de espaldas, pero no hubo tiempo de júbilo cuando el dragón gundaliano embistió a Ingram con una tacleada que lo llevó varios metros hacia atrás.

–¡Qué no te lleve, Ingram! ¡No lo dejes! –. Indicó Fabia al Bakugan con las manos alrededor de su boca.

Una vez más, las cuchillas sombra de Ingram se mostraron a la luz del día, dando un pequeño vistazo de su longitud considerable antes de desaparecer en la carne del enemigo, penetrante las escamas de una de sus piernas y adentrándose en el interior de la extremidad hasta que los dos pares de puntas se asomaron en la parte baja del muslo; dejando caer unos delgados ríos de sangre oscura a la dorada tierra de Neathia.

Al sentir el dolor de las hojas penetrando la carne de su pierna, Elfar soltó un fuerte quejido de dolor al mismo tiempo que su mirada se elevaba al cielo.

Aprovechando el momento para atacar, Ingram usó sus piernas para impulsarse de un salto con la suficiente fuerza para estrellar la parte superior de su cabeza en el hocico de su contrincante, callando los rugidos del dragón Ventus al mismo tiempo que usaba las cuchillas de su mano libre para ensartarlas en el hombro del enemigo, dándose el impulso suficiente para escalar el cuerpo del gundaliano al mismo tiempo que usaba sus pies para elevarse sobre su cabeza.

Elfar trató de decir algo o emitir algún sonido, pero le fue imposible cuando el codo de Ingram se estrelló a un costado de su rostro, derribándolo al momento.

Antes de que el gundaliano tuviera tiempo para procesar lo que ocurría, el maestro ninja se subió nuevamente sobre su gran cuerpo para comenzar una serie de puñetazos que cayeron sobre su cabeza violentamente, castigando al gran dragón con furia.

Golpe tras golpe, ríos de sangre se mostraron a la luz del día antes de caer sobre los rostros magullados de los titanes que libraban su combate en el corazón de esta devastada arena.

Entre una andanada de puños, Ingram descargó toda su rabia sobre el alargado rostro de su enemigo, pintado sus escamas verdes con la tonalidad oscura de su sangre.

–¡Toma! ¡Te lo mereces, basura gundaliana! –. Exclamó el vestroiano mientras alzaba los brazos.

Tapando el sol con la silueta de sus manos entrelazadas tan fuerte como para que se vieran los huesos debajo de su piel, Ingram estrelló sus puños con ira en la cabeza del enemigo, acallando cualquier sonido que éste pudiera emitir con solo un movimiento y provocando que un pequeño agujero se abriera en la tierra, justo debajo de la cabeza del dragón invasor, y provocando que las manos del vestroiano se bañaran en la sangre del enemigo.

Cansado, Ingram finalmente se levantó del cuerpo de su enemigo, dejando en el suelo la forma del gran Elfar Ventus batallando con el agotamiento mientras se encontraba tirado en el suelo.

Sería tan fácil, acabarlo ahora que se encontraba en el suelo, bastaría con un movimiento de cualquiera de sus armas para finalizar con esta pesadilla. Ingram se sentía capaz de hacerlo, de finalizar de una vez con este demonio y una voz en su interior le decía que debía hacerlo, que sería lo mejor. Después de todo, sus manos ya estaban manchadas de sangre, no debería ser problema ensuciarlas un poco más.

Quería hacerlo, sentía que podía hacerlo, pero una mezcla de emociones batalló con la voz en su cabeza.

No se dio del momento en que las llamas oscuras y verdes se disiparon hasta que miró su cuerpo una vez más, revelando como éste había vuelto a la normalidad casi por completo, pues los extraños símbolos en su cuerpo aún se mantenían grabados con firmeza a lo largo de su torso; conformados por una serie de líneas alargadas, curvas y circulares que daban la impresión de lo que parecía ser una lanza atravesando numerosos círculos mientras eran rodeados por unos trazos extra a los costados.

¿En que momento había sucedido esto? ¿En que momento la furia se había apoderado de él? ¿Qué clase de maldición cargaba ahora sobre sus hombros?

–¿Qué es esto? –. Murmuró Ingram mientras miraba su cuerpo confundido.

–Ingram, ¿te sientes bien? –. Preguntó Shun a su compañero con preocupación.

–Yo… no lo sé… –. Respondió el vestroiano mientras miraba con temor sus alrededores.

Parte de toda esta destrucción, de todo este caos, era culpa suya. Ingram había tratado de no dañar de forma severa el entorno, pero esa convicción se había perdido en algún momento de la batalla, uno en el que ya no se sintió como él mismo y dio paso a una furia que jamás había experimentado antes.

Nunca había creído que llegaría el día en que se volviera tan violento, en que dejaría que una ira ciega tomara control de su ser y lo guiara durante el combate.

Había pensado en matar a Elfar por todo lo que había hecho junto a sus amigos, pero conforme más pasaba el tiempo, más difícil se volvía mantener ese pensamiento.

–Tranquilo, Ingram. Ya veremos como arreglar esto –. Tranquilizó el ojimiel a su compañero.

Aún asombrado por lo que había hecho, Ingram se dio la vuelta para mirar a su divertido oponente del otro lado del campo, que veía el desarrollo de los hechos con una pequeña sonrisa de aparente orgullo en los labios.

–Tu amigo está derrotado, ríndanse ahora, entreguen a los humanos y no seremos tan severos con ustedes –. Declaró el maestro ninja con toda la frialdad que pudo reunir en su tono.

–¿Es todo? ¿No vas a acabar con él? –. Preguntó el gundaliano de ojos verdes con incredulidad –. Qué decepcionante que tus promesas de matarlo solo fueran humo, Ingram.

Ninguno de los miembros de los Peleadores pudo arquear una ceja con confusión. No era el primer peleador al que le importaba poco su Bakugan, pero cuestionar sus motivos para no ejecutarlo era demasiado. ¿Qué clase de monstruo era este tipo? No estaba molesto por perder, sino por el hecho de que su compañero siguiera con vida.

–No es necesario, ya está vencido. No hay razón para matarlo –. Respondió Shun con firmeza.

–A diferencia de ustedes, gundalianos, nosotros respetamos el valor de la vida –. Agregó Fabia con desagrado.

–Y por eso están perdiendo esta guerra, princesa –. Respondió el gundaliano con sorna mientras se cruzaba de brazos.

Este sujeto era extraño, a pesar de haber perdido el combate, no parecía herido en ningún aspecto. Su lenguaje corporal mantenía la confianza que desbordó desde primer momento en que lo vieron, sus ojos mostraron su gran cinismo y su sonrisa reflejaba con orgullo su gran crueldad.

No sentía pena alguna por su compañero y eso no habría desconcertado tanto a Ingram como a Shun, si no fuera por el hecho de que Lud se refería a Elfar como un amigo en algunos de sus comentarios sin sarcasmo notable.

Algo no estaba bien. A pesar de que Ingram había hecho gala de una gran fuerza, nada hecho por el maestro ninja debería ser suficiente para superar las capacidades vistas del llamado "Bakugan Oscuro" y dejarlo fuera de combate tan fácilmente.

Negando con la cabeza para callar esos pensamientos, Shun regresó su atención a los invasores que los veían estupefactos. Acababan de ver a su líder perder la batalla y ahora lo veían tranquilo y burlón frente a aquellos que lo habían vencido, como si nada de esto lo afectara.

–Ya fue suficiente –. Interrumpió Aranaut dando un paso al frente y masajeando sus músculos heridos –. Perdieron esta batalla, gundaliano. Será mejor que lo aceptes y se entreguen ahora. Suelten las armas y entreguen a los Bakugan y a los humanos que los hayan seguido hasta aquí.

La firmeza en el tono de Aranaut era casi palpable, usaba su tono más severo para tratar de intimidar a los invasores derrotados, pero no recibió respuesta alguna por parte de sus enemigos.

En su lugar, Lud se tomó un momento para mirar a sus alrededores, pasando su atención con calma por cada uno de los destrozos visibles que su batalla había causado. Se notaba en sus orbes que no había ni el más mínimo remordimiento entre las emociones que se asomaron en su mirada. La verdad es que no parecía haber más que deleite.

Tomándose un momento para suspirar y probar el aire de estos bosques en sus fosas nasales de tamaños diferentes, Eximus habló nuevamente mientras miraba a su compañero caído.

–¿Les digo algo? El príncipe tiene mucha fe en ustedes, dice que son especiales. Admito que al inicio no le creí, pensaba que les tenía demasiado confianza –. Comentó mirando con una pequeña sonrisa el cuerpo de su compañero casi inconsciente –. ¿Y saben? Aún lo creo, pienso que les da demasiado crédito, pero no lo cuestiono. Ese no es mi lugar, ni de nadie.

–¿A qué quieres llegar con esto? –. Preguntó Shun con cautela.

Cuidadosamente, el ojimiel comenzó a buscar entre su cinturón una carta, cualquier cosa que le permitiera confrontar el mal presentimiento que erizaba los vellos de sus brazos. Al mismo tiempo, su mano libre se aventuró al lado de sus caderas, pasando su palma desnuda con suavidad por encima del mango de Hoja, que descansaba en su funda.

Al escuchar su pregunta, Lud giró la cabeza hacia un costado, desviando la atención de sus enemigos para concentrarse en un lado perdido del bosque, aquel en que el primer escuadrón de Fabia había muerto por manos de Elfar.

–Sé que refuerzos se aproximan desde el sur, sé quién los comanda y quienes conforman sus fuerzas. Imagino que deben ser alrededor de 70.000 soldados y Bakugan listos para morir por la defensa de este patético planeta –. Comentó el gundaliano mientras sacaba una carta del interior de su abrigo.

Fabia contuvo el impulso de preguntar cómo era posible que supiera eso. Después de todo lo que estos sujetos habían demostrado saber, no debería sorprenderlos que también estuviera al tanto de esa información.

–Si sabe eso, entonces también sabe que le conviene rendirse. Dio una gran batalla, Eximus, pero se acabó. Si se entrega ahora, puede que la Reina Serena le muestre misericordia –. Ofreció Fabia con firmeza.

–Todo lo contrario, princesa. Eso significa que debo presionarlos un poco más antes de que lleguen. Ya que mostrarles el poder de las sombras no fue suficiente, con gusto recurriré a algo más drástico para obligarlos a enseñarme qué es lo que el Príncipe Freidr ve en ustedes –. Dijo el gundaliano sin despegar los ojos de su compañero –. ¡Levántate, Elfar! ¡Es hora de mostrarles nuestro poder!

De pronto, como si estuviera poseído, el gran dragón gundaliano de levantó en un parpadeo con el agite de sus alas y el impulso de sus múltiples extremidades y provocando un pequeño temblor en el momento en que su peso cayó nuevamente sobre el terreno del bosque.

Múltiples rasguños decoraban el cuerpo del Bakugan enemigo, todos ellos dejando ver numerosas manchas de sangre pintando sus escamas. Sin embargo, a pesar de sus múltiples heridas, Elfar no parecía verse afectado por ellas. Todo lo contrario, pasó una de sus manos por su pecho, esparciendo el espeso líquido por su cuerpo como una insignia de orgullo que debía presumir ante aquellos que se la habían dado.

–Poder activado: ¡Draco Máximo! –. Activó Lud con una carta entre sus dedos.

Al mismo tiempo, sus ojos rojizos brillaron con un tono vivo que iluminó tanto sus orbes como su contorno mientras una intensa llamarada con sus colores característicos brotaba del interior de su cuerpo hasta que el Bakugan invasor dio la imagen de ser una bola de fuego gigante y viviente que quemó sus alrededores mientras un grito salía de su alargado hocico en el interior de su fuerza visible.

Elfar: 9000.

Tanto era el poder que estaba acumulando el dragón gundaliano, que el suelo comenzó a agrietarse a sus alrededores, abriendo la tierra y las piedras que se encontraban a sus pies.

Poco a poco, la poderosa llama comenzó a destacarse por encima de todo lo que se encontraba en la zona, viéndose empequeñecida frente a la imagen de este guerrero elevándose, separando sus pies del piso hasta que solo quedó la marca de sus garras grabadas en la tierra.

–¡Prepárate para destruir esta maldita ciudad! ¡Elévate, Elfar! –. Ordenó el peleador gundaliano señalando el cielo.

Obedeciendo las palabras de su compañero, el dragón de escamas verdes batió sus alas con la fuerza y la velocidad suficiente para elevarse casi hasta el nivel de las nubes, donde una andanada de rayos comenzó a salir al gran Bakugan invasor, cuyo poder solo podía ir en aumento, provocando que las nubes a su alrededor se disiparan con la fuerza de sus ondas de energía, ondas expansivas capaces de limpiar el cielo azul de cualquier presencia blanca.

A pesar de la gran distancia que el demonio había puesto con el nivel del suelo, los temblores no solo seguían estremeciendo los terrenos del bosque, sino que se habían intensificado al mismo tiempo que una serie de pequeñas piedras comenzaba a flotar de forma irregular al compás de los temblores del suelo.

–¡Destruiremos esta maldita región si es necesario! –. Declaró Lud con fuerza.

–¿¡Acaso están locos!? ¡Si destruyen la ciudad, no solo matarán a millones de neathianos, también morirán ustedes! –. Exclamó Fabia con horror e indignación antes de mirar a los hombres detrás del líder invasor –. ¿¡Esto es lo que quieren!? ¿¡Morir a manos de este demente!?

Esperaban que alguno protestara, que se rebelaran del yugo de este monstruo, que valoraran sus vidas más que su temor hacia este demonio. Algunos se encogieron temerosos, otros salieron corriendo, perdiéndose entre los arbustos en un desesperado intento de salvar sus vidas del cataclismo que se avecinaba, pero ninguno quiso pelear, ninguno se atrevió a desafiar a su líder. Parecía que, al final, era mucho más recomendable morir o salir huyendo que intentar luchar por la supervivencia.

Cobardes.

Los únicos que se mostraron firmes y dispuestos a quedarse frente a la posibilidad muy factible de una fatídica muerte fueron los humanos, los mismos humanos que habían sido raptados y privados del control de sus propios cuerpos.

–Yo estoy dispuesto a morir aquí, no temo en final, pero dudo que los ciudadanos quieran a morir ahora –. Dijo el ojiverde empuñando una mano con fuerza –. ¡Si quieren salvarlos, será mejor que encuentren el modo de detenernos!

No hubo más palabras por parte del gundaliano, en su lugar, solo mostró una sádica y última sonrisa antes de levantar entre sus dedos puntiagudos, una que se alzó con horror ante los cuerpos petrificados de los Peleadores Bakugan, que veían como este sujeto se mostraba capaz de morir con tal de forzarlos a continuar el combate.

–Poder de fusión activado: ¡Verdugo Ventus!

Estos sujetos, estos malditos asesinos carentes de corazón, iban a matar a millones de personas con tal de lograr su propósito, incluso a sí mismos. Después de todo lo que Elfar había demostrado, ni Shun ni Ingram tenían dudas de sus poderes y estaban seguros de que, en efecto, este ataque sería capaz de cumplir el deseo de destruir la capital.

Toda esta muerte se avecinaba únicamente para forzarlos a pelear con todo.

Presa de su propia ira nuevamente, el ojo rojizo de Ingram comenzó a brillar nuevamente con un tono sumamente vivo, al mismo tiempo que su ágil cuerpo se veía envuelto en las mismas llamas de la maldición que ahora cargaban. En lo que pareció ser solo un par de segundos, las cuchillas y las alas sombras de Ingram se formaron nuevamente en su cuerpo, mostrándose imponentes y aterradoras ante los ojos impactados de los demás Peleadores Bakugan.

Tensando sus músculos y soltando un gruñido que, poco a poco, se transformó en un rugido de batalla, Ingram soltó sus brazos y sus apéndices en un movimiento brusco que se vio acompañado por el estruendoso sonido de una explosión de energía oscura saliendo violentamente de su cuerpo.

–¡Si quieren vivir otro día, será mejor que no vuelvan a dudar! –. Gritó Lud con fuerza.

–¡Nosotros no lo haremos! –. Rugió Elfar agitando los cielos con su gran poder.

Seguido de las palabras de su compañero, Eximus levantó una nueva mano en señal de ataque para su compañero, un simple dedo apuntando fijamente a todo lo que se encontraba ante sus ojos.

Fue un simple murmullo, casi inaudible, el que dio paso al juicio final para esta ciudad inocente condenada a enfrentar la furia de este demonio.

–Fuego.

Elfar: 10000.

Un último pero atronador rugido emergió del hocico del dragón gundaliano antes de que el estruendoso sonido se perdiera completamente por la presencia abrumadora de un poderoso rayo esmeralda que borró el celeste del cielo, pintando los alrededores con su luz neón que, poco a poco, comenzó a extenderse por todo el campo de visión de los Peleadores y los soldados que solo podían ver con horror el fin de sus vidas y todo lo que amaban.

La muerte llegó vestida de verde en un aterrador día para Neathia, la muerte presumió un color brillante ante la luz del día. Ese día, el fin llegó caído desde el mismísimo cielo, listo para arrasar todo lo que se encontrar a su paso.

Por un segundo, la vida misma pasó frente a los ojos color miel del Peleador Ventus, pintando sus facciones con el color brillante de esta muerte y casi obligándolo a cerrar los ojos ante la fuerza de la luz que amenazaba con cegarlo antes de hacerlo arder junto a todo lo que defendía.

Perdido en un valle de un abrumador verde infinito, el único consuelo que Shun logró hallar fue el frío toque de las sombras posado en la punta de sus dedos, en la forma de una carta maldita con el toque de una oscuridad ajena a todo lo que conocían.

Shun no necesitó de mucho tiempo para entender lo que estaba pasando y lo que estaba entre sus manos.

–¡Hazlo, Shun! ¡No tenemos otra opción! –. Exclamó Ingram a su compañero.

Sabía que era cierto y no tenía sentido discutir. Así que, escondiendo la inseguridad que se acumulaba en su ser, Shun levantó la nueva carta poder entre sus dedos ante los ojos esperanzados de los neathianos y gundalianos que veían una oportunidad de salvarse del fin.

Una última esperanza.

–Poder activado: ¡Espectro Sombra!

Un poderoso grito de batalla emergió de entre la oscuridad, agitando la energía ennegrecida que bañaba el cuerpo de Ingram, acompañando la corriente de viento que crearon sus alas al emprender el vuelo nuevamente.

Una marca de oscuridad quedó grabada en el suelo en el que Ingram había estado de pie hacía tan solo unos momentos, elevándose al sentir como el viento que creaba el maestro ninja la avivaba hasta convertirse en una pequeña llama oscura que quedó olvidada en el suelo bajo la imponente forma de su creador, elevándose en los cielos.

Shun vio con una mezcla de asombro y temor como su compañero se abalanzaba sobre el gran ataque de su enemigo, perdiéndose momentáneamente ante la grandeza del rayo apocalíptico que estaba a punto de caer sobre él.

Estando desde el nivel del suelo, Shun no pudo hacer nada más que ver como una bola de fuego oscura se precipitaba hacia el ojo del fin, lista para enfrentar a estos demonios hasta las últimas consecuencias.

–¡Tú puedes, Ingram! –. Animaron los Peleadores desde el suelo.

Una onda expansiva tomó lugar ante los miles de ojos que veían asombrados la confrontación entre dos fuerzas imparables y los terrenos devastados de este bosque de Neathia, que inmortalizarían esta batalla para toda la eternidad en la forma de las múltiples cicatrices sufridas por el terreno.

Frente a frente con la luz corrupta de un planeta lleno de mal y crueldad, la oscuridad se elevó con el filo de sus garras impactando directamente en el corazón de este instrumento de destrucción y muerte, agitando sus grandes alas oscuras en un desesperado intento por imponerse frente a un fatídico destino para sí misma y millones de vidas inocentes que veían la confrontación con terror.

Fuertes gritos llegaron a sus oídos desde tierra, las voces de Shun, Fabia, Aranaut y todos los inocentes que atestiguaban la brutalidad de este choque de poderes, pidiéndole que salvara sus vidas, que les permitiera luchar un día más, que le diera la oportunidad de combatir esta luz corrupta y salvar todo lo que amaban y ahora corría peligro.

Con un gran peso torturando su mente, tenía que aceptar que habían fallado en su noble misión de proteger la Tierra, que miles de millones de vidas humanas jóvenes ahora se encontraban en la cuerda floja del destino, aferrándose a la posiblidad de que sus héroes los salvaran de las garras de la muerte.

Era un peso gigante y ni siquiera estaba seguro de que pudieran cargar con él después de todo lo que habían pasado, de su estrepitoso fracaso en su hogar. Sin embargo, aún había una promesa que podían hacer, un lugar al que podían proteger del fin y salvar todas las vidas que lo habitaban de las amenazas exteriores que prometían traer el fuego y una masacre a todos los que se encontraran en su camino.

Le habían fallado a la Tierra, pero aún no le fallaban a Neathia. Y mientras aún hubiera un poco de aliento en el cuerpo de Ingram Ventus, éste lucharía para proteger este planeta del mal que lo acechaba y se dejaría la piel hasta el final con tal de lograr dicho objetivo.

Y, tal vez, con un poco de suerte y el peso horrible de este poder maldito que apuñalaba su cuerpo como un cuchillo en su carne, podrían reivindicarse con aquellos a los que les habían fallado.

Tenían que hacerlo.

Peleadores: 9500.

–¡No dejes de avanzar, Ingram! ¡Vamos a ganar! –. Gritó Shun con las manos alrededor de su boca.

Ante los ojos eufóricos e ilusionados de millones de almas llenas de temor y pesar, una sombra se paró delante de la luz que trataba de quemarlos a todos. Frente a frente, la gran forma de un rayo lleno de furia y poder nacido de la maldad se vio empequeñecida poco a poco, liberando ondas de energía por el campo, que se vio envuelto en una luz dorada por cada explosión que azotaba los frondosos bosques que debían sufrir las consecuencias de este choque de titanes.

Era un desastre de fuego y ceniza, de desolación y pena en un terreno cada vez más lúgubre, pero de los restos de estos campos devastados podría surgir la esperanza y el deseo de sobrevivir se haría palpable al ver los ojos anonadados de Elfar Ventus, que solo podía ver con impotencia como un Peleador Bakugan se postraba frente a su cuerpo herido.

–¡No! ¡No vas a vencerme de este modo! –. Exclamó el dragón iracundo mientras ponía más fuerza en su ataque.

A pesar de las fuerzas renovadas del enemigo en sus intentos de recuperar la ventaja, Ingram se mantuvo firme, posando sus manos bañadas en el poder maldito que se había visto obligado a recibir, conteniendo el poderoso ataque con la palma de sus manos, la fuerza revitalizada de su cuerpo y el gran poder que ahora desbordaba.

Una vez más, ante los ojos estupefactos de este monstruo, el maestro ninja de mantuvo firme y se acercó con un hielo carmesí en su único orbe visible frente al caos que sostenía con sus propias manos.

Por desgracia, el demonio en la tierra aún no agitaba todos los trucos bajo su manga.

–Han dado una gran batalla, Peleadores Bakugan, eso se los reconozco. Pero nada me impedirá volar esta ciudad en pedazos –. Dijo Lundarion mostrando una última carta poder entre sus dedos –. Poder de fusión activado: ¡Vientos Gundalianos!

De pronto, una nueva corriente de energía verde brillante cubrió el cuerpo del gran dragón Ventus, invocando fuertes corrientes de viento que casi logran quebrar el balance de los Peleadores en tierra, obligando a Shun a enterrar a Hoja en la tierra para evitar que el viento lo empujara lejos del campo. Todo esto mientras los neathianos clavaban dientes y uñas en el terreno al mismo tiempo que tapaban sus ojos con lo que sea que pudieran alcanzar en medio de su desesperación.

Elfar: 10500.

–¡FUERA DE MI CAMINO, VESTROIANO!

Un poderoso e iracundo rugido de Elfar se vio acompañado por una fuerte explosión del verdadero color de su atributo, pintando los cielos de un verde vivo e intenso que anunció el fin de todo lo que los habitantes de esta ciudad conocían y amaban, dando paso a la estrecha visión de un túnel oscuro en que el único destino posible era una débil luz enmarcada por los muros de la estrecha estructura.

El rayo del invasor desapareció, consumido por una llamarada de poder puro en el interior de este monstruo, almacenando la energía en su cuerpo y quemándolo por cada segundo que pasaba envuelto el poder de su propio ataque.

Una serie de quemaduras comenzó a esparcirse por el gran cuerpo de Elfar, dando paso a una serie de humaredas calientes que despertaron gritos de genuino de dolor de parte del Bakugan gundaliano, que se retorcía presa del dolor que ardía por todo su cuerpo.

–¡Ingram! ¿¡Qué está pasando!? –. Llamó Shun a su compañero preocupado.

–¡No lo sé, pero creo que va explotar! –. Respondió el ninja tapándose lo ojos con sus brazos mientras comenzaba a sudar por el exceso de calor que emitía el enemigo.

–¡Sal de ahí! –. Indicó el ojimiel a su Bakugan con desesperación.

–¿¡Y qué hay de los civiles!?

–¡Están muertos! –. Rugió el gran dragón verde antes de atacar.

Una lluvia de múltiples ataques de energía salió disparada del cuerpo de Elfar, amenazando con esparcirse por todas las zonas visibles del bosque y cercanas a la ciudad en un último intento de devastar todo lo que se encontraba a sus alrededores, importándole poco el dolor que tuviera que atravesar con tal de provocar el mayor dolor posible.

Eran demasiados ataques, ni siquiera Ingram con su gran velocidad podría interceptarlos todos antes de que el bosque se viera reducido a ceniza absoluta. Este era el fin, ya no había nada que pudieran hacer frente a este problema.

En otras circunstancias, Ingram habría cerrado los ojos mientras liberaba un fuerte grito de frustración por todo lo perdido, por todo lo que no había podido proteger y lo mucho que le había fallado a aquellos que creían en él.

Pero no fue necesario, no esta vez, no cuando la salvación tomó la forma de gruesas paredes de roca que se elevaron del interior del bosque para bloquear cada disparo que amenazó la integridad de este sector de Neathia. No ante los ojos sorprendidos y esperanzados de los neathianos que veían con asombro como una flota de rocas flotantes se elevaba por los aires, atrapando cada ataque que intentara dañar el entorno y a las personas que lo habitaban en estos momentos, protegiéndolos del fin.

–Fabia, ¿qué es lo que… está… pasando? –. Preguntó Shun confundido mientras veía las piedras elevarse, surcando los cielos con una limitada libertad y defendiendo los alrededores.

Fabia intentó decir algo, trató de darle algo de sentido a todo lo que sus ojos estaban viendo, pero no fue necesario. No cuando el rugir de numerosos motores en los cielos dieron todas las explicaciones que podrían necesitar.

Mirando al cielo con nerviosismo, Shun Kazami vio con claro asombro como numerosas naves de batalla aparecieron en un resplandor fugaz en los cielos del bosque a las afueras de la capital, todas ellas preparando lo que parecían ser cañones en la parte baja de su maquinaria compleja y dando paso a la imagen de numerosos soldados neathianos descendiendo al campo de batalla con el apoyo de sogas y equipos de vuelo para maniobrar con más facilidad.

–¿Esos son…? –. Comenzó Aranaut sin contener la emoción en su tono.

–Sí, la caballería ha llegado –. Asintió la Princesa Fabia con ojos brillantes por la emoción.

Comandando a las naves de apoyo, un repentino tornado de viento completamente verde surcó los cielos, envuelto una gruesa capa del elemento y volando varios metros al frente y por encima de una horda de Bakugan Subterra que se asomaban desde el horizonte, levantando más y más rocas en el aire para bloquear los ataques de Elfar.

Al mismo tiempo, el poderoso tornado que surcaba los cielos a gran velocidad hacía gala de una gran capacidad de interceptación al alcanzar todos los rayos de Elfar que podía y los desviaba de regreso al cielo, creando una serie de numerosos estallidos que pintaron el cielo de colores cálidos que iban desde el amarillo hasta el anaranjado.

–Poder activado: ¡Danza de Viento Salvaje! –. Exclamó una voz de pronto.

Corrigiendo el rumbo que había llevado desde su primera aparición en el combate, el misterioso tornado en los cielos se abalanzó de un modo antinatural sobre Elfar, moviéndose con gran velocidad hacia el enemigo y dándose la oportunidad de atacar al disipar el viento que lo conformaba.

Fue impresionante el despliegue de tal poder, al igual que la forma en que un puñetazo se estrelló violentamente en la mandíbula del dragón gundaliano antes de que éste tuviera tiempo de reaccionar, enviándolo al suelo, varios metros atrás con lo que pareció ser una facilidad asombrosa.

Pero nada de eso fue tan impresionante como la identidad de aquel misterioso fenómeno que había llegado para un rescate perfecto de último momento.

Acercándose un poco a su misterioso salvador, Ingram pudo ver con grata sorpresa como un Bakugan Ventus le devolvía una mirada cordial, extendiendo sus alas llenas de plumas verdes y realizando una pequeña reverencia en señal de respeto.

Se trataba de un Bakugan humanoide, cubierto por numerosas plumas de distintos tonos de verde, vestía un cinturón negro y dorado alrededor de su cintura que también atravesaba su pecho, además de un antifaz oscuro que solo dejaba ver sus ojos rojizos por encima de una cabeza llena de puntiagudas plumas amarillas que miraban al cielo. Su complexión también era delgada, pero dejaba ver unos hombros anchos cubiertos por grandes plumas verdes y doradas.

Al mismo tiempo, el poderoso guerrero llevaba en su hombro al que sin duda debía ser su peleador, un hombre neathiano con una complexión robusta cubierta por una armadura verde oscura con protecciones grises en los hombros, las rodillas y el peto. Además, también dejaba ondear una capa del mismo color de su armadura en sus hombros. Su piel era grisácea clara, sus ojos eran tan verdes como los de Fabia y la Reina Serena, la igual que el azul de su cabello corto, que solo permitía que unos mechones se derramaran sobre su frente. Su barbilla era cuadrada y su mejilla izquierda dejaba ver una alargada cicatriz que iba desde su mentón hasta un costado de su ojo.

Aunque Ingram no podía decir que reconociera al peleador en el hombro del guerrero, sí que podía ubicar con mucha precisión al Bakugan que lo había salvado y solo podía responder a su reverencia con un agradecimiento respetuoso por su oportuno rescate.

–Es un honor conocerlo, Ingram Ventus. Me han hablado mucho de usted y esperaba el día en que pudiera conocerlo, aunque deba ser en estas circunstancias –. Saludó el nuevo Bakugan enmascarado.

–Digo lo mismo, guerrero –. Asintió Ingram con el mismo respeto hacia su salvador.

En el suelo, Shun y Fabia apenas podían creer lo que sus ojos veían, pero eran los orbes de la peliazul los que brillaban con más ilusión e inocencia.

–Fabia, ¿esos son…? –. Comenzó Shun sin saber cómo empezar exactamente.

–Son ellos, Shun, de verdad son ellos –. Asintió la peliazul con ilusión antes de llamar a sus rescatadores con euforia –. ¡Ser Loren, Hawktor! ¡Aquí abajo!

Ante miradas llenas de luz y esperanza, Ser Loren y Hawktor Ventus se revelaron como los lideres de este rescate, guiando tropas hacia la zona de batalla que más los necesitaba con un aura de supremacía desprendiéndose en cada una de sus acciones.

Al escuchar el tono de la joven princesa, el hombre se asomó desde el hombro del Bakugan para saludar a la hermana de la reina, agitando su mano a la luz del sol para dirigirse a la miembro de la realeza.

–¡Princesa Fabia, me alegro de ver que se encuentra bien! –. Saludó el caballero con capa mientras Hawktor bajaba al nivel del suelo.

Ambos Bakugan Ventus no tardaron en volver a tocar el suelo, dándole a los peleadores el tiempo para reunirse.

Presa de su emoción, Fabia corrió al hombre mayor para envolverlo en un gran abrazo de oso, sin importarle que sus pequeños brazos ni siquiera alcanzaban a rodear a su salvador, el cual solo pudo corresponder el gesto acariciando el cabello de la chica con suavidad.

De cerca, Ser Loren dejaba ver con más detalle su gran tamaño, Shun llegaba al pecho del hombre como mucho y era tan robusto que fácilmente podría esconderse detrás del hombre. Su armadura presumía un peto de un color gris brillante, al igual que unas grebas encima de sus botas, hombreras que sostenían su capa y unos brazales por encima de unos guantes de cuero negro. Su cabello azulado llegaba casi hasta sus hombros, enmarcando su rostro aguerrido, dejando en el centro una nariz afilada en el centro del cuadro, por encima de unos labios delgados formando una línea recta y que se encontraban enmarcados por una fina capa de pelo azulado sobre la piel grisácea.

–Creí que no llegarían a tiempo –. Murmuró Fabia aferrándose al hombre.

–Casi no lo conseguimos, un pequeño número de gundalianos y terrícolas trataron de emboscarnos en el Paso de la Reina. Temíamos no llegar a tiempo para la batalla –. Respondió Hawktor por el peleador –. Aunque nos sirvió para recoger a un viejo amigo.

Seguido de sus palabras, el nuevo Bakugan alado señaló una de las naves más grandes en el cielo, donde la silueta de un hombre se aclaraba al contar con la iluminación frontal del sol, dando paso a la imagen de otro hombre neathiano de complexión delgada con una armadura blanca ajustada su cuerpo, piel de un suave tono verde limón y un cabello largo de una tonalidad más oscura; atado en una coleta en la parte posterior de su cabeza.

–¡Capitán Elright! –. Llamó Fabia entusiasmada al hombre.

Por supuesto, desde su lugar, el hombre no escuchó ninguno de los llamados del hombre. Se veía sumamente enfocado en que las naves comandadas por Ser Loren mantuvieran su posición ofensiva sobre los invasores.

–No entiendo, creí que el capitán estaba en manos del enemigo –. Comentó Aranaut confundido.

–Lo estaba, pero logró escapar y se infiltró en el contingente de hombres que trataron de emboscarnos. Parece que la seguridad de Barodius no es tan efectiva como se pensaba –. Respondió Hawktor con gracia.

–Lo importante es que lo consiguieron, amigo mío –. Dijo Aranaut posando una mano en el hombro del Bakugan Ventus.

–Y que podemos conocer a dos miembros de los Peleadores Bakugan –. Comentó Ser Loren alejando suavemente a la princesa para saludar a los susodichos –. Me alegro de conocerlos, aunque habría preferido que fuera en otras circunstancias.

–Igualmente, Ser. También agradecemos el rescate –. Dijo el ojimiel con cortesía.

–No imaginamos lo que habría ocurrido, si no hubieran llegado –. Respaldó Ingram con respeto.

–Descuiden, es lo menos que podemos hacer por el retraso –. Respondió Hawktor antes de enfocar su atención en los humanos y gundalianos del otro lado del campo –. Ahora, ¿quién es ese sujeto?

–El demente que trató de destruir la ciudad –. Respondió Fabia con amargura.

Del otro lado de la arena, la expresión de Lud había cambiado de una palpable emoción a una intriga visible en sus facciones curiosas. No se veía sorprendido por la aparición de Hawktor y Ser Loren, pero tampoco lucía contento con su intervención.

A espaldas del gundaliano, los hombres que lo seguían a regañadientes trataron de aconsejar una retirada, que ya era hora de desistir, pues los superaban en número y armamento. Sin embargo, tal como Ingram y Shun ya suponían, Eximus no retrocedió ni un paso, optando por mantener su posición en la arena con tranquilidad.

–Escuchen, gundalianos, esta batalla se terminó. No dudamos que fue todo un espectáculo, pero los superamos en número y en poder. Ríndanse ahora y les prometo que no serán lastimados bajo mi custodia –. Prometió Ser Loren.

En respuesta, Lud miró con una sonrisa incrédula hacia los cielos, donde varias naves apuntaban sus cañones directamente a él y a sus soldados. Claramente, no creía ninguna de las promesas del hombre o ni siquiera se las tomaba en serio.

Desde la ventaja que le ofrecían las alturas, el Capitán Elright instruía a los soldados para que se mantuvieran al pendiente de cualquier acción que pudieran realizar los invasores antes de tomar la palabra gracias a los altavoces de las máquinas.

–Les estamos ofreciendo una oportunidad de rendirse pacíficamente. No la desaprovechen ahora que perdieron la ventaja –. Aconsejó el capitán desde los altavoces.

No hubo respuesta por parte de Eximus, el invasor mantuvo la incredulidad en su mirada mientras retaba a sus enemigos. No se veía intimidado, todo lo contrario, se notaba aburrido por el intento de los soldados de ofrecer una alternativa más pacífica para ellos.

–Ser Loren, solo por cortesía fingiré que me importa todo lo que dijo –. Respondió el gundaliano ojiverde aburrido.

–¿Acaso prefiere caer en esta batalla, soldado? –. Cuestionó Hawktor con firmeza.

–Vine a este planeta para probar las capacidades de los Peleadores Bakugan y no me iré sin haber terminado la misión. ¡Elfar!

Saliendo en un parpadeo de entre los maltratados árboles del bosque, Elfar Ventus se mostró nuevamente ante los ojos de todos los presentes.

De forma instintiva, Ingram se puso en pose de pelea, listo para retomar el combate mientras el poder de su nueva maldición cubría su cuerpo bajo capas y capas de energía oscura. Al mismo tiempo, Aranaut y Hawktor levantaron los puños, listos para cualquier curso de acción que los invasores pudieran tomar.

–Piensen muy bien lo que hacen, gundalianos. Esto no tiene que ser así –. Recomendó el Bakugan Ventus neathiano.

–No tiene, pero queremos que sea así. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos divertimos en una batalla –. Respondió Elfar tensando los músculos y sus alas.

Viendo la desventaja numérica en la que se encontraban ahora, Eximus dio media vuelta para dirigirse a sus hombres con la voz más fuerte que pudo lograr después de tantos gritos emitidos a lo largo del encuentro.

–¡Escuchen bien, malditos idiotas! ¡Barodius confía plenamente en ustedes para completar la misión que se les asignó, así que no vamos a fallar! ¡Aquel que no pelee este día, será la cena de Elfar!

Su amenaza de muerte, disfrazada de un intento de un pobre discurso motivador, resultó ser efectiva para motivar a los hombres a pelear, llenando sus corazones de miedo y terror por lo que su líder pudiera hacerles.

En una sincronía casi perfecta, todos los hombres lanzaron sus Bakugan al campo nuevamente, listos para pelear, pero no por la causa de su emperador; sino por sus propias vidas.

–Humanos, activen protocolos de batalla. Quiero sus capacidades cognitivas al 100% –. Indicó el gundaliano a los terrícolas carentes de su voluntad.

Por un momento, los ojos felinos de los jóvenes peleadores se ajustaron brevemente de tamaño antes de retomar su forma normal, dando paso a posturas de lanzamiento perfectamente coordinadas y un lanzamiento masivo de pequeñas esferas de colores a espaldas del dragón líder de este asalto.

Frente a frente, dos ejércitos de Bakugan se encararon a pocos metros de distancia en los extremos de la arena, ambos listos para destruirse mutuamente con tal proteger sus intereses, desde salvar su hogar hasta salvar sus propias vidas.

Elfar: 10500. Peleadores: 10500.

Bastó con el soplo del viento, moviendo con delicadeza las hojas y el césped de los alrededores para dar comienzo a la batalla.

Una colisión caótica de colosos se dio ante los ojos demacrados del campo de batalla, bañando los bosques de la capital neathiana con una andanada de gritos, rugidos y bramidos que volaron por todas las direcciones al compás de miles de Bakugan luchando en un feroz encuentro por la libertad y la supervivencia.

Golpes, patadas, cortes, mordiscos y disparos resonaron por todos los alrededores, devastando el entorno con la fuerza de los ataques de cada Bakugan en la arena, peleando con todas sus fuerzas por sus objetivos, tanto colectivos como individuales.

Pero en el centro de todo, en el núcleo de la acción, los cuatro Bakugan líderes del combate se mantenían al margen de la acción, pero dejando ver sus armas y puños listos para retomar la ferocidad del encuentro en una danza de ataques que solo terminarían en el momento en que un lado cayera a los pies del vencedor.

Era lo que el enemigo había elegido, era la única alternativa que les había dejado y fue con esa idea presente que los Peleadores Bakugan fueron los primeros en arremeter.

–Poder de armamento activado: ¡Duque Destructor! –. Comenzó Fabia rápidamente.

En un parpadeo, Aranaut liberó una andanada de feroces rayos de energía dorada sobre su oponente mientras Ingram y Hawktor seguían los ataques desde atrás, corriendo a gran velocidad hacia el enemigo, listos para abordarlos en el momento en que el ataque de Fabia y Aranaut surtiera efecto.

–¡Eso no bastará para vencerme! –. Declaró Elfar juntando con los brazos.

Con un movimiento brusco, el gran dragón verde usó sus numerosas extremidades para desviar con su poder enfocado en sus manos, liberando una explosión de colores cálidos a sus espaldas que no tardó en ser reemplazada por una gruesa humareda que bañó la parte posterior de su gran cuerpo.

Liderando la carga, Ingram se abalanzó sobre la cabeza del enemigo con sus nuevas cuchillas sombras listas en sus antebrazos, preparadas para enterrarse profundamente en la cabeza del contrincante.

Elfar lo vio venir, aún conservaba parte de la gran velocidad que había mostrado antes, pero las heridas en su cuerpo podrían ser utilizadas como una ventaja que le daría lentitud en sus movimientos.

Sabiendo eso, Shun fue el siguiente en actuar.

–Poder activado: ¡Baile de Sombras!

Elfar hizo su mejor intento por alcanzar a Ingram, pero fue completamente inútil en el momento en que el maestro ninja desapareció en una bruma ennegrecida antes de que cualquiera de las manos del enemigo pudiera envolverlo en su agarre.

Un confundido Elfar solo pudo ver el momento en que Hawktor Ventus emergió de las sombras residuales de Ingram, conectando su fuerte rodilla en la cabeza del gundaliano, obligándolo a retroceder aturdido y dándole tiempo al neathiano de abalanzarse sobre él nuevamente con una ráfaga de golpes que cayeron sobre sus quemaduras expuestas.

Elfar emitió un fuerte grito de dolor al sentir como sus heridas eran maltratadas por el enemigo, pero no retrocedió, todo lo contrario, usó ese impulso de ira para tratar de alcanzar al oponente que tenía delante de él. No obstante, el gran dragón de múltiples brazos no contó con la sensación de cuatro cuchillas de gran tamaño enterrándose en la parte trasera de sus brazos, impidiendo que lograra su propósito de alcanzar a Hawktor.

Agitando las alas que sostenía en su espalda, Ingram Ventus, el maldito, se elevó nuevamente sobre la espalda de su oponente, usando las hojas en sus brazos para tirar de las extremidades de Elfar con fuerza, abriendo grandes heridas que liberaron unas delgadas líneas de sangre de los tendones rebanados.

Las garras en los pies de Ingram se aferraron a la espalda del gundaliano, teniendo sus grandes alas en la mitad del agarre para asegurarse de mantenerlo quieto.

–¡No dejes que se mueva, Ingram! –. Instruyó Hawktor a su nuevo aliado.

Usando el fuerte impulso de sus piernas, el Bakugan neathiano se elevó con un salto lo suficientemente fuerte para ponerlo al nivel de la cabeza del enemigo, dándole la oportunidad de clavar su rodilla en la mandíbula del dragón, obligándolo a tragarse cualquier sonido que éste intentara emitir antes de alejarse.

–¡Nuestro turno, Aranaut! –. Llamó Fabia a su compañero.

–¡A su orden, princesa! –. Respondió el caballero mientras corría hacia la acción.

–Doble poder activado: ¡Espejismo + Brillo Espiral!

Corriendo a una gran velocidad mientras se veía envuelto en el brillo de su atributo, Aranaut despegó sus pies del suelo con un salto, dando la impresión de emprender el vuelo mientras se encontraba suspendido en el aire, una ilusión que no tardó en disiparse en el momento en que el caballero estiró su pierna hacia el invasor alado; girando a gran velocidad sobre su propio eje al mismo tiempo que el aire a su alrededor comenzaba a envolverlo en un capullo.

Teniendo sus brazos prisioneros por las armas de Ingram, Elfar solo tuvo tiempo para cubrirse con las extremidades que aún le quedaban libres en un intento por bloquear el ataque de la princesa y su compañero.

Viendo una oportunidad de hacer más daño al enemigo, Ingram tiró del cuerpo de su enemigo para que su pecho viera directamente el fuerte golpe que cayó sobre él, obligándolo a emitir un fuerte rugido de dolor al ser objeto directo del impacto de Aranaut.

–¡Hawktor, prepárate para atacar! –. Instruyó Ser Loren a su compañero antes de levantar una carta poder entre sus dedos –. Poder activado: ¡Colmillo Volador, Hipertormenta!

–¡Enseguida! –. Asintió el Bakugan susodicho antes de emprender el vuelo.

Juntando sus alas y sus manos, Hawktor comenzó a girar a una gran velocidad estando en el aire y mirando hacia su oponente para, rápidamente, liberar una ráfaga de disparos de energía que cayeron furiosamente sobre el enemigo al mismo tiempo que Ingram y Aranaut se alejaban de la lluvia de ataques.

Peleadores: 11800.

Elfar se vio envuelto en una lluvia de disparos de energía verde, Ingram estaba seguro de que ni siquiera su propio compañero podía verlo en medio de tanto caos y tormenta.

Sin embargo, eso no impidió que el gundaliano del otro lado del campo levantara una carta entre sus dedos.

–Doble poder de fusión activado: ¡Sombra Máxima + Ejecutor Caótico!

Liberando un poderoso rugido desde el interior de la lluvia de ataques que caía en el campo de batalla, la gran sombra de un enorme dragón surcó los cielos en orientación vertical, siendo atravesada por los numerosos disparos de Hawktor, pero sin que ninguno pudiera lastimarla hasta que; finalmente, por encima de todos los combatientes, Elfar se reveló nuevamente con sus alas y brazos extendidos.

Elfar: 12000

Iluminando las palmas de sus manos y el interior de su hocico, el enorme dragón gundaliano liberó un nuevo rayo combinado por todos los poderes invocados en las extremidades de su cuerpo, amenazando con pintar los cielos de verde una vez más con un nuevo ataque devastador para el planeta.

Esta vez, aprovechando la experiencia anterior, Shun pudo dar un paso adelante con una carta poder entre dedos cubiertos por tierra y ceniza.

–Poder de fusión activado: ¡Shinobi Negro!

Desapareciendo en un conjunto débil de sombras, Ingram se movió a tal velocidad, que ninguno en el campo de batalla logró ver con exactitud el momento en que el vestroiano se posó delante de Hawktor con las manos extendidas y permitiendo que un aura ennegrecida bañara su cuerpo hasta dejarlo casi irreconocible.

Siete rayos provenientes de distintos puntos, fusionados en un solo súper ataque, amenazaron directamente a Ingram, llevando consigo el peligro latente de arrollarlo como un vehículo sin control alguno, pero el ninja no retrocedió.

En su lugar, el vestroiano juntó sus manos delante de su cuerpo, haciendo gala de las propiedades de la maldición que pinchaba su cuerpo de forma interna, pero dotándolo del poder suficiente para bloquear el paso de tal ataque con sus manos envueltas en la oscuridad de su nueva maldición, al mismo tiempo que los símbolos en su torso brillaban nuevamente con el mismo color que su único ojo visible.

–¿¡Qué estás haciendo!? –. Exclamó Hawktor consternado.

No hubo respuesta por parte de Ingram, no de forma verbal. En lugar de eso, el maestro ninja sujetó con más ímpetu el ataque de su oponente, permitiendo que el verde de su atributo se combinara con la tonalidad negra de su nueva maldición al mismo tiempo que el rayo en sus manos comenzaba a perder fuerza.

Sorprendentemente, bastó con un movimiento por parte de las numerosas alas de Ingram para evaporar por completo el ataque de Elfar en una lluvia de pequeños fragmentos residuales de energía que se perdieron en el aire, justo debajo de la forma de una poderosa estrella negra y verde, cuyas manos se iluminaban con una poderosa luz esmeralda en sus manos.

–Elfar, ¿acaso él… acaba de…? –. Comenzó Lud asombrado.

–Sí, absorbió mi ataque y lo fusionó con su propio poder –. Asintió Elfar levantando los brazos.

Peleadores: 13000.

Liberando un poderoso rugido de combate, las llamas alrededor del cuerpo de Ingram se intensificaron, desviando ligeramente la atención de sus manos uniéndose, juntando sus palmas con una esfera de energía verde en el medio; creando una intensa luz Ventus maldita que destelló en las manos de Ingram, el cual no tardó en devolverle la mirada a su oponente.

No hubo palabras, no eran necesarias, bastó con un último grito de batalla por parte de Ingram al compás de sus movimientos agresivos con sus manos, apuntando sus palmas hacia el Bakugan gundaliano, liberando una poderosa estela de energía de sus extremidades apuntando directamente hacia el demonio que castigaba estos bosques.

Tan veloz fue el movimiento y el disparo, que Elfar apenas tuvo tiempo de cubrirse con sus brazos y sus alas en un intento por resistir la fuerza de tal poder, que cubrió completamente su cuerpo hasta no dejar nada visible más allá de sus gritos de dolor y batalla.

–¡ELFAR!

No se vio nada en el momento, no hubo parte visible del enemigo hasta que la feroz ofensiva de Ingram se debilitó lo suficiente para desvanecerse por completo y dejando únicamente la forma de una nube de humo en los cielos, pintado el celeste con fuertes toques de gris y negro.

Agotado, Ingram tuvo que bajar nuevamente al nivel del suelo, posando una rodilla en la tierra mientras Aranaut y los Peleadores corrían para auxiliarlo, ignorando la mirada preocupada del peleador gundaliano que no dejaba de ver los cielos; al mismo sitio en que él se encontraba su compañero, cubierto por el humo de tan poderoso movimiento por parte de los Peleadores Bakugan.

–Ingram, ¿estás bien? –. Preguntó Shun preocupado.

–Eso creo –. Asintió el Bakugan agotado.

–Eso fue sorprendente, Ingram. ¿Cómo lo lograron? Sabía que los Peleadores Bakugan eran fuertes, pero no imaginé que estuvieran a este nivel –. Dijo Ser Loren gratamente sorprendido.

–Es una larga historia, Ser. Dejémosla para otro momento –. Pidió Ingram antes de mirar a sus oponentes.

Elfar aún no estaba vencido, pero estaba lejos de encontrarse en las condiciones favorables de antes. Esta vez, el efecto de sus ataques se notaba con claridad y al dragón gundaliano le sería imposible si quiera tratar de esconder el dolor que el daño recibido le había provocado.

Ante los Peleadores, un demacrado Elfar Ventus, con su cuerpo lleno de quemaduras y desprendiendo humo, regresó al nivel del suelo antes de posar sus brazos derechos en el terreno de combate para respirar.

Sus escamas no parecieron ser suficiente protección esta vez, su cuerpo estaba lleno de quemaduras de alto grado y cortes profundos, sus alas estaban llenas de polvo y rasguños, hilos de sangre se resbalaban por su cuerpo hasta caer al suelo. Todo esto mientras su brazo sombra izquierdo se desvanecía lentamente de su cuerpo hasta dejar únicamente un espacio vacío.

Elfar: 10000. Peleadores: 11000.

Ambos Bakugan estaban débiles, ninguno de ellos podría rendir con la misma efectividad que habían mostrado a lo largo de la pelea.

Iracundo por ser víctima de su propio ataque mejorado, el dragón verde se levantó con enfado, listo para continuar la batalla hasta las últimas consecuencias, alzando los puños para volver la lucha.

No obstante, justo cuando dio el primer paso para seguir la pelea, el gran guerrero fue detenido por su propio peleador.

–Elfar, ya fue suficiente –. Llamó Lud a su compañero, desviando la mirada mientras sostenía la piedra brillante entre sus dedos.

–¿Qué? Lud, aún puedo seguir. Sabes que he estado peor –. Respondió el Bakugan Ventus indignado.

–No dudo de ti, amigo mío, sé que podrías seguir hasta el fin de los tiempos –. Respondió el gundaliano con confianza antes de continuar –. Pero nuestro tiempo se acabó y ya es hora de volver.

–¿De estás hablando? –. Expresó Elfar confundido.

–De eso –. Señaló el peleador a sus alrededores.

Repentinamente, todos los gundalianos y terrícolas invasores en el planeta se vieron cubiertos por una onda de luz gruesa que los hizo desaparecer, dejando únicamente un breve brillo casi cegador antes de desvanecerse en el aire, dejando únicamente sus huellas y el caos del campo de batalla como recuerdo de su presencia.

–¿Qué… es lo que… está ocurriendo…? –. Preguntó Ingram con un hilo de voz.

–El Orbe Sagrado se defiende, tal como nos advirtió el Príncipe Freidr. Es hora de irnos, amigo –. Dijo el invasor guardando la piedra en su interior.

Shun pudo ver con atención como Ser Loren y Hawktor veían asombrados como un brillo esmeralda cubría brevemente a Sektan Elfar Ventus antes de quebrarse de la misma forma que lo haría un vidrio, para dar paso a la forma original de su enemigo, reduciendo su tamaño y perdiendo su extremidad sombra restante para volver a su forma de esfera.

Recibiendo a su compañero en la palma de su mano, Lud solo les dedicó una rápida mirada con dije de tristeza antes de hablar nuevamente.

–Los felicito, Peleadores Bakugan. Pasaron la prueba del Príncipe Freidr, un logro que muy pocos hemos conseguido –. Felicitó antes de darse la vuelta –. Espero que nos volvamos a enfrentar. Cuenten con que, la próxima vez, Elf y yo lucharemos con todo.

Ser Loren trató de decir algo, pero cualquier murmullo musitado murió en el momento en una lluvia de múltiples colores hizo desaparecer al gundaliano, llevándoselo antes de que pudieran intentar arrestarlo si quiera.

Fue cuestión de unos pocos segundos, algo que nadie esperaba, pero de un momento a otro se habían quedado sin enemigos que combatir en el bosque, todos ellos desaparecidos en sorpresivas nubes de luz.

–¿Qué acaba de pasar, Loren? –. Preguntó Hawktor confundido.

–Ese sujeto dijo que el Orbe Sagrado se estaba defendiendo, pero no entiendo como algo así puede ser posible –. Respondió el soldado antes de dirigirse a sus compañeros de batalla –. ¿Ustedes cómo se encuentran? No imagino lo que debió ser combatir a esos tipos por tanto tiempo.

–Estamos bien, Ser Loren. Una vez más, agradecemos su ayuda –. Respondió Fabia con una pequeña sonrisa antes de mirar a sus amigos. –Shun, Ingram, permítanme presentarles formalmente a los mejores soldados que conozco.

Seguido de las tiernas palabras llenas de ilusión de la peliazul, una de las manos de la princesa se levantó para señalar con gran respeto y admiración a sus rescatadores de último momento.

Con un tierno brillo en sus ojos y una pequeña sonrisa de alegría pura en sus labios, Fabia presentó formalmente a los peleadores, que también eran la causa de su nueva euforia.

–Ellos son Ser Loren y su compañero, Hawktor Ventus, los peleadores más fuertes de Neathia.

Humilde ante la presentación de la princesa, Ser Loren negó suavemente con la cabeza mientras Hawktor se rascaba la parte posterior de la cabeza sin saber cómo proseguir después de ser presentado como lo mejor de lo mejor de su propio mundo.

Como pudo, Ingram se levantó apoyándose en su rodilla para tratar de corresponder la presentación de su nuevo camarada. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso hacia delante, el gran cuerpo del vestroiano se vio incapaz de resistir su peso por más tiempo, dejándolo caer de bruces al suelo ante los ojos preocupados de sus amigos.

Aranaut y Hawktor no tardaron en acercarse para auxiliarlo, pero sus intentos serían en vano en el momento en que el cuerpo de Ingram se vería envuelto en la luz de su atributo, deformando su silueta hasta convertir al poderoso guerrero en una pequeña esfera que cayó a los pies de un preocupado Shun.

–Ingram, Ingram, ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? –. Cuestionó Shun preocupado.

–Yo… solo estoy… muy cansado –. Respondió el Bakugan con dificultad, incapaz de abrirse nuevamente por el agotamiento.

–Descuida, la batalla ya terminó. Estuviste sensacional, pequeño –. Consoló Fabia al vestroiano, acariciándolo con la punta de su dedo índice.

–Me alegra oírlo, chicos.


Oficialmente, la pelea con Elfar y Lud ha terminado. Y con ella también tuvimos la inclusión formal de Hawktor y Ser Loren a escena, por lo tanto, es hora de aclarar algunos puntos importantes y es que sé que la idea de reemplazar a Hawktor como compañero de Shun no será del agrado de todos, incluso con la intención de respetar el hilo de desarrollo con Ingram en la segunda temporada. Así que, en compensación, este Hawktor es diferente al original.

No sé si lo recuerden, pero en la tercera temporada se insinúa que Hawktor es apenas un novato, uno que espera desarrollar su potencial con Shun como compañero. Aquí, eso no aplica, este Hawktor es más experimentado y poderoso que el de la serie. Ya que él fue el único al que le quité su compañero de temporada, esta es mi forma de compensarlo. En cuanto a Ser Loren, no compartiré muchos detalles todavía, pero tengo la intención de que sea un elemento importante en la historia de Neathia.

Finalmente, solo me queda decir que después de tres capítulos consecutivos en Neathia, en el próximo haremos un pequeño viaje a un sitio que no hemos visitado en ya bastante tiempo ;)